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440

Para Moratín, el origen de las corridas es algo casual, quizá ejercicios de destreza y acoso de toros que ya se practicaban en la Antigüedad y que perfeccionaron los musulmanes al invadir España. (N. del A.)



 

441

G. Argote de Molina, Discurso sobre la montería, Madrid, 1882. (N. del A.)



 

442

Esta réplica se publicó firmada por Un Caballero que, al parecer, estaba impuesto en el tema e incluso conocía pormenores de toreros y estoqueadores contemporáneos, como el mismo Francisco Romero y, asimismo, sabía del uso del sorteo de la precedencia de torear y el cargo que se hacía a la Real Hacienda de los colores de silla y jaeces de los caballos. (N. del A.)



 

443

«La lucha de toros -escribe textualmente G. M. J.- no ha sido jamás una diversión, ni cotidiana, ni muy frecuentada, ni de todos los pueblos de España, ni generalmente buscada y aplaudida [...]. De todo el pueblo de España, apenas la centésima parte, habrá vista alguna vez. ¿Cómo, pues, se ha pretendido dar el título de diversión nacional?» (N. del A.)



 

444

Cf. G. Melchor de Jovellanos, Carta al teniente del navío, D. José Vargas Ponce, Madrid, 1929. Asimismo G. Díaz Arquer, Libros y folletos de toros. Bibliografía taurina, Madrid, Librería de Pedro Vindel, 1931. (N. del A.)



 

445

Se debe al hispanista galo F. López tal descubrimiento. No obstante, al atribuirse el panfleto a Jovellanos, pensamos si tal atribución no pudo constituir un cargo más para su caída en desgracia. (N. del A.)



 

446

En el título del libro de Daza, se dio una errata mayúscula al poner «condonados» por «condensados». Existe, al parecer, una edición moderna de la Unión de Bibliófilos Taurinos, Madrid, 1959. (N. del A.)



 

447

La muleta, al parecer, la había llegado a conocer Moratín, por lo que su utilización canónica hay que situarla ya en la última mitad del siglo XVIII. (N. del A.)



 

448

Este J. de la Tixera, pudo muy bien ser el mismo o al menos el progenitor de otro entendido del mismo nombre, que publicó La Fiesta de los Toros, Madrid, Hijos de Ducazcal, 1894. (N. del A.)



 

449

No obstante, la publicación de la Tauromaquia y las reglas que en la misma se prescriben, no impidieron que Pepe-Hillo muriese dramáticamente en la plaza. (N. del A.)