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El Romancero viejo

Anónimo

[Nota preliminar: Edición digital a partir de la de Romancero general..., edición de Agustín Durán, Madrid, Atlas, 1945, (Biblioteca de Autores Españoles; 1 y 16) y cotejada con las ediciones críticas de Mercedes Díaz Roig (Madrid, Cátedra, 1995) y Mª Cruz García de Enterría (Madrid, Castalia, 1987).]

Romance de Pero Díaz

Moricos, los mis moricos,

los que ganáis mi soldada,

derribédesme a Baeza,

esa villa torreada,

y a los viejos y los niños
5

la traed en cabalgada

y a los moros y varones

los meted todos a espada,

y a ese viejo Pero Díaz

prendédmelo por la barba,
10

y a aquesa linda Leonor

será la mi enamorada.

Id vos, capitán Vanegas

porque venga más honrada,

que s vos sois mandadero,
15

será cierta la jornada.


Romance de Reduán y el rey chico sobre la conquista de Jaén

-Reduán, bien se te acuerda

que me diste la palabra

que me darías a Jaén

en una noche ganada.

Reduán, si tú lo cumples,
5

daréte paga doblada,

y si tú no lo cumplieres,

desterrarte he de Granada;

echarte he en una frontera,

do no goces de tu dama.
10

Reduán le respondía

sin demudarse la cara:

-Si lo dije, no me acuerdo,

mas cumpliré mi palabra.

Reduán pide mil hombres,
15

el rey cinco mil le daba.

Por esa puerta de Elvira

sale muy gran cabalgada.

¡Cuánto del hidalgo moro!

¡Cuánta de la yegua baya!
20

¡Cuánta de la lanza en puño!

¡Cuánta de la adarga blanca!

¡Cuánta de marlota verde!

¡Cuánta aljuba de escarlata!

¡Cuánta pluma y gentileza!
25

¡Cuánto capellar de grana!

¡Cuánto bayo borceguí!

¡Cuánto lazo que le esmalta!

¡Cuánta de la espuela de oro!

¡Cuánta estribera de plata!
30

Toda es gente valerosa

y experta para batalla:

en medio de todos ellos

va el rey Chico de Granada.

Míranlo las damas moras
35

de las torres del Alhambra.

La reina mora, su madre,

de esta manera le habla:

-Alá te guarde, mi hijo,

Mahoma vaya en tu guarda,
40

y te vuelva de Jaén

libre, sano y con ventaja,

y te dé paz con tu tío,

señor de Guadix y Baza.


Romance del obispo don Gonzalo

Un día de San Antón,

ese día señalado,

se salían de Jaén

cuatrocientos hijosdalgo.

Las señas que ellos llevaban
5

es pendón, rabo de gallo;

por capitán se lo llevan

al obispo don Gonzalo,

armado de todas armas,

encima de un buen caballo;
10

íbase para la Guarda,

ese castillo nombrado.

Sáleselo a recibir

don Rodrigo, ese hijodalgo.

-Por Dios os ruego, el Obispo,
15

que no pasedes el vado,

porque los moros son muchos

que a la Guarda habían llegado:

muerto me han tres caballeros,

de que mucho me ha pesado.
20

El uno era mi primo,

y el otro era mi hermano,

y el otro era un paje mío,

que en mi casa se ha criado.

Demos la vuelta, señores,
25

demos la vuelta a enterrarlos;

haremos a Dios servicio

y honraremos los cristianos.

Ellos estando en aquesto,

llegó don Diego de Haro:
30

-Adelante, caballeros,

que me llevan el ganado;

si de algún villano fuera

ya lo hubiérades quitado,

empero, alguno está aquí
35

a quien place de mi daño.

No cumple decir quién es,

que es el del roquete blanco.

El obispo, que lo oyera,

dio de espuelas al caballo.
40

El caballo era ligero

y saltado había un vallado,

mas al salir de una cuesta,

a la asomada de un llano,

vido mucha adarga blanca,
45

mucho albornoz colorado

y muchos hierros de lanzas

que relucen en el campo.

Metido se había por ellos

como león denodado;
50

de tres batallas de moros

las dos ha desbaratado,

mediante la buena ayuda

que en los suyos ha hallado;

aunque algunos de ellos mueren,
55

eterna fama han ganado.

