Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —306→  

ArribaAbajo Poniente trágico

Eugenio Díaz Romero




Cae la tarde en el estuario.
Los violines de las selvas centenarias lloran largos misereres.
Los sauces se estremecen bajo el soplo de la brisa,
y sus lacias cabelleras de mujeres
desoladas por el llanto de su sueño funerario,  5
rozan la onda que se irisa
como un cuerpo bajo el trémulo contacto de una mano.
Finge inmensos y fantásticos bajeles,
fabulosas grutas de oro,
caravanas infinitas de enigmáticos camellos,  10
crines crespas y flotantes de corceles.
El crepúsculo violento que se extiende por el cielo,
cual mirífico océano hecho todo de destellos
de joyeles,
cual incendio de amatistas y zafiros;  15
como rauda catarata de esmeraldas y turquesas
desprendida de lo alto en briosos giros;
como el gran derrumbamiento de una Alhambra portentosa,
cuyos finos capiteles y arquitrabes
se convierten en pavesas  20
bajo la ígnea llama ardiente del ocaso,
bajo la ígnea llama ardiente que hace rosa
de corola y tallo suaves,
de la nube crujidora como un raso.
Y en los ámbitos azules  25
desparrama
largos tules
en que imprime el sol poniente
los colores atrevidos de su gama.
Cae la tarde como lluvia de turquesas. Los suspiros  30
de los árboles gigantes que decoran la ribera
desfallecen en el fondo de los tibios horizontes,
como queja plañidera
de las arpas rumorosas de los montes.
Una gran melancolía se difunde por el ámbito sereno.  35
La tristeza de las tardes desoladas
se levanta desde el lecho de los mares y se extiende por doquiera.
El silencio pulveriza los sonidos en su seno,
—307→
y cual amplio cendal fino
cubre todos los objetos que se alzan a lo largo  40
de las márgenes calladas.
Derrepente,
de las ondas silenciosas y amarillas,
surge suave y lentamente
una nave, por un lívido remero tripulada.  45
Boga lejos de las plácidas orillas,
cual si un lúgubre presagio, un duelo amargo,
en las hondas lejanías la internara.
Yo conozco ese fantástico remero...
un dolor indestructible lo devora,  50
noche y día, a cualquier hora.
Las angustias más tenaces y crueles
destrozaron su alma rara.
Comió espinas, bebió hieles.
Tuvo noches de suplicio, como el triste prisionero  55
a quien quema el amor santo
y el Destino obliga, empero,
a estar lejos de su dulce bien amada.
Mucho más que en la agonía de la tarde
con el trágico crepúsculo en su alma torturada;  60
mucho más que la tristeza del ambiente
es el áspero martirio y el horrísono quebranto
de su ser, en el misterio de la noche sumergido;
mucho más que la inclemente
amargura de las hojas, murmurando eterno olvido,  65
es el drama doloroso que se fragua entre las sombras
de su frente de maldito;
mucho más que todas esas pesadumbres del ocaso,
es el fiero pensamiento que taladra su cerebro
y se escapa de sus labios, como un grito;  70
mucho más que las congojas de ese instante
dicen la angustiosa palidez de su semblante,
su pupila fulgurante
bajo la obra despiadada de la fiebre;
mucho más, en fin, que todas esas maravillas  75
de la tarde inexorable, le tortura
de su amante el abandono;
la ruptura para siempre irreparable
con aquella prodigiosa criatura
de cabellos como el oro,  80
de ojos verdes y quemantes, como vívida esmeralda;
vaso lleno de perfume y de amor lleno hasta el borde;
voluptuosa y amorosa hasta dar al paroxismo;
blonda y roja como anuncio de la aurora;
dura al lloro;  85
atrayente y peligrosa como abismo;
flor extraña de pasión y de pecado,
lazo fuerte que ligándolo al pasado
lo encadena en el presente
—308→
y se extiende, firme y recio, hacia el futuro;  90
hechicera de lascivos labios rojos,
de mirar ígneo y obscuro,
de apariencia de sibila y enigmáticos antojos:
indomable fuerza ciega y prepotente
del fatal y dulce sexo,  95
ante cuyas misteriosas seducciones
se nublaba el pensamiento del remero;
hondo y mágico venero
del placer que da el delirio
del amor, jamás saciado:  100
tal fue aquella criatura
para el triste tripulante de la nave,
para el pálido remero que atraviesa
la onda suave
con el trágico recuerdo de aquel bello ser amado;  105
conduciendo el denso fardo de amargura,
presa de hondo abatimiento
y desventura,
y sus sueños derrotados bajo el brillo indiferente
de las trémulas estrellas que aparecen en el cielo,  110
sin calmar la fiebre intensa de su frente
ni aportarle algún consuelo.

Y la nave avanza en tanto, lentamente;
y se aleja por momentos de la tierra,
el crepúsculo la envuelve en su sudario,  115
y los místicos rumores de la noche que se acerca,
la acompañan en su viaje misterioso.
Reina un vasto sentimiento de agonía en el estuario.
Se diría que algo muere en el borroso
confín ancho de las costas serpenteantes.  120
La figura del remero bajo el palio de las sombras
desvanécese y se alarga,
toma un tinte visionario,
y por fin desaparece en lontananza.
Y la nave, en tanto, avanza  125
bajo el brillo parpadeante
de los astros que despuntan en el cielo,
suavemente, lentamente,
como el trémulo pañuelo
que se agita en la ribera de la vida,  130
despidiendo al desdichado
en su lúgubre y su trágica partida.