Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —154→  

ArribaAbajoCapitulo LI

Del progresso del gouierno de Sancho Pança, con otros sucessos tales como buenos


Amanecio el dia que se siguio a la noche de la ronda del gouernador, la qual el maestresala passó sin dormir, ocupado el pensamiento en el rostro, brio y belleza de la disfraçada donzella; y el mayordomo ocupó lo que della faltaua en escriuir a sus señores lo que Sancho Pança hazia y dezia, tan admirado de sus hechos como de sus dichos: porque andauan mezcladas sus palabras y sus acciones con assomos discretos, y tontos. Leuantose, en fin, el señor gouernador, y por orden del doctor Pedro Rezio le hizieron dessayunar   -fol. 194r-   con vn poco de conserua y quatro tragos de agua fria, cosa que la trocara Sancho con vn pedaço de pan y vn razimo de vuas. Pero viendo que aquello era mas fuerça que voluntad, passó por ello con harto dolor de su alma y fatiga de su estomago, haziendole creer Pedro Rezio que los manjares pocos y delicados auiuauan el ingenio, que era lo que mas conuenia a las personas constituydas en mandos y en oficios graues, donde se han de aprouechar no tanto de las fuerças corporales, como de las del entendimiento. Con esta sofisteria padecia690 hambre Sancho, y tal, que en su secreto maldezia el gouierno, y aun a quien se le auia dado; pero con su hambre y con su conserua se puso a   —155→   juzgar aquel dia, y lo primero que se le ofrecio fue vna pregunta691 que vn forastero le hizo, estando presentes a todo el mayordomo y los demas acolitos, que fue:

«Señor: vn caudaloso rio diuidia dos terminos de vn mismo señorio -y esté vuessa merced atento, porque el caso es de importancia y algo dificultoso-. Digo, pues, que sobre este rio estaua vna puente, y al cabo della vna horca y vna como casa de audiencia, en la qual de ordinario auia quatro iuezes que juzgauan la ley que puso el dueño del rio, de la puente y del señorio, que era en esta forma: “Si alguno passare por esta puente de vna parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, dexenle passar, y si dixere mentira, muera por ello ahorcado en la horca que alli se muestra, sin remission alguna.” Sabida esta ley y la rigurosa condicion della, passauan muchos, y luego en lo que jurauan se echaua de ver que dezian verdad, y los juezes lo[s] dexauan passar libremente. Sucedio, pues, que tomando juramento a vn hombre, juró y dixo que para el juramento que hazia, que yua a morir en aquella horca que alli estaua, y no a otra cosa. Repararon los iueces en el juramento y dixeron: “Si a este hombre le dexamos passar libremente, mintio en su juramento, y conforme a la ley deue morir; y si le ahorcamos, el juró que yua a morir en aquella horca, y, auiendo jurado verdad,   -fol. 194v-   por la misma ley deue ser   —156→   libre.” Pidese a vuessa merced, señor gouernador, qué haran los iueces de tal hombre; que aun hasta agora estan dudosos y suspensos, y, auiendo tenido noticia del agudo y eleuado entendimiento de vuessa merced, me embiaron a mi, a que suplicasse a vuessa merced de su parte diesse su parecer en tan intricado y dudoso caso.»

A lo que respondio Sancho:

«Por cierto que essos señores iuezes que a mi os embian lo pudieran auer escusado, porque yo soy vn hombre que tengo mas de mostrenco que de agudo; pero, con todo esso, repetidme otra vez el negocio de modo que yo le entienda; quiza podria ser que diesse en el hito.»

Boluio otra y otra vez el preguntante a referir lo que primero auia dicho, y Sancho dixo:

«A mi parecer, este negocio en dos paletas le declararé yo, y es assi: el tal hombre jura que va a morir en la horca, y si muere en ella juró verdad, y por la ley puesta merece ser libre, y que passe la puente; y si no le ahorcan, juró mentira, y por la misma ley merece que le ahorquen.»

«Assi es como el señor gouernador dize», dixo el mensagero; «y quanto a la entereza y entendimiento del caso, no hay mas que pedir ni que dudar.»

«Digo yo, pues, agora», replicó Sancho, «que deste hombre aquella parte que juró verdad la dexen passar, y la que dixo mentira la   —157→   ahorquen, y desta manera se cumplira al pie de la letra la condicion del passage.»

«Pues, señor gouernador», replicó el preguntador, «sera necessario que el tal hombre se diuida en dos partes, en mentirosa y verdadera, y si se diuide, por fuerça ha de morir; y, assi, no se consigue cosa alguna de lo que la ley pide, y es de necessidad espresa que se cumpla con ella.»

«Venid aca, señor buen hombre», respondio Sancho; «este passagero que dezis, o yo soy vn porro, o el tiene la misma razon para morir que para vivir y passar la puente; porque si la verdad le salua, la mentira le condena igualmente; y siendo esto assi, como lo es, soy de parecer que digais a essos señores que a mi os embiaron que, pues estan   -fol. 195r-   en un fil las razones de condenarle o assoluerle, que le dexen passar libremente, pues siempre es alabado mas el hazer bien que mal; y esto lo diera firmado de mi nombre si supiera firmar, y yo en este caso no he hablado de mio, sino que se me vino a la memoria vn precepto, entre otros muchos, que me dio mi amo don Quixote la noche antes que viniesse a ser gouernador desta insula, que fue que cuando la justicia estuuiesse en duda, me decantasse692 y acogiesse a la misericordia; y ha querido Dios que agora se me acordasse, por venir en este caso como de molde.»

«Assi es», respondio el mayordomo, «y tengo para mi que el mismo Licurgo, que dio   —158→   leyes a los lacedemonios, no pudiera dar mejor sentencia que la que el gran Pança ha dado; y acabese con esto la audiencia desta mañana, y yo dare orden como el señor gouernador coma muy a su gusto.»

«Esso pido, y barras derechas», dixo Sancho; «denme de comer y llueuan casos y dudas sobre mi; que yo las despauilaré en el aire.»

Cumplio su palabra el mayordomo, pareciendole ser cargo de conciencia matar de hambre a tan discreto gouernador; y mas, que pensaua concluyr con el aquella misma noche, haziendole la burla vltima, que traia en comission de hazerle.

Sucedio, pues, que auiendo comido aquel dia contra las reglas y aforismos del doctor Tirteafuera, al leuantar de los manteles entró vn correo con una carta de don Quixote para el gouernador; mandó Sancho al secretario que la leyesse para si, y que si no viniesse en ella alguna cosa digna de secreto, la leyesse en voz alta. Hizolo assi el secretario, y, repasandola primero, dixo:

«Bien se puede leer en voz alta; que lo que el señor don Quixote escriue a vuessa merced merece estar estampado y escrito con letras de oro, y dize assi:

  —159→     -fol. 195v-  

CARTA DE DON QUIXOTE DE LA MANCHA A SANCHO PANÇA, GOUERNADOR DE LA INSULA BARATARIA

“Qvando esperaua oyr nueuas de tus descuydos e impertinencias, Sancho amigo, las ohi de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el qual del estiercol sabe leuantar los pobres y de los tontos hazer discretos. Dizenme que gouiernas como si fuesses hombre, y que eres hombre como si fuesses bestia, segun es la humildad con que te tratas; y quiero que aduiertas, Sancho, que muchas vezes conuiene, y es necessario, por la autoridad del oficio, yr contra la humildad del coraçon; porque el buen adorno de la persona que está puesta en graues cargos ha de ser conforme a lo que ellos piden, y no a la medida de lo que su humilde condicion le inclina. Vistete bien, que vn palo compuesto no parece palo. No digo que traygas dixes ni galas, ni que siendo iuez te vistas como soldado, sino que te adornes con el habito que tu oficio requiere, con tal que sea limpio y bien compuesto.

»Para ganar la voluntad del pueblo que gouiernas, entre otras, has de hazer dos cosas: la vna, ser bien criado con todos, aunque esto ya otra vez te lo he dicho; y la otra, procurar la abundancia de los mantenimientos; que no ay cosa que mas fatigue el coraçon de los pobres que la hambre y la carestia.

  —160→  

»No hagas muchas pragmaticas, y si las hizieres, procura que sean buenas y, sobre todo, que se guarden y cumplan; que las pragmaticas que no se guardan lo mismo es que si no lo fuessen; antes dan a entender que el principe que tuuo discrecion y autoridad para hazerlas, no tuuo valor para hazer que se guardassen, y las leyes que atemorizan y no se executan vienen a ser como la viga, rey de las ranas, que al principio las espantó, y con el tiempo la menospreciaron y se subieron sobre ella.

»Se padre de las virtudes y padrastro de los vicios. No seas siempre riguroso, ni siempre blando,   -fol. 196r-   y escoge el medio entre estos dos estremos; que en esto está el punto de la discrecion. Visita las carceles, las carnicerias y las plaças; que la presencia del gouernador en lugares tales es de mucha importancia: consuela a los presos que esperan la breuedad de su despacho, es coco a los carniceros que por entonces igualan los pesos, y es espantajo a las placeras por la misma razon. No te muestres, aunque por ventura lo seas -lo cual yo no creo-, codicioso, mugeriego ni gloton; porque en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinacion determinada, por alli te daran bateria, hasta derribarte en el profundo de la perdicion.

»Mira y remira, passa y repassa los consejos y documentos que te di por escrito antes que de aqui partiesses a tu gouierno, y verás como   —161→   hallas en ellos, si los guardas, vna ayuda de costa que te sobrelleue los trabajos y dificultades que a cada paso a los gouernadores se les ofrecen. Escriue a tus señores y muestrateles agradecido; que la ingratitud es hija de la soberuia, y vno de los mayores pecados que se sabe, y la persona que es agradecida a los que bien le han hecho da indicio que tambien lo sera a Dios, que tantos bienes le hizo y de contino le haze.

»La señora duquessa despachó vn propio con tu vestido y otro presente a tu muger Teressa Pança; por momentos esperamos respuesta.

»Yo he estado vn poco mal dispuesto de vn cierto gateamiento que me sucedio no muy a cuento de mis narizes, pero no fue nada; que si ay encantadores que me maltraten, tambien, los ay que me defiendan. Auisame si el mayordomo que está contigo tuuo que ver en las acciones de la Trifaldi, como tu sospechaste; y de todo lo que te sucediere me yras dando auiso, pues es tan corto el camino, quanto mas que yo pienso dexar presto esta vida ociosa en que estoy, pues no naci para ella. Vn negocio se me ha ofrecido, que creo que me ha de poner en desgracia destos señores. Pero aunque se me da mucho, no se me da nada, pues en fin, en fin, tengo de cumplir antes con mi profession que con su gusto, conforme   -fol. 196v-   a lo que suele dezirse: Amicus Plato, sed magis amica veritas693: Digote este latin porque me doy a entender que despues que eres gouernador   —162→   lo auras aprendido. Y a Dios, el qual te guarde de que ninguno te tenga lastima.

Tu amigo, don Quixote de la Mancha.”

Oyó Sancho la carta con mucha atención, y fue celebrada y tenida por discreta de los que la oyeron, y luego Sancho se leuantó de la messa, y, llamando al secretario, se encerro con el en su estancia, y sin dilatarlo mas quiso responder luego a su señor don Quixote, y dixo al secretario que sin añadir ni quitar cosa alguna fuesse escriuiendo lo que el le dixesse; y assi lo hizo, y la carta de la respuesta fue del tenor siguiente:

CARTA DE SANCHO PANÇA A DON QUIXOTE DE LA MANCHA

«La ocupacion de mis negocios es tan grande, que no tengo lugar para rascarme la cabeça, ni aun para cortarme las vñas694, y, assi, las traygo tan crecidas qual Dios lo remedie. Digo esto, señor mio de mi alma, porque vuessa merced no se espante, si hasta agora no he dado auiso de mi bien o mal estar en este gouierno, en el qual tengo mas hambre que quando andauamos los dos por las seluas y por los despoblados.

