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ArribaAbajoII. Observaciones acerca de las cartas de Amerigo Vespucci

Cesáreo Fernández-Duro


Siempre se ha estimado en España y Portugal que la relación de viajes, profusamente repartida por Europa á principios del siglo XVI con título de Quatuor Americi Vespucii Navigationes, era falsedad notoria, forjada con miras hostiles á la fama de los descubridores del Nuevo Mundo. Ni los defensores ó panegiristas del piloto florentino, Canovai, Bauchin, Waltzemuller; ni los que con más imparcialidad juzgaron la narración como Bartolozzi, Huet, Camús ó Foscarini; ni aquellos que, descubriendo en el impreso errores evidentes de fechas y sucesos ó absurdos en la apreciación, procuraron dar crédito al autor descargando en los editores la responsabilidad de lo que pudiera pasar por errata, aunque tuvieran tan grande autoridad como Varnhagen, Washington Irvin ó el Barón de Humboldt, consiguieron modificar la opinión insistente de los literatos en esta península, conformes en rechazar como impostura, ó superchería indigna, el impreso que había deleitado á tantos lectores.

Desde que fué conocido, Fr. Bartolomé de las Casas el primero lo denunció, siguiéndole cuantos después se han dedicado á la historia de las Indias occidentales, singularmente D. Martín Fernández de Navarrete, que lo hizo objeto de estudios especiales en su grande obra de Viajes y descubrimientos y en la Biblioteca marítima española337 fortaleciendo una apreciación, que ha venido á condensar por último el R. P. Cappa en estas palabras: «Vespucci escribió muchas mentiras y sus comentadores enriquecieron sus obras con muchas más»338.

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De nada parecían servir las frases benévolas que á Vespucci dedicó Pedro Mártir de Angleria, ni las consignadas por Cristóbal Colón recomendándole como «muy hombre de bien y desgraciado, á quien no habían aprovechado sus trabajos.» Olvidando que el rey D. Fernando el Católico le acordó carta de nacionalidad española «por su fidelidad y algunos buenos servicios,» no habían de tenerse más en cuenta apreciaciones de los que, después de todo, eran coterráneos suyos. La idea de que intentara deliberadamente suplantar á los adalides del descubrimiento, y aún más la que ha prevalecido, de dar su nombre á las Indias, bastarían á oscurecer y borrar grandes, grandísimos méritos, si los tuviera, y á tornar antipático ese nombre.

Pues bien, en tal estado la opinión, tras de controversias é indagaciones tan prolijas y repetidas, un trabajo nuevo que el Magistrado del tribunal superior de Justicia de Cincinati Mr. F. Force acaba de remitir á la Academia, encierra bajo el título modesto de Observaciones acerca de las cartas de Amerigo Vespucci339 una demostración, al parecer concluyente, de que el piloto mayor de la casa de contratación fué á las cartas que se le atribuyen tan ajeno como cualquiera de los que amargamente le han tildado de falsía.

Si los fundamentos tienen solidez, resultará que con presencia de las relaciones de viajes de Colón, Ojeda, Vicente Yañez Pinzón, Niño, Coelho y algún otro, tres asociados de buen humor y mejor ingenio forjaron una novela de viajes distintos, logrando, no sólo inmensa popularidad, sino lo que es más raro, que llevara confusión é incertidumbre á los lectores y críticos eminentes en ciencias y letras.

Resultará, digo, que mientras Amerigo Vespucci se ocupaba tranquilamente con Juan Diaz de Solís en formar el padrón de las cartas de marear, corría su nombre por el Mundo Viejo; y el pseudo griego Hylacomylus lo aplicaba al Nuevo Mundo, grabándose   —298→   de seguida en un mapa340 que el más honrado con ello no había de ver, y siendo así, como es cierto, que á favor de la calumnia no hay prescripción, justo y forzoso será que á la memoria de Amerigo se restituya el concepto de hombre verídico y honrado que gozó en vida y que la posteridad le ha venido escatimando.

La Academia estimará los razonamientos del Sr. Force, que muy complacido voy á resumir, aunque recelo pierdan algo de su fuerza en la versión extractada.

Se sabe con certeza que Amerigo Vespucci residió en Sevilla hasta el mes de Febrero de 1496; que regresó á España en Febrero de 1505; y que no volvió á salir de la Península, desempeñando varios cargos, entre ellos el de piloto mayor, hasta el año de 1512 en que murió; de modo que el intervalo trascurrido de 1496 á 1505 es el único en que pudo hacer viajes á las Indias.

