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ArribaAbajoI. Almacén de un librero morisco descubierto en Almonacid de la Sierra

En el número de nuestro BOLETÍN, publicado en Agosto último193, se dió noticia de que nuestro celoso correspondiente en Zaragoza D. Francisco Zapater y Gómez había comunicado á la Academia el feliz hallazgo de una porción de manuscritos árabes, que habían aparecido al derribar ó reparar una casa antigua en Almonacid de la Sierra, en la provincia de Zaragoza. El mismo señor tuvo la bondad de comunicarme la noticia, que me hubiera hecho ir al sitio del hallazgo, no saber ya entonces que un amigo había adquirido algunos de dichos manuscritos y gestionaba la adquisicion de otros.

Dichos manuscritos estaban escondidos en el espacio que mediaba entre un piso ordinario y un falso piso de madera, hábilmente sobrepuesto, de modo que los libros, muy bien acondicionados en el espacio intermedio, han estado ocultos cerca de tres siglos, sin que nadie se haya apercibido de su existencia.

Por desgracia, al aparecer los manuscritos fueron creídos de ningún valor por los albañiles y peones, de modo que arrojados entre los escombros ó dejados á disposicion del primero que llegaba, los muchachos se entretuvieron en romper las hojas y en   —270→   hacer hogueras con ellas, destrozando más de 80 volúmenes y quemando quizá por completo no pocos.

No fué poca suerte el que al día siguiente ó á los dos días del hallazgo, pasara por dicho pueblo el reverendo P. Fierro, de las Escuelas Pías de Zaragoza, quien compró en el acto uno ó dos volúmenes que le presentaron, y esto fué causa de que ya se tuviera algún cuidado en no destrozar lo que iba apareciendo, ó que se recogiese lo que se habían llevado los chiquillos.

Avisado del hallazgo nuestro correspondiente D. Pablo Gil, se dirigió en el acto al punto del descubrimiento, y pudo adquirir una buena parte de lo que no había sido quemado, consiguiendo reunir un considerable número de manuscritos, de cuya adquisicion me avisó inmediatamente, poniéndolos á mi disposicion para su estudio.

Con la presencia de mi amigo y su interés en adquirir dichos manuscritos resultó, que aquellas gentes, para quienes tales libros no merecían la pena de ser conservados, creyeron entonces que valian un Potosí, y no quieren cederlos sino por precios exorbitantes.

No es fácil saber el número de volúmenes que aparecieron, ni aun el de los que se salvaron; pues es de suponer que algunos particulares hayan conservado algo á pesar de las gestiones de mi amigo y del reverendo P. Fierro, que en una nueva excursion á dicho pueblo, á instancia del reverendo P. Provincial, adquirió hasta 25 manuscritos: gracias á la amabilidad de uno y otro adquirente, he podido ver unos 140 manuscritos, acerca de los cuales me propongo dar á la Academia una ligera idea; pues para hacer de ellos un estudio detenido como merecen, necesitaba hacer este trabajo sumamente largo, y haberlos estudiado durante un par de meses en condiciones favorables.

En primer lugar, debo manifestar que, en mi sentir, los manuscritos encontrados no pertenecieron a la biblioteca de un particular, sino que constituían el fondo del almacen de un librero morisco, que al tiempo de la expulsion debió esconder las existencias de su almacen en la esperanza de poder volver á su pueblo natal: para suponer esto me fundo, no sólo en la índole de los libros encontrados, sino más bien en la circunstancia de haberse   —271→   hallado en el mismo punto los enseres de encuadernador, como prensa, cuchilla, alisadores y los hierros para las molduras de la pasta, cuyos objetos adquirió también mi amigo el Sr. Gil.

Al tener noticia del hallazgo, supuse que entre los manuscritos los habría aljamiados, pues era de creer que los hubiera de los últimos tiempos de los moriscos, en cuya época apenas había entre ellos quien entendiese la lengua árabe, ó al menos eran muchos los que no la conocían: la realidad ha venido á confirmar mi suposición, con la particularidad de que, no algunos, sino la mayor parte, son aljamiados; y la idea de que el árabe era desconocido para muchos se halla comprobada por el hecho de que varias de las obras, aun las de ciertas pretensiones, llevan traduccion castellana interlineal.