»Escriuiome el duque mi señor el otro dia, dandome auiso que auian entrado en esta insula ciertas espias para matarme, y hasta   —163→   agora yo no he descubierto otra que vn cierto doctor que está en este lugar assalariado para matar a quantos gouernadores aqui vinieren; llamase el doctor Pedro Rezio, y es natural de Tirteafuera; porque   -fol. 197r-   vea vuessa merced qué nombre para no temer que he de morir a sus manos. Este tal doctor dize el mismo de si mismo que el no cura las enfermedades quando las ay, sino que las preuiene para que no vengan, y las medecinas que vsa son dieta y mas dieta, hasta poner la persona en los huessos mondos, como si no fuesse mayor mal la flaqueza que la calentura. Finalmente, el me va matando de hambre, y yo me voy muriendo de despecho, pues quando pense venir a este gouierno a comer caliente y a beuer frio, y a recrear el cuerpo entre sabanas de olanda, sobre colchones de pluma, he venido a hazer penitencia como si fuera hermitaño, y como no la hago de mi voluntad, pienso que al cabo al cabo me ha de lleuar el diablo.

»Hasta agora no he tocado derecho ni lleuado cohecho, y no puedo pensar en qué va esto; porque aqui me han dicho que los gouernadores que a esta insula suelen venir, antes de entrar en ella, o les han dado o les han prestado los del pueblo muchos dineros, y que esta es ordinaria vsança en los demas que van a gouiernos, no solamente en este.

»Anoche, andando de ronda, topé vna muy hermosa donzella en trage de varon y vn hermano suyo en habito de muger; de la moça se   —164→   enamoró mi maestresala, y la escogio en su imaginacion para su muger, segun el ha dicho, y yo escogi al moço para mi yerno; oy los dos pondremos en platica nuestros pensamientos con el padre de entrambos, que es vn tal Diego de la Llana, hidalgo y christiano viejo quanto se quiere.

»Yo visito las plaças como vuessa merced me lo aconseja, y ayer hallé vna tendera que vendia auellanas nueuas, y aueriguele que auia mezclado con vna hanega de auellanas nueuas otra de viejas, vanas y podridas; apliquelas todas para los niños de la Doctrina, que las sabrian bien distinguir, y sentenciela que por quinze dias no entrasse en la plaça.   -fol. 197v-   Hanme dicho que lo hize valerosamente; lo que se dezir a vuessa merced es que es fama en este pueblo que no hay gente mas mala que las placeras, porque todas son desuergonçadas, dessalmadas y atreuidas, y yo assi lo creo por las que he visto en otros pueblos.

»De que mi señora la duquessa aya escrito a mi muger Teressa Pança y embiadole el presente que vuessa merced dize, estoy muy satisfecho, y procuraré de mostrarme agradecido a su tiempo: bessele vuessa merced las manos de mi parte, diziendo que digo yo que no lo ha echado en saco roto, como lo vera por la obra. No querria que vuessa merced tuuiesse trauacuentas de disgusto con essos mis señores, porque si vuessa merced se enoja con ellos, claro está que ha de redundar en mi   —165→   daño, y no sera bien que pues se me da a mi por consejo que sea agradecido, que695 vuessa merced no lo sea con quien tantas mercedes le tiene hechas, y con tanto regalo696 ha sido tratado en su castillo.

»Aquello del gateado no entiendo, pero imagino que deue de ser alguna de las malas fechorias que con vuessa merced suelen vsar los malos encantadores; yo lo sabre quando nos veamos. Quisiera embiarle a vuessa merced alguna cosa, pero no se qué embie, si no es algunos cañutos de geringas, que para con begigas los hazen en esta insula muy curiosos, aunque si me dura el oficio, yo buscaré qué embiar, de haldas o de mangas697. Si me escriuiere mi muger Teressa Pança, pague vuessa merced el porte y embieme la carta; que tengo grandissimo desseo de saber del estado de mi casa, de mi muger y de mis hijos. Y, con esto, Dios libre a vuessa merced de mal intencionados encantadores y a mi me saque con bien y en paz deste gouierno, que lo dudo, porque le pienso dexar con la vida, segun me trata el doctor Pedro Rezio.

Criado de vuessa merced, Sancho Pança el gouernador.»

Cerro la carta el secretario y despachó luego al correo, y juntandose los burladores de Sancho, dieron orden entre si cómo despacharle del gouierno; y aquella tarde la passó Sancho   —166→     -fol. 198r-   en hazer algunas ordenanças tocantes al buen gouierno de la que el imaginaua ser insula; y ordenó que no huuiesse regatones de los bastimentos en la republica; y que pudiessen meter en ella vino de las partes que quisiessen, con aditamento que declarassen el lugar de donde era, para ponerle el precio segun su estimacion, bondad y fama; y el que lo aguasse o le mudasse el nombre, perdiesse la vida por ello. Moderó el precio de todo calçado, principalmente el de los çapatos, por parecerle que corria con exoruitancia. Puso tassa en los salarios de los criados que caminauan a rienda suelta por el camino del interesse. Puso grauissimas penas a los que cantassen cantares lasciuos y descompuestos, ni de noche ni de dia. Ordenó que ningun ciego cantasse milagro en coplas si no truxesse testimonio autentico de ser verdadero, por parecerle que los mas que los ciegos cantan son fingidos, en perjuyzio de los verdaderos.

Hizo y creó vn alguazil de pobres, no para que los persiguiesse, sino para que los examinasse si lo eran; porque a la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa andan los braços ladrones y la salud borracha. En resolucion, el ordenó cosas tan buenas, que hasta oy se guardan en aquel lugar y se nombran: Las constituciones del gran gouernador Sancho Pança.



  —167→  

ArribaAbajoCapitulo LII

Donde se cuenta la auentura de la segunda dueña Dolorida, o Angustiada, llamada por otro nombre doña Rodriguez


Cventa Cide Hamete que estando ya don Quixote sano de sus aruños, le parecio que la vida que en aquel castillo tenia era contra toda la orden de caualleria que professaua, y, assi, determinó de pedir licencia a los duques para partirse a Zaragoça, cuyas fiestas llegauan cerca, adonde pensaua ganar el arnes que en las tales fiestas se conquista. Y, estando vn dia   -fol. 198v-   a la messa con los duques, y començando a poner en obra su intencion, y pedir la licencia, veis aqui a deshora entrar por la puerta de la gran sala dos mugeres, como despues parecio, cubiertas de luto de los pies a la cabeça, y la vna dellas, llegandose a don Quixote, se le echó a los pies, tendida de largo a largo, la boca cosida con los pies de don Quixote, y daua vnos gemidos tan tristes, tan profundos y tan dolorosos, que puso en confusion a todos los que la oian y mirauan; y, aunque los duques pensaron que seria alguna burla que sus criados querian hazer a don Quixote, todauia, viendo con el ahinco que la muger suspiraua, gemia y lloraua, los tuuo dudosos y suspensos, hasta que don Quixote, compasiuo, la leuantó del suelo, y hizo que se descubriesse y quitasse el manto de sobre la faz llorosa. Ella lo hizo assi, y mostro   —168→   ser -lo que jamas se pudiera pensar-, porque descubrio el rostro de doña Rodriguez, la dueña de casa, y la otra enlutada era su hija, la burlada del hijo del labrador rico. Admiraronse todos aquellos que la conocian, y mas los duques que ninguno; que puesto que la tenian por boba y de buena pasta, no por tanto, que viniesse a hazer locuras. Finalmente, doña Rodriguez, boluiendose a los señores, les dixo:

«Vuessas excelencias sean seruidos de darme licencia que yo departa vn poco con este cauallero, porque assi conuiene para salir con bien del negocio en que me ha puesto el atreuimiento de vn mal intencionado villano.»

El duque dixo que el se la daua y que departiesse con el señor don Quixote quanto le viniesse en desseo. Ella, endereçando la voz y el rostro a don Quixote, dixo:

«Dias ha, valeroso cauallero, que os tengo dada cuenta de la sinrazon y alebosia que vn mal labrador tiene fecha a mi muy querida y amada fija, que es esta desdichada que aqui está presente, y vos me auedes prometido de boluer por ella, endereçandole el tuerto que le tienen fecho, y agora ha llegado a mi noticia que os queredes partir deste castillo, en busca de   -fol. 199r-   las buena[s] venturas que Dios os depare; y, assi, querria que antes que os escurriessedes por essos caminos, dessafiassedes a este rustico indomito y le hiziessedes que se casasse con mi hija, en cumplimiento de la palabra que le   —169→   dio de ser su esposo, antes y primero que yogasse con ella; porque pensar que el duque mi señor me ha de hazer justicia es pedir peras al olmo, por la ocasion que ya a vuessa merced en puridad tengo declarada. Y, con esto, nuestro Señor de a vuessa merced mucha salud, y a nosotras no nos dessampare.»

A cuyas razones respondio don Quixote, con mucha grauedad y prosopopeya:

«Buena dueña, templad vuestras lagrimas, o por mejor dezir, enjugadlas y ahorrad de vuestros suspiros; que yo tomo a mi cargo el remedio de vuestra hija, a la qual le huuiera estado mejor no auer sido tan facil en creer promessas de enamorados, las quales, por la mayor parte, son ligeras de prometer y muy pessadas de cumplir; y, assi, con licencia del duque mi señor, yo me partire luego en busca desse dessalmado mancebo, y le hallaré y le dessafiaré y le mataré cada y quando que se escusare de cumplir la prometida palabra; que el principal assumpto de mi profession es perdonar a los humildes y castigar a los soberuios; quiero dezir, acorrer a los miserables y destruyr a los rigurosos.»

«No es menester», respondio el duque, «que vuessa merced se ponga en trabajo de buscar al rustico de quien esta buena dueña se quexa, ni es menester tampoco698 que vuessa merced me pida a mi licencia para dessafiarle; que yo le doy por dessafiado, y tomo a mi cargo de hazerle saber este dessafio, y que le acete, y   —170→   venga a responder por si a este mi castillo, donde a entrambos dare campo seguro, guardando todas las condiciones que en tales actos suelen y deuen guardarse, guardando igualmente su justicia a cada vno, como estan obligados a guardarla todos aquellos principes   -fol. 199v-   que dan campo franco a los que se combaten en los terminos de sus señorios.»

«Pues con esse seguro y con buena licencia de vuestra grandeza», replicó don Quixote, «desde aqui digo que por esta vez renuncio mi hidalguia y me allano y ajusto con la llaneza del dañador, y me hago igual con el, habilitandole para poder combatir conmigo; y, assi, aunque ausente, le dessafio y repto en razon de que hizo mal en defraudar a esta pobre, que fue donzella y ya por su culpa no lo es; y que le ha de cumplir la palabra que le dio de ser su legitimo esposo, o morir en la demanda.»

Y luego, descalçandose vn guante, le arrojó en mitad de la sala, y el duque le alçó, diziendo que como ya auia dicho, el acetaua el tal dessafio en nombre de su vassallo, y señalaua el plaço de alli a seis dias, y el campo en la plaça de aquel castillo, y las armas las acostumbradas de los caualleros: lança y escudo y arnes trançado, con todas las demas pieças, sin engaño, supercheria o supersticion alguna, examinadas y vistas por los iueces del campo.

«Pero ante todas cosas es menester que esta buena dueña y esta mala donzella pongan el derecho de su justicia en manos del señor don   —171→   Quixote; que de otra manera no se hara nada ni llegará a deuida execucion el tal dessafio.»

«Yo si pongo», respondio la dueña.

«Y yo tambien», añadio la hija, toda llorosa y toda vergonçosa y de mal talante.

Tomado, pues, este apuntamiento, y auiendo imaginado el duque lo que auia de hazer en el caso, las enlutadas se fueron, y ordenó la duquessa que de alli adelante no las tratassen como a sus criadas, sino como a señoras auentureras que venian a pedir justicia a su casa; y, assi, les dieron quarto aparte y las siruieron como a forasteras, no sin espanto de las demas criadas que no sabian en que auia de parar la sandez y dessemboltura de doña Rodriguez, y de su mal andante hija.

