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ArribaAbajoDerechos del niño

D

Unos días más tarde y después de haber estado a bordo de la nave, extrayendo de ella todo lo que podía, no pude dejar de subir a la cima de la pequeña montaña para observar el mar, con la esperanza de ver algún barco, y luego fantasear que a mucha distancia divisaba una vela, recreándome con el placer que aquella esperanza me proporcionaba, y mirar fijamente hasta quedarme casi ciego, perdiéndola de vista, para después sentarme en el suelo y llorar como un niño, acrecentando así mi desgracia con la locura.


D. Defoe, Robinson Crusoe.                


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Desgraciadamente hay muchos niños que sufren hambre, viven en la calle, son maltratados o tienen otros muchos problemas. En definitiva, sus DERECHOS no son respetados.

Justamente este año, 1994, se celebra el XXXV aniversario de la Declaración de los derechos del niño, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y, aunque no seamos partidarios de celebraciones y aniversarios, la ocasión puede servirnos de pretexto para tratar temas que deberían tener un lugar propio en la actividad diaria en la escuela.

Hay libros que se preocupan de plantear los problemas de la infancia, libros que interrogan al lector en lugar de darle soluciones claras y definitivas; que invitan al niño a reflexionar sobre su situación y la de otros niños como él a los que la vida no trató con la misma consideración.

Que los derechos de los niños -de los hombres y mujeres- se hagan realidad necesita de los esfuerzos de todos. Cada uno desde su lugar, bibliotecarios y profesores, responsables políticos e instituciones públicas, padres y niños, todos podemos contribuir a la consecución de una sociedad más tolerante y un mundo más justo y solidario.

Nuestra propuesta en esta ocasión se plantea acercar a los niños libros que les inciten a la reflexión; sin olvidar, no obstante, que antes deben reunir unas condiciones de calidad artística y literaria que les haga apetecibles y sean leídos con agrado y procuren placer a quien los lea y mire.

Cualquier ocasión puede ser buena para realizar las actividades que proponemos a continuación; pero el   —34→   marco ideal pueden ser unas jornadas dedicadas a analizar hasta qué punto los derechos de los niños son respetados en el mundo actual.

Podemos comenzar organizando una exposición de libros infantiles y juveniles que tengan dicho tema como telón de fondo. Con este fin, sacaremos los libros de la biblioteca del centro y las bibliotecas de aula, asignándoles un lugar que reúna unas condiciones adecuadas. Es una buena ocasión para solicitar un presupuesto especial y adquirir nuevos libros, que una vez concluidas las jornadas pasarán a formar parte de los fondos de la biblioteca.

Para realizar más fácilmente la selección, podemos partir de los principios de la Declaración y buscar libros y cuentos que aborden la problemática a que se refiere cada uno de ellos, procurando que haya libros destinados a las distintas edades. La exposición puede ser completada con noticias de prensa, referidas a cada uno de los principios, que los mismos niños pueden recoger de los periódicos.

La ocasión es propicia también para enviar a las familias una relación de los libros seleccionados, incluyendo orientaciones sobre la edad para la que están recomendados. Los que incluimos a continuación hacen referencia a todos los derechos del niño, y pueden servir como guía básica que puedes completar con otros títulos de la biblioteca del centro. No debes olvidar -recuerda que estamos en la D- algunos de Dahl y de Dickens, autores que sienten especial predilección por la infancia:

Elmer, D. McKee (Altea).

Oliver Button es un nena, T. de Paola (Miñón).

Historia de Pimmi, U. Wölfel (Noguer).

¿A dónde vas, osito polar?, H. de Beer (Lumen).

Frederick, L. Lionni (Lumen).

Cuentos por teléfono, G. Rodari (Juventud).

Rosa Blanca, R. Innocenti (Lóguez).

Un puñado de estrellas, R. Schami (Alfaguara).

Los niños del mar, J. Escala (Siruela).

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Campos verdes, campos grises, U. Wölfel (Lóguez).

Unos chicos especiales, R. Anderson (Alfaguara).

El cielo del cisne, K. Tejima (Juventud).

Cepillo, P. Calders (Hymsa).

Danny, el campeón del mundo, R. Dahl (Alfaguara).

Sapo y Sepo, A. Lobel (Alfaguara).

Querido Bruce Springsteen, K. Major (Ed. B).

Elvis Karlsson, M.ª Gripe (Alfaguara).

Donde viven los monstruos, M. Sendak (Alfaguara).

El puente, R. Steadman (Miñón).

El destello de Hiroshima, T. Maruki (Miñón).

Los últimos niños, G. Pausewang (Lóguez).

Los tres bandidos, T. Ungerer (Alfaguara).

El secreto de Heinrich, J. Pestum (Anaya).

Quiero una medalla, Lluisot (Destino).