Todos pasan adelante,

ninguno atrás se ha quedado;

siguiendo a su capitán,

el cobarde es esforzado.
60

Honra los cristianos ganan,

los moros pierden el campo:

diez moros pierden la vida

por la muerte de un cristiano;

si alguno de ellos escapa,
65

es por uña de caballo.

Por su mucha valentía

toda la presa han cobrado.

Así, con esta victoria

como señores del campo,
70

se vuelven para Jaén

con la honra que han ganado.


Romance de Fernandarias

-¡Buen alcaide de Cañete,

mal consejo habéis tomado

en correr a Setenil,

hecho se había voluntario!

¡Harto hace el caballero
5

que guarda lo encomendado!

Pensaste correr seguro

y celada os han armado.

Hernandarias Sayavedra,

vuestro padre os ha vengado,
10

ca cuerda correr a Ronda

y a los suyos va hablando:

-El mi hijo Hernandarias

muy mala cuenta me ha dado;

encomendéle a Cañete,
15

él muerto fuera en el campo.

Nunca quiso mi consejo,

siempre fue mozo liviano,

que por alancear un moro

perdiera cualquier estado.
20

Siempre esperé su muerte

en verle tan voluntario,

mas hoy los moros de Ronda

conocerán que le amo.

A Gonzalo de Aguilar
25

en celada le han dejado.

Viniendo a vista de Ronda,

los moros salen al campo.

Hernandarias dio una vuelta

con ardid muy concertado,
30

y Gonzalo de Aguilar

sale a ellos denodado,

blandeando la su lanza

iba diciendo: -¡Santiago,

a ellos, que no son nada,
35

hoy venguemos a Fernando!

Murió allí Juan Delgadillo

con hartos buenos cristianos;

mas por las puertas de Ronda

los moros iban entrando,
40

venticinco traía presos,

trescientos moros mataron,

mas el viejo Hernandarias

no se tuvo por vengado.


Romance del alcaide de Antequera

De Antequera partió el moro,

tres horas antes del día,

con cartas en la su mano

en que socorro pedía.

Escritas iban con sangre,
5

mas no por falta de tinta.

El moro que las llevaba

ciento y veinte años había;

la barba llevaba blanca

la calva le relucía;
10

toca llevaba tocada,

muy grande precio valía,

la mora que la labrara

por su amiga la tenía.

Alhamar en su cabeza
15

con borlas de seda fina.

Caballero en una yegua,

que caballo no quería.

Sólo con un pajecico

que le tenga en compañía,
20

no por falta de escuderos,

que en su casa hartos había.

Siete celadas le ponen

de mucha caballería,

mas la llegua era ligera,
25

de entre todos se salía.

Por los campos de Archidona

a grandes voces se decía:

-¡Oh, gran rey, si tú supieses

mi triste mensajería,
30

mesarías tus cabellos

y la tu barba vellida!

El rey que venir lo vido

a recibir lo salía

con trescientos de a caballo,
35

la flor de la morería.

Bien seas venido, el moro,

buena sea tu venida.

-Alá te mantenga, rey,

con toda tu compañía.
40

-Dime, ¿qué nuevas me traes

de Antequera esa mi villa?

-Yo te las diré, buen rey,

si tú me otorgas la vida.

-La vida te es otorgada,
45

si traición en ti no había.

-¡Nunca Alá lo permitiese

hacer tan gran villanía!

Mas sepa tu real alteza

Lo que ya saber debía,
50

que esa villa de Antequera

en gran aprieto de veía;

que el infante don Fernando

cercada te la tenía.

sin cesar noche ni día;
55

Manjar que tus moros comen:

cueros de vaca cocida.

Buen rey, si no la socorres

muy presto se perdería-

El rey, cuando aquesto oyera,
60

de pesar se amortecía;

Haciendo gran sentimiento

muchas lágrimas vertía;

Rasgaba sus vestiduras,

con gran dolor que sentía;
65

Ninguno le consolaba,

porque no lo permitía.

Mas después, en sí tornando,

a grandes voces decía:

-Tóquense mis añafiles,
70

trompetas de plata fina;

júntense mis caballeros

cuantos en mi reino había,

vayan con mis dos hermanos

A Archidona, esa mi villa,
75

en socorro de Antequera,

llave de mi señoría.

Y así con este mandado

se juntó gran morería:

ochenta mil peones fueron
80

el socorro que venía,

cinco mil de a caballo,

los mejores que tenía.

