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ArribaAbajoI. Inscripción histórica de Hasta Regia, anterior á la época del Imperio Romano

Emilio Hübner


Á nadie se oculta con cuánta escasez los monumentos de la época republicana de Roma andan esparcidos por Italia y las demás provincias; escasez que mayormente se deja sentir en las dos Espadas. Los que miran con solicitud y procuran con decidido interés el adelanto científico-histórico de la península ibérica no podrán menos de celebrar que á un monumento epigráfico de aquella remota edad, publicad o en el BOLETÍN de la Academia hace dos años y existente en Sagunto28, haya venido á juntarse otro, procedente de la no menos antigua y célebre metrópoli de la Turdetania, Hasta Regia, cuyas ruinas, sitas en la Mesa de Asta, término de Jerez de la Frontera, encierran indudablemente muchas memorias gloriosísimas para la bella región, que describe Avieno29, arrullada por el Océano y el Guadalquivir al otro lado del estrecho Hercúleo:


«Hic ora late sunt sinus Tartessii,
Dictoque ab amne in haec locorum puppibus
Via est diei. Gadir hic est oppidum.»



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Sobre los monumentos sepulcrales, insignes, descubiertos últimamente en Cádiz y publicados en el BOLETÍN con las acertadas interpretaciones del académico Sr. Fita30, el nuevo Hastense tiene la ventaja de su carácter histórico y público, que sus grandes dimensiones desde luego arguyen. Por desgracia no se ha encontrado entero. La parte, cuyo calco poseemos, está escrita sobre tres hondos sillares, que compaginó el Sr. Fita, presentando en su totalidad una superficie, ancha 1m,65, alta 0m,60. Los suplementos del texto epigráfico, que con suma probabilidad, como luego veremos, se pueden idear, importan un desfalco de las dos terceras ó tres cuartas partes del monumento, que faltan por descubrir. Las letras, profundamente grabadas, altas 0m,125, muestran claramente el carácter magnífico, rígido y sencillo á la par, propio de la época republicana, que una vez visto no es posible confundir con el del imperio. No descenderé á tratar de las particularidades paleográficas de la escritura; el monumento merece ser fotograbado y publicado en facsímile.

Lo que de su texto se colige con toda facilidad es lo siguiente:

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Suponiendo, como estos fragmentos lo reclaman, que la inscripción monumental se haya extendido, antes y después de ellos, sobre una porción de sillares, de dimensiones más ó menos parecidas á las de los tres que constituyen la parte que existe, de suerte que esta haya formado el centro del texto, los suplementos se vienen á la mano con toda seguridad; excepción hecha, no obstante, de los nombres individuales, que no se pueden fijar con certidumbre ni señalar sino es por vía de conjetura.

Atrevido arrojo podrá tal vez parecer el que de tan pocas letras como nos quedan, deduzcamos un texto relativamente largo que en el monumento original se contuvo. Sin embargo, pocas reflexiones bastarán para persuadir aun á los más incrédulos, de que   —19→   no queda otro partido por abrazar, y que la deducción es lógica y verdadera.

Las letras del primer renglón descubren ciertamente los nombres de dos individuos. Uno de ellos era un Baebius, familia bien conocida entre las béticas ilustres, como lo atestiguan varios textos epigráficos de Cádiz31 y de otras poblaciones en aquellas comarcas32; y pertenecía á la tribu Ser(gia). Á él seguía el nombre de otro personaje, del cual no queda más que la abreviación del praenomen, T(itus).

