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ArribaAbajoCapitulo XII

De la estraña auentura que le sucedio al valero[so] don Quixote con el brauo Cauallero de los Espejos


La noche que siguio al dia del rencuentro de la Muerte la passaron don Quixote y su escudero debaxo de vnos altos y sombrosos arboles, auiendo, a persuasion de Sancho, comido don Quixote de lo que venia en el repuesto del ruzio, y, entre la cena, dixo Sancho a su señor:

«Señor, qué tonto huuiera andado yo, si huuiera escogido en albricias los despojos de la primera auentura que vuestra merced acabara, antes que las crias de las tres yeguas. En efecto, en efecto, mas vale paxaro en mano que buytre volando.»

«Todavía», respondio don Quixote, «si tu, Sancho, me dexaras acometer, como yo queria, te huuieran cabido en despojos, por lo menos, la corona de oro de la Emperatriz y las pintadas alas de Cupido; que yo se las quitara al redropelo y te las pusiera en las manos.»

«Nunca los cetros y coronas de los emperadores farsantes», respondio Sancho Pança, «fueron de oro puro, sino de oropel o hoja de lata.»

«Assi es verdad», replicó don Quixote, «porque no fuera acertado que los atauios de la comedia fueran finos, sino fingidos y aparentes como lo es la mesma comedia, con   —153→   la cual quiero, Sancho, que estes bien, teniendola en tu gracia, y por el mismo consiguiente a los que las representan y a los que las componen, porque todos son instrumentos de hazer vn gran bien a la Republica, poniendonos vn espejo a cada paso196 delante, donde se veen al viuo las acciones de la vida humana, y ninguna comparacion ay que mas al vino nos represente lo que somos y lo que auemos de ser como la comedia y los comediantes: si no, dime, ¿no has visto tu representar alguna comedia adonde se introduzen reyes, emperadores y pontifices, caualleros, damas y otros diuersos personages?   -fol. 41r-   Vno haze el rufian, otro el embustero, este el mercader, aquel el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple. Y, acabada la comedia, y desnudandose de los vestidos della, quedan todos los recitantes yguales.»

«Si he visto», respondio Sancho.

«Pues lo mesmo», dixo don Quixote, «acontece en la comedia y trato deste mundo, donde vnos hazen los emperadores, otros los pontifices, y, finalmente, todas cuantas figuras se pueden introduzir en vna comedia; pero, en llegando al fin, que es quando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciauan, y quedan yguales en la sepultura.»

«Braua comparacion», dixo Sancho, «aunque no tan nueua que yo no la aya oydo muchas y diuersas vezes, como aquella del juego   —154→   del axedrez, que mientras dura el juego, cada pieça tiene su particular oficio, y, en acabandose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en vna bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.»

«Cada dia, Sancho», dixo don Quixote, «te vas haziendo menos simple y mas discreto.»

«Si, que algo se me ha de pegar de la discrecion de vuestra merced», respondio Sancho; «que las tierras que de suyo son esteriles y secas, estercolandolas y cultivandolas, vienen a dar buenos frutos; quiero dezir que la conuersacion de vuestra merced ha sido el estiercol que sobre la esteril tierra de mi seco ingenio ha caydo; la cultivacion, el tiempo que ha que le siruo y comunico, y con esto espero de dar frutos de mi que sean de bendicion, tales, que no desdigan ni deslizen de los senderos de la buena criança que vuessa merced ha hecho en el agostado entendimiento mio.»

Riose don Quixote de las afectadas razones de Sancho, y pareciole ser verdad lo que dezia de su emienda, porque de quando en quando hablaua de manera que le admiraua, puesto que todas o las mas vezes que Sancho queria hablar de oposicion, y a lo cortesano, acabaua su razon con despeñarse del monte de su simplicidad al profundo   -fol. 41v-   de su ignorancia, y en lo que el se mostraua mas elegante y memorioso era en traer refranes, viniessen o no viniessen a pelo de lo que trataua, como se aura visto y se aura notado en el discurso desta historia.

  —155→  

En estas y en otras platicas se les passó gran parte de la noche, y a Sancho le vino en voluntad de dexar caer las compuertas de los ojos, como el dezia quando queria dormir, y, desaliñando al ruzio, le dio pasto abundoso y libre. No quitó la silla a Rozinante por ser expreso mandamiento de su señor que en el tiempo que anduuiessen en campaña, o no durmiessen debaxo de techado, no desaliñasse a Rozinante: antigua vsança establecida y guardada de los andantes caualleros, quitar el freno y colgarle del arzon de la silla; pero ¿quitar la silla al cauallo?, ¡guarda!; y assi lo hizo Sancho, y le dio la misma libertad que al ruzio, cuya amistad del y de Rozinante fue tan vnica y tan trauada, que ay fama, por tradicion de padres a hijos, que el autor desta verdadera historia hizo particulares capitulos della; mas que, por guardar la decencia y decoro que a tan heroyca historia se deue, no los puso en ella, puesto que algunas vezes se descuyda deste su prosupuesto, y escriue que assi como las dos bestias de juntauan, acudian a rascarse el vno al otro, y que, despues de cansados y satisfechos, cruzaua Rozinante el pescuezo sobre el cuello del ruzio, que le sobraua de la otra parte mas de media vara, y mirando los dos atentamente al suelo, se solian estar de aquella manera tres dias, a lo menos, todo el tiempo que les dexauan o no les compelia la hambre a buscar sustento.

Digo que dizen que dexó el autor escrito   —156→   que los auia comparado en la amistad a la que tuuieron Niso y Eurialo, y Pilades y Orestes, y si esto es assi, se podia echar de ver, para vniuersal admiracion, cuán firme deuio ser la amistad destos dos pacificos animales, y para confusion de los hombres, que tan mal saben guardarse amistad los vnos a los otros. Por esto se dixo:


«No hay   -fol. 42r-   amigo para amigo,
las cañas se bueluen lanças...»197



y el otro que cantó:


De amigo a amigo la chinche198, etc.



Y no le parezca a alguno que anduuo el autor algo fuera de camino en auer comparado la amistad destos animales a la de los hombres; que de las bestias han recebido muchos aduertimientos los hombres y aprendido muchas cosas de importancia, como son: de las cigueñas, el cristel; de los perros, el vomito y el agradecimiento; de las grullas, la vigilancia; de las hormigas, la prouidencia; de los elefantes, la honestidad; y la lealtad del cauallo199. Finalmente, Sancho se quedó dormido al pie de vn alcornoque, y don Quixote, dormitando al de vna robusta enzina.

Pero poco espacio de tiempo auia passado cuando le desperto un ruydo que sintio a sus espaldas, y, leuantandose con sobresalto, se uso a mirar y a escuchar de dónde el ruydo procedia,   —157→   y vio que eran dos hombres a cauallo, y que el vno, dexandose derribar de la silla, dixo al otro:

«Apeate, amigo, y quita los frenos a los cauallos; que, a mi parecer, este sitio abunda de yerua para ellos y del silencio y soledad que han menester mis amorosos pensamientos.»

El dezir esto y el tenderse en el suelo todo fue a vn mesmo tiempo, y al arrojarse hizieron ruydo las armas de que venia armado, manifiesta señal por donde conocio don Quixote que deuia de ser cauallero andante, y, llegandose a Sancho, que dormia, le trabó del braço, y con no pequeño trabajo le boluio en su acuerdo, y con voz baxa le dixo:

«Hermano Sancho, auentura tenemos.»

«Dios nos la de buena», respondio Sancho; «y ¿adónde está, señor mio, su merced de essa señora auentura?»

«¿Adónde, Sancho?, replicó don Quixote. Buelue los ojos y mira, y veras alli tendido vn andante cauallero, que, a lo que a mi se me trasluce, no deue de estar demasiadamente alegre, porque le vi arrojar del cauallo y tenderse en el suelo con algunas muestras de despecho, y al caer le cruxieron las armas.»

«Pues ¿en qué halla vuessa   -fol. 42v-   merced», dixo Sancho, «que esta sea auentura?»

«No quiero yo dezir», respondio don Quixote, «que esta sea auentura del todo, sino principio della; que por aqui se comiençan las auenturas. Pero escucha; que, a lo que parece,   —158→   templando está vn laud o viguela, y segun escupe y se desembaraça el pecho, deue de prepararse para cantar algo.»

«A buena fe que es assi», respondio Sancho, «y que deue de ser cauallero enamorado.»

«No ay ninguno de los andantes que no lo sea», dixo don Quixote, «y escuchemosle; que por el hilo sacaremos el ouillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del coraçon habla la lengua.»

Replicar queria Sancho a su amo; pero la voz del Cauallero del Bosque, que no era muy mala ni muy buena, lo estoruó, y estando los dos atonitos200, oyeron que lo que cantó fue este




Soneto


   Dadme, señora, vn termino que siga,
conforme a vuestra voluntad cortado;
que sera de la mia assi estimado,
que por jamas vn punto del desdiga.
   Si gustays que callando mi fatiga  5
muera, contadme ya por acabado;
si quereys que os la cuente en desusado
modo, hare que el mesmo Amor la diga.
   A prueua de contrarios estoy hecho,
de blanda cera y de diamante duro,  10
y a las leyes de amor el alma ajust[o].
   Blando qual es, o fuerte, ofrezco el pecho;
entallad o imprimid lo que os de gusto,
que de guardarlo eternamente juro.