Estando en esto, para acabar de regozijar699 la fiesta y dar buen fin a la comida, veis aqui donde entró por la sala el page que lleuó las cartas y presentes a Teressa   -fol. 200r-   Pança, muger del gouernador Sancho Pança, de cuya llegada recibieron gran contento los duques, desseosos de saber lo que le auia sucedido en su viage, y, preguntandoselo, respondio el page que no lo podia dezir tan en publico, ni con breues palabras; que sus excelencias fuessen seruidos de dexarlo para a solas, y que entretanto se entretuuiessen con aquellas cartas. Y, sacando dos cartas, las puso en manos de la duquessa. La vna dezia en el sobreescrito: Carta para mi señora la duquessa tal, de no se donde, y la otra: A mi marido Sancho Pança, gouernador   —172→   de la Insula Barataria, que Dios prospere mas años que a mi.

No se le cozia el pan, como suele dezirse, a la duquessa hasta leer su carta, y, abriendola y leydo para si, y viendo que la podia leer en voz alta para que el duque y los circunstantes la oyessen, leyo de esta manera:

CARTA DE TERESSA PANÇA A LA DUQUESSA

«Mvcho contento me dio, señora mia, la carta que vuessa grandeza me escriuio, que en verdad que la tenia bien desseada. La sarta de corales es muy buena, y el vestido de caça de mi marido no le va en zaga. De que vuessa señoria aya hecho gouernador a Sancho mi consorte ha recebido mucho gusto todo este lugar, puesto que no ay quien lo crea, principalmente el cura, y masse Nicolas el barbero, y Sanson Carrasco el bachiller; pero a mi no se me da nada; que como ello sea assi, como lo es, diga cada vno lo que quisiere, aunque, si va a dezir verdad, a no venir los corales y el vestido, tampoco yo lo creyera; porque en este pueblo todos tienen a mi marido por un porro, y que sacado de gouernar vn hato de cabras, no pueden imaginar para qué gouierno pueda ser bueno. Dios lo haga, y lo encamine como vee que lo han menester sus hijos.

Yo, señora de mi alma, estoy determinada, con licencia de vuessa merced, de meter este buen dia en mi casa, yendome a la corte a tenderme   —173→   en vn coche, para quebrar los ojos a mil embidiosos que ya tengo.   -fol. 200v-   Y, assi, suplico a vuessa excelencia mande a mi marido, me embie algun dinerillo, y que sea algo qué, porque en la corte son los gastos grandes; que el pan vale a real, y la carne la libra a treynta marauedis, que es vn juyzio; y si quisiere que no vaya, que me lo auise con tiempo, porque me estan bullendo los pies por ponerme en camino; que me dizen mis amigas y mis vezinas que si yo y mi hija andamos orondas y pomposas en la corte, vendra a ser conocido mi marido por mi mas que yo por el, siendo forçoso que pregunten muchos: «¿Quién son estas señoras deste coche?» Y un criado mio responder700: «La muger y la hija de Sancho Pança, gouernador de la Insula Barataria», y desta manera sera conocido Sancho, y yo sere estimada, y a Roma por todo.

»Pesame, quanto pesarme puede, que este año no se han cogido vellotas en este pueblo; con todo esso, embio a vuessa alteza hasta medio celemin, que vna a vna las fuy yo a coger y a escoger al monte, y no las hallé mas mayores; yo quisiera que fueran como hueuos de abestruz.

»No se le oluide a vuestra pomposidad de escriuirme; que yo tendre cuydado de la respuesta, auisando de mi salud y de todo lo que huuiere que auisar deste lugar, donde quedo rogando a nuestro Señor guarde a vuestra grandeza, y a mi no olvide. Sancha mi hija   —174→   y mi hijo701 bessan a vuessa merced las manos.

»La que tiene mas desseo de ver a vuessa señoria que de escriuirla. Su criada, Teressa Pança.»

Grande fue el gusto que todos recibieron de oyr la carta de Teressa Pança, principalmente los duques, y la duquessa pidio parecer a don Quixote si seria bien abrir la carta que venia para el gouernador, que imaginaua deuia de ser bonissima. Don Quixote dixo que el la abriria por darles gusto, y assi lo hizo, y vio que dezia desta manera:

  -fol. 201r-  

CARTA DE TERESSA PANÇA A SANCHO PANÇA SU MARIDO

«Tv carta recibi, Sancho mio de mi alma, y yo te prometo y juro como catolica christiana que no faltaron dos dedos para boluerme loca de contento. Mira, hermano, quando yo llegué a oyr que eres gouernador, me pense alli caer muerta de puro gozo; que ya sabes tu que dizen que assi mata la alegria subita como el dolor grande. A Sanchica tu hija se le fueron las aguas sin sentirlo de puro contento; el vestido que me embiaste tenia delante, y los corales que me embió mi señora la duquessa al cuello, y las cartas en las manos, y el portador dellas alli presente, y, con todo esso, creia y pensaua que era todo sueño lo que veia y lo   —175→   que tocaua; porque ¿quién podia pensar que vn pastor de cabras auia de venir a ser gouernador de insulas? Ya sabes tu, amigo, que dezia mi madre que era menester viuir mucho para ver mucho; digolo porque pienso ver mas, si viuo702 mas, porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcaualero, que son oficios que aunque lleua el diablo a quien mal los vsa, en fin en fin siempre tienen y manejan dineros. Mi señora la duquessa te dira el desseo que lo tengo de yr a la corte; mirate en ello, y auisame de tu gusto; que yo procuraré honrarte en ella andando en coche.

»El cura, el barbero, el bachiller y aun el sacristan no pueden creer que eres gouernador y dizen que todo es embeleco, o cosas de encantamento, como son todas las de don Quixote tu amo, y dize Sanson que ha de yr a buscarte y a sacarte el gouierno de la cabeça, y a don Quixote la locura de los cascos; yo no hago sino reyrme, y mirar mi sarta, y dar traça del vestido que tengo de hazer del tuyo   -fol. 201v-   a nuestra hija. Vnas bellotas embié a mi señora la duquessa; yo quisiera que fueran de oro. Embiame tu algunas sartas de perlas, si se vsan en essa insula.

»Las nueuas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con vn pintor de mala mano, que llegó a este pueblo a pintar lo que saliesse; mandole el concejo pintar las armas de su magestad sobre las puertas del Ayuntamiento, pidio dos ducados, dieronselos adelantados,   —176→   trabajó ocho dias, al cabo de los quales no pintó nada y dixo que no acertaua a pintar tantas baratijas; boluio el dinero, y, con todo esso, se casó a titulo de buen oficial; verdad es que ya ha dexado el pinzel y tomado el açada, y va al campo como gentilhombre. El hijo de Pedro de Lobo se ha ordenado de grados y corona, con intencion de hazerse clerigo; supolo Minguilla, la nieta de Mingo Siluato, y hale puesto demanda de que la tiene dada palabra de casamiento; malas lenguas quieren dezir que ha estado encinta del, pero el lo niega a pies juntillas.

»Ogaño no ay azeytunas, ni se halla vna gota de vinagre en todo este pueblo. Por aqui passó vna compañia de soldados; lleuaronse de camino tres moças deste pueblo, no te quiero dezir quién son; quiça bolueran y no faltará quien las tome por mugeres, con sus tachas buenas o malas. Sanchica haze puntas de randas, gana cada dia ocho marauedis horros, que los va echando en vna alcanzia para ayuda a su axuar; pero aora que es hija de vn gouernador tu le daras la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaça se secó, vn rayo cayo en la picota, y alli me las den todas. Espero respuesta desta, y la resolucion de mi yda a la corte; y, con esto, Dios te me guarde mas años que a mi, o tantos; porque no querria dexarte sin mi en este mundo.

»Tu muger, Teresa Pança.»

  —177→  

Las cartas fueron solenizadas, reydas, estimadas y admiradas, y para acabar de echar el sello llegó el correo, el que traia la que Sancho embiaua a don Quixote, que assimesmo se leyo publicamente, la qual puso en duda la sandez del gouernador703.

  -fol. 202r-  

Retirose la duquessa para saber del page lo que le auia sucedido en el lugar de Sancho, el qual se lo conto muy por estenso sin dexar circunstancia que no refiriesse; diole las bellotas, y mas vn queso que Teresa le dio por ser muy bueno, que se auentajaua a los de Tronchon704. Recibiolo la duquessa con grandissimo gusto, con el qual la dexaremos, por contar el fin que tuuo el gouierno del gran Sancho Pança, flor y espejo de todos los insulanos gouernadores.



  —178→  

ArribaAbajoCapitulo LIII

Del fatigado fin y remate que tuvo el gouierno de Sancho Pança


Pensar que en esta vida las cosas della han de durar siempre en vn estado es pensar en lo escusado. Antes parece que ella anda todo en redondo, digo, a la redonda: la primauera sigue al verano, el verano al estio, el estio al otoño, y el otoño al inuierno, y el inuierno a la primauera705, y assi torna a andarse el tiempo con esta rueda continua. Sola la vida humana corre a su fin, ligera mas que el tiempo706, sin esperar renouarse, sino es en la otra que no tiene terminos que la limiten. Esto dize Cide Hamete, filosofo mahometico; porque esto de entender la ligereza e instabilidad de la vida presente y la707 duracion de la eterna que se espera, muchos sin lumbre de fe, sino con la luz natural, lo han entendido; pero aqui nuestro autor lo dize por la presteza con que se acabó, se consumio, se deshizo, se fue como en sombra y humo el gouierno de Sancho.

El qual, estando la septima noche de los dias de su gouierno en su cama, no harto de pan ni de vino, sino de juzgar y dar pareceres y de hazer estatutos y pragmaticas, quando el sueño a despecho y pesar de la hambre le començaua a cerrar los parpados, oyo tan gran ruydo de campanas y de vozes, que no parecia sino que toda la insula se hundia. Sentose en la   —179→   cama y estuuo atento y escuchando, por ver si daua en la cuenta de lo que podia ser la causa de tan grande alboroto; pero no solo   -fol. 202v-   no lo supo, pero añadiendose al ruydo de vozes y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó mas confuso y lleno de temor y espanto, y, leuantandose en pie, se puso vnas chinelas por la humedad del suelo, y sin ponerse sobreropa de leuantar, ni cosa que se pareciesse, salio a la puerta de su aposento, a tiempo quando vio venir por vnos corredores mas de veynte personas con hachas encendidas en las manos, y con las espadas desenuaynadas, gritando todos a grandes vozes:

«¡Arma, arma, señor gouernador, arma!; que han entrado infinitos enemigos en la insula, y somos perdidos si vuestra industria y valor no nos socorre.»

Con este ruydo, furia y alboroto llegaron donde Sancho estaua, atonito y embelesado de lo que oia y veia, y quando llegaron a el, vno le dixo:

«Armese luego vuessa señoria, si no quiere perderse y que toda esta insula se pierda.»

«¿Qué me tengo de armar», respondio Sancho, «ni qué se yo de armas ni de socorros? Estas cosas mejor sera dexarlas para mi amo don Quixote, que en dos paletas las despachará, y pondra en cobro; que yo, pecador fui a Dios, no se me entiende nada destas priessas.»

«¡Ha, señor gouernador!», dixo otro. «¿Qué relente es esse? Armesse vuessa merced; que   —180→   aqui le traemos armas ofensiuas y defensiuas, y salga a essa plaça y sea nuestra guia y nuestro capitan, pues de derecho le toca el serlo, siendo nuestro gouernador.»

«Armenme nora buena», replicó Sancho.

Y al momento le truxeron dos paueses, que venian proueydos dellos, y le pusieron encima de la camisa, sin dexarle tomar otro vestido, vn paues delante y otro detras, y por vnas concauidades que traian hechas, le sacaron los braços y le liaron muy bien con vnos cordeles, de modo, que quedó emparedado y entablado, derecho como vn huso708, sin poder doblar las rodillas, ni menearse vn solo paso. Pusieronle en las manos vna lança, a la cual se arrimó para de poder tenerse en pie. Quando assi le tuuieron, le dixeron que caminasse y los guiasse y animasse a todos; que siendo el su norte, su lanterna   -fol. 203r-   y su luzero, tendrian buen fin los negocios.

