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ArribaAbajo Bellas Artes

Emilio Ortiz Grognet



3.ª Exposición de aficionados

Salón Costa.- Se inauguró y clausuró con merecido éxito el tercer certamen artístico organizado por la floreciente Sociedad de Aficionados.

Sesenta y seis fueron los expositores y más de ciento cuarenta las obras.

La audaz tentativa de la primera iniciación medró en el año siguiente y se ha afianzado en esta tercera exposición, muy digna de tenerse en cuenta y que señala un notable progreso.

En la pintura presentó notas íntimas el doctor Cupertino del Campo, de quien para las cosas de sol y aire muchos de nuestros profesionales harían bien en solicitar lecciones.

Las de Carlos de la Torre muy personales y sentidas, hechas con amor y pintadas con virtuosidad, fueron todas adquiridas.

Un desnudo al pastel de Francisco de Elizalde era una buena y vigorosa nota.

Los señores Pardo de Tavera y Guillermo Rojo se distinguieron en la escultura; al buril del primero se debe El secreto de la roca, espléndido mármol que se extravió en viaje a la Exposición de St. Louis y que reapareció aquí para atestiguar con toda la fuerza de su gracia, que su autor es uno de nuestros artistas escultores de primera fila.

Enrique Prins entre otras fantasías de aficionado presentó una tela Las noches del Retamo, con suficientes condiciones para satisfacer al más exigente pintor de historia.

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Su retrato de Facundo es el mejor que conocemos y en cuanto a la realización de las cuatro figuras en el cuadro, podemos afirmar que ninguno de nuestros profesionales de hoy ha hecho en su género nada más feliz.

No hacemos más crónica por haber perdido esta exposición su actualidad y cerramos esta nota con un aplauso de estimulo para todos los que contribuyeron a su éxito.




El grupo Nexus

Fue también en Septiembre, en los primeros días primaverales del año 1901, que en el antiguo salón Freitas y Castillo, un grupo de pintores argentinos, Schiaffino, Sivori, Della Valle, Ballerini, Rodríguez Etchart y Caraffa, respondiendo a un mismo ideal, dispuestos a la defensa y a la lucha, abrieron su primera exposición. Tuvo ésta un gran éxito y se repitió en julio del año siguiente, enriquecida la falange inicial con los nombres de Malharro, De la Carcova, García, Maggiolo, Marcelino Barneche, Correa Morales y Mateo Alonso.

Después dejaron de vivir Ballerini, Rodríguez Etchart y Della Valle; los demás, asolados por la rudeza del doloroso golpe que suprimía a los más valientes y tesoneros de la fila, ahogados en el enrarecimiento del ambiente, menos propicio que ahora a la floración autóctona, se dispersaron, perdidas la fe y los bríos del primer momento.

Ahora, después de seis años de la primera tentativa, un grupo de la joven generación, bajo el lema de Nexus, se vincula en estrecho compañerismo, en esfuerzo y fe, común y en una franca exposición en el Salón Costa nos da clara muestra de sus gallardas condiciones.

La aparición de esta guardia joven del arte nuestro implica una diferenciación con la guardia vieja, discrepancia en la particular tendencia, técnica distinta, ideal diverso. Esta diferencia nos dará en lo sucesivo interesantes puntos de comparación.

Fernando Fader, personal siempre, amplio y rudo, presenta siete telas ricas de color y más ricas de promesa, que le individualizan entre sus compañeros. Tiene un defecto -gala de su juventud-, la impremeditación y la fogosidad, y una alta virtud, la conciencia absoluta de su propio valer. Con más concienzudo   —196→   reposo, con más respeto por las leyes fundamentales de la técnica, sus obras venideras serán definitivas.

El óleo Contando ropa, que probablemente el autor pospone a los demás, es para mí, entre las suyas, su nota más valiosa.

Pío Collivadino es el que expone en mayor número, óleos, dibujos y aguas fuertes, realizados aquí y en Europa.

Han sido admirados sus estudios de luz y sus paisajes al claro de luna, siendo la tela El farol una magnífica nota.

Caracteriza la pintura de Ripamonte, una luz tamizada más en el cerebro que en el cristal del aire y una tendencia al simbolismo que no llega a convencer. Bien dibujadas, acusan un temperamento y son segura promesa de una obra fuerte.

Rossi presenta una cabeza de excelente factura y un cuadro de composición que al interés del asunto, reúne apreciables condiciones de observación y colorido. En la pendiente es otra de sus buenas telas.

Linch y Méndez Texo presentan una clara sucesión de marinas, siendo los estudios de oleaje del segundo, dignos de todo encomio.

En escultura, Arturo Dresco, da vida a un sugestivo retrato de mujer, cuyo yeso, tratado con elegancia y pericia, ha sido de todos celebrado.

