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521

Para un comentario más detallado que el que aquí me propongo, véase Amorós, Ibidem, 184-187. (N. del A.)

 

522

Manuel Machado, Unos versos, un alma y una época, Madrid, Ed. Diana, 1940, 32. En el mismo texto Machado se refiere nuevamente a su libro de 1909: «Siento hoy casi vergüenza de este libro en que se desnuda en público un alma lamentable y pecadora. Si bien es verdad que con una repulsión manifiesta a la contumacia en el mal (80) [...] Todo esto es agrio, duro, detestable. Pero no era mi vida mucho más amable entonces. [...] Afortunadamente todo lo cambió pronto la mano de una mujer santa [...] que había sabido esperarme en nuestra Sevilla materna de vuelta de todas mis locuras (85)».

 

523

Ibidem, 52-53.

Elegante en su economía verbal y enemigo de la ampulosidad, hace una poesía breve y verleniana que por sus temas anticipa a tendencias posteriores al parecer de Cansinos-Assens, que continúa «...Con sus evocaciones del París finamente bohemio, de los poetas y los pintores y las mimís rubias y las locas Colombinas y el champagne, influye en la formación de la escuela bohemia que acaudilla Carrère...». La nueva literatura, I, Madrid, Sanz Calleja, 1917, 188. (N. del A.)

 

524

Manuel Machado se siente obligado en varias ocasiones a explicar El mal poema. Publica, hacia 1913, un curioso texto («Autocrítica. Carta al poeta Juan R. Jiménez»), en que expone al poeta de Moguer, de temperamento opuesto, algunas motivaciones de la poesía de El mal poema. Ricardo Gullón («Relaciones amistosas y literarias entre Juan Ramón Jiménez y Manuel Machado», Cuadernos Hispanoamericanos núm. 128-129, agosto-septiembre de 1960, 115-139) reproduce tan interesante página, también incluida en La guerra literaria (Madrid, Imprenta Hispano-Alemana, 1913, 117-120) y de ella cito unos fragmentos pertinentes: «...Habrás recibido El mal poema, por el que te suplico que no me quieras mal. Conozco la delicadeza de tu espíritu, y sé que te chocan ciertas trivialidades y malsonancias de que por desgracia está lleno nuestro vivir. Pero creo haber haberte dicho en mi descargo que no sólo se canta lo que se ama, sino lo que se odia más cordialmente. En suma, todo lo que de veras nos impresiona [...] Cuán lejos de todo eso me veo yo mismo en El mal poema, y cuánta vergüenza me causa en el fondo haber dado a la luz y a la estampa algo que puede parecer cinismo de un libertino, no siendo en realidad más que impresiones de un enfermo muy sensible (137).» Véase también otra carta de Machado a Juan Ramón, probablemente de 1911, reproducida por Gullón, Ibidem, p. 130. (N. del A.)

 

525

Luis Antonio de Villena, «Relectura de El mal poema de Manuel Machado. Notas sobre Modernismo y bohemia», Ínsula núm. 362, enero de 1977, 11.

Véase también mi artículo sobre Manuel Machado y el decadentismo: «Decadent elements in the Poetry of Manuel Machado», Waiting for Pegasus, Western Illinois University, 1979, 65-76. (N. del A.)

 

526

Tengo a la vista sus Obras completas, IV, Madrid, Imprenta de M. García y G. Saez, 1916, volumen que incluye también Rapsodias. (N. del A.)

 

527

Véase mi trabajo «En torno a la poesía de Manuel Paso, olvidado escritor granadino», Estudios en honor a Ricardo Gullón, Nebraska, Society of Spanish and Spanish American Studies, 1985, 263-278. (N. del A.)

 

528

Emilio Carrère, en su «Perfil burlesco» (La canción de la farándula, Madrid, Renacimiento, s.s., 125-129) dice de ese absurdo y truculento personaje («un pobre hombre y un poeta terrible», 125): «Muchas veces le he encontrado vagando por el arroyo: roto, doliente, roído por la miseria. Iba sin norte y sin alma; sus «macabrerías» grotescas eran una careta para divertir o espantar a los pazguatos. En lo hondo, llevaba el dolor de su fracaso, de su vida vacía y anulada, de su trágica y cotidiana renunciación. El sentía amargamente sus lacras, su prematura vejez y su catadura burlesca de polichinela destrozado. Y comprendía la contrafortuna de sus sueños de gloria y el hórrido presente, ruin y triste, aherrojado a la pobreza, que le conducía a veces a los aposentos del palacio de la Moncloa a purgar deslices de pluma que cometieron otros. Todo por un irrisorio puñado de calderilla (127)».

El mismo texto se recoge también en La tristeza del burdel, Madrid, Imprenta de Juan Puygo, 1913, 123-128.

Otro dato: Carrère, al editar la poco conocida antología La corte de los poetas (Madrid, Librería de Pueyo, ¿1906?) incluye dos poemas de Pedro Barrantes: «Alma» y «La marcha de los vencidos». (N. del A.)

 

529

Eduardo Zamacois, Años de miseria y de risa, Madrid, Renacimiento, s.a., 218-219. En el mismo libro de memorias véase también sobre Barrantes las páginas 182-188 y 195-203. Del mismo Zamacois Un hombre que se va..., Barcelona, Editorial AHR, 1964, 188-191 y 242-244.

Para otra semblanza, véase también Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, I, Barcelona, Planeta, 1970, 722-725. (N. del A.)

 

530

José María de Cossío (Cincuenta años de poesía española (1850-1900), II, Madrid, Espasa-Calpe, 1960, 1315) da como aproximada fecha de publicación de la primera edición la de 1906, aunque el ilustre crítico se equivoca ligeramente en otros pormenores referidos a la bibliografía de Barrantes. Yo he manejado la segunda edición de Delirium tremens fechada en 1910 y publicada por La Libreria de Pueyo. (N. del A.)