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ArribaAbajoV. Antonio Stoppani -L’Ambra

Antonio María Fabié


Hace algunos años que el Sr. Oppert, al honrarnos con su presencia, leyó en una reunión de esta Academia una curiosa Memoria sobre el comercio del ámbar en tiempo de los asirios. Este asunto, que ofrece un interés especialísimo, porque suministra indicaciones muy importantes sobre los períodos más oscuros de la humanidad, ha sido objeto de varios estudios; y últimamente el Sr. Stoppani ha publicado un libro sobre la materia, que consta de dos partes, de muy distintas dimensiones. La primera, que es la más extensa, trata, como su epígrafe indica, del ámbar en la historia, y la segunda del ámbar en la geología. Parece que debiera invertirse este orden, pues antes de estudiar esa sustancia en sus relaciones con el hombre y su historia, conviene examinarla como cuerpo natural que forma parte del globo que habitamos.

El ámbar ha sido desde la más remota antigüedad objeto de la atención del hombre, y puede decirse que fué una de las primeras materias que empleó para la satisfacción de los instintos sexuales ó de las necesidades estéticas, que son el fundamento del lujo en la acepción más lata de la palabra. Apenas vencidas las dificultades que siempre ofrece la subsistencia material, esto es, la alimentación para conservar el organismo y la manera de sustraerlo á las inclemencias del medio ambiente, sin duda para satisfacer sus instintos estéticos el hombre procuró embellecerse, y con este objeto, ya que no podía ostentar los matizados colores   —450→   de las aves, ni la brillante vestidura que la naturaleza da á muchos mamíferos, empleó su inteligencia en buscar adornos artificiales, ya pintando su propio cuerpo con diferentes materias, ya empleando adornos de diversas clases, plumas, piedras y otros objetos apropiados al caso por el brillo de sus colores, por su transparencia ó por otras circunstancias que atraían los sentidosde sus semejantes. Ofrece el ámbar estas propiedades por su color, aunque vario, siempre agradable, por su transparencia, por su relativa rareza, por la facilidad con que puede dársele distintas formas, y hasta por los caracteres excepcionales que tiene. En efecto, el ámbar es una sustancia que se presenta como un cuerpo mineral, y al propio tiempo posee las cualidades de una materia de origen orgánico; además, la propiedad de atraer cuerpos ligeros, por lo fácilmente que se desarrolla en él la electricidad, debió desde luego llamar la atención del hombre por su carácter extraordinario y misterioso.

Sábese hoy que el ámbar existe en muy diversas partes de nuestro globo; pero en la antigüedad casi todo él procedía de las orillas del Báltico, y los habitantes de aquellos parajes lo recogían entre los despojos que dejaba el mar después de la agitación que producían en sus aguas las tempestades. Esta circunstancia dió lugar á muy diversas hipótesis sobre su naturaleza y origen pero hoy la ciencia geológica ha demostrado que el ámbar procede de ciertas plantas que formaban los bosques del período terciario, y por lo tanto es una resina fósil, como lo prueban sus caracteres químicos y lo confirma la existencia de animales, principalmente insectos, aprisionados en la sustancia de muchos grumos de ámbar. Respecto de los animales que se encuentran en el ámbar del Báltico, es de notar que hasta ahora, y sin que la enumeración pueda tenerse por aproximada, se han descubierto, además de vestigios de mamíferos y aves (pelos y plumas), 856 especies de articulados, comprendidas en 330 géneros, y divididas en 2.500 individuos, estudiados por Berendt y por Lœw, de cuyas series la mayor parte no tienen hoy representantes vivos en la tierra. La disposición de esta en la época del ámbar, por lo que respecta especialmente á Europa, es asunto de mayor interés. Supónese con gran fundamento en primer lugar, que la temperatura   —451→   de nuestro globo era entonces más igual en sus diferentes zonas, y por tanto más elevada que hoy en las regiones árticas; con lo cual se explica su existencia en los terrenos que ocupaban los que hoy forman las orillas del Báltico, de grandes bosques compuestos de especies vegetales que ahora no pueden vivir en aquellas zonas. Meng enumera en la obra que escribió sobre este asunto 170 especies vegetales, entre las que 39 pertenecen á las coníferas, algunas á las lauríneas, y otras son afines á la canela y al alcanfor.

