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1081

Cito de B. Pérez Galdós, Obras completas, ed. F. C. Sainz de Robles, Madrid, Aguilar, 19645, t. 4, p. 1831.

 

1082

El que esto escribe acaba de publicar un extenso estudio que se titula Conflicts and Conciliations: The Evolution of Galdós's «Fortunata y Jacinta», Wert Lafayette, Purdue University Press, 1997.

 

1083

A mi ver S. Gilman, fijándose en paralelos entre Balzac y Alas, se equivoca rotundamente en su ponderado libro Galdós and the Art of the European Novel: 1867-1887, Princeton, 1981, al ver en esta referencia «a Cervantine red herring» [pista falsa], p, 180. Por otra parte, creo ver, en las relaciones entre Esther Gobseck y Lucien de Rubempré en Splendeurs et misères des courtisanes, una evidente reminiscencia de La dame aux camélias. Interesa notar por fin que a Fortunata no le gustan las camelias (III, 4, 1, p. 93).

 

1084

M. López-Baralt, en La gestación de Fortunata y Jacinta. Galdós y la novela como re-escritura, Río Piedras, Ediciones Huracán, 1992, ve acertadamente a Charito como «un boceto primerísimo de Fortunata», pp. 20-23.

 

1085

El pasaje suprimido va entre corchetes.

 

1086

Compárese la evocación de la abnegación («¡Qué bella palabra; como realza la corona de la mujer y embellece su misión sobre la tierra») hecha por la baronesa de Olivares en 1884; cit. por B. A. Aldaraca, El Angel del Hogar: Galdós and the Ideology of Domesticity in Spain, Chapel Hill, 1991, pp. 59-60.

 

1087

Cabe recordar el impresionante dúo de Violetta y Germont («Conosca il sagrifizio» y «Premiato il sagrifizio») en el acto II de La traviata que reitera el terna del sacrificio, en Giuseppi Verdi, La Traviata, Boston, The Metropolitan Opera Classics Library, 1983, p. 148.

 

1088

Para una consideración más detallada véase mi ponencia «Una creación galdosiana -Teresa Villaescusa- entre la historia y la ficción», Actas del XI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas: Irvine, ed. Juan Villegas, t. 2, 1994, pp. 113-21.

 

1089

O. C., t. 3, 19689, p. 7.

 

1090

Es de notar que la mentora francesa de Teresa, que le enseña un oficio útil y agradable -bordado fino- se llama Ursula Plessis, con un apellido casi idéntico al de «la dama de las camelias» -Duplessis- de carne y hueso.