  -fol. 43r-  

Con vn ¡ay! arrancado, al parecer, de lo intimo de su coraçon, dio fin a su canto el Cauallero   —159→   del Bosque, y de alli a vn poco, con voz doliente y lastimada, dixo:

«¡O la mas hermosa y la mas ingrata muger del orbe!, ¿cómo que sera possible, serenissima Casildea de Vandalia, que has de consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y en asperos y duros trabajos este tu cautiuo cauallero? ¿No basta ya que he hecho que te confiessen por la mas hermosa del mundo todos los caualleros de Nauarra, todos los leoneses, todos los tartesios, todos los castellanos y, finalmente, todos los caballeros de la Mancha?»

«Esso no», dixo a esta sazon don Quixote; «que yo soy de la Mancha y nunca tal he confessado, ni podia, ni deuia confessar vna cosa tan perjudicial a la belleza de mi señora, y este tal cauallero ya vees tu, Sancho, que desuaria; pero escuchemos: quiça se declarará mas.»

«Si hará», replico Sancho; «que termino lleua de quexarse vn mes a[r]reo.»

Pero no fue assi, porque auiendo entreoydo el Cauallero del Bosque que hablauan cerca del, sin passar adelante en su lamentacion se puso en pie, y dixo con voz sonora y comedida:

«¿Quién va alla, qué gente?; ¿es por ventura de la del numero de los contentos, o la del201 de los afligidos?»

«De los afligidos», respondio don Quixote.

«Pues lleg[u]ese a mi», respondio el del Bosque, «y hara cuenta que se llega a la mesma tristeza y a la aflicion mesma.»

  —160→  

Don Quixote, que se vio responder tan tierna y comedidamente, se llegó a el, y Sancho ni mas ni menos; el cauallero lamentador assio a don Quixote del braço, diziendo:

«Sentaos aqui, señor cauallero; que para entender que lo soys y de los que professan la andante caualleria, bastame el aueros hallado en este lugar, donde la soledad y el sereno os hazen compañia, naturales lechos y propias estancias de los caualleros andantes.»

A lo que respondio don Quixote:

«Cauallero soy y de la profession que dezis, y aunque en mi alma tienen su propio assiento   -fol. 43v-   las tristezas, las desgracias y las desuenturas, no por esso se ha ahuyentado della la compassion que tengo de las agenas desdichas; de lo que contaste[s] poco ha, colegi que las vuestras son enamoradas, quiero dezir, del amor que teneis a aquella hermosa ingrata que en vuestras lamentaciones nombrastes.»

Ya quando esto passauan, estauan sentados juntos sobre la dura tierra en buena paz y compañia, como si al romper del dia no se huuieran de romper las cabeças.

«¿Por ventura, señor cauallero», preguntó el del Bosque a don Quixote: «soys enamorado?»

«Por desuentura, lo soy», respondio don Quixote, «aunque los daños que nacen de los bien colocados pensamientos, antes se deuen tener por gracias que por desdichas.»

  —161→  

«Assi es la verdad», replicó el del Bosque, «si no nos turbassen la razon y el entendimiento los desdenes, que siendo muchos, parecen venganças.»

«Nunca fuy desdeñado de mi señora», respondio don Quixote.

«No, por cierto», dixo Sancho, que alli junto estaua, «porque es mi señora como vna borrega mansa: es mas blanda que vna manteca.»

«¿Es vuestro escudero este?», preguntó el del Bosque?

«Si es», respondio don Quixote.

«Nunca he visto yo escudero», replicó el del Bosque, «que se atreua a hablar donde habla su señor; a lo menos, ai está esse mio, que es tan grande como su padre, y no se prouará que aya desplegado el labio donde yo hablo.»

«Pues a fe», dixo Sancho, «que he hablado yo y puedo hablar delante de otro tan..., y aun quedese aqui; que es peor meneallo.»

El escudero del Bosque assio por el braço a Sancho, diziendole:

«Vamonos los dos donde podamos hablar escuderilmente todo quanto quisieremos, y dexemos a estos señores amos nuestros que se den de las astas202 contandose las historias de sus amores; que a buen seguro que les ha de coger el dia en ellas y no las han de auer acabado.»

«Sea en buena hora», dixo Sancho, «y yo le dire a vuestra merced quien soy, para que vea   —162→   si puedo entrar en dozena con los mas hablantes escuderos.»

Con esto se apartaron los dos escuderos, entre los quales   -fol. 44r-   passó vn tan gracioso coloquio, como fue graue el que passó entre sus señores.



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ArribaAbajoCapitulo XIII

Donde se prosigue la auentura del Cauallero del Bosque, con el discreto, nueuo y suaue coloquio que passo entre los dos escuderos


Diuididos estauan caualleros y escuderos, estos contandose sus vidas, y aquellos sus amores; pero la historia cuenta primero el razonamiento de los moços y luego prosigue el de los amos, y, assi, dize que, apartandose vn poco dellos, el del Bosque dixo a Sancho:

«Trabajosa vida es la que passamos y viuimos, señor mio, estos que somos escuderos de caualleros andantes; en verdad que comemos el pan en el sudor de nuestros rostros203, que es vna de las maldiciones que echó Dios a nuestros primeros padres.»

«Tambien se puede dezir», añadio Sancho, «que lo comemos en el yelo de nuestros cuerpos, porque ¿quién mas calor y mas frio que los miserables escuderos de la andante caualleria?; y aun menos mal si comieramos, pues los duelos con pan son menos; pero tal vez ay que se nos passa vn dia y dos sin desayunarnos, si no es del viento que sopla.»

«Todo esso se puede lleuar y conlleuar», dixo el del Bosque, «con la esperança que tenemos del premio, porque si demasiadamente no es desgraciado el cauallero andante a quien vn escudero sirue, por lo menos, a pocos lances se vera premiado con vn hermoso gouierno de   —164→   qualque insula, o con vn condado de buen parecer.»

«Yo», replicó Sancho, «ya he dicho a mi amo que me contento con el gouierno de alguna insula, y el es tan noble y tan liberal que me le ha prometido muchas y diuersas vezes.»

«Yo», dixo el del Bosque, «con vn canonicato quedaré satisfecho de mis seruicios, y ya me le tiene mandado mi amo, y ¡qué tal!»

«Deue de ser», dixo Sancho, «su amo de vuessa merced cauallero a lo eclesiastico, y podra hazer essas mercedes a sus buenos escuderos, pero el mio es meramente lego, aunque yo me   -fol. 44v-   acuerdo quando le querian aconsejar personas discretas, aunque, a mi parecer, mal intencionadas, que procurasse ser arçobispo; pero el no quiso sino ser emperador, y yo estaua entonces temblando si le venia en voluntad de ser de la Iglesia, por no hallarme suficiente de tener beneficios por ella, porque le hago saber a vuessa merced que, aunque parezco hombre, soy vna204 bestia para ser de la Iglesia.»

«Pues en verdad que lo yerra vuessa merced», dixo el del Bosque, «a causa que los gouiernos insulanos no son todos de buena data; algunos ay torcidos, algunos pobres, algunos malenconicos y, finalmente, el mas erguido y bien dispuesto trae consigo vna pesada carga de pensamientos y de incomodidades, que pone sobre sus ombros el desdichado que le cupo en suerte. Harto mejor seria que los que   —165→   professamos esta maldita seruidumbre nos retirassemos a nuestras casas, y alli nos entretuuiessemos en exercicios mas suaues, como si dixessemos, caçando o pescando; que ¿qué escudero hay tan pobre en el mundo a quien le falte vn rozin, y vn par de galgos, y vna caña de pescar, con que entretenerse en su aldea?»

«A mi no me falta nada desso», respondio Sancho; «verdad es que no tengo rozin, pero tengo vn asno que vale dos vezes mas que el cauallo de mi amo. Mala pascua me de Dios, y sea la primera que viniere, si le trocara por el, aunque me diessen quatro fanegas de cebada encima; a burla tendra vuessa merced el valor de mi ruzio; que ruzio es el color de mi jumento. Pues galgos, no me auian de faltar, auiendolos sobrados en mi pueblo; y mas, que entonces es la caça mas gustosa, quando se haze a costa agena.»

«Real y verdaderamente», respondio el del Bosque, «señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dexar estas borracherias destos caualleros, y retirarme a mi aldea y criar mis h[i]jitos, que tengo tres como tres orientales perlas.»

«Dos tengo yo», dixo Sancho, «que se pueden presentar al Papa en persona, especialmente vna muchacha,   -fol. 45r-   a quien crio para condessa, si Dios fuere seruido, aunque a pesar de su madre.»

«Y ¿qué edad tiene essa señora que se cria para condesa?», preguntó el del Bosque.

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«Quinze años, dos mas a menos», respondio Sancho; «pero es tan grande como vna lança, y tan fresca como vna mañana de abril, y tiene vna fuerça de vn ganapan.»

«Partes son essas», respondio el del Bosque, «no solo para ser condessa, sino para ser ninfa del verde bosque. ¡O hideputa puta, y qué rexo deue de tener la vellaca!»

A lo que respondio Sancho, algo mohino:

«Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo sera ninguna de las dos, Dios quiriendo, mientras yo viuiere. Y hablese mas comedidamente; que para auerse criado vuessa merced entre caualleros andantes, que son la mesma cortesia, no me parecen muy concertadas essas palabras.»

