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  —209→     -fol. 59v-  

ArribaAbajoCapitulo XVII

De donde se declaró el vltimo punto y estremo adonde llegó y pudo llegar el inaudito animo de don Quixote con la felizemente acabada auentura de los leones


Cventa la historia que quando don Quixote daua vozes a Sancho que le truxesse el yelmo, estaua el comprando vnos requesones que los pastores le vendian, y acossado de la mucha priesa de su amo, no supo que hazer dellos, ni en qué traerlos, y por no perderlos, que ya los tenia pagados, acordo de echarlos en la celada de su señor, y con este buen recado boluio a ver lo que le queria; el qual, en llegando, le dixo:

«Dame, amigo, essa celada; que yo se poco de auenturas, o lo que alli descubro es alguna que me ha de necessitar, y me necessita, a tomar mis armas.»

El del Verde Gauan, que esto oyo, tendio la vista por todas partes, y no descubrio otra cosa que vn carro que hazia ellos venia, con dos o tres vanderas pequeñas, que le dieron a entender que el tal carro deuia de traer moneda de su magestad, y, assi, se lo dixo a don Quixote; pero el no le dio credito, siempre creyendo y pensando que todo lo que le sucediesse auian de ser auenturas y mas auenturas, y, assi, respondio al hidalgo:

«Hombre apercebido, medio combatido; no se   —210→   pierde nada en que yo me aperciba; que se por experiencia que tengo enemigos visibles e inuisibles, y no se quándo, ni adónde, ni en qué tiempo, ni en qué figuras me han de acometer.»

Y, boluiendose a Sancho, le pidio la celada, el qual, como no tuuo lugar de sacar los requesones, le fue forçoso darsela como estaua. Tomola don Quixote, y sin que echasse de ver lo que dentro venia, con toda priesa se la   -fol. 60r-   encaxó en la cabeça, y como los requesones se apretaron y exprimieron, començo a correr el suero por todo el rostro y barbas de don Quixote, de lo que recibio tal susto, que dixo a Sancho:

«¿Qué sera esto, Sancho, que parece que se me ablandan los cascos o se me derriten los sesos, o que sudo de los pies a la cabeça? Y si es que sudo, en verdad que no es de miedo; sin duda creo que es terrible la auentura que agora quiere sucederme. Dame, si tienes, con que me limpie; que el copioso sudor me ciega los ojos.»

Calló Sancho y diole vn paño, y dio, con el, gracias a Dios de que su señor no huuiesse caydo en el caso. Limpiose don Quixote y quitose la celada, por ver qué cosa era la que, a su parecer, le enfriaua la cabeça, y viendo aquellas gachas blancas dentro de la celada, las llegó a las narizes, y, en oliendolas, dixo:

«¡Por vida de mi señora Dulcinea del Toboso que son requesones los que aqui me has puesto, traydor, vergante y mal mirado escudero!»

A lo que con gran flema y dissimul[a]cion respondio Sancho:

  —211→  

«Si son requesones, demelos vuessa merced, que yo me los comere; pero comalos el diablo, que deuio de ser el que ahi los puso. ¿Yo auia de tener atreuimiento de ensuziar el yelmo de vuessa merced? ¡Hallado le aueis el atreuido! A la fe, señor, a lo que Dios me da a entender, tambien deuo yo de tener encantadores que me persiguen, como a hechura y miembro de vuessa merced, y auran puesto ahi essa inmundicia para mouer a colera su paciencia, y hazer que me muela, como suele, las costillas. Pues en verdad que esta vez han dado salto en vago; que yo confio en el buen discurso de mi señor, que aura considerado que ni yo tengo requesones, ni leche, ni otra cosa que lo valga, y que si la tuuiera, antes la pusiera en mi estomago que en la celada.»

«Todo puede ser», dixo don Quixote.

Y todo lo miraua el hidalgo, y de todo se admiraua, especialmente quando, despues de auerse limpiado don Quixote cabeça, rostro y barbas   -fol. 60v-   y celada, se la encaxó, y afirmandose bien en los estriuos, requiriendo la espada y assiendo la lança, dixo:

«Aora venga lo que viniere; que aqui estoy con animo de tomarme con el mesmo Satanas en persona.»

Llegó, en esto, el carro de las vanderas, en el qual no venia otra gente que el carretero en las mulas, y vn hombre sentado en la delantera. Pusose don Quixote delante, y dixo:

«¿Adónde vays, hermanos? ¿Qué carro es   —212→   este, qué llevays en el y qué vanderas son aquestas?»

A lo que respondio el carretero:

«El carro es mio; lo que va en el son dos brauos leones enxaulados, que el General de Oran embia a la Corte, presentados a su magestad; las vanderas son del rey nuestro señor, en señal que245 aqui va cosa suya.»

«Y ¿son grandes los leones?», preguntó don Quixote.

«Tan grandes», respondio el hombre que yua a la puerta del carro, «que no han passado mayores, ni tan grandes, de Africa a España jamas, y yo soy el leonero y he passado otros, pero como estos ninguno; son hembra y macho, el macho va en esta xaula primera, y la hembra en la de atras, y aora van hambrientos, porque no han comido oy; y, assi, vuessa merced se desuie; que es menester llegar presto donde les demos de comer.»

A lo que dixo don Quixote, sonriendose vn poco:

«¿Leoncitos a mi?, ¿a mi leoncitos, y a tales horas? Pues por Dios que han de ver essos señores que aca los embian, si soy yo hombre que se espanta de leones. Apeaos, buen hombre, y pues soys el leonero, abrid essas xaulas y echadme essas bestias fuera; que en mitad desta campaña les dare a conocer quién es don Quixote de la Mancha, a despecho y pesar de los encantadores que a mi los embian.»

«Ta, ta», dixo a esta sazon entre si el hidalgo,   —213→   «dado ha señal de quien es nuestro buen cauallero; los requesones sin duda le han ablandado los cascos y madurado los sesos.»

Llegóse, en esto, a el Sancho, y dixole:

«Señor, por quien Dios es, que vuessa merced haga de manera que mi señor don Quixote no se tome con estos leones;   -fol. 61r-   que si se toma, aqui nos han de hazer pedaços a todos.»

«Pues ¿tan loco es vuestro amo», respondio el hidalgo, «que temeys y creeys que se ha de tomar con tan fieros animales?»

«No es loco», respondio Sancho, «sino atreuido.»

«Yo hare que no lo sea», replicó el hidalgo.

Y, llegandose a don Quixote, que estaua dando priesa al leonero que abriesse las xaulas, le dixo:

«Señor cauallero: los caualleros andantes han de acometer las auenturas que prometen esperança de salir bien dellas, y no aquellas que de [todo] en todo la quitan; porque la valentia que se entra en la juridicion de la temeridad, mas tiene de locura que de fortaleza. Quanto mas que estos leones no vienen contra vuessa merced, ni lo sueñan; van presentados a su magestad, y no sera bien detenerlos ni impedirles su viage.»

«Vayase vuessa merced, señor hidalgo», respondio don Quixote, «(h)a entender con su perdigon manso y con su huron atreuido, y dexe a cada vno hazer su oficio; este es el mio,   —214→   y yo se si vienen a mi o no estos señores leones.»

Y, boluiendose al leonero, le dixo:

«¡Voto a tal, don vellaco, que si no abris luego luego las xaulas, que con esta lança os he de coser con el carro!»

El carretero, que vio la determinacion de aquella armada fantasma246, le dixo:

«Señor mio, vuestra merced sea seruido, por caridad, dexarme247 desunzir las mulas y ponerme en saluo con ellas, antes que se desenuaynen los leones, porque si me las matan, quedaré rematado para toda mi vida; que no tengo otra hazienda sino este carro y estas mulas.»

«¡O hombre de poca fe!», respondio don Quixote; «apeate y desunze y haz lo que quisieres, que presto veras que trabajaste en vano, y que pudieras ahorrar desta diligencia.»

Apeose el carretero y desunzio a gran priesa, y el leonero dixo a grandes vozes:

«Seanme testigos quantos aqui estan, como contra mi voluntad y forçado abro las xaulas y suelto los leones, y de que protesto a este señor que todo el mal y daño que estas bestias hizieren corra y vaya por su   -fol. 61v-   cuenta, con mas mis salarios y derechos; vuestras mercedes, señores, se pongan en cobro antes que abra; que yo seguro estoy que no me han de hazer dañó.»

Otra vez le persuadio el hidalgo que no hiziesse locura semejante, que era tentar a Dios acometer tal disparate. A lo que respondio   —215→   don Quixote, que el sabia lo que hazia. Respondiole el hidalgo que lo mirasse bien, que el entendia que se engañaua.

«Aora, señor», replicó248 don Quixote, «si vuessa merced no quiere ser oyente desta que a su parecer ha de ser tragedia, pique la tordilla y pongase en salvo.»

Oydo lo cual por Sancho, con lagrimas en los ojos le suplicó desistiesse de tal empresa, en cuya comparacion auian sido tortas y pan pintado la de los molinos de viento y la temerosa de los batanes y, finalmente, todas las hazañas que auia acometido en todo el discurso de su vida.

«Mire, señor», dezia Sancho, «que aqui no ay encanto ni cosa que lo valga; que yo he visto por entre las verjas y resquizios de la xaula vna vña de leon verdadero, y saco por ella249 que el tal leon, cuya deue de ser la tal uña, es mayor que vna montaña.»

«El miedo, a lo menos», respondio don Quixote, «te le hara parecer mayor que la mitad del mundo. Retirate, Sancho, y dexame, y si aqui muriere, ya sabes nuestro antiguo concierto: acudiras a Dulcinea, y no te digo mas.»

A estas añadio otras razones con que quitó las esperanças de que no250 auia de dexar de proseguir su desuariado intento. Quisiera el del Verde Gauan oponersele, pero viose des igual en las armas, y no le parecio cordura tomarse con vn loco, que ya se lo auia parecido de todo punto don Quixote, el qual, boluiendo   —216→   a dar priesa al leonero y a reyterar las amenazas, dio ocasion al hidalgo a que picase la yegua y Sancho al ruzio y el carretero a sus mulas, procurando todos apartarse del carro lo mas que pudiessen, antes que los leones se desembanastassen.

Lloraua Sancho la   -fol. 62r-   muerte de su señor, que aquella vez sin duda creya que llegaua en las garras de los leones, maldezia su ventura y lo llamaua menguada la hora en que le vino al pensamiento boluer a seruirle; pero no por llorar y lamentarse dexaua de aporrear al ruzio para que se alexasse del carro. Viendo, pues, el leonero que ya los que yuan huyendo estauan bien desuiados, tornó a requerir y (h)a intimar a don Quixote lo que ya le auia requerido e intimado, el qual respondio que lo oia y que no se curasse de mas intimaciones y requirimientos; que todo seria de poco fruto, y que se diesse priessa. En el espacio que tardó el leonero en abrir la xaula primera, estuuo considerando don Quixote si seria bien hazer la batalla antes a pie que a cauallo. Y, en fin, se determinó de hazerla a pie, temiendo que Rozinante se espantaria con la vista de los leones; por esto saltó del cauallo, arrojó la lança y embraçó el escudo, y, desenuaynando la espada, paso ante paso, con marauilloso denuedo y coraçon valiente, se fue a poner delante del carro, encomendandose a Dios de todo coraçon, y luego a su señora Dulcinea.

