Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —[27]→  

ArribaAbajoInformes


ArribaAbajo I. Iglesias de San Miguel de Lino y de Santa María de Naranco

Juan F. Riaño


La Comisión de monumentos de la provincia de Oviedo pide al señor ministro que se declaren monumentos nacionales, históricos y artísticos, las iglesias de San Miguel de Lino y Santa María de Naranco. Encargado de informar acerca de este asunto, tengo la honra de exponer á la consideración de la Academia las siguientes observaciones:

Apenas hace un año que la activa é inteligente Comisión de Oviedo descubrió los fragmentos desconocidos del ara primitiva del altar de Santa María de Naranco, dando origen á que la Academia publicase en su BOLETÍN de Agosto último el dibujo de la piedra, con el letrero latino que la rodea, y juntamente la notable y extensa Memoria publicada por la Comisión.

Del epígrafe, grabado en los cuatro costados del ara, se deduce que D. Ramiro y su mujer Paterna construyeron sobre otro edificio arruinado la iglesia de Santa María de Naranco, en el año 848 de la era cristiana. No hay ya, por consiguiente, lugar á dudas en cuanto á la fecha y personas que levantaron el templo, quedando además sin fuerza la opinión, que había comenzado á prevalecer, de que la iglesia no fué otra cosa sino una dependencia del palacio que el mismo rey labró en aquella localidad. La Comisión presenta dos versiones del letrero del ara, y en   —28→   ambas encuentro una frase que merece, en mi juicio, discutirse, para la mejor inteligencia de los hechos relativos á la construcción del monumento. Dice de este modo en el original latino, según resulta del dibujo de la piedra: AEDIFICASTI HANC HARAM, y en las traducciones se lee: en la una, edificaste este altar; en la otra, edificaste esta ara.

Observo que la inscripción no refleja, bajo el punto de vista de la redacción y del estilo, los vicios de la época de decadencia á que pertenece. Está escrita en latín bastante correcto, no descubre faltas de ortografía, y demuestra, en suma, que su autor poseía el conocimiento de la lengua. Sentado este precedente, y volviendo á la frase mencionada antes, encontramos que se emplea la palabra edificar con aplicación á una sola piedra, al ara; y además de esto, se escribe la última voz con H, Haram. ¿Será que, tomando la parte por el todo, han querido significar que se edificó un templo? ¿Deberemos considerar la H, que se opone á la ortografía latina, como error del que grabó las letras? Aceptadas ambas soluciones, queda terminada la cuestión; pero si en vista de la corrección que domina en lo restante del epígrafe, la Academia desea penetrar un tanto en el asunto de estas que, señalo como faltas, cabe recordar algunos antecedentes que se presten á discutirlas.

Tomada la palabra Aedificasti en su sentido recto, no se puede aplicar al hecho de labrar una sola piedra. No hallo ejemplo que lo justifique en los léxicos, ya se refieran al período clásico, ya al latín que se usaba en los tiempos medios. Buscando de igual manera el sentido recto de la palabra Haram, escrita con H como se ve en el dibujo, tampoco es posible que se entienda aplicada á lo que representa el ara de un altar. Hara, según el Diccionario latino, equivalía á establo, vivero, muladar, y análogas significaciones continuó teniendo durante la Edad Media. De este modo define la palabra Rodrigo Fernando de Santaella en su Vocabulario eclesiástico dirigido á la Reina Católica: «Ara. graece. piedra en latino. Ara. arae. foe. ge. el altar... Sed hara con h. es Zahurda. ó cama de puercos. assi que son differentes. porque ara por altar, produce la primera syllaba: y no se escriue con h. y por la Zahurda la tiene breue y se escriue con h.» Estas indicaciones   —29→   brevísimas, unidas á la circunstancia de que el autor del letrero debió ser persona versada en la lengua latina, se oponen tenazmente á que se admita la lectura de estas voces tal como la entiendo la Comisión; sin que tampoco pueda atribuirse á error del artífice el grabado de la palabra Haram, escrita con H; porque no se concibe descuido tan lamentable como el de perpetuar en el sitio más santo de la iglesia un significado grosero é inmundo.

Me atrevería á aconsejar que la Academia pidiese calcos de la inscripción, con el fin de estudiarla debidamente, y acaso entonces se descubra alguna modificación que permita establecer nuevas y más acertadas conjeturas. Nada tiene de extraño que un ligero rehundido, desdeñado antes, donde ahora leemos Haram, nos ofreciese la palabra Harahum (ú otra voz de la misma estirpe), que según Du Cange vale tanto como Locus Sacer, Basílica, y en este caso, traduciríamos sin vacilar la frase, dándole equivalencia exacta.

