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ArribaAbajoTraducciones de teatro italiano en la colección Teatro selecto, antiguo y moderno, nacional y extranjero (1866-1869)359

Antonio MARCO GARCÍA


Universitat Pompeu Fabra

En la historiografía literaria, el fenómeno de la traducción ha permitido que unas obras que reflejaban el gusto estético de una época fueran conocidas en otro tiempo; y que una cultura enriqueciera su caudal literario con la recepción de creaciones que originalmente estaban escritas en otras lenguas. Las traducciones han actuado, como afirma Claudio Guillén, «como una forma de comunicación ternaria que abraza segmentos diferentes en el tiempo y en el espacio».360

En España, la presencia de las literaturas europeas se ha convertido en una característica constante a lo largo del tiempo. Gran número de obras extranjeras han sido traducidas y se han publicado en volúmenes sueltos; aunque, también las revistas culturales y las colecciones monográficas han facilitado el conocimiento de muchos autores europeos en la vida cultural española. Estos son los caminos más convencionales en la difusión de obras literarias.361 La recepción de la literatura europea, y concretamente del género teatral,362 ha representado la posibilidad de que las renovaciones estéticas se afianzaran en la literatura española.

El último tercio del siglo XIX fue un momento favorable, cuando la burguesía se convertía en una clase social con gran poder adquisitivo. En su afán por prosperar, sus miembros otorgaban una gran importancia al papel de la cultura, a la vez que se vivía una época de crisis, de cambios políticos y sociales: el final del reinado de Isabel II, la revolución burguesa de 1868, la Constitución de 1869, y la regencia del general Serrano. Con la finalidad de satisfacer las necesidades literarias de este público, aparecieron diversas empresas culturales (periódicos, revistas, y colecciones) que reflejaban, formal y estéticamente, la cultura europea del momento. Imprentas y editoriales de Madrid, como las de Victoriano Suárez, Perlado, Páez y Cía., Daniel Jorro, Rodríguez Serra, Rivadeneyra, Fernando Fe, o Hernando; de Valencia, como Mariano Cabrerizo, y Sampere; y de Barcelona, como Montaner y Simón, Salvador Manero, Bergnes de las Casas, Juan Gili, o Espasa, adaptaban las novedades técnicas de composición, tipografía y comercio del libro, que circulaban por el resto de Europa. Hipólito Escolar afirmó que:

«El libro sufrió a lo largo del siglo XIX una gran transformación paralela a los cambios sociales, como sucedió en el resto de Europa, y fue dejando de ser un instrumento al servicio de las clases superiores para buscar la satisfacción de las necesidades de sectores más amplios e incluso de personas humildes, con escasos recursos económicos y pobre formación intelectual. [...] El libro español incorporó las grandes novedades traídas por el industrialismo y la mecanización que, al abaratar los costes, facilitaron su adquisición a grupos sociales más amplios.»363



Durante la segunda mitad del siglo XIX, la mejora económica que se dio en la sociedad catalana y el poder que adquiría su burguesía motivaron que creciera un notable interés por las cuestiones culturales y literarias. Consecuentemente, las editoriales de Barcelona empezaron a disputar su liderazgo comercial con las madrileñas. A lo largo del siglo XIX, la producción editorial barcelonesa se fue aproximando a la de Madrid. La burguesía catalana respaldaba esta efervescencia económica y cultural de raíz europeísta. Como declara Escolar:

«A finales del siglo la producción de Barcelona se aproximó a la de Madrid, quizá porque en la burguesía catalana, que había mejorado su situación económica, se despertó gran interés por las cuestiones culturales. Los empresarios de artes gráficas se preocuparon de importar las nuevas técnicas y produjeron libros muy bellos porque, además, acogieron las nuevas tendencias artísticas.»364



Entre los años 1866 y 1869, la editorial barcelonesa de Salvador Manero publicó una colección de piezas teatrales en ocho volúmenes, con el título de Teatro selecto, antiguo y moderno, nacional y extranjero365, en 4º mayor, encuadernada en tela, según el estilo de este tiempo y el gusto de la nueva clase social. La edición ofrecía una presentación de calidad, con el propósito de estar dirigida a este público burgués.

