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1

Insertamos en primer lugar, como homenaje a nuestro querido amigo el profesor Nicolás Marín, recientemente fallecido, el estudio que nos confió poco antes de su muerte.

 

2

Véase mi trabajo «Decadencia y Siglo de Oro», en 1616. Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, V, en prensa.

 

3

Diccionario de la lengua castellana, I, Madrid, 1726, p. XXIX. En el estatuto siguiente y en relación con la elocuencia se dice: «Se encargará la Academia de examinar algunas obras de Prosa y Verso para proponer en el juicio que haga de ellas las reglas que parezcan más seguras para el buen gusto, así en el pensar como en el escribir». La crónica de la obra la ha hecho F. Lázaro Carreter en «El primer diccionario de la Academia», en Estudios de lingüística, Barcelona, Crítica, 1980, pp. 83-148.

 

4

La fe de erratas del último volumen es de 22 de diciembre de 1739, por lo que salió a la calle ya en el año siguiente.

 

5

Según las actas, conservadas en la secretaría de la Academia, a la que quiero agradecer públicamente las facilidades que me ha dado para la consulta de estos y otros papeles.

 

6

Historia de las ideas estéticas, ed. de Madrid, 1947, III, pp. 196 y 198.

 

7

Véase mi trabajo «Poesía y ciencia moderna en un texto de 1715», en Serta Philologica F. Lázaro Carreter, II, Madrid, 1983, pp. 317-327.

 

8

Gramática de la Lengua Castellana, compuesta por la Real Academia Española, Madrid, 1771.

 

9

En el proyecto de 1740 los escritores que iban a autorizar el uso de la lengua fueron los siguientes, repartidos a los distintos académicos: el P. Pedro de Ribadeneyra, Fray Luis de Granada, Diego Hurtado de Mendoza, Luis Muñoz, Lazarillo de Tormes, Luis de Ulloa, Fray Luis de León, Pedro Simón Abril, los dos Leonardo de Argensola, el Marqués de Mondéjar, E. M. de Villegas, E. Nieremberg, Pedro Calderón, Santa Teresa de Jesús, Fray Hernando de Santiago, el P. Yepes en su Vida de Santa Teresa, M. de Cervantes, A. de Solís, Luis de Góngora, Anastasio P. de Ribera, Gonzalo Pérez, F. de Quevedo, el P. Pedro de Abarca, F. F. Monteser, el P. Juan de Ávila, el P. Hortensio Paravicino, Cepeda, D. de Saavedra Fajardo, B. Gracián, F. L. de Villalobos, B. Alderete, Juan de Mariana, Luis de la Puente, el P. Parra, el Guzmán de Alfarache de M. Alemán y el Felipe II de Cabrera de Córdoba. Aunque el total es muy inferior al del Diccionario, todavía están muy presentes los autores del XVII.

 

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En ambos casos, cuando los años pasaron, el método académico varió profundamente: del criterio de autoridad se pasó expresamente al de la razón y la lógica; tanto la gramática nueva como el diccionario de 1780 dejaron de apoyarse en el uso de los escritores.