«¡O, qué mal se le entiende a vuessa merced», replicó el del Bosque, «de achaque de alabanças, señor escudero! ¿Cómo y no sabe que quando algun cauallero da vna buena lançada al toro en la plaça, o quando alguna persona haze alguna cosa bien hecha, suele dezir el vulgo: «¡o hideputa puto, y qué bien que lo ha hecho!», y aquello que parece vituperio en aquel termino, es alabança notable? Y renegad vos, señor, de los hijos o hijas que no hazen obras que merezcan se les den a sus padres loores semejantes.»

«Si reniego», respondio Sancho; «y desse modo y por essa misma razon podia echar vuestra merced a mi, y hijos205, y a mi muger toda una vna puteria encima, porque todo quanto hazen y dizen son estremos dignos de   —167→   semejantes alabanças; y para boluerlos a ver, ruego yo a Dios me saque de pecado mortal, que lo mesmo sera si me saca deste peligroso oficio de escudero, en el qual he incurrido segunda vez, cebado y engañado de vna bolsa con cien ducados que me hallé vn dia en el coraçon de Sierra Morena; y el diablo me pone ante los ojos aqui, alli, aca no, sino aculla, vn talego lleno de doblones, que me parece que a cada paso le toco con la mano y me abraço con   -fol. 45v-   el, y lo lleuo a mi casa, y echo censos, y fundo rentas, y viuo como vn principe, y el rato que en esto pienso se me hazen faciles y lleuaderos quantos trabajos padezco con este mentecato de mi amo, de quien se que tiene mas de loco que de cauallero.»

«Por esso», respondio el del Bosque, «dizen que la codicia rompe el saco, y si va a tratar dellos, no ay otro mayor en el mundo que mi amo, porque es de aquellos que dizen: «cuydados agenos matan al asno»; pues porque cobre otro cauallero el juyzio que ha perdido, se haze el loco, y anda buscando lo que no se si despues de hallado le ha de salir a los hozicos.»

«Y ¿es enamorado por dicha?»

«Si», dixo el del Bosque, «de vna tal Casildea de Vandalia, la mas cruda y la mas asada señora que en todo el orbe puede hallarse; pero no coxea del pie de la crudeza; que otros mayores embustes le gruñen en las entrañas, y ello dira antes de muchas horas.»

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«No ay camino tan llano», replicó Sancho, «que no tenga algun tropezon o barranco; en otras casas cuezen habas, y en la mia, a calderadas; mas acompañados y paniaguados deue de tener la locura que la discrecion. Mas si es verdad lo que comunmente se dize, que el tener compañeros en los trabajos suele seruir de aliuio en ellos, con vuestra merced podre consolarme, pues sirue a otro amo tan tonto como el mio.»

«Tonto, pero valiente», respondio el del Bosque, «y mas vellaco que tonto y que valiente.»

«Esso no es el mio», respondio Sancho; «digo que no tiene nada de vellaco, antes tiene vna alma como vn cantaro; no sabe hazer mal en nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna; vn niño le hara entender que es de noche en la mitad del dia, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi coraçon, y no me amaño a dexarle, por mas disparates que haga.»

«Con todo esso, hermano y señor», dixo el del Bosque, «si el ciego guia al ciego, ambos van a peligro de caer en el hoyo. Mejor es retirarnos con buen compas de pies y boluernos a nuestras querencias; que los que buscan auenturas   -fol. 46r-   no siempre las hallan buenas.»

Escupia Sancho a menudo, al parecer, vn cierto genero de saliua pegajosa y algo seca, lo qual visto y notado por el caritatiuo bosqueril escudero, dixo:

«Pareceme que de lo que hemos hablado se nos pegan al paladar las lenguas; pero yo traygo   —169→   vn despegador pendiente del arzon de mi cauallo, que es tal como bueno.»

Y, leuantandose, boluio desde alli a vn poco con una gran bota de vino y vna empanada de media vara, y no es encarecimiento, porque era de vn conejo albar tan grande, que Sancho, al tocarla, entendio ser de algun cabron, no que de cabrito; lo qual visto por Sancho, dixo:

«Y ¿esto trae vuestra merced consigo, señor?»

«Pues ¿qué se pensaua», respondio el otro; «soy yo por ventura algun escudero de agua y lana206? Mejor repuesto traygo yo en las ancas de mi cauallo que lleua consigo quando va de camino vn general.»

Comio Sancho sin hazerse de rogar, y tragaua a escuras bocados de nudos de suelta, y dixo:

«Vuestra merced si que es escudero fiel y legal, moliente y corriente, magnifico y grande, como lo muestra este banquete, que si no ha venido aqui por arte de encantamento, parecelo, a lo menos; y no como yo, mezquino y malauenturado, que solo traygo en mis alforjas vn poco de queso, tan duro, que pueden descalabrar con ello a vn gigante; a quien207 hazen compañia quatro dozenas de algarrobas y otras tantas de auellanas y nuezes, mercedes a la estrecheza de mi dueño y a la opinion que tiene y orden que guarda de que los caualleros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas secas y con las yeruas del campo.»

  —170→  

«Por mi fe, hermano», replicó el del Bosque, «que yo no tengo hecho el estomago a tagarninas, ni a piruetanos, ni a rayzes de los montes; alla se lo ayan con sus opiniones y leyes cauallerescas nuestros amos, y coman lo que ellos mandaren; fiambreras traygo y esta bota colgando del arzon de la silla, por si o por no; y es tan deuota208 mia, y quierola tanto, que pocos   -fol. 46v-   ratos se passan sin que la de mil besos y mil abraços.»

Y, diziendo esto, se la puso en las manos a Sancho, el qual, empinandola puesta a la boca, estuuo mirando las estrellas vn quarto de hora, y, en acabando de beuer, dexó caer la cabeça a vn lado, y, dando vn gran suspiro, dixo:

«¡O hideputa, vellaco, y cómo es catolico!»

«¿Veis ai», dixo el del Bosque, en oyendo el hideputa de Sancho, «como aueis alabado este vino, llamandole hideputa

«Digo», respondio Sancho, «que confiesso que conozco que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie quando cae debaxo del entendimiento de alabarle. Pero digame, señor, por el siglo de lo que mas quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?»

«¡Brauo moxon!», respondio el del Bosque; «en verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad.»

«¡A mi con esso!», dixo Sancho; «no tomeys menos, sino que se me fuera a mi por alto dar alcance a su conocimiento. ¿No sera bueno, señor escudero, que tenga yo vn instinto tan   —171→   grande y tan natural en esto de conocer vinos, que en dandome a oler qualquiera, acierto la patria, el linage, el sabor, y la dura y las bueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas? Pero no ay de que marauillarse, si tuue en mi linage por parte, de mi padre los dos mas excelentes moxones que en luengos años conocio la Mancha; para prueua de lo qual les sucedio lo que ahora dire. Dieronles a los dos a prouar del vino de vna cuba, pidiendoles su parecer del estado, qualidad, bondad o malicia del vino; el vno lo prouo con la punta de la lengua, el otro no hizo mas de llegarlo a las narizes. El primero dixo que aquel vino sabia a hierro, el segundo dixo que mas sabia a cordouan. El dueño dixo que la cuba estaua limpia y que el tal vino no tenia adobo alguno, por donde huuiesse tomado sabor de hierro ni de cordouan. Con todo esso, los dos famosos moxones se afirmaron en lo que hauian dicho. Anduuo el tiempo, vendiose el vino, y al limpiar de la cuba hallaron   -fol. 47r-   en ella vna llaue pequeña pendiente de una correa de cordouan209. Porque vea vuestra merced si quien viene desta ralea podra dar su parecer en semejantes causas.»

«Por esso digo», dixo el del Bosque, «que nos dexemos de andar buscando auenturas, y pues tenemos hogaças, no busquemos tortas, y boluamonos a nuestras choças; que alli nos hallará Dios si El quiere.»

«Hasta que mi amo llegue a Zaragoça, le   —172→   seruire; que despues todos nos entenderemos.»

Finalmente, tanto hablaron y tanto beuieron los dos buenos escuderos, que tuuo necessidad el sueño de atarles las lenguas y templarles la sed, que quitarsela fuera impossible; y, assi, assidos entrambos de la ya casi vazia bota, con los bocados a medio mascar en la boca, se quedaron dormidos, donde los dexaremos por aora, por contar lo que el Cauallero del Bosque passó con el de la Triste Figura.



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ArribaAbajo Capitulo XIV

Donde se prosigue la auentura del Cauallero del Bosque


Entre muchas razones que passaron don Quixote y el Cauallero de la Selua, dize la historia que el del Bosque dixo a don Quixote:

«Finalmente, señor cauallero, quiero que sepays que mi destino, o por mejor dezir, mi eleccion me truxo a enamorar de la sin par Casildea de Vandalia; llamola sin par, porque no le tiene, assi en la grandeza del cuerpo como en el estremo del estado y de la hermosura. Esta tal Casildea, pues, que voy contando, pagó mis buenos pensamientos y comedidos desseos con hazerme ocupar, como su madrina a Hercules, en muchos y diuersos peligros, prometiendome al fin de cada vno, que en el fin del otro llegaria el de mi esperança; pero assi se han ydo eslabonando mis trabajos, que   -fol. 47v-   no tienen cuento, ni210 yo se quál ha de ser el vltimo que de principio al cumplimiento de mis buenos desseos. Vna vez me mandó que fuesse a desafiar a aquella famosa giganta de Seuilla llamada la Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronze, y sin mudarse de vn lugar es la mas mouible y voltaria muger del mundo. Llegué, vila y vencila, y hizela estar queda y a raya, porque en mas de vna semana no soplaron sino vientos nortes. Vez tambien huuo, que me mandó fuesse a tomar en peso   —174→   las antiguas piedras de los valientes toros de Guisando211, empresa mas para encomendarse a ganapanes que a caualleros; otra vez me mandó que me precipitasse y sumiesse en la sima de Cabra212, peligro inaudito y temeroso, y que le truxesse particular relacion de lo que en aquella escura profundidad se encierra. Detuue el mouimiento a la Giralda, pesé los toros de Guisando, despeñeme en la sima y saqué a luz lo escondido de su abismo, y mis esperanças, muertas que muertas, y sus mandamientos y desdenes, viuos que viuos.