Era una nueva aportación en el campo literario español, como lo fue la Biblioteca selecta, portátil y económica, La novela contemporánea ilustrada, Teatro Nuevo Español,366 Biblioteca clásica española, o la Biblioteca de Autores Españoles, editada por Rivadeneyra. En el caso de Teatro selecto se trataba de una recopilación de originales y de traducciones al español, de obras dramáticas de grandes autores europeos. Así, el teatro español, francés, inglés, alemán, italiano y eslavo, era recuperado en la España romántica de la segunda mitad del Siglo XIX.367

El criterio de selección de las obras se reflejaba en el título de la colección con los términos «antiguo», «moderno», «nacional», y «extranjero». Se optó por dos oposiciones: «antiguo» versus «moderno», que comportaban un valor netamente temporal, y no estético (que sería la utilización de «clásico» en lugar de «antiguo»); y «nacional» versus «extranjero», por la diferencia lingüística, geográfica y cultural, en la que intervenía la traducción «como un componente del sistema histórico literario».368 Estos cuatro adjetivos, como binomios, marcaron la división de los volúmenes: los I, II y III correspondían al teatro «antiguo español» de los siglos XVI y XVII; el IV, al teatro «antiguo extranjero» de los siglos XVI y XVII, en inglés y en lenguas eslavas; el V, al teatro «antiguo extranjero» de los siglos XVII y XVIII, en francés; el VI, al teatro «moderno extranjero» del siglo XIX, en francés; el VII, al teatro «moderno extranjero» de los siglos XVIII y XIX, en alemán e italiano; y el VIII, al teatro «moderno español» de los siglos XVIII y XIX.

Los responsables de la colección Teatro selecto fueron Francisco José Orellana,369 que se ocupó de los tomos I, II, III, VIII (teatro «antiguo español») y IV (teatro «antiguo extranjero», inglés y eslavo); y Cayetano Vidal y Valenciano,370 de los volúmenes V, VI y VII (teatro «antiguo extranjero», francés; «moderno extranjero», francés; y «moderno extranjero» alemán e italiano).

En 1869 se publicó el volumen VII, que correspondía al teatro alemán e italiano de los siglos XVIII y XIX, cuya selección se debía a Cayetano Vidal y Valenciano. Su dedicación en el campo literario y lingüístico avalaba la elección de los títulos, de las traducciones, las notas, observaciones y algunas bio-bibliografías añadidas, dentro del gusto estético del Romanticismo. En las «Notas» que acompañan a estas traducciones de piezas dramáticas italianas, Vidal y Valenciano declara que:

«El teatro italiano que durante más tiempo que el francés permaneció en mantillas, reduciéndose todo su repertorio a farsas groseras y hasta indecentes, en que lucían sus gracias y chocarrerías los tradicionales Polichinela, Arlequín, Pantalón y otros por el mismo patrón cortados, no ofrece como aquél un genio de primer orden que con poderoso esfuerzo logre sacar la literatura dramática del estado de abyección a que se encuentra reducida, e imprimirle al propio tiempo rasgos de grandeza, que lleguen a hacerla objeto de estudio e imitación.»371



Ordenadas según el autor y la fecha de su primera edición o representación, se publican once traducciones españolas de obras teatrales italianas. El elenco de dramaturgos italianos372 estaba determinado por la trascendencia que habían tenido en la Historia del teatro, y por el prestigio que mantenían a través del tiempo:373 Pietro Metastasio,374 el nombre helenizado de Pietro Trapassi (1698-1782), Vittorio Alfieri (1749-1803), Carlo Goldoni375 (1701-1793), Vicenzo Monti (1754-1828), Alberto Nota (1775-1847), Silvio Pellico (1789-1854) y Alessandro Manzoni (1785-1873).