«¿Cómo tengo de caminar, desuenturado yo», respondio Sancho, «que no puedo jugar las choquezuelas de las rodillas, porque me lo impiden estas tablas que tan cosidas709 tengo con mis carnes? Lo que han de hazer es lleuarme en braços y ponerme atrauessado, o en pie, en algun postigo; que yo le guardaré, o con esta lança o con mi cuerpo.»

«Ande, señor gouernador», dixo otro, «que mas el miedo que las tablas le impiden el paso; acabe y meneese; que es tarde y los enemigos crecen, y las vozes se aumentan, y el peligro carga.»

  —181→  

Por cuyas persuasiones y vituperios prouo el pobre gouernador a mouerse, y fue dar consigo en el suelo tan gran golpe que penso que se auia hecho pedaços. Quedó como galapago encerrado y cubierto con sus conchas, o como medio tozino metido entre dos artesas, o bien assi como varca que da al traues en la arena, y no por verle caydo aquella gente burladora le tuuieron compassion alguna; antes, apagando las antorchas tornaron a reforçar las vozes y a reyterar el ¡arma! con tan gran priessa, passando por encima del pobre Sancho, dandole infinitas cuchilladas710 sobre los paueses, que si el no se recogiera y encogiera metiendo la cabeça entre los paueses, lo passara muy mal el pobre gobernador; el qual, en aquella estrecheza recogido, sudaua y trassudaua, y de todo coraçon se encomendaua a Dios que de aquel peligro le sacasse. Vnos tropeçauan en el, otros caian, y tal hubo quien se puso encima vn buen espacio, y, desde alli, como desde atalaya, gouernaua los exercitos, y a grandes vozes dezia:

«¡Aqui de los nuestros: que por esta parte cargan mas los enemigos! ¡Aquel portillo se guarde, aquella puerta se cierre, aquellas escalas se tranquen! ¡Vengan alcanzias, pez y resina en calderas de azeyte ardiendo! ¡Trincheense las calles con colchones!»

En fin, el nombraua con todo ahinco todas las varatijas e instrumentos y pertrechos de guerra, con que suele defenderse   -fol. 203v-   el assalto de   —182→   vna ciudad, y el molido Sancho, que lo escuchaua y sufria todo, dezia entre si:

«¡O, si mi Señor fuesse seruido que se acabasse ya de perder esta insula, y me viesse yo, o muerto, o fuera desta grande angustia!»

Oyo el cielo su peticion, y quando menos lo esperaua, oyo vozes que dezian:

«¡Vitoria, vitoria, los enemigos van de vencida! ¡Ea, señor gouernador, leuantese vuessa merced!; y venga a gozar del vencimiento, y a repartir los despojos que se han tomado a los enemigos, por el valor desse inuencible braço.»

«Leuantenme», dixo con voz doliente el dolorido Sancho.

Ayudaronle a leuantar, y, puesto en pie, dixo:

«El enemigo que yo huuiere vencido quiero que me lo clauen en la frente. Yo no quiero repartir despojos de enemigos, sino pedir y suplicar a algun amigo, si es que le tengo, que me de vn trago de vino, que me seco; y me enxugue este sudor, que me hago agua.»

Limpiaronle, truxeronle el vino, desliaronle los paueses, sentose sobre su lecho, y desmayose del temor del sobresalto y del trabajo. Ya les pesaua a los de la burla, de auersela hecho tan pesada; pero el auer buelto en si Sancho les templó la pena que les auia dado su desmayo. Preguntó qué hora era; respondieronle que ya amanezia. Calló, y, sin dezir otra cosa, començo a vestirse, todo sepultado en silencio, y todos le mirauan y esperauan en qué auia de parar la priessa con que se vestia. Vistiose, en   —183→   fin, y poco a poco, porque estaua molido y no podia yr mucho a mucho, se fue a la caualleriza, siguiendole todos los que alli se hallauan, y, llegandose al ruzio, le abraçó y le dio un beso de paz en la frente y, no sin lagrimas en los ojos, le dixo:

«Venid vos aca, compañero mio y amigo mio, y conlleuador de mis trabajos y miserias; quando yo me auenia con vos, y no tenia otros pensamientos que los que me dauan los cuydados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo,   -fol. 204r-   dichosas eran mis horas, mis dias y mis años; pero despues que os dexé, y me subi sobre las torres de la ambicion y de la soberuia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y quatro mil dessassossi[e]gos.»

Y, en tanto que estas razones yua diziendo, yua assimesmo enalbardando el asno, sin que nadie nada le dixesse. Enalbardado, pues, el ruzio, con gran pena y pesar subio sobre el, y, encaminando sus palabras y razones al mayordomo, al secretario, al maestresala y a Pedro Rezio el doctor, y a otros muchos que alli presentes estauan, dixo:

«Abrid camino, señores mios, y dexadme boluer a mi antigua libertad; dexadme que vaya a buscar la vida passada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no naci para ser gouernador, ni para defender insulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas; mejor se me entiende a mi de   —184→   arar y cabar, podar y ensarmentar las viñas que de dar leyes ni de defender provincias ni reynos; bien se está San Pedro en Roma; quiero dezir que bien se está cada vno vsando el oficio para que fue nacido: mejor me está a mi vna hoz en la mano que va cetro de gouernador; mas quiero hartarme de gazpachos que estar sugeto a la miseria de vn medico impertinente que me mate de hambre, y mas quiero recostarme a la sombra de vna encina en el verano, y arroparme con vn zamarro de dos pelos en el inuierno, en mi libertad, que acostarme con la sugecion del gouierno entre sauanas de olanda, y vestirme de martas cebollinas. Vuessas mercedes se queden con Dios y digan al duque mi señor que desnudo naci, desnudo me hallo, ni pierdo ni ganó; quiero dezir que sin blanca entré en este gouierno, y sin ella salgo, bien al reues de como suelen salir los gouernadores de otras insulas. Y apartense, dexenme yr; que me voy a bizmar, que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced a los enemigos   -fol. 204v-   que esta noche se han passeado sobre mi.»

«No ha de ser assi, señor gouernador», dixo el doctor Rezio; «que yo le dare a vuessa merced vna beuida contra caydas y molimientos, que luego le buelua en su pristina entereza y vigor, y en lo de la comida yo prometo a vuessa merced de enmendarme, dexandole comer abundantemente de todo aquello que quisiere.»

  —185→  

«Tarde piache»711, respondio Sancho; «assi dexaré de yrme como boluerme turco. No son estas burlas para dos vezes. Por Dios que assi me quede en este ni admita otro gouierno, aunque me le diessen entre dos platos, como bolar al cielo sin alas. Yo soy del linage de los Panças, que todos son testarudos, y si vna vez dizen nones, nones han de ser, aunque sean pares, a pesar de todo el mundo. Quedense en esta caualleriza las alas de la hormiga, que me leuantaron en el ayre para que me comiessen venzejos y otros paxaros, y boluamonos a andar por el suelo con pie llano; que si no le adornaren çapatos picados de cordouan, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda. Cada oueja con su pareja, y nadie tienda mas la pierna de quanto fuere larga la sabana; y dexenme passar, que se me haze tarde.»

A lo que el mayordomo dixo:

«Señor gouernador, de muy buena gana dexaramos yr a vuessa merced, puesto que nos pesara mucho de perderle; que su ingenio y su christiano proceder obligan a dessearle. Pero ya se sabe que todo gouernador está obligado, antes que se ausente de la parte donde ha gouernado, dar primero712 residencia; dela vuessa merced de los diez dias que ha que tiene el gouierno, y vayase a la paz de Dios.»

«Nadie me la puede pedir», respondio Sancho, «si no es quien ordenare el duque mi   —186→   señor. Yo voy a verme con el y a el se la dare de molde; quanto mas que saliendo yo desnudo como salgo, no es menester otra señal para dar a entender que he gouernado como vn angel.»

«Par Dios que tiene razon el gran Sancho», dixo el doctor Rezio, «y que soy de parecer que le dexemos   -fol. 205r-   yr, porque el duque ha de gustar infinito de verle.»

Todos vinieron [en] ello, y le dexaron yr, ofreciendole primero compañia y todo aquello que quisiesse para el regalo de su persona y para la comodidad de su viaje. Sancho dixo que no queria mas de vn poco de ceuada para el ruzio, y medio queso y medio pan para el; que pues el camino era tan corto, no auia menester mayor ni mejor reposteria. Abraçaronle todos, y el, llorando, abraçó a todos, y los dexó admirados assi de sus razones como de su determinacion tan resoluta y tan discreta.



  —187→  

ArribaAbajo Capitulo LIV

Que trata de cosas tocantes a esta historia y no a otra alguna


Resoluieronse el duque y la duquessa de que el desafio que don Quixote hizo a su vassallo por la causa ya referida passasse adelante; y puesto que el moço estaua en Flandes, a donde se auia ydo huyendo por no tener por suegra a doña Rodriguez, ordenaron de poner en su lugar a vn lacayo gascon que se llamaua Tosilos, industriandole primero muy bien de todo lo que auia de hazer.

De alli a dos dias dixo el duque a don Quixote como desde alli a quatro vendria su contrario, y se presentaria en el campo armado como cauallero, y sustentaria como la donzella mentia por mitad de la barba, y aun por toda la barba entera, si se afirmaua que el le huuiesse dado palabra de casamiento. Don Quixote recibio mucho gusto con las tales nueuas, y se prometio a si mismo de hazer marauillas en el caso, y tuuo a gran ventura auersele ofrecido ocasion donde aquellos señores pudiessen ver hasta dónde se estendia el valor de su poderoso braço. Y, assi, con alboroço y contento esperaua los quatro dias que se le yuan haziendo, a la cuenta de su desseo, quatrocientos siglos.

Dexemoslos passar nosotros, como dexamos passar otras   -fol. 205v-   cosas, y vamos a acompañar a   —188→   Sancho, que entre alegre y triste venia caminando sobre el ruzio a buscar a su amo, cuya compañia le agradaua mas que ser gouernador de todas las insulas del mundo.

Sucedio, pues, que no auiendose alongado mucho de la insula de su gouierno -que el nunca se puso a aueriguar si era insula, ciudad, villa o lugar la que gouernaua-, vio que por el camino por donde el yua venian seys peregrinos con sus bordones713, de estos estranjeros que piden la limosna cantando, los quales, en llegando a el, se pusieron en ala, y, leuanta[n]do las vozes todos juntos, començaron a cantar en su lengua lo que Sancho no pudo entender, si no fue vna palabra que claramente pronunciaua714 limosna, por donde entendio, que era limosna la que en su canto pedian; y como el, segun dize Cide Hamete, era caritativo a demas, sacó de sus alforjas medio pan y medio queso, de que venia proueydo, y dioselo, diziendoles por señas que no tenia otra cosa que darles. Ellos lo recibieron de muy buena gana y dixeron: guelte, guelte715.

«No entiendo», respondio Sancho, «qué es lo que me pedis, buena gente.»

Entonces vno de ellos sacó una bolsa del seno, y mostrosela a Sancho, por donde entendio que le pedian dineros, y el, poniendose el dedo pulgar en la garganta, y estendiendo la mano arriba, les dio a entender que no tenia ostugo716 de moneda, y, picando al ruzio, rompio por ellos; y al passar, auiendole estado mirando   —189→   vno dellos con mucha atencion, arremetio a el, echandole los braços por la cintura, en voz alta y muy castellana dixo:

«¡Valame Dios! ¿Qué es lo que veo? ¿Es possible que tengo en mis braços al mi caro amigo, al mi buen vezino Sancho Pança? Si tengo, sin duda, porque yo ni duermo, ni estoy aora borracho.»