»En resolucion, vltimamente me ha mandado que discurra por todas las prouincias de España y haga confessar a todos los andantes caualleros, que por ellas vagaren, que ella sola es la mas auentajada en hermosura de quantas oy viuen, y que yo soy el mas valiente y el mas bien enamorado cauallero del orbe; en cuya demanda he andado ya la mayor parte de España, y en ella he vencido muchos caualleros que se han atreuido a contradezirme. Pero de lo que yo mas me precio y vfano es de auer vencido en singular batalla a aquel tan famoso cauallero don Quixote de la Mancha, y hechole confessar que es mas hermosa mi Casildea que su Dulcinea, y en solo este vencimiento hago cuenta que he vencido todos los caualleros del mundo, porque el tal don Quixote que digo los ha vencido a todos, y auiendole yo vencido a el, su gloria, su fama   —175→   y su honra se ha transferido y passado a mi persona:

  -fol. 48r-  

   Y tanto el vencedor es mas honrado,
quanto mas el vencido es reputado213.



»Assi, que ya corren por mi cuenta y son mias las inumerables hazañas del ya referido don Quixote.»

Admirado quedó don Quixote de oyr al Cauallero del Bosque, y estuuo mil vezes por dezirle que mentia, y ya tuuo el mentis en el pico de la lengua; pero reportose lo mejor que pudo por hazerle confessar por su propia boca su mentira, y, assi, sossegadamente le dixo:

«De que vuessa merced, señor cauallero, aya vencido a los mas caualleros andantes de España, y aun de todo el mundo, no digo nada; pero de que aya vencido a don Quixote de la Mancha, pongolo en duda; podria ser que fuesse otro que le pareciesse, aunque ay pocos que le parezcan.»

«¿Cómo no?», replicó el del Bosque; «por el cielo que nos cubre que peleé con don Quixote, y le venci y rendi, y es vn hombre alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y abellanado de miembros, entrecano, la nariz aguileña y algo corba, de vigotes grandes, negros y caydos. Campea debaxo del nombre del Cauallero de la Triste Figura, y trae por escudero a vn labrador llamado Sancho Pança, oprime el lomo y rige el freno214 de vn famoso cauallo llamado Rozinante, y, finalmente, tiene por señora   —176→   de su voluntad a vna tal Dulcinea del Toboso, llamada vn tiempo Aldonça Lorenço; como la mia, que, por llamarse Casilda y ser de la Andaluzia, yo la llamo Casildea de Vandalia; si todas estas señas no bastan para acreditar mi verdad, aqui está mi espada que la hara dar credito a la mesma incredulidad.»

«Sossegaos, señor cauallero», dixo don Quixote, «y escuchad lo que deziros quiero. Aueis de saber que esse don Quixote que dezis es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podre dezir que le tengo en lugar de mi misma persona, y que por las señas que del me aueis dado, tan puntuales y ciertas, no puedo pensar sino que sea el mismo que aueis vencido. Por otra parte, veo con los ojos y toco con las manos   -fol. 48v-   no ser possible ser el mesmo, si ya no fuesse que como el tiene muchos enemigos encantadores, especialmente vno que de ordinario le persigne, no215 aya alguno dellos tomado su figura para dexarse vencer, por defraudarle de la fama que sus altas cauallerias le tienen grangeada y adquirida, por todo lo descubierto de la tierra. Y, para confirmacion desto, quiero tambien que sepays que los tales encantadores, sus contrarios, no ha mas de dos dias que transformaron la figura y persona de la hermosa Dulcinea del Toboso en vna aldeana soez y baxa, y desta manera auran transformado a don Quixote; y si todo esto no basta para enteraros en esta verdad que digo, aqui está el mesmo don Quixote que la sustentará   —177→   con sus armas, a pie o a cauallo, o de qualquiera suerte que os agradare.»

Y, diziendo esto, se leuantó en pie y se empuñó en la espada, esperando qué resolucion tomaria el Cauallero del Bosque, el qual, con voz assimismo sossegada, respondio y dixo:

«Al buen pagador no le duelen prendas; el que vna vez, señor don Quixote, pudo venceros transformado, bien podra tener esperança de rendiros en vuestro propio ser. Mas porque no es bien que los caualleros hagan sus fechos de armas ascuras, como los salteadores y rufianes, esperemos el dia para que el sol vea nuestras obras. Y ha de ser condicion de nuestra batalla que el vencido ha de quedar a la voluntad del vencedor, para que haga del todo lo que quisiere, con tal que sea decente a cauallero lo que se le ordenare.»

«Soy mas que contento dessa condicion y conuenencia», respondio don Quixote.

Y, en diziendo esto, se fueron donde estauan sus escuderos, y los hallaron roncando y en la misma forma que estauan quando les salteó el sueño. Despertaronlos y mandaronles que tuuiessen a punto los cauallos, porque en saliendo el sol auian de hazer los dos vna sangrienta, singular y desigual batalla; a cuyas nueuas quedó Sancho atonito y pasmado, temeroso de   -fol. 49r-   la salud de su amo por las valentias que auia oydo dezir del suyo al escudero del Bosque; pero, sin hablar palabra, se fueron los dos escuderos a buscar su ganado; que ya todos tres   —178→   cauallos y el ruzio se auian olido y estaban todos juntos.

En el camino dixo el del Bosque a Sancho:

«Ha de saber, hermano, que tienen por costumbre los peleantes de la Andaluzia, quando son padrinos de alguna pendencia, no estarse ociosos, mano sobre mano, en tanto que sus ahijados riñen; digolo porque esté aduertido, que mientras nuestros dueños riñeren nosotros tambien hemos de pelear y hazernos astillas.»

«Essa costumbre, señor escudero», respondio Sancho, «alla puede correr y passar con los rufianes y peleantes que dize; pero con los escuderos de los caualleros andantes, ni por pienso. A lo menos, yo no he oydo dezir a mi amo semejante costumbre, y sabe de memoria todas las ordenanças de la andante caualleria. Quanto mas que yo quiero que sea verdad y ordenança expresa el pelear los escuderos en tanto que sus señores pelean; pero yo no quiero cumplirla, sino pagar la pena que estuuiere puesta a los tales pacificos escuderos, que yo asseguro que no passe de dos libras de cera, y mas quiero pagar las tales libras, que se que me costarán menos que las hilas que podre gastar en curarme la cabeça, que ya me la cuento por partida y diuidida en dos partes; hay mas: que me impossibilita el reñir el no tener espada, pues en mi vida me la puse.»

«Para esso se yo un buen remedio», dixo el del Bosque; «yo traygo aqui dos talegas de lienço de un mesmo tamaño; tomareys vos la   —179→   vna y yo la otra, y riñiremos a talegazos con armas yguales.»

«Dessa manera, sea en buena hora», respondio Sancho, «porque antes seruira la tal pelea de despoluorearnos que de herirnos.»

«No ha de ser assi», replicó el otro, «porque se han de echar dentro de las talegas, porque no se las lleue el ayre, media dozena de guijarros lindos y pelados que pesen tanto los vnos como los otros, y desta manera nos pondremos atalegar sin hazernos mal ni daño.»

«Mirad, ¡cuerpo de mi padre»,   -fol. 49v-   respondio Sancho, «qué martas cebollinas216 o qué copos de algodon cardado pone en las talegas para no quedar molidos los cascos y hechos alheña los huesos! Pero aunque se llenaran de capullos de seda, sepa, señor mio, que no he de pelear; peleen nuestros amos y alla se lo ayan, y beuamos y viuamos217 nosotros; que el tiempo tiene cuydado de quitarnos las vidas, sin que andemos buscando apetites para que se acaben antes de llegar su sazon y termino, y que se cayan de maduras.»

«Con todo», replicó el del Bosque, «hemos de pelear siquiera media hora.»

«Esso, no», respondio Sancho; «no sere yo tan descortes ni tan desagradecido, que con quien he comido y he beuido trabe question alguna, por minima que sea; quanto mas que estando sin colera y sin enojo, ¿quién diablos se ha de amañar a reñir a secas?»

«Para esso», dixo el del Bosque, «yo dare vn   —180→   suficiente remedio, y es que antes que comencemos la pelea, yo me llegaré bonitamente a vuestra merced y le dare tres o quatro bofetadas que de con el a mis pies, con las quales le hare despertar la colera aunque esté con mas sueño que un liron.»