El terreno ambarífero por excelencia es la península llamada Sandland, explorada y descrita minuciosamente por los geólogos, que se extiende entre Memel y Danzik, abarcando desde Kœnigsberg hasta el Báltico, y que tiene 20 millas geográficas de largo y 14 de ancho. En esta península se explota el ámbar por medio de excavaciones desde hace algún tiempo, porque bajo su superficie, formada por el terreno diluvial, se encuentra el terreno terciario, que después de su formación estaba cubierto de grandes bosques y surcado de corrientes de agua que iban á desembocar en el mar de que es residuo el Báltico, y que en aquella época se extendía mucho más por la región ártica del globo. Los fenómenos meteorológicos arrastraban los árboles desarraigados, formando grandes depósitos, análogos á los que todavía se ven en algunas regiones de América, y allí se convertían en masas de lignito, quedando esparcidos en el terreno los grumos de resinas producidas por algunos de esos árboles, y estas resinas son el ámbar. El Báltico, socavando los terrenos que forman principalmente su orilla meridional, arroja á la playa, entre otros cuerpos, esos grumos de ámbar que, por su poco peso específico, son fácilmente suspendidos por el agua agitada, y desde la más remota antigüedad los habitantes de aquella región los han recogido y recogen para sus usos y para entregarlos al comercio.

La parte más interesante del libro del Sr. Stoppani es la que trata del aspecto histórico del ámbar, pues con este motivo hace un estudio de las edades llamadas prehistóricas, especialmente en la península italiana, fijándose con particularidad en la época llamada de bronce, porque en ella aparece el ámbar. En efecto, ni entre los vestigios que restan de la edad de la piedra tallada, ni   —452→   en los de la piedra pulimentada, se encuentran, como no sea accidentalmente, objetos de ámbar elaborados por el hombre; aunque, como se sabe, en el último periodo de la edad neolítica, la civilización había alcanzado notable desarrollo, de que son indicios evidentes los restos de las llamadas ciudades lacustres.

Algunos creen que es aún más moderno el empleo del ámbar, sobre todo en las regiones meridionales de Europa; y el Sr. Pigorini defendió en el Congreso celebrado en Stokolmo en 1874 que el ámbar no se trabajó sino en la época de hierro; pero después en vista de hechos evidentes abandonó esta opinión, y hoy, como sostiene el Sr. Stoppani, no puede menos de admitirse que el ámbar aparece en la época del bronce, y se encuentra con mayor abundancia donde la industria de este metal está más desarrollada y perfecta; siendo de notar que en las regiones meridionales es más abundante el ámbar coincidiendo con el bronce y hacia el Norte coincidiendo con el hierro, resultando de estos hechos, como lo más probable, que el ámbar comienza á usarse en la época del bronce y se desarrolla su uso en el período de transición entre el bronce y el hierro, indicando una corriente de civilización del Sur al Norte, pues aparece trabajado como objeto de adorno en Italia en la época del bronce, luego en los Alpes, y más tarde en Dinamarca, donde no se encuentra sino acompañando al hierro, que, como se sabe también, fué extendiéndose del Sur al Norte, no llegando á estas regiones sino cuando en el Sur había pasado el período ó edad del bronce.

