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601

Ernesto Bark, Modernismo, 70.

 

602

Sin quitar méritos a Dicenta como gran personaje de las letras españolas, Bark cree que como novelista se equivoca al fragmentar sus últimas ficciones, quitándoles así hondura en la traza de los personajes y en la presentación de los problemas sociales [«Dicenta novelista», El Radical, 12 de abril de 1913]. En seguida recuerda también el caso de Sawa y de Delorme, que no dieron el fruto que se esperaba de su talento, diciendo que Dicenta también ha dejado pasar la hora crítica para ponerse al frente de la España nueva. Con su optimismo de siempre Bark [«un hermoso despertar», ibídem, 19 de enero de 1913] piensa que la España de aquel entonces es madura para una honda transformación, que sería llevada a cabo por la intelectualidad independiente con tal de que no se prostituya. Advierte, sin embargo, en su amigo Dicenta una inconsciencia ante la labor crítica e insiste en que es el clericalismo lo que impide el progreso del país, así como los conceptos rancios que dominan en toda esfera de la vida nacional.

 

603

Emilio Carrère, «La casa de la bohemia», Retablillo grotesco y sentimental, 125-126, y del mismo «La cofradía de los ayunantes», El espectro de la rosa, Editorial Mundo Latino, 1921, 106-108.

También Carrère habla de la proyectada fundación de otra cofradía, aparentemente anterior [«Retablillo literario», Madrid Cómico, núm. 103, 7 de julio de 1912] que se reunirá en El Nuevo Lion d’Or, y los jóvenes piruetistas lo habían nombrado presidente del propináculo, en unión con el maestro Amadeo Vives. Por no faltar al principio fundamental de la bohemia, no acepta Carrère ese cargo para así mantener su criterio de independencia espiritual y porque carece totalmente de los atributos necesarios para la disciplina administrativa. Aunque le parece simpática toda iniciativa de esta índole, en materia de arte más confía en el esfuerzo personal que en lo colectivo. Sugiere que cada cual haga «su camino solo sin asociaciones ni cofradías. El arte es la mayor egolatría, el más intransigente signo de individualismo».

 

604

Emilio Carrère, «Divagación de la señorita Bohemia», Retablillo grotesco y sentimental, 7-11.

Se celebró un simpático homenaje con motivo de la publicación del libro El encanto de la bohemia de Carrère, y ofrece unos datos escuetos sobre el acontecimiento Juan José Llovet [Madrid Cómico, núm. 100, 13 de enero de 1912]. En otro texto, ligeramente posterior, Carrère se refiere a los elogios al libro hechos por Andrés González Blanco [«Retablillo literario», Madrid Cómico, núm. 102, 27 de enero de 1912], y en ellos advierte una pequeña insidia, todo lo cual le induce a exaltar la libertad ante las conveniencias sociales, sin que le importen un comino las opiniones burguesas. Continúa Carrère: «El crítico no sabe si yo soy bohemio o soy burgués. Que más da que el autor sea lo que quiera; lo interesante es el libro. La pobre señorita Bohemia es muy mal comprendida por estos jóvenes escritores de alma conservadora; no entienden su generosidad, su imprevisora juventud ni su entusiasmo. En lugar de entusiasmo tienen ambición, afán de llegar, vanidad de la letra de molde. [...] Han visto en la bohemia sólo el harapo, la greña, el sablazo. Y la bohemia es, en esencia, un magnífico gesto de independencia espiritual. Lo otro es secundario, el traje, el parasitismo. Además, no hay derecho a escandalizarse porque los bohemios pidan dinero. En España pide dinero todo el mundo, incluso los jóvenes literatos de ánima asustadiza y conservadora».

 

605

Ramón Gómez de la Serna, Retratos contemporáneos, Obras completas, II, AHR, Barcelona, 1957, 1647-1651. Sobre Carrère son muy informativas las páginas de J. López Núñez, Triunfantes y olvidados, 95-114; para un temprano comentario estrictamente literario, véase R. Cansinos Assens, La nueva literatura, II, Sanz Calleja, Madrid, s.a., 283-285. Parece que Cansinos no simpatizó con el bohemio y así lo afirma en su ya citada La novela de un literato, 140-142.

De la extensa bibliografía sobre el poeta, tan popular en la época y amigo de los recién llegados, merecen mencionarse aquí otros dos textos. Primero, las páginas leídas en 1951 por Diego San José de la Torre [Gente de ayer, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1952, 255-260], amigo fraternal que recuerda sus estrechas relaciones con el maestro y padrino Carrère. Termina su sentida nota necrológica con una elegía de la cual transcribe solamente los primeros versos: «Señor de la pirueta, ingenio peregrino / que aspirando las rosas del huerto de Rubén / a Madrid trasladaste, desde el Barrio Latino, / la bohemia de Murger y el dolor de Verlaine (259-260)». De fecha más reciente es el prólogo a La leyenda de San Plácido, Emiliano Escolar, Madrid, 1981, por Carrère, cuyo autor es Avelino Hernández Lucas (5-29).

 

606

Emilio Carrère, «Los poetas borrachos», La capa de Verlaine, 49-82.

 

607

Emilio Carrère, «Las manos de Elena», Rosas de meretricio, Sanz Calleja, Madrid, s.a., 193-197.

 

608

Emilio Carrère, «La capa bohemia», La copa de Verlaine, 164.