«Contra ese corte se yo otro», respondio Sancho, «que no le va en zaga: cogere yo vn garrote, y antes que vuestra merced llegue a despertarme la colera hare yo dormir a garrotazos de tal suerte la suya, que no despierte si no fuere en el otro mundo, en el qual se sabe que no soy yo hombre que me dexo manosear el rostro de nadie; y cada vno mire por el virote. Aunque lo mas acertado seria dexar dormir su colera a cada vno; que no sabe nadie el alma de nadie, y tal suele venir por lana que buelue tresquilado, y Dios bendixo la paz y maldixo las riñas; porque si vn gato acosado, encerrado y apretado se buelue en leon, yo, que soy hombre, Dios sabe en lo que podre boluerme, y, assi, desde aora intimo a vuestra merced, señor escudero, que corra por su cuenta todo el mal y daño que de nuestra pendencia resultare.»

«Está bien», replicó el del Bosque; «amanezera Dios y medraremos.»

En esto, ya començauan a gorgear en los arboles mil suertes de pintados paxarillos, y en sus diuersos y alegres cantos parecia   -fol. 50r-   que dauan la norabuena y saludauan a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del Oriente   —181→   yua descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos vn numero infinito de liquidas perlas, en cuyo suaue licor bañandose las yeruas, parecia assimesmo [que] ellas brotauan y llouian blanco y menudo aljofar; los sauzes destilauan maná sabroso, reianse las fuentes, murmurauan los arroyos, alegrauanse las seluas y enriquezianse los prados con su venida. Mas apenas dio lugar la claridad del dia para ver y diferenciar las cosas, quando la primera que se ofrecio a los ojos de Sancho Pança fue la nariz del escudero del Bosque, que era tan grande, que casi le hazia sombra a todo el cuerpo. Cuentase, en efecto, que era de demasiada218 grandeza, corba en la mitad y toda llena de berrugas, de color amoratado, como de verengena; baxauale dos dedos mas abaxo de la boca, cuya grandeza, color, berrugas y encorvamiento assi le afeauan el rostro, que, en viendole Sancho, començo a herir de pie y de mano como niño con alferezia, y propuso en su coraçon de dexarse dar dozientas bofetadas antes que despertar la colera para reñir con aquel vestiglo.

Don Quixote miró a su contendor y hallole ya puesta y calada la celada, de modo que no le pudo ver el rostro, pero notó que era hombre membrudo, y no muy alto de cuerpo. Sobre las armas traia vna sobreuista o casaca de vna tela, al parecer, de oro finissimo, sembradas por ella muchas lunas pequeñas de resplandecientes espejos, que le hazian en grandissima manera   —182→   galan y vistoso; bolauanle sobre la celada grande cantidad de plumas verdes, amarillas y blancas; la lança que tenia arrimada a vn arbol era grandissima y gruesa, y de un hierro azerado de mas de vn palmo.

Todo lo miró y todo lo notó don Quixote, y juzgó de lo visto y mirado que el ya dicho cauallero   -fol. 50v-   deuia de ser de grandes fuerzas; pero no por esso temio como Sancho Pança, antes con gentil denuedo dixo al Cauallero de los Espejos:

«Si la mucha gana de pelear, señor cauallero, no os gasta la cortesia, por ella os pido que alceys la visera vn poco, porque yo vea si la gallardia de vuestro rostro responde a la de vuestra disposicion.»

«O vencido o vencedor que salgays desta empresa, señor cauallero», respondio el de los Espejos, «os quedará tiempo y espacio demasiado para verme, y si aora no satisfago a vuestro desseo, es por parecerme que hago notable agrauio a la hermosa Casildea de Vandalia en dilatar el tiempo que tardare en alçarme la visera, sin hazeros confessar lo que ya sabeys que pretendo.»

«Pues en tanto que subimos a cauallo», dixo don Quixote, «bien podeys dezirme si soy yo aquel don Quixote que dixistes auer vencido.»

«A esso vos respondemos», dixo el de los Espejos, «que pareceys como se parece vn hueuo a otro al mismo cauallero que yo venci; pero, segun vos dezis que le persiguen encantadores,   —183→   no osaré afirmar si soys el contenido o no.»

«Esso me basta a mi», respondio don Quixote, «para que crea vuestro engaño; empero, para sacaros del de todo punto, vengan nuestros cauallos; que en menos tiempo que el que tardarades219 en alçaros la visera, si Dios, si mi señora y mi braço me valen, vere yo vuestro rostro, y vos vereis que no soy yo el vencido don Quixote que pensays.»

Con esto, acortando razones, subieron a cauallo, y don Quixote boluio las riendas a Rozinante para tomar lo que conuenia del campo para boluer a encontrar a su contrario, y lo mesmo hizo el de los Espejos; pero no se auia apartado don Quixote veynte pasos, cuando se oyo llamar del de los Espejos, y partiendo los dos el camino, el de los Espejos le dixo:

«Aduertid, señor cauallero, que la condicion de nuestra batalla es que el vencido, como otra vez he dicho, ha de quedar a discrecion del vencedor.»

«Ya la se», respondio do[n] Quixote, «con tal que lo que se le impusiere y mandare al vencido han de ser cosas que no   -fol. 51r-   salgan de los limites de la caualleria.»

«Assi se entiende», respondio el de los Espejos.

Ofrecieronsele en esto a la vista de don Quixote las estrañas narizes del escudero, y no se admiró menos de verlas que Sancho, tanto, que le juzgó por algun monstro, o por hombre nueuo   —184→   y de aquellos que no se vsan en el mundo. Sancho, que vio partir a su amo para tomar carrera, no quiso quedar solo con el narigudo, temiendo que con solo vn passagonçalo220 con aquellas narizes en las suyas seria acabada la pendencia suya, quedando del golpe, o del miedo, tendido en el suelo, y fuesse tras su amo, assido a vna accion221 de Rozinante, y quando le parecio que ya era tiempo que boluiesse, le dixo:

«Suplico a vuessa merced, señor mio, que antes que buelua a encontrarse me ayude a subir sobre aquel alcornoque, de donde podre ver masa mi sabor, mejor que desde el suelo, el gallardo encuentro que vuessa merced ha de hazer con este cauallero.»

«Antes creo, Sancho», dixo don Quixote, «que te quieres encaramar y subir en andamio por ver sin peligro los toros.»

«La verdad que diga», respondio Sancho, «las desaforadas narizes de aquel escudero me tienen atonito y lleno de espanto, y no me atreuo a estar junto a el.»

«Ellas son tales», dixo don Quixote, «que a no ser yo quien soy, tambien me asombraran, y, assi, ven, ayudarte he a subir donde dizes.»

En lo que se detuuo don Quixote en que Sancho subiesse en el alcornoque, tomó el de los Espejos del campo lo que le parecio necessario, y creyendo que lo mismo auria hecho don Quixote, sin esperar son de trompeta ni otra señal que los auisasse, boluio las riendas   —185→   a su cauallo, que no era mas ligero ni de mejor parecer que Rozinante, y a todo su correr, que era vn mediano trote, yua a encontrar a su enemigo; pero viendole ocupado en la subida de Sancho, detuuo las riendas y parose en la mitad de la carrera, de lo que el cauallo quedó agradecidissimo, a causa que ya no podia mouerse. Don Quixote, que le parecio   -fol. 51v-   que ya su enemigo venia volando, arrimó reziamente las espuelas a las trashijadas hijadas de Rozinante, y le hizo aguijar de manera, que cuenta la historia que esta sola vez se conocio auer corrido algo, porque todas las demas siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llegó donde el de los Espejos estaua hincando a su cauallo las espuelas hasta los botones, sin que le pudiesse mouer vn solo dedo del lugar donde auia hecho estanco de su carrera.

En esta buena sazon y coyuntura halló don Quixote a su contrario embaraçado con su cauallo y ocupado con su lança, que nunca, o no acerto, o no tuuo lugar de ponerla en ristre.

Don Quixote, que no miraua en estos inconuenientes, a saluamano y sin peligro alguno encontro al de los Espejos con tanta fuerça, que mal de su grado le hizo venir al suelo por las ancas del cauallo, dando tal cayda, que sin mouer pie ni mano, dio señales de que estaua muerto.

Apenas le vio caydo Sancho, quando se deslizó del alcornoque, y a toda priesa vino donde su señor estaua, el qual, apeandose de   —186→   Rozinante, fue sobre el de los Espejos, y quitandole las lazadas del yelmo para ver si era muerto, y para que le diesse el ayre, si acaso estaua viuo, [y]222 vio..., ¿quién podra dezir lo que vio, sin causar admiracion, marauilla y espanto a los que lo oyeren? Vio, dize la historia, el rostro mesmo, la misma figura, el mesmo aspecto, la misma fisonomia, la mesma efigie, la pespectiua223 mesma del bachiller Sanson Carrasco, y assi como la vio, en altas vozes dixo:

«Acude, Sancho, y mira lo que has de ver y no lo has creer224; aguija, hijo, y aduierte lo que puede la magia, lo que pueden los hechizeros y los encantadores.»

Llegó Sancho, y como vio el rostro del bachiller Carrasco, començo a hazerse mil cruzes y a santiguarse otras tantas; en todo esto, no daua muestras de estar viuo el derribado cauallero, y Sancho dixo a don Quixote:

«Soy de parecer, señor mio, que, por si o por no, vuessa merced hinque   -fol. 52r-   y meta la espada por la boca a este que parece el bachiller Sanson Carrasco: quiça matará en el a alguno de sus enemigos los encantadores.»

«No dizes mal», dixo don Quixote, «porque de los enemigos, los menos.»