Bien merecen estas y otras prolijas investigaciones monumentos tan insignes como Santa María de Naranco y San Miguel de Lino, objeto de continuos y justísimos elogios desde los tiempos de Ambrosio de Morales hasta los nuestros; joyas que ilustran uno de los períodos más oscuros de la historia del arte en España.

Las numerosas descripciones que de uno y otro templo se han publicado, me dispensan de repetir ahora multitud de pormenores que conoce la Academia; lo cual me permite en cambio exponer algunos puntos que, en mi concepto, requieren ser sometidos al examen de su autorizada crítica.

La iglesia de Santa María de Naranco tiene planta rectangular, con dos estancias en sus extremos ó lados menores, las cuales se comunican con la nave por medio de tres arcos que hay en cada una de ellas. En la estancia de la parte de Oriente se halla situado el altar, y en la opuesta, algo más elevada sobre el nivel de lo restante del templo, no aparece indicio de haber tenido en lo antiguo destino determinado. La decoración interior consiste en una serie de arcos ciegos adosados á los muros de Norte y Sud, los cuales corresponden con los indicados, que dan paso á los dos recintos de los extremos, y tanto unos como otros afectan la forma semicircular. Entre arco y arco se destaca un medallón redondo   —30→   con relieves, y sobre él se eleva una faja adornada asimismo con figuras y labores de resalto. En todo ello se descubren elementos latinos ó bizantinos enlazados, de modo que bien puede considerarse esta pequeña iglesia como un edificio de transición al estilo románico que florece siglo y medio después; circunstancia que aumenta su valor artístico, dada la escasez de construcciones contemporáneas. Tosca é imperfecta hasta lo sumo es la mano de obra, pero permite sin dificultad entrever las influencias que sirven de guía. Los fustes retorcidos de las columnas, por ejemplo, recuerdan multitud de casos de la decadencia romana, que se repiten íntegros en el período latino. Los capiteles de pirámide truncada é invertida, por el contrario, muestran ya sus caras en forma de trapecio con figuras relevadas sobre el plano del fondo, sistema bizantino, que inicia el desarrollo posterior de los capiteles historiados en los siglos XI y XII. De igual manera la planta, el arco prolongado en el sentido vertical, y los motivos del adorno completan la combinación, acertada sin duda, de unos y otros elementos.

Designan generalmente los autores con el nombre de coro la pieza que hay á los piés de la iglesia, compañera de la otra donde se halla el altar. No veo justificado el nombre, ni acierto á explicar el destino exacto que tuviera asignado en su origen, cuyas razones me inclinan á someter mis dudas á la Academia. En el tiempo de la construcción de Santa María de Naranco, según costumbre de siglos anteriores, estaban inmediatos é íntimamente ligados entre sí, el coro, el altar y el presbiterio: hay sobrados ejemplos que lo demuestren, sin que falten tampoco en el mismo principado de Asturias. Asistían entonces al coro los clérigos de órdenes menores, en su recinto se hallaban los púlpitos ó ambones para la lectura de la epístola, del Evangelio, de los edictos, cte., y el personal adscripto á estos servicios, necesitaba indispensablemente hallarse situado cerca del altar y del presbiterio. Colocarlo á los piés de la nave, sin comunicación posible con el Santuario ni con parte alguna, en contra del ritual del tiempo y de todos los casos conocidos, no me parece opinión que deba admitirse, teniendo en cuenta que se trata de un edificio del siglo IX. La idea de que fuese narthex, exedra, baptisterio ú otro departamento parecido, tampoco   —31→   tiene razonada aplicación al referido espacio. La única conjetura que satisface es la de pensar que la iglesia se construyó sin las pretensiones de celebrar el culto con la asistencia de numeroso clero, para lo cual, y para lo que vulgarmente se llama el coro de los músicos, bastaba con el recinto del presbiterio. Confirma esta suposición el hecho de que no hay vestigios de asientos, ni de trono, adosados al muro, ni del altar aislado, ni de cerramiento de coro en su lugar respectivo, todo lo cual induce á creer que la estancia que se discute serviría únicamente de prolongación de la nave.

La iglesia de San Miguel de Lino, situada á corta distancia de la anterior, se considera por los autores como coetánea de Santa María, y esto mismo se deduce del estudio de sus diversas partes. Su estructura, sin embargo, es de todo punto diferente. Consta de planta cruciforme, que acusa procedencia bizantina, como resultado de la prolongación equidistante del espacio central en el sentido de la abertura de los cuatro arcos torales. La nave, propiamente dicha, comprende solo el brazo inferior de la cruz, mientras que el superior lo ocupan el altar y presbiterio. Sobre el espacio de la nave se levanta un piso de las mismas dimensiones, construido á manera de tribuna, al cual se sube por dos escaleras laterales. También los autores designan con el nombre de coro a este recinto alto, y tampoco creo que lo fuese, por las propias razones aducidas al hablar del de Naranco. Cabe aquí, sin embargo, emitir opinión probable acerca del uso que debió tener en lo antiguo esta parte de la iglesia.

