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Palabras preliminares


Emilio Ortiz Grognet


Los directores de esta revista han recordado que en un tiempo dediqué sendos artículos a este tópico de las bellas artes y hoy me encomiendan el cometido de la sección respectiva.

De seis años a esta parte, la cultura artística de Buenos Aires ha acrecido considerablemente, efectuando el proceso de su evolución a grandes saltos.

Este fenómeno es de sencilla explicación; en arte como en todas las manifestaciones de la moderna actividad, vivimos del reflejo de los grandes focos europeos y pocas cosas más rápidas en su propagación que la luz, pero esa luz se apropia el color del cristal que se le interpone. El estudio pues de la tamización de las luces de España, de Italia y de Francia -que son las que más directa y en más profusión nos llegan-, a través del cristal de nuestro propio temperamento, será el objeto primordial, si no exclusivo, de estos artículos.

De las aisladas exposiciones que con explicable rubor, dado el medio, se organizaban en años pasados, queda sólo la tradición: hoy las exposiciones se suceden unas a otras y algunas, las malas especialmente, se propagan por generación espontánea. El snobismo rumboso hizo medrar a los mercaderes, la fama de nuestra   —126→   largueza y munificencia, limpió de telarañas infinidad de cuadros, grandes brochazos de barniz rejuvenecedor se extendieron sobre la pátina de olvido de muchas telas de valor subalterno que han sido negociadas aquí a precios altos y hoy gozamos la justa fama de constituir uno de los mercados artísticos más importantes del mundo.

Más importantes, sí, pero no más considerados; somos excelentes pagadores y apreciadores de una gran deficiencia; esto es lo lamentable y esto dará también tema continuo a nuestra propaganda.

En la calle Florida, en un radio de tres cuadras, además de una alfombrería que habilita sus escaparates para la exposición de cuadros, hay cuatro salones permanentes de pintura.

En L'Aiglon el pintor Ferruccio Pagni expuso una variada colección de óleos y pasteles, sin mayor importancia. Llamaba la atención por ser todos los marcos de idéntica barilla.

En el mismo salón el señor Ethiénne Benéch, animalista, discípulo de la Real Academia Albertina de Turín y de las escuelas de Quadrone y Pallizzi, premiado en varias exposiciones donde han figurado sus obras, habiendo sido adquiridas algunas de ellas por la casa Real de Italia, según rezan los catálogos, no creemos que constituya patente de buen gusto la aserción última, expone actualmente 33 trabajos de una perfecta inferioridad y se da el lujo de cobrar $ m/n. 1.500 por unas perdices a la vista, perdices que con marco y todo, para ser justos, tasamos en $ 50 m/n.

En el salón Costa, el señor Tristán Lacroix, animalista también, que ha obtenido en el extranjero muchas recompensas, expuso una colección de ampliaciones fotográficas, vivamente coloreadas, que no merecen a nuestro juicio ninguna recompensa.

Actualmente hay una exposición ecléctica por los asuntos y procedimientos, de varios autores célebres, la casi totalidad de ellos completamente desprovistos de celebridad. De las 128 obras expuestas hay algunas notas interesantes.

La exposición de arte francés, en este mismo salón, ha sido una de las más dignas y bien representadas del año.

En el salón Castillo, el artista italiano Feragutti Visconti nos hizo apreciar parte de su obra, intensa y fuerte.

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Fueron sus cuadros justamente celebrados, pero el éxito financiero no acompañó a la alabanza admirativa. Sus precios, altos en exceso, hicieron abstenerse a los aficionados.

El pintor Polese que expone ahora, es un trabajador meritorio y tiene algunos paisajes sentidos y de excelente factura.

El pintor sevillano Don Manuel García y Rodríguez, premiado en todas las exposiciones europeas donde han figurado sus obras, habiendo sido adquiridas algunas de ellas por los principales Consejos de Arte Moderno, palabras del catálogo, llenó el salón Witcomb de cosas bonitas, justipreciando el valor de sus cuadros por el tamaño de los mismos. El más pequeño de ellos estaba avaluado en $60 y el mayor en $2.500.

Como expresión de arte, pudimos notar que había pequeños, superiores a los medianos, y medianos, mejores que los mayores.

El señor F. Stefani, distinguido amateur e inteligente intermediario entre los artistas y el público, organizó en el mismo salón Witcomb, su cuarta exposición, dividida en dos partes, que fueron dos momentos distintos y una sola sensación de noble y puro arte.

Las notables obras de Ettore Tito, dos o tres de ellas magistrales, iniciaron el certamen, siguiendo las de Michetti, Morelli, Grosso, Sartorelli, Boldini y algunos otros maestros italianos, de los cuales hace la apreciación y apología el renombrado crítico Hugo Ojetti, en un notable estudio sobre la fama y las obras de los artistas de Italia, que viene incluido en el catálogo.

Figuran también varios pequeños bronces de Bistolfi y Calandra.

La exposición de artistas italianos ha tenido un buen éxito de venta, no así la de Tito.

Esto se explica fácilmente. El señor Stefani, con muy buen criterio, viendo el fracaso pecuniario de la primera parte de su exposición, sin mayores sacrificios, ha fijado precios más equitativos en la segunda.

Ahora se preparan dos exposiciones, más interesantes para nosotros, porque atañen más de cerca a nuestro objeto de dedicar preferente atención a la marcha, vicisitudes y gloria del arte entre nosotros, del arte que no trepidamos en llamar nuestro, del arte nacional, en el cual creemos y esperamos.

Las exposiciones anunciadas son, de la Sociedad de Aficionados   —128→   en el salón costa, y de El Círculo, en la cual nuestros jóvenes artistas presentarán sus dibujos, pinturas y esculturas de última data

Dedicaremos en el próximo número un estudio especial a ambas manifestaciones, porque, como ya hemos dicho, a la inversa de lo que se hace generalmente, nosotros pospondremos lo importado a lo nuestro, sin que esto quiera decir que tildemos de exóticas, las obras de artistas extranjeros, que radicados en nuestro ambiente, usan de nuestro pan como de nuestro sol y aportan en cambio sus iniciativas y esfuerzos para la persecución del ideal común.

Transcribimos un párrafo de Malharro que sintetiza nuestro pensamiento: Creemos, dice, en un arte nacional, en un arte original como nuestra naturaleza; en un arte con carácter propio, netamente definido, sincero, con medios de expresión nuestro, en un arte lozano, valiente y original como original es el Facundo de Sarmiento.

La razón primera y fundamental de la originalidad de Facundo es la independencia y originalidad del espíritu del autor.

Alentar a nuestros artistas, predicarles fe para la lucha y el cultivo de la propia personalidad; hacerles conocer del público, sacarlos de la sombra, donde la incuria nacional injustamente les ha relegado; hacerles apreciar en lo que valen y prometen valer, será el alto y patriótico fin que con todo tesón perseguiremos.