Y, sacando la espada para poner en efecto el auiso y consejo de Sancho, llegó el escudero del de los Espejos, ya sin las narizes que tan feo le auian hecho, y a grandes vozes dixo:

«Mire vuessa merced lo que haze, señor don Quixote; que esse que tiene a los pies es el bachiller   —187→   Sanson Carrasco, su amigo, y yo soy su escudero.»

Y, viendole Sancho sin aquella fealdad primera, le dixo:

«Y ¿las narizes?»

A lo que el respondio:

«Aqui las tengo, en la faldriquera.»

Y, echando mano a la derecha, sacó vnas narizes de pasta y barniz de mascara, de la manifatura que quedan delineadas, y mirandole mas y mas Sancho, con voz admiratiua y grande, dixo:

«¡Santa Maria, y valme!, ¿este no es Tomé Cecial, mi vezino y mi compadre?»

«Y ¡cómo si lo soy!», respondio el ya desnarigado escudero. «Tomé Cecial soy, compadre y amigo Sancho Pança, y luego os dire los arcaduces, embustes y enredos por donde soy aqui venido, y, en tanto, pedid y suplicad al señor vuestro amo que no toque, maltrate, hiera ni mate al Cauallero de los Espejos que a sus pies tiene, porque sin duda alguna es el atreuido y mal aconsejado [d]el225 bachiller Sanson Carrasco, nuestro compatrioto.»

En esto, boluio en si el de los Espejos, lo qual visto por don Quixote, le puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y le dixo:

«Muerto soys, cauallero, si no confessays que la sin par Dulcinea del Toboso se auentaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia; y demas de esto aueys de prometer, si de esta contienda y cayda quedarades226 con vida, de yr a   —188→   la ciudad del Toboso, y presentaros en su presencia de mi parte, para que haga de vos lo que mas en voluntad le viniere; y si os dexare en la vuestra, assimismo aueys de boluer a buscarme -que   -fol. 52v-   el rastro de mis hazañas os seruira de guia que os trayga donde yo estuuiere- y a dezirme lo que con ella huuieredes passado; condiciones que, conforme a las que pusimos antes de nuestra batalla, no salen de los terminos de la andante caualleria.»

«Confiesso», dixo el caydo cauallero, «que vale mas el çapato descosido y suzio de la señora Dulcinea del Toboso, que las barbas mal peynadas, aunque limpias, de Casildea, y prometo de yr y boluer de su presencia a la vuestra y daros entera y particular cuenta de lo que me pedis.»

«Tambien aueis de confessar y creer», añadio don Quixote, «que aquel cauallero que vencistes no fue ni pudo ser don Quixote de la Mancha, sino otro que se le parecia, como yo confiesso y creo que vos, aunque pareceys el bachiller Sanson Carrasco, no lo soys, sino otro que le parece, y que en su figura aqui227 me le han puesto mis enemigos para que detenga y temple el impetu de mi colera, y para que vse blandamente de la gloria del vencimiento.»

«Todo lo confiesso, juzgo y siento como vos lo creeys, juzgays y sentis», respondio el derrengado cauallero. «Dexadme leuantar, os ruego, si es que lo permite el golpe de mi cayda, que assaz maltrecho me tiene.»

  —189→  

Ayudole a leuantar don Quixote y Tomé Cecial su escudero, del qual no apartaua los ojos Sancho, preguntandole cosas, cuyas respuestas le dauan manifiestas señales de que verdaderamente era el Tomé Cecial que dezia; y mas la aprehension que en Sancho auia hecho lo que su amo dixo, de que los encantadores auian mudado la figura del Cauallero de los Espejos en la del bachiller Carrasco, no le dexaua dar credito a la verdad que con los ojos estaua mirando. Finalmente, se quedaron con este engaño amo y moço, y el de los Espejos y su escudero, mohinos y mal andantes, se apartaron de don Quixote y Sancho, con intencion de buscar algun lugar donde vizmarle y entablarle las costillas. Don Quixote y Sancho boluieron a proseguir su camino de Zaragoça,   -fol. 53r-   donde los dexa la historia, por dar cuenta de quien era el cauallero de los Espejos y su narigante escudero.



  —190→  

ArribaAbajoCapitulo XV

Donde se cuenta y da noticia de quién era el Caballero de los Espejos y su escudero


En estremo contento, ufano y vanaglorioso yua don Quixote por auer alcançado vitoria de tan valiente cauallero como el se imaginaua que era el de los Espejos, de cuya caualleresca palabra esperaua saber si el encantamento de su señora passaua adelante, pues era forçoso que el tal vencido cauallero boluiesse, so pena de no serlo, a darle razon de lo que con ella le huuiesse sucedido. Pero vno pensaua don Quixote y otro el de los Espejos, puesto que por entonces no era otro su pensamiento sino buscar donde vizmarse, como se ha dicho.

Dize, pues, la historia que quando el bachiller Sanson Carrasco aconsejó a don Quixote que boluiesse a proseguir sus dexadas cauallerias, fue por auer entrado primero en bureo con el cura y el barbero, sobre qué medio se podria tomar para reduzir a don Quixote a que se estuuiesse en su casa quieto y sossegado, sin que le alborotassen sus mal buscadas auenturas, de cuyo consejo salio por voto comun de todos y parecer particular de Carrasco, que dexassen salir a don Quixote, pues el detenerle parecia impossible, y que Sanson le saliesse al camino como cauallero andante, y trabasse   —191→   batalla con el, pues no faltaria sobre qué, y le venciesse, teniendolo por cosa facil, y que fuesse pacto y concierto que el vencido quedasse a merced del vencedor, y, assi, vencido don Quixote, le auia de mandar el bachiller cauallero se boluiesse a su pueblo y casa, y no saliesse della en dos años, o hasta tanto que por el le fuesse mandado otra cosa; lo qual era claro que don Quixote, vencido, cumpliria   -fol. 53v-   indubitablemente, por no contrauenir y faltar a las leyes de la caualleria, y podria ser que en el tiempo de su reclusion se le oluidassen sus vanidades, o se diesse lugar de buscar a su locura algun conueniente remedio.

Aceptolo Carrasco, y ofreciosele por escudero Tomé Cecial, compadre y vezino de Sancho Pança, hombre alegre y de luzios cascos. Armose Sanson como queda referido y Tomé Cecial acomodó sobre sus naturales narizes las falsas y de mascara ya dichas, porque no fuesse conocido de su compadre quando se viessen, y, assi, siguieron el mismo viage que lleuaua don Quixote, y llegaron casi a hallarse en la auentura del carro de la Muerte. Y, finalmente, dieron con ellos en el bosque, donde les sucedio todo lo que el prudente ha leydo, y si no fuera por los pensamientos extraordinarios de don Quixote, que se dio a entender que el bachiller no era el bachiller, el señor bachiller quedara impossibilitado para siempre de graduarse de licenciado, por no auer hallado nidos donde penso hallar paxaros.

  —192→  

Tomé Cecial, que vio quán mal auia logrado sus desseos y el mal paradero que auia tenido su camino, dixo al bachiller:

«Por cierto, señor Sanson Carrasco, que tenemos nuestro merecido; con facilidad se piensa y se acomete vna empresa, pero con dificultad las mas vezes se sale della; don Quixote loco, nosotros cuerdos, el se va sano y riendo, vuessa merced queda molido y triste. Sepamos, pues, aora, quál es mas loco, ¿el que lo es por no poder menos, o el que lo es por su voluntad?»

A lo que respondio Sanson:

«La diferencia que ay entre essos dos locos es que el que lo es por fuerça lo sera siempre, y el que lo es de grado, lo dexará de ser quando quisiere.»

«Pues assi es», dixo Tomé Cecial, «yo fuy por mi voluntad loco quando quise hazerme escudero de vuestra merced, y por la misma quiero dexar de serlo y voluerme a mi casa.»

«Esso os cumple», respondio Sanson, «porque pensar que yo he de boluer a la   -fol. 54r-   mia hasta auer molido a palos a don Quixote es pensar en lo escusado, y no me lleuará aora a buscarle el desseo de que cobre su juyzio, sino el de la vengança; que el dolor grande de mis costillas no me dexa hazer mas piadosos discursos.»

En esto fueron razonando los dos, hasta que llegaron a vn pueblo donde fue ventura   —193→   hallar vn algebrista con quien se curó el Sanson desgraciado. Tomé Cecial se boluio y le dexó, y el quedó imaginando su venganza, y la228 historia buelue a hablar del a su tiempo, por no dexar de regozijarse aora con don Quixote.



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ArribaAbajo Capitulo XVI

De lo que sucedio a don Quixote con un discreto cauallero de la Mancha


Con la alegria, contento y vfanidad que se ha dicho, seguia don Quixote su jornada, imaginandose por la passada vitoria229 ser el cauallero andante mas valiente que tenia en aquella edad el mundo; daua por acabadas y a felize fin conduzidas quantas auenturas pudiessen sucederle de alli adelante; tenia en poco a los encantos y a los encantadores, no se acordaua de los inumerables palos que en el discurso de sus cauallerias le auian dado, ni de la pedrada que le derribó la mitad de los dientes, ni del desagradecimiento de los galeotes, ni del atreuimiento y lluuia de estacas de los yangueses. Finalmente, dezia entre si, que si el hallara arte, modo o manera cómo desencantar a su señora Dulcinea, no inuidiara a la mayor ventura que alcançó o pudo alcançar el mas venturoso cauallero andante de los passados siglos.