En el contexto del presente trabajo es también sumamente importante el reportaje de Caramanchel titulado «¿El encanto de la bohemia?» [La Correspondencia de España, 30 de diciembre de 1910], en que habla acerca de las intervenciones de Carrère, Baroja y Amadeo Vives en una tarde literaria celebrada en La Princesa. Según el cronista, el numeroso público se asombró al enterarse de que todavía, en pleno siglo XX, perduraban en Madrid pequeños grupos de jóvenes dedicados a la literatura y partidarios de los ideales rezagados de la bohemia. En su largo discurso, recibido con frialdad por los oyentes, Carrère contó chistes referidos a cementerios y cadáveres, citando además ejemplos ilustres y gloriosos de la bohemia del pasado. Caramanchel advierte en la conferencia de Carrère sobre la tenacidad bohemia un claro romanticismo anacrónico y «un añadido de afrancesamiento poco recomendable: el ajenjo, la luna como una moneda de plata, la princesita lejana, la consabida Mussetta, el parque versallesco, etcétera». Resulta que hoy, pasada de moda la auténtica bohemia, va hermanada con la holgazanería y con la pobreza. Entre paréntesis, Caramanchel alude en términos sumamente cordiales a la supuesta bohemia del generoso y simpático poeta Manuel Paso, quien no quiso hacer de la pobreza una profesión. Señala la completa indiferencia del público ante la conferencia de Carrère, recomienda que debiera ser moderno y vivir con el tiempo sin volver los ojos a un pasado muerto para siempre. Es lástima, dice, que Carrère y otros pierdan su tiempo en una literatura vieja y en un ambiente de vida falsa. En cambio, las intervenciones de Baroja y de Amadeo Vives fueron vivamente aclamadas. El primero reafirmó su fuerte repugnancia hacia la bohemia y, según Caramanchel, mira a lo porvenir. Destaca el novelista que la mujer española nunca se modelará en las Mimís y Mussettas de Murger. Vives también excomulgó la vida bohemia y «pidió la desaparición de estos dos tipos anacrónicos y estrafalarios, el burgués y el bohemio, para reunir en un mismo cuerpo la actividad y el entusiasmo, para crear el hombre de mañana, el hombre del estudio, del trabajo y del ideal...».

Hace falta referirnos con toda brevedad a otro texto pertinente. Unos años más tarde Pármeno publica con el título de «Emilio Carrère, el mago», una entrevista con el poeta (Heraldo de Madrid, 8 de agosto de 1918), en que primero se habla de la adhesión de Carrère a los postulados teosóficos y su afición a los números mágicos [Sobre el tema de lo cabalístico en el poeta, véase F. Martínez-Corbalón, «Emilio Carrère y el velador», Madrid Cómico, núm. 103, 3 de febrero de 1912]. En su conversación con Pármeno, el escritor alude a su dura vida de cómico por los pueblos de España y de sus orígenes como poeta. Lo que más nos interesa aquí son las siguientes palabras de Carrère: «si yo no he sido nunca bohemio. Odio a los bohemios, me repugnan los bohemios, que, en el fondo, son unos cretinos sin vergüenza y sin voluntad. Yo he ordenado el desorden, y si no como un burgués, vivo como un artista que se respeta...». Finalmente, el cronista se refiere a la misma conferencia que hace tiempo había dictado Carrère, y ahora manifiesta el poeta que se había presentado en el teatro como bohemio solamente para burlarse de la burguesía que llenaba el salón.

 

609

Luis Ruiz Contreras afirma en su libro Memorias de un desmemoriado, Aguilar, Madrid, 1961: «La bohemia no es, como suponen muchos, equivalente a desorden y penuria. Hubo en los tiempos románticos una bohemia dorada que bebía champaña, antes de que Henri Murger proclamase como rito la falta de recursos. Pero lucidos o astrosos, la naturaleza y el carácter de los bohemios los agrupa y hermana; y Valle-Inclán fue siempre algo semejante a un anacoreta (en sus principios); un aislado entre todos, como las estatuas con su verja en el cruce de las avenidas populosas. Y tuvo siempre un hogar propio, más o menos humilde, a que acogerse. Fue ordenada su vida íntima; otro que la juzgase ligero diría burguesa. Pagaba puntualmente la mensualidad de la casa, la retribución a la portera (que le atendía), y sus provisiones...» (214).

 

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Manuel Bueno [«Días de bohemio», La pluma, VI (núm. 32, 1923), 41-45] evoca su propia juventud de escritor y la de Valle, un poco más viejo y siempre austero e independiente, a quien solía visitar en su modestísima vivienda en la calle de Calvo Asensio. No deja de recordar el cronista los diálogos literarios y los frecuentes encuentros en el café de turno, días de cierta penuria que aguantaba con su conocido estoicismo Valle. Reconocida plenamente la renovación lingüística llevada a cabo por el gallego y advertido el alto lugar que ocupaba entre los valores literarios del día por sus éxitos en el teatro y la novela, pregunta Manuel Bueno: «Hoy que, más afortunado que nosotros, es totalmente feliz, ¿se acordará Valle de aquellos días de incertidumbre y de estrechez, ya lejanos? Como es hombre en quien el corazón está, por lo menos, a la altura del ánimo, es probable que no olvide aquel pasado de sueños y de entusiasmos que ha sido el pedestal de su personalidad actual» (45).