Alonso de Ojeda declaró en el pleito, que los herederos de Colón sostenían contra la Corona, que en la expedición emprendida en 1499 le acompañaron «Juan de la Cosa, piloto, Morigo Vespuche e otros pilotos,» y habiéndose reunido varios de estos en la Casa de la Contratación de Sevilla el año de 1515 para determinar la línea divisoria de las posesiones de España y Portugal, dieron testimonio de que Vespucci había visitado el cabo de San Agustín, en el Brasil, entendiéndose lo hizo en armada portuguesa341.

Concisos é incompletos como son los testimonios, constituyen las pruebas conocidas de las navegaciones del florentino; así,   —299→   considerando la una decía Navarrete342. «Esta es la única noticia de que Américo hubiese llegado hallándose en España, y aún se ignora en qué clase ó con qué destino fué embarcado en esta primera expedición de Ojeda.» Respecto á la otra, Pedro Mártir, que tuvo relaciones amistosas con Amerigo y más aún con su sobrino, consignó que el primero había navegado á expensas del rey de Portugal; y Gómara, que escribía cuarenta años más tarde, sentaba también que Vespucci corrió la costa americana hasta los 50º de latitud S. por orden del monarca lusitano. Mas no hay un solo historiador portugués que lo confirme; al contrario, el vizconde de Santarem, investigador minucioso, manifiesta que habiendo registrado los archivos, y en ellos la colección completa de documentos que mandó formar el rey D. Manuel y se conserva intacta, conteniendo muchos despachos dirigidos al papa, á varios soberanos y á los embajadores en las cortes extranjeras, en que se notician los descubrimientos que se iban haciendo, no ha visto mención ni referencia siquiera de Vespucci.

Para saber algo más hay que recurrir á las cartas publicadas con su nombre en varias lenguas y numerosas ediciones, que son dos: la una narrando el que se dice tercer viaje; y la otra comprendiendo los cuatro que se supone emprendió. Ambas merecen seria consideración.

En el concepto externo ó bibliográfico, poco dejarán que desear las noticias dadas en la Bibliotheca Americana Vetustissima de Harrisse y en la admirable disquisición de M. d'Avezac. La dirigida á Laurentio Petri Francisci de Medicis, se imprimió primeramente en Paris por Jean Lambert, precediendo á la edición de Ottmar de 1504. En pocos años se hicieron en Francia otras once y seis en Alemania; todas en latín. Una en italiano, con título de Paesi nuovamente ritrovati, apareció en Vicenza en 1507; multiplicándose después las reproducciones y traducciones. Difieren muchas en la manifestación de la lengua en que estaba escrita la original: cuál dice que en italiano, cuál en portugués, cuál en   —300→   español; mas sea de ello lo que quiera, las impresas, inclusa la de Italia, son evidentemente traducciones del latín, pues el nombre Amerigo Vespucci se ve escrito Alberigo, transformación de la forma latinizada Albericus.

No es menos de observar que mientras las ediciones inundaban, digámoslo así, á Francia, Alemania y algunos Estados del N. de Italia, ni una sola se hacía en Portugal, en España ó en Florencia. Corrían por todas partes menos por aquellas en que residían el autor y sus parientes ó amigos.

Con estos antecedentes es oportuno examinar el contenido de la carta.

Empieza el viajero diciendo que salió por orden y á expensas del rey de Portugal, especie discutida y negada por el vizconde de Santarem, con razones de gran peso343 y poniendo en relieve la ignorancia de los pilotos que andaban sin saber el punto 500 leguas más ó menos, aseguran que se hubieran perdido á no hallarse él presente. Todos lo pudieron advertir; «así los marineros le honraron mucho, convenciéndose de que sin vista de la Carta conocía la ciencia de la navegación mejor que todos los capitanes del globo.»

La arrogancia de la frase; ese arranque de amor propio insultante para la nación que le cobijaba y tenía entre sus marinos á Gama, Cabral, Corterreal, Coelho, Caminha; á los capitanes más expertos y arrojados; á los que doblaron el cabo de Buena Esperanza, se extendieron por la costa de la India y reconocieron la misma del Brasil que el narrador iba á explorar; esa vanidosa jactancia no se compadece con el carácter conocido durante la vida de Vespucci.

Sigue diciendo en la carta que observó unas veinte estrellas de tanto brillo como Vénus ó Júpiter, y que tomando el diámetro y periferia por medidas geométricas, calculó que eran de mayor magnitud. ¿Quién podrá creer que hombre de los conocimientos de Vespucci escribiera semejante desatino?