Admirose Sancho de verse nombrar por su nombre, y de verse abraçar del estrangero peregrino, y despues de auerle estado mirando, sin hablar palabra, con mucha atencion, nunca pudo717 conocerle;   -fol. 206r-   pero viendo su suspension el peregrino, le dixo:

«¿Cómo y es possible, Sancho Pança hermano, que no conoces a tu vezino Ricote el morisco, tendero de tu lugar?»

Entonces Sancho le miró con mas atencion, y començo a rafigurarle718, y, finalmente, le vino a conocer de todo punto, y, sin, apearse del jumento, le echó los braços al cuello, y le dixo:

«¿Quién diablos te auia de conocer, Ricote, en esse trage de moharracho que traes? Dime: ¿quién te ha hecho franchote, y cómo tienes atreuimiento de boluer a España, donde si te cogen y conocen, tendras harta mala ventura?

«Si tu no me descubres, Sancho», respondio el peregrino, «seguro estoy; que en este trage no aura nadie que me conozca; y apartemonos del camino a aquella alameda que alli parece, donde quieren comer y reposar mis compañeros,   —190→   y alli comeras con ellos, que son muy apazible gente. Yo tendre lugar de contarte lo que me ha sucedido despues que me parti de nuestro lugar, por obedecer el vando de su magestad719, que con tanto rigor a los desdichados de mi nacion amenazaua, segun oyste.»

Hizolo assi Sancho, y, hablando Ricote a los demas peregrinos, se apartaron a la alameda, que se parecia, bien desuiados del camino real. Arrojaron los bordones, quitaronse las muzetas o esclauinas y quedaron en pelota, y todos ellos eran moços, y muy gentiles hombres, excepto Ricote, que ya era hombre entrado en años. Todos traian alforjas, y todas, segun parecio, venian bien proueydas, a lo menos, de cosas incitatiuas y que llaman a la sed de dos leguas.

Tendieronse en el suelo, y, haziendo manteles de las yeruas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nuezes, rajas de queso, huessos mondos de xamon, que si no se dexauan mascar, no defendian el ser chupados. Pusieron assimismo vn manjar negro que dizen que se llama cabial720, y es hecho de hueuos de pescados, gran despertador de la colambre721. No faltaron azeytunas, aunque secas y sin adouo alguno, pero sabrosas y entretenidas. Pero lo que mas   -fol. 206v-   campeó en el campo de aquel banquete fueron seys botas de vino, que cada vno sacó la suya de su alforja; hasta el buen Ricote, que se auia transformado de morisco en aleman, o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podia competir con las cinco. Començaron   —191→   a comer con grandissimo gusto y muy de espacio, saboreandose con cada bocado, que le tomauan con la punta del cuchillo, y muy poquito de cada cosa, y luego al punto todos a vna leuantaron los braços y las botas en el ayre; puestas las bocas en su boca, clauados los ojos en el cielo, no parecia sino que ponian en el la punteria, y desta manera meneando las cabeças a vn lado y a otro, señales que acreditauan el gusto que recebian, se estuuieron vn buen espacio trassegando en sus estomagos las entrañas de las vasijas.

Todo lo miraua Sancho, y de ninguna cosa se dolia722, antes por cumplir con el refran que el muy bien sabia, de «quando a Roma fueres haz como vieres», pidio a Ricote la bota, y tomó su punteria como los demas, y no con menos gusto que ellos. Quatro vezes dieron lugar las botas para ser empinadas, pero la quinta no fue possible, porque ya estauan mas enxutas723 y secas que vn esparto, cosa que puso mustia la alegria que hasta alli auian mostrado. De quando en quando juntaua alguno su mano derecha con la de Sancho, y dezia:

«Español724 y tudesqui tuto vno: bon compaño.»

Y Sancho respondia:

«Bon compaño, jura Di», y disparaua725 con vna risa que le duraua vn hora, sin acordarse entonces de nada de lo que le auia sucedido en su gouierno; porque sobre el rato y tiempo quando se come y beue, poca jurisdicion suelen   —192→   tener los cuydados. Finalmente, el acabarsele726 el vino fue principio de vn sueño que dio a todos, quedandose dormidos sobre las mismas mesas y manteles. Solos Ricote y Sancho quedaron alerta, porque auian comido mas y beuido menos, y, apartando Ricote a Sancho, se sentaron al pie de vna haya, dexando a los peregrinos   -fol. 207r-   sepultados en dulce sueño, y Ricote, sin tropeçar nada en su lengua morisca, en la pura castellana le dixo las siguientes razones:

«Bien sabes, o Sancho Pança, vezino y amigo mio, como el pregon y vando que su magestad mandó publicar contra los de mi nacion, puso terror y espanto en todos nosotros, a lo menos, en mi le puso de suerte que me parece que antes del tiempo que se nos concedia para que hiziessemos ausencia de España, ya tenia el rigor de la pena executado en mi persona y en la de mis hijos. Ordené, pues, a mi parecer, como prudente, bien assi como el que sabe que para tal tiempo le han de quitar la casa donde viue, y se prouee de otra donde mudarse, ordené, digo, de salir yo solo sin mi familia de mi pueblo, y yr a buscar donde lleuarla con comodidad, y sin la priessa con que los demas salieron. Porque bien vi y vieron todos nuestros ancianos que aquellos pregones no eran solo amenazas, como algunos dezian, sino verdaderas leyes que se auian de poner en execucion a su determinado tiempo. Y forçauame a creer esta verdad saber yo los ruynes y disparatados intentos que los nuestros tenian, y tales,   —193→   que me parece que fue inspiracion diuina la que mouio a su magestad a poner en efecto tan gallarda resolucion, no porque todos fuessemos culpados; que algunos auia christianos firmes y verdaderos. Pero eran tan pocos que no se podian oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa. Finalmente, con justa razon fuymos castigados con la pena del destierro, blanda y suaue al parecer de algunos; pero al nuestro la mas terrible que se nos podía dar. Doquiera que estamos lloramos por España; que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural. En ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desuentura dessea, y en Berberia y en todas las partes de Africa donde esperauamos ser recibidos, acogidos   -fol. 207v-   y regalados, alli es donde mas nos ofenden y maltratan. No hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido, y es el desseo tan grande que casi todos tenemos de boluer a España, que los mas de aquellos, y son muchos, que saben la lengua como yo, se bueluen a ella, y dexan alla sus mugeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen; y agora conozco y experimento lo que suele dezirse: que es dulce el amor de la patria.

»Sali, como digo, de nuestro pueblo, entré en Francia, y aunque alli nos hazian buen acogimiento, quise verlo todo, passé a Italia, y llegué a Alemania, y alli me parecio que se podia viuir con mas libertad, porque sus habitadores   —194→   no miran en muchas delicadezas: cada vno viue como quiere, porque en la mayor parte della se viue con libertad de conciencia. Dexé tomada casa en vn pueblo junto a Augusta727; junteme con estos peregrinos que tienen por costumbre de venir a España, muchos dellos cada año, a visitar los santuarios della; que los tienen por sus Indias, y por certissima grangeria y conocida ganancia. Andanla casi toda, y no ay pueblo ninguno de donde no salgan comidos y beuidos, como suele dezirse, y con vn real, por lo menos, en dineros, y al cabo de su viage salen con mas de cien escudos de sobra, que trocados en oro, o ya en el hueco de los bordones, o entre los remiendos de las esclauinas, o con la industria que ellos pueden los sacan del reyno728, y los passan a sus tierras, a pesar de las guardas de los puestos y puertos donde se registran.

»Aora es mi intencion, Sancho, sacar el tesoro que dexé enterrado, que por estar fuera del pueblo lo podre hazer sin peligro, y escriuir o passar desde Valencia a mi hija y a mi muger, que se que está en Argel, y dar traça como traerlas a algun puerto de Francia, y desde alli lleuarlas a Alemania, donde esperaremos lo que Dios quisiere hazer de nosotros. Que, en resolucion, Sancho, yo se cierto que la Ricota mi hija y Francisca Ricota mi   -fol. 208r-   muger son catolicas christianas, y aunque yo no lo soy tanto, todavia tengo mas de christiano que de moro, y ruego siempre a Dios me abra los ojos   —195→   del entendimiento y me de a conocer cómo le tengo de seruir. Y lo que me tiene admirado es no saber por qué se fue mi muger y mi hija antes a Berberia que a Francia, adonde podia viuir como christiana.»

A lo que respondio Sancho:

«Mira, Ricote, esso no deuio estar en su mano, porque las lleuó Iuan Tiopieyo, el hermano de tu muger, y como deue de ser fino moro, fuesse a lo mas bien parado; y sete dezir otra cosa que creo: que vas en valde a buscar lo que dexaste encerrado729, porque tuuimos nueuas que auian quitado a tu cuñado y tu muger muchas perlas y mucho dinero en oro, que lleuauan por registrar.»

«Bien puede ser esso», replicó Ricote; «pero yo se, Sancho, que no tocaron a mi encierro, porque yo no les descubri donde estaua, temeroso de algun desman, y assi, si tu, Sancho, quieres venir conmigo y ayudarme a sacarlo y a encubrirlo, yo te dare docientos escudos, con que podras remediar tus necesidades730, que ya sabes que se yo que las tienes, muchas.»

«Yo lo hiziera», respondio Sancho; «pero no soy nada codicioso, que a serlo vn oficio dexé yo esta mañana de las manos, donde pudiera hazer las paredes de mi casa de oro, y comer antes de seys meses en platos de plata; y assi, por esto, como por parecerme haria traycion a mi rey en dar fauor a sus enemigos, no fuera contigo, si como me prometes docientos escudos me dieras aqui de contado quatrocientos.»

  —196→  

«Y ¿qué oficio es el que has dexado, Sancho?», preguntó Ricote.

«He dexado de ser gouernador de yna insula», respondio Sancho, «y tal, que a buena fee que no hallen otra como ella a tres tirones.»

«Y ¿dónde está essa insula?», preguntó Ricote.

«¿Adónde?», respondio Sancho. «Dos leguas de aqui, y se llama la insula Barataria.»

«Calla, Sancho», dixo Ricote; «que las insulas estan alla dentro de la mar; que no ay insulas en la tierra firme.»

«¿Cómo no?», replicó Sancho. «Digote,   -fol. 208v-   Ricote amigo, que esta mañana me parti della, y ayer estuue en ella gouernando a mi plazer, como vn sagitario731; pero, con todo esso, la he dexado, por parecerme oficio peligroso el de los gouernadores.»

«Y ¿qué has ganado en el gouierno»?, preguntó Ricote.

«He ganado», respondio Sancho, «el auer conocido que no soy bueno para gouernar, si no es vn hato de ganado, y que las riquezas que se ganan en los tales gouiernos son a costa de perder el descanso y el sueño y aun el sustento; porque en las insulas deuen de comer poco los gouernadores, especialmente si tienen medicos que miren por su salud.»

«Yo no te entiendo, Sancho», dixo Ricote; «pero pareceme que todo lo que dizes es disparate; que ¿quién te auia de dar a ti insulas que gouernasses? ¿Faltauan hombres en el mundo   —197→   mas habiles para gouernadores que tu eres? Calla, Sancho, y buelue en ti y mira si quieres venir conmigo, como te he dicho, a ayudarme a sacar el tesoro que dexé escondido; que en verdad que es tanto que se puede llamar tesoro, y te dare con que viuas, como te he dicho.»

«Ya te he dicho, Ricote», replicó Sancho, «que no quiero; contentate que por mi no seras descubierto, y prosigue en buena hora tu camino y dexame seguir el mio; que yo se que lo bien ganado se pierde, y lo malo, ello y su dueño732

«No quiero porfiar, Sancho», dixo Ricote; «pero dime: ¿hallastete en nuestro lugar cuando se partio del mi muger, mi hija y mi cuñado?»