En estas imaginaciones yua todo ocupado, quando Sancho le dixo:

«¿No es bueno230, señor, que aun todavia traygo entre los ojos las desaforadas narizes, y mayores de marca, de mi compadre Tomé Cecial?»

«Y ¿crees tu, Sancho, por ventura, que el Cauallero de los Espejos era el bachiller Carrasco, y su escudero Tomé Cecial,   -fol. 54v-   tu compadre?»

  —195→  

«No se qué me diga a esso», respondio Sancho, «solo se que las señas que me dio de mi casa, muger y hijos, no me las podria dar otro que el mesmo, y la cara, quitadas las narizes, era la misma de Tomé Cecial, como yo se la he visto muchas vezes en mi pueblo y pared en medio de mi misma casa, y el tono de la habla era todo vno.»

«Estemos a razon, Sancho», replicó don Quixote: «Ven acá, ¿en qué consideracion puede caber que el bachiller Sanson Carrasco viniesse como cauallero andante armado de armas ofensiuas y defensiuas, a pelear conmigo? ¿He sido yo su enemigo, por ventura? ¿Hele dado yo jamas ocasion para tenerme ogeriza? ¿Soy yo su ribal, o haze el profession de las armas para tener inuidia a la fama que yo por ellas he ganado?»

«Pues ¿qué diremos, señor», respondio Sancho, «a esto de parecerse tanto aquel cauallero, sea el que se fuere, al bachiller Carrasco, y su escudero a Tomé Cecial, mi compadre? Y si ello es encantamento como vuestra merced ha dicho, ¿no auia en el mundo otros dos a quien se parecieran?»

«Todo es artificio y traza», respondio don Quixote, «de los malignos magos que me persiguen, los quales, anteuiendo que yo auia de quedar vencedor en la contienda, se preuinieron de que el cauallero vencido mostrasse el rostro de mi amigo el bachiller, porque la amistad que le tengo se pusiesse entre los filos de   —196→   mi espada y el rigor de mi braço, y templasse la justa ira de mi coraçon, y desta manera quedasse con vida el que con embelecos y falsias procuraua quitarme la mia. Para prueua231 de lo qual ya sabes, ¡o Sancho!, por experiencia que no te dexará mentir ni engañar, quán facil sea a los encantadores mudar vnos rostros en otros, haziendo de lo hermoso feo y de lo feo hermoso, pues no ha dos dias que viste por tus mismos ojos la hermosura y gallardia de la sin par Dulcinea en toda su entereza y natural conformidad, y yo la vi en la fealdad y baxeza de vna zafia labradora, con cataratas en los ojos232 y con mal olor en   -fol. 55r-   la boca; y mas, que el peruerso encantador que se atreuio a hazer vna transformacion tan mala, no es mucho que aya hecho la de Sanson Carrasco y la de tu compadre, por quitarme la gloria del vencimiento de las manos. Pero, con todo esto, me consuelo, porque, en fin, en qualquiera233 figura que aya sido, he quedado vencedor de mi enemigo.»

«Dios sabe la verdad de todo», respondio Sancho.

Y como el sabia que la transformacion de Dulcinea auia sido traça y embeleco suyo, no le satisfazian las quimeras de su amo; pero no le quiso replicar, por no dezir alguna palabra que descubriesse su embuste.

En estas razones estauan, quando los alcançó vn hombre que detras dellos por el mismo camino venia sobre vna muy hermosa yegua   —197→   tordilla, vestido vn gauan de paño fino verde, gironado de terciopelo leonado, con vna montera del mismo terciopelo; el adereço de la yegua era de campo, y de la gineta, assimismo de morado y verde; traia un alfange morisco pendiente de vn ancho tahali de verde y oro, y los borzeguies eran de la labor del tahali; las espuelas no eran doradas, sino dadas con vn barniz verde, tan tersas y bruñidas, que, por hazer labor con todo el vestido, parecian mejor que si fuera[n] de oro puro. Quando llegó a ellos el caminante los saludó cortesmente, y, picando a la yegua, se passaua de largo; pero don Quixote le dixo:

«Señor galan, si es que vuestra merced lleua el camino que nosotros y no importa el darse priesa, merced recibiria en que nos fuessemos juntos.»

«En verdad», respondio el de la yegua, «que no me passara tan de largo, si no fuera por temor que con la compañia de mi yegua no se alborotara esse cauallo.»

«Bien puede, señor», respondio a esta sazon Sancho, «bien puede tener las riendas a su yegua, porque nuestro cauallo es el mas honesto y bien mirado del mundo; jamas en semejantes ocasiones ha hecho vileza alguna, y una vez que se desmandó (h)a hazerla, la lastamos mi señor y yo con las setenas. Digo otra vez, que puede   -fol. 55v-   vuestra merced detenerse, si quisiere; que aunque se la den entre dos platos, a buen seguro que el cauallo no la arrostre.»

  —198→  

Detuuo la rienda el caminante, admirandose de la apostura y rostro de don Quixote, el qual yua sin celada, que la lleuaua Sancho como maleta en el arzon delantero de la albarda del ruzio, y si mucho miraua el de lo verde a don Quixote, mucho mas miraua don Quixote al de lo verde, pareciendole hombre de chapa; la edad mostraua ser de cincuenta años, las canas pocas y el rostro aguileño, la vista entre alegre y graue; finalmente, en el trage y apostura daua a entender ser hombre de buenas prendas.

Lo que juzgó de don Quixote de la Mancha el de lo verde fue que semejante manera ni parecer de hombre no le auia visto jamas; admirole la longura de su cauallo234, la grandeza de su cuerpo, la flaqueza y amarillez de su rostro, sus armas, su ademan y compostura, figura y retrato no visto por luengos tiempos atras en aquella tierra. Notó bien don Quixote la atencion con que el caminante le miraba, y leyole en la suspenssion su desseo, y como era tan cortés y tan amigo de dar gusto a todos, antes que le preguntasse nada le salio al camino, diziendole:

«Esta figura que vuessa merced en mi ha visto, por ser tan nueva y tan fuera de las que comunmente se vsan, no me marauillaria yo de que le huuiesse marauillado; pero dexará vuessa merced de estarlo, quando le diga, como le digo, que soy cauallero


destos que dizen las gentes,
que a sus auenturas van235.



  —199→  

Sali de mi patria, empeñé mi hazienda, dexé mi regalo y entregueme en los braços de la Fortuna que me lleuassen donde mas fuesse seruida. Quise resucitar la ya muerta andante caualleria, y ha muchos dias que, tropeçando aqui, cayendo alli, despeñandome aca y leuantandome aculla, he cumplido gran parte de mi desseo, socorriendo viudas, amparando donzellas y fauoreciendo   -fol. 56r-   casadas, huerfanos y pupilos, propio y natural oficio de caualleros andantes, y, assi, por mis valerosas, muchas y christianas hazañas he merecido andar ya en estampa en casi todas o las mas naciones del mundo; treynta mil volumenes se han impresso de mi historia, y lleua camino de imprimirse treynta mil vezes de millares, si el cielo no lo remedia. Finalmente, por encerrarlo todo en breues palabras, o en vna sola, digo que yo soy don Quixote de la Mancha, por otro nombre llamado el Caballero de la Triste Figura, y puesto que las propias alabanças enuilecen, esme forçoso dezir yo tal vez las mias, y esto se entiende quando no se halla presente quien las diga; assi que, señor gentilhombre, ni este cauallo, [ni] esta lança, ni este escudo ni escudero, ni todas juntas estas armas, ni la amarillez de mi rostro, ni mi atenuada flaqueza os podra admirar de aqui adelante, auiendo ya sabido quién soy y la profession que hago.»

Calló en diziendo esto don Quixote, y el de lo verde, segun se tardaua en responderle, parecia que no acertaua a hazerlo; pero de alli a buen espacio le dixo:

  —200→  

«Acertastes, señor cauallero, a conocer por mi suspension mi desseo; pero no aueys acertado a quitarme la marauilla que en mi causa el aueros visto; que puesto que como vos, señor, dezys, que el saber ya quién soys me la236 podria quitar, no ha sido assi, antes, agora que lo se, quedo mas suspenso y marauillado. ¿Cómo y es possible que ay oy caualleros andantes en el mundo, y que ay historias impressas de verdaderas cauallerias? No me puedo persuadir que aya oy en la tierra quien fauorezca viudas, ampare donzellas, ni honre casadas, ni socorra huerfanos, y no lo creyera si en vuessa merced no lo huuiera visto con mis ojos. Bendito sea el cielo, que con essa historia que vuessa merced dize que está impressa de sus altas y verdaderas cauallerias, se auran puesto en oluido las innumerables de los fingidos caualleros andantes,   -fol. 56v-   de que estaua lleno el mundo, tan en daño de las buenas costumbres y tan en perjuyzio y descredito de las buenas historias.»

«Ay mucho que dezir», respondio don Quixote, «en razon de si son fingidas o no las historias de los andantes caualleros.»

«Pues ¿ay quien dude», respondio el Verde, «que no son falsas las tales historias?»

«Yo lo dudo», respondio don Quixote; «y quedese esto aqui; que si nuestra jornada dura, espero en Dios de dar a entender a vuessa merced que ha hecho mal en yrse con la corriente de los que tienen por cierto que no son verdaderas.»

