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ArribaAbajoII. Sarcófago cristiano de Écija

Fidel Fita


Á los datos y monumentos cristianos de la antigua diócesis de Astigi, ya conocidos133, viene á juntarse hoy el sarcófago, notable por más de un título, cuya fotografía acaba de enviarme, para ofrecerla en su nombre á esta Real Academia, el Excelentísimo Sr. D. Francisco María Tubino, egregio socio de número de la de Bellas Artes de San Fernando. El cual, en atenta carta, donde me hace tan honroso encargo134, escribe-:

«Mide este precioso monumento, en piedra calcárea, 2,17 metros de longitud, 0,60 de ancho y 0,74 de alto. Fué desenterrado á una profundidad de 5 á 6 metros, al hacerse la excavación para los cimientos de una capilla, que se quiere construir, adosada á la pared Norte de la parroquia de Santa Cruz.

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Reconocido el sitio por mí, como presidente de la subcomisión, que con tal fin se trasladó á Écija, por acuerdo de esta Comisión de Monumentos históricos y artísticos de Sevilla, entiendo que hubo una cripta en el punto donde yacía el sarcófago. Demás de esto, creo reconocer en los costados de la excavación tres niveles sobrepuestos: uno primitivo cristiano del siglo IV al VI; otro medio, románico (siglo X ú XI), y otro mozárabe ó mudejar, del que aun queda un magnífico arco.»

Hasta aquí el Sr. Tubino.

Desgraciadamente no ha parecido la tapa del sarcófago cuya longitud, de más de dos metros, hace suponer desde luego que alojó los restos de un difunto, llegado al desarrollo máximo de la estatura. El sepulcro se encontró vacío. Su faz escultórica representa la dulce figura del Buen Pastor, que tiene á su derecha, la de Abrahán disponiéndose á inmolar á su hijo Isaac, y á su izquierda la de Daniel en el lago de los leones. Cuatro inscripciones griegas, en cartelones cuadriláteros sobre las cabezas de los distintos personajes, expresan sus nombres: imagen (Abrahán), imagen (Isaac), imagen (El buen Pastor), imagen (Daniel). Viste Daniel la túnica militar manicata y la clámide, distintivas del alto cargo que ejercía cuando por orden de Darío fué arrojado en pasto á leones hambrientos. El ademán y expresión del profeta es la del momento en que, librado milagrosamente, está hablando con el rey135. Significa la sepultura y resurrección de Cristo; así como el sacrificio del Redentor, obediente á su eterno Padre hasta la muerte, y muerto de cruz136, había sido representado por el de Isaac:


«Qui cum immolandus aram et ensem cerneret
Ultro sacranti colla praebuerit, seni.»



El escultor Astigitano tradujo hermosamente esta idea de Prudencio137. La pira ardiendo sobre enriscada peña separa al anciano

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SARCÓFAGO CRISTIANO DE ÉCIJA.

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Abrahán de su hijo amado. Este, atadas las manos á la espalda, inclina su frente con humildad y mansedumbre, aguardando el fiero golpe del cuchillo paterno. Detrás de Abrahán se adelanta, cogido por las astas al tronco de un arbolillo, el carnero imagen, que había de sustituir á Isaac en la pira del holocausto. La forma del arbusto se asemeja á la del chaparro ó jabino, y no desdice de la significada por imagen (sebak) en el texto bíblico138. Frecuentes son estas composiciones en los antiguos monumentos del arte cristiano139; y no lo es menos la del Buen Pastor, que en el sarcófago de Ecija se figura imberbe, gastando abarcas, terciado el zurrón sobre la túnica esómide, llevando sobre sus hombros la res descarriada, cuyas patas delanteras sujeta con la mano derecha, y las traseras con la izquierda, que empuña juntamente el corvo cayado. Su inscripción imagen, al paso que manifiesta la pronunciación vulgar del diptongo griego imagen, descubre la raíz gramatical y significación de Pimenius, nombre que tuvo140 el obispo que rigió la diócesis de Medina Sidonia á mediados del siglo VII. Equivale al latín Pastorius.

Raros ó muy contados andan los epígrafes griegos que se han recogido pertenecientes á la antigua cristiandad de nuestra península. Tres en Mérida, dos en Cartagena y dos en Tortosa reseña la obra de Hübner141.

El arte escultórico y paleográfico se avienen, á mi entender, con el simbólico-religioso para colocar el sarcófago presente en la cuarta centuria, ó á más tardar en la quinta.

