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ArribaAbajo Letras argentinas

Roberto F. Giusti



Estudios históricos y políticos por Lucas Ayarragaray

Úsase entre nosotros de un procedimiento harto conocido para la formación de los libros. Se escriben artículos en cualquier diario, se envían cartas abiertas, se pronuncian discursos; luego, al cabo de algún tiempo se reúne la producción, sin método, sin crítica, sin una previa selección, y hete el libro formado. Este adolecerá como es natural, de todos los defectos inherentes a una producción puramente ocasional; pero ¿qué da? Será siempre un libro más en el bagaje de las obras del autor.

Estas observaciones bien pueden ser aplicadas a los Estudios históricos y políticos del señor Ayarragaray.

Pues ¿qué menos debe exigírsele a un libro de índole semejante, que nos diga algo nuevo u original, algo que nos enseñe o sugiera ideas? Y nada de eso encontramos en los Estudios históricos y políticos. Su forma ni buena ni mala. Un estilo diluido y empavesado, que no constituye una novedad en nuestra producción literaria. Fáltale el rasgo intenso, la expresión audaz, conceptuosa, la frase sintética, certera, que caracterizan al escritor de raza.

En cuanto al fondo bien pobre. Iníciase el libro asaz felizmente con un breve y substancioso artículo sobre la literatura de las invasiones inglesas, mas defrauda luego las esperanzas que ese primer artículo hiciera abrigar. Los títulos de los artículos prometen un mundo, pero su desarrollo no mantiene la promesa.   —201→   Son temas tratados a vuelo de pájaro, sin mayor ahondamiento, sin vistas nuevas y personales. ¿Para qué, entonces, publicar un libro? Cito algunos títulos al acaso: «El problema educacional argentino», «Causas y antecedentes de la sumisión política argentina», «El caudillismo en la historia y en la política argentina», etc., que si alguna idea contienen son la repetición de lo que ya nos dijera el autor en La anarquía argentina y el caudillismo, su obra anterior.

Una firma conocida y respetable como la del señor Ayarragaray no debe ser usada en esta forma para tan pobre mercancía, magüer la edición sea lujosa. El tiempo urge y no nos es posible leer sino aquello que nos diga algo nuevo. Necesitamos intensificar nuestra producción, darle nervio, encararla con seriedad, a fin de que no siga manteniéndose en la esfera de un hueco palabrerío que aturda, empalague, importe una pérdida de tiempo y no deje rastro.

Queden ya los artículos del momento en la hoja volante en que fueron publicados, y pierdan de una vez nuestros publicistas ese lamentable defecto de reunir en libro todo lo que escribieron al azar de sus nervios.

El libro ha menester de médula, y de médula necesitan sobre todo nuestras letras. Por eso este artículo más que a este caso particular envuelve una censura a todo un sistema de producción literaria muy en boga en estas playas, y abonado, que es lo peor, por respetabilísimas firmas.




Los Vencidos por Marcelo del Mazo

Ya he tenido oportunidad de hablar ligeramente en esta misma revista de las dificultades que se oponen a la redacción de un buen libro de cuentos. También he señalado, de paso, el abuso en que hoy se incurre del argumento fantástico y de los personajes arrancados al manicomio, hecho debido, muy probablemente, a la incapacidad de la mayoría de los cuentistas de entrarse en los asuntos vividos, reales, y de abordar los serios análisis de las almas, siempre prontas a revelar sus más ocultos tesoros a quien sepa abrirlas con la rara llave de una honda penetración psicológica.

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Por estas razones merece todo encomio Los Vencidos, sustancioso libro de cuentos aparecido en el mes, porque en él su autor ha atendido con preferencia a la observación en que la sutileza, buscada con empeño, no perjudica sin embargo la verdad.

Los cuentos del señor Del Mazo, sobrios e intensos por lo común, bien que haya también entre ellos algunos de escaso interés o de argumento vagamente definido, tienen valor principalmente, y esto no importa una crítica al libro sino antes bien la de su cualidad fundamental, más que en sí mismos como un todo tejido sobre un determinado tema, en los detalles fugaces en que abundan, en esos rasgos íntimos sorprendidos al vuelo con fina perspicacia. En esto estriba, a mi parecer, el mérito positivo de Los Vencidos, libro revelador de un psicólogo que aúna la delicadeza a la sagacidad.

La obra también llama la atención por su estilo, eminentemente personal y conciso, quizás a ratos demasiado conciso, y -lástima grande-, flaqueante con frecuencia del punto de vista sintáctico. El señor de Mazo debe concentrar en él un especial cuidado, para llegar a dominarlo con toda la seguridad que sería de desear. Salvado este defecto fácilmente corregible, podrá desplegar entonces, con aquella mayor eficacia que la plena posesión de la lengua ha de darle, su exquisita sensibilidad, su simpatía por las almas náufragas, su habilidad en mostrarlas al desnudo, en fin, todas las no comunes cualidades que este primer libro encierra.

En el próximo número publicará la revista la crítica al libro Rosas y su tiempo.- N. de la D.