Así en la Boca del Asno

este real sentado había
85

A vista del Infante,

el cual ya se apercibía

confiando en la victoria

que de ellos Dios les daría,

sus gentes bien ordenadas:
90

de San Juan era aquel día,

cuando se dio la batalla,

fue la villa combatida

con lombardas y pertrechos,

y con una gran bastida,
95

con que le ganan las torres

de donde era defendida.

Después dieron el castillo

los moros a pleitesía,

que libres con sus haciendas
100

el infante los ponía

En la villa de Archidona,

lo cual todo se cumplía;

Y así se ganó Antequera

a loor de Santa María.
105


La mañana de San Juan...

La mañana de San Juan

al tiempo que alboreaba,

gran fiesta hacen los moros

por la Vega de Granada.

Revolviendo sus caballos
5

y jugando de las lanzas,

ricos pendones en ellas

broslados por sus amadas,

ricas marlotas vestidas

tejidas de oro y grana.
10

El moro que amores tiene

señales de ello mostraba,

y el que no tenía amores

allí no escaramuzaba.

Las damas moras los miran
15

de las torres del Alhambra,

también se los mira el rey

de dentro de la Alcazaba.

Dando voces vino un moro

con la cara ensangrentada:
20

-Con tu licencia, el rey,

te daré una nueva mala:

el infante don Fernando

tiene a Antequera ganada;

muchos moros deja muertos,
25

yo soy quien mejor librara;

siete lanzadas yo traigo,

el cuerpo todo me pasan;

los que conmigo escaparon

en Archidona quedaban.
30

Con la tal nueva el rey

la cara se le demudaba;

manda juntar sus trompetas

que toquen todas el arma,

manda juntar a los suyos,
35

hace muy gran cabalgada,

y a las puertas de Alcalá,

que la real se llamaba,

los cristianos y los moros

una escaramuza traban.
40

Los cristianos eran muchos,

mas llevaban orden mala;

los moros, que son de guerra,

dádoles han mala carga,

de ellos matan, de ellos prenden,
45

de ellos toman en celada.

Con la victoria, los moros

van la vuelta de Granada;

a grandes voces decían:

-¡La victoria ya es cobrada!
50


Caballeros de Moclín...

Caballeros de Moclín,

peones de Colomera,

entrado habían en acuerdo,

en su consejada negra,

a los campos de Alcalá
5

donde irían a hacer presa.

Allá la van a hacer,

a esos molinos de Huelva.

Derrocaban los molinos,

derramaban la cibera,
10

prendían lo molineros,

cuantos hay en la ribera.

Ahí les hablara un viejo

que era discreto en la guerra:

-Para tanto caballero
15

chica cabalgada es esta;

soltemos un prisionero

que a Alcalá lleve la nueva;

démosle tales heridas,

que en llegando luego muera;
20

cortémosle el brazo derecho,

porque no nos haga guerra.

Por soltar un molinero

un mancebo les saliera

que era nacido y criado
25

en Jerez de la Frontera,

que corre más que un gamo

y salta más que una cierva.

Por los campos de Alcalá

va gritando: -¡fuera, fuera!
30

caballeros de Alcalá

no os alabaréis de aquesta,

que por una que hicisteis

y tan caro como cuesta,

que los moros de Moclín
35

corrido os han la ribera,

robado os han vuestro campo,

y llevado os han gran presa.

Oídolo ha don Pedro,

por su desventura negra;
40

cabalgara en su caballo,

que le dicen Boca-negra.

Al salir de la ciudad

Encontró con Sayavedra:

-No vayades allá, hijo,
45

si mi maldición os venga,

que si hoy fuere la suya,

mañana será la vuestra.


Romance de Abenámar

-¡Abenámar, Abenámar,

moro de la morería,

el día que tú naciste

grandes señales había!

Estaba la mar en calma,
5

la luna estaba crecida:

moro que en tal signo nace:

no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro,

bien oiréis lo que decía:
10

-Yo te la diré, señor,

aunque me cueste la vida,

porque soy hijo de un moro

y una cristiana cautiva;

siendo yo niño y muchacho
15

mi madre me lo decía:

que mentira no dijese,

que era grande villanía;

por tanto pregunta, rey,

que la verdad te diría.
20

-Yo te agradezco, Abenámar,

aquesa tu cortesía.

