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ArribaAbajoIV. Antigüedades prehistóricas de Gayangos

Antolín Sáinz de Baranda


Al Norte de la provincia de Burgos, partido judicial de Villarcayo, en la carretera que conduce á Bilbao, legua y media de la villa de Medina de Pomar, y otro tanto de Espinosa de los Monteros, se encuentra el hermoso establecimiento balneario, minero-medicinal denominado Fuente-Santa de Gayangos, recostado sobre una pequeña colina dentro de la antigua merindad de Montija. Divísase desde él un frondoso y dilatado valle, sembrado de caprichosos y diseminados pueblos que parecen caseríos, distinguiéndose entre estos los palacios del Sr. D. Buenaventura Rivaherrera, en el pueblo del Rivero, y el del diputado á Cortes que fué por este distrito, D. Teodoro Sainz Rueda en el pueblo de Baranda, distantes un cuarto de hora del establecimiento. La fértil vega poblada de montecitos, en donde abunda la caza, proporciona distracción á los aficionados, y es causa de que todos los años se vean en el establecimiento alegres y divertidos bilbainos que vienen con solo este objeto.

El establecimiento está cercado de un elegante jardín y hermoso paseo que, sembrado de acacias, pueden los bañistas recorrer libremente todas las horas del día, aun en las de más calor, sin   —216→   ser molestados por los rayos del sol, disfrutando de una agradable temperatura. Sus aguas dan excelentes resultados en la curación del mal de orina, en las erupciones cutáneas, en la mayor parte de las que sufren las membranas mucosas, en los vicios escrofulosos y sifilíticos, en los reumatismos y parálisis. Son claras y diáfanas y de un olor fuerte á huevos podridos. Los gases que desprenden atacan á algunos metales, especialmente la plata. Su temperatura es de 15 á 17º. El edificio, construído en 1835, puede competir con los mejores de su clase, hallándose montado con todos los adelantos modernos, debido á la actividad é inteligencia de su propietario D. Dionisio Garmendia, que no ha omitido sacrificio alguno. Además de la hermosa y elegante galería para los baños, tiene otros departamentos y cuantos aparatos son necesarios para gases, inhalaciones, pulverizaciones, duchas, etc. El establecimiento que se comunica con la galería, consta de dos pisos con magníficos cuartos, sala de recreo, lectura, excelente comedor y piano. El servicio es abundante y esmerado, debido á los señores que se hallan al frente del mismo. Próximo al edificio está el pueblo de Gayangos, de 60 vecinos, que reciben con buen trato, acomodado á todas las fortunas.

Entre las varias curiosidades que tiene este pueblo dignas de visitarse y que me han movido á consignar estas líneas, se hallan cinco lagos ó pozos, de los que uno mide 400 áreas próximamente, y tienen unos cinco metros de profundidad. Sus aguas son claras y trasparentes, sin que aumenten ni disminuyan en verano ni en invierno. No tienen comunicación con río alguno, criándose en ellos abundantes anguilas, sangujas y barbos; estos de dimensiones extraordinarias. Antiguamente hubo una pequeña barca para recreo de los bañistas, pero hubo de sumergirse por las desgracias que ocasionaba á jóvenes intrépidos e inexpertos. Nada se sabe acerca de su origen y formación, ni en los archivos parroquial y del pueblo existe dato alguno, por más que las tradiciones á ellos referentes sean varias, rindiendo la imaginación popular cierto respeto y admiración á estos lagos, no faltando quien afirme que, según tradición, existió en el mismo sitio un pueblo que desapareció sumergiéndose en un   —217→   volcán, resultando después los lagos83. Próximo á ellos, en la montaña del mediodía que da vista á la villa de Medina de Pomar, existió en el siglo XIII el célebre santuario de Nuestra Señora de Antuzanos, que fué destruído el año 1850.