Considerado aisladamente, el primer renglón no exige para su complemento inicial más que el praenomen y la primera letra de Baebius. Pero el principio del renglón segundo, simétrico á no dudarlo del primero, requiere, como luego se probará, mucho mayor número de letras. Esto que falta al renglón primero es el nombre de otro personaje; y lo demuestran varias razones del estilo epigráfico romano, tan severo é inflexible, como sencillo, y constante en su aplicación metódica. Sabido es que por norma general al régimen de las colonias presidían los duúmviros, así como los cuatuórviros al de los municipios; pero esto no impide reconocer que á veces, aun dentro de las colonias, como lo fué de seguro Hasta Regia, se nombraba una comisión de tres ó cuatro personas, á quienes incumbía el velar por la construcción ó restauración de las obras públicas: Ahora bien, bajo el supuesto de que no hayan cabido en el primer renglón, sino tres nombres, nos hallaríamos en virtud del remate del segundo renglón con la misma dificultad que hemos expuesto haciéndonos cargo del principio. Falta de consiguiente por suplir al fin del primer renglón un trozo bastante extenso. No se acostumbraba, después de tres nombres individuales, continuar en el mismo renglón la indicación de la divinidad, ó persona, á quien fué dedicado el monumento, ni la del mismo monumento. Semejante indicación se hacía en renglón aparte. El trozo, que falta, incluía de consiguiente la expresión de un cuarto personaje. Esta designación de cuatro personas, lo repetimos, no prueba necesariamente la existencia   —20→   del cuatuorvirado en Hasta, pero se combina también sin dificultad con la calidad de colonia que menciona Plinio, y que, como lo indica el nombre de Regia, arranca de una época anterior á la de Augusto33. Pudieron estos cuatro personajes, tal vez los duúmviros y ediles de la colonia, haber formado una comisión extraordinaria. Salvo el de Baebius, los nombres de los tres restantes, para ser conocidos, aguardan que se descubran las piedras, que no creemos irremisiblemente perdidas, y convendría rebuscar en el sitio donde las otras aparecieron. Solo por vía de ejemplo, podemos escoger miembros de las familias más ilustres en Hasta, Asido (Medinasidonia), Nabrissa (Lebrija) y otras vecinas poblaciones de la Tartéside, en las cuales el magistrado municipal, aunque resultante de elecciones, era punto menos que hereditario. Á los nombres de cada uno de ellos, si fueron como Baebius, ciudadanos romanos, pudieron seguir los de la tribu, ó tribus, á que respectivamente pertenecían; pero también omitirse. Por otro lado, no es probable que estos individuos luciesen el cognomen, porque durante la época de la república romana escasamente tenía lugar en las provincias semejante distinción, reservada por lo común á las altas familias de orden senatorio. En resolución, nos hallamos en presencia de cuatro personajes, ó quatuorviri, que fueron tal vez magistrados ordinarios de la colonia; y donde no, delegados extraordinarios en comisión de la ciudad, los cuales, como nos lo demuestra el segundo renglón, hicieron algo sua pecunia. Un hecho análogo se desprende del insigne epígrafe de Cartagena, abierto asimismo durante la época republicana, que por desgracia ya no existe, pero que ha podido reintegrarse por la copia que de él sacó por los años de 1602, el caballero Bibrán, y que expresa la dedicación de una columna al Genio de la población con su correspondiente pompa de procesión y juegos atléticos, todo ello á cargo y cuenta, ó bajo el cuidado de cuatro individuos34.

Hemos explicado como abreviación de la tribu Sergia la palabra   —21→   Ser., que sigue al nombre Baebius. Con todo, no faltará quien oponga que puede estimarse praenomen, de suerte que combinado con la T, á la que precede, ofrezca un resultado harto diverso, como sería por ejemplo Ser(vius) T[itius]. Hay sin embargo una circunstancia que parece resueltamente obstar á esta suposición. Después de la T, resalta muy claro en el calco de la inscripción un punto triangular, indicando que la T ha de tomarse efectivamente por el praenomen T(itus). Esta circunstancia, que prueba la existencia de la tribu, escrita á continuación del nombre de Baebius, lleva consigo un indicio topográfico, de no corta valía, del cual me ocuparé más adelante.

Poseemos los datos necesarios para restablecer el primer renglón; examinemos ahora el segundo.

