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ArribaAbajo La dama del jardín

Eugenio Díaz Romero




Mirando anoche tu semblante
de una frescura de jazmín,
y el aire fino y arrogante
con que cruzabas el jardín:

contemplando tu cabellera  5
ardiente y blonda como el sol,
tu boca exigua y hechicera
como un fantástico arrebol;

al admirar de tus pupilas,
con suerte extraña de avidez,  10
los armoniosos tonos lilas
y la profunda languidez;

viéndote joven todavía,
llena de encanto y de vigor,
en la opulenta lozanía  15
de tus treinta años en flor,

electrizando con la aureola
de tu belleza singular,
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al que te ve, mágica y sola,
mágica y honda como el mar;  20

al Tiempo duro e implacable,
formulé un ruego de pasión
y le pedí guarde, impecable,
como un tesoro de ilusión,

tu juventud, riente y sonora,  25
con vibraciones de cristal,
fuente perenne donde mora
cuanto hay de hermoso y señorial.

Así fue el voto, bella dama,
que anoche mismo pronuncié,  30
mientras hendías en la grama
del parque rústico tu pie.

No soy tu paje ni tu amante,
la vida nunca nos juntó,
pero yo te he visto un instante  35
y ese momento me bastó.

Muchas mujeres prodigiosas
por mi camino cruzarán;
muchas mejillas como rosas
mi sendero perfumarán.  40

Miraré estrellas en los ojos,
en frescos labios el rubí,
de otras mujeres tendré antojos,
porque mi espíritu es así,

pero jamás, estoy seguro,  45
veré quien tenga tu perfil,
ni quién supere en el futuro
tu cuello ágil de marfil.
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Y así como un frasco de esencias
conserva siempre su olor,  50
el ópalo sus transparencias,
la perla fina su valor,

así también, eternamente,
en mi memoria vivirás,
y como astro resplandeciente  55
Sola y altiva reinarás.