  —201→  

Desta vltima razon de don Quixote tomó barruntos el caminante de que don Quixote deuia de ser algun mentecato, y aguardaua que con otras lo confirmasse; pero antes que se diuertiessen en otros razonamientos, don Quixote le rogo le dixesse quién era, pues el le auia dado parte de su condicion y de su vida. A lo que respondio el del Verde Gauan:

«Yo, señor Cauallero de la Triste Figura, soy vn hidalgo, natural de vn lugar donde yremos a comer oy, si Dios fuere seruido; soy mas que medianamente rico, y es mi nombre don Diego de Miranda; passo la vida con mi muger y con mis hijos y con mis amigos; mis exercicios son el de la caça y pesca, pero no mantengo ni halcon, ni galgos, sino algun perdigon manso o algun huron atreuido; tengo hasta seys dozenas de libros, quáles de romance y quáles de latin, de historia algunos y de deuocion otros; los de cauallerias aun no han entrado por los vmbrales de mis puertas; hogeo mas los que son profanos que los deuotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleyten con el lenguage y admiren y suspendan con la inuencion, puesto que destos ay muy pocos en España. Alguna vez como con mis vezinos y amigos, y muchas vezes los combido; son mis combites limpios y asseados y no nada escasos; ni gusto de murmurar, ni consiento que delante de mi se murmure; no escudriño las vidas agenas, ni soy linze de los hechos   -fol. 57r-   de los otros; oygo missa cada dia, reparto de mis bienes   —202→   con los pobres, sin hazer alarde de las buenas obras por no dar entrada en mi coraçon a la hipocresia y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del coraçon mas recatado; procuro poner en paz los que se que estan desauenidos. Soy deuoto de Nuestra Señora y confio siempre en la misericordia infinita de Dios Nuestro Señor.»

Atentissimo estuuo Sancho a la relacion de la vida y entretenimientos del hidalgo, y, pareciendole buena y santa, y que quien la hazia deuia de hazer milagros, se arrojó del ruzio y con gran priesa le fue a assir del estriuo derecho, y con deuoto coraçon y casi lagrimas le besó los pies vna y muchas vezes. Visto lo qual por el hidalgo, le preguntó:

«¿Qué hazeys, hermano? ¿Qué besos son estos?»

«Dexenme besar», respondio Sancho, «porque me parece vuessa merced el primer santo a la gineta que he visto en todos los dias de mi vida.»

«No soy santo», respondio el hidalgo, «sino gran pecador; vos si, hermano, que deueys de ser bueno, como vuestra simplicidad lo muestra.»

Boluio Sancho a cobrar la albarda, auiendo sacado a plaça la risa de la profunda malencolia de su amo y causado nueua admiracion a don Diego.

Preguntole don Quixote que quántos hijos tenia, y dixole que una de las cosas en que   —203→   ponian el sumo bien los antiguos filosofos, que carecieron del verdadero conocimiento de Dios, fue en los bienes de la naturaleza, en los de la fortuna, en tener muchos amigos y en tener muchos y buenos hijos.

«Yo, señor don Quixote», respondio el hidalgo, «tengo vn hijo que a no tenerle quiça me juzgara por mas dichoso de lo que soy, y no porque el sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera; sera de edad de diez y ocho años, los seis ha estado en Salamanca, aprendiendo las lenguas237 latina y griega, y cuando quise que passasse a estudiar otras ciencias, hallele tan embeuido en la de la   -fol. 57v-   Poesia, si es que se puede llamar ciencia, que no es possible hazerle arrostrar la de las Leyes, que yo quisiera que estudiara, ni de la reina de todas, la Theologia; qu[i]siera yo que fuera corona de su linage, pues viuimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras, porque letras sin virtud son perlas en el muladar. Todo el dia se le pasa en aueriguar si dixo bien o mal Homero en tal verso de la Iliada, si Marcial anduuo deshonesto o no en tal epigrama, si se han de entender de vna manera o otra tales y tales versos de Virgilio. En fin, todas sus conuersaciones son con los libros de los referidos poetas, y con los de Horacio, Persio, Iuuenal y Tibulo; que de los modernos romancistas no haze mucha cuenta, y con todo el mal cariño que muestra tener a la poesia de romance, le   —204→   tiene agora desuanecidos los pensamientos el hazer vna glossa a quatro versos que le han embiado de Salamanca, y pienso que son de justa literaria.»

A todo lo qual respondio don Quixote:

«Los hijos, señor, son pedaços de las entrañas de sus padres, y, assi, se han de querer, o buenos o malos que sean, como se quieren las almas que nos dan vida; a los padres toca el encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena criança y de las buenas y christianas costumbres, para que, quando grandes, sean baculo de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad; y en lo de forçarles que estudien esta o aquella ciencia no lo tengo por acertado, aunque el persuadirles no sera dañoso; y quando no se [h]a de estudiar para pane lucrando, siendo tan venturoso el estudiante, que le dio el cielo padres que se lo dexen, seria yo de parecer que le dexen seguir aquella ciencia a que mas le vieren inclinado, y aunque la de la poesia es menos vtil que deleytable, no es de aquellas que suelen deshonrar a quien las possee.

»La   -fol. 58r-   poesia, señor hidalgo, a mi parecer, es como vna donzella tierna y de poca edad y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuydado de enriquezer, pulir y adornar otras muchas donzellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de seruir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal donzella no quiere ser manoseada, ni trayda por las calles, ni publicada   —205→   por las esquinas de las plaças ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de vna alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la boluera en oro purissimo de inestimable precio; hala de tener, el que la tuuiere, a raya, no dexandola correr en torpes satyras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroycos238, en lamentables tragedias, o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dexar tratar de los truhanes ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penseys, señor, que yo llamo aqui vulgo solamente a la gente plebeya y humilde; que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y principe, puede y deue entrar en numero de vulgo.

»Y, assi, el que con los requisitos que he dicho tratare y tuviere a la poesia, sera famoso y estimado su nombre en todas las naciones politicas del mundo. Y a lo que dezys, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesia de romance, doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razon es esta: el grande Homero no escriuio en latin porque era griego, ni Virgilio no escriuio en griego porque era latino. En resolucion, todos los poetas antiguos escriuieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estrangeras para declarar la alteza de sus conceptos. Y, siendo esto assi, razon seria se estendiesse esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimasse   —206→   el poeta aleman porque escriue en su lengua, ni el castellano,   -fol. 58v-   ni aun el vizcayno que escriue en la suya.

»Pero vuestro hijo, a lo que yo, señor, imagino, no deue de estar mal con la poesia de romance, sino con los poetas que son meros romancistas, sin saber otras lenguas ni otras ciencias que adornen y despierten y ayuden a su natural impulso, y aun en esto puede auer yerro. Porque, segun es opinion verdadera, el poeta nace...239: quieren dezir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta; y con aquella inclinacion que le dio el cielo, sin mas estudio ni artificio, compone cosas que haze verdadero al que dixo: Est Deus in nobis, etc.240. Tambien digo que el natural poeta que se ayudare del arte sera mucho mejor y se auentajará al poeta que solo por saber el arte quisiere serlo; la razon es porque el arte no se auentaja a la naturaleza, sino perficionala; assi que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el arte con la naturaleza, sacarán vn perfetissimo poeta.

»Sea, pues, la conclusion de mi platica, señor hidalgo, que vuessa merced dexe caminar a su hijo por donde su estrella le llama; que, siendo el tan buen estudiante como debe de ser, y, auiendo ya subido felicemente el primer escalon de las [ciencias]241, que es el de las lenguas, con ellas por si mesmo subira a la cumbre de las letras humanas, las quales tan bien parecen en vn cauallero de capa y espada, y assi le adornan, honran y engrandecen como   —207→   las mitras a los obispos, o como las garnachas a los peritos iurisconsultos. Riña vuessa merced a su hijo si hiziere satyras que perjudiquen las honras agenas, y castiguele y rompaselas242; pero si hiziere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente el lo hizo, alabele, porque licito es al poeta escriuir contra la inuidia y dezir en sus versos mal de los inuidiosos, y assi de los otros vicios, con que no señale persona alguna;   -fol. 59r-   pero ay poetas que a trueco de dezir vna malicia se pondran a peligro que los destierren a las islas de Ponto243. Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo sera tambien en sus versos: la pluma es lengua del alma; quales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales seran sus escritos, y quando los reyes y principes veen la milagrosa ciencia de la poesia en sugetos prudentes, virtuosos y graues, los honran, los estiman y los enriquezen, y aun los coronan con las hojas del arbol a quien no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales coronas veen honradas244 y adornadas sus sienes.»

Admirado quedó el del Verde Gauan del razonamiento de don Quixote, y tanto, que fue perdiendo de la opinion que con el tenia de ser mentecato. Pero a la mitad desta platica, Sancho, por no ser muy de su gusto, se auia desuiado del camino a pedir vn poco de leche a vnos pastores que alli junto estauan ordeñando   —208→   vnas ouejas, y en esto, ya boluia a renouar la platica el hidalgo, satisfecho en estremo de la discrecion y buen discurso de don Quixote, quando, alçando don Quixote la cabeça, vio que por el camino por donde ellos yuan venia un carro lleno de vanderas reales; y, creyendo que deuia de ser alguna nueua auentura, a grandes vozes llamó a Sancho que viniesse a darle la celada, el qual Sancho, oyendose llamar, dexó a los pastores, y a toda priesa picó al ruzio y llegó donde su amo estaua, a quien sucedio vna espantosa y desatinada auentura.