Para determinar con la posible exactitud el pueblo ó la raza, que introdujo el ámbar en los usos de la vida, el Sr. Stoppani dedica una gran parte de su obra al estudio de los antiguos pobladores de Italia. Existen en diversas regiones de esta península como en otras de Europa, hachas y otros objetos de piedra tallada, y el Sr. Pigorini llama aborígenes á los que produjeron estos objetos. Al mismo tiempo en las llanuras de la Emilia el Abate Cayetano Chierici descubrió otros vestigios de antiquísimas poblaciones, que consistían en espacios circulares cavados en el terreno, donde se encontraban cenizas, y aun carbones y objetos de piedra de los llamados arqueolíticos, á cuyos espacios denominó fondos de Cabañas, que se hallan alineados en los ribazos, á   —453→   cuyo pie corrieron ríos que hoy se ven á algunas millas de distancia. El Sr. Pigorini opina que esta población no debe confundirse con las que él llama indígenas, que habitaron en Val-Salbia en la provincia de Brescia, suponiendo que los habitantes de las cabañas, descubiertas por Chierici sucedieron á los indígenas, y son los lígures, gentes que partiendo del Oriente, penetraron en Europa y se extendieron desde la Sicilia y de la península ibérica hasta el mar del Norte. Aunque Pigorini afirma que los objetos encontrados en los fondos de cabañas son muy diversos de los de la edad del reno, y de los que se ven en las faldas italianas de los Alpes, el Sr. Stoppani observa que aquellos son aún más groseros y primitivos, y que por tanto no hay razón para suponerlos posteriores. Partiendo de estos hechos, y teniendo en cuenta la cronología, que llama clásica, para armonizarla con los datos de la prehistoria, opina Stoppani que de la Bactriana y Sogdiana partieron cuatro grandes emigraciones, procedentes del tronco ariano, que llegaron por diversos caminos á Europa: primero, los Celtas por el mar Negro y el Danubio extendiéndose hasta las Galias y la Bretaña; después los Germanos que, siguiendo las orillas del Rhin, llegaron al Báltico y á la Escandinavia; luego, los Lituanios Slavos, que se extienderon por Rusia, Lituania, Bohemia, Iliria, Servia y Montenegro; y el último y cuarto grupo, formado por los ario-pelasgos, que partiendo del Asia central al mismo tiempo que los celtas, pasan luego por tierra de Grecia á Italia atravesando la Italia, entrando por los Alpes y finalmente siguiendo el valle del Po llegaron á las regiones centrales y meridionales del Apenino. Estas incursiones no se verificaron de una vez, sino sucesivamente, entrando en Italia primero los Aborígenes, que se establecieron en los valles alpinos y subalpinos, les siguieron los Umbrios, que ocuparon la costa oriental de la Península, llegando por último los Latinos que invadieron la occidental ocupando el Lacio y tal vez la Campania.

El Sr. Stoppani cree que los aborígenes fueron los habitantes de las cavernas alpinas y de las cabañas sub-apeninas; y por tanto que procedían del tronco ariano los hombres que pertenecían en Italia al período arqueolítico, opinión que no parece muy   —454→   conforme con los datos hasta ahora conocidos de otras regiones, según las cuales el hombre paleolítico era de razas que hoy no habitan en Europa y que parecen más cercanas á las que tienen representantes contemporáneos en el centro de Africa, en la tierra del Fuego y en las islas de la Polinesia. Por otra parte, los estudios filológicos demuestran que cuando empezaron los éxodos, ó emigraciones de la raza ariana, poseía esta una lengua de que se encuentran vestigios en todas las que hablan los pueblos que de ella proceden, lengua que es indicio de una civilización mucho más adelantada que lo que indican los groseros instrumentos arqueolíticos.

Aunque la existencia de los celtas en Italia, especialmente en la región transpadana, es un hecho evidente, el Sr. Stoppani no se ocupa de ellos, y presta particular atención á los Pelasgos; según su opinión, aun que la da solo como una de tantas hipótesis relativas al origen de este pueblo, supone que bajo el nombre de Pelasgos se comprenden diversos grupos, y tal vez hasta diferentes razas de hombres que se esparcieron por la tierra, separándose de aquella de que fué cabeza Heber, rama fecunda y robusta de la estirpe semítica. De todas suertes, parece conforme á los datos de la historia sagrada y profana y á los descubrimientos modernos, que los Pelasgos precedieron á los Helenos en las inmigraciones hacia el Occidente.