Del teatro melodramático de Pietro Metastasio se elige la pieza titulada Ciro reconocido (1736), en traducción del abate Teodoro Cáceres y Laredo (s. XVIII). Ésta se había publicado en «Barcelona, Oficina de Pablo Nadal», existía una adaptación de A. Mª Quadrado, y otra traducción de Benito Antonio de Céspedes, en el tomo II de las Obras dramáticas de Pietro Metastasio.376 De las novedades teatrales de Alfieri,377 se seleccionan tres tragedias de tema político: Virginia (1777-1783), de la que no se menciona el nombre del traductor, pero que corresponde a la traducción en endecasílabos asonantes de Dionisio Solís, seudónimo de Dionisio Villanueva y Ochoa (1774-1834), consejero de los teatros de Madrid. Esta traducción había sido publicada por la Librería de Repullés, en 1813, y estrenada el 5 de noviembre del mismo año, en el Teatro del Príncipe, de Madrid. Merope (1783), traducida, en 1833, por el dramaturgo y poeta Juan Eugenio de Hartzenbusch (1806-1880), que presenta unas variantes respecto a la que ya había sido impresa en el primer volumen de Eco de los folletines (Madrid, 1854);378 y Roma libre (1886-1887), título que corresponde a la obra original Bruto primo, en traducción del escritor y sacerdote Antonio Saviñón (s. XVIII-XIX), que se había representado en Cádiz, el 30 de septiembre de 1812, al proclamarse la nueva Constitución.379 En 1814, se puso en escena en Madrid,380 ciudad en la que se publicó por la «Imprenta que fue de García» en 1820.

De Goldoni,381 se prefieren dos piezas de teatro cómico, que habían aportado diversas reformas en el campo de la dramaturgia: Un lance inesperado y El café, traducidas por Telesforo Corada. De Monti, se efigen dos tragedias de gusto neoclásico, con reminiscencias shakespearianas y alfierianas: Cayo Graco (1802), que se había representado en el Teatro del Príncipe, de Madrid, el 7 de diciembre de 1813; y Aristodemo (1787). Ambas fueron traducidas por el naturalista Agustín Juan de Poveda (1770-1856).

De Nota, se elige la comedia El filósofo solterón (1811), de corte goldoniano con elementos del drama «larmoyant». La traducción es de Víctor Vela del Camino. De Pellico, la tragedia Francesca de Rímini (1814), que fue uno de los mayores éxitos de su tiempo. El traductor fue Telesforo Corada. Y de Manzoni, la tragedia histórica titulada El conde de Carmañola (1816-1820), cuya traducción se debe al mismo Corada.

El teatro de Alfieri, Goldoni y Manzoni proponía un gusto estético, una preceptiva dramática, a la vez que aportaba una serie de novedades y reformas a la escena italiana, cuyas repercusiones se encuentran en la creación teatral de otros autores de menor importancia como Monti, Nota y Pellico, respectivamente. Todos ellos, junto a Metastasio, habían gozado de un gran prestigio en su época, que aún conservaban en el último tercio del Siglo XIX382, cuando, en 1869, fueron elegidas estas obras suyas para la colección Teatro selecto, antiguo y moderno, nacional y extranjero.

En esta selección también aparece el propósito del editor de reflejar el gusto del momento, de compartir la estética romántica que aún perduraba en la sensibilidad y las costumbres de la sociedad burguesa de este tiempo,383 cuando, paradójicamente, el teatro español buscaba, como señala Ruiz Ramón, otras vías para «liberarse del peso del romanticismo que, formal y temáticamente, dominaba la escena».384

Las traducciones de teatro italiano que se recogen en este volumen VII parecen seguir la pauta de ser «traducciones directas», dada la similitud lingüística entre el italiano y el español; además, los títulos han sido respetados, salvo una excepción. Las restantes traducciones que aparecen en esta colección, como afirma Schneider385 respecto a las alemanas, son el resultado final de versiones francesas intermedias. Sólo la realización de estudios sobre la procedencia de las traducciones teatrales,386 la circulación de los textos, las versiones intermedias, el resultado de las traducciones dramáticas, y el análisis detallado de cada título, permitiría aclarar las respectivas fuentes, las posibles fases intermedias, conocer el proceso de divulgación, y toda la problemática que comportan las traducciones.387

El tomo VIII de Teatro selecto, antiguo y moderno, nacional y extranjero confirma el hecho de que, además de la representación o la edición suelta de una obra, las colecciones de piezas dramáticas traducidas también fueron otro camino en el proceso de recepción y difusión de la dramaturgia italiana en la literatura española del Siglo XIX.388