Dada la escasa cultura de los moriscos en los últimos años de su existencia en España, puede inferirse que el fondo de un librero de un pueblo poco importante no había de constar de muchas obras científicas ó literarias de autores de primer órden, sino principalmente de obras de religión, de derecho y de gramática; y en verdad que casi se reducen á estas tres secciones los manuscritos que he podido examinar.

Como queda indicado al tratar de las circunstancias del hallazgo, la mayor parte de los manuscritos están destrozados, resultando que de algunos, una parte está en poder de los PP. Escolapios y otra en el del Sr. D. Pablo Gil, y que sean pocos relativamente los volumenes completos; pues entre todos, solo he visto unos 50 que puedan considerarse tales, si bien de bastantes más hay fragmentos muy considerables.

El estado fragmentario de muchos de los manuscritos hace que no sea fácil decir su contenido y que los títulos de la mayor parte me sean desconocidos: sólo 16 son los títulos árabes que he podido encontrar, pues como veremos luego, los aljamiados casi no puede decirse que lo tengan, ya que éste, en la mayor parte de los casos, se refiere al primer tratado ó capítulo: nombres de antores árabes he podido leer hasta 19. En el Diccionario de Hachi Jalifa, ó en otras obras, he podido encontrar tres ó cuatro de los títulos y los nombres de seis ó siete autores, de modo que aunque las obras en sí no sean de primera importancia, no dejan de   —272→   tenerla, por ser desconocidas, ó al menos muy raras, y algunas de autores españoles.

No puede ser mi ánimo en este momento dar noticia de todos los manuscritos, extractando ó publicando las 142 papeletas que hube de hacer; pero no creo deba omitir el hacer mención especial de algunos de ellos, que pueden tener mayor interés, ú ofrecer alguna mayor novedad.

El manuscrito quizá más importante, y sin duda el más antiguo entre los procedentes de este hallazgo, es el marcado con el número 7 en la coleccion de los PP. Escolapios y 21 en la del Sr. Gil; pues destrozado el volumen, un fragmento que contenía los folios de 78 á 144 fué adquirido por el reverendo P. Fierro, y lo restante por el Sr. Gil: aunque muy deteriorada ya de antiguo la primera hoja del manuscrito, en la portada se distingue

imagen

Libro II del compendio del Kitab al-Ain, obra de Ar.... ben Ahmed,



de donde resulta que comprendía la segunda parte de un compendio de la tan conocida obra lexicológica imagen atribuida á Al-Jalil. Quién sea el autor de este compendio no aparece claro: sólo sí que no es el español Abu-Bequer Mohammad ben Haçan Az-Zobaidi, de cuyo compendio da noticia Hachi Jalifa, y del cual se conservan preciosos ejemplares en España. (V. Derenbourg, Manuscrits Arabes de l'Escurial, núm. 569).

Como en Hachi Jalifa no consta otro compendio del imagen no podemos suplir lo que falta en él manuscrito en el nombre del autor para saber á quién debemos esta obra, que podría servir no poco, si se hubiera de hacer una edición del compendio antes conocido, como propone M. Derenbourg con ocasion del manuscrito 569 del Escorial: como éste, el manuscrito en cuestion tiene las vocales y es casi tan antiguo como el códice de la Audiencia de Granada (año 399), al cual es posterior en 36 años, pues al fin se lee «Se terminó la copia de este libro á principio de Rebia primero del año 435.»

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Quizá pertenezca á la misma obra el manuscrito núm. 9 de la colección Gil, al cual faltan las 8 primeras hojas: este fué concluido de copiar á fines del mes de Junio del año setecientos y tantos por mano de Farech ben Abd-Allah ben Abde-1-Aziz en la alquería... (no se distinguen las letras).