¿Qué castillos son aquéllos?

¡Altos son y relucían!

-El Alhambra era, señor,
25

y la otra la mezquita,

los otros los Alixares,

labrados a maravilla.

El moro que los labraba

cien doblas ganaba al día,
30

y el día que no los labra,

otras tantas se perdía.

El otro es Generalife,

huerta que par no tenía.

El otro Torres Bermejas,
35

castillo de gran valía.

Allí habló el rey don Juan,

bien oiréis lo que decía:

-Si tú quisieses, Granada,

contigo me casaría;
40

darete en arras y dote

a Córdoba y a Sevilla.

-Casada soy, rey don Juan,

casada soy, que no viuda;

el moro que a mí me tiene
45

muy grande bien me quería.


Romance de Álora la bien cercada

Álora, la bien cercada,

tú que estás a par del río,

cercote el adelantado

una mañana en domingo,

con peones y hombres de armas
5

hecho la había un portillo.

Viérades moros y moras

que iban huyendo al castillo;

las moras llevaban ropa,

los moros, harina y trigo.
10

Por encima del adarve

su pendón llevan tendido.

Allá detras de una almena

quedádose ha un morillo

con una ballesta armada
15

y en ella puesta un cuadrillo.

Y en altas voces decía

que la gente lo ha oído:

-¡Treguas, tregua, adelantado,

que tuyo se da el castillo!
20

Alzó la visera arriba,

para ver quié lo había dicho,

apuntáralo a la frente,

salídole ha el colodrillo.

Tómale Pablo de rienda,
25

de la mano Jacobico,

que eran dos esclavos suyos

que había criado de chicos.

Llévanle a los maestros,

por ver si le dan guarido.
30

A las primeras palabras

por testamento les dijo

que él a dios se encomendaba

y el alma se le ha salido.


Romance del cerco de Baza

Sobre Baza estaba el rey,

lunes, después de yantar;

Miraba las ricas tiendas

que estaban en su real;

miraba las huertas grandes
5

y miraba el arrabal;

miraba el adarve fuerte

que tenía la ciudad;

miraba las torres espesas,

que no las puede contar.
10

Un moro tras una almena

comenzóle de hablar:

-Vete, el rey don Fernando,

non querrás aquí envernar,

que los fríos de esta tierra
15

no los podrás comportar.

Pan tenemos por diez años,

mil vacas para salar;

veinte mil moros hay dentro,

todos de armas tomar,
20

ochocientos de caballo

para el escaramuzar;

siete caudillos tenemos,

tan buenos como Roldán,

y juramento tienen hecho
25

antes morir que se dar.


Romance del conde de Niebla

-Dadme nuevas, caballeros,

nuevas me querais dar

de aquese conde de Niebla,

don Enrique de Guzmán,

que hace guerra a los moros,
5

y ha cercado a Gibraltar.

Hoy veo jergas en mi corte,

ayer vi fiestas asaz;

Si algún grande ha fallecido,

de Castilla y de mi sangre,
10

o don Álvaro de Luna,

el maestre y condestable.

-Ningún grande ha fallecido

ni hombre de vuestra sangre,

ni don Álvaro de Luna,
15

el maestre y condestable.

mas es muerto un caballero,

que era su valor muy grande

que veredes a los moros

en cuán poco vos ternán,
20

Por ayudar a los suyos

podiéndose bien salvar,

por oír sólo su nombre,

por se oír sólo llamar.

Tornó en un batel pequeño
25

a la braveza del mar.

Don Enrique es, Rey, aqueste,

don Enrique de Guzmán:

dejad, señor, los brocados,

no querades más solaz.
30

El rey oyendo tal nueva

hubo en extremo pesar,

porque tan buen caballero

no se quisiera salvar;

e mandó traer su hijo,
35

aquel que quedado le ha,

y de Medina Sidonia

duque le fue a titular.


Romance del alcaide de Alhama

-Moro alcaide, moro alcaide,

el de la barba vellida,

el rey os manda prender

porque Alhama era perdida.

-Si el rey me manda prender
5

porque Alhama se perdía,

el rey lo puede hacer,

mas yo nada le debía,

porque yo era ido a Ronda

a bodas de una mi prima;
10

yo dejé cobro en Alhama

el mejor que yo podía.