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En la descripción de esas estrellas en grupo y posición se ayuda por mayor claridad con una figura; y no obstante, nadie ha sido capaz de identificarlas. Humboldt lo intentó con la mejor voluntad y también su amigo el astrónomo Ideler sin dar con ellas. Y ya que de estrellas se trata, ¿se concibe que el navegante que bajaba hasta los 55º de latitud no viera La Cruz del Sur, la más notable, la más hermosa entre las constelaciones del hemisferio Austral, la que han visto y descrito exactamente, como han descrito hasta las nebulosas, tantos otros observadores?

La meteorología de la carta corre parejas. «He visto cosas, dice, que desmienten las doctrinas filosóficas: por dos veces, á la media noche, se ha presentado un iris blanco que todos han visto.» Qué se deba entender por iris blanco, no sabemos, si no era un círculo blanco alrededor de la luna. Humboldt supuso benévolamente que hiciera referencia al arco iris lunar, pero entonces sería pueril la mención.

Pueril es también en verdad el largo párrafo ilustrado con figuras que tiene por objeto la demostración de que estando Lisboa en 39º y ½ de latitud N. y prolongándose el viaje hasta los 55º S., el navegante corrió 90º. Júzguese si en la comunicación de un hombre instruido á otro de los conspicuos de Florencia está justificado el esfuerzo.

Llegando á la descripción de los indígenas, continúa narrando la carta: «la carne humana es un alimento ordinario... se ha visto á un padre comer á sus hijos y mujeres... estuve veintisiete días en una ciudad y vi en las casas carne humana salada colgando de las vigas, como entre nosotros se cuelga el tocino.» Colón y Ojeda entendieron por las señas de los naturales la existencia de una tribu de caníbales; mas estos no se encontraron, y hay por consiguiente seguridad de que Vespucci no presenció banquetes de carne humana, ni la vió colgando del techo de las chozas como los jamones. Vespucci no podía asegurar semejante cosa estando como estaba, reputado por hombre verídico entre los que le conocían344.

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Impresionado el profesor Ringmann, de Estrasburgo, con lectura del pasaje, al ordenar la edición de la carta hecha en 1505, por Hupfuff, escribió á guisa de introducción estos versos de prudente advertencia:


Candide, sincero copias hunc pectore, lector;
Et lege non naso rhinocerontis...



Hasta ahora se ha discutido mucho si Vespucci era ó no deliberado embustero; y en el Examen Critique, obra tan superior por la rectitud del juicio como por la profundidad de la investigación, Humboldt, manteniendo la opinión menos severa, sospechó que la relación hubiera sido adulterada al imprimirla. Pero la paternidad de la carta no ha sido puesta en duda; y sobre este particular debe despertarse la atención, pues si, eliminadas las cartas, pasó en todo lo demás por hombre de juicio y de verdad Amerigo Vespucci, motivo existe para conjeturar que aquellas no sean suyas.

El Sr. Force se inclina á creer que le célèbre humaniste, épigraphiste, architecte et mathématicien véronais Fra Giouanni de Giocondo, al paso que dirigía la fábrica del puente de Notre-Dame y del Petit Pont en Paris, entretuvo los ratos desocupados en escribir esta carta; ficción adaptada al espíritu popular ya dispuesto á recibirla con las nuevas incompletas que llegaban del otro lado del Océano.

Sea lo que quiera, anunciaba esta carta el propósito en el autor de redactar otra que comprendiera los tres viajes hechos, el cuarto que iba á emprender y juntamente un libro de geografía ó cosmografía, tal que legara á la posteridad la memoria del viajero; y en efecto, dos años después, se estampaba en la ciudad de Saint-Dié la famosa Cosmographiae Introductio, acompañada de relación de los cuatro viajes en forma epistolar.

M. d'Avezac vislumbró los orígenes de este librejo al escribir el Martin Hylacomylus Waltzemüller, sus obras y colaboradores, probando que Waltzemüller es autor del tratado de cosmografía tan abundante en alusiones á Amerigo, é iniciador de la propuesta de poner su nombre al nuevo mundo: que el poeta Jean   —303→   Basin tradujo al latín la relación que sigue y que Walter Lud, secretario hereditario del duque de Lorena, facilitó los recursos para la impresión. Ringmann colaboró con los versos puestos en la edición de la carta anterior de Strasburgo y otros nuevos.