Irurtia y Quirós forman también del grupo Nexus, si bien, por razones diversas, no han podido coadyuvar al brillante éxito de la primera exposición.

En la próxima, no faltarán obras suyas y las de los compañeros, estimuladas por el aplauso conquistado, formarán otro conjunto, que ha de sobrepasar a esta primera y brillante manifestación, que ha marcado un momento, que es también un rumbo nuevo en los anales del arte.




Manifestaciones extranjeras

Salón Wilcomb.- El notable autorretrato del artista español don José Llaneces nos habla más claro de su personalidad y de su alma, que el ensayo biográfico de Augusto Martínez Olmedilla y el decir madrileño de don Mariano de Cavia, ambos incluidos en el elegante catálogo ilustrado, de las treinta y ocho obras expuestas.

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La cabeza bien española y bien asentada sobre los fuertes hombres es la de un hombre seguro de sí mismo; mira con atención mientras su mano pinta reposadamente; en su paleta, grande como un escudo, se mezclan con holgura todos los colores.

Una rica perla prendida al moño de su corbata blanca nos dice de sus gustos refinados; su buena cadena de oro que le cruza el pecho háblanos de su opulencia y de su atención al tiempo que pasa; la cintilla del ojal, que es hombre de su siglo y que sabe apreciar en lo que valen los honores oficiales; todo él representa la imagen de un hombre contento de vivir y de pintar. Su pintura se nutre de ese equilibrio, es sana, elegante, clara y franca.

Opulenta en los paisajes, severa y reposada en las viejas figuras, satisfecha y florida en las caras de las lindas muchachas, clara y exuberante siempre.

Entre los paisajes, cuadros de composición y figuras, prefiero y recomiendo estas últimas.

Magistral el retrato de un dibujante español. El caballero siglo XVII donado al Museo es digno de tal destino. Una joya la cabecita de paje, siglo XVII. El encanto seductor que respira el desnudo la Coqueta nos hace pasar por alto ciertos defectos de proporción y dibujo. Otro desnudo titulado Armonía en azul es la nota menos feliz de la feliz exposición.

La viudita es otra de las joyas y digna de todo encomio la cabeza tabarda reproducida en otros dos lienzos.

No me detendré en recomendar otras obras que se bastan a sí mismas para hacerse el propio elogio. Doy fin a estas ligeras líneas sintiendo que lo reducido del espacio me impida dedicar un estudio extenso y razonado a las obras de tan digno artista.

Salón Castillo-. El pintor francés M. Émile Troney, ha expuesto en este salón diez y siete cuadros que son diez y siete muestras de los diversos procedimientos que usa, de la variada técnica que emplea, de las distintas modalidades en que expande su temperamento y de los diversos asuntos que trata.

Óleo, pastel, «ganache» y punta seca; figura, retratos, duraznos, gatos y pescados; apaches frentes al juez y señoritas siglo XVIII que tañen la mandolina en el claro país de un abanico, tales son los medios y tales los sujetos del señor Troney.

El gran óleo Salon Carré du Louvre es un lienzo de recomendables   —198→   condiciones; mucho vigor en el sol que da su intensa nota de actualidad a ese arcaico y adusto rincón de museo; una justa gradación en las sombras y penumbras, una tonalidad exacta y un severo y correcto dibujo que acusa amplios conocimientos en la difícil perspectiva, son cualidades que se notan desde el primer momento, y prueban, que si su autor hubiera dado una orientación más definida y directa a sus excelentes disposiciones, ocuparía a justo título, un lugar más prominente entre la valiosa nómina de sus contemporáneos artistas.

El señor Troncy ha obtenido medallas de oro en el Salón des artistes français, los años 1895 y 1900 y de plata en la Exposición Universal del mismo año. El gobierno de su país le ha comprado varios cuadros que figuran en distintos museos y aquí también, varias de sus obras han sido inmediatamente adquiridas.

L'Aiglon.- Del 1.º al 15 de septiembre, el señor Juan Pinós, pintor español, expuso aquí veinte y ocho óleos, en su mayoría de reciente ejecución y tratando asuntos nuestros.

Pincel sin pretensiones el suyo, vulgar y correcto, sus telas, salvo dos o tres excepciones, valían, más por lo que sugerían que por lo que realmente mostraban. Así, la titulada Sin madre, era intensa y simple.

Hela aquí:

En medio de la Pampa sin límites, junto a la yegua muerta, el potrillito recién nacido, envuelto en las rachas de una madrugada invernal, tirita de frío y de asombro... A lo lejos la manada, agrupada alrededor del padrillo, relincha sus lloros de pariente.