Del otro códice, que sigue en antigüedad al del año 435, al menos entre los que tienen fecha, también existe una parte en poder de los PP. Escolapios y la otra en el del Sr. Gil; este códice, cuyas partes llevan los números 18 y 92, es el segundo tomo de una obra de Derecho, extractada de los libros de los jurisconsultos Mohammad ben Abd-Allah beli Abu Zamanin (español), Mohammad ben Ahmed ben Al-Aththar, Ahmed ben Çaîd Al-Hindi y Muza ben Ahmed conocido por Al-Watid: coleccionó esta obra el faquih Abu-Mohammad Abd-Allah ben Abde-l-Wahid el fihri: la copia es del año 534.

Del códice que para los españoles, y en especial para el que esto escribe, hubiera sido el más importante de los encontrados en Almonacid, sólo ha quedado una hoja entre lo que he visto: era un tomo de biografías de personajes españoles; de letra antigua, buena y en buena conservación: de cuatro ó cinco personajes se conservan las biografías, que no son largas, y de ellas sólo encuentro una en Aben-Pascual, no encontrándose las otras ni en Adh-Dliabbi, ni en Aben-Jallican: por si puede servir á otros para determinar la obra á que pertenece esta hoja, diremos que las biografías son de Abd-Allah ben Masarah ben Nachih Abu-Mohammad, de un Abd-Allah ben Maçud, natural de Toledo, y otro de los mismos nombres, natural de Murcia, á quienes sigue Abd-Allah ben Mofauwaz ben Mofauwazal-maafiri, natural de Xàtiba, cuya biografía aparece publicada en Aben-Pascual194.

En un cuaderno poco voluminoso está contenida, después de dos kasidas conocidas, una obrita que también hubiera sido importante para nosotros, y que aún tiene importancia, á pesar de faltarle una buena parte, al fin de la cual debía tratar de algo   —274→   interesante para la historia de Aragon; pues el principio de lo que resta se refiere á una batalla ganada por Yuçuf ben Hud (el rey de Lérida ó el de Zaragoza de este nombre) contra los cristianos; sigue después con noticias de época posterior, al parecer (pues lo último está estropeado) hasta los tiempos de AlfonsoVIII. La obra se titula imagen (Libro de las victorias de Al-Andalus).

El número 87 nos ofrece el tomo VII de una obra de un célebre autor español, del cual se conservan varias en bibliotecas extranjeras: el autor, Abu-Omar Yuçuf ben Abd-Allah ben Abdu-l-Barr, nació en Córdoba en el año 368, y murió en 463: escribió multitud de obras, entre las cuales Aben-Pascual y Aben-Jallican, sus biógrafos, citan la titulada imagen «Memoria de las sectas de los sabios de las regiones,» cuyo libro sétimo está contenido en el número 87 de los adquiridos por el Sr. Gil.

El número 88 es un códice antiguo, que contiene la obra gramatical mencionada por Hachi Jalifa bajo el número 2.373: como el autor murió en 541 y el códice es antiguo y con vocales, no deja de tener bastante interés, máxime si resultase de autor español, como puede sospecharse.

El número 99 nos ofrece un libro que, por lo esmerado de la encuadernacion, debió ser tenido en mucho: es un compendio de la tan conocida obra «Revivificacion de las ciencias de la religión», de Algazalí: el autor de este compendio es Abu Al-Haçan Alí ben Abd-Allah ben Malic al-mamâri, natural de Ubeda, de quien no encuentro noticia en los libros y notas disponibles: la copia es hecha para un jeque ilustre (como dice al fin), para Abu Abd-Allah Mohammad ben Abde-l-Melic ben Sanánid, de quien tampoco tengo noticias.

El número 100 es un volumen grueso, en el que hay contenidas varias obras que, si no tienen gran importancia por el fondo, la tienen por ciertas particularidades de las mismas.

La obra más curiosa bibliográficamente, es un «Cuento del lazo, el milano, (ó el gorrión) y el cazador»195, por estar la obra ilustrada   —275→   con figuras en colores: esta parte del volumen es de carácter antiguo.

Hay además entre otras una obrita de «Preguntas y repuestas» dadas por Farech ben Lupo, mufti de la aljama mayor de Granada: la copia está hecha en la madraçah (Academia) del arrabal de los muslimes en Zaragoza, año 861? por mano de Abu Abd-Allah Mohammad ben Ibrahim ben Abd-Allah Xabathun, natural de Teruel.