La dicha narración ó segunda carta se presta no menos que la otra á observaciones críticas. En el primer viaje -ya lo notó Humboldt- lo sustancial se acerca, aunque confusamente, á la relación del que hizo Ojeda. El año está equivocado; pone 1497 por 1499 pero señala con exactitud la salida del puerto de Cádiz el día 20 de Mayo, el número de bajeles, que eran cuatro, y la recalada en las islas Canarias. Varía después en el punto de llegada al continente, que fija en 16º N., cuando el de Ojeda fué por 3º. Los indígenas están descritos en forma parecida á la de la carta á Médicis, diciendo que apenas comen otra carne que la humana; cuenta la llegada á un pueblo fundado en el agua sobre pilotes, que se llamó Venezuela, y que allí hubo encuentro con los naturales. En un pueblo, 80 leguas más arriba, hallaron gente agradable y hospitalaria que consintió á los viajeros excursión al interior. Esta región se llamaba Paria, estando situada en 20º. Continuaron 870 leguas adelante, empleando trece meses; se detuvieron treinta y siete días á carenar en el puerto más hermoso del mundo. Fueron á la isla de Ity, habitada por gente hostil y terrible; hubo combate en que los españoles tuvieron un muerto y 22 heridos. Entonces dieron la vela con 222 cautivos que vendieron por esclavos, regresando á Cádiz el 15 de Octubre de 1499.

Ojeda, por su parte, notició ante todo la circunstancia de ser el agua del mar casi dulce por la que desembocaban dos grandes ríos; entro en el golfo de Paria; se internó por cabo Codera, siendo los españoles recibidos afablemente; fué al puerto de Chichirichi, donde halló fiera oposición, resultándole un muerto y 22 heridos. Para curarlos entró en puerto cerca de Vela de Coro; permaneciendo veinte días; pasó por la isla de los Gigantes; descubrió población sobre el agua, como Venecia; en tres meses anduvo 600 leguas de costa, y el 30 de Agosto dió la vela en dirección de Haiti, llegando á la bahía de Yaquimo el 5 de Setiembre, con muchos cautivos. Roldán le prendió y retuvo hasta Febrero de 1500, y no pudo volver á Cádiz hasta mediados de Junio.

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Hay, como se ve, puntos de semejanza entre las dos relaciones, pero no son menos de notar las diferencias. En una aparecen los habitantes de Venezuela hostiles, rechazando con la fuerza á los extranjeros, y por la otra son recibidos con afabilidad. En la primera sirve la isla de Ity de teatro á un sangriento choque, mientras Ojeda en Haiti halla establecimiento y autoridad de españoles sin oposición de los pacíficos naturales y tiene combate en el continente. En una se pone la visita de Venezuela al principio del viaje, y en la otra casi al fin. La de Vespucci cuenta la extensión de costa corrida en trece meses por 870 leguas; en la de Ojeda el tiempo es de tres meses y el trayecto de 600 leguas. La vuelta del uno se dice en Octubre de 1499 y la del otro en Junio de 1500.

Aunque se admitiera la suposición de Humboldt de haber dejado Amerigo en Haiti á Ojeda, siguiendo él á España con uno ó más buques, la narración en modo alguno se ajusta al viaje del segundo. Varnhagen desechó semejante idea en el estudio leído en la Sociedad Geográfica de París en 1858, y aceptando las fechas, latitudes y distancias del impreso de Saint-Dié, sostuvo la existencia de un viaje de Vespucci en 1497, aunque se hayan perdido las Memorias, durante el cual hubo de costear la América del Sur, la del Centro, todo el seno mejicano, la Florida y la América del Norte hasta el golfo de San Lorenzo345.

Pasando al examen del segundo viaje se advierten semejanzas con el de Pinzón. Vespucci parece haber salido de Cádiz en Mayo de 1489; pasó á la vista de las Canarias é isla del Fuego y navegando diez y nueve días por el Océano alcanzó tierra por los 5º S., el 27 de Junio. La costa. era baja y el agua del mar estaba endulzada por la corriente de grandes ríos. Dió con una escuadrilla de canoas, capturando una de ellas. Se detuvo á carenar en una bahía, y rescató perlas; después llegó á la isla de los Gigantes; en nueva estación adquirió 117 marcos de perlas; hizo rumbo á la   —305→   isla Antilla «descubierta pocos años antes por Colón»; estuvo en ella dos meses, molestado de continuo por los colonos y regresó á Cádiz el 8 de Setiembre.