Hermano Cielo, hermana Águila, Jefe Seattle (Clañeta).

Historia de una bala, J. Sennell (Hymsa).

Todos estos libros planean sobre la amplia problemática a que se refieren los diez principios de la Declaración de los derechos del niño. Entre otros, el derecho a un nombre y una nacionalidad, y a no ser discriminado; el derecho a una educación gratuita, y a recibir protección y socorro; el derecho a no ser objeto de explotación o malos tratos; el derecho a ser educado en un espíritu de tolerancia y amistad entre los pueblos.

Con los libros ya seleccionados y puestos a disposición de los niños, llega el momento de que sean leídos y comentados. Previamente podemos buscar el acuerdo de los profesores del centro para que cada clase estudie un principio distinto y lea uno o varios libros seleccionados.

Tomemos, como ejemplo, el Principio 5: «El niño física y mentalmente impedido o que sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiera su caso particular».

Para iniciar el estudio sobre dicho principio llevaremos a clase aquellos libros que aborden la cuestión a que se refiere. Puede servirnos inicialmente esta breve relación: El patito feo, de Andersen; Unos chicos especiales, de R.   —36→   Anderson; La imbécil, de M. Company; ¿Qué fue del Girbel?, de P. Härtling; Jacobo no es un pobre diablo, de G. Heiser; Corbie, de W. Mayne; algunos cuentos de Los niños tontos, de A. M.ª Matute; El cielo del cisne, de K. Tejima.

Los libros pueden ser leídos individualmente, y para ello pueden estar a su disposición en la clase; pero es conveniente que al menos uno sea leído en voz alta. De esta manera nos aseguramos de que todos los niños se han metido en el tema y están preparados para trabajar y debatir sobre el mismo.

Es aconsejable que este libro sea breve. Os sugerimos en este caso El cielo del cisne. El libro de K. Tejima cuenta la historia de un cisne herido que no puede volar y, cuando llega el momento de la emigración, es abandonado por su familia. En estos momentos en los que la integración escolar es un reto que tiene planteado nuestro sistema educativo, la historia tiene un interés especial. Reflexionar sobre el problema de los niños que necesitan una atención educativa especial y la comprensión y el apoyo de todos es algo a lo que los diferentes miembros de la comunidad escolar están obligados.

Las posibilidades de trabajo, a partir de la lectura de este cuento; son muchas. En primer lugar, podemos comentar la historia en clase; pedirles que juzguen la actitud inicial de la familia de cisnes, y cuál hubiera sido su actitud; ver qué relación existe entre este caso y el enunciado del Principio 5.

Es importante dar al niño la posibilidad de buscar soluciones alternativas a los problemas planteados. Para ello, podemos sugerirle que escriba un final distinto a la historia que hemos leído.

Más adelante, podemos iniciar un trabajo de mayor alcance. Los niños pueden iniciar un rastreo en la prensa para recoger, durante un periodo amplio, aquellas noticias que tengan relación con el tema; y presentar situaciones que ellos conozcan en las que se ponga de   —37→   manifiesto el incumplimiento de este derecho. Desgraciadamente, dada la frecuencia con que suceden, no tendrán grandes dificultades para realizarlo.

Danny

Tanto la lectura del libro como las noticias recogidas pueden servir para profundizar en el tema, para analizar, reflexionar y discutir sobre éste y otros problemas. Además, pueden elaborar trabajos y difundirlos a través de la revista del colegio, en murales que pueden pasar a completar la exposición, e incluso escribir cartas a las autoridades e instituciones responsables, denunciando los casos analizados.

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Si todas las clases han llevado a cabo un trabajo similar sobre el principio que les ha correspondido, se puede organizar un acto de clausura de las jornadas en el que cada grupo presente sus conclusiones.

En esta ocasión, los libros habrán servido de vehículo para acercarnos a los problemas de muchos niños que ni la literatura ni la escuela pueden ignorar.



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ArribaAbajoÉrase una vez

E

Me gustaría saber, se dijo, qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo... Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles... y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero eso está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.

Y de pronto sintió que el momento era casi solemne.

Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comenzó a leer.


M. Ende, La historia interminable.                


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(Érase una vez un niño, o una niña, o puede que fuera un grupo de niños y niñas, aunque también es posible que se tratara de adultos, no recuerdo bien. El hecho es que había alguien que les hablaba, su voz poseía una tersura especial y todos permanecían atentos a sus palabras. En el ambiente flotaba un aire diferente, como de tiempo detenido: ese alguien a quien todos escuchaban con recogimiento estaba contando un cuento).

