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ArribaAbajo El teatro de Pedro Salinas

Pilar Moraleda, El teatro de Pedro Salinas, Madrid, Ediciones Pegaso, 1985


Bernardo Gicovate


Universidad de Stanford, California

En la ingente tarea de reintegrar la España peregrina a la historia reciente para hacerla parte viva de una nueva época, este libro de Pilar Moraleda es claro ejemplo de cuidada y cariñosa paciencia crítica. Además de analizar una por una las piezas teatrales de Pedro Salinas, enfoca la autora la totalidad de su drama para relacionarlo con el centro poético de su obra. Encuentra entonces no sólo «constantes poéticas» sino también que «el hecho se debe a una decidida voluntad de exponer a través de la acción de unos personajes en escena, distintas formulaciones de unas preocupaciones básicas que también afloran en su poesía y en su narrativa» (p. 159).

La «búsqueda de otra realidad que caracteriza toda su obra literaria» (p. 45) es la luz que guía esta excursión y que define hoy la vida y la obra de Salinas. En este libro, Moraleda, y los personajes Petra, Claribel y Marú, persiguen la misma la misma realidad que descubre cada uno en «registro distinto en el tratamiento dramático» (p. 51). Por este camino se ha de llegar a la concordia, puesto que, si hay una unidad profunda en el fin que se persigue, queda anulado todo conflicto y la labor conjunta es siempre, como lo es Caín o Una gloria científica, «un alegato pacifista» (p. 133). Quizá se haya excedido este libro de erudición al tratar de puntualizar todos y cada uno de los detalles de cada obra de Salinas y de analizar una trama tras otra, aunque claro se ve la razón palpitante de hoy que trata de hacer hincapié una y otra vez para evitar a toda costa al malentendido y la vuelta a un pasado inmediato que no debe nunca repetirse.

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No descuida la autora mencionar «la evidente ingenuidad de estos recursos teatrales» (P. 65), resultando quizá de la lejanía de las tablas y, sin duda, de vivir en el extranjero. Sirva este reparo de las ávidas generaciones nuevas para afirmar la necesidad de aproximarse continuamente, día a día, esfuerzo a esfuerzo, al ideal de paciente totalidad de la concordia. Y para ello no basta unir la labor de ayer al hoy pasajero, sino que también deben estudiarse los hilos que unen la obra reciente del exilio a un pasado anterior, a los autos sacramentales y su renovación en el siglo XX (p. 69), a las enseñanzas de Azorín (p. 96), aunque sea en este caso para apuntar que se pueden y deben discutir. Deber crítico siempre, como se hace aquí, es señalar derroteros de futura investigación, puesto que todo el mundo trabaja para dar cimiento y elevar andamios que sirvan un día para la construcción del edificio perfecto.

En esta sencilla y clara monografía ha realizado Pilar Moraleda una labor amena y meritoria, modelo de sobriedad y buen gusto. De su autora pueden esperarse en el futuro nuevas síntesis del significado de Salinas y su generación en el siglo XX. Comienzan aquí también sus reflexiones sobre el drama y la lírica y su fluir conjunto en el proceso histórico de recuperación de la unidad de una cultura aristocrática y popular, de todos y para todos, que se desbarató un día.