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La Risa, t. 2, 45 (18 febrero, 1844): «A la fúnebre memoria / de un malhadado cristal de mis anteojos»: «[...] Mas privóme del lente mi destino / del lente me privó, que tanto amaba. / Yo le pisé, de su favor indino, / a pesar de que tanto le adoraba. / ¡Ay desgraciado, que al pisarle ingrato / le vi exhalar su postrimer gemido! / ¡¡Creeec!! dijo el infeliz, ruido no grato, / que mi ojo percibió más que mi oído. / ¡Ah, sí! de la desgracia de mi lente / toda mi vida yo me acordaré / ¡cometí un lenticidio! Dios clemente / ¡yo le debía tanto... y le maté!!!».

 

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El efecto resulta más cómico cuando los puntos suspensivos adoptan en el contexto otro sentido que el habitual silencio lírico: / «[...] Sonó ya la hora / y el triste estudiante / sus jueces delante / convulso miró. / ............. /............. /............. /............. / Su lengua trabada, / su alma abatida, / su vista torcida, / confusa se vio. /............. /............. /............. [...] Carlos Massa. El Dómine Lucas, 1 de junio de 1844.

 

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«Vituperable cosa paresce traer de contino palabras en la boca, de las cuales la sinificación non se cala, como quier que mancilla seya del home de seso fablar de aquello que non entiende. Dígovos esto a los que la presente relación hobiéredes a las manos, por cuanto bien os habrá veces fartas acaescido mentar a Mariquilla la pelona, e yo tengo para mi sayo que ansí quien fue Mariquilla la pelona sabredes, como sé yo quien se hobo, de comer el gallo de la pasión, magüer barruto que sería certamientre una boca.» Continúa en núms. 35 (10 diciembre, 1843) y 36 (17 diciembre, 1843).

 

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Por ej.: «un drama [...] en Venecia, en la plaza de San Marcos. El protagonista es bastardo [...] Su madre se casa con él y le envenena con cierto líquido que contiene un frasquito de oro. Escena de desafío entre el padre y el hijo. / Otro drama: La escena es en Londres. La heroina se llama Jenny, hija natural. Su padre es lord N.... Se casa con ella y le quita la vida con veneno en polvo, que había en un frasco de cristal. Escena de desafío entre lord N.... y el amante de Jenny. / Otro drama: La heroina, a quien ha recogido la calidad pública en la ciudad de Lima, se casa con su hermano a quien no conoce, y después le envenena con vino de Tokay. Desafio entre el hermano de la heroina y un bárbaro opresor. / Nota bene: Téngase cuidado de que jamás entre el héroe por la puerta, pues debe hacerlo por las ventanas, que por ahora están consagradas a este uso» Tampoco resulta dificultosa la fórmula a Juan Bautista Salazar en La Alhambra, nº 20 (16 de agosto 1840): «No es tan grande mi modestia / que me considere inepto / para forjar una obrilla / según el gusto moderno / con sus tres o cuatro partes / en diversidad de metros / sus consonantes agudos / y la docena de términos / que son hoy tan del conjuro / como esponjados en duelo».

 

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Algo de cierto debe esconderse tras estas guasas cuando en la reseña teatral del Eco del Comercio del 3 de octubre de 1836, el crítico, partidario del bando romántico, se queja precisamente de esa actitud del público: «Hemos lamentado siempre que el público al asistir a una producción dramática de Dumas o Victor Hugo iba preparado a contar los venenos y contravenenos, puñales y atrocidades, sin ponerse jamás en la situación en que el poeta pone a sus personajes, mirándolo todo como una farsa ridícula.»

 

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Mesonero, Escenas, ed. cit., t. 1, pp. 47-48.

 

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«La oscuridad de la noche avanza. Entre las sombras se divisa un cuerpo que trepa impasible por las asperezas de las montañas. Al viento murmura estas palabras: «Triste de mí!... yo que muriendo fui el primero que pagué tributo a los deslices de Eva! [...] Oh! mal haya el día en que alentando las iras de Caín me ensangrenté en el inocente Abel; mi quijada fue el primer instrumento homicida... Con cuantos borriquicidios no ha purgado mi raza su pecado original!!!!...» [...] A pocos instantes rodó por los espacios el estallido horrendo de cien truenos. Y parecía que la naturaleza estaba haciendo gala de sus extremados furores. Si las cosas pudieran tener dos veces fin, se creería que aquel era el primer fin del mundo. Entre el rugido de las olas, del huracán y de los truenos espantosos, se extendió melancólicamente por los espacios el eco dolorido de un rebuzno! Parecía la ronca trompeta del juicio final! Bien pudiera abrir la fosa universal el primer ser que ocupó la sepultura...»

 

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F. Schlegel, Lyceum (1797), núms. 42, 48, 108, 126. La «ironía romántica» (esa «wirklich transcendentale Buffonerie») de Schlegel, con lejano fundamento en Sócrates, procede de la clara conciencia de la agilidad eterna, del caos infinitamente pleno («Ironie ist klares Bewusstsein der ewigen Agilität, des unendlich vollen Chaos») que impide considerar cualquier perfección en el presente y que por tanto está llamada a no respetar y a destruir cualquier mensaje de la actualidad. Cfr. E Garber (ed.), Romantic Irony, Nueva York, 1991; I. Strolischneider-Kohrs, «Zur Poetik der deutschen Romantik II: Die romantische Ironie», en Hans Steffen (ed.), Die deutsche Romantik Poetik, Formen und Motive, Göttingen, Vandenhoeck, pp. 75-97; y G. Hoffineister, Deutsche und europäische Romantik, Stuagart, Metzler, 1990, p. 132: «Der ironische Künstler schafft nach Schlegel also in einem liberalen Zustand der Entscheidungsfreiheit, der Besonnenheit und der geistigen Distanz, in den er sich kraft seines Bewubsstseins und im Gegensatz zu seiner anfänglichen hegeisterten Stoffbefangeriheit versetzt hat

 

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E. Tollinchi, Romanticismo y modernidad: ideas fundamentales de la cultura del siglo XIX, Río Piedras, Puerto Rico, 1989, pp. 95 y 97. La ironía romántica, tal como la presentara Schlegel, resulta sin duda la primera teorización moderna del concepto. No hay mucha distancia entre la expresión que le diera el escritor alemán y la utilización que se hiciera de la ironía en la vanguardia, a la que se refiere Gómez de la Sema en su trabajo «Gravedad e importancia del humorismo», en Revista de Occidente, 28 (1930), pp. 348-39 1. «En el humorismo se falta a esa ley escolar que prohíbe sumar cosas heterogéneas y de esa rebeldía saca su mayor provecho.»

 

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Sobre el género de las parodias, cfr. A. Mª Freire López, «El teatro se ríe de sí mismo: las parodias de los dramas románticos», en Romanticismo 5. Actas del V Congreso sobre el Romanticismo Hispánico, E. Caldera (ed.), Roma, Bulzoni, 1995, pp. 113-5.