Por otra parte, la existencia de ciudades lacustres en los lagos de Italia ha suscitado diversas hipótesis acerca de los hombres que las formaron y poblaron; el Sr. Pigorini opina que pertenecen á la época neolítica y que la civilización á que llegaron fué debida á la fusión de los primitivos habitantes de Italia que él llama indígenas y lígures; pero el Sr. Stoppani observa con razón que los palafitos existen no solo en Italia sino en otras regiones de Europa y de otros continentes; lo cual indica que su construcción obedeció á necesidades locales y no fué precisamente inventada por una sola raza; pero los palafitos italianos ofrecen la particularidad de que se han encontrado en alguno de ellos objetos de bronce, principalmente anzuelos, y por tanto los más modernos marcan una transición de la edad neolítica á la del bronce, que explica Stoppani suponiendo que al final de aquella tuvo lugar una   —455→   emigración, procedente del Mediodía, y de la media y baja Italia, de hombres que tenían una civilización mucho más adelantada que los primitivos habitantes de Italia; lo cual prueba, porque en los palafitos del lado de allá de los Alpes no se encuentran objetos de bronce y se confirma por los sepulcros descubiertos por el abate Chierici en las provincias de Brescia, de Módena y de Roma, en donde en medio de los objetos de piedra pulimentada se encuentran algunos de bronce. A esta época dió el abate Chierici el nombre de eneo-lítica para indicar el tránsito á la del bronce, de que se encuentran ya muchos objetos en uno de los palafitos del lago de Garda, de los que hay dos muy notables, uno al pié de la misma fortaleza de Verona y otro en el origen del Mincio, aunque este es mucho más antiguo.

Á la misma época y á la misma civilización que estos palafitos pertenecen los terramare de la Emilia, los cuales son montones de tierra en que se encuentran huesos de animales domésticos, objetos de cerámica, aunque groseros, ya con las asas lunares características, é instrumentos de bronce. La civilización á que pertenecen estos vestigios, es debida á una invasión ó inmigración marítima de pueblos procedentes del Asia, según la opinión de Stoppani, distinta en esto de la de Pigorini, y los que la componían se establecieron en las faldas del Apenino. Stoppani se inclina á creer que esta raza que llama subapenina es la que constituyó el imperio pelásgico, que poseía una civilización mucho más adelantada que la de los Aborígenes y los Umbrios. Esta civilización subapenina se extendió gradualmente por Italia, y con ella el uso del bronce, que se hace luego general en Europa. En los terramare, especialmente en el de Castione dei Marchessi, se encuentran ya los primeros vestigios del ámbar; pero su presencia debe considerarse como accidental y ocasionada por el contacto de los habitantes de los palafitos con los individuos de la raza subalpina, llegados mucho después que aquellos á la península y por la vía marítima. De todas maneras, el Sr. Stoppani cree que el desarrollo del uso y del comercio del ámbar caracteriza una civilización más moderna y expansiva que empezó cuando ya el empleo del bronce era muy general, civilización que llama época etrusca y que se extiende hasta los orígenes de Roma.

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La civilización etrusca ha sido objeto desde la antigüedad de especial atención, y mucho más en los tiempos modernos, porque, en efecto, los vestigios que de ella quedan dan idea de un adelanto considerable en las diversas esferas de la actividad humana, y porque además adquirió una considerable extensión, que no se contuvo en los límites de la península italiana, y parece que sirvió de preparación al gran movimiento romano, que, como se sabe, difundió los adelantos alcanzados por la humanidad á todos los pueblos de Occidente. En nuestros días han tratado especialmente de la civilización etrusca los italianos Chierini y Pigorini, y los alemanes Strobel, Melbig y Unsteed, y sobre sus opiniones, datos y noticias, ha fundado su teoría Stoppani. Todos convienen en que la época etrusca puede considerarse dividida en tres períodos, caracterizado el más antiguo por los sepulcros en forma de pozo; el segundo por los que la tienen de simples tumbas ó cajas de piedra en que se encerraban los cadáveres; y el tercero por las cámaras sepulcrales ó hipogeos. Stoppani, de acuerdo con los referidos arqueólogos, cree que estos tres períodos forman una verdadera serie y constituyen un progreso de cultura; pero afirma que se comprendieron en ella diferentes pueblos originarios de diversas emigraciones, como ha sucedido y sucede en las modernas colonias de América y de Australia, compuestas en proporciones diferentes de individuos originarios de diversas naciones de Europa. En opinión de Stoppani, este movimiento civilizador provino de un pueblo que llegó á Italia por sus costas, al que denomina pelasgo tirreno; y fijando la cronología de esta civilización, no contradice Stoppani á Melbig, quien supone que los etruscos llegaron á Italia en el siglo X, ó todo lo más en el XI, antes de Jesucristo, y que las sepulturas de pozo pertenecen al siglo VII.

