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Resulta significativo que en un determinado momento de tan importante diálogo, al ir desenmarañando la compleja madeja del caso, don Fadrique responda al padre Jacinto que aún no ha terminado de exponerlo, ya que «tiene otras complicaciones y puntos de vista». La solución del fraile coincidente con los proyectos del comendador, es precisamente lo que el narrador se abstiene de enjuiciar, limitándose a apuntar interpretaciones distintas que deberá resolver el discreto lector. Un tipo de situación nada infrecuente, por lo demás, en la narrativa valeresca.

 

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Quizá a ello se deba el que la figura de don Jaime, por ejemplo, en Doña Luz, resulte tan desdibujada.

 

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Precisamente en tal situación el personaje se refiere a su «diabólico orgullo», seña casi de identidad de las protagonistas femeninas de Valera.

 

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Cfr. M. Baquero Goyanes, Proceso de la novela actual, Madrid, Rialp, 1963, pp. 174-178.

 

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«El carácter violentísimo de aquella mujer, exacerbado por la continua contemplación de una desgracia, que hacía mayor su melancólica fantasía, la impulsaba a tratar a su marido, a su hija y a muchos de los que la rodeaban con un desapego, con una dureza cruel, de la que en el fondo del corazón, que era bueno, se arrepentía ella al cabo, no siendo fecundo este arrepentimiento sino en nuevos motivos de disgusto y de amarguras» (p. 445a). Compárese el tratamiento que recibe este personaje valeresco con el de la doña Perfecta galdosiana. Recuérdense, en este sentido, los reproches que hiciera Montesinos a Galdós, por la configuración de tal personaje. Galdós, Madrid, Castalia, 1968, t. 1, pp. 185-186.

 

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Cfr. Ana Mª Freire López, (ed.), Cartas inéditas a Emilia Pardo Bazán (1878-1883), La Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, Conde de Fenosa, 1991, donde se habla de la Revista de Galicia en las cartas de Valentín de Nóvoa, del Conde de Pallares, de Curros Enríquez, de Giner de los Ríos, de Menéndez Pelayo, de Jesús Muruáis y del conde de Peñalver. Véase también el Epistolario de Marcelino Menéndez Pelayo, editado por Manuel Revuelta Sañudo (Madrid, Fundación Universitaria Española, 1982-1991, 23 vols). De estas dos obras, y del epistolario de Giner de los Ríos, en el Archivo de la Real Academia de la Historia, proceden las citas de las cartas que aparecen en el texto.

 

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En la Introducción a la edición facsímil de la Revista de Galicia, que estoy preparando, desarrollo con amplitud aspectos que, como éste, relativo al contexto personal de la escritora y otros que se refieren a la historia y contenido de la publicación, se encuentran meramente apuntados en esta comunicación.

 

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La voluntad de protagonismo es indudable a la vista de la cubierta, donde aparece, en letras de considerable tamaño, el nombre de la escritora como directora de la publicación.

 

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Seguramente se refería a El Porvenir y a El Libredón, periódicos diarios de Santiago, de marcado carácter confesional, que con frecuencia se vieron envueltos en polémicas.

 

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En la portada de la Revista de Galicia figura como administrador propietario don Juan Cuenca. El nombre completo era Juan Faustino Cuenca Fernández, industrial nacido en Betanzos y afincado en La Coruña, que en 1880 tenía 57 años. Anteriormente había sido el fundador, propietario y administrador de El Comercio Gallego, periódico de La Coruña de tendencia liberal-demócrata, dirigido por Joaquín Castro Arias y José Mª Montes, empresa en la cual también tomó parte Ramón Faginas. Precisamente en 1880 Faginas era el propietario de la Imprenta del Noroeste, en la que se editaba la Revista de Galicia. El Noroeste era el periódico que daba nombre a la imprenta, y que había sucedido a El Clamor de Galicia, también de Faginas, quien siempre estuvo vinculado al periodismo gallego y a quien Barreiro Fernández caracteriza ideológicamente como federalista, socialista y galleguista.