Cuando esté más alto el sol, al tranquito de su zaino, llegará el puestero, cuereará a la madre y se llevará al guachito. Después, con cautelosa parsimonia de ejecutores testamentarios, irán cayendo los caranchos, un hálito de vida plena soplará, en la Pampa inmensa, y la tropilla, indiferente y dispersa, olvidada de la muerta, vagará, rebuscando los pastillos más tiernos.

Todas las composiciones del señor Pinós respiran una poesía natural, sencilla y fácil, asequible a todos los ojos, al alcance de todas las inteligencias. Esto constituye un mérito, un alto mérito. Le aplaudimos como a poeta que pinta; si persiste en un estudio continuo y logra personalizar y dar bríos a su técnica, hoy   —199→   subalterna, podrá figurar en la pléyade honrosa de los verdaderos artistas.




El desnudo en el arte

Motivado por el grupo Los primeros fríos, emplazado en el jardín público de la calle Lorea y por la estatua Primavera, que se alza a la entrada de la Avenida Alvera, se ha vuelto a poner sobre el tapete este claro y bello tópico.

A la deshonesta diatriba de los enemigos, de la belleza y de la forma, cuya pudibundez recuerda a la tan ridícula de los diputados alemanes, que en la apertura del nuevo palacio del Reichstag, en 1895, osaron proscribir de la sala de sus asambleas la imagen de la Verdad porque estaba desnuda, el señor Intendente que es persona de reconocido criterio y buen gusto, debe responder levantando nuevos y bellos desnudos. En 1903 se suscitó la misma cuestión y con el título de La moral ultrajada escribí las siguientes líneas que copio ahora con toda satisfacción:

«Ciertos sueltistas de periódicos, secundados por un grupo de matronas, madres de familia, han puesto el grito -un airado grito-, en la hoja de parra. La llaman, la invocan, la conjuran a cubrir desnudeces de mármol. Entretanto, besadas de sol o de luna, gozando con la caricia del agua, las ninfas y la Venus de la fuente -que un melodioso y tonto recato quiere poner en entredicho-, sonrían al pasante, con la sonrisa de sus labios blancos. ¿A qué viene ese grotesco grito de pudor desbordante? ¿Se atenta por acaso contra la castidad de las personas?... Que no se incurra en la enormidad de querer poner trabas desdorosas a las perfectas obras del Creador. Tengo ante mi mesa, una reproducción de Las Tres Gracias de Regnault. Los tres sagrados cuerpos cantan a trío el himno natural y limpio de sus morbideces perfectas alrededor de una sola, intensa nota: la Belleza. Para cubrir lo verdaderamente deshonesto y feo, tengamos sí un velo, pero en nuestras propias conciencias... En cuanto a los que se han afectado con la pura y franca actitud de las figuras de Lola Mora, les recordamos para su edificación   —200→   personal que la linda Santa Eugenia se despojó de sus vestiduras, desafiando con un reto de pureza a los verdugos, y que la virgen Santa Inés, caminaba al tormento, vistiendo tan solo la única rubia de sus cabellos y la leyenda dice que no había ni rubor ni vergüenza en sus mejillas; el fino cuerpo pálido irradiaba pureza y belleza solamente».






Notas

Las dos obras escultóricas de Meunier, el Sembrador y el Segador, han sido ya colocadas en el confín de la Avenida Alvear. En breve se fijará el sitio para las demás obras de ornato adquiridas en Europa por cuenta de la comuna.

-El triunfo del trabajo, grupo alegórico de Rogelio Irurtia, ha sido adquirido por la Municipalidad.

Al escultor Víctor de Pol le ha sido encomendado el monumento a Sarmiento, destinado para la ciudad del Rosario.

-El 27 de octubre se inaugura el monumento a Echeverría, obra del escultor Torcuato Tasso.

Hablaré de él en el próximo número.




Confirmación

Las Palabras Preliminares de la crónica anterior, han parecido a ciertas personas, de excesiva crudeza.

Declaro que ex profeso y guiado por las mejores intenciones, extremé la rudeza de la crítica. Absolutamente indiferente y sincero quise dar la nota opuesta a la que en general nos tienen acostumbrados los que sobre cosas de arte escriben entre nosotros. En el afán de ser galantes y no herir susceptibilidades, se extravía el criterio del público, perjudicándole en la mayoría de las veces; tal sucedió, en materia de arte teatral, por ejemplo, a los que escucharon las hosannas cantadas en loor del anciano Mr. Coquelín y de la ilustre Eleonora Duse, ambos, grandes artistas en el último cuarto del siglo pasado, y hoy deformes y pálidas sombras de lo que fueron.

Persistiré por consiguiente en el camino emprendido, pues si a muchas personas les ha parecido alto el tono del artículo anterior, varias han aplaudido su tendencia regeneradora y ecuánime, y esto basta.