«Si hallé», respondio Sancho, «y sete dezir que salio tu hija tan hermosa, que salieron a verla quantos auia en el pueblo, y todos dezian que era la mas bella criatura del mundo. Yua llorando y abraçaua a todas sus amigas y conocidas y a quantos llegauan a verla, y a todos pedia la encomendassen a Dios y a Nuestra Señora su madre; y esto, con tanto sentimiento, que a mi me hizo llorar, que no suelo ser muy lloron. Y a fee que muchos tuuieron desseo de esconderla y salir a quitarsela733 en el camino; pero el miedo de yr contra el mandado del rey los detuuo.   -fol. 209r-   Principalmente se mostro mas apassionado don Pedro Gregorio, aquel mancebo mayorazgo rico que tu conoces, que dizen que la queria mucho, y despues que ella se partio, nunca mas el ha parecido en nuestro lugar, y   —198→   todos pensamos que yua tras ella para robarla; pero hasta aora no se ha sabido nada.»

«Siempre tuue yo mala sospecha», dixo Ricote, «de que esse cauallero adamaua734 a mi hija; pero fiado en el valor de mi Ricota, nunca me dio pesadumbre el saber que la queria bien; que ya auras oydo dezir, Sancho, que las moriscas pocas o ninguna vez se mezclaron por amores con christianos viejos, y mi hija, que, a lo que yo creo, atendia a ser mas christiana que enamorada, no se curaria de las solicitudes de esse señor mayorazgo.»

«Dios lo haga», replicó Sancho; «que a entrambos les estaria mal, y dexame partir de aqui, Ricote amigo; que quiero llegar esta noche adonde está mi señor don Quixote.»

«Dios vaya contigo, Sancho hermano; que ya mis compañeros se rebullen, y tambien es hora que prosigamos nuestro camino.»

Y luego se abraçaron los dos, y Sancho subio en su ruzio y Ricote se arrimó a su bordon, y se apartaron.



  —199→  

ArribaAbajoCapitulo LV

De cosas sucedidas a Sancho en el camino, y otras, que no hay mas que ver


El auerse detenido Sancho con Ricote no le dio lugar a que aquel dia llegasse al castillo del duque, puesto que llegó media legua del, donde le tomó la noche algo escura y cerrada. Pero como era verano, no le dio mucha pesadumbre, y, assi, se apartó del camino, con intencion de esperar la mañana, y quiso su corta y desuenturada suerte, que, buscando lugar donde mejor acomodarse, cayeron el y el ruzio en vna honda y escurissima sima que entre vnos edificios muy antiguos estaua, y al   -fol. 209v-   tiempo del caer, se encomendo a Dios de todo coraçon, pensando que no auia de parar hasta el profundo de los abismos, y no fue assi, porque a poco mas de tres estados dio fondo el ruzio, y el se halló encima del, sin auer recebido lision ni daño alguno. Tentose todo el cuerpo y recogio el aliento por ver si estaua sano, o agujereado, por alguna parte, y, viendose bueno, entero y catolico de salud, no se hartaua de dar gracias a Dios nuestro Señor de la merced que le auia hecho; porque sin duda penso que estaua hecho mil pedazos. Tento assimismo con las manos por las paredes de la sima, por ver si seria posible salir della sin ayuda de nadie; pero todas las halló rasas y sin assidero alguno, de lo que Sancho se congojó mucho,   —200→   especialmente quando oyo que el ruzio se quexaua tierna y dolorosamente, y no era mucho, ni se lamentaua de vicio, que a la verdad no estaua muy bien parado.

«¡Ay», dixo entonces Sancho Pança, «y quán no pensados sucessos suelen suceder a cada paso a los que viuen en este miserable mundo! ¿Quién dixera que el que ayer se vio entronizado gouernador de vna insula, mandando a sus siruientes, y a sus vassallos, oy se auia de ver sepultado en vna sima, sin auer persona alguna que le remedie, ni criado, ni vassallo que acuda a su socorro? Aqui auremos de perecer de hambre yo y mi jumento, si ya no nos morimos antes, el de molido y quebrantado, y yo de pesaroso. A lo menos, no sere yo tan venturoso como lo fue mi señor don Quixote de la Mancha, quando decendio y baxó a la cueua de aquel encantado Montesinos, donde halló quien le regalasse mejor que en su casa; que no parece sino que se fue a mesa puesta y a cama hecha; alli vio el visiones hermosas y apazibles, y yo vere aqui, a lo que creo, sapos y culebras. ¡Desdichado de mi!, y ¿en qué han parado mis locuras y fantasias? De aqui   -fol. 110r [210r]-   sacarán mis huessos, quando el cielo sea seruido que me descubran, mondos, blancos y raydos, y los de mi buen ruzio con ellos, por donde quiça se echará de ver quien somos, a lo menos, de los que tuuieren noticia de que nunca Sancho Pança se apartó de su asno, ni su asno de Sancho Pança; otra vez digo: ¡miserables   —201→   de nosotros, que no ha querido nuestra corta suerte que muriessemos en nuestra patria, y entre los nuestros, donde ya que no hallara remedio nuestra desgracia, no faltara quien dello se doliera, y en la hora vltima de nuestro passamiento nos cerrara los ojos!

»¡O compañero y amigo mio, qué mal pago te he dado de tus buenos seruicios! Perdoname, y pide a la fortuna, en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los dos; que yo prometo de ponerte vna corona de laurel en la cabeça, que no parezcas sino vn laureado poeta, y de darte los piensos doblados»

Desta manera se lamentaba Sancho Pança, y su jumento le escuchaua sin responderle palabra alguna, tal era el aprieto y angustia en que el pobre se hallaua. Finalmente, auiendo passado toda aquella noche en miserables quexas y lamentaciones, vino el dia, con cuya claridad y resplandor vio Sancho que era impossible de toda impossibilidad salir de aquel pozo, sin ser ayudado, y començo a lamentarse y dar vozes, por ver si alguno le oia; pero todas sus vozes eran dadas en desierto, pues por todos aquellos contornos no auia persona que pudiesse escucharle, y entonces se acabó de dar por muerto. Estaua el ruzio boca arriba y Sancho Pança le acomodó de modo, que le puso en pie, que apenas se podia tener; y, sacando de las alforjas, que tambien auian corrido la mesma fortuna de la cayda, vn pedaço   —202→   de pan, lo dio a su jumento, que no le supo mal, y dixole Sancho, como si lo entendiera;

  -fol. 110v [210v]-  

«Todos los duelos con pan son buenos.»

En esto, descubrio a vn lado de la sima vn agujero, capaz de caber por el vna persona, si se agouiaua y encogia; acudio a el Sancho Pança, y, agazapandose, se entró por el y vio que por de dentro era espacioso y largo; y pudolo ver porque por lo que se podia llamar techo entraua vn rayo de sol, que lo descubria todo. Vio tambien que se dilataua y alargaua por otra concauidad espaciosa; viendo lo qual boluio a salir adonde estaua el jumento, y con vna piedra començo a desmoronar la tierra del agujero de modo, que en poco espacio hizo lugar donde con facilidad pudiesse entrar el asno, como lo hizo, y, cogiendole del cabestro, començo a caminar por aquella gruta adelante, por ver si hallaua alguna salida por otra parte. A vezes yua a escuras, y a vezes sin luz, pero ninguna vez sin miedo.

«¡Valame Dios todo poderoso!», dezia entre si. «Esta, que para mi es desuentura, mejor fuera para auentura de mi amo don Quixote; el si que tuuiera estas profundidades y mazmorras por jardines floridos, y por palacios de Galiana735, y esperara salir de esta escuridad y estrecheza a algun florido prado. Pero yo sin ventura, falto de consejo y menoscabado de animo, a cada paso pienso que debaxo de los pies de improuiso se ha de abrir otra sima mas profunda que la otra, que acabe   —203→   de tragarme. Bien vengas, mal, si vienes solo.»

Desta manera, y con estos pensamientos le parecio que auria caminado poco mas de media legua, al cabo de la qual descubrio vna confusa claridad que parecio ser ya de dia, y que por alguna parte entraua, que daua indicio de tener fin abierto aquel, para el, camino de la otra vida.

Aqui le dexa Cide Hamete Benengeli, y buelue a tratar [de] don Quixote, que alboroçado y contento esperaua el plaço de la batalla que auia de hazer con el robador de la honra de la hija de doña Rodriguez, a quien pensaua   -fol. 211r-   endereçar el tuerto y desaguisado que malamente le tenian fecho.

Sucedio, pues, que saliendose vna mañana a imponerse y ensayarse en lo que auia de hazer en el trance en que otro dia pensaua verse, dando vn repelon o arremetida a Rozinante, llegó a poner los pies tan junto a vna cueua, que a no tirarle fuertemente las riendas, fuera impossible no caer en ella. En fin, le detuuo, y no cayo; y, llegandose algo mas cerca sin apearse, miró aquella hondura, y, estandola mirando, oyo grandes vozes dentro, y, escuchando atentamente, pudo percebir y entender que el que las daua dezia:

«¡Ha de arriba! ¿Ay algun christiano que me escuche, o algun cauallero caritatiuo que se duela de vn pecador enterrado en vida, o736 vn desdichado desgouernado gouernador?»

  —204→  

Pareciole a don Quixote que oia la voz de Sancho Pança, de que quedó suspenso y assombrado, y, leuantando la voz todo lo que pudo, dixo:

«¿Quién está alla baxo, quién se quexa?»

«¿Quién puede estar aqui, o quién se ha de quexar», respondieron, «sino el assendereado de Sancho Pança, gouernador, por sus pecados y por su mala andança, de la insula Barataria, escudero que fue del famoso cauallero don Quixote de la Mancha?»

Oyendo lo qual don Quixote, se le dobló la admiracion, y se737 le acrecento el pasmo, viniendosele al pensamiento que Sancho Pança deuia de ser muerto, y que estaua alli penando su alma; y, lleuado desta imaginacion dixo:

«Conjurote por todo aquello que puedo conjurarte, como catolico christiano, que me digas quién eres, y si eres alma en pena, dime qué quieres que haga por ti, que pues es mi profession fauorecer y acorrer a los necessitados deste mundo, tambien lo sere738 para acorrer y ayudar a los menesterosos del otro mundo, que no pueden ayudarse por si propios.»

«Dessa manera», respondieron, «vuessa merced que me habla deue de ser mi señor don Quixote de la Mancha, y aun en el organo de la voz no es otro, sin duda.»

«Don Quixote soy», replicó don Quixote; «el   -fol. 211v-   que professo socorrer y ayudar en sus necessidades a los viuos y a los muertos. Por esso,   —205→   dime quién eres; que me tienes atonito. Porque si eres mi escudero Sancho Pança, y te has muerto, como no te ayan llevado los diablos, y por la misericordia de Dios estes en el purgatorio, sufragios tiene nuestra santa madre la Iglesia Catolica Romana bastantes a sacarte de las penas en que estás, y yo, que739 lo solicitaré con ella, por mi parte, con quanto mi hacienda alcançare; por esso acaba de declararte, y dime quién eres.»

«¡Voto a tal!», respondieron, «y por el nacimiento de quien vuessa merced quisiere juro, señor don Quixote de la Mancha, que yo soy su escudero Sancho Pança, y que nunca me he muerto en todos los dias de mi vida, sino que auiendo dexado mi gouierno por cosas y causas que es menester mas espacio para dezirlas, anoche cai en esta sima donde yago, el ruzio conmigo, que no me dexará mentir, pues, por mas señas, está aqui conmigo.»

Y ay mas; que no parece sino que el jumento entendio lo que Sancho dixo, porque al momento començo a rebuznar, tan rezio, que toda la cueua retumbaua.

«Famoso testigo», dixo don Quixote; «el rebuzno conozco como si le pariera, y tu voz oygo, Sancho mio. Esperame, yre al castillo del duque que está aqui cerca, y traere quien te saque desta sima, donde tus pecados te deuen de haber puesto.»

«Vaya vuessa merced», dixo Sancho, «y buelua presto, por vn solo Dios; que ya no lo   —206→   puedo lleuar el estar aqui sepultado en vida, y me estoy muriendo de miedo.»