Tales son las obras árabes que me parecen de mayor interés: queda indicado que las aljamiadas son muchas y su análisis más difícil, si no ha de ser muy detallado; ya que los títulos, si los tienen, dan idea poco exacta de su contenido: así, en el códice número 79 que dice: «Este es el quitab (el libro) que está en él el conto de dzul carnain (Alejandro) y en él hay demandas» ¿quién pensaría encontrar capítulos como estos dos que son los últimos; «de la royura que se demuestra en el cielo» y «del corrimiato de las estrellas, aquellas que caen del çielo?»

La mayor parte de los manuscritos aljamiados son devocionarios, tradiciones referentes á Mahoma y personajes koránicos, y libros que por sus títulos pudiéramos llamar de mística, como el contenido en el número 86, que dice: «Este es el kitab de pereicas y exempolos y dotirinas para medecinar el alma y amar la otra vida y aborreçer este mundo:» en la palabra medecinar se nota la influencia del dialecto de las últimas clases sociales, como sucede en el título del manuscrito contenido en el número 6, que dice: «esta es pereicaçión bendita para monestar á las gentes cuando sallen a ruegar:» de aquí es que estos manuscritos aljamiados, sin pretensiones literarias, pueden servir para fijar el estado de la lengua en el punto en que se escribían.

Además de los libros de que en conjunto queda hecha mención, hay entre los papeles descubiertos en Almonacid, hojas sueltas, cuadernos con notas lexicológicas, versos castellanos con caracteres latinos, algún cuaderno con la lectura de parte del Koran, también en caracteres latinos y cartas familiares y oficiales; en una de las primeras, escrita en Zaragoza en el año 900, Mohamad Calavera dice a la persona á quien va remitida que no puede enviarle algo que le había pedido y le participa que ha leído una obra de Avicena.

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No me ha sido posible examinar detenidamente, leyendo por completo, como hubiera sido de desear, cada uno de los muchos volúmenes aljamiados, que he podido ver: y por cierto que sólo así podría tener seguridad de que no me hubiera pasado desapercibido quizá lo más importante; pues en cualquiera de esos libros, cuyos títulos nada especial revelan, pueden encontrarse noticias muy interesantes: como pueden encontrarse en algunos cuadernos donde se leen notas de interés particular, como créditos, compras, etc., cuyos papeles debieran leerse desde el principio al fin, y así habría de hacerse, si el Estado adquiriese dichos manuscritos, como fuera de desear, con tanto más motivo, cuanto que en él distrito universitario de Zaragoza, por no haberse enseñado lengua árabe en aquella Universidad de un modo estable, no hay quien entienda tales libros, escritos unos en Zaragoza, otros por zaragozanos, y muchos en la misma lengua que hoy se habla en aquel país, y con términos que, aunque españoles, no entenderán con facilidad los españoles que no sean aragoneses.

Si mi humilde palabra hubiera de llegar al Excmo. Sr. Ministro de Fomento, yo lo recomendaría que crease en Zaragoza una cátedra de lengua árabe, para que, cuando se repita el hallazgo de monumentos de esta ú otra clase, pero árabes, no se repita el triste espectáculo de haber de esperar á que vaya uno de fuera, que pueda satisfacer la legítima curiosidad de sabor algo de su contenido: yo me atrevería á asegurar que en Zaragoza había de dar buenos resultados la enseñanza de esta asignatura, y que hoy, además de los jóvenes de aquella Universidad, se dedicarían á este estudio personas de alta representación en la cátedra, en el foro y en la administración.

Ya que tenemos la suerte de que se halle entre nosotros el Excmo. Sr. Director general de Instrucción pública, me atrevo á suplicarle que transmita al Excmo. Sr. Ministro de Fomento, apoyándolos con su valiosa influencia, mis votos, que creo serán también los de la Academia, en la seguridad de que con esto prestará un señalado servicio á la enseñanza, cuya superior dirección le está encomendada y á los estudios históricos, que constituyen la vida de esta Academia.

FRANCISCO CODERA.

Madrid 3 de Octubre de 1884.