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La obra fue traducida al castellano por primera vez por Francisco del Paso y Troncoso (1907; texto trasladado a su vez al inglés en Ravicz 1970, pp. 183-207) y, posteriormente por Fernando Horcasitas (1974, pp. 465-495; traducción reeditada en Partida 1992, pp. 97-106). Es necesario recordar que el texto publicado con este título por Rojas Garcidueñas en su edición de Autos y coloquios del siglo XVI (1939, pp. 5-36) no es la pieza náhuatl, sino la recogida con el mismo título en el Códice de Autos Viejos. En adelante, la obra será citada según la edición de Horcasitas, cuya traducción aunque menos literal, es igualmente fiel y más clara que la de Paso y Troncoso.

 

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Aunque autores de la talla de M.ª Rosa Lida de Malkiel (1973, p. 31), Alfonso Reyes (1986, p. 50) o Georges Baudot (1983, p. 336) han vinculado esta obra con la representación de La conquista de Jerusalén que tuvo lugar en Tlaxcala en 1539, la presente síntesis demuestra ya que no existe relación argumental alguna entre esta pieza que recrea la destrucción de Jerusalén en tiempos del Imperio Romano y la puesta en escena tlaxcalteca, con la que se pretendió ofrecer la particular visión franciscana de una futura cruzada a Tierra Santa a cargo del emperador Carlos V, cruzada cuyas interesantes implicaciones ideológicas exceden los objetivos de este trabajo (cf. Aracil 1994).

 

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A este respecto cabe destacar la opinión de Paso y Troncoso quien, basándose en la evidente similitud entre este manuscrito y el auto castellano con el mismo título, señaló como posible «matriz» de ambas piezas el poema lemosín del siglo XIII, «que comprende todas las escenas del auto en lengua mexicana» (1907, p. 133; cf. esta misma opinión en Ricard 1932, pp. 77-78). Por mi parte, me inclino a considerar que el texto del que pudieron partir ambas versiones debió ser la Historia del noble Vespasiano, tal como propone M.ª Rosa Lida respecto a la pieza del Códice (1973, pp. 30-31), criterio que baso en la amplia difusión adquirida por esta obra en la literatura española y portuguesa de finales del XV como consecuencia de la particular problemática religiosa que se vivía en esta zona geográfica en torno a la conversión de los judíos (sobre este aspecto cf. Hook 1988).

 

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Incluida en el auto del Códice de Autos Viejos (cf. Rouanet 1901, I, pp. 517-519).

 

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Temas que, además, se entrelazan en el argumento mismo de la obra, ya que Vespasiano decide poner cerco a Jerusalén tras ser curado milagrosamente de la lepra por el paño de la Verónica y convertirse así al cristianismo.

 

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No olvidemos que el problema de la conversión continuaba siendo fundamental en España a lo largo del XVI, aunque trasladado, sobre todo, a la población morisca.

 

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Según María Rosa Lida, en la primera obra sobre este asunto (De bello Judaico, de Josefo), la idea «de que la destrucción de Jerusalén era la retribución divina de la pena de Cristo se perfila con toda claridad»; por otro lado, «Osorio, discípulo de San Agustín, presenta ya a Tito y Vespasiano como agentes de la venganza divina» (1973, pp. 19 y 23).

 

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Tanto el auto castellano como la obra náhuatl parten en este punto de la que hemos considerado como probable fuente común de ambas, la Historia del noble Vespasiano (véase Lida de Malkiel 1973, pp. 30-31).

 

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Aspecto ya planteado por Carlos Solórzano cuando señala que en esta obra «es fácil establecer un paralelo entre Vespasiano y el Emperador Carlos V, aludiendo a los indígenas que se negaban a someterse ante la dominación española» (1992, p. 91). Hay que advertir, sin embargo, algunos errores importantes cometidos por este autor, como el hecho de identificar la pieza con la representada en Tlaxcala en 1539 con el título de La conquista de Jerusalén o su afirmación de que se trata de un auto en castellano; Solórzano, además, valora la obra como ajena al teatro de evangelización.

 

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Cf. el trabajo de Casarrubias sobre Rebeliones indígenas en la Nueva España (1945) y el capítulo dedicado por Genaro García a los «Tumultos y rebeliones en México» (1982, pp. 263 y ss.), referido sobre todo a hechos acaecidos en el siglo XVII.