Pinzón dió la vela de Palos con 4 buques en Diciembre de 1499; pasó por las Canarias e isla del Fuego; llegó al continente por los 8º S., en 20 de Enero de 1500; desembarcó y tomó posesión de la tierra con las formalidades acostumbradas; observó en el cielo constelaciones nuevas, y en el mar que el agua estaba endulzada por los grandes ríos. Primero avanzó 40 leguas hacia el S.; volvió después al N. pasando las bocas del Amazonas y Orinoco; desembarcó y tuvo combate en que salieron heridos 10 españoles. Costeando Venezuela hizo rumbo á Haiti con escalas en Guadalupe y Puerto-Rico; continuó á las Bahamas donde naufragaron dos de los buques, y llegó á Palos el 30 de Setiembre de 1500.

En la comparación se advierte desde luego que la de detención en la isla Antilla ó sea Haiti, es episodio del viaje de Ojeda, tan claramente expuesto que Varnhagen sostuvo ser este viaje segundo de Vespucci, en realidad, el de Ojeda en 1499. Pero la compra de gran cantidad de perlas, de que se habla, no se hizo en el de Ojeda ni en el de Pinzón, sino en el de Alonso Niño, verificado en Junio de 1499. En esta expedición afortunada ocurrió la captura de una canoa caribe con indios prisioneros, con otros sucesos mezclados en la referida narración. Se ven, pues en esta, materiales extraídos de los tres viajes de Pinzón, Ojeda y Niño, no siendo difícil comprobar que el resto procede de los de Colón.

El relato del tercer viaje, primero en nave portuguesa, es más breve y con mayores extravagancias que en la carta publicada separadamente por anuncio de la Colección. Repite lo de la medida y cálculo de las estrellas notables; que recibió carta y mensaje del rey D. Manuel de Portugal, invitándole á presentarse en Lisboa; que se le hizo entusiasta recepción; que salió, en fin, con armada real. Habiendo demostrado el vizconde de Santarem tan cumplidamente como cabe en prueba negativa, no haber existido carta, ni recepción, ni armada, el cuento parece sencillamente compuesto con la sustitución de los nombres de Vespucci y don Manuel por los de Colón y D. Juan, ateniéndose á lo ocurrido años antes en Lisboa. Ea lo relativo á los indígenas es la carta   —306→   más circunspecta; en el itinerario lata. No conociéndose relación oficial con que compararla, nada acerca de estos puntos hay que decir; mas no ha de pasar inadvertido que expresando por un lado no haberse alargado la navegación más que hasta los 52º de latitud S., en otro dice llegaron el 7 de Abril á un punto en que tuvieron quince horas de noche, y para esto tenían que estar en 72º 30'346.

Del cuarto viaje, término de la narración, no hay que hablar; pues generalmente se reconoce ser trasunto de la expedición de Coelho; con todo, adviértese que este perdió cuatro buques volviendo á Lisboa con los dos restantes, y que según la carta fué Vespucci el que regresó con los salvados, perdiéndose el jefe con los otros; y nótese de paso que ocupando casi la mitad del relato una isla en medio del Océano, que tenía dos leguas de largo y una de ancho, donde ocurrió el desastre, no ha sido factible reconocerla, pues la de Fernando de Noroña, la más parecida, es cuando ménos, ocho veces mayor y se encuentra, relativamente, cerca de América.

Se multiplicarían las observaciones si se descendiera á los pormenores; pero estas bastan á la convicción de no haber escrito Vespucci la relación que se le atribuye, y en otro orden de análisis se verá más claro.

Dos partes separadas tiene la obra: epístola preliminar dirigida á Renato, duque de Lorena, y narración de los cuatro viajes. Esta se dice copia, ó duplicado, de la que se envió al rey D. Fernando: «ad Ferdinandum, Castiliae Regem scriptas, ad te quoque mittam».347 Ciertamente navegó Vespucci con Ojeda en 1499, y es posible lo hiciera también con Pinzón, según el sentir de Humboldt, mas esta mezcla de sucesos é incidentes de navegaciones varias, en fechas imposibles ¿cabe en despacho de oficio? ¿Se   —307→   admitirá por parte de Vespucci en comunicación al Rey la omisión á las señales del paso de Colón por la costa visitada con Ojeda; la redacción, en forma que le hace aparecer como el verdadero descubridor; los descuidos de nombrar á D. Fernando Rey de Castilla, y Antilla á la isla que los españoles conocían por otro, significado?