Y es de saber que, llegando a este paso   —217→   el autor de esta verdadera historia, exclama y dize:

«¡O fuerte y sobre todo encarecimiento animoso don Quixote de la Mancha, espejo donde se pueden mirar todos los valientes del mundo, segundo y nueuo don Manuel de Leon251, que fue gloria y honra de los españoles caualleros! ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la hare creyble a los siglos venideros, o qué alabanças aura que no te conuengan y quadren, aunque sean hiperboles sobre todos los hiperboles? Tu a pie, tu solo, tu intrepido, tu magnanimo, con sola vna espada, y no de las del perrillo252 cortadoras, con vn escudo no de muy luziente y limpio azero, estás aguardando y atendiendo los dos mas fieros leones que jamas   -fol. 62v-   criaron las africanas selvas. Tus mismos hechos sean los que te alaben, valeroso manchego; que yo los dexo aqui en su punto, por faltarme palabras con que encarecerlos.»

Aqui cessó la referida exclamacion del autor y passó adelante, anudando el hilo de la historia, diziendo:

Que visto253 el leonero ya puesto en postura a don Quixote, y que no podia dexar de soltar al leon macho, so pena de caer en la desgracia del indignado y atreuido cauallero, abrio de par en par la primera xaula donde estaua, como se ha dicho, el leon, el qual parecio de grandeza extraordinaria y de espantable y fea catadura. Lo primero que hizo fue reboluerse   —218→   en la xaula, donde venia echado, y tender la garra y despereçarse todo; abrio luego la boca y bostezó muy despacio, y con casi dos palmos de lengua que sacó fuera se despoluoreó los ojos y se lavo el rostro; hecho esto, sacó la cabeça fuera de la xaula y miró a todas partes con los ojos hechos brasas, vista y ademan para poner espanto a la misma temeridad. Solo don Quixote lo miraua atentamente, desseando que saltasse ya del carro y viniesse con el a las manos, entre las quales pensaua hazerle pedaços.

Hasta aqui llegó el extremo de su jamas vista locura. Pero el generoso leon, mas comedido que arrogante, no haziendo caso de niñerias ni de brauatas, despues de auer mirado a vna y otra parte, como se ha dicho, boluio las espaldas y enseñó sus traseras partes a don Quixote, y con gran flema y remanso se boluio a echar en la xaula. Viendo lo qual, don Quixote mandó al leonero que le diesse de palos y le irritasse para echarle fuera.

«Esso no hare yo», respondio el leonero, «porque si yo le instigo, el primero a quien hara pedaços sera a mi mismo. Vuessa merced, señor cauallero, se contente con lo hecho, que es todo lo que puede dezirse en genero de valentia, y no quiera tentar segunda fortuna. El leon tiene abierta la puerta, en su mano está   -fol. 63r-   salir o no salir, pero pues no ha salido hasta aora, no saldra en todo el dia. La grandeza del coraçon de vuessa merced ya está bien declarada;   —219→   ningun brauo peleante, segun a mi se me alcança, está obligado a mas que a desafiar a su enemigo y esperarle en campaña, y si el contrario no acude, en el se queda la infamia, y el esperante gana la corona del vencimiento.»

«Assi es verdad», respondio don Quixote; «cierra, amigo, la puerta, y dame por testimonio en la mejor forma que pudieres lo que aqui me has visto hazer. Conuiene a saber: como tu abriste al leon, yo le esperé, el no lo salio, boluile a esperar, boluio a no salir y boluiose acostar254. No deuo mas, y encantos afuera; y Dios ayude a la razon, y a la verdad, y a la verdadera caualleria; y cierra, como he dicho, en tanto que hago señas a los huydos y ausentes, para que sepan de tu boca esta hazaña.»

Hizolo assi el leonero, y don Quixote, poniendo en la punta de la lança el lienço con que se auia limpiado el rostro de la lluuia de los requesones, començo a llamar a los que no dexauan de huyr ni de boluer la cabeça a cada paso, todos en tropa y antecogidos del hidalgo; pero alcançando Sancho a ver la señal del blanco paño, dixo:

«Que me maten si mi señor no ha vencido a las fieras bestias, pues nos llama.»

Detuuieronse todos y con[o]cieron que el que hazia las señas era don Quixote, y, perdiendo alguna parte del miedo, poco a poco se vinieron acercando hasta donde claramente oyeron las vozes de don Quixote, que los llamaua.   —220→   Finalmente, boluieron al carro, y, en llegando, dixo don Quixote al carretero:

«Bolued, hermano, a vnzir vuestras mulas y a proseguir vuestro viage, y tu, Sancho, dale dos escudos de oro para el y para el leonero, en recompensa de lo que por mi se han detenido.»

«Essos dare yo de muy buena gana», respondio Sancho; «pero ¿qué se han hecho los leones? ¿Son muertos, o viuos?»

Entonces el leonero, menudamente y por sus pausas, conto el fin de la contienda, exagerando como el mejor   -fol. 63v-   pudo y supo el valor de don Quixote, de cuya vista el leon, acobardado, no quiso ni osó salir de la xaula, puesto que auia tenido vn buen espacio abierta la puerta de la xaula; y que por auer el dicho a aquel cauallero que era tentar a Dios irritar al leon para que por fuerça saliesse, como el queria que se irritasse, mal de su grado, y contra toda su voluntad, auia permitido que la puerta se cerrasse.

«¿Qué te parece desto, Sancho?», dixo don Quixote. «¿Ay encantos que valgan contra la verdadera valentia? Bien podran los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el animo, sera impossible.»

Dio los escudos Sancho, vnzio el carretero, besó las manos el leonero a don Quixote por la merced recebida, y prometiole de contar aquella valerosa hazaña al mismo rey quando en la corte se viesse.

  —221→  

«Pues si acaso su magestad preguntare quién la hizo, direisle que el Cauallero de los Leones, que de aqui adelante quiero que en este se trueque, cambie, buelua y mude el que hasta aqui he tenido del Cauallero de la Triste Figura, y en esto sigo la antigua vsança de los andantes caualleros, que se mudauan los nombres quando querian, o quando les venia a cuento.»

Siguio su camino el carro, y don Quixote, Sancho y el del Verde Gauan prosiguieron el suyo. En todo este tiempo no auia hablado palabra don Diego de Miranda, todo atento a mirar y a notar los hechos y palabras de don Quixote, pareciendole que era vn cuerdo loco y vn loco que tiraua a cuerdo. No auia aun llegado a su noticia la primera parte de su historia; que si la huuiera leydo, cessara la admiracion en que lo ponian sus hechos y sus palabras, pues ya supiera el genero de su locura; pero como no la sabia, ya le tenia por cuerdo y ya por loco, porque lo que hablaua era concertado, elegante y bien dicho, y lo que hazia, disparatado, temerario y tonto, y dezia entre si, ¿qué mas locura puede ser que ponerse la celada llena de requesones y darse a entender que le ablandaua[n] los cascos los enca[n]tadores, y qué mayor temeridad y disparate que querer pelear por fuerza   -fol. 64r-   con leones?

Destas imaginaciones y deste soliloquio le sacó don Quixote, diziendole:

«¿Quién duda, señor don Diego de Miranda,   —222→   que vuestra merced no me tenga en su opinion por vn hombre disparatado y loco? Y no seria mucho que assi fuesse, porque mis obras no pueden dar testimonio de otra cosa; pues, con todo esto, quiero que vuestra merced aduierta que no soy tan loco ni tan menguado como deuo de auerle parecido. Bien parece vn gallardo cauallero a los ojos de su rey, en la mitad de vna gran plaça, dar una lançada con felize sucesso a vn brauo toro. Bien parece vn cauallero armado de resplandecientes armas passar la tela en alegres justas delante de las damas, y bien parecen todos aquellos caualleros que en exercicios militares, o que lo parezcan, entretienen y alegran y, si se puede dezir, honran las cortes de sus principes; pero sobre todos estos parece mejor vn cauallero andante, que por los desiertos, por las soledades, por las encrucijadas, por las seluas y por los montes anda buscando peligrosas auenturas, con intencion de darles dichosa y bien afortunada cima, solo por alcançar gloriosa fama y duradera. Mejor parece, digo, vn cauallero andante socorriendo a vna viuda en algun despoblado que vn cortesano cauallero requebrando a vna donzella en las ciudades. Todos los caualleros tienen sus particulares exercicios: sirua a las damas el cortesano, autorize la corte de su rey con libreas, sustente los caualleros pobres con el esplendido plato de su mesa, concierte justas, mantenga torneos y muestrese grande, liberal y magnifico y buen christiano sobre   —223→   todo, y desta manera cumplira con sus precisas obligaciones.

»Pero el andante cauallero busque los rincones del mundo, entrese en los mas intricados laberintos, acometa a cada paso lo impossible, resista en los paramos despoblados los ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el inuierno la dura inclemencia de los vientos y de los yelos; no le asombren leones, ni le espanten vestiglos, ni atemorizen endriagos;   -fol. 64v-   que buscar estos, acometer aquellos y vencerlos a todos son sus principales y verdaderos exercicios. Yo, pues, como me cupo en suerte ser vno del numero de la andante caualleria, no puedo dexar de acometer todo aquello que a mi me pareciere que cae debaxo de la juridicion de mis exercicios, y assi, el acometer los leones que ahora acometi derechamente me tocaua, puesto que conocí ser temeridad esoruitante, porque bien se lo que es valentia, que es vna virtud que está puesta entre dos estremos viciosos, como son la couardia y la temeridad; pero menos mal sera que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baxe y toque en el punto de couarde; que assi como es mas facil venir el prodigo a ser liberal que al255 auaro, assi es mas facil dar el temerario en verdadero valiente que no el couarde subir a la verdadera valentia; y en esto de acometer auenturas, creame vuessa merced, señor don Diego, que antes se [h]a de perder por carta de mas que de menos, porque mejor   —224→   suena en las orejas de los que lo oyen, “el tal cauallero256 es temerario y atreuido”, que no “el tal cauallero es timido y couarde”.»

«Digo, señor don Quixote», respondio don Diego, «que todo lo que vuessa merced ha dicho y hecho va niuelado con el fiel de la misma razon, y que entiendo que si las ordenanças y leyes de la caualleria andante se perdiessen, se hallarian en el pecho de vuessa merced como en su mismo deposito y archiuo; y demonos priesa, que se haze tarde, y lleguemos a mi aldea y casa, donde descansará vuestra merced del passado trabajo, que si no ha sido del cuerpo, ha sido del espiritu, que suele tal vez redundar en cansancio del cuerpo.»