Dexole don Quixote y fue al castillo a contar a los duques el suceso de Sancho Pança, de que no poco se marauillaron, aunque bien entendieron que deuia de auer caydo, por la correspondencia de aquella gruta, que de tiempos inmemoriales estaua alli hecha; pero no podian pensar cómo auia dexado el gouierno, sin tener ellos auiso de su venida. Finalmente, como dizen740, lleuaron sogas y   -fol. 212r-   maromas, y a costa de mucha gente y de mucho trabajo sacaron al ruzio y a Sancho Pança de aquellas tinieblas a la luz del sol.

Viole vn estudiante, y dixo:

«Desta manera auian de salir de sus gouiernos todos los malos gouernadores, como sale este pecador del profundo del abismo: muerto de hambre, descolorido y sin blanca, a lo que yo creo.»

Oyolo Sancho, y dixo:

«Ocho dias o diez ha, hermano murmurador, que entré a gouernar la insula que me dieron, en los quales no me vi harto de pan siquiera vn hora; en ellos me han perseguido medicos y enemigos me han brumado los güesos, ni he tenido lugar de hazer cohechos ni de cobrar derechos, y, siendo esto assi, como lo es, no merecia yo, a mi parecer, salir de esta manera. Pero el hombre pone y Dios dispone, y Dios sabe lo mejor y lo que le está bien a cada vno, y qual el tiempo tal el tiento, y nadie diga   —207→   desta agua no beuere; que adonde se piensa que ay tozinos no ay estacas, y Dios me entiende y basta y no digo mas, aunque pudiera.»

«No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres; que sera nunca acabar. Ven tu con segura conciencia, y digan lo que dixeren, y es querer atar las lenguas de los maldizientes lo mesmo que querer poner puertas al campo. Si el gouernador sale rico de su gouierno dizen del que ha sido vn ladron, y si sale pobre, que ha sido vn para poco y vn mentecato.»

«A buen seguro», respondio Sancho, «que por esta vez antes me han de tener por tonto que por ladron.»

En estas platicas llegaron, rodeados de muchachos y de otra mucha gente, al castillo, adonde en vnos corredores estauan ya el duque y la duquessa, esperando a don Quixote y a Sancho, el qual no quiso subir a ver al duque sin que primero no huuiesse acomodado al ruzio en la caualleriza, porque dezia que auia passado muy mala noche en la posada, y luego subio a ver a sus señores, ante los quales puesto de rodillas,   -fol. 212v-   dixo:

«Yo, señores, porque lo quiso assi vuestra grandeza, sin ningun merecimiento mio, fuy a gouernar vuestra insula Barataria, en la qual entré desnudo, y desnudo me hallo, ni pierdo, ni gano; si he gouernado bien o mal, testigos he tenido delante, que diran lo que quisieren. He declarado dudas, sentenciado pleytos, y   —208→   siempre muerto de hambre, por auerlo querido assi el doctor Pedro Rezio, natural de Tirteafuera, medico insulano, y gouernadoresco. Acometieronnos enemigos de noche, y, auiendonos puesto en grande aprieto, dizen los de la insula que salieron libres y con victoria por el valor de mi braço; que tal salud les de Dios como ellos dizen verdad.

»En resolucion, en este tiempo yo he tanteado las cargas que trae consigo y las obligaciones el gouernar, y he hallado por mi cuenta que no las podran lleuar mis ombros, ni son peso de mis costillas, ni flechas de mi aljaua; y, assi, antes que diesse conmigo al traues el gouierno, he querido yo dar con el gouierno al traues, y ayer de mañana dexé la insula como la hallé, con las mismas calles, casas y texados que tenia quando entré en ella. No he pedido prestado a nadie ni metidome en grangerias, y aunque pensaua hazer algunas ordenanças prouechosas, no hize ninguna, temeroso que no se auian de guardar; que es lo mesmo hazerlas que no hazerlas. Sali, como digo, de la insula, sin otro acompañamiento que el de mi ruzio; cai en vna sima, vineme por ella adelante, hasta que esta mañana, con la luz del sol, vi la salida; pero no tan facil, que a no depararme el cielo a mi señor don Quixote, alli me quedara hasta la fin del mundo. Assi que, mis señores duque y duquessa, aqui está vuestro gouernador Sancho Pança, que ha grangeado en solos diez dias que ha tenido el gouierno a conocer741   —209→   que no se le ha de dar nada por ser gouernador, no que742 de vna insula, sino de todo el mundo. Y con este presupuesto, besando a vuessas mercedes los pies, imitando al juego de los muchachos que dizen:   -fol. 213r-   «salta tu, y damela tu»743, doy vn salto del gouierno y me passo al seruicio de mi señor don Quixote; que, en fin, en el, aunque como el pan con sobresalto, hartome, a lo menos, y para mi, como yo esté harto, esso me haze que sea de çanahorias que de perdizes.»

Con esto dio fin a su larga platica Sancho, temiendo siempre don Quixote que auia de dezir en ella millares de disparates, y quando le vio acabar con tan pocos, dio en su coraçon gracias al cielo, y el duque abraçó a Sancho y le dixo que le pesaua en el alma de que huuiesse dexado tan presto el gouierno; pero que el haria de suerte que se le diesse en su estado otro oficio de menos carga y de mas prouecho. Abraçole la duquessa assimismo, y mandó que le regalassen, porque daua señales de venir mal molido y peor parado.



  —210→  

ArribaAbajoCapitulo LVI

De la descomunal y nunca vista batalla que passó entre don Quixote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la dueña doña Rodriguez


No quedaron arrepentidos los duques de la burla hecha a Sancho Pança del gouierno que le dieron, y mas que aquel mismo dia vino su mayordomo y les conto punto por punto todas casi las palabras y acciones que Sancho auia dicho y hecho en aquellos dias, y, finalmente, les encarecio el assalto de la insula y el miedo de Sancho, y su salida, de que no pequeño gusto recibieron.

Despues desto, cuenta la historia que se llegó el dia de la batalla aplaçada, y, auiendo el duque vna y muy muchas vezes aduertido a su lacayo Tosilos cómo se auia de auenir con don Quixote para vencerle sin matarle ni herirle, ordenó que se quitassen los hierros a las lanças, diziendo a don Quixote que no permitia la christiandad de que el se   -fol. 213v-   preciaua que aquella batalla fuesse con tanto riesgo y peligro de las vidas, y que se contentasse con que le daua campo franco en su tierra, puesto que yua contra el decreto del santo Concilio744, que prohiue los tales desafios, y no quisiesse por todo rigor aquel trance tan fuerte.

Don Quixote dixo que su excelencia dispusiesse las cosas de aquel negocio como mas   —211→   fuesse seruido; que el le obedeceria en todo.

Llegado, pues, el temeroso dia, y, auiendo mandado el duque que delante de la plaça del castillo se hiziesse vn espacioso cadahalso, donde estuuiessen los juezes del campo, y las dueñas, madre y hija, demandantes, auia acudido de todos los lugares y aldeas circunuecinas infinita gente a ver la nouedad de aquella batalla; que nunca otra tal no auian visto ni oydo dezir en aquella tierra los que viuian, ni los que auian muerto.

El primero que entró en el campo y estacada fue el maestro de las ceremonias, que tanteó el campo, y le passeó todo, porque en el no huuiesse algun engaño ni cosa encubierta donde se tropeçasse y cayesse. Luego entraron las dueñas y se sentaron en sus assientos, cubiertas con los mantos hasta los ojos, y aun hasta los pechos, con muestras de no pequeño sentimiento. Presente don Quixote en la estacada, de alli a poco, acompañado de muchas trompetas, assomó por vna parte de la plaça, sobre vn poderoso cauallo, hundiendola toda, el grande lacayo Tosilos, calada la visera y todo encambronado con vnas fuertes y luzientes armas. El cauallo mostraua ser frison, ancho y de color tordillo; de cada mano y pie le pendia vna arroba de lana.

Venia el valeroso combatiente bien informado del duque su señor de cómo se auia de portar con el valeroso don Quixote de la Mancha, aduertido que en ninguna manera le matasse,   —212→   sino que procurasse huyr el primer encuentro, por escusar el peligro de su muerte,   -fol. 214r-   que estaua cierto si de lleno en lleno le encontrasse. Passeó la plaça, y, llegando donde las dueñas estauan, se puso algun tanto a mirar a la que por esposo le pedia; llamó el maesse de campo a don Quixote, que ya se auia presentado en la plaça, y junto con Tosilos habló a las dueñas, preguntandoles si consentian que boluiesse por su derecho don Quixote de la Mancha. Ellas dixeron que si, y que todo lo que en aquel caso hiziesse lo dauan por bien hecho, por firme y por valedero.

Ya en este tiempo estauan el duque y la duquessa puestos en vna galeria que caia sobre la estacada, toda la qual estaua coronada de infinita gente que esperaua ver el riguroso trance nunca visto. Fue condicion de los combatientes que si don Quixote vencia, su contrario se auia de casar con la hija de doña Rodriguez; y si el fuesse vencido, quedaua libre su contendor de la palabra que se le pedia, sin dar otra satisfacion alguna.

Partioles el maestro de las ceremonias el sol y puso a los dos cada vno en el puesto donde auian de estar. Sonaron los atambores, llenó el ayre el son de las trompetas, temblaua debaxo de los pies la tierra, estauan suspensos los coraçones de la mirante turba, temiendo vnos y esperando otros el bueno o el mal sucesso de aquel caso. Finalmente, don Quixote, encomendandose de todo su coraçon a Dios   —213→   nuestro Señor, y a la señora Dulcinea del Toboso, estaua aguardando que se le diesse señal precisa de la arremetida.

Empero nuestro lacayo tenia diferentes pensamientos; no pensaua el sino en lo que agora dire: Parece ser que quando estuuo mirando a su enemiga le parecio la mas hermosa muger que auia visto en toda su vida, y el niño ceg[u]eçuelo a quien suelen llamar de ordinario Amor por essas calles, no quiso   -fol. 214v-   perder la ocasion que se le ofrecio de triunfar de vna alma lacayuna y ponerla en la lista de sus trofeos, y, assi, llegandose a el bonitamente, sin que nadie le viesse, le embasó al pobre lacayo vna flecha de dos varas por el lado yzquierdo y le passó el coraçon de parte a parte, y pudolo hazer bien al seguro, porque el amor es inuissible y entra y sale por do quiere, sin que nadie le pida cuenta de sus hechos.

Digo, pues, que cuando dieron la señal de la arremetida, estaua nuestro lacayo transportado, pensando en la hermosura de la que ya auia hecho señora de su libertad, y, assi, no atendio al son de la trompeta, como hizo don Quixote, que apenas la huuo oydo, quando arremetio; y, a todo el correr que permitia Rocinante, partio contra su enemigo, y, viendole partir su buen escudero Sancho, dixo a grandes vozes:

«¡Dios te guie, nata y flor de los andantes caualleros; Dios te de la vitoria, pues lleuas la razon de tu parte!»

  —214→  

Y aunque Tosilos vio venir contra si a don Quixote, no se mouio vn paso de su puesto; antes, con grandes vozes, llamó al maesse de campo, el qual745, venido a ver lo que queria, le dixo:

«Señor, ¿esta batalla no se haze porque yo me case, o no me case, con aquella señora?»

«Assi es», le fue respondido.

«Pues yo», dixo el lacayo, «soy temeroso de mi conciencia y pondriala en gran cargo si passasse adelante en esta batalla, y assi digo que yo me doy por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora.»

Quedó admirado el maesse de campo de las razones de Tosilos, y como era vno de los sabidores de la maquina de aquel caso, no le supo responder palabra. Detuuose don Quixote en la mitad de su carr[e]ra, viendo que su enemigo no le acometia. El duque no sabia la ocasion porque no se passaua adelante en la batalla; pero el maesse de campo le fue a declarar lo que Tosilos dezia, de lo que quedó suspenso y colerico en estremo.

En tanto que esto passaua,   -fol. 215r-   Tosilos se llegó adonde doña Rodriguez estaua, y dixo a grandes vozes:

«Yo, señora, quiero casarme con vuestra hija, y no quiero alcançar por pleytos ni contiendas lo que puedo alcançar por paz, y sin peligro de la muerte.»

Oyo esto el valeroso don Quixote, y dixo:

«Pues esto assi es, yo quedo libre y suelto de   —215→   mi promessa; casense en hora buena, y pues Dios nuestro Señor se la dio, San Pedro se la bendiga.»

El duque auia baxado a la plaça del castillo, y llegandose a Tosilos, le dixo:

«¿Es verdad, cauallero, que os days por vencido, y que, instigado de vuestra temerosa conciencia, os quereys casar con esta donzella?»

«Si, señor», respondio Tosilos.

«El haze muy bien», dixo a esta sazon Sancho Pança; «porque lo que has de dar al mur746, dalo al gato, y sacarte ha de cuydado.»

Yuase Tosilos desenlaçando la celada, y rogaua que a priessa le ayudassen, porque le yuan faltando los espiritus del aliento, y no podia verse encerrado tanto tiempo en la estrecheza de aquel aposento. Quitaronsela a priessa, y quedó descubierto y patente su rostro de lacayo. Viendo lo qual doña Rodriguez y su hija, dando grandes vozes, dixeron:

«¡Este es engaño, engaño es este! ¡A Tosilos, el lacayo del duque mi señor, nos han puesto en lugar de mi verdadero esposo! ¡Iusticia de Dios y del rey, de tanta malicia, por no dezir bellaqueria!»

«No vos acuyteys, señoras», dixo don Quixote; «que ni esta es malicia, ni es bellaqueria, y si la es, y747 no ha sido la causa el duque, sino los malos encantadores que me persiguen, los quales inuidiosos de que yo alcançasse la gloria deste vencimiento, han conuertido el rostro   —216→   de vuestro esposo en el de este que dezis que es lacayo del duque. Tomad mi consejo, y, a pesar de la malicia de mis enemigos, casaos con el; que, sin duda, es el mismo que vos desseais alcançar por esposo.»

El duque, que esto oyó, estuuo por romper en risa toda su colera, y dixo:

«Son tan extraordinarias la cosas que suceden   -fol. 215v-   al señor don Quixote, que estoy por cre[e]r que este mi lacayo no lo es; pero vsemos deste ardid y maña; dilatemos el casamiento quinze dias, si quieren, y tengamos encerrado a este personage que nos tiene dudosos, en los quales podria ser que boluiesse a su pristina figura; que no ha de durar tanto el rancor que los encantadores tienen al señor, don Quixote, y mas, yendoles tan poco en vsar estos embelecos y transformaciones.»

«O, señor, dixo Sancho, «que ya tienen estos malandrines por vso y costumbre de mudar las cosas de vnas en otras, que tocan a mi amo. Vn cauallero que vencio los dias passados, llamado el de los Espejos, le boluieron en la figura del bachiller Sanson Carrasco, natural de nuestro pueblo y grande amigo nuestro, y a mi señora Dulcinea del Toboso la han buelto en vna rustica labradora, y, assi, imagino que este lacayo ha de morir y viuir lacayo todos los dias de su vida.»

A lo que dixo, la hija de Rodriguez:

«Sease quien fuere este que me pide por esposa -que yo se lo agradezco-; que mas   —217→   quiero ser muger legitima de un lacayo, que no amiga y burlada de vn cauallero, puesto que el que a mi me burló no lo es.»

En resolucion, todos748 estos quentos y sucessos pararon en que Tosilos se recogiesse hasta ver en que paraua su transformacion; aclamaron todos la vitoria por don Quixote, y los mas quedaron tristes y melancolicos de ver que no se auian hecho pedaços los tan esperados combatientes, bien assi como los mochachos quedan tristes, quando no sale el ahorcado que esperan, porque le ha perdonado, o la parte, o la justicia. Fuesse la gente, boluieronse el duque y don Quixote al castillo, encerraron a Tosilos, quedaron doña Rodriguez y su hija contentissimas de ver que por vna via o por otra aquel caso auia de parar en casamiento, y Tosilos no esperaua menos.



  —218→     -fol. 216r-  

ArribaAbajoCapitulo LVII

Que trata de cómo don Quixote se despidio del duque, y de lo que le sucedio con la discreta y desembuelta Altisidora, donzella de la duquessa


Ya le parecio a don Quixote que era bien salir de tanta ociosidad como la que en aquel castillo tenia; que se imaginaua ser grande la falta que su persona hazia en dexarse estar encerrado y pereçoso entre los infinitos regalos y deleytes que como a cauallero andante aquellos señores le hazian, y pareciale que auia de dar cuenta estrecha al cielo de aquella ociosidad y encerramiento; y, assi, pidio vn dia licencia a los duques para partirse. Dieronsela con muestras de que en gran manera les pesaua de que los dexasse. Dio la duquessa las cartas de su muger a Sancho Pança, el qual lloró con ellas, y dixo:

«¿Quién pensara que esperanças tan grandes como las que en el pecho de mi muger Teresa Pança engendraron las nueuas de mi gouierno auian de parar en boluerme yo agora a las arrastradas auenturas de mi amo don Quixote de la Mancha? Con todo esto, me contento de ver que mi Teresa correspondio a ser quien es, embiando las bellotas a la duquessa; que a no auerselas embiado, quedando yo pesaroso, se mostrara ella desagradecida. Lo que me consuela   —219→   es que esta dadiua no se le puede dar nombre de cohecho, porque ya tenia yo el gouierno quando ella las embió, y está puesto en razon que los que reciben algun beneficio, aunque sea con niñerias, se muestren agradecidos. En efecto, yo entré desnudo en el gouierno y salgo desnudo del; y, assi, podre dezir con segura conciencia, que no es poco: “desnudo naci, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano”.»

  -fol. 216v-  

Esto passaua entre si Sancho el dia de la partida; y saliendo don Quixote, auiendose despedido la noche antes de [los] duques, vna mañana se presentó armado en la plaça del castillo. Mirauanle de los corredores toda la gente del castillo, y assimismo los duques salieron a verle. Estaua Sancho sobre su ruzio, con sus alforjas, maleta y repuesto, contentissimo, porque el mayordomo del duque, el que fue749 la Trifaldi, le auia dado vn bolsico con docientos escudos de oro, para suplir los menesteres del camino, y esto aun no lo sabia don Quixote.

Estando como queda dicho, mirandole todos, a deshora entre las otras dueñas y donzellas de la duquesa, que le mirauan, alçó la voz la desembuelta y discreta Altisidora, y en son lastimero dixo:



   Escucha, mal cauallero,
deten vn poco las riendas;
no fatigues las hijadas
de tu mal regida bestia.
—220→
   Mira, falso, que no huyes750  5
de alguna serpiente fiera,
sino de vna corderilla
que está muy lexos de oueja.
   Tu has burlado, monstruo horrendo,
la mas hermosa donzella  10
que Diana vio en sus montes,
que Venus miró en sus seluas.
   Cruel Vireno, fugitiuo Eneas,
Barrabas te acompañe; alla te auengas.

   Tu lleuas ¡lleuar impio!  15
en las garras de tus cerras
las entrañas de vna humilde,
como enamorada, tierna.
-fol. 217r-
   Lleuaste751 tres tocadores,
y vnas ligas, de vnas piernas  20
que al marmol puro752 se igualan
en lisas, blancas y negras.
    Lleuaste dos mil suspiros,
que, a ser de fuego, pudieran
abrassar a dos mil Troyas,  25
si dos mil Troyas huuiera.
   Cruel Vireno, fugitiuo Eneas,
Barrabas te acompañe; alla te auengas.

    De esse Sancho tu escudero
las entrañas sean tan tercas  30
y tan duras, que no salga
de su encanto Dulcinea.
    De la culpa que tu tienes
lleue la triste la pena;
que justos por pecadores  35
tal vez pagan en mi tierra.
    Tus mas finas auenturas
en desuenturas se bueluan,
en sueños tus passatiempos,
en oluidos tus firmeças.  40
    Cruel Vireno, fugitiuo Eneas,
Barrabas te acompañe; alla te auengas.
—221→

   Seas tenido por falso
desde Sevilla a Marchena,
desde Granada hasta Loja,  45
de Londres a Ing[a]laterra.
   Si jugares al reynado,
los cientos, o la primera753,
los reyes huyan de ti;
ases, ni sietes no veas.  50
-fol. 217v-
    Si te cortares los callos,
sangre las heridas viertan;
y quedente los raygones
si te sacares las muelas.
    Cruel Vireno, fugitiuo Eneas,  55
Barrabas te acompañe; alla te auengas.

En tanto que de la suerte que se ha dicho se quexaua la lastimada Altisidora, la estuuo mirando don Quixote, y, sin responderla palabra, boluiendo el rostro a Sancho, le dixo:

«Por el siglo de tus passados, Sancho mio, te conjuro que me digas vna verdad; dime, ¿lleuas por ventura, los tres tocadores, y las ligas que esta enamorada donzella dize?»

A lo que Sancho respondio:

«Los tres tocadores si lleuo; pero las ligas, como por los cerros de Vueda.»

Quedó la duquessa admirada de la dessemboltura de754 Altisidora, que aunque la tenia por atreuida, graciosa y dessembuelta, no en grado que se atreuiera a semejantes dessembolturas; y como no estaua aduertida desta burla, crecio mas su admiracion. El duque quiso reforçar el donayre, y dixo:

«No me parece bien, señor cauallero, que   —222→   auiendo recebido en este mi castillo el buen acogimiento que en el se os ha hecho, os ayais atreuido a lleuaros tres tocadores, por lo menos, si por lo mas las ligas de mi donzella; indicios son de mal pecho y muestras que no corresponden a vuestra fama. Boluedle las ligas; si no, yo os dessafio a mortal batalla, sin tener temor que malandrines encantadores me bueluan ni muden el rostro, como han hecho en el de Tosilos mi lacayo, el que entró con vos en batalla.»

«No quiera Dios», respondio don Quixote, «que yo dessembayne mi espada contra vuestra ilustrissima persona, de quien tantas mercedes he recebido. Los tocadores boluere, porque dize   -fol. 218r-   Sancho que los tiene; las ligas es impossible, porque ni yo las he recebido ni el tampoco, y si esta vuestra donzella quisiere mirar sus escondrijos, a buen seguro que las halle. Yo, señor duque, jamas he sido ladron, ni lo pienso ser en toda mi vida, como Dios no me dexe de su mano. Esta donzella habla, como ella dize, como enamorada, de lo que yo no le tengo culpa, y, assi, no tengo de qué pedirle perdon, ni a ella, ni a vuestra excelencia, a quien suplico me tenga en mejor opinion, y me de de nueuo licencia para seguir mi camino.»

«Deosle Dios tan bueno», dixo la duquessa, «señor don Quixote, que siempre oygamos buenas nueuas de vuestras fechurias; y andad con Dios, que mientras mas os deteneis, mas aumentais el fuego en los pechos de las donzellas   —223→   que os miran. Y a la mia yo la castigaré de modo, que de aqui adelante no se desmande con la vista ni con las palabras.»

«Vna no mas quiero que rae escuches, ¡o valeroso don Quixote!», dixo entonces Altissidora, «y es que te pido perdon del latrocinio de las ligas, porque en Dios y en mi anima, que las tengo puestas, y he caydo en el descuido del que yendo sobre el asno, le buscaua.»

«¿No lo dixe yo?», dixo Sancho. «¡Bonico soy yo para encubrir hurtos! Pues a quererlos hazer, de paleta me auia venido la ocasion en mi gouierno.»

Abaxó la cabeça don Quixote y hizo reuerencia a los duques y a todos los circunstantes, y, boluiendo las riendas a Rocinante, siguiendole Sancho sobre el ruzio, se salio del castillo, endereçando su camino a Zaragoça.