Pero lo que sobre todo llama la atención del arqueólogo y curioso observador, son unos sepulcros descubiertos en la parte del SO. á media legua escasa de dicho establecimiento. Diversas veces había oído hablar de dichos sepulcros, y por si podía adquirir algún conocimiento había registrado las crónicas é historias, especialmente las que se refieren á este país; y ni Florez, ni Berganza, ni Florián, ni Lope García Salazar en sus Buenas andanzas, ni el P. Gabriel Henao, ni otros muchos hacen mención alguna de ellos; solamente Gutierrez Coronel en su obra titulada Independencia del Condado de Castilla, dice «que en tiempo de Amalarico, Rey Godo, siendo Duque de Cantabria don Lupo VI, en el año 552, se dió una batalla contra los cántabros de la montaña alta, legua y media de Espinosa de los Monteros, en donde se hallan sepulcros cubiertos con lápidas.» Cuáles sean estos, á la historia corresponde el manifestarlo; yo por mi parte consignaré cuanto he podido observar en los sepulcros que motivan este escrito.

Entre los comensales, que había en el referido establecimiento en el próximo pasado Julio, excitóse la curiosidad por ver y reconocer lo que encerraba ese recuerdo histórico; y al efecto formóse una expedición, compuesta del Dr. D. Mariano Viejo, Médico Director del establecimiento, de dos caballeros de la provincia de Santander, de un joven de Valmaseda, cuyos nombres siento no recordar, y del presbítero que suscribe y á cuya excitación debíase la principal parte de esta excursión, poniéndose en movimiento en la mañana del día 3 del referido mes.

Siguiendo la carretera que pasando por la puerta del establecimiento balneario se dirige á Villarcayo, cabeza del partido judicial,   —218→   después de llegar al puente de Arroyón, tomando el primer camino vecinal á la derecha, se avanza por un profundo valle, formado por dos grandes montañas de más de 1.400 piés de elevación, que aparecen á derecha é izquierda del espectador y que separan las merindades de Montija á la derecha y Castilla la Vieja á la izquierda. Nada se oye en esta solitaria mansión, si no es el canto del mirlo, buho y otras muchas aves. En la falda de las referidas montañas, y separado completamente de sus respectivas bases más de 300 piés, se encuentra un enorme peñasco que parece castillo moruno, centinela que vela por los que algún día habitaron en él, conocido en el país con el nombre de Sepulcros de Gayangos. Nada más pobre que esta fortaleza, pues tal nombre merece; nada más triste que habitar en ella; y no obstante, nada más cierto, que en ella vivieron seres humanos y por bastante tiempo. Este monumento le constituye un enorme promontorio de peña viva, que mide próximamente 400 piés de elevación por 1.300 de longitud. Se halla cortado por todos lados casi perpendicularmente, por lo que se hace muy difícil la ascensión. Los lienzos del peñasco se hallan en muchas partes cubiertos de musgo, hierbas, zarzales y alguno que otro arbusto que nace entre sus grietas. En la dificultad de subir, preparáronse las escalas y sogas que se habían llevado al efecto, y sujetadas estas á los distintos arbustos que nacen del peñasco, logramos llegar al sitio más bajo del promontorio que es como una plataforma, sitio donde se hallan los sepulcros en número de más de treinta. Estos aparecen abiertos en la roca con tal perfección, que aparecen con toda exactitud las formas del cuerpo humano que en él descansa; tal es el óvalo exacto de la cabeza, ensanchando después lo necesario para los hombros, y continuando en disminución hasta sus extremidades. Todos los sepulcros se hallan cubiertos con su lápida, que ajusta exactamente á los mismos, en virtud de una media canal abierta en los bordes. Los cadáveres están colocados en su posición natural y ordinaria, mirando todos al Oriente, y miden siete, cinco, tres y medio piés de largo. Descubriéronse tres, y se encontraron los esqueletos enteros y en su perfecto estado. Reconocidos estos por el Doctor, Médico Director del establecimiento, llamó mucho su atención   —219→   tanto el ángulo facial como el occipital, pero muy especialmente su dentadura, que además de conservarse íntegra, tenían todos su extremo enteramente plano, como seres que se han alimentado con hierbas para su más fácil trituración. Los cadáveres fueron recogidos y conservados. Dentro de uno de los sepulcros se halló un ladrillo que al cavar, fué partido, lo que advertido por el Presbítero que suscribe, fué recogido parte de él y en él se leen algunos signos que no pudieron descifrarse; la otra mitad no pudo hallarse por más diligencias que se practicaron, lo que, á no dudarlo, hubiera dado mucha luz, pues los signos continuaban en él; el ladrillo, tanto en su exterior como interiormente, demuestran una perfección en este arte.