Sin duda sirvió de sepulcro á los restos mortales de algún personaje ilustre. Cabe imaginar fuese alguno de los obispos, cuyos nombres se ignoran, antecesores de Gaudencio, que floreció á mediados del siglo VI142. Y quizá no falte quien piense en el sepulcro del mártir San Crispín, primer obispo de Écija, de cuya conservación y situación da testimonio, así el antiguo breviario   —271→   mozárabe143, como el calendario escrito por Recemundo, obispo de Ilíberis, á mediados de la centuria X. Recemundo escribió sobre el día 20 de Noviembre144:

«In ipso (die) est christianis festum Crispini, sepulti in monasterio, quod est in sinistro civitatis Astige.»



En la región boreal ó izquierda imagen de la ciudad está, con efecto, la iglesia antiquísima donde se ha mostrado el sarcófago. Su nombre de iglesia mayor de Santa Cruz de Jerusalén145 bien parece indicar el emplazamiento de la catedral antiquísima. Su claustra canonical era monasterio á mediados del siglo X, porque sin duda estaría sujeta, como casi todas las demás de España en aquel tiempo, á la regla de San Agustín. En el epitafio de su obispo D. Martín, fallecido á 13 de Mayo del año 931, se lee146:


Qui Christo famulans petiit vitam adulescens
Monasticam, pollensque regulariter egit,
Astigitanam episcopii rexit in arce
Ecclesiam, ad heroas latus est.



Por otro lado, las tres escenas escultóricas del sarcófago se acomodan perfectamente á la representación de aquella heróica fortaleza que tuvo el santo obispo Crispín y canta el himno mozárabe:



   «Omnipotentis Dei vera gratia
Tantam Crispino tribuit constantiam,
Ut carcer, poenae, flagra, vel incendia,
Nec, sitis corpus, famesque commaculent,
Ejusque fidem violare poterant.

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    Laetusque miles cum coelum aspiceret,
Parata cervix gladium suscipiens
Suoque fuso dedicata sanguine,
Sepulcro corpus humatum reconditur
Astigitanaeque urbi reconditur.»



En esta segunda quintilla no parece sino que se ve el denodado campeón de Cristo alzar al cielo sus manos como Daniel, y rendir como Isaac su cerviz al acero. Elegantemente la vertió al castellano el P. Martín de Roa147:


   «Antes, los ojos en el cielo puestos,
El soldado de Cristo, i alentado
Con su favor, desnudo espuso el cuello
Al fiero golpe del cruel cuchillo;
Hasta que, envuelto en su preciosa sangre,
Ecija le ofreció sepulcro honroso.»



La circunstancia de haberse hallado vacío el sarcófago, y en sitio tan preferente, arguye haberse trasladado á otro paraje oculto su contenido. Esto me hace acordar de la noticia que da el P. Martín de Roa, y hay que tener en cuenta para mayores exploraciones. Dice148 «que abriendo zanjas estos años pasados149 para su Iglesia los Padres Carmelitas descalços, se halló en ellas una caja de plomo, larga una vara i quarta, llena de güesos150, y con ellos un cuchillo, una bujeta ó redomilla de plomo, esculpido en ella un cordero y el rostro de Christo, que dió ocasión á pensar si fuessen las reliquias del glorioso San Crispino; á que pudiera dar luz un ladrillo, que juntamente se halló escrito, y no pudo leerse porque inconsideradamente lo desbarataron.»

Lo cierto es que las reliquias y el sepulcro del Santo debieron perseverar expuestas á la pública veneración hasta el siglo X por lo menos, como lo testificó Recemundo, obispo de Ilíberis. Dos   —273→   siglos más tarde, cuando estalló la feroz persecución de los Almohades, que refiere el arzobispo D. Rodrigo151, fué preciso poner en cobro el santo cuerpo, y sustraerlo á la profanación que alcanzó á la iglesia en que yacía. El templo, si no fué arruinado, se trocó en mezquita, que devolvió al culto católico San Fernando. Para mayor ilustración no nos vendrían mal buenos calcos de las inscripciones árabes que allí observó el P. Roa152:

«En la iglesia mayor de Santa Cruz, en la pared de la capilla del Baptismo, que sale á la calle, cuyo edificio parece torre de Mezquita, al lado siniestro está otra piedra que declaró un Árabe, como se sigue: Cidifari vivió quarenta años; los veinte primeros fué mui pobre, los otros veinte tan rico que labró una Ermita á la puerta Bibilnad (dizen que es la puente) con gasto de sesenta mil doblas, y dava mil de limosna cada año. Y todos dezían: El mundo se acaba. En otra, al lado derecho, están las letras tan gastadas, que solo pudo leerse: El Alcaide Alhacén Abrahén vivió veinteicinco años.»

Madrid 24 Abril 1886.

FIDEL FITA.