El cuento tradicional, como afirma Antonio R. Almodóvar, es sin lugar a dudas uno de los más valiosos patrimonios culturales de la humanidad. Durante siglos, su vehículo de transmisión fue oral: al amor de la lumbre del hogar o de las posadas, en las pausas de las labores del campo o con motivo de una festividad, las gentes se congregaban para contarse unos a otros cuentos que, más allá de su anécdota maravillosa o no, remitían a los presentes (sin que tuvieran noción de ello) a su identidad profunda como seres humanos insertos en una cierta comunidad. El cuento era un motivo de diversión y regocijo, pero también un medio de socialización, de catarsis colectiva, de transmisión de normas y tabúes y de conjurar las tinieblas que acechan nuestra condición de hombres y mujeres.

En nuestro presente tecnológico y audiovisual en que el arco de posibilidades de diversión y tiempo libre se ha diversificado casi hasta el infinito, la función social del cuento se ha difuminado hasta prácticamente desaparecer, al menos en las formas en que se había practicado tradicionalmente. Pero ello no quiere decir que haya perdido sentido contar cuentos, sólo que habrá que definir nuevos ámbitos con objeto de no perder definitivamente ese legado cultural del que siempre   —42→   estaremos necesitados en nuestro proceso de construcción como personas (y es que, como dice Janer Manila, a los seres humanos les encantan las historias).

El hogar continúa siendo un lugar privilegiado para el cuento, no ya en el sentido de las familias extensas de antaño cuando abuelos, padres e hijos escuchaban juntos los mismos relatos en la sobremesa de las cenas a la luz incierta de un candil. Las familias nucleares actuales se reúnen ahora ante otra luminosidad, la catódica, pero aún así, es posible reservar (no sin esfuerzo, hay tantas obligaciones y preocupaciones...) los momentos finales del día que preceden al sueño, para contar pausadamente un cuento. Los niños lo demandan y para sus padres puede ser una fuente de placer al descubrir la especial relación que se establece entre ambos en el transcurso de ese acto básicamente gratuito de contar hechos fantásticos de otro tiempo, en otro lugar.

La escuela es el otro espacio en que el cuento debe encontrar abrigo a la intemperie hostil de la posmodernidad. Desde siempre, los maestros han sabido del poder de encantamiento de los cuentos y los han relatado a sus discípulos. Hay que mantener la buena costumbre de contar y hacerlo porque sí, sin propósitos didácticos espurios que vengan a contaminar su esencia de gratuidad. El cuento rompe con la enojosa rutina de trabajo escolar y abre amplios espacios a la imaginación.

Pero hay más lugares en que aún es posible la presencia del cuento:

-Las secciones infantiles de las bibliotecas públicas cada vez más van incorporando a sus actividades de promoción de la lectura, la hora del cuento.

-En la mismísima televisión hemos podido ver programas en los que personajes famosos cuentan cuentos tradicionales, y también adaptaciones dramatizadas.

-Últimamente, en ciertos locales de la movida nocturna, se ha instaurado la moda de que los clientes escuchen y cuenten cuentos mientras apuran su copa de   —43→   gin-tonic, agua mineral o de bálsamo de Fierabrás.

Elmer

En todos los casos habrá que considerar la necesidad de evitar las versiones desvirtuadas, por edulcoradas, y recurrir a aquellas otras más rigurosas (hay magníficas colecciones de cuentos a las que se puede acudir, por ejemplo, los recogidos por los hermanos Grimm en Alemania o por el citado Almodóvar en España) cuando se trate de cuentos de tradición oral, aunque también se pueden contar relatos de autor; se trata de contar, contar...   —44→   ¿Y cómo se debe hacer? Con naturalidad, huyendo de falsos efectismos, apoyándose con sobriedad en los gestos, sabiéndose muy bien el cuento y confiado en el poder generador de la palabra.

Sobre la base sólida de los cuentos, se pueden montar muy diversas actividades de animación a la lectura:

-El Museo de los Cuentos (véase la voz Museo en este mismo libro).

-Dramatización de cuentos: títeres y teatro a cargo de grupos profesionales o formados por los propios niños.

-Recreación de cuentos tradicionales a partir de las técnicas de Rodari (en Gramática de la fantasía). En la literatura infantil actual encontramos ejemplos de esta propuesta en los libros de Tony Ross o de J. A. Goytisolo.

-Presencia en las escuelas y bibliotecas, de cuentacuentos profesionales (cada vez más abundantes) o de padres y abuelos voluntarios y voluntariosos.

-Relato de cuentos apoyándose en recursos audiovisuales: diapositivas, retroproyector, sombras...

-Maratón de cuentos: Se cuentan cuentos de forma ininterrumpida a lo largo de varias horas (¡o durante un día completo!, como ya han llegado a hacer en la biblioteca pública de Guadalajara), con motivo de un Día o Semana (¿mes?) del Libro.

En suma, se trata de recuperar la narración oral como un vehículo valioso de formación y de disfrute, puente inevitable hacia la lectura.

(Y colorín, colorado, esta letra se ha acabado).



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