Si el rey perdió su ciudad,

yo perdí cuanto tenía:

perdí mi mujer y hijos,
15

las cosas que más quería.


Romance de la pérdida de Alhama

Paseábase el rey moro

por la ciudad de Granada,

desde la puerta de Elvira

hasta la de Vivarambla

-¡Ay de mi Alhama!
5

Cartas le fueron venidas

que Alhama era ganada.

Las cartas echó en el fuego,

y al mensajero matara.

-¡Ay de mi Alhama!
10

Descabalga de una mula

y en un caballo cabalga,

por el Zacatín arriba

subido se había al Alhambra.

-¡Ay de mi Alhama!
15

Como en el Alhambra estuvo,

al mismo punto mandaba

que se toquen sus trompetas,

sus añafiles de plata.

-¡Ay de mi Alhama!
20

Y que las cajas de guerra

apriesa toquen el arma,

porque lo oigan sus moros,

los de la Vega y Granada.

-¡Ay de mi Alhama!
25

Los moros, que el son oyeron,

que al sangriento Marte llama,

uno a uno y dos a dos

juntado se ha gran batalla.

-¡Ay de mi Alhama!
30

Allí habló un moro viejo,

de esta manera hablara:

-¿Para qué nos llamas, rey?

¿Para qué es esta llamada?

-¡Ay de mi Alhama!
35

-Habéis de saber, amigos,

una nueva desdichada:

que cristianos de braveza

ya nos han ganado Alhama.

-¡Ay de mi Alhama!
40

Allí habló un alfaquí,

de barba crecida y cana:

-Bien se te emplea, buen rey,

buen rey, bien se te empleara

-¡Ay de mi Alhama!
45

-Mataste los Bencerrajes,

que eran la flor de Granada;

cogiste los tornadizos

de Córdoba la nombrada.

-¡Ay de mi Alhama!
50

Por eso mereces, rey,

una pena muy doblada:

que te pierdas tú y el reino,

y aquí se pierda Granada.

-¡Ay de mi Alhama!
55


Romance del Maestre de Calatrava

¡Ay, Dios, qué buen caballero

el Maestre de Calatrava!

¡Qué bien que corre los moros

por la vega de Granada,

dende la puerta de Quiros
5

hasta la Sierra Nevada!

Trecientos comendadores,

todos de cruz colorada

dende la puerta de Quiros

les va arrojando la lanza.
10

Las puertas eran de pino,

de banda a banda les pasa:

tres moricos dejó muertos

de los buenos de Granada,

que el uno ha nombre Alanese,
15

el otro agameser se llama,

el otro ha nombre Gonzalo,

hijo de la renegada.

Sabido lo ha Albayaldos

en un paso que guardaba
20


Romance del Maestre de Calatrava

De Granada parte el moro

que Aliatar se llamaba,

primo hermano de Albayaldos,

al que el Maestre matara,

caballero en un caballo
5

que de diez años pasaba,

tres cristianos se le curan,

el mismo le da cebada;

una lanza con dos fierros

que treinta palmos pasaba,
10

hízola aposta el moro

para bien señorearla;

una adarga ante sus pechos

toda nueva y cotellada;

una toca en su cabeza
15

que nueve vueltas le daba,

los cabos eran de oro,

de oro, de seda y de grana;

lleva el brazo arremangado,

so la mano alheñada.
20

Tan sañudo iba el moro,

que bien demuestra su saña,

que mientras pasa la puente,

nunca al Darro le miraba.

Rogando iba a Mahoma,
25

a Mahoma suplicaba,

que le muestre algún cristiano

en que ensangriente su lanza.

Camino va de Antequera,

parecía que volaba,
30

solo va, sin compañía,

con una furiosa saña.

Antes que llegue a Antequera,

vido una seña cristiana,

vuelve riendas al caballo
35

y para ella le guiaba,

la lanza iba blandiendo,

parecía que la quebraba.

Saliósele a recibir

el Maestre de Calatrava,
40

caballero en una yegua,

que ese día la ganara,

con esfuerzo y valentía

a ese alcaide del Alhama;

de todas armas armado,
45

hermoso se divisaba,

una veleta traía

en una lanza acerada.

Arremete el uno al otro,

el moro gran grito daba,
50

diciendo: -¡Perro cristiano,

yo te prenderé la barba!

