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311

Según D. T. Gies, «Don Juan contra don Juan: apoteosis del romanticismo español», Actas del Séptimo Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, celebrado en Venecia del 25 al 30 de agosto de 1980, ed. G. Bellini, Roma, Bulzoni, 1982, t. 1, p. 545, Don Juan Tenorio es «a la vez, la cima y el fin dramático del movimiento romántico en España».

 

312

B. Pérez Galdós, Las cartas desconocidas de Galdós en La Prensa de Buenos Aires, ed. W. H. Shoemaker, Madrid, Cultura Hispánica, 1973, p. 208. Después de cada cita sacada de esta edición, se incluirá entre paréntesis el número de la(s) página(s) correspondiente(s).

 

313

Curiosamente, a M. J. de Larra, «Los amantes de Teruel», Artículos de costumbres, ed. Azorín, Buenos Aires, Espasa-Calpe Argentina (Austral 306), 1966, p. 157, le trae igualmente perplejo la fama universal, no del drama de Zorrilla, que no llegó a ver, sino la de Tirso de Molina: «¿Qué es don Juan Tenorio, sino un disipado seductor de mujeres, como mil se han presentado en el teatro antes y después de El convidado de piedra? Sin embargo, ¿por qué han quedado todos enterrados en la oscuridad con sus autores, y sólo El convidado de piedra se ha hecho europeo, universal.» Para Mandrell, ob. cit., p. 47, la popularidad del drama de Zorrilla se explica por: «its putative decadence, the fact that it was written in a style that was considered passé, and that it treated and modified a well-known literary character who was drawn from the Spanish cultural patrimony and who had been elaborated upon by numerous authors of other national literary traditions».

 

314

Casi un cuarto de siglo más tarde, en 1909, para E. Pardo Bazán, «Zorrilla», La Lectura (1909), repr. en sus Obras completas, t. 3, ed. H. L. Kirby, Jr., Madrid, Aguilar, 1973, será en la psicología del mismo Zorrilla, al que se refiere constantemente como «el autor de Don Juan Tenorio» (pp, 1468, 1478, 1479), «tanto o más que en el Don Juan» en que «se encierra buena parte del enigma de España» (p. 1483).

 

315

En esta opinión coincide Galdós con su amigo, M. de la Revilla, ob. cit., p. 451, que había dictaminado años antes: el desenlace «a los ojos de la moral, cualquiera que ésta sea, es absurdo, irritante e impío». Diez y ocho años antes de escribir este artículo para La Prensa, Galdós había insistido, en su reseña del estreno madrileño de una nueva versión de Don Giovanni, que, tanto en la ópera de Mozart como en la comedia de Tirso, la escena del convite es la razón moral de la obra» (Los artículos de Galdós en La Nación, p. 399).

 

316

Una semana después de esos renglones dedicados a Don Juan Tenorio, Galdós comenta para sus lectores bonaerenses la obra dramática de Moratín en el contexto de su época (Nuestro Teatro, pp. 21-38).

 

317

«¡Cuántas novelas podría yo citarle [a Bonafoux], anteriores y posteriores a la de Flaubert, en que hay escenas de marido, amante y mujer en el teatro! Quinientas», Mis plagios, p. 24.

 

318

Mis plagios, p. 25: «además, Flaubert no se propone pintar el teatro de provincia en este episodio de su novela, y yo en el mío, sí, y como Dios me da a entender, describo el coliseo de mi pueblo sin acordarme de que hay Flaubert en el mundo».

 

319

B. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, ed. cit., t. 1, pp. 291-92. Después de cada cita sacada de esta edición se incluirán los números del tomo y de la(s) página(s) correspondiente(s).

 

320

B. Pérez Galdós, Ensayos de crítica literaria, ed. L. Bonet, Barcelona, Península, 1972, p. 219.