Siendo como es la referida tribuna proporcionada al tamaño de la nave, y hallándose frontera al altar, parece dispuesta para contener la concurrencia de mujeres, separadas de este modo de los hombres, los cuales ocuparían el mismo lugar de la planta baja. La separación de sexos desde la primitiva iglesia en adelante, y lo mismo en Oriente que en Occidente, es un hecho tan común y conocido, que no debo molestar á la Academia, alegando la multitud de citas de autores sagrados y profanos que lo demuestran hasta en sus más pequeños pormenores, y entre los varios medios practicados entonces para conseguirlo, era el más frecuente de todos este de que las mujeres se colocasen en las galerías   —32→   superiores construidas al intento, que se llamaban por esta razón gynaecona ó gynaeconitis. No supongo aplicable la misma teoría al llamado coro de Santa María de Naranco, por sus pequeñas proporciones con relación á la nave, pudo, no obstante, existir allí la distinción de sexos; pero usarían acaso diversos sistemas, como era, entre otros, el de establecer paredes de madera, ligneis parietibus, que según dice San Juan Crisóstomo, se empleaba para separar las mujeres de los hombres.

En los capiteles y basas de las gruesas columnas que sustentaban los arcos torales del templo, en las archivoltas, ventanas y otros restos del edificio, se descubren curiosas labores de carácter bizantino. En los techos se ven trozos maltratados de antiguas pinturas, y el estado general de conservación de la fábrica se resiente de abandono, reclamando con urgencia una reparación discreta. En las jambas de la puerta de entrada se destacan varias figuras de relieve bárbaramente esculpidas, que dan idea del estado del arte escultórico en aquellos tiempos. Los asuntos representados han ofrecido ancho campo á las opiniones encontradas de los arqueólogos, sin que ninguno hasta ahora, que yo sepa, haya conseguido descifrarlos. La empresa, sin embargo, no me parece tan difícil. Las placas, sobre las que se destacan los relieves, están divididas en tres espacios, inscritos en franjas de adorno, dentro de los cuales aparecen las figuras. El conjunto reproduce exactamente las hojas de un díptico de marfil de la época romana, de los que comunmente se denominan dípticos consulares. En el centro del recuadro superior (que es análogo al inferior) se observa la figura de un cónsul, sentado en la silla curul y los piés sobre el taburete ó suppedaneo, lleva en la mano izquierda el cetro, insignia del cargo, y en la derecha el pañuelo mappa circensis, que servía para hacer las señales en los juegos; está acompañado el cónsul de dos personas, una á cada lado, las cuales carecen de atributos, y sospecho que sean la representación de Constantinopla y Roma, porque se ven con frecuencia en los dípticos. El recuadro central ostenta una muestra de los Juegos que daba ó prometía dar el magistrado: un hombre, con látigo en la mano izquierda y palo en la derecha, parece como que obliga á un león amaestrado, que se presenta de pie, á que ejecute   —33→   alguna de sus habilidades: junto á ellos se ve un gimnasta, apoyadas las manos sobre un bastón, que eleva sobre ellas el cuerpo en ademan de hacer un equilibrio. A este último juego llamaban cernualia los romanos, y cernuus al ejecutante, por la inclinación que tenía que dar á la cabeza en las diferentes posiciones y saltos, habiendo llegado hasta nosotros algunas representaciones iguales á la anterior en vasos pintados, bronces y otros objetos de la época.

De las observaciones que anteceden, se deduce sin esfuerzo que San Miguel de Lino y Santa María de Naranco son dos monumentos de inestimable valor artístico. Construidos en el siglo IX, cuando arreciaban las dificultades para el pequeño reino cristiano de la península, demuestran la voluntad sostenida de perpetuar por medio de obras de arte la expresión del sentimiento religioso que dominaba en aquella sociedad. La extraordinaria escasez de edificios del tiempo aumenta la importancia de estas iglesias; porque solamente cuando se estudian sus interesantes pormenores es posible apreciar la altura de conocimientos artísticos que alcanza la reducida corte asturiana, así como nos permite establecer los antecedentes que preparan la transición á la época románica, y conjeturar por igual procedimiento las influencias romanas, latinas ó bizantinas que debieron constituir en España la cultura entera de la monarquía visigoda.

La necesidad urgente de que se conserven y reparen ambas iglesias, como vivos recuerdos de nuestras glorias, me mueven á proponer á la Academia que aconseje al Gobierno su inmediata declaración de monumentos nacionales.

La Academia, con superior criterio, resolverá lo que estime más conveniente.

JUAN F. RIAÑO.

Madrid 7 Noviembre 1884.