El Maestre entre sí mismo

a Cristo se encomendaba.

Ya andaba cansado el moro,
55

su caballo ya aflojaban;

el Maestre, que es valiente,

muy gran esfuerzo tomaba.

acometió recio al moro,

la cabeza le cortara.
60

El caballo, que era bueno,

al rey se lo presentaba,

la cabeza en el arzón,

porque supiese la causa.


Romance de don Manuel Ponce de León

-¿Cuál será aquel caballero

de los míos más preciado,

que me traiga la cabeza

de aquel moro señalado

que delante de mis ojos
5

a cuatro ha lanceado,

pues que las cabezas trae

en el pretal del caballo?

Oídolo ha don Manuel,

que andaba allí paseando,
10

que de unas viejas heridas

no estaba del todo sano.

Apriesa pide las armas,

y en un punto fue armado,

y por delante el corredor
15

va arremetiendo el caballo;

con la gran fuerza que puso,

la sangre le ha reventado,

gran lástima le han las damas

de verle que va tan flaco.
20

Ruéganle todos que vuelva,

mas él no quiere aceptarlo.

Derecho va para el moro,

que está en la plaza parado.

El moro, desque lo vido,
25

de esta manera ha hablado:

-Bien sé yo, don Manuel,

que vienes determinado,

y es la causa conocerme

por las nuevas que te han dado;
30

mas, porque logres tus días,

vuélvete y deja el caballo,

que yo soy el moro Muza,

ese moro tan nombrado,

soy de los almoradíes,
35

de quien el Cid ha temblado.

-Yo te lo agradezco, moro,

que de mí tengas cuidado,

que pues las damas me envían,

no volveré sin recaudo.
40

Y sin hablar más razones,

entrambos se han apartado,

y a los primeros encuentros

el moro deja el caballo,

y puso mano a un alfanje,
45

como valiente soldado.

Fuese para don Manuel,

que ya le estaba aguardando,

mas don Manuel, como diestro,

la lanza le había terciado.
50

Vara y media queda fuera,

que le queda blandeando,

y desque muerto lo vido,

apeóse del caballo.

Cortado ha la cabeza,
55

y en la lanza la ha hincado,

y por delante las damas

al buen rey la ha presentado.


Romance de Sayavedra

Río Verde, río, Verde

más negro vas que la tinta.

Entre ti y Sierra Bermeja

murió gran caballería.

Mataron a Ordiales,
5

Sayavedra huyendo iba;

con el temor de los moros

entre un jaral se metía.

Tres días ha, con sus noches,

que bocado no comía;
10

aquejábale la sed

y la hambre que tenía.

Por buscar algún remedio

al camino se salía:

Visto lo habían los moros
15

que andan por la serranía.

Los moros, desque lo vieron,

luego para él se venían.

Unos dicen: -¡Muera, muera!,

otros dicen: -¡Viva, viva!
20

Tómanle entre todos ellos,

bien acompañado iba.

Allá le van a presentar

al rey de la morería.

Desque el rey moro lo vido,
25

bien oiréis lo que decía:

-¿Quiénes ese caballero

que ha escapado con la vida?

-Sayavedra es, señor,

Sayavedra el de Sevilla,
30

el que mataba tus moros

y tu gente destruía,

el que hacía cabalgadas

y se encerraba en su manida.

Allí hablara el rey moro,
35

bien oiréis lo que decía:

-Dígasme tú, Sayavedra,

sí Alá te alargue la vida,

si en tu tierra me tuvieses,

¿qué honra tú me harías?
40

Allí habló Sayavedra,

de esta suerte le decía:

-Yo te lo diré, señor,

nada no te mentiría:

si cristiano te tornases,
45

grande honra te haría

y si así no lo hicieses,

muy bien te castigaría:

la cabeza de los hombros

luego te la cortaría.
50

-Calles, calles, Sayavedra,

cese tu malenconía;

tórnate moro si quieres

y verás qué te daría:

darte he villas y castillos
55

y joyas de gran valía.

Gran pesar ha Sayavedra

de esto que oír decía.

Con una voz rigurosa,

de esta suerte respondía:
60

-Muera, muera Sayavedra

la fe no renegaría,

que mientras vida tuviere

la fe yo defendería.

Allí hablara el rey moro
65

y de esta suerte decía:

-Prendedlo, mis caballeros,

y de él me haced justicia.

