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Carlos MARZAL, La arquitectura del aire

Tusquets, Barcelona, 2013, 249 págs.

De lo que soy me curo con lo que no soy. De lo que no soy no me curo con nada.


El amor es el único de estado de carencia que se basta y sobra.


Una convicción es una intuición calcificada: un fósil.


Parte del encanto de lo pequeño consiste en negarse a ser grande.


Sin matiz no hay inmensidad, ni siquiera infinito.


Solo se quejan del ruido los que no saben percibir la armonía.


Todo lo mejor es isla.


Si quieres comprender un poco más, descálcate y pisa.


Formular lo consabido bajo una forma nueva es formular lo que no se sabía.


La primera vez que dispusimos de una primera vez fue la última.


Soy, en mí, lo que pasó por mí, al yo pasar por ello.


La entera felicidad tiene más de dos mitades.


Existe una forma suficiente de saber ciertas cosas: a medias.


Sabio también es quien no encuentra casi nada incompatible.


La coherencia también es una forma de estar preso en las opiniones propias.


Más que escoger el vivir, se escoge una actitud ante lo vivido.


Nadie comprende cómo ha terminado por sucederle lo que a todos.


El arte de vivir el de transformar las esperas de no se sabe qué en acontecimientos.


Una inteligencia que sepa qué apartar es más inteligente que la que aspira a poseerlo todo.


Casi todo tiene arreglo y casi nada solución.


A oscuras, el tiempo retrocede.


Cumplirse es la forma que tienen muchos planes de torcerse.


Escribir debería ser un deslizamiento.


Vivir es ensayar resurrecciones.


Enfriar es la manera más educada de dejar morir.


La edad consiste en que se vuelva romo lo puntiagudo.


Hay en lo nuestro algo que nos busca.


El pensamiento es el cepo: luego viene el aforismo y salva al lobo.