Yo opino, durante este año malamente «orwelliano» de 1984, que la literatura y la pintura tendrán mucho que hacer en el drama del porvenir. Muchas veces ha sido así, pero ahora lo será dentro del programa vario y complejo de un teatro realista-siniestro, en el que mi línea particular irá por los rumbos que ya he explicado en anteriores obras: la tragedia compleja.

Se tratará de provocar este «mirar extrañado» que consideramos como el efecto más elevado -lo que en otros tiempos se habría definido como «sublime»- en los antípodas del Callejón del Gato o sea, según una estética que se prohíba a sí misma y con la misma fuerza el naturalismo costumbrista y el uso de los espejos curvos, a lo Valle-Inclán.

Prolegómenos a un teatro del porvenir