Deseábamos continuar nuestras investigaciones y ascenso á la cumbre del peñasco; pero siendo muy difícil por su pendiente y hallarse esta tapizada de hierba, hubo de cavarse, y se encontró debajo del musgo y maleza, abierta en la misma pella, con toda perfección, una escalinata que parecían asientos, los que con facilidad nos condujeron á la cumbre. Esta es una plaza pequeña, perfectamente circular, abierta en la misma peña, con sus asientos en la circunferencia y su barbacana, de media vara de altura para impedir un desprendimiento; sitio donde debía tener sus coloquios y reuniones la familia ó tribu que lo habitaba, y que dominando todo el promontorio, ofrece un aspecto maravilloso y al propio tiempo imponente al dirigir la vista á lo profundo del valle. Esta plaza mide veinte piés de diámetro.

Avanzando en nuestras exploraciones pasamos no sin gran dificultad á la otra cúspide del promontorio. Esta y la que la sigue, debían ser las habitaciones ó viviendas, pues en ellas se observa otra pequeña plaza, especie de cocina, trozos como de bancos, graderías, estantes y tantos otros heterogéneos indicios, que aun el más ignorante podría formarse un juicio seguro de haber estado habitado. Desde una cumbre á otra se ven abiertos en la misma peña varios zócalos, donde se colocaban las vigas que horizontalmente cubrían estas viviendas. Más adelante, en la cúspide postrera sobredicha se encuentra un pozo como de dos metros de profundidad, el cual debía comunicarse (no se hizo excavación en él) con la cueva que se descubre en la base del   —220→   peñasco; y aunque hoy está casi cegada, antiguamente se internaba mucho más, según afirman los habitantes del país; senderos ó graderías antiquísimas, hoy impracticables, se muestran por este lado, abiertas en el mismo peñasco. Tal es, en resumen, el sitio donde se encuentran los sepulcros.

Muchas y muy diversas son las opiniones que á su origen se refieren, siendo muy fácil la credulidad popular, tan dada siempre á lo maravilloso. Aseguran unos que traen su origen de la dominación goda, otros que fué habitado por los árabes, no faltando quien asegure que á manera de subterráneos ó catacumbas, fué lugar donde algunos cristianos se refugiaron en tiempo de persecución y sepultaban sus mártires. Pero todas estas opiniones desaparecen con solo tener presente que las distintas naciones que vinieron á España de griegos, cartagineses, romanos, godos y árabes, jamás penetraron y menos hicieron mansión en este país, ni en él se encuentra vestigio alguno de su dominación. Además, estas naciones no solo imponían á sus dominados sus usos y costumbres, sino también sus creencias gentílicas, y de aquí las persecuciones y martirios que sufrían muchos de los cristianos en el territorio de que se apoderaban, como nos refiere la historia, y en todo este territorio hasta el mar Cantábrico, que dista 17 leguas, jamás se hace mención de estas persecuciones, creyendo más probable el sentir de los que aseguran que la familia ó tribu que habitó este promontorio pudo ser alguna de nuestros pobladores. Algunos historiadores opinaron que los primeros habitantes de nuestra nación fueron Túbal y sus descendientes, que penetrando por el septentrión se extendieron por toda la costa del mar Cantábrico; que multiplicándose prodigiosamente, y no siendo suficiente el territorio en que primero se habían establecido, ni sus frutos y pastos para alimentarse, ni á sus ganados, fué necesario que se extendiesen á otros territorios, llevando cada tribu ó padre de familia, á sus hijos y sus respectivas partes de ganado, poblando otro nuevo país que descubrían, bien sea de los ríos ó montes, esto es, de algún objeto estable ó permanente, ó el nombre del jefe de la tribu ó padre de la misma.

Sea cual fuere el origen de estos sepulcros y fortificaciones, demuestran lo mucho que importa el cultivo de los estudios prehistóricos,   —221→   base de una verdadera ciencia arqueológica, por cuanto tienden á demostrar un estado poco ó nada conocido, que sin duda ilustrarán mayores exploraciones.

Segovia 29 de Agosto de 1886.

ANTOLÍN SÁINZ DE BARANDA,
Presbítero.