Echó mano a su espada,

de todos se defendía;
70

mas como era uno solo,

allí hizo fin su vida.


Romance del rey Ramiro

Ya se asienta el rey Ramiro,

ya se asienta a sus yantares,

los tres de sus adalides

se le pararon delante:

al uno llaman Armiño,
5

al otro llaman Galvane,

al otro Tello, lucero,

que los adalides trae.

-Mantengaos Dios, señor.

-Adalides, bien vengades.
10

¿Qué nuevas me traedes

del campo de Palomares?

-Buenas las traemos, señor,

pues que venimos acá;

siete días anduvimos
15

que nunca comimos pan,

ni los caballos cebada,

de lo que nos pesa más,

ni entramos en poblado,

ni vimos con quién hablar,
20

sino siete cazadores

que andaban a cazar.

Que nos pesó o nos plugo,

hubimos de pelear:

los cuatro de ellos matamos,
25

los tres traemos acá,

y si lo creéis, buen rey,

si no, ellos lo dirán.


Romance del rey de Aragón

Miraba de Campo-Viejo

el rey de Aragón un día,

miraba la mar de España

cómo menguaba y crecía;

miraba naos y galeras,
5

unas van y otras venían:

unas venían de armada,

otras de mercadería;

unas van la vía de Flandes,

otras la de Lombardía;
10

esas que vienen de guerra

¡oh, cuán bien le parecían!

Miraba la gran ciudad

que Nápoles se decía,

miraba los tres castillos
15

que la gran ciudad tenía:

Castel Novo y Capuana,

Santelmo, que relucía,

aqueste relumbra entre ellos

como el sol de mediodía.
20

Lloraba de los sus ojos,

de la su boca decía:

-¡Oh ciudad, cuánto me cuestas

por la gran desdicha mía!

Cuéstasme duques y condes,
25

hombres de muy gran valía,

cuéstasme un tal hermano,

que por hijo le tenía;

de esotra gente menuda

cuento ni par no tenía;
30

cuéstame ventidós años,

los mejores de mi vida,

que en ti me nacieron barbas,

y en ti las encanecía.


Romance de doña Isabel de Liar

Yo me estando en Giromena

a mi placer y holgare,

subiérame a un mirador

por más descanso tomare;

por los campos de Monvela
5

caballeros vi asomare,

ellos de guerra no vienen,

ni menos vienen de paz,

vienen en buenos caballos,

lanzas y adargas traen.
10

Desque yo los vi, mezquina,

parémelos a mirare,

conociera al uno de ellos

en el cuerpo y cabalgare:

don Rodrigo de Chavella,
15

que llaman del Marechale,

primo hermano de la reina,

mi enemigo era mortale.

Desque yo, triste, le viera,

luego vi mala señale.
20

Tomé mis hijos conmigo

y subíme al homenaje;

ya que yo iba a subir,

ellos en mi casa estane;

don Rodrigo es el primero,
25

y los otros tras él vane.

-Sálveos Dios, doña Isabel,

Caballeros, bien vengades.

-¿Conocédesnos, señora,

pues así vais a hablare?
30

-Ya os conozco, don Rodrigo,

¡ya os conozco por mi male!

¿A qué era vuestra venida?

¿Quién os ha enviado acae?

-Perdonédesme, señora,
35

por lo que os quiero hablare:

sabed que la reina, mi prima,

acá enviado me hae,

porque ella es muy mal casada

y esta culpa en vos estáe,
40

porque el rey tiene en vos hijos

y en ella nunca los hae,

siendo, como sois, su amiga,

y ella mujer naturale,

manda que murais, señora,
45

paciencia querais prestare.

Respondió doña Isabel

con muy gran honestidade:

-Siempre fuisteis, don Rodrigo,

en toda mi contrariedade;
50

si vos queredes, señor,

bien sabedes la verdade:

que el rey me pidió mi amor,

y yo no se le quise dare,

teniendo en más a mi honra,
55

que no sus reinos mandare.

Cuando vio que no quería,

mis padres fuera a mandare;

ellos tampoco quisieron,

por la su honra guardare.
60

Desque todo aquesto vido,

por fuerza me fue a tomare,

trújome a esta fortaleza,

do estoy en este lugare,

tres años he estado en ella
65

fuera de mi voluntade,

y si el rey tiene en mí hijos,

plