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ArribaAbajoCapitulo LXIX

Del mas raro, y mas nueuo sucesso que en todo el discurso desta grande historia auino a don Quixote


Apearonse los de a cauallo, y junto con los de a pie, tomando en peso y arrebatadamente a Sancho y a don Quixote, los entraron en el patio, alrededor del qual ardian casi cien hachas, puestas en sus blandones, y por los corredores del patio mas de quinientas luminarias, de modo, que a pesar de la noche, que se mostraua algo escura, no se echaua de ver la falta del dia. En medio del patio se leuantaua vn tumulo como dos varas del suelo, cubierto todo con vn grandissimo dosel de terciopelo negro, alrededor del qual, por sus gradas, ardian velas de cera blanca sobre mas de cien candeleros de plata; encima del qual tumulo se mostraua vn cuerpo muerto de vna tan hermosa donzella, que hazia parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte. Tenia la cabeça sobre vna almohada de brocado, coronada con vna guirnalda de diuersas y odoriferas flores texida, las manos cruzadas sobre el pecho, y entre ellas vn ramo de amarilla y vencedora palma.

A vn lado del patio estaua puesto vn teatro y dos892 sillas, sentados dos personages, que, por tener coronas en la cabeça y ceptros en las manos dauan señales de ser algunos reyes, ya verdaderos o ya fingidos; al lado deste teatro,   —353→   adonde se subia por algunas gradas, estauan otras dos sillas, sobre las quales los que truxeron los presos sentaron a don Quixote y a Sancho, todo esto callando, y dandoles a entender con señales a los dos que assimismo callassen. Pero sin que se lo señalaran, callaron893 ellos, porque la admiracion de lo que estauan mirando les tenia atadas las lenguas.

Subieron, en esto, al teatro con mucho acompañamiento dos principales personages, que luego fueron conocidos   -fol. 262v-   de don Quixote ser el duque y la duquessa, sus huespedes; los quales se sentaron en dos riquissimas sillas junto a los dos que parecian reyes. ¿Quién no se auia de admirar con esto, añadiendose a ello auer conocido don Quixote que el cuerpo muerto que estaua sobre el tumulo era el de la hermosa Altisidora?

Al subir el duque y la duquessa en el teatro, se leuantaron don Quixote y Sancho, y les hizieron vna profunda humillacion, y los duques hizieron lo mesmo, inclinando algun tanto las cabeças. Salio, en esto, de traues vn ministro, y, llegandose a Sancho, le echó vna ropa de bocaci negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y, quitandole la caperuça, le puso en la cabeça vna coroça, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio, y dixole al oydo que no descosiesse los labios, porque le echarian vna mordaça o le quitarian la vida. Mirauase Sancho de arriba abaxo, veiase ardiendo en llamas, pero como no le quemauan,   —354→   no las estimaua en dos ardites. Quitose la coraça, viola pintada de diablos, boluiosela [a] poner, diziendo entre si:

«Aun bien que ni ellas me abrasan ni ellos me lleuan.»

Mirauale tambien don Quixote, y aunque el temor le tenia suspensos los sentidos, no dexó de reirse de ver la figura de Sancho. Començo894, en esto, a salir, al parecer, debaxo del tumulo vn son sumiso y agradable de flautas, que por no ser impedido de alguna humana voz, porque en aquel sitio el mesmo silencio guardaua silencio a si mismo, se mostraua blando y amoroso. Luego hizo de si improuisa muestra, junto a la almohada del al parecer cadauer, vn hermoso mancebo vestido a lo romano, que al son de vna arpa, que el mismo tocaua, cantó con suauissima y clara voz estas dos estancias:


    En tanto que en si buelue Altisidora,
muerta por la crueldad de don Quixote,
y en tanto que en la corte encantadora
-fol. 263r-
se vistieren las damas de picote,
y en tanto que a sus dueñas mi señora
vistiere de vayeta y de anascote,
cantaré su belleza y su desgracia,
con mejor plectro que el cantor de Tracia.
   Y aun no se me figura que me toca
aqueste oficio solamente en vida;
mas con la lengua muerta y fria en la boca
pienso mouer la voz a ti deuida.
Libre mi alma de su estrecha roca,
por el estigio lago conduzida,
celebrandote yra, y aquel sonido
hara parar las aguas del oluido895.

  —355→  

«No mas», dixo a esta sazon vno de los dos que parecian reyes; «no mas, cantor diuino; que seria proceder en infinito representarnos aora la muerte y las gracias de la sin par Altisidora, no muerta como el mundo ignorante piensa, sino viua, en las lenguas de la fama, y en la pena que para boluerla a la perdida luz ha de passar Sancho Pança, que está presente. Y, assi, o tu, Radamanto, que conmigo juzgas en las cabernas lobregas de Lite896, pues sabes todo aquello que en los inescrutables hados está determinado acerca de boluer en si esta donzella, dilo y declaralo luego, por que no se nos dilate el bien que con su nueua buelta esperamos.»

Apenas huuo dicho esto Minos, juez, y compañero de Radamanto, quando, leuantandose en pie Radamanto, dixo:

«Ea, ministros desta casa, altos y baxos, grandes y chicos, acudid vnos tras otros y sellad el rostro de Sancho con veynte y quatro mamonas y doze pellizcos y seys alfilerazos [en] braços y lomos; que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora.»

Oyendo lo qual Sancho Pança, rompio el silencio, y dixo:

«¡Voto a tal, assi me dexe yo sellar el rostro ni manosearme la cara como boluerme moro! ¡Cuerpo de mi! ¿Qué tiene   -fol. 263v-   que ver manosearme el rostro con la resurrecion desta donzella? Regostose la vieja a los bledos...897; encantan a Dulcinea, y açotanme para que se desencante.   —356→   Muerese Altisidora de males que Dios quiso darle, y hanla de resucitar [a] hazerme898 a mi veynte y quatro mamonas, y a cribarme el cuerpo a alfileraços, y a acardenalarme los braços a pellizcos. Essas burlas a vn cuñado; que yo soy perro viejo, y no ay conmigo tus, tus.»

«¡Moriras!», dixo en alta voz Radamanto. «¡Ablandate, tigre; humillate, Nembrot soberuio, y sufre y calla, pues no te piden impossibles! Y no te metas en aueriguar las dificultades deste negocio: mamonado has de ser, acrebillado te has de ver, pellizcado has de gemir. Ea, digo, ministros, cumplid mi mandamiento; si no, por la fe de hombre de bien que aueis de ver para lo que nacistes.»

Parecieron, en esto, que por el patio venian hasta seys dueñas en procession, vna tras otra, las quatro con antojos, y todas leuantadas las manos derechas en alto, con quatro dedos de muñecas de fuera, para hazer las manos mas largas, como aora se vsa.

No las huuo visto Sancho, quando, bramando como vn toro, dixo:

«Bien podre yo dexarme manosear de todo el mundo; pero consentir que me toquen dueñas, ¡esso no! Gateenme el rostro, como hizieron a mi amo en este mesmo castillo; traspassenme el cuerpo con puntas de dagas buydas; atenazenme los braços con tenaças de fuego, que yo lo lleuaré en paciencia, o seruire a estos señores; pero que me toquen dueñas no lo consentire, si me lleuasse el diablo.»

  —357→  

Rompio tambien el silencio don Quixote, diziendo a Sancho:

«Ten paciencia, hijo, y da gusto a estos señores, y muchas gracias al cielo por auer puesto tal virtud en tu persona, que con el martirio della desencantes los encantados, y resucites los muertos.»

Ya estauan las dueñas cerca de Sancho, quando el, mas blando y mas persuadido, poniendose bien en la silla, dio rostro y barba a la primera, la qual la899 hizo vna mamona muy bien sellada y luego   -fol. 264r-   vna gran reuerencia.

«Menos cortesia, menos mudas, señora dueña», dixo Sancho; «que por Dios que traeis las manos oliendo a vinagrillo»

Finalmente, todas las dueñas le sellaron, y otra mucha gente de casa le pellizcaron; pero lo que el no pudo sufrir fue el punçamiento de los alfileres. Y, assi, se leuantó de la silla, al parecer, mohino, y, assiendo de vna hacha encendida que junto a el estaua, dio tras las dueñas, y tras todos sus verdugos, diziendo:

«¡Afuera, ministros infernales; que no soy yo de bronze para no sentir tan, extraordinarios martirios!»

En esto, Altisidora, que deuia de estar cansada por auer estado tanto tiempo supina, se boluio de vn lado. Visto lo qual por los circunstantes, casi todos a vna voz dixeron:

«¡Viua es Altisidora! ¡Altisidora viue!»

Mandó Radamanto a Sancho que depusiesse   —358→   la ira, pues ya se auia alcançado el intento que se procuraua.

Assi como don Quixote vio rebullir a Altisidora, se fue a poner de rodillas delante de Sancho, diziendole:

«Agora es tiempo, hijo de mis entrañas, no que900 escudero mio, que te des algunos de los açotes que estás obligado a dar por el desencanto de Dulcinea. Aora, digo, que es el tiempo donde tienes sazonada la virtud, y con eficacia de obrar el bien que de ti se espera.»

A lo que respondio Sancho:

«Esto me parece argado sobre argado, y no miel sobre hojuelas. ¡Bueno seria que tras pellizcos, mamonas y alfilerazos viniessen aora los açotes! No tienen mas que hazer sino tomar vna gran piedra y atarmela al cuello, y dar conmigo en vn poço, de lo que a mi no pesaria mucho, si es que para curar los males agenos tengo yo de ser la baca de la boda901. Dexenme; si no, por Dios que lo arroje y lo eche todo a treze, aunque no se venda902

Ya, en esto, se auia sentado en el tumulo Altisidora, y al mismo instante sonaron las chirim[i]as, a quien acompañaron las flautas, y las vozes de todos que aclamauan:

«¡Viua Altisidora, Altisidora viua!»

Leuantaronse   -fol. 264v-   los duques y los reyes Minos y Radamanto, y todos juntos con don Quixote y Sancho fueron a recebir a Altisidora, y a baxarla del tumulo; la qual, haziendo de la desmayada, se inclinó a los duques y a los   —359→   reyes, y, mirando de traues a don Quixote, le dixo:

«Dios te lo perdone, desamorado cauallero, pues por tu crueldad he estado en el otro mundo, a mi parecer, mas de mil años; y a ti, ¡o el mas compassiuo escudero que contiene el orbe!, te agradezco la vida que posseo. Dispon desde oy mas, amigo Sancho, de seys camisas mias que te mando, para que hagas otras seys para ti, y si no son todas sanas, a lo menos, son todas limpias.»

Besole por ello las manos Sancho, con la coroça en la mano y las rodillas en el suelo. Mandó el Duque que se la quitassen, y le boluiessen su caperuça y le pusiessen el sayo y le quitassen la ropa de las llamas. Suplicó Sancho al duque que le dexassen la ropa y mitra, que las queria lleuar a su tierra por señal y memoria de aquel nunca visto sucesso. La duquessa respondio que si dexarian: que ya sabia el quan grande amiga suya era. Mandó el duque despejar el patio, y que todos se recogiessen a sus estancias, y que a don Quixote y a Sancho los lleuassen a las que ellos ya se sabian.



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ArribaAbajoCapitulo LXX

Que sigue al903 sesenta y nueue, y trata de cosas no escusadas para la claridad desta historia


Dvrmio Sancho aquella noche en vna carriola, en el mesmo aposento de don Quixote, cosa que el quisiera escusarla si pudiera, porque bien sabia que su amo no le auia de dexar dormir a preguntas y a respuestas, y no se hallaua en disposicion de hablar mucho, porque los dolores de los martirios passados los tenia presentes, y no le dexauan libre la lengua, y vinierale mas a cuento   -fol. 265r-   dormir en vna choça, solo, que no en aquella rica estancia acompañado. Saliole su temor tan verdadero y su sospecha tan cierta, que apenas huuo entrado su señor en el lecho, quando dixo:

«¿Qué te parece, Sancho, del sucesso desta noche? Grande y poderosa es la fuerça del desdén dessamorado, como por tus mismos ojos has visto muerta a Altissidora, no con otras saetas, ni con otra espada, ni con otro instrumento belico, ni con venenos mortiferos, sino con la consideracion del rigor y el desdén con que yo siempre la he tratado.»

«Murierase ella en hora buena quando904 quisiera y como quisiera», respondio Sancho, «y dexarame a mi, en mi casa, pues ni yo la enamoré, ni la desdeñé en mi vida. Yo no sé ni puedo pensar cómo sea que la salud de Altisidora,   —361→   donzella mas antojadiça que discreta, tenga que ver, como otra vez he dicho, con los martirios de Sancho Pança. Agora si que vengo a conocer clara y distintamente que ay encantadores y encantos en el mundo, de quien Dios me libre, pues yo no me se librar. Con todo esto, suplico a vuessa merced me dexe dormir y no me pregunte mas si no quiere que me arroje por una ventana abaxo.»

«Duerme, Sancho amigo», respondio don Quixote, «si es que te dan lugar los alfileraços y pellizcos recebidos, y las mamonas hechas.»

«Ningun dolor», replicó Sancho, «llegó a la afrenta de las mamonas, no por otra cosa que por auermelas hecho dueña905, que confundidas sean. Y torno a suplicar a vuessa merced me dexe dormir; porque el sueño es aliuio de las miserias de los que las tienen despiertos906

«Sea assi», dixo don Quixote, «y Dios te acompañe.»

Durmieronse los dos, y en este tiempo quiso escriuir y dar cuenta Cide Hamete, autor desta grande historia, qué les mouio a los duques a leuantar el edificio de la maquina referida; y dize que no auiendosele oluidado al bachiller Sanson Carrasco quando el Cauallero de los Espejos fue vencido y derribado por don Quixote, cuyo vencimiento y cayda borró y deshizo   -fol. 265v-   todos sus designios, quiso boluer a prouar la mano, esperando mejor sucesso que el passado. Y, assi, informandose del page que lleuó la carta y presente a Teresa Pança, muger de   —362→   Sancho, adónde don Quixote quedaua, buscó nueuas armas y cauallo, y puso en el escudo la blanca luna, lleuandolo todo sobre vn macho a quien guiaua un labrador, y no Tomé Cecial, su antiguo escudero, porque no fuesse conocido de Sancho ni de don Quixote, Llegó, pues, al castillo del duque, que le informó el camino y derrota que don Quixote lleuaua, con intento de hallarse en las justas de Zaragoça. Dixole assimismo las burlas que le auia hecho con la traça del dessencanto de Dulcinea, que auia de ser a costa de las possaderas de Sancho. En fin, dio cuenta de la burla que Sancho auia hecho a su amo, dandole a entender que Dulcinea estaua encantada y transformada en labradora, y como la duquessa su muger auia dado a entender a Sancho que el era el que se engañaua; porque verdaderamente estaua encantada Dulcinea; de que no poco se rio y admiró el bachiller, considerando la agudeza y simplicidad de Sancho, como del estremo de la locura de don Quixote.

Pidiole el duque que si le hallasse, y le venciesse, o no, se boluiesse por alli a darle cuenta del sucesso. Hizolo assi el bachiller; partiose en su busca, no le halló en Zaragoça, passó adelante, y sucediole lo que queda referido. Boluiose por el castillo del duque, y contoselo todo, con las condiciones de la batalla, y que ya don Quixote boluia a cumplir, como buen cauallero andante, la palabra de retirarse vn año en su aldea, en el qual tiempo podia ser   —363→   -dixo el bachiller-, que sanasse de su locura; que esta era la intencion que le auia mouido a hacer aquellas transformaciones, por ser cosa de lastima que vn hidalgo tan bien entendido como don Quixote fuesse loco. Con esto se despidio del duque, y se boluio a su lugar, esperando en el a don Quixote, que tras el venia.

De aqui tomó ocasion el duque de hazerle   -fol. 266r-   aquella burla, tanto era lo que gustaua de las cosas de Sancho y de don Quixote, y907, haziendo tomar los caminos cerca y lexos del castillo, por todas las partes que imaginó que podría boluer don Quixote, con muchos criados suyos de a pie y de a cauallo, para que por fuerça o de grado le truxessen al castillo, si le hallassen.

Hallaronle, dieron auiso al duque, el qual ya preuenido de todo lo que auia de hazer, assi como tuuo noticia de su llegada, mandó encender las hachas y las luminarias del patio, y poner a Altisidora sobre el tumulo, con todos los aparatos que se han contado, tan al viuo y tan bien hechos, que de la verdad a ellos auia bien poca diferencia. Y dize mas Cide Hamete, que tiene para si ser tan locos los burladores como los burlados, y que no estauan los duques dos dedos de parecer tontos; pues tanto ahinco ponian en burlarse de dos tontos; los quales, el vno durmiendo a sueño suelto, y el otro velando a pensamientos dessatados, les tomó el dia y la gana de leuantarse; que las ociosas   —364→   plumas, ni vencido ni vencedor, jamas dieron gusto a don Quixote.

Altisidora, en la opinion de don Quixote, buelta de muerte a vida, siguiendo el humor de sus señores, coronada con la misma guirnalda que en el tumulo tenia, y vestida vna tunicela de tafetan blanco, sembrada de flores de oro, y sueltos los cabellos por las espaldas, arrimada a vn baculo de negro y finissimo euano, entró en el aposento de don Quixote, con cuya presencia turbado y confuso, se encogio y cubrio casi todo con las sabanas y colchas de la cama, muda la lengua, sin que acertasse a hazerle cortesia ninguna. Sentose Altisidora en vna silla, junto a su cabecera, y despues de auer dado vn gran suspiro, con voz tierna y debilitada, le dixo:

«Quando las mugeres principales y las recatadas donzellas atropellan por la honra, y dan licencia a la lengua que rompa por todo inconueniente, dando noticia en publico de los secretos que su coraçon encierra, en estrecho termino   -fol. 266v-   se hallan. Yo, señor don Quixote de la Mancha, soy vna destas, apretada, vencida y enamorada; pero, con todo esto, sufrida y honesta, tanto, que por serlo tanto, rebento mi alma por mi silencio, y perdi la vida. Dos dias ha que [con] la consideracion908 del rigor con que me has tratado,


¡O mas duro que marmol a mis quexas909,



empedernido cauallero!, he estado muerta, o, a   —365→   lo menos, juzgada por tal de los que me han visto. Y si no fuera porque el amor, condoliendose de mi, depositó mi remedio en los martirios deste buen escudero, alla me quedara en el otro mundo.»

«Bien pudiera el amor», dixo Sancho, «depositarlos910 en los de mi asno, que yo se lo agradeciera. Pero digame, señora, assi el cielo la acomode con otro mas blando amante que mi amo, ¿qué es lo que vio en el otro mundo? ¿Qué ay en el infierno? ¿Por qué quien muere dessesperado, por fuerza ha de tener aquel paradero?»

«La verdad que os diga», respondio Altisidora, «yo no deui de morir del todo, pues no entré en el infierno; que si alla entrara, vna por vna no pudiera salir del, aunque quisiera. La verdad es que llegué a la puerta, adonde estauan jugando hasta vna dozena de diablos a la pelota, todos en calças y en jubon, con balonas guarnecidas con puntas de randas flamencas, y con vnas bueltas de lo mismo que les seruian de puños, con quatro dedos de braço de fuera, porque pareciessen las manos mas largas911, en las quales tenian vnas palas de fuego; y lo que mas me admiró fue que les seruian, en lugar de pelotas, libros, al parecer, llenos de viento y de borra, cosa marauillosa y nueua. Pero esto no me admiró tanto como el ver que, siendo natural de los jugadores el alegrarse los gananciosos y entristecerse los que pierden, alli en aquel juego todos gruñian, todos regañauan y todos se maldezian.»

  —366→  

«Esso no es marauilla», respondio Sancho; «porque los diablos, jueguen o no jueguen, nunca pueden estar contentos, ganen o no ganen.»

«Assi deue de ser»,   -fol. 267r-   respondio Altissidora. «Mas ay otra cosa que tambien me admira, quiero dezir me admiró entonces, y fue que al primer boleo no quedaua pelota en pie, ni de prouecho para seruir otra vez, y assi, menudeauan libros nueuos y viejos, que era vna marauilla. A vno dellos, nueuo, flamante y bien enquadernado, le dieron vn papirotaço, que le sacaron las tripas y le esparcieron las hojas. Dixo vn diablo a otro: “Mirad qué libro es esse”. Y el diablo le respondió: “Esta es la Segunda parte de la historia de don Quixote de la Mancha, no compuesta por Cide Hamete, su primer autor, sino por vn aragones, que el dize ser natural de Tordesillas.” “Quitadmele de ay”, respondio el otro diablo, “y metedle en los abismos del infierno, no le vean mas mis ojos.” “¿Tan malo es?”, respondio otro. “Tan malo”, replicó el primero, “que si de proposito yo mismo me pusiera a hazerle peor, no acertara.” Prosiguieron su juego, peloteando otros libros, y yo por auer oydo nombrar a don Quixote a quien tanto adamo912 y quiero, procuré que se me quedasse en la memoria esta vision.»

«Vision deuio de ser, sin duda», dixo don Quixote; «porque no hay otro yo en el mundo, y ya essa historia anda por aca de mano en   —367→   mano, pero no para en ninguna, porque todos la dan del pie. Yo no me he alterado en oyr que ando como cuerpo fantastico por las tinieblas del abismo, ni por la claridad de la tierra, porque no soy aquel de quien essa historia trata. Si ella fuere buena, fiel y verdadera, tendra siglos de vida, pero si fuere mala, de su parto a la sepultura no sera muy largo el camino.»

Yua Altissidora a proseguir en quexarse de don Quixote, quando le dixo don Quixote:

«Muchas vezes os he dicho, señora, que a mi me pesa de que ayais colocado en mi vuestros pensamientos, pues de los mios antes pueden ser agradecidos que remediados: yo naci para ser de Dulcinea del Toboso, y los hados, si los huuiera, me dedicaron para ella; y pensar que otra alguna hermosura ha de   -fol. 267v-   ocupar el lugar que en mi alma tiene, es pensar lo impossible. Suficiente dessengaño es este para que os retireis en los limites de vuestra honestidad, pues nadie se, puede obligar a lo impossible.»

Oyendo lo qual Altissidora, mostrando enojarse y alterarse, le dixo:

«¡Viue el Señor, don vacallao, alma de almirez, cuesco de datil, mas terco y duro que villano rogado cuando tiene la suya sobre el hito, que si arremeto a vos, que os tengo de sacar los ojos! ¿Pensais, por ventura, don vencido y don molido a palos, que yo me he muerto por vos? Todo lo que aueis visto esta   —368→   noche ha sido fingido; que no soy yo muger que por semejantes camellos auia de dexar que me doliesse vn negro de la vña, quanto mas morirme.»

«Esso creo yo muy bien», dixo Sancho; «que esto del morirse los enamorados es cosa de risa; bien lo pueden ellos dezir, pero hazer, crealo Iudas913

Estando en estas platicas, entró el musico, cantor y poeta, que auia cantado las dos ya referidas estancias, el qual, haziendo una gran reuerencia a don Quixote, dixo:

«Vuessa merced, señor cauallero, me cuente y tenga en el numero de sus mayores seruidores, porque ha muchos dias que le soy muy aficionado, assi por su fama como por sus hazañas.»

Don Quixote le respondio:

«Vuessa merced me diga quien es, porque mi cortesia responda a sus merecimientos.»

El moço respondio que era el musico y panegirico de la noche antes.

«Por cierto», replicó don Quixote, «que vuessa merced tiene estremada voz; pero lo que cantó no me parece que fue muy a proposito; porque ¿qué tienen que ver las estancias de Garcilasso con la muerte desta señora?»

«No se marauille vuessa merced desso», respondio el musico; «que ya entre los intonsos poetas de nuestra edad se vsa que cada vno escriua como quisiere, y hurte de quien quisiere, venga o no venga a pelo de su intento, y ya   —369→   no hay necedad que canten o escriuan que no se atribuya a licencia poetica.»

Responder quisiera don Quixote, pero estoruaronlo el duque y la duquessa, que entraron a verle, entre los quales passaron una larga y dulce   -fol. 268r-   platica, en la qual dixo Sancho tantos donaires y tantas malicias, que dexaron de nueuo admirados a los duques, assi con su simplicidad, como con su agudeza. Don Quixote les suplicó le diessen licencia para partirse aquel mismo dia, pues a los vencidos caualleros, como el, mas le conuenia abitar vna çaurda que no reales palacios. Dieronsela de muy buena gana, y la duquessa le preguntó si quedaua en su gracia Altissidora. El le respondio:

«Señora mia, sepa vuestra señoria que todo el mal desta donzella nace de ociosidad, cuyo remedio es la ocupacion honesta y continua. Ella me ha dicho aqui que se vsan randas en el infierno, y pues ella las deue de saber hazer, no las dexe de la mano; que ocupada en menear los palillos, no se menearán en su imaginacion la imagen o imagines de lo que bien quiere; y esta es la verdad, este mi parecer y este es mi consejo.»

«Y el mio», añadio Sancho, «pues no he visto en toda mi vida randera que por amor se aya muerto; que las donzellas ocupadas mas ponen sus pensamientos en acabar sus tareas que en pensar en sus amores. Por mi lo digo, pues mientras estoy cauando, no me acuerdo de mi   —370→   oyslo, digo, de mi Teressa Pança, a quien quiero mas que a las pestañas de mis ojos.»

«Vos dezis muy bien, Sancho», dixo la duquessa, «y yo hare que mi Altissidora se ocupe de aqui adelante en hazer alguna labor blanca, que la sabe hazer por estremo.»

«No ay para qué, señora», respondio Altissidora, «vsar desse remedio, pues la consideracion de las crueldades que conmigo ha vsado este malandrin mostrenco, me le borrarán de la memoria sin otro artificio alguno. Y, con licencia de vuestra grandeza, me quiero quitar de aqui, por no ver delante de mis ojos ya no su triste figura, sino su fea y abominable catadura.»

«Esso me parece», dixo el duque, «a lo que suele dezirse:


   Porque aquel que dize injurias,
cerca está de perdonar914



Hizo Altissidora muestra de limpiarse las lagrimas con vn pañuelo, y, haziendo reuerencia a sus señores, se salio del aposento.

«Mandote yo», dixo Sancho,   -fol. 268v-   «pobre donzella, mandote, digo, mala ventura, pues las has auido con vna alma de esparto y con vn coraçon de encina. A fee que si las huuieras conmigo, que otro gallo te cantara.»

Acabose la platica, vistiose don Quixote, comio con los duques y partiose aquella tarde.



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ArribaAbajoCapitulo LXXI

De lo que a don Quixote le sucedio con su escudero Sancho yendo a su aldea


Iva el vencido y assendereado don Quixote pensati[uo] a demas por vna parte y muy alegre por otra. Causaua su tristeza el vencimiento, y la alegria el considerar en la virtud de Sancho, como lo auia mostrado en la resurecion de Altissidora, aunque con algun escrupulo se persuadia a que la enamorada donzella lo fuesse muerta de veras.

No yua nada Sancho alegre, porque le entristecia ver que Altissidora no le auia cumplido la palabra de darle las camisas, y, yendo y viniendo en esto, dixo a su amo:

«En verdad, señor, que soy el mas desgraciado medico que se deue de hallar en el mundo, en el qual ay fisicos, que, con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su trabajo, que no es otro sino firmar vna cedulilla de algunas medicinas, que no las haze el sino el boticario, y catalo cantusado915; y a mi, que la salud agena me cuesta gotas de sangre, mamonas, pellizcos, alfileraços y açotes916, no me dan vn ardite. Pues yo les voto a tal que si me traen a las manos otro algun enfermo, que antes que le cure me han de vntar las mias; que el abad de donde canta yanta, y no   —372→   quiero creer que me aya dado el cielo la virtud que tengo para que yo la comunique con otros de bobilis, bobilis.»

«Tu tienes razon, Sancho amigo», respondio don Quixote, «y halo hecho muy mal Altissidora en no auerte dado las prometidas camisas, y puesto que tu virtud es gratis data, que   -fol. 269r-   no te ha costado estudio alguno, mas que estudio es recebir martirios en tu persona. De mi te se dezir que si quisieras paga por los açotes del dessencanto de Dulcinea, ya te la huuiera dado tal como buena; pero no se si vendra bien con la cura la paga, y no querria que impidiesse el premio a la medicina. Con todo esso, me parece que no se perdera nada en prouarlo: mira, Sancho, el que quieres, y açotate luego, y pagate de contado y de tu propia mano, pues tienes dineros mios.»

A cuyos ofrecimientos abrio Sancho los ojos y las orejas de vn palmo, y dio consentimiento en su coraçon a açotarse de buena gana, y dixo a su amo:

«Agora bien, señor, yo quiero disponerme a dar gusto a vuessa merced en lo que dessea, con prouecho mio; que el amor de mis hijos y de mi muger me haze que me muestre interessado. Digame vuessa merced quánto me dara por cada açote que me diere.»

«Si yo te huuiera de pagar, Sancho», respondio don Quixote, «conforme lo que merece la grandeza y calidad deste remedio, el tesoro de Venecia, las minas del Potosi fueran poco para   —373→   pagarte; toma tu el tiento a lo que lleuas mio, y pon el precio a cada açote.»

«Ellos», respondio Sancho, «son tres mil y trecientos y tantos; de ellos me he dado hasta cinco: quedan los demas; entren entre los tantos estos cinco, y vengamos a los tres mil y trecientos, que a quartillo cada vno -que no lleuaré menos si todo el mundo me lo mandasse-, montan tres mil y trecientos quartillos, que son los tres mil, mil y quinientos medios reales, que hazen setecientos y cincuenta reales; y los trecientos hazen ciento y cinquenta medios reales, que vienen a hazer setenta y cinco reales, que, juntandose a los setecientos y cinquenta, son por todos ochocientos y veynte y cinco reales917. Estos desfalcaré yo de los que tengo de vuessa merced y entraré en mi casa, rico y contento, aunque bien açotado; porque no se toman truchas...918 y no digo mas.»

«¡O Sancho bendito! ¡O Sancho amable», respondio don Quixote, «y quán obligados   -fol. 269v-   hemos de quedar Dulcinea y yo a seruirte todos los dias que el cielo nos diere de vida! Si ella buelue al ser perdido -que no es possible sino que buelua-, su desdicha aura sido dicha, y mi vencimiento, felicissimo triunfo. Y mira, Sancho, quándo quieres començar la diciplina; que porque la abreuies te añado cien reales.»

«¿Quándo?», replicó Sancho: «esta noche sin falta. Procure vuessa merced que la tengamos en el campo al cielo abierto; que yo me abrire mis carnes.»

  —374→  

Llegó la noche esperada de don Quixote con la mayor ansia del mundo, pareciendole que las ruedas del carro de Apolo se auian quebrado, y que el dia se alargaua mas de lo acostumbrado, bien assi como acontece a los enamorados, que jamas ajustan la cuenta de sus desseos. Finalmente, se entraron entre vnos amenos arboles que poco desuia[d]os del camino estauan, donde, dexando vazias la silla y albarda de Rozinante y el ruz[i]o, se tendieron sobre la verde yerua, y cenaron del repuesto de Sancho; el qual, haziendo del cabestro y de la xaquima del ruzio vn poderoso y flexible açote, se retiró hasta veinte pasos de su amo, entre vnas ayas. Don Quixote, que le vio yr con denuedo y con brio, le dixo:

«Mira, amigo, que no te hagas pedaços; da lugar que vnos açotes aguarden a otros; no quieras apresurarte tanto en la carrera, que en la mitad della te falte el aliento; quiero dezir que no te des tan rezio que te falte la vida antes de llegar al numero desseado; y, porque no pierdas por carta de mas ni de menos, yo estare desde a parte contando por este mi rossario los açotes que te dieres; fauorezcate el cielo conforme tu buena intencion merece.»

«Al buen pagador no le duelen prendas», respondio Sancho: «yo pienso darme de manera, que sin matarme, me duela; que en esto deue de consistir la sustancia deste milagro.»

Desnudose luego de medio cuerpo arriba, y, arrebatando919 el cordel, començo a   —375→   darse, y començo   -fol. 270r-   don Quixote a contar los açotes.

Hasta seis o ocho se auria dado Sancho, quando le parecio ser pesada la burla, y muy varato el precio della, y, deteniendose vn poco, dixo a su amo que se llamaua a engaño, porque merecia cada açote de aquellos ser pagado a medio real, no que920 a quartillo.

«Prosigue, Sancho amigo, y no desmayes», le dixo don Quixote; «que yo doblo la parada del precio».

«Desse modo», dixo Sancho, «¡a la mano de Dios, y llueuan açotes!»

Pero el socarron dexó de darselos en las espaldas, y daua en los arboles, con vnos suspiros de quando en quando, que parecia que con cada vno dellos se le arrancaua el alma. Tierna la de don Quixote, temeroso de que no se le acabasse la vida y no consiguiesse su desseo por la imprudencia de Sancho, le dixo:

«Por tu vida, amigo, que se quede en este punto este negocio; que me parece muy aspera esta medicina, y sera bien dar tiempo al tiempo; que no se ganó Zamora en vn hora. Mas de mil açotes, si yo no he contado mal, te has dado; bastan por agora: que el asno -hablando a lo grossero- sufre la carga, mas no la sobrecarga.»

«No, no, señor», respondio Sancho; «no se ha de dezir por mi: “a dineros pagados, braços quebrados”921. Apartese vuessa merced otro poco y dexeme dar otros mil açotes siquiera;   —376→   que a dos leuadas destas auremos cumplido con esta partida, y aun nos sobrará ropa.»

«Pues tu te hallas con tan buena disposicion», dixo don Quixote, «el cielo te ayude, y pegate; que yo me aparto.»

Boluio Sancho a su tarea con tanto922 denuedo, y ya auia quitado las corteças a muchos arboles: tal era la riguridad con que se açotaua. Y, alçando vn[a] vez la voz, y, dando vn dessaforado açote en vna aya, dixo:

«Aqui moriras923, Sanson, y quantos con el son.»

Acudio don Quixote luego al son de la lastimada voz y del golpe del riguroso açote, y, assiendo del torzido cabestro que le seruia de corbacho a Sancho, le dixo:

«No permita la suerte, Sancho amigo, que por el gusto mio pierdas tu la vida, que   -fol. 270v-   ha de seruir para sustentar a tu muger, y a tus hijos: espere Dulcinea mejor conyuntura; que yo me contendre en los limites de la esperança propinqua, y esperaré que cobres fuerças nueuas, para que se concluya este negocio a gusto de todos.»

«Pues vuessa merced, señor mio, lo quiere assi», respondio Sancho, «sea en buena hora, y echeme su ferreruelo sobre estas espaldas; que estoy sudando y no querria resfriarme: que los nueuos diciplinantes corren este peligro.»

Hizolo assi don Quixote, y, quedandose en pelota924 abrigó a Sancho, el qual se durmio hasta que le desperto el sol. Y luego boluieron   —377→   a prosseguir su camino, a quien dieron fin, por entonces, en vn lugar que tres leguas de alli estaua. Apearonse en vn meson, que por tal le reconocio don Quixote, y no por castillo de caua honda, torres, rastrillos y puente leuadiça; que despues que le vencieron, con mas juyzio en todas las cosas discurria, como agora se dira. Alojaronle en vna sala baxa, a quien seruian de guadameciles vnas sargas viejas pintadas, como se vsan en las aldeas. En vna dellas estaua pintada de malissima mano el robo de Elena, quando el atreuido huesped se la lleuó a Menalao, y en otra estaua la historia de Dido y de Eneas, ella sobre vna alta torre, como que hazia de señas con vna media sabana al fugitiuo huesped, que por el mar, sobre vna fragata o vergantin, se yua huyendo.

Notó en las dos historias que Elena no yua de muy mala gana, porque se reya a socapa, y a lo socarron; pero la hermosa Dido mostraua verter lagrimas del tamaño de nueces por los ojos. Viendo lo qual don Quixote, dixo:

«Estas dos señoras fueron desdichadissimas por no auer nacido en esta edad, y yo sobre todos desdichado, en no auer nacido en la suya: encontrara a aquestos señores, ni925 fuera abrassada Troya, ni Cartago destruyda, pues con solo que yo matara a Paris, se escusaran tantas desgracias.»

«Yo apostaré», dixo Sancho, «que antes de mucho tiempo no ha de auer bodegon,   -fol. 271r-   venta   —378→   ni meson, o tienda de barbero, donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas; pero querria yo que la pintassen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado a estas.»

«Tienes razon, Sancho», dixo don Quixote, porque este pintor es como Orbaneja926 vn pintor que estaua en Vueda, que927 quando le preguntauan qué pintaua, respondia: “Lo que saliere”; y si por ventura pintaua vn gallo, escriuia debaxo: “Este es gallo”, porque no pensassen que era zorra. Desta manera me parece a mi, Sancho, que deue de ser el pintor o escritor, que todo es vno, que sacó a luz la historia deste nueuo don Quixote que ha salido; que pintó o escriuio lo que saliere; o aura sido como vn poeta. que andaua los años passados en la corte, llamado Mauleon, el qual respondia de repente a quanto le preguntauan, y preguntandole vno que qué queria dezir Deum de Deo, respondio. “De donde diere”928. Pero dexando esto aparte, dime si piensas, Sancho, darte otra tanda esta noche, y si quieres que sea debaxo de techado, o al cielo abierto.»

«Par diez, señor», respondio Sancho, «que para lo que yo pienso darme, esso se me da en casa que en el campo; pero con todo esso querria que fuesse entre arboles, que parece que me acompañan y me ayudan a lleuar mi trabajo marauillosamente.»

«Pues no ha de ser assi, Sancho amigo», respondio don Quixote, «sino que, para que tomes fuerças, lo hemos de guardar para nuestra aldea,   —379→   que, a lo mas tarde, llegaremos alla despues de mañana.»

Sancho respondio que hiziesse su gusto; pero que el quisiera concluyr con breuedad aquel negocio a sangre caliente y quando estaua picado el molino, porque en la tardança suele estar muchas vezes el peligro; y a Dios rogando, y con el maço dando, y que mas valia vn toma que dos te dare, y el paxaro en la mano que el buitre bolando.

«No mas refranes, Sancho, por vn solo Dios», dixo don Quixote; «que parece que te buelues al sicut erat; habla a lo llano, a lo lisso, a lo no intricado, como muchas vezes te he dicho,   -fol. 271v-   y veras como te vale vn pan por ciento.»

«No se que mala ventura es esta mia», respondio Sancho, «que no se dezir razon sin refran, ni refran que no me parezca razon; pero yo me emendaré, si pudiere.»

Y con esto cessó por entonces su platica.



  —380→  

ArribaAbajoCapitulo LXXII

De cómo don Quixote y Sancho llegaron a su aldea


Todo aquel dia esperando la noche estuuieron en aquel lugar y meson don Quixote y Sancho, el vno para acabar en la campaña rasa la tanda de su diciplina, y el otro para ver el fin della, en el qual consistia el de su desseo. Llegó, en esto, al meson vn caminante a cauallo, con tres o quatro criados, vno de los cuales dixo al que el señor dellos parecia:

«Aqui puede vuessa merced, señor don Aluaro Tarfe, passar oy la fiesta: la posada parece limpia y fresca.»

Oyendo esto don Quixote, le dixo929 a Sancho:

«Mira, Sancho, quando yo hojeé aquel libro de la930 segunda parte de mi historia, me parece que de passada topé alli este nombre de don Aluaro Tarfe.»

«Bien podra ser», respondio Sancho; «dexemosle apear; que despues se lo preguntaremos.»

El cauallero se apeó, y frontero del aposento de don Quixote la huespeda le dio vna sala baxa, enjaeçada con otras pintadas sargas, como las que tenia la estancia de don Quixote. Pusose el recien931 venido cauallero a lo de verano, y, saliendose al portal del meson, que   —381→   era espacioso y fresco, por el qual se passeaua don Quixote, le pregunto:

«¿Adónde bueno camina vuessa merced, señor gentil hombre?»

Y don Quixote le respondio:

«A vna aldea que está aqui cerca, de donde soy natural; y vuessa merced, ¿dónde camina?»

«Yo, señor», respondio el cauallero, «voy a Granada, que es mi patria.»

«Y buena patria», replicó don Quixote; «pero digame vuessa merced, por cortesia, su nombre; porque me parece que me ha de importar saberlo mas de lo que buenamente podre dezir.»

«Mi nombre es don Aluaro Tarfe», respondio el huesped.

A lo que replicó don Quixote:

«Sin duda alguna pienso que vuessa merced deue de ser aquel don Aluaro Tarfe que anda impresso en   -fol. 272r-   la Segunda parte de la Historia de don Quixote de la Mancha, recien impressa, y dada a la luz del mundo por vn autor moderno.»

«El mismo soy», respondio el cauallero, «y el tal don Quixote, sugeto principal de la tal historia, fue grandissimo amigo mio, y yo fui el que le sacó de su tierra, o, a lo menos, le moui a que viniesse a vnas justas que se hazian en Zaragoça, adonde yo yua, y en verdad en verdad que le hize muchas amistades, y que le quité de que no le palmeasse las espaldas el verdugo, por ser demasiadamente atreuido.»

  —382→  

«Y digame vuessa merced, señor don Aluaro; ¿parezco yo en algo a esse tal don Quixote, que vuessa merced dize?»

«No, por cierto», respondio el huesped, «en ninguna manera.»

«Y esse don Quixote», dixo el nuestro, «¿traía consigo a vn escudero llamado Sancho Pança?»

«Si traia», respondio don Aluaro, «y aunque tenia fama de muy gracioso, nunca le oi dezir gracia que la tuuiesse.»

«Esso creo yo muy bien», dixo a esta sazon Sancho, «porque el dezir gracias no es para todos, y esse Sancho que vuessa merced dize, señor gentilhombre, deue de ser algun grandissimo bellaco, frion932 y ladron juntamente; que el verdadero Sancho Pança soy yo, que tengo mas gracias que llouidas, y si no, haga vuessa merced la experiencia, y andese tras de mi, por lo933 menos, vn año, y vera que se me caen a cada paso, y tales y tantas, que sin saber yo las mas vezes lo que me digo, hago reyr a quantos me escuchan; y el verdadero don Quixote de la Mancha, el famoso, el valiente y el discreto, el enamorado, el desfazedor de agrauios, el tutor de pupilos y huerfanos, el amparo de las viudas, el matador de las donzellas, el que tiene por vnica señora a la sin par Dulcinea del Toboso, es este señor que está presente, que es mi amo. Todo qualquier otro don Quixote y qualquier otro Sancho Pança es burleria y cosa de sueño.»

  —383→  

«Por Dios que lo creo», respondio don Aluaro; «porque mas gracias aueis dicho vos, amigo, en quatro razones que aueis hablado, que el otro Sancho Pança en quantas yo le ohi hablar, que fueron muchas. Mas tenia de comilon que de bien   -fol. 272v-   hablado, y mas de tonto que de gracioso; y tengo por sin duda que los encantadores que persiguen a don Quixote el bueno, han querido perseguirme a mi con don Quixote el malo. Pero no se qué me diga; que ossaré yo jurar que le dexo metido en la casa del Nuncio en Toledo934 para que le curen, y agora remanece aqui otro don Quixote, aunque bien diferente del mio.»

«Yo», dixo don Quixote, «no se si soy bueno, pero se dezir que no soy el malo, para prueua de lo qual quiero que sepa vuessa merced, mi señor don Aluaro Tarfe, que en todos los dias de mi vida no he estado en Zaragoça; antes por auerme dicho que esse don Quixote fantastico se auia hallado en las justas dessa ciudad, no quise yo entrar en ella, por sacar a las barbas del mundo su mentira, y, assi, me passé de claro a Barcelona, archiuo de la cortesia, albergue de los estrangeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, vengança de los ofendidos, y correspondencia grata de firmes amistades, y, en sitio y en belleza, vnica. Y aunque los sucessos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pessadumbre, los lleuo sin ella, solo por auerla visto. Finalmente, señor don Aluaro Tarfe, yo   —384→   soy don Quixote de la Mancha, el mismo que dize la fama, y no esse desuenturado que ha querido vsurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos. A vuessa merced suplico por lo que deue a ser cauallero, sea seruido de hazer vna declaracion ante el alcalde deste lugar, de que vuessa merced no me ha visto en todos los dias de su vida hasta agora, y de que yo no soy el don Quixote impresso en la segunda parte, ni este Sancho Pança mi escudero es aquel que vuessa merced conocio.»

«Esso hare yo de muy buena gana», respondio don Aluaro, «puesto, que cause admiracion ver dos don Quixotes y dos Sanchos a vn mismo tiempo, tan conformes en los nombres como diferentes en las acciones, y bueluo a dezir y me afirmo que no he visto lo que he visto, ni a passado por mi lo que a passado.»

«Sin duda», dixo Sancho,   -fol. 273r-   «que vuessa merced deue de estar encantado, como mi señora Dulcinea del Toboso; y pluguiera al cielo que estuuiera su desencanto de vuessa merced en darme otros tres mil y tantos açotes como me doy por ella; que yo me los diera sin interes alguno.»

«No entiendo esso de açotes», dixo don Aluaro.

Y Sancho le respondio que era largo de contar; pero que el se lo contaria si acaso yuan vn mesmo camino.

Llegose, en esto, la hora de comer; comieron juntos don Quixote y don Aluaro, entró acaso   —385→   el alcalde del pueblo en el meson, con vn escriuano, ante el qual alcalde pidió don Quixote, por vna peticion, de que a su derecho conuenia de que don Aluaro Tarfe, aquel cauallero que alli estaua presente, declarasse ante su merced como no conocia a don Quixote de la Mancha, que assimismo estaua alli presente, y que no era aquel que andaua impresso en vna historia intitulada Segunda parte de don Quixote de la Mancha, compuesta por vn tal de Abellaneda, natural de Tordesillas. Finalmente, el alcalde proueyo juridicamente; la declaracion se hizo con todas las fuerças que en tales casos deuian935 hazerse, con lo que quedaron don Quixote y Sancho muy alegres, como si les importara mucho semejante declaracion, y no mostrara claro la diferencia de los dos don Quixotes y la de los dos Sanchos sus obras y sus palabras. Muchas de cortesias y ofrecimientos passaron entre don Aluaro y don Quixote, en las quales mostro el gran manchego su discrecion, de modo, que desengañó a don Aluaro Tarfe del error en que estaua; el qual se dio a entender que deuia de estar encantado, pues tocaua con la mano dos tan contrarios don Quixotes.

Llegó la tarde, partieronse de aquel lugar, y a obra de media legua se apartauan dos caminos diferentes, el vno que guiaua a la aldea de don Quixote, y el otro, el que auia de lleuar a don Aluaro. En este poco espacio le conto don Quixote la desgracia de su vencimiento, y el   —386→   encanto y el remedio de Dulcinea,   -fol. 273v-   que todo puso en nueua admiracion a don Aluaro, el qual, abraçando a don Quixote y a Sancho, siguio su camino, y don Quixote el suyo, que aquella noche la passó entre otros arboles, por dar lugar a Sancho de cumplir su penitencia, que la cumplio del mismo modo que la passada noche, a costa de las cortezas de las hayas, harto mas que de sus espaldas; que las guardó tanto, que no pudieran quitar los açotes vna mosca, aunque la tuuiera encima.

No perdio el engañado don Quixote vn solo golpe de la cuenta, y halló que con los de la noche passada eran tres mil y veynte y nueue. Parece que auia madrugado el sol a ver el sacrificio, con cuya luz boluieron a proseguir su camino, tratando entre los dos del engaño de don Aluaro, y de quán bien acordado auia sido tomar su declaracion ante la justicia, y tan autenticamente.

Aquel dia y aquella noche caminaron sin sucederles cosa digna de contarse, si no fue que en ella acabó Sancho su tarea, de que quedó don Quixote contento sobremodo, y esperaua el dia, por ver si en el camino topaua ya desencantada a Dulcinea su señora; y, siguiendo su camino, no topaua muger ninguna que no yua a reconocer si era Dulcinea del Toboso, teniendo por infalible no poder mentir las promessas de Merlin.

Con estos pensamientos y desseos, subieron vna cuesta arriba, desde la qual descubrieron   —387→   su aldea, la qual vista de Sancho, se hincó de rodillas, y dixo:

«Abre los ojos, desseada patria, y mira que buelue a ti Sancho Pança tu hijo, si no muy rico, muy bien açotado; abre los braços, y recibe tambien tu hijo don Quixote, que si viene vencido de los braços agenos, viene vencedor de si mismo; que, segun el me ha dicho, es el mayor vencimiento que dessearse puede. Dineros lleuo, porque si buenos açotes me dauan, bien cauallero me yua936

«Dexate dessas sandezes», dixo don Quixote, «y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado   -fol. 274r-   a nuestras imaginaciones, y la traça que en la pastoral vida pensamos exercitar.»

Con esto, baxaron de la cuesta y se fueron a su pueblo.



  —388→  

ArribaAbajoCapitulo LXXIII

De los agueros que tuuo don Quixote al entrar de su aldea, con otros sucessos que adornan y acreditan esta grande historia


A la entrada del qual, segun dize Cide Hamete, vio don Quixote que en las heras del lugar estauan riñendo dos mochachos, y el vno dixo al otro:

«No te canses, Periquillo; que no la has de ver en todos los dias de tu vida.»

Oyolo don Quixote, y dixo a Sancho:

«¿No aduiertes, amigo, lo que aquel mochacho ha dicho: “no la has de ver en todos los dias de tu vida”?»

«Pues bien; ¿qué importa», respondio Sancho, «que haya dicho esso el mochacho?»

«¿Qué?», replicó don Quixote. «¿No vees tu que aplicando aquella palabra a mi intención, quiere significar que no tengo de ver mas a Dulcinea?»

Queriale responder Sancho, quando se lo estoruó ver que por aquella campaña venia huyendo vna liebre seguida de muchos galgos y caçadores, la qual, temerosa, se vino a recoger y a agaçapar debaxo de los pies del ruzio. Cogiola Sancho a mano salua, y presentosela a don Quixote, el qual estaua diziendo:

«Malum signum, malum signum: liebre huye, galgos la siguen, Dulcinea no parece.»

«Estraño es vuessa merced», dixo Sancho;   —389→   «presupongamos que esta liebre es Dulcinea del Toboso y estos galgos que la persiguen son los malandrines encantadores que la transformaron en labradora; ella huye, yo la cojo y la pongo en poder de vuessa merced, que la tiene en sus braços y la regala; ¿qué mala señal es esta ni qué mal aguero se puede tomar de aqui?»

  -fol. 274v-  

Los dos mochachos937 de la pendencia se llegaron a ver la liebre, y al vno dellos preguntó Sancho que por qué reñian. Y fuele respondido por el que auia dicho “no la veras mas en toda tu vida” que el auia tomado al otro mochacho vna jaula de grillos, la qual no pensaua boluersela en toda su vida. Sacó Sancho quatro quartos de la faltriquera, y dioselos al mochacho por la jaula, y pusosela en las manos a don Quixote, diziendo:

«E aqui, señor, rompidos y desbaratados estos agueros, que no tienen que ver mas con nuestros sucessos, segun que yo imagino, aunque tonto, que con las nubes de antaño. Y si no me acuerdo mal, he oydo dezir al cura de nuestro pueblo que no es de personas christianas ni discretas mirar en estas niñerias, y aun vuessa merced mismo me lo dixo los dias passados, dandome a entender que eran tontos todos aquellos christianos que mirauan en agueros; y no es menester hazer hincapie en esto, sino passemos adelante, y entremos en nuestra aldea.»

Llegaron los caçadores, pidieron su liebre y   —390→   diosela don Quixote; passaron adelante, y a la entrada del pueblo toparon en vn pradecillo rezando al cura y al bachiller Carrasco. Y es de saber que Sancho Pança auia echado sobre el ruzio y sobre el lio de las armas, para que siruiesse de repostero, la tunica de bocazi pintada de llamas de fuego, que le vistieron en el castillo del duque la noche que boluio en si Altisidora. Acomodole tambien la coroça en la cabeça, que fue la mas nueua transformacion y adorno con que se vio jamas jumento en el mundo.

Fueron luego conocidos los dos del cura y del bachiller, que se vinieron a ellos con los braços abiertos. Apeose don Quixote y abraçolos estrechamente, y los mochachos, que son linzes no escusados, diuisaron la coroça del jumento, y acudieron a verle, y dezian vnos a otros:

«Venid, mochachos, y vereis el asno de Sancho Pança   -fol. 275r-   mas galan que Mingo, y la bestia de don Quixote mas flaca oy que el primer dia.»

Finalmente, rodeados de mochachos, y acompañados del cura y del bachiller, entraron en el pueblo, y se fueron a casa de don Quixote, y hallaron a la puerta della al ama y a su sobrina, a quien ya auian llegado las nueuas de su venida. Ni mas ni menos se las auian dado a Teresa Pança, muger de Sancho, la qual, desgreñada y medio desnuda, trayendo de la mano a Sanchica su hija, acudio a ver a su marido; y viendole no tan bien adeliñado   —391→   como ella se pensaba que auia de estar vn gouernador, le dixo:

«¿Cómo venis assi, marido mio, que me parece que venis a pie y despeado, y mas traeis semejança de desgouernado que de gouernador?»

«Calla, Teresa», respondio Sancho; «que muchas vezes donde ay estacas no ay tozinos, y vamonos a nuestra casa; que alla oyras marauillas. Dineros traygo, que es lo que importa, ganados por mi industria y sin daño de nadie.»

«Traed vos dinero, mi buen marido», dixo Teresa, «y sean ganados por aqui o por alli, que como quiera que los ayais ganado, no aureis hecho vsança nueua en el mundo.»

Abraçó Sanchica a su padre, y preguntole si traia algo; que le estaua esperando como el agua de mayo, y, assiendole de vn lado del cinto, y su muger de la mano, tirando su hija al ruzio, se fueron a su casa, dexando a don Quixote en la suya, en poder de su sobrina y de su ama, y en compañia del cura y del bachiller.

Don Quixote, sin guardar terminos ni horas, en aquel mismo punto se apartó a solas con el bachiller y el cura, y en breues razones les conto su vencimiento y la obligacion en que auia quedado de no salir de su aldea en vn año, la qual pensaua guardar al pie de la letra, sin traspassarla en vn atomo, bien assi como cauallero andante obligado por la punt[u]alidad   —392→   y orden de la andante caualleria, y que tenia pensado de hazerse aquel año pastor y entretenerse en la soledad de los campos, donde a rrienda suelta podia dar vado a sus amorosos   -fol. 275v-   pensamientos, exercitandose en el pastoral y virtuoso exercicio, y que les suplicaua, si no tenian mucho que hazer y no estauan impedidos en negocios mas importantes, quisiessen ser sus compañeros; que el compraria ouejas y ganado suficiente que les diesse nombre de pastores, y que les hazia saber que lo mas principal de aquel negocio estaua hecho, porque les tenia puestos los nombres que les vendrian como de molde. Dixole el cura que los dixesse. Respondio don Quixote que el se auia de llamar el pastor Quixotiz, y el bachiller, el pastor Carrascon; y el cura, el pastor Curambro938, y Sancho Pança, el pastor Pancino.

Pasmaronse todos de ver la nueua locura de don Quixote; pero porque no se les fuesse otra vez del pueblo a sus cauallerias, esperando que en aquel año podria ser curado, concedieron con su nueua intencion, y aprouaron por discreta su locura, ofreciendosele por compañeros en su exercicio.

«Y, mas», dixo Sanson Car[r]asco, «que, como ya todo el mundo sabe, yo soy celeberrimo poeta, y a cada paso compondre versos pastoriles, o cortesanos, o como mas me viniere a cuento, para que nos entretengamos por essos andurriales donde auemos de andar; y lo que mas es menester, señores mios, es que   —393→   cada vno escoja el nombre de la pastora que piensa celebrar en sus versos, y que no dexemos arbol, por duro que sea, donde no la retule y graue su nombre como es vso y costumbre de los enamorados pastores.»

«Esso está de molde», respondio don Quixote, «puesto que yo estoy libre de buscar nombre de pastora fingida, pues está ay la sin par Dulcinea del Toboso, gloria de estas riberas, adorno de estos prados, sustento de la hermosura, nata de los donayres, y, finalmente, sugeto sobre quien puede assentar bien toda alabança, por yperbole que sea.»

«Assi es verdad», dixo el cura; «pero nosotros buscaremos por ay pastoras mañeruelas939, que si no nos quadraren, nos esquinen.»

A lo que añadio   -fol. 276r-   Sanson Carrasco:

«Y quando faltare[n], daremosles los nombres de las estampadas e impressas, de quien está lleno el mundo: Filidas, Am[a]rilis, Dianas, Fleridas, Galateas y Belisardas; que pues las venden en las plaças, bien las podemos comprar nosotros, y tenerlas por nuestras; si mi dama, o por mejor dezir mi pastora, por ventura se llamare Ana, la celebraré debaxo del nombre de Anarda; y si Francisca, la llamaré yo Francenia; y si Lucia, Lucinda; que todo se sale alla. Y Sancho Pança, si es que ha de entrar en esta cofadria, podra celebrar a su muger Teresa Pança con nombre de Teresaina

Riose don Quixote de la aplicación del nombre, y el cura le alabó infinito su honesta y   —394→   honrada resolucion, y se ofrecio de nueuo a hazerle compañia todo el tiempo que le vacasse de atender a sus forçosas obligaciones. Con esto, se despidieron del, y le rogaron y aconsejaron tuuiesse cuenta con su salud, con regalarse lo que fuesse bueno.

Quiso la suerte que su sobrina y el ama oyeron la platica de los tres, y assi como se fueron, se entraron entrambas con don Quixote, y la sobrina le dixo:

«¿Qué es esto, señor tio? Aora que pensauamos nosotras que vuessa merced boluia a reduzirse en su casa, y passar en ella vna vida quieta y honrada, ¿se quiere meter en nueuos laberintos, haziendose


   Pastorcillo, tu que vienes,
pastorcico, tu que vas940?



Pues en verdad que está ya duro el alcacel para çampoñas941

A la que añadio el ama:

«Y ¿podra vuessa merced passar en el campo las siestas del verano, los serenos del inuierno, el aullido de los lobos? No por cierto; que este es exercicio y oficio de hombres robustos, curtidos, y criados para tal ministerio casi desde las fajas y mantillas. Aun mal por mal, mejor es ser cauallero andante que pastor. Mire, señor, tome mi consejo, que no se le doy sobre estar harta de pan y vino, sino en ayunas, y sobre cincuenta años que tengo de edad: estese   —395→   en su casa, atienda a su hazienda, confiesse a menudo, fauorezca a los pobres, y sobre   -fol. 276v-   mi anima si mal le fuere.»

«Callad, hijas», les respondio don Quixote; «que yo se bien lo que me cumple. Lleuadme al lecho; que me parece que no estoy muy bueno, y tened por cierto que, aora sea cauallero andante, o pastor por andar, no dexaré siempre de acudir a lo que huuieredes menester, como lo vereis por la obra.»

Y las buenas hijas, que lo eran sin duda ama y sobrina, le lleuaron a la cama, donde le dieron de comer y le regalaron lo possible.



  —396→  

ArribaAbajoCapitulo LXXIV

De como don Quixote cayo malo, y del testamento que hizo, y su muerte


Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinacion de sus principios hasta llegar a su vltimo fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quixote no tuuiesse priuilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento quando el menos lo pensaua; porque, o ya fuesse de la melancolia que le causaua el verse vencido, o ya por la disposicion del cielo, que assi lo ordenaua, se le arraigó vna calentura, que le tuuo seys dias en la cama, en los quales fue visitado muchas vezes del cura, del bachiller, y del barbero, sus amigos, sin quitarsele de la cabecera Sancho Pança, su buen escudero.

Estos, creyendo que la pesadumbre de verse vencido y de no ver cumplido su desseo en la libertad y desencanto de Dulcinea le tenia de aquella suerte, por todas las vias possibles procurauan alegrarle, diziendole el bachiller que se animasse y leuantasse para començar su pastoral exercicio, para el qual tenia ya compuesta vna egloga, que mal año para quantas Sanazaro942 auia compuesto, y que ya tenia comprados de su propio dinero dos famosos perros, para guardar el ganado, el vno llamado Barcino943 y el otro Butron, que se   —397→   los auia vendido vn ganadero   -fol. 277r-   del Quintanar. Pero no por esto dexaua don Quixote sus tristezas. Llamaron sus amigos al medico, tomole el pulso y no le contentó mucho, y dixo que, por si o por no, atendiesse a la salud de su alma, porque la del cuerpo corria peligro.

Oyolo don Quixote con animo sossegado, pero no lo oyeron assi su ama, su sobrina y su escudero, los quales començaron a llorar tiernamente, como si ya le tuuieran muerto delante. Fue el parecer del medico que melancolias y desabrimientos le acabauan. Rogo don Quixote que le dexassen solo, porque queria dormir vn poco. Hizieronlo assi, y durmio de vn tiron, como dizen, mas de seys horas, tanto que pensaron el ama y la sobrina que se auia de quedar en el sueño. Desperto al cabo del tiempo dicho, y, dando vna gran voz, dixo:

«¡Bendito sea el poderoso Dios que tanto bien me ha hecho! En fin, sus misericordias no tienen limite, ni las abreuian ni impiden los pecados de los hombres.»

Estuuo atenta la sobrina a las razones del tio, y parecieronle mas concertadas que el solia dezirlas, a lo menos, en aquella enfermedad, y preguntole:

«¿Qué es lo que vuessa merced dize, señor? ¿Tenemos algo de nueuo? ¿Qué misericordias son estas, o qué pecados de los hombres?»

«Las misericordias», respondio don Quixote, «sobrina, son las que en este instante ha vsado Dios conmigo, a quien, como dixe, no las impiden   —398→   mis pecados. Yo tengo juyzio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre el me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las cauallerias. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me dexa tiempo para hazer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de muerte; querria hacerla de tal modo, que diesse a entender que no auia sido mi vida tan mala que dexasse renombre de loco; que puesto que lo he sido, no querria confirmar esta verdad en mi muerte. Llamame, amiga,   -fol. 277v-   a mis buenos amigos: al944 cura, al bachiller Sanson Carrasco y a maesse Nicolas el barbero; que quiero confessarme y hazer mi testamento.»

Pero de este trabajo se escusó la sobrina con la ent[r]ada de los tres. Apenas los vio don Quixote, quando dixo:

«Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quixote de la Mancha, sino Alonso Quixano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadis de Gaula y de toda la infinita caterua de su linage, ya me son odiosas todas las historias profanas del945 andante caualleria; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron auerlas leydo; ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeça propia, las abomino.»

  —399→  

Quando esto le oyeron dezir los tres, creyeron sin duda que alguna nueua locura le auia tomado. Y Sanson le dixo:

«¿Aora, señor don Quixote, que tenemos nueua, que está desencantada la señora Dulcinea, sale vuessa merced con esso? Y ¿agora que estamos tan a pique de ser pastores, para passar cantando la vida como unos principes, quiere vuessa merced hacerse ermitaño? Calle por su vida, buelua en si y dexese de cuentos.»

«Los de hasta aqui», replicó don Quixote, «que han sido verdaderos en mi daño, los ha de boluer mi muerte con ayuda del cielo en mi prouecho. Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda priessa; dexense burlas aparte, y trayganme vn confessor que me confiesse, y vn escriuano que haga mi testamento; que en tales trances como este no se ha de burlar el hombre con el alma. Y, assi, suplico, que en tanto que el señor cura me confiessa, vayan por el escriuano.»

Miraronse vnos a otros, admirados de las razones de don Quixote, y, aunque en duda, le quisieron creer, y vna de las señales por donde conjeturaron se moria fue el auer buelto con tanta facilidad de loco a cuerdo; porque a las ya dichas razones añadio otras muchas tan bien dichas, tan christianas y con tanto concierto,   -fol. 278r-   que del todo les vino a quitar la duda, y a946 creer que estaua cuerdo.

Hizo salir la gente el cura, y quedose solo con el, y confessole. El bachiller fue por el   —400→   escriuano, y de alli a poco boluio con el y con Sancho Pança; el qual Sancho, que ya sabia por nueuas del bachiller en qué estado estaua su señor, hallando a la ama y a la sobrina llorosas, començo a hazer pucheros y a derramar lagrimas. Acabose la confession, y salio el cura, diziendo:

«Verdaderamente se muere, y verdaderamente está cuerdo Alonso Quixano el Bueno; bien podemos entrar para que haga su testamento.»

Estas nueuas dieron vn terrible empujon a los ojos preñados de ama, sobrina, y de Sancho Pança su buen escudero, de tal manera, que los947 hizo rebentar las lagrimas de los ojos y mil profundos suspiros del pecho, porque verdaderamente, como alguna vez se ha dicho, en tanto que don Quixote fue Alonso Quixano el Bueno a secas, y en tanto que fue don Quixote de la Mancha, fue siempre de apazible condicion y de agradable trato, y por esto no solo era bien querido de los de su casa, sino de todos quantos le conocian.

Entró el escriuano con los demas, y despues de auer hecho la cabeça del testamento y ordenado su alma don Quixote, con todas aquellas circunstancias christianas que se requieren, llegando a las mandas, dixo:

«Iten, es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Pança, a quien en mi locura hize mi escudero, tiene, que porque ha auido entre el y mi ciertas cuentas y dares y tomares, quiero   —401→   que no se le haga cargo dellos ni se le pida cuenta alguna; sino que si sobrare alguno, despues de auerse pagado de lo que le deuo, el restante sea suyo, que sera bien poco, y buen prouecho le haga; y si como estando yo loco fuy parte para darle el gouierno de la insula, pudiera agora, estando cuerdo, darle el de vn reyno, se le diera, porque la senzillez   -fol. 278v-   de su condicion y fidelidad de su trato lo merece.»

Y, boluiendose a Sancho, le dixo:

«Perdoname amigo, de la ocasion que te he dado de parecer loco como yo, haziendote caer en el error en que yo he caydo, de que huuo y ay caualleros andantes en el mundo.»

«¡Hay!», respondio Sancho llorando; «no se muera vuessa merced, señor mio, sino tome mi consejo, y viua muchos años; porque la mayor locura que puede hazer vn hombre en esta vida es dexarse morir, sin mas ni mas, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolia. Mire no sea pereçoso, sino leuantese dessa cama, y vamonos al campo, vestidos de pastores, como tenemos concertado; quiça tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea dessencantada, que no aya mas que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, echeme a mi la culpa, diziendo que por auer yo cinchado mal a Rozinante le derribaron; quanto mas que vuessa merced aura visto en sus libros de cauallerias ser cosa ordinaria derribarse vnos caualleros a   —402→   otros, y el que es vencido oy, ser vencedor mañana.»

«Assi es», dixo Sanson, «y el buen Sancho Pança está muy en la verdad destos casos.»

«Señores», dixo don Quixote, «vamonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no ay paxaros ogaño. Yo fuy loco, y ya soy cuerdo; fuy don Quixote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quixano, el Bueno. Pueda con vuessas mercedes mi arrepentimiento y mi verdad boluerme a la estimacion que de mi se tenia, y prosiga adelante el señor escriuano.»

«Iten, mando toda mi hazienda a puerta cerrada a Antonia Quixana, mi sobrina, que está presente, auiendo sacado primero de lo mas bien parado della lo que fuere menester para cumplir las mandas que dexo hechas; y la primera satisfacion que se haga quiero que sea pagar el salario que deuo del tiempo que mi ama me ha seruido, y mas veynte ducados para vn vestido. Dexo por mis albaceas al señor cura y al señor bachiller Sanson Carrasco,   -fol. 279r-   que estan presentes. -Iten, es mi voluntad que si Antonia Quixana, mi sobrina, quisiere casarse, se case con hombre de quien primero se aya hecho informacion, que no sabe qué cosas sean libros de cauallerias, y en caso que se aueriguare que lo sabe, y, con todo esso, mi sobrina quisiere casarse con el, y se casare, pierda todo lo que le he mandado, lo qual puedan mis albaceas distribuir en obras   —403→   pias, a su voluntad. -Iten, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les truxere a conocer al autor que dizen que compuso vna historia que anda por ay con el titulo de Segunda parte de las hazañas de don Quixote de la Mancha, de mi parte le pidan, quan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasion que sin yo pensarlo le di de auer escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escriue; porque parto desta vida con escrupulo de auerle dado motiuo para escriuirlos.»

Cerro con esto el testamento, y, tomandole vn desmayo, se tendio de largo a largo en la cama. Alborotaronse todos, y acudieron a su remedio, y en tres dias que viuio despues deste donde hizo el testamento, se desmayaua muy a menudo. Andaua la casa alborotada, pero, con todo, comia la sobrina, brindaua el ama y se regozijaua Sancho Pança; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razon que dexe el muerto.

En fin, llegó el vltimo de don Quixote, despues de recebidos todos los sacramentos, y despues de auer abominado con muchas y eficaces razones de los libros de cauallerias; hallose el escriuano presente, y dixo que nunca auia leydo en ningun libro de cauallerias que algun cauallero andante huuiesse muerto en su lecho tan sossegadamente y tan christiano como don Quixote; el qual, entre compassiones   —404→   y lagrimas de los que alli se hallaron dio su espiritu, quiero dezir, que se murio.

Viendo lo qual el cura, pidio al escriuano le diesse por testimonio como Alonso Quixano el Bueno, llamado comunmente don Quixote   -fol. 279v-   de la Mancha, auia passado desta presente vida y muerto naturalmente. Y que el tal testimonio pedia para quitar la ocasion de [que] algun otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitasse falsamente, y hiziesse inacauables historias de sus hazañas.

Este fin tuuo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dexar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiessen entre si por ahijarsele y tenersele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero.

Dexanse de poner aqui los llantos de Sancho, sobrina y ama de don Quixote, los nueuos epitafios de su sepultura, aunque Sanson Carrasco le puso este:


   Yace aqui el Hidalgo fuerte
que a tanto estremo llegó
de valiente, que se aduierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.  5
   Tuuo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo, y viuir loco.  10

  —405→  

Y el prudentissimo Cide Hamete dixo a su pluma:

«Aqui quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni se si bien cortada o mal tajada peñola mia, adonde viuiras luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero antes que a ti lleguen, les puedes aduertir y dezirles en el mejor modo que pudieres:


»¡Tate, tate, follonzicos!
De ninguno sea tocada;
porque esta empressa948, buen rey,
para mi estaua guardada949.

»Para mi sola nacio don Quixote, y yo para el; el supo   -280r-   obrar, y yo escriuir; solos los dos somos para en vno a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atreuio, o se ha de atreuer, a escriuir con pluma de auestruz grossera y mal [a]deliñada las hazañas de mi valeroso cauallero, porque no es carga de sus ombros ni assunto de su resfriado ingenio, a quien aduertiras, si acaso llegas a conocerle, que dexe reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huessos de don Quixote, y no le quiera lleuar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haziendole salir de la fuessa, donde real y verdaderamente yaze, tendido de largo a largo, impossibilitado de hazer tercera jornada y salida nueua; que para hazer burla de tantas como hizieron tantos andantes caualleros, bastan   —406→   las dos que el hizo, tan a gusto y beneplacito de las gentes a cuya noticia llegaron, assi en estos como en los estraños reynos.» Y con esto cumpliras con tu christiana profession, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y vfano de auer sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como desseaua, pues no ha sido otro mi desseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de cauallerias, que por las de mi verdadero don Quixote van ya tropeçando, y han de caer del todo, sin duda alguna.» -Vale.

  —407-410→   950   —411-458→   951


 
 
FIN
 
 


  —459→     -280v-     -[fol. Ir]-     -[fol. Iv]-     -[fol. IIr]-     -[fol. IIv]-     -[fol. IIIr]-     -[fol. IIIv]-     -[fol. IVr]-     -[fol. IVv]-  

ArribaAbajoApéndice

Don Quijote, III, página 458, nota 17-17: Por casualidad he encontrado en el desván de la Biblioteca Municipal de San Francisco de California, entre varios libros antiguos todavía sin catalogar, la obra de «Bosio». Se titula: De Signis Ecclesiae Dei Libri XXIIII, auctore, Thoma Bozio, Eugubino congregationis Oratorii Presbytero; in tres tomos divisi, Lugduni, 1594; Sumptibus Petri Landry. En la Bibl. Nat. de París se conserva un ejemp. de la edic. de 1592, Coloniae Agrip.




ArribaEnmiendas

Novelas, II, pág. 84-19: niguna, léase ninguna.

Novelas, II, pág. 160-10: barrrio, léase barrio.

Novelas, II, pág. 200-6: fuerte, léase suerte.

Novelas, II, pág. 292-24: le fuesse, léase el fuesse.

Novelas, II, pág. 342-23: de ella, léase ella.

Novelas, II, pág. 342-24: ha, léase ha de.

Novelas, II, pág. 349-29: incarse, léase hincarse.

Novelas, III, pág. 110-11: auiadado, léase auia dado.

Novelas, III, pág. 127-24: es tremada, léase estremada.

Novelas, II, pág. 134-25: criedo, léase criado.

Novelas, III, pág. 145-6: Estafania, léase Estefania.

Novelas, III, pág. 160-1: nonada, el texto nodada.

Novelas, III, pág. 171-26: persegido, léase perseguido.

Novelas, III, pág. 178-27: era, léase Era.

Novelas, III, pág. 270-21: al, léase la.

Novelas, III, pág. 292-20: que que, léase que.

Novelas, III, pág. 302-9: sola, léase solo.

Don Quixote, III, pág. 509 (445-2): Ruiz, léase Rius.

  —460→  

Debo algunas de las enmiendas que siguen a la edición del Viaje del Parnaso, de D. Francisco Rodríguez Marín.

Viaje del Parnaso, pág. 43-25: ya, si, léase y, asi.

Viaje del Parnaso, pág. 46-9: como, ¿y, léase ¿cómo y.

Viaje del Parnaso, pág. 59-21: codo, léase coto

Viaje del Parnaso, pág. 62-18: huelga la nota; véase Ariosto Orlando, I, 30.

Viaje del Parnaso, pág. 82-1: accidental, léase occidental

Viaje del Parnaso, pág. 89-7: murio, léase Mucio

Viaje del Parnaso, pág. 93-14: mal mirada, léase malmirada

Viaje del Parnaso, pág. 100-28: parte., léase parte,.

Viaje del Parnaso, pág. 100-29: Su, léase su

Viaje del Parnaso, pág. 100-31: cielo,, léase cielo;

Viaje del Parnaso, pág. 101-1: coma después de murióse, y despues de estaua.

Viaje del Parnaso, pág. 101-2: La, léase la.

Viaje del Parnaso, pág. 101-2: porfia,, léase porfia.

Viaje del Parnaso, pág. 101-3: puesto, léase Puesto.

Viaje del Parnaso, pág. 107-7: delque; el verso pide de aquel que.

Viaje del Parnaso, pág. 110-10: quizá deba leerse: vno recogia; y (12) hazia por la consonancia con ironia.

Viaje del Parnaso, pág. 111-16: huelga la nota; léase: [h]espectada.

Viaje del Parnaso, pág. 115-8: fama, léase sin coma.