En él, como en el primero, la restitución se ha de fundar necesariamente sobre las dos únicas palabras que contiene. Estas dos palabras, sua pecunia, tan sencillas, indican con toda claridad el carácter público de la obra, á la cual se refiere la inscripción insigne, porque en las construcciones de propiedad particular bien se deja entender, sin que se diga, que el gasto es de quien las emprende. En las públicas, que debían realizarse á costa del municipio, era por lo contrario muy justo alabar el generoso desprendimiento de los ciudadanos, que elevados á la magistratura municipal, consagraban al procomún, al propio tiempo que sus desvelos y próvida administración, su fortuna privada. En los epígrafes, que á tan patriótica acción se refieren, la fórmula solemne sua pecunia faciendum curavit, ó bien sua pecunia restituit si la obra se reducía á una restauración, solía ir acompañada de otra, idemque probavit, indicándose así que el mismo magistrado, al que fué encargada la ejecución ó restauración, la llevó á cabo y aprobó en nombre del municipio. Precisamente esta doble fórmula llena el final del segundo renglón de nuestro epígrafe, en tal manera, que la extensión de la frase es, ni más ni menos, la emergente, como requisito de la que, no sin fundada razón, hemos supuesto en el renglón primero. Y cabe también la fórmula, no indispensable, ex d(ecreto) d(ecurionum), si introducimos en las dos precedentes, ligeros recortes, ó abreviaciones permitidas.

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Ya solo nos queda buscar lo que falta, ó lo que hay que suplir al principio del renglón segundo. La primera letra visible, faltándole el pié, tanto puede estimarse E como F. Si era F, la palabra cuya parte formó estuvo abreviada. La abreviación, tratándose de la república romana, no suele recaer sino en las palabras designativas de la filiación y de la tribu de los individuos. La mayor parte de las fórmulas solemnes epigráficas, casi constantemente abreviadas en las épocas posteriores, se escribían en la edad antigua con todas sus letras, procedimiento natural y llano que no requiere mayores explicaciones. Además, si la F provino de una abreviación, ésta necesariamente hubo de ser f(ecit) ú otra forma del verbo facere; porque f(ilius) no puede entrar en ese lugar del epígrafe. Pero tampoco f(ecit) sienta bien delante, sino detrás de sua pecunia. Luego la letra en cuestión era E. Pocas palabras latinas, terminadas en esta vocal, pueden hallar cabida en este sitio de la inscripción Hastense. Ablativos como [aer]e, [de stip]e, ó congéneres van excluidos por sua pecunia, que luego se ve. Lo más obvio sería suplir [d]e sua pecunia; ambas fórmulas, sua pecunia y de sua pecunia, se usaron con igual frecuencia. Dos razones, no obstante, me impiden admitir la preposición de. La primera, porque mirando atentamente el calco de la piedra, no veo delante de la E rastro ninguno de una letra redonda como D. Si algo se descubre es más bien el resto superior de una asta oblicua, propio de la V. La otra razón, que milita en mi concepto contra la preposición de, está en el punto que claramente sigue á la E. La escritura antigua separaba por medio de puntos dos palabras distintas, pero la preposición y el caso del sustantivo regido por ella, no se consideraban así: escribíase asolo, desuo, como una sola palabra. Por estas dos razones opino que huelga el de. Adverbios en e, coma bene, optime, tampoco se avienen con el estilo sobrio y severo de la frase que rige en el monumento. No encuentro otra palabra, que venga, ó haga á nuestro propósito, sino es la conjunción pospositiva que, materialmente indicada, como ya queda sugerido, por el rastro de la segunda parte de la V en la piedra. Partiendo de esta hipótesis, logramos otra ventaja para la rehabilitación del texto. No parece natural, ni apropiado al estilo, como ni   —23→   á las dimensiones del monumento, que en el mismo renglón donde se grabaron los nombres de los cuatro magistrados, se expresaran también los de las obras, que ellos á expensas suyas efectuaron. Mejor procede conjeturar que estos objetos se designaron al principio del segundo renglón. Si fueron dos, no se compadece el uso de la partícula copulativa que con el del idioma epigráfico de la república romana, el cual solía esquivar en este caso toda partícula copulativa, como es de ver en los nombres de los dos cónsules, de los patres conscripti, etc. Creemos por lo tanto que fueron tres los objetos indicados en nuestro epígrafe; y atendiendo á la misma evidencia de que los sillares que lo componían hubieron de pertenecer, como dicho queda, á una construcción costosa y de dimensiones grandes, suplimos las palabras que el conjunto de todas estas circunstancias parece exigir: muros portas turresque. Así en el epígrafe vetusto de Cartagena, arriba citado, leemos35: columnam pompam ludosq(ue) coiraverunt. Que el edificio al que se refiere la inscripción de Hasta, fuese destinado al culto de los dioses, no lo excluye á la verdad el texto que hoy poseemos; pero la disposición de los sillares de tosca, aunque dura piedra, y cierta rudeza militar que acusan los hondos y rígidos caracteres gráficos, nos parecen combinarse mucho mejor con una obra fortificatoria. Creo, pues, que nuestro monumento fué porción y se ha desgajado de las antiguas murallas romanas de Hasta Regia, y que estuvo probablemente colocado sobre una de sus anchas puertas, ó sea en la fachada de uno de los torreones que la coronaban y defendían.