«Tengo el ofrecimiento a gran fauor y merced, señor don Diego», respondió don Quixote.

Y, picando mas de lo que hasta entonces, serian como las dos de la tarde quando llegaron a la aldea y a la casa de don Diego, a quien don Quixote llamaua el Cauallero del Verde Gauan.



  —225→     -fol. 65r-  

ArribaAbajoCapitulo XVIII

De lo que sucedio a don Quixote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gauan, con otras cosas extrauagantes


Halló don Quixote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle, la bodega en el patio, la cueua en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso257, le renouaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y, sospirando y sin mirar lo que dezia, ni delante de quien estaua, dixo:


   «¡O dulces prendas, por mi mal halladas;
dulces y alegres quando Dios queria258!



»¡O tobosescas tinajas, que me aueys traydo a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura!»

Oyole dezir esto el estudiante poeta, hijo de don Diego, que con su madre auia salido a recebirle, y madre y hijo quedaron suspensos de ver la extraña figura de don Quixote, el qual, apeandose de Rozinante, fue con mucha cortesia a pedirle las manos para besarselas, y don Diego dixo:

«Recebid, señora, con vuestro solito agrado al señor don Quixote de la Mancha, que es el que teneis delante, andante cauallero, y   —226→   el mas valiente y el mas discreto que tiene el mundo.»

La señora, que doña Cristina se llamaua, le recibio con muestras de mucho amor y de mucha cortesia, y don Quixote se le ofrecio con assaz de discretas y comedidas razones; casi los mismos comedimientos passó con el estudiante, que, en oyendole hablar don Quixote, le tuuo por discreto y agudo.

Aqui pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintandonos en ellas lo que contiene vna casa de vn cauallero labrador y rico; pero al traductor desta historia le parecio   -fol. 65v-   passar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venian bien con el proposito principal de la historia, la qual mas tiene su fuerça en la verdad que en las frias digressiones.

Entraron a don Quixote en vna sala, desarmole Sancho, quedó en valones y en jubon de camuça, todo visunto con la mugre de las armas; el cuello era valona a lo estudiantil, sin almidon y sin randas; los borzeguies eran datilados, y encerados los çapatos; ciñose su buena espada, que pendia de vn tahali de lobos marinos259, que es opinion que muchos años fue enfermo de los riñones; cubriose vn herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo con cinco calderos o seys de agua, que en la cantidad de los calderos ay alguna diferencia, se lauó la cabeça y rostro, y todavia se quedó el agua de color de suero, merced a la golosina   —227→   de Sancho y a la compra de sus negros requesones, que tan blanco pusieron a su amo.

Con los referidos atauios y con gentil donayre y gallardia salio don Quixote a otra sala, donde el estudiante le estaua esperando para entretenerle en tanto que las mesas se ponian; que por la venida de tan noble huesped queria la señora doña Cristina mostrar que sabia y podia regalar a los que a su casa llegassen.

En tanto que don Quixote se estuuo desarmando, tuuo lugar don Lorenço, que assi se llamaua el hijo de don Diego, de dezir a su padre:

«¿Quién diremos, señor, que es este cauallero que vuessa merced nos ha traydo a casa? Que el nombre, la figura y el dezir que es cauallero andante, a mi y a mi madre nos tiene suspensos.»

«No se lo que te diga, hijo», respondio don Diego; «solo te sabre dezir, que le he visto hazer cosas del mayor loco del mundo, y dezir razones tan discretas que borran y deshazen sus hechos; hablale tu y toma el pulso a lo que sabe, y, pues eres discreto, juzga de su discrecion o tonteria lo que mas puesto en razon estuuiere; aunque, para dezir verdad, antes le tengo por loco que   -fol. 66r-   por cuerdo.»

Con esto se fue don Lorenço a entretener a don Quixote, como queda dicho, y entre otras platicas que los dos passaron, dixo don Quixote a don Lorenço:

«El señor don Diego de Miranda, padre de   —228→   vuessa merced, me ha dado noticia de la rara habilidad y sutil ingenio que vuessa merced tiene, y, sobre todo, que es vuessa merced vn gran poeta.»

«Poeta bien podra ser», respondio don Lorenço, «pero grande, ni por pensamiento; verdad es que yo soy algun tanto aficionado a la poesia y a leer los buenos poetas; pero no de manera que se me pueda dar el nombre de grande que mi padre dize.»

«No, me parece mal essa humildad», respondio don Quixote, «porque no ay poeta que no sea arrogante y piense de si que es el mayor poeta del mundo.»

«No ay regla sin excepcion», respondio don Lorenço, «y alguno aura que lo sea y no lo piense.»

«Pocos260», respondio don Quixote; «pero digame vuessa merced, ¿qué versos son los que agora trae entre manos, que me ha dicho el señor su padre que le traen algo inquieto y pensatiuo? Y si es alguna glossa, a mi se me entiende algo de achaque de glossas, y holgaria saberlos; y si es que son de justa literaria, procure vuestra merced lleuar el segundo premio, que el primero siempre se lleua el fauor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleua la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta, sera el tercero, al modo de las licencias que se dan en las vniuersidades261; pero con todo esto, gran personage es el nombre de primero

  —229→  

«Hasta aora», dixo entre si don Lorenço, «no os podre yo juzgar por loco; vamos adelante.»

Y dixole:

«Pareceme que vuessa merced ha cursado las escuelas: ¿qué ciencias ha oydo?»

«La de la caualleria andante», respondio don Quixote, «que es tan buena como la de la poesia, y aun dos deditos mas.»

«No se que ciencia sea essa», replicó don Lorenço, «y hasta aora no ha llegado a mi noticia.»

«Es vna ciencia», replicó don Quixote, «que encierra en si todas o las mas ciencias del mundo, a causa que el que la professa ha de   -fol. 66v-   ser iurisperito y saber las leyes de la justicia distributiua y comutatiua, para dar a cada vno lo que es suyo y lo que le conuiene; ha de ser theologo, para saber dar razon de la christiana ley que professa, clara y distintamente, adondequiera que le fuere pedido; ha de ser medico, y principalmente heruolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yeruas que tienen virtud de sanar las heridas, que no ha de andar el cauallero andante a cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrologo, para conocer por las estrellas quantas horas son passadas de la noche y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matematicas, porque a cada paso se le ofrecera tener necessidad dellas, y, dexando aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes theologales y cardinales, decendiendo   —230→   a otras menudencias, digo que ha de saber nadar como dizen que nadaua el pexe Nicolas o Nicolao262; ha de saber herrar vn cauallo y aderezar la silla y el freno, y, boluiendo a lo de arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritatiuo con los menesterosos y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla. De todas estas grandes y minimas partes se compone vn buen cauallero andante, porque vea vuessa merced, señor don Lorenço, si es ciencia mocosa lo que aprende el cauallero que la estudia y la professa, y si se puede ygualar a las mas estiradas que en los ginasios y escuelas se enseñan.»

«Si esso es assi», replicó don Lorenzo, «yo digo que se auentaja essa ciencia a todas.»

«¿Cómo si es assi?», respondio don Quixote.

«Lo que yo quiero dezir», dixo don Lorenço, «es que dudo que aya auido, ni que los ay aora, caualleros andantes y adornados de virtudes tantas.»

«Muchas vezes he dicho lo que bueluo a dezir aora», respondio don Quixote: «que la mayor parte de la gente del mundo está de parecer   -fol. 67r-   de que no ha auido en el caualleros andantes, y por parecerme a mi que si el cielo milagrosamente no les da a entender la verdad de que los huuo y de que los ay, qualquier trabajo que se tome ha de ser en vano, como   —231→   muchas vezes me lo ha mostrado la experiencia, no quiero detenerme agora en sacar a vuessa merced del error, que con los muchos tiene; lo que pienso hazer es el263 rogar al cielo le saque del, y le de a entender quán prouechosos y quán necessarios fueron al mundo los caualleros andantes en los passados siglos, y quán vtiles fueran en el presente, si se usaran; pero triunfan aora, por pecados de las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo.»

«Escapado se nos ha nuestro huesped», dixo a esta sazon entre si don Lorenço; «pero con todo esso, el es loco vizarro, y yo seria mentecato floxo si assi no lo creyesse.»

Aqui dieron fin a su platica, porque los llamaron a comer. Preguntó don Diego a su hijo qué auia sacado en limpio del ingenio del huesped, a lo que el respondio:

«No le sacarán del borrador de su locura quantos medicos y buenos escriuanos tiene el mundo; el es vn entreuerado loco, lleno de luzidos intervalos.»

Fueronse a comer, y la comida fue tal como don Diego auia dicho en el camino que la solia dar a sus combidados: limpia, abundante y sabrosa; pero de lo que mas se contentó don Quixote fue del marauilloso silencio que en toda la casa auia, que semejaua vn monasterio de cartuxos. Leuantados, pues, los ma[n]teles y dadas gracias a Dios, y agua a las manos, don Quixote pidio ahincadamente a don Lorenço,   —232→   dixesse los versos de la justa literaria. A lo que el respondio, que por no parecer de aquellos poetas que quando les ruegan digan sus versos los niegan, y quando no se los piden los vomitan, «yo dire mi glossa264, de la qual no espero premio alguno; que solo por exercitar el ingenio la he hecho.»

«Vn amigo y discreto», respondio don Quixote, «era de parecer que no se auia de cansar   -fol. 67v-   nadie en glossar versos, y la razon, dezia el, era que jamas la glossa podia llegar al texto, y que muchas o las mas vezes yua la glossa fuera de la intencion y proposito de lo que pedia lo que se glossaua, y mas que las leyes de la glossa eran demasiadamente estrechas: que no sufrian interrogantes, ni dixo, ni dire, ni hazer nombres de verbos, ni mudar el sentido, con otras ataduras y estrechezas con que van atados los que glossan265, como vuestra merced deue de saber.»

«Verdaderamente, señor don Quixote», dixo don Lorenço, «que desseo coger a vuestra merced en vn mal latin continuado, y no puedo, porque se me desliza de entre las manos como anguila.»

«No entiendo», respondio don Quixote, «lo que vuestra merced dize ni quiere dezir en esso del deslizarme.»

«Yo me dare a entender», respondio don Lorenço, «y por aora esté vuessa merced atento a los versos glossados y a la glossa, que dizen desta manera:

  —233→  

   ¡Si mi fue tornasse a es,
sin esperar mas sera,
o viniesse el tiempo ya
de lo que sera despues!