Es cosa por todos los arqueólogos admitida, y comprobada por multitud de datos, que los fenicios y los helenos visitaron durante esta época las orillas del mar Tirreno, y aun se establecieron en ellas, y por tanto no se puede negar que influyeron poderosamente en la civilización etrusca; pero esta adquirió un carácter propio que puede llamarse nacional, y sin duda fué la primera que alcanzó en Italia un alto grado de desarrollo. La fabricación   —457→   de objetos de bronce y su difusión por diversos puntos de Europa es una de las particularidades que la caracteriza, y por tanto ha sido objeto de especial estudio determinar el origen de los dos metales que forman esta aleación tan importante. El cobre abunda en Italia, y no puede dudarse de que los etruscos, y aun pueblos más antiguos habitantes en la península, lo explotaban; pero se creía generalmente que no existía en esta región el estaño, y por lo tanto los arqueólogos aseguraban que los etruscos adquirieron este metal por conducto de los fenicios, pueblo dedicado en aquella época á la navegación y al comercio; en nuestros días, no más lejos que 1875, Mr. Charlon descubrió en la misma Etruria antiquísimas minas, una llamada de las cien camarillas, de bióxido de estaño, que ya en 1877 produjo 21 toneladas de este mineral, y se extrajeron hasta 63 de otras inmediatas; de donde resulta que los etruscos poseyeron los dos metales de que se forma el bronce.

Al mismo tiempo que objetos de bronce se encuentran en los sepulcros etruscos y en otros lugares habitados por ellos adornos y figurillas humanas ó de animales hechas con ámbar, habiendo sido esta materia objeto de especial estudio, y siéndolo, como hemos dicho, de la obra del Sr. Stoppani, quien, en vista de los datos y de las opiniones más recientes sobre la materia, afirma que los etruscos trajeron el ámbar, de que hicieron tan abundante uso, de las costas del Báltico, y que fueron ellos los que le suministraban á los fenicios, quienes llevaron esta sustancia al Asia, especialmente á la Palestina, cuando habitaban en ella los cananeos antes de que en tiempo de Salomón se consumara la conquista de aquel país por los hebreos. Funda su opinión en que no hay vestigio ni dato alguno que indique que, los fenicios llegaran con sus navegaciones al mar del Norte, y que, contra lo que opina M. Oppert, es más natural suponer que los fenicios tomaban el ámbar en el puerto de Adria y en otros del mar Adriático que no en Francia, porque en aquellos tiempos este país estaba en gran atraso, y no es verosímil que sus habitantes fueran ni por mar ni por tierra á las orillas del Báltico. El Sr. Capellini sostuvo en el Congreso de Stockolmo que los etruscos pudieron emplear el ámbar, que existe en estado nativo en diferentes regiones   —458→   de Italia, y con alguna abundancia en Sicilia; pero por una parte Stoppani dice que no bastarían estos escasos criaderos para explicar las grandes cantidades de objetos de ámbar que se encuentran en los sepulcros etruscos; y lo que resuelve esta cuestión con entera evidencia es que del análisis del ámbar prehistórico hecho por Helm y Weitz, resulta que contiene ácido succínico en proporciones análogas á las que se encuentran en el ámbar del Báltico, mientras que el de Italia no contiene este ácido; de aquí infiere el Sr. Stoppani con gran verosimilitud que los pueblos de la civilización etrusca sostuvieron por la vía de tierra un activo comercio con los que habitaban las orillas del Báltico, y que cambiaban con estos por su ámbar los objetos de bronce y otros que fabricaban los mismos etruscos; opinión que se confirma por las observaciones del gran arqueólogo danés Worsae, quien afirma que el bronce que se encuentra en las regiones septentrionales de Europa, sigue una corriente del Mediodía al Norte inversa del camino, que según Stoppani llevaban los que conducían el ámbar desde el Báltico hasta las regiones de Italia habitadas por los etruscos.

Tal es, en resumen, la obra de que, me ha parecido curioso é interesante dar esta noticia, porque contiene teorías y datos muy verosímiles acerca de los pueblos prehistóricos de Europa y de sus emigraciones.

Madrid 13 de Mayo de 1887.

ANTONIO MARÍA FABIÉ.