Ni hay que extrañar que los magistrados de una ciudad, ó los comisionados por ella, hayan hecho, á su propia costa, erigir obras de tanta extensión é importancia, murallas, puertas y torreones. Los rasgos de desprendimiento patriótico ciertamente abundaban, como lo patentizan con frecuencia las inscripciones que nombran, ora á un magistrado, ora á un particular que costea los gastos (impensa remissa), acordados y votados por el municipio, para levantar un altar á una divinidad, ó una estatua á   —24→   persona altamente benemérita del procomunal y digna de eterno recuerdo. Las expensas, mucho más cuantiosas por razón de su objeto, no dejan de presentar algunos ejemplos, así en otras provincias del orbe romano, como singularmente en las españolas. En Villajoyosa, población marítima entre Alicante y Denia, un liberto y su hijo, restauraron las carnicerías públicas, dotándolas de mesas de mármol36, macellum vetustate conlapsum sua pecunia restituerunt itemque37, et mensas lapideas posuerunt.

Ni es improbable que á semejante y más subido desprendimiento se refiera el gran fragmento epigráfico, engastado ahora en las murallas del alcázar de Denia, donde por decreto de los decuriones, se inmortaliza la memoria de un generoso donante, porque no contento de encañar, con grandes expensas, el agua de lluvia y traerla por entre enriscados parajes á la ciudad, proveyó á esta de grano en tiempo de gravísima carestía38, «[eo quod,] imbribus per loca difficilia amplissimo sumptu inductis, mox gravissima annona, frumento præbito municipibus suis subvenisset. Que si alguno creyere ser demasiado para la fortuna de personas particulares el gasto invertido en la construcción de murallas, puertas y torreones, imagine enhorabuena que la inscripción Hastense, entiende hablar tan solamente de una restauración; y punto concluído.

Así que, en vista de lo que llevamos expuesto hasta aquí, espero que no habrá de parecer demasiado atrevida la restitución que propongo de todo el epígrafe.

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El suplemento de la parte media del primer renglón, lo he trazado con letras mayúsculas, para evidenciar que caben exactamente en el hueco. Arriesgamos una restitución conjetural expuesta al choque y tal vez, á la contradicción, de los sillares perdidos,   —25→   que ojalá se encuentren; pero siempre estaremos prontos para rectificar lo que exigiere la verdad, que sinceramente buscamos. Un punto que no podemos dejar inadvertido, queda por discutir. El único personaje, Baebius, cuyo nombre vimos casi entero en la inscripción Hastense, pertenecía á la tribu Sergia. Pues bien, la única inscripción que se conserva en Jerez39, atribuye á un edil esta misma tribu y da pié para creer que fué acarreada quizá con otras muchas, á Jerez desde la Mesa de Asta. Las piedras históricas viajan y tienen su historia, muy digna de investigarse y de tenerse en cuenta para que la crítica no desbarre ó yerre la puntería al emitir su fallo, por equivocar ó ignorar el verdadero paraje de donde proceden.

Todo, pues, armoniza entre sí y coincide con la opinión, que nos lisonjeamos de haber asentado sobre argumentos sólidos. El nuevo monumento, traído de la Mesa de Asta á la hermosa quinta del Sr. D. Ricardo de la Quintana, en las afueras de Jerez, es de extraordinario mérito y el primero lapídeo de Hasta Regia, que se pueda atribuir, con toda certidumbre, á la época de la república romana. Otro insigne, de bronce, histórico, de la misma ciudad, fechado en 19 de Enero del año 565 de Roma, 189 antes de J. C., he comentado y publicado en facsímile40. Ojalá que otros de la misma importancia, ó de mayor si cabe, salgan pronto á iluminar el magnífico estadio de la historia antiquísima de Iberia, en la región turdetana.

Berlín 3 de Junio de 1888.

EMILIO HÜBNER.



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