Glossa


    Al fin, como todo passa,
se passó el bien que me dio
fortuna, vn tiempo no escassa,
y nunca me le boluio,
ni abundante ni por tassa.  5
Siglos ha ya que me vees,
fortuna, puesto a tus pies;
buelueme a ser venturoso;
que sera mi ser dichoso
si mi fue tornasse a es.  10
   No quiero otro gusto o gloria,
otra palma o vencimiento,
otro triunfo, otra vitoria,
sino boluer al contento
que es pessar en mi memoria.  15
Si tu me buelues allá,
fortuna, templado está
todo el rigor de mi fuego,
y mas si este bien es luego,
sin esperar mas sera.  20
-fol. 68r-
   Cosas impossibles pido,
pues boluer el tiempo a ser
despues que vna vez ha sido,
no ay en la tierra poder
que a tanto se aya estendido.  25
Corre el tiempo, buela y va
ligero y no boluera,
y herraria el que pidiesse
o que el tiempo ya se fuesse,
o boluiesse266 el tiempo ya.  30
—234→
   Viuo267 en perplexa vida,
ya esperando, ya temiendo,
es muerte muy conocida,
y es mucho mejor muriendo
buscar al dolor salida.  35
A mi me fuera interes
acabar, mas no lo es,
pues, con discurso mejor,
me da la vida el temor
de lo que sera despues  40

En acabando de dezir su glossa don Lorenço, se leuantó en pie don Quixote, y en voz leuantada que parecia grito, assiendo con su mano la derecha de don Lorenço, dixo:

«Viuen los cielos donde mas altos estan, mancebo generoso, que soys el mejor poeta del orbe, y que mereceys estar laureado, no por Chipre, ni por Gaeta, como dixo vn poeta que Dios perdone268, sino por las Academias de Atenas, si oy viuieran, y por las que oy viuen de Paris, Bolonia y Salamanca; plega al cielo que los juezes que os quitaren el premio primero, Febo los assaetee y las Musas jamas atrauiessen los vmbrales de sus casas. Dezidme, señor, si soys seruido, algunos versos mayores; que quiero tomar de todo en todo el pulso a vuestro admirable ingenio.»

¿No es bueno que dizen que se holgo don Lorenço de verse alabar de don Quixote, aunque le tenia por loco? ¡O fuerça de la adulacion, a quánto te estiendes y quán dilatados limites son los de tu juridicion agradable! Esta verdad acreditó don Lorenço, pues concedio con la   —235→   demanda y desseo de don Quixote, diziendole este soneto a la fabula o historia de Piramo y Tisbe:

  -fol. 68v-  


Soneto


   El muro rompe la donzella hermosa,
que de Piramo abrio el gallardo pecho;
parte el Amor de Chipre y va derecho
a ver la quiebra estrecha y prodigiosa.
   Habla el silencio alli, porque no osa  5
la voz entrar por tan estrecho estrecho;
las almas si, que amor suele de hecho
facilitar la mas dificil cosa.
   Salio el desseo de compas, y el paso
de la imprudente virgen solicita  10
por su gusto su muerte. Ved que historia:
   que a entrambos en vn punto ¡o estraño caso!
los mata, los encubre y resucita
vna espada, vn sepulcro, vna memoria.

«¡Bendito sea Dios!», dixo don Quixote, auiendo oydo el soneto a don Lorenço, «que entre los infinitos poetas consumidos que ay, he visto vn consumado poeta, como lo es vuessa merced, señor mío; que assi me lo da a entender el artificio deste soneto.»

Cuatro días estuuo don Quixote regaladissimo en la casa de don Diego, al cabo de los quales le pidio licencia para yrse, diziendole que le agradecia la merced y buen tratamiento que en su casa auia recebido, pero que por no parecer bien que los caualleros andantes se den muchas horas a[l] ocio y al regalo se queria yr a cumplir con su oficio, buscando las auenturas,   —236→   de quien tenia noticia que aquella tierra abundaua, donde esperaua entretener el tiempo hasta que llegasse el dia de las justas de Zaragoça, que era el de su derecha derrota, y que primero auia de entrar en la cueua de Montesinos, de quien tantas y tan admirables cosas en aquellos contornos se contauan,   -fol. 69r-   sabiendo e inquiriendo assimismo el nacimiento y verdaderos manantiales de las siete lagunas llamadas comunmente de Ruydera.

Don Diego y su hijo le alabaron su honrosa determinacion, y le dixeron que tomasse de su casa y de su hazienda todo lo que en grado le viniesse; que le seruirian con la voluntad possible, que a ello les obligaua el valor de su persona y la honrosa profession suya. Llegose, en fin, el dia de su partida, tan alegre para don Quixote como triste y aziago para Sancho Pança, que se hallaua muy bien con la abundancia de la casa de don Diego, y rehusaua de boluer a la hambre que se vsa en las florestas [y] despoblados, y a la estrecheza de sus mal proueydas alforjas; con todo esto, las llenó y colmó de lo mas necessario que le parecio. Y al despedirse, dixo don Quixote a don Lorenço:

«No se si he dicho a vuessa merced otra vez, y si lo he dicho, lo bueluo a dezir, que quando vuessa merced quisiere ahorrar caminos y trabajos para llegar a la inacessible cumbre del templo de la fama, no tiene que hazer otra cosa sino dexar a vna parte la senda de la poesia, algo estrecha, y tomar la estrechissima   —237→   de la andante caualleria, bastante para hazerle emperador en daca las pajas.»

Con estas razones acabó don Quixote de cerrar el processo de su locura, y mas con las que añadio, diziendo:

«Sabe Dios si quisiera lleuar conmigo al señor don Lorenço para enseñarle cómo se han de perdonar los sugetos y supeditar y acozear los soberuios269, virtudes anejas a la profession que yo professo; pero pues no lo pide su poca edad, ni lo querran consentir sus loables exercicios, solo me contento con aduertirle a vuessa merced, que siendo poeta podra ser famoso, si se guia mas por el parecer ageno que por el propio, porque no ay padre ni madre a quien sus hijos les parezcan feos, y en los que lo son del entendimiento corre mas este engaño.»

De nueuo   -fol. 69v-   se admiraron padre y hijo de las entremetidas razones de don Quixote, ya discretas y ya disparatadas, y del tema y teson que lleuaua de acudir de todo en todo a la busca de sus desuenturadas auenturas, que las tenia por fin y blanco de sus desseos; reyteraronse los ofrecimientos y comedimientos, y con la buena licencia de la señora del castillo, don Quixote y Sancho, sobre Rozinante y el ruzio, se partieron.



  —238→  

ArribaAbajoCapitulo XIX

Donde se cuenta la auentura del pastor enamorado, con otros, en verdad, graciosos sucessos


Poco trecho se auia alongado don Quixote del lugar de don Diego, quando encontro con dos como clerigos o como estudiantes y con dos labradores que sobre quatro bestias asnales venian caualleros; el vno de los estudiantes traia lo como en portamanteo, en vn lienço de vocazi verde embuelto, al parecer, vn poco de grana blanca y dos pares de medias de cordellate; el otro no traia otra cosa que dos espadas negras de esgrima, nueuas, y con sus çapatillas. Los labradores traian otras cosas que dauan indicio y señal que venian de alguna villa grande, donde las auian comprado y las lleuauan a su aldea; y, assi, estudiantes como labradores cayeron en la misma admiracion en que caian todos aquellos que la vez primera veyan a don Quixote, y morian por saber qué hombre fuesse aquel tan fuera del vso de los otros hombres. Saludoles don Quixote, y despues de saber el camino que lleuauan, que era el mesmo que el hazia, les ofrecio su compañia, y les pidio detuuiessen el paso, porque caminauan mas sus pollinas que su cauallo, y para obligarlos, en breues razones les dixo quién era, y su oficio y profession, que era de cauallero andante, que yua a buscar las auenturas por todas   -fol. 70r-   las partes del mundo.   —239→   Dixoles que se llamaua de nombre propio don Quixote de la Mancha, y por el apelatiuo el Cauallero de los Leones. Todo esto para los labradores era hablarles en griego o en gerigonça, pero no para los estudiantes, que luego entendieron la flaqueza del celebro de don Quixote; pero, con todo esso, le mirauan con admiracion y con respecto, y vno dellos le dixo:

«Si vuessa merced, señor cauallero, no lleua camino determinado, como no le suelen lleuarlos que buscan las auenturas, vuessa merced se venga con nosotros, vera vna de las mejores bodas y mas ricas que hasta el dia de oy se auran celebrado en la Mancha, ni en otras muchas leguas a la redonda.»

Preguntole don Quixote si eran de algun principe que assi las ponderaua.

«No son», respondio el estudiante, «sino de vn labrador y vna labradora: el, el mas rico de toda esta tierra, y ella, la mas hermosa que han visto los hombres. El aparato con que se han de hazer es estraordinario y nueuo, porque se han de celebrar en vn prado que está junto al pueblo de la nouia, a quien por excelencia llaman Quiteria la hermosa, y el desposado se llama Camacho el rico, ella de edad de diez y ocho años y el de veinte y dos, ambos para en vno, aunque algunos curiosos, que tienen de memoria los linages de todo el mundo, quieren dezir que el de la hermosa Quiteria se auentaja al de Camacho; pero ya no se mira en esto, que   —240→   las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras. En efecto, el tal Camacho es liberal, y hasele antojado de enramar y cubrir todo el prado por arriua, de tal suerte, que el sol se ha de ver en trabajo, si quiere entrar a visitar las yeruas verdes de que está cubierto el suelo. Tiene assimesmo maheridas danças, assi de espadas como de cascabel menudo, que ay en su pueblo quien los repique y sacuda por estremo; de çapateadores no digo nada, que es vn juyzio los que tiene muñidos; pero ninguna de las cosas referidas, ni otras muchas que   -fol. 70v-   he dexado por referir, ha de hazer mas memorables estas bodas, sino las que imagino que hara en ellas el despechado Basilio.

»Es este Basilio vn zagal vezino del mesmo lugar de Quiteria, el qual tenia su casa pared y medio de la de los padres de Quiteria, de donde tomó ocasion el amor de renouar al mundo los ya oluidados amores de Piramo y Tisbe, porque Basilio se enamoró de Quiteria desde sus tiernos y primeros años, y ella fue correspondiendo a su desseo con mil honestos fauores. Tanto, que se contauan por entretenimiento en el pueblo los amores de los dos niños Basilio y Quiteria. Fue creciendo la edad, y acordo el padre de Quiteria de estoruar a Basilio la ordinaria entrada que en su casa tenia, y por quitarse de andar receloso y lleno de sospechas, ordenó de casar a su hija con el rico Camacho, no pareciendole ser bien casarla con Basilio, que no tenia270 tantos bienes de fortuna   —241→   como de naturaleza, pues si va (h)a dezir las verdades sin inuidia, el es el mas agil mancebo que conocemos, gran tirador de barra, luchador estremado y gran jugador de pelota; corre como vn gamo, salta mas que vna cabra y birla a los bolos como por encantamento; canta como vna calandria y toca vna guitarra que la haze hablar, y, sobre todo, juega vna espada como el mas pintado.»