Vanamente se buscarán en la relación los nombres de los jefes en cada viaje, los de los capitanes de los buques, los de los pilotos ó los de cualquiera otra persona; sólo el de Vespucci está escrito, sin expresar por cierto en qué calidad ó con qué cargo iba. La omisión hizo exclamará Navarrete348: «El no haberse expresado el nombre del comandante de la escuadra ni el de otra alguna persona, puede inducir sospechas de su poca veracidad. No parece sino que se quiso huir de que hubiese citas que evacuar y medios de comprobar lo cierto.» Verdaderamente, la ausencia de esos medios de comprobación, el vague désespérant que Humboldt lamentaba, bien puede tenerse por recurso, si el autor de la narración trataba de evitar el descubrimiento de su ficción; al paso que no cabe imaginar esfuerzo más inocente y vano, siendo carta que Vespucci enviaba al Rey, tratando de expediciones hechas de orden suya.

Si cualquiera persona en España hubiera sabido que el piloto florentino aseguraba haber visto la Tierra firme en 1497, no dejara de comunicarlo á los que intervenían en el pleito de los herederos de Colón. Precisamente el fiscal de la Corona buscaba pruebas con que reducir la extensión de los descubrimientos del Almirante; y ello es que ni los amigos y partidarios de éste, ni los de la parte contraria hicieron mención de esas cartas, que andaban de mano en mano por Francia y Alemania; y de las que, solamente en Saint-Dié, según Varnhagen dice, se hicieron cuatro ediciones el año 1507. Esa completa indiferencia por ellas en España; esa nebulosidad que las rodea, con el cúmulo de las dificultades que quedan anotadas, limitan á una sola solución la del problema. Que Vespucci no fué autor de las cartas.

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Fíjese ahora la atención en otra circunstancia. La ignorancia de los títulos del rey D. Fernando, inadmisible en cualquiera residente en España, se enlaza con la prolija inteligencia de los que pertenecían al duque de Lorena, y aun de sus ascendientes, porque la carta se endereza al rey de Jerusalén y de Sicilia, y hasta la fecha no se ha descubierto diploma con que acreditar que Renato II usara nunca esos dictados.

La familia de Lud, que de generación en generación sirvió la secretaría de los duques de Lorena, quería sin duda, con solicitud leal, que no se olvidara haberlos ostentado Renato I. Grüninger imprimió en Estrasburgo, el año 1507, un tratadito de Speculo Orbis, en que se lee: Inclytissimo Hierusalem et Siciliae Regi, etc., Duci Lothoringiae ac Barn Gualterus Ludd ejusdem a secretis et canonicus Deodatensis sese humiliter commendat; pues en el mismo año apareció en Saint-Dié, domicilio de Walter Lud, y á sus expensas, la Cosmographiae Introductio, conteniendo la relación de los cuatro viajes de Vespucci y dedicatoria en estos términos: Ilustrissimo Renato Iherusalem et Siciliae Regi, duci Lothoringiae ac Barn, Americus Vesputius humillimam reverentiam et debitam recommendationem.

La epístola que saluda á Renato rey -inclytissime Rex- recuerda los tiempos en que él y Vespucci estudiaban juntos, bajo la enseñanza del tío de éste, indicando que la carta va directamente de Vespucci al rey Renato, por conducto del amigo de aquél y criado de éste Benvenutus. Como Renato fué educado en Joinville por su madre Yolanda, y no estuvo en Italia hasta que contaba 29 años de edad349; Lud, Waltzemüler y Jean Basin, triunvirato que preparó y editó la Cosmographiae Introductio, sabía cuando menos, que en esta parte de la obra se faltaba á la verdad, y pues así la presentaba á su señor, certidumbre tendría de ser recibida á título facecioso.

En tal caso, el vague désespérant de Humboldt y la evolución, que indignaba á Navarrete, no procedían de superchería de Vespucci,   —309→   sino de recurso natural de novelista; y hé aquí cómo los versos sugeridos á Ringmann, por la lectura de la primera carta, vinieron á ponerse, ligeramente modificados en la del rey Renato, diciendo:


Candide, sincero volvas hunc pectore, lector;
Et lege non nasum rhinocerontis habens.



El Sr. Force acaba su erudito trabajo con estas palabras:

«La hipótesis que presento no dejará de tener objeciones; pero de todos modos, lo verosímil es que Vespucci no escribió la relación de viajes dedicada al rey Renato.»

Madrid 19 de Febrero de 1886.

CESÁREO FERNÁNDEZ-DURO.