«Por essa sola gracia», dixo a esta sazon don Quixote, «merecia esse mancebo no solo casarse con la hermosa Quiteria, sino con la mesma reyna Ginebra, si fuera oy viua, a pesar de Lanzarote y de todos aquellos que estoruarlo quisieran.»

«A mi muger con esso», dixo Sancho Pança, que hasta entonces auia ydo callando y escuchando, «la qual no quiere sino que cada vno case con su ygual, ateniendose al refran que dizen, «cada oueja con su pareja»; lo que yo quisiera es, que esse buen Basilio, que ya me le voy aficionando, se casara con essa señora Quiteria; que buen siglo ayan y buen poso, yua a dezir al rebes, los que estoruan que se casen los que bien se quieren.»

«Si todos   -fol. 71r-   los que bien se quieren se huuiessen de casar», dixo don Quixote, «quitariase la eleccion y juridicion a los padres de casar sus hijos con quien y quando deuen, y si a la voluntad de las hijas quedasse escoger los maridos, tal auria que escogiesse al criado de su padre, y tal al que vio passar por la   —242→   calle, a su parecer, vizarro y entonado, aunque fuesse vn desbaratado espadachin; que el amor y la aficion con facilidad ciegan los ojos del entendimiento, tan necessarios para escoger estado, y el del matrimonio está muy a peligro de errarse, y es menester gran tiento y particular fauor del cielo para acertarle. Quiere hazer vno vn viage largo, y si es prudente, antes de ponerse en camino busca alguna compañia segura y apazible con quien acompañarse. Pues ¿por qué no hara lo mesmo el que ha de caminar toda la vida hasta el paradero de la muerte, y mas si la compañía le ha de acompañar en la cama, en la mesa y en todas partes, como es la de la muger con su marido? La de la propia muger no es mercaduria que vna vez comprada se buelue, o se trueca o cambia, porque es accidente inseparable que dura lo que dura la vida. Es vn lazo, que si vna vez le echays al cuello, se buelue en el nudo gordiano, que si no le corta la guadaña de la muerte, no ay desatarle. Muchas mas cosas pudiera dezir en esta materia, si no estoruara el desseo que tengo de saber si le queda mas que dezir al señor licenciado acerca de la historia de Basilio.»

A lo que respondio el estudiante bachiller, o licenciado, como le llamó don Quixote, (que):

«De todo no me queda mas que dezir, sino que desde el punto que Basilio supo que la hermosa Quiteria se casaua con Camacho el rico, nunca mas le han visto reyr, ni hablar   —243→   razon concertada, y siempre anda pensatiuo y triste, hablando entre si mismo, con que da ciertas y claras señales de que se le ha buelto el juyzio; come poco y duerme poco, y lo que come son frutas, y en lo que duerme, si duerme, es en el campo sobre la dura tierra como   -fol. 71v-   animal bruto; mira de quando en quando al cielo, y otras vezes claua los ojos en la tierra, con tal embelesamiento, que no parece sino estatua vestida que el ayre le mueue la ropa. En fin, el da tales muestras de tener apassionado el coraçon, que tememos todos los que le conocemos que el dar el si mañana la hermosa Quiteria ha de ser la sentencia de su muerte.»

«Dios lo hara mejor», dixo Sancho, «que Dios que da la llaga da la medicina; nadie sabe lo que está por venir, de aqui a mañana muchas horas ay, y en vna, y aun en vn momento, se cae la casa; yo he visto llouer y hazer sol, todo a vn mesmo punto; tal se acuesta sano la noche, que no se puede mouer otro dia; y diganme, ¿por ventura aura quien se alabe que tiene echado vn clauo a la rodaja de la Fortuna? No, por cierto, y entre el si y el no de la muger no me atreueria yo a poner una punta de alfiler, porque no cabria; denme a mi que Quiteria quiera de buen coraçon y de buena voluntad a Basilio, que yo le dare a el vn saco de buena ventura; que el amor, segun yo he oydo dezir, mira con vnos antojos que hazen parecer oro al cobre, a la pobreza riqueza y a las lagañas perlas.»

  —244→  

«¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito?», dixo don Quixote. «Que quando comienças a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Iudas, que te lleue. Dime, animal, ¿qué sabes tu de clauos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna?»

«O, pues si no me entienden», respondio Sancho, «no es marauilla que mis sentencias sean tenidas por disparates; pero no importa, yo me lo entiendo y se que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho, sino que vuessa merced, señor mio, siempre es friscal de mis dichos y aun de mis hechos.»

«Fiscal has de dezir», dixo don Quixote, «que no friscal, preuaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda.»

«No se apunte vuestra merced conmigo», respondio Sancho, «pues sabe que no me he criado en la corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Si, que valgame Dios, no ay para qué obligar al sayagues a que hable como el toledano,   -fol. 72r-   y toledanos puede auer que no las271 corten en el ayre en esto del hablar polido.»

«Assi es», dixo el licenciado, «porque no pueden hablar tan bien los que se crian en las Tenerias y en Zocodouer como los que se passean casi todo el dia por el claustro de la Iglesia Mayor, y todos son toledanos272; el lenguaje puro, el propio, el elegante y claro está en los discretos cortesanos, aunque ayan   —245→   nacido en Majalahonda; dixe discretos, porque ay muchos que no lo son, y la discrecion es la gramatica del buen lenguage que se acompaña con el vso; yo, señores, por mis pecados he estudiado canones en Salamanca, y picome algun tanto de dezir mi razon con palabras claras, llanas y significantes.»

«Si no os picarades273 mas de saber mas menear las negras que lleuais que la lengua», dixo el otro estudiante, «vos lleuarades el primero en licencias, como lleuastes cola274

«Mirad, bachiller», respondio el licenciado, «vos estais en la mas errada opinion del mundo acerca de la destreza de la espada, teniedola por vana.»

«Para mi no es opinion, sino verdad assentada», replicó Corchuelo; «y si quereys que os lo muestre con la experiencia, espadas traeis, comodidad ay, yo pulsos y fuerças tengo, que acompañadas de mi animo, que no es poco, os haran confessar que yo no me engaño; apeaos y vsad de vuestro compas de pies, de vuestros circulos y vuestros angulos y ciencia, que yo espero de hazeros ver estrellas a medio dia con mi destreza moderna y zafia, en quien espero, despues de Dios, que está por nacer hombre que me haga boluer las espaldas, y que no le ay en el mundo a quien yo no le haga perder tierra.»

«En esso de boluer o no las espaldas, no me meto», replicó el diestro, «aunque podria ser que en la parte donde la vez primera clauassedes   —246→   el pie, alli os abriessen la sepultura; quiero dezir, que alli quedassedes muerto por la despreciada destreza.»

«Aora se vera», respondio Corchuelo.

Y, apeandose con gran presteza de su jumento, tiró con furia de vna de las espadas que lleuaua el licenciado en el suyo.

«No ha de ser assi», dixo a este instante don Quixote, «que yo quiero ser el maestro desta esgrima y el juez desta muchas vezes no aueriguada question.»

Y, apeandose de Rozinante   -fol. 72v-   y assiendo de su lança, se puso en la mitad del camino, a tiempo que ya el licenciado, con gentil donayre de cuerpo y compas de pies, se yua contra Corchuelo, que contra el se vino lançando, como dezirse suele, fuego por los ojos; los otros dos labradores del acompañamiento, sin apearse de sus pollinas, siruieron de aspetatores en la mortal tragedia; las cuchilladas, estocadas, altibaxos, reueses y mandobles que tiraua Corchuelo eran sin numero, mas espesas que higado275 y mas menudas que granizo. Arremetia como vn leon irritado; pero saliale al encuentro vn tapaboca de la çapatilla de la espada del licenciado, que en mitad de su furia le detenia y se la hazia besar como si fuera reliquia, aunque no con tanta deuocion como las reliquias deuen y suelen besarse.

Finalmente, el licenciado le contó a estocadas todos los botones de vna media sotanilla que traia vestida, haziendole tiras los faldamentos   —247→   como colas de pulpo, derribole el sombrero dos vezes y cansole de manera, que de despecho, colera y rabia assio la espada por la empuñadura y arrojola por el ayre con tanta fuerça, que vno de los labradores assistentes, que era escriuano, que fue por ella, dio despues por testimonio que la alongo de si casi tres quartos de legua, el qual testimonio sirue y ha seruido para que se conozca y vea con toda verdad como la fuerça es vencida del arte.

Sentose cansado Corchuelo y, llegandose a el Sancho, le dixo:

«Mia fe, señor bachiller, si vuessa merced toma mi consejo, de aqui adelante no ha de desafiar a nadie a esgrimir, sino a luchar o a tirar la barra, pues tiene edad y fuerças para ello; que destos a quien llaman diestros he oydo dezir que meten vna punta de vna espada por el ojo de vna aguja.»

«Yo me contento», respondio Corchuelo, «de auer caydo de mi burra, y de que me aya mostrado la experiencia la verdad de quien tan lexos estaua.»

Y, leuantandose abraçó al licenciado y quedaron mas amigos que de antes; y no queriendo esperar   -fol. 73r-   al escriuano, que auia ydo por la espada, por parecerle que tardaria mucho, (y)276 assi determinaron seguir por llegar temprano a la aldea de Quiteria, de donde todos eran.

En lo que faltaua del camino les fue contando el licenciado las excelencias de la espada,   —248→   con tantas razones demostrativas, y con tantas figuras y demostraciones matematicas, que todos quedaron enterados de la bondad de la ciencia, y Corchuelo reduzido de su pertinacia.

Era anochecido, pero antes que llegassen les parecio a todos que estaua delante del pueblo vn cielo lleno de inumerables y resplandecientes estrellas. Oyeron assimismo confusos y suaves sonidos de diuersos instrumentos como de flautas, tamborinos, salterios, albogues, panderos y sonajas, y cuando llegaron cerca vieron que los arboles de vna enramada que a mano auian puesto a la entrada del pueblo estauan todos llenos de luminarias, a quien no ofendia el viento, que entonces no soplaua sino tan manso, que no tenia fuerça para mouer las hojas de los arboles; los musicos eran los regozijadores de la boda, que en diuersas quadrillas por aquel agradable sitio andauan, vnos baylando, y otros cantando, y otros tocando la diuersidad de los referidos instrumentos; en efecto, no parecia sino que por todo aquel prado andaua corriendo la alegria y saltando el contento.

Otros muchos andauan ocupados en leuantar andamios, de donde con comodidad pudiessen ver otro dia las representaciones y danças que se auian de hazer en aquel lugar, dedicado para solenizar las bodas del rico Camacho y las exequias de Basilio. No quiso entrar en el lugar don Quixote, aunque se lo pidieron assi el labrador como el bachiller;   —249→   pero el dio por disculpa, bastantissima a su parecer, ser costumbre de los caualleros andantes dormir por los campos y florestas antes que en los poblados, aunque fuesse debaxo de dorados techos, y, con esto, se desuió vn poco del camino, bien contra la voluntad de Sancho, viniendosele a la memoria el buen alojamiento que auia tenido en el castillo o casa de don Diego.



  —250→     -fol. 73v-  

ArribaAbajoCapitulo XX

Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico con el sucesso de Basilio el pobre


Apenas la blanca aurora auia dado lugar a que el luziente Febo, con el ardor de sus calientes rayos las liquidas perlas de sus cabellos de oro enxugasse, quando don Quixote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho, que aun todavia roncaua, lo qual visto por don Quixote, antes que le despertasse le dixo:

«¡O tu, bienauenturado sobre quantos viuen sobre la haz de la tierra, pues, sin tener inuidia ni ser inuidiado, duermes con sossegado277 espiritu, ni te persiguen encantadores ni sobresaltan encantamentos! Duerme[s], digo otra vez, y lo dire otras ciento, sin que te tengan en contina278 vigilia zelos de tu dama, ni te desuelen pensamientos de pagar deudas que deuas, ni de lo que has de hazer para comer otro dia tu y tu pequeña y angustiada familia, ni la ambicion te inquieta, ni la pompa vana del mundo te fatiga, pues los limites de tus desseos no se estienden a mas que a pensar tu jumento; que el de tu persona sobre mis ombros le tienes puesto, contrapeso y carga que puso la naturaleza y la costumbre a los señores. Duerme el criado y está velando el señor, pensando cómo le ha de sustentar, mejorar y hazer mercedes; la congoxa de ver que   —251→   el cielo se haze de bronze sin acudir a la tierra con el conueniente rozio no aflige al criado, sino al señor, que ha de sustentar en la esterilidad y hambre al que le siruio en la fertilidad y abundancia.»

A todo esto no respondio Sancho porque dormia, ni despertara tan presto si don Quixote con el cuento de la lança no le hiziera279 boluer en si. Desperto, en fin, soñoliento y perezoso, y, boluiendo el rostro a todas partes, dixo:

«De la parte desta enramada, si no me engaño, sale un tufo y olor harto mas de torreznos assados que de juncos y tomillos; bodas que por tales olores   -fol. 78r-   comiençan, para mi santiguada que deuen de ser abundantes y generosas.»

«Acaba, gloton», dixo don Quixote; «ven, yremos a ver estos desposorios, por ver lo que haze el desdeñado Basilio.»

«Mas que haga lo que quisiere», respondio Sancho; «no fuera el pobre, y casarase con Quiteria; ¿no ay mas sino no tener vn quarto y querer ca[sa]rse por las nubes? A la fe, señor, yo soy de parecer que el pobre deue de contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo; yo apostaré vn braço que puede Camacho emboluer en reales a Basilio, y si esto es assi, como deue de ser, bien boba fuera Quiteria en desechar las280 galas y las joyas que le deue de auer dado y le puede dar Camacho, por escoger el tirar de la barra y   —252→   el jugar de la negra de Basilio. Sobre vn buen tiro de barra o sobre vna gentil treta de espada no dan vn quartillo de vino en la taberna; habilidades y gracias que no son vendibles, mas que las tenga el conde Dirlos; pero quando las tales gracias caen sobre quien tiene buen dinero, tal sea mi vida como ellas parecen; sobre vn buen cimiento se puede leuantar vn buen edificio, y el mejor cimiento y çanja del mundo es el dinero.»

«Por quien Dios es, Sancho», dixo a esta sazon don Quixote, «que concluyas con tu arenga, que tengo para mi que si te dexassen seguir en las que a cada paso comienças, no te quedaria tiempo para comer ni para dormir; que todo le gastarias en hablar.»

«Si vuestra merced tuuiera buena memoria», replicó Sancho, «deuierase acordar de los capitulos de nuestro concierto antes que esta vltima vez saliessemos de casa; vno dellos fue que me auia de dexar hablar todo aquello que quisiesse, con que no fuesse contra el proximo, ni contra la autoridad de vuessa merced, y hasta agora me parece que no he contrauenido contra el tal capitulo.»

«Yo no me acuerdo, Sancho», respondio don Quixote, «del tal capitulo, y puesto que sea assi, quiero que calles y vengas; que ya los instrumentos que anoche oymos bueluen a alegrar los valles, y sin duda los desposorios se celebrarán en el frescor de la   -fol. 78v-   mañana, y no en el calor de la tarde.»

  —253→  

Hizo Sancho lo que su señor le mandaua, y poniendo la silla a Rozinante y la albarda al ruzio, subieron los dos, y paso ante paso se fueron entrando por la enramada. Lo primero que se le ofrecio a la vista de Sancho fue, espetado en vn assador de vn olmo entero, vn entero nouillo, y en el fuego donde se auia de assar ardia vn mediano monte de leña, y seys ollas que alrededor de la hoguera estauan no se auian hecho en la comun turquesa de las demas ollas, porque eran seys medias tinajas, que cada vna cabia vn rastro de carne, assi embeuian y encerrauan en si carneros enteros, sin echarse de ver como si fueran palominos; las liebres ya sin pellejo y las gallinas sin pluma que estauan colgadas por los arboles para sepultarlas en las ollas no tenian numero; los paxaros y caça de diuersos generos eran infinitos, colgados de los arboles para que el ayre los enfriasse. Conto Sancho mas de sesenta zaques de mas de a dos281 arrobas cada vno y todos llenos, segun despues parecio, de generosos vinos; assi auia rimeros de pan blanquissimo como los suele auer de montones de trigo en las heras; los quesos puestos como ladrillos en reja[le]s282 formauan vna muralla, y dos calderas de azeyte mayores que las de vn tinte seruian de freir cosas de masa, que con dos valientes palas las sacauan fritas y las zabullian en otra caldera de preparada miel que alli junto estaua. Los cozineros y cozineras passauan de cincuenta, todos limpios, todos diligentes   —254→   y todos contentos. En el dilatado vientre del nouillo estauan doze tiernos y pequeños lechones que, cosidos por encima, seruian de darle sabor y enternecerle; las especias de diuersas suertes no parecia auerlas comprado por libras, sino por arrobas, y todas estauan de manifiesto en vna grande arca. Finalmente, el aparato de la boda era rustico, pero tan abundante, que podia sustentar a vn exercito.

Todo lo miraua Sancho Pança, y todo lo contemplaua, y de todo se aficionaua: primero le cautiuaron   -fol. 79r-   y rindieron el desseo las ollas, de quien el tomara de bonissima gana vn mediano puchero; luego le aficionaron la voluntad los zaques y, vltimamente, las frutas de sarten, si es que se podian llamar sartenes las tan orondas calderas; y, assi, sin poderlo sufrir ni ser en su mano hazer otra cosa, se llegó a vno de los solicitos cozineros, y con corteses y hambrientas razones le rogo le dexasse mojar vn mendrugo de pan en vna de aquellas ollas. A lo que el cozinero respondio:

«Hermano, este dia no es de aquellos sobre quien tiene juridicion la hambre, merced al rico Camacho; apeaos y mirad si ay por ay vn cucharon, y espumad vna gallina o dos, y buen prouecho os hagan.»

«No veo ninguno», respondio Sancho.

«Esperad», dixo el cozinero; «¡pecador de mi, y qué melindroso y para poco deueis de ser!»,

Y, diziendo esto, assio de vn caldero y, encaxandole   —255→   en vna de las medias tinajas, sacó en el tres gallinas y dos gansos, y dixo a Sancho:

«Comed, amigo, y desayunaos con esta espuma en tanto que se llega la hora del yantar.»

«No tengo en qué echarla», respondio Sancho.

«Pues lleuaos», dixo el cozinero, «la cuchara y todo; que la riqueza y el contento de Camacho todo lo suple.»

En tanto, pues, que esto passaua Sancho, estaua don Quixote mirando como por vna parte de la enramada entrauan hasta doze labradores sobre doze hermosissimas yeguas, con ricos y vistosos jaezes de campo y con muchos cascaueles en los petrales, y todos vestidos de regozijo y fiestas, los quales, en concertado tropel, corrieron no vna sino muchas carreras por el prado, con regozijada algazara y grita, diziendo:

«Viuan Camacho y Quiteria, el tan rico como ella hermosa, y ella la mas hermosa del mundo.»

Oyendo lo qual don Quixote, dixo entre si:

«Bien parece que estos no han visto a mi Dulcinea del Toboso; que si la huuieran visto, ellos se fueran a la mano en las alabanças desta su Quiteria.»

De alli a poco començaron a entrar por diuersas partes de la enramada muchas y diferentes   -fol. 79v-   danças, entre los quales venia vna de espadas, de hasta veinte y quatro zagales de gallardo parecer y brio, todos vestidos de delgado y blanquissimo lienço, con sus paños de tocar labrados de varias colores de fina seda,   —256→   y al que los guiaua, que era vn ligero mancebo, preguntó vno de los de las yeguas si se auia herido alguno de los dançantes.

«Por aora, bendito sea Dios, no se ha herido nadie, todos vamos sanos.»

Y luego començo a enredarse con los demas compañeros, con tantas bueltas y con tanta destreza, que aunque don Quixote estaua hecho a ver semejantes danças, ninguna le auia parecido tan bien como aquella. Tambien le parecio bien otra que entró de donzellas hermosissimas, tan moças, que, al parecer, ninguna baxaua de catorze ni llegaua a diez y ocho años, vestidas todas de palmilla verde, los cabellos parte trançados y parte sueltos, pero todos tan rubios que con los del sol podian tener competencia, sobre los quales traian guirnaldas de jazmines, rosas, amaranto y madreselua compuestas; guiaualas vn venerable viejo y vna anciana matrona, pero mas ligeros y sueltos que sus años prometian. Haziales el son vna gayta zamorana283, y ellas, lleuando en los rostros y en los ojos a la honestidad y en los pies a la ligereza, se mostrauan las mejores bayladoras del mundo.

Tras esta entró otra dança de artificio y de las que llaman habladas: era de ocho ninfas, repartidas en dos hileras; de la vna hilera era guia el dios Cupido, y de la otra el Interes, aquel adornado de alas, arco, aljaua y saetas; este, vestido de ricas y diuersas colores de oro y seda; las ninfas que al Amor seguian traian   —257→   a las espaldas en pargamino blanco y letras grandes escritos sus nombres: Poesia era el titulo de la primera, el de la segunda Discrecion, el de la tercera Buen linage, el de la cuarta Valentia; del modo mesmo venian señaladas las que al Interes seguian: dezia Liberalidad el titulo de la primera, Dadiua el de la segunda, Tesoro el de la tercera y el de   -fol. 80r-   la quarta Possession pacifica. Delante de todos venia vn castillo de madera a quien tirauan quatro saluages, todos vestidos de yedra y de cañamo teñido de verde, tan al natural, que por poco espantaran a Sancho. En la frontera del castillo y en todas quatro partes de sus quadros traia escrito, Castillo del buen recato; hazianles el son quatro diestros tañedores de tamboril y flauta; començaua la dança Cupido, y auiendo hecho dos mudanças, alçaua los ojos y flechaua el arco contra vna donzella que se ponia entre las almenas del castillo, a la cual desta suerte dixo:


    «Yo soy el dios poderoso
en el ayre y en la tierra
y en el ancho mar vndoso,
y en quanto el abismo encierra
en su baratro espantoso.
    Nunca conoci qué es miedo,
todo quanto quiero puedo,
aunque quiera lo impossible,
y en todo lo que es possible
mando, quito, pongo y vedo.»

Acabó la copla, disparó vn[a] flecha por lo alto del castillo y retirose a su puesto. Salio   —258→   luego el Interes y hizo otras dos mudanças; callaron los tamborinos, y el dixo:


   «Soy quien puede mas que Amor,
y es Amor el que me guia,
soy de la estirpe mejor
que el cielo en la tierra cria,
mas conocida y mayor.
   Soy el Interes en quien
pocos suelen obrar bien,
y obrar sin mi es gran milagro,
y qual soy te me consagro
por siempre jamas, amen.»

Retirose el Interes y hizose adelante la Poesia, la qual, despues de auer hecho sus mudanças como los demas, puestos los ojos en la donzella del castillo, dixo:


   «En dulcisissimos conceptos,
la dulcissima Poesia,
altos, graues y discretos,
señora, el alma te embia,
embuelta entre mil sonetos.
    Si acaso no te importuna
mi porfia, tu fortuna,
de otras muchas inuidiada,
sera por mi leuantada
sobre el cerco de la luna.»

  -fol. 80v-  

Desuiose la Poesia y de la parte del Interes salio la Liberalidad, y despues de hechas sus mudanças, dixo:


   «Llaman Liberalidad
al dar, que el estremo huye
de la prodigalidad,
y del contrario, que arguye
tibia y floxa voluntad.
—259→
   Mas yo por te engrandezer,
de oy mas prodiga he de ser;
que aunque es vicio, es vicio honrado
y de pecho enamorado,
que en el dar se echa de ver.»

Deste modo salieron y se retiraron todas las (dos) figuras de las dos esquadras, y cada vno hizo sus mudanças y dixo sus versos, algunos elegantes y algunos ridiculos, y solo tomó de memoria don Quixote, que la tenia grande, los ya referidos; y luego se mezclaron todos, haziendo y deshaziendo lazos con gentil donayre y desemboltura, y quando passaua el Amor por delante del castillo disparaua por alto sus flechas, pero el Interes quebraua en el alcancias doradas.

Finalmente, despues de auer baylado vn buen espacio, el Interes sacó vn bolson que le formaua el pellejo de vn gran gato romano, que parecia estar lleno de dineros, y arrojandole al castillo, con el golpe se desencaxaron las tablas y se cayeron, dexando a la donzella descubierta y sin defensa alguna; llegó el Interes con las figuras de su valia, y echandola vna gran cadena de oro al cuello, mostraron prenderla, rendirla y cautiuarla; lo qual visto por el Amor y sus valedores, hizieron ademan de quitarsela, y todas las demostraciones que hazian eran al son de los tamborinos, baylando y dançando concertadamente; pusieronlos en paz los saluages, los quales con mucha presteza boluieron a armar y a encaxar las   —260→   tablas del castillo, y la donzella se encerro en el como de nueuo, y con esto se acabó la dança, con gran contento de los que la mirauan.

Preguntó   -fol. 81r-   don Quixote a vna de las ninfas, que quién la auia compuesto y ordenado. Respondiole que vn beneficiado de aquel pueblo, que tenia gentil caletre para semejantes inuenciones.

«Yo apostaré», dixo don Quixote, «que deue de ser mas amigo de Camacho que de Basilio el tal bachiller o beneficiado, y que deue de tener mas de satirico que de visperas284; bien [h]a encaxado en la dança las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho.»

Sancho Pança, que lo escuchaua todo, dixo:

«El rey es mi gallo, a Camacho me atengo.»

«En fin», dixo don Quixote, «bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dizen, viua quien vence.»

«No se de los que soy», respondio Sancho, «pero bien se que nunca de ollas de Basilio sacaré yo tan elegante espuma como es esta que he sacado de las de Camacho.»

Y enseñole el caldero lleno de gansos y de gallinas, y, assiendo de vna, començo a comer con mucho donayre y gana, y dixo:

«¡A la barba285 de las habilidades de Basilio!; que tanto vales quanto tienes, y tanto tienes quanto vales. Dos linages solos ay en el mundo, como dezia vna aguela mia, que son el tener y el no tener, aunque ella al del tener se atenia, y el dia de oy, mi señor don Quixote,   —261→   antes se toma el pulso al auer que al saber: vn asno cubierto de oro parece mejor que vn cauallo enalbardado. Assi que bueluo a dezir que a Camacho me atengo, de cuyas ollas son abundantes espumas gansos y gallinas, liebres y conejos, y de las de Basilio seran, si viene a mano, y aunque no venga sino al pie, aguachirle.»

«¿Has acabado tu arenga, Sancho?», dixo don Quixote.

«Aurela acabado», respondio Sancho, «porque veo que vuestra merced recibe pesadumbre con ella; que si esto no se pusiera de por medio, obra auia cortada para tres dias.»

«Plega a Dios, Sancho», replicó don Quixote, «que yo te vea mudo antes que me muera.»

«Al paso que lleuamos», respondio Sancho, «antes que vuestra merced se muera estare yo mascando barro, y entonces podra ser que esté tan mudo que no hable palabra hasta la fin del mundo, o, por lo menos,   -fol. 81v-   hasta el dia del juyzio.»

«Aunque esso assi suceda, ¡o Sancho!», respondio don Quixote, «nunca llegará tu silencio a do ha llegado lo que has hablado, hablas y tienes de hablar en tu vida, y mas, que está muy puesto en razon natural que primero llegue el dia de mi muerte que el de la tuya, y assi, jamas pienso verte mudo, ni aun quando estes beuiendo o durmiendo, que es lo que puedo encarecer.»

«A buena fe, señor», respondio Sancho, «que   —262→   no ay que fiar en la descarnada, digo en la muerte, la qual tambien286 come cordero como carnero, y a nuestro cura he oydo dezir que con ygual pie pisaua las altas torres de los reyes como las humildes choças de los pobres287; tiene esta señora mas de poder que de melindre, no es nada asquerosa, de todo come y a todo haze, y de toda suerte de gentes, edades y preeminencias hinche sus alforjas; no es segador que duerme las siestas, que a todas horas siega, y corta assi la seca como la verde yerva, y no parece que masca, sino que engulle y traga quanto se le pone delante, porque tiene hambre canina, que nunca se harta; y aunque no tiene barriga, da a entender que está hidropica y sedienta de beuer solas las vidas de quantos viuen, como quien se beue vn jarro de agua fria.»

«No mas, Sancho», dixo a este punto don Quixote, «tente en buenas288 y no te dexes caer, que en verdad que lo que has dicho de la muerte por tus rusticos terminos, es lo que pudiera dezir vn buen predicador. Digote, Sancho, que, [a]si289 como tienes buen natural y discrecion, pudieras tomar vn pulpito en la mano y yrte por esse mundo predicando lindezas.»

«Bien predica quien bien viue», respondio Sancho, «y yo no se otras thologias.»

«Ni las has menester», dixo don Quixote; «pero yo no acabo de entender, ni alcançar, cómo siendo el principio de la sabiduria el   —263→   temor de Dios, tu, que temes mas a un lagarto que a El, sabes tanto.»

«Iuzgue vuessa merced, señor, de sus caballerias», respondio Sancho, «y no se meta en juzgar de los temores o valentias agenas; que tan gentil temeroso   -fol. 82r-   soy yo de Dios como cada hijo de vezino, y dexeme vuestra merced despabilar esta espuma, que lo demas todas son palabras ociosas de que nos han de pedir cuenta en la otra vida.»

Y, diziendo esto, començo de nueuo a dar assalto a su caldero con tan buenos alientos, que desperto los de don Quixote, y sin duda le ayudara, si no lo impidiera lo que es fuerça e diga adelante.



  —264→  

ArribaAbajoCapitulo XXI

Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucessos


Quando estauan don Quixote y Sancho en las razones referidas en el capitulo antecedente, se oyeron grandes vozes y gran ruydo, y dauanlas y causauanle los de las yeguas, que con larga carrera y grita yuan a recebir a los nouios, que, rodeados de mil generos de instrumentos y de inuenciones, venian acompañados del cura y de la parentela de entrambos y de toda la gente mas luzida de los lugares circunuezinos, todos vestidos de fiesta. Y como Sancho vio a la nouia, dixo:

«A buena fe que no viene vestida de labradora, sino de garrida palaciega. ¡Pardiez que segun diuiso, que las patenas que auia de traer son ricos corales, y la palmilla verde de Cuenca es terciopelo de treynta pelos, y montas que la guarnicion es de tiras de lienço blanco290! ¡Voto a mi que es de raso; pues, tomadme las manos adornadas con sortijas de azauache! No medre yo si no son anillos de oro, y muy de oro, y empedrados con pelrras blancas como vna quajada, que cada vna deue de valer vn ojo de la cara. ¡O hideputa y qué cabellos, que si no son postizos, no los he visto mas luengos ni mas rubios en toda mi vida! ¡No sino ponedla tacha en el brio y en el talle, y no la compareys a vna palma que se mueue cargada de razimos   —265→   de datiles, que lo mesmo parecen los dixes que trae pendientes de los cabellos y de la garganta! Juro en mi   -fol. 82v-   anima que ella es vna chapada moça y que puede passar por los bancos de Flandes291

Riose don Quixote de las rusticas alabanças de Sancho Pança; pareciole que, fuera de su señora Dulcinea del Toboso, no auia visto muger mas hermosa jamas; venia la hermosa Quiteria algo descolorida, y deuia de ser de la mala noche que siempre passan las nouias en componerse para el dia venidero de sus bodas. Yuanse acercando a vn teatro que a un lado del prado estaua adornado de alfombras y ramos, adonde se auian de hazer los desposorios y de donde auian de mirar las danças y las inuenciones. Y a la sazon que llegauan al puesto, oyeron a sus espaldas grandes vozes, y vna que dezia:

«¡Esperaos vn poco, gente tan inconsiderada como presurosa!»

A cuyas vozes y palabras todos voluieron la cabeça, y vieron que las daua vn hombre vestido, al parecer, de vn sayo negro gironado de carmesi a llamas; venia coronado, como se vio luego, con vna corona de funesto cipres, en las manos traia vn baston grande; en llegando mas cerca fue conocido de todos por el gallardo Basilio, y todos estuuieron suspensos, esperando en qué auian de parar sus vozes y sus palabras, temiendo algun mal sucesso de su venida en sazon semejante.

  —266→  

Llegó, en fin, cansado y sin aliento, y puesto delante de los desposados, hincando el baston en el suelo, que tenia el cuento de vna punta de azero, mudada la color, puestos los ojos en Quiteria, con voz tremente y ronca estas razones dixo:

«Bien sabes, desconocida Quiteria, que conforme a la santa ley que professamos, que, viuiendo yo, tu no puedes tomar esposo; y juntamente no ignoras, que por esperar yo que el tiempo y mi diligencia mejorassen los bienes de mi fortuna, no he querido dexar de guardar el decoro que a tu honra conuenia; pero tu, echando a las espaldas todas las obligaciones que deues a mi buen desseo, quieres hazer señor de lo que es mio a otro, cuyas riquezas le siruen no solo de buena fortuna, sino de bonissima   -fol. 83r-   ventura. Y para que la tenga colmada, y no como yo pienso que la merece, sino como se la quieren dar los cielos, yo, por mis manos, deshare el impossible o el inconueniente que puede estoruarsela, quitandome a mi de por medio. ¡Viua, viua el rico Camacho con la ingrata Quiteria largos y felices siglos, y muera, muera el pobre Basilio, cuya pobreza cortó las alas de su dicha y le puso en la sepultura!»

Y, diziendo esto, assio del baston que tenia hincado en el suelo, y, quedandose la mitad del en la tierra, mostro que seruia de vayna a vn mediano estoque que en el se ocultaua, y puesta la que se podia llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado   —267→   proposito se arrojó sobre el, y en vn punto mostro la punta sangrienta a las espaldas, con la mitad del292 azerada cuchilla, quedando el triste bañado en su sangre y tendido en el suelo, de sus mismas armas traspassado.

Acudieron luego sus amigos a fauorecerle, condolidos de su miseria y lastimosa desgracia, y, dexando don Quixote a Rozinante, acudio a fauorecerle y le tomó en sus braços, y halló que aun no auia espirado. Quisieronle sacar el estoque, pero el cura, que estaua presente, fue de parecer que no se le sacassen antes de confessarle, porque el sacarsele y el espirar seria todo a vn tiempo; pero boluiendo vn poco en si Basilio, con voz doliente y desmayada dixo:

«Si quisiesses, cruel Quiteria, darme en este vltimo y forçoso trance la mano de esposa, aun pensaria que mi temeridad tendria desculpa, pues en ella alcancé el bien de ser tuyo.»

El cura, oyendo lo qual, le dixo que atendiesse a la salud del alma antes que a los gustos del cuerpo, y que pidiesse muy de veras a Dios perdon de sus pecados y de su desesperada determinacion.

A lo qual replicó Basilio que en ninguna manera se confessaria si primero Quiteria no le daua la mano de ser su esposa; que aquel contento le adobaria la voluntad y le daria aliento para confessarse.

En oyendo don Quixote la peticion del herido, en altas vozes dixo que Basilio pedia vna cosa muy justa y   -fol. 83v-   puesta en razon y, ademas,   —268→   muy hazedera, y que el, señor Camacho quedaria tan honrado recibiendo a la señora Quiteria viuda del valeroso Basilio, como si la recibiera del lado de su padre: «Aqui no ha de auer mas de vn si, que no tenga otro efecto que el pronunciarle, pues el talamo de estas bodas ha de ser la sepultura.»

Todo lo oía Camacho y todo le tenia suspenso y confuso, sin saber qué hazer ni qué dezir; pero las vozes de los amigos de Basilio fueron tantas, pidiendole que consintiesse que Quiteria le diesse la mano de esposa, porque su alma no se perdiese, partiendo desesperado desta vida, que le mouieron, y aun forçaron, a dezir que si Quiteria queria darsela, que el se contentaua, pues todo era dilatar por vn momento el cumplimiento de sus desseos.

Luego acudieron todos a Quiteria, y vnos con ruegos y otros con lagrimas y otros con eficaces razones la persu[a]dian que diesse la mano al pobre Basilio, y ella, mas dura que vn marmol y mas sesga que vna estatua, mostraua que ni sabia, ni podia, ni queria responder palabra; ni la respondiera, si el cura no la dixera que se determinasse presto en lo que auia de hazer, porque tenia Basilio ya el alma en los dientes, y no daua lugar a esperar inresolutas determinaciones.

Entonçes la hermosa Quiteria, sin responder palabra alguna, turbada, al parecer, triste y pesarosa, llegó donde Basilio estaua, ya los ojos bueltos, el aliento corto y apresurado, murmurando   —269→   entre los dientes el nombre de Quiteria, dando muestras de morir como gentil y no como christiano. Llegó, en fin, Quiteria, y puesta de rodillas le pidio la mano por señas, y no por palabras. Desencaxó los ojos Basilio, y mirandola atentamente, le dixo:

«¡O Quiteria, que has venido a ser piadosa a tiempo, quando tu piedad ha de seruir de cuchillo que me acabe de quitar la vida, pues ya no tengo fuerças para lleuar la gloria que me das en escogerme por tuyo, ni para suspender el dolor que tan apriesa me va cubriendo los   -fol. 84r-   ojos con la espantosa sombra de la muerte! Lo que te suplico es, ¡o fatal estrella mia!, que la mano que me pides y quieres darme no sea por cumplimiento, ni para engañarme de nueuo, sino que confiesses y digas que, sin hazer fuerça a tu voluntad, me la entregas y me la das como a tu legitimo esposo, pues no es razon que en vn trance como293 este me engañes ni vses de fingimientos con quien tantas verdades ha tratado contigo.»

Entre estas razones se desmayaua; de modo que todos los presentes pensauan que cada desmayo se auia de lleuar el alma consigo.

Quiteria, toda honesta y toda vergonçosa, assiendo con su derecha mano la de Basilio, le dixo:

«Ninguna fuerça fuera bastante a torcer mi voluntad, y, assi, con la mas libre que tengo te doy la mano de legitima esposa, y recibo la tuya, si es que me la das de tu libre aluedrio,   —270→   sin que la turbe ni contraste la calamidad en que tu discurso acelerado te ha puesto.»

«Si doy», respondio Basilio, «no turbado ni confuso, sino con el claro entendimiento que el cielo quiso darme, y assi me doy y me entrego por tu esposo.»

«Y yo por tu esposa», respondio Quiteria, «aora viuas largos años, aora te lleuen de mis braços a la sepultura.»

«Para estar tan herido este mancebo», dixo a este punto Sancho Pança, «mucho habla; haganle que se dexe de requiebros, y que atienda a su alma; que, a mi parecer, mas la tiene en la lengua que en los dientes.»

Estando, pues, assidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura, tierno y lloroso, los294 echó la bendicion y pidio al cielo diesse buen poso al alma del nueuo desposado, el qual assi como recibio la bendicion, con presta ligereza se leuantó en pie, y con no vista desemboltura se sacó el estoque a quien seruia de vayna su cuerpo.

Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos dellos, mas simples que curiosos, en altas vozes començaron a dezir:

«¡Milagro, milagro!»

Pero Basilio replicó:

«No milagro, milagro, sino industria, industria295

El cura, desatentado y atonito, acudio con ambas   -fol. 84v-   manos a tentar la herida, y halló que la cuchilla auia passado, no por la carne y costillas   —271→   de Basilio, sino por vn cañon hueco de hierro que, lleno de sangre, en aquel lugar bien acomodado tenia, preparada la sangre, segun despues se supo, de modo que no se elasse.

Finalmente, el cura y Camacho, con todos los mas circunstantes, se tuuieron por burlados y escarnidos. La esposa no dio muestras de pesarle de la burla, antes oyendo dezir que aquel casamiento, por auer sido engañoso, no auia de ser valedero, dixo que ella le confirmaua de nueuo, de lo qual coligieron todos que de consentimiento y sabiduria de los dos se auia trazado aquel caso; de lo que quedó Camacho y sus valedores tan corridos, que remitieron su vengança a las manos, y, desenuaynando muchas espadas, arremetieron a Basilio, en cuyo fauor en vn instante se desenuaynaron casi otras tantas. Y tomando la delantera a cauallo don Quixote, con la lança sobre el braço, y bien cubierto de su escudo, se hazia dar lugar de todos. Sancho, a quien jamas pluguieron ni solazaron semejantes fechurias, se acogio a las tinajas donde auia sacado su agradable espuma, pareciendole aquel lugar como sagrado, que auia de ser tenido en respeto. Don Quixote a grandes vozes dezia:

«Teneos, señores, teneos, que no es razon tomeys vengança de los agrauios que el amor nos haze; y aduertid que el amor y la guerra son vna misma cosa, y assi como en la guerra es cosa licita y acostumbrada vsar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, assi en   —272→   las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hazen para conseguir el fin que se dessea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada. Quiteria era de Basilio y Basilio de Quiteria por justa y fauorable disposicion de los cielos. Camacho es rico y podra comprar su gusto, quando, donde y como quisiere; Basilio no tiene mas desta oueja, y no se la ha de quitar alguno, por poderoso   -fol. 85r-   que sea; que a los dos que Dios junta no podra separar el hombre, y el que lo intentare, primero ha de passar por la punta desta lança.»

Y, en esto, la blandió tan fuerte y tan diestramente, que puso pauor en todos los que no le conocian; y tan intensamente se fixó en la imaginacion de Camacho el desden de Quiteria, que se la borró de la memoria en vn instante, y, assi, tuuieron lugar con el las persuasiones del cura, que era varon prudente y bien intencionado, con las cuales quedó Camacho y los de su parcialidad pacificos y sossegados; en señal de lo qual boluieron las espadas a sus lugares, culpando mas a la facilidad de Quiteria que a la industria de Basilio; haziendo discurso Camacho, que si Quiteria queria bien a Basilio donzella, tambien le quisiera casada, y que deuia de dar gracias al cielo, mas por auersela quitado, que por auersela dado.

Consolado, pues, y pacifico Camacho y los de su mesnada, todos los de la de Basilio se sossegaron, y el rico Camacho, por mostrar   —273→   que no sentia la burla ni la estimaua en nada, quiso que las fiestas passassen adelante como si realmente se desposara; pero no quisieron assistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuazes, y, assi, se fueron a la aldea de Basilio, que tambien los pobres virtuosos y discretos tienen quien los siga, honre y ampare, como los ricos tienen quien los lisongee y acompañe. Lleuaronse consigo a don Quixote, estimandole por hombre de valor y de pelo en pecho. A solo Sancho se le escurecio el alma por verse impossibilitado de aguardar la esplendida comida y fiestas de Camacho, que duraron hasta la noche; y, assi, assender[e]ado y triste, siguio a su señor, que con la quadrilla de Basilio yua, y assi se dexó atras las ollas de Egypto, aunque las lleuaua en el alma; cuya ya casi consumida y acabada espuma que en el caldero lleuaua, le representaua la gloria y la abundancia del bien que perdia, y, assi, congoxado y pensatiuo, aunque   -fol. 85v-   sin hambre, sin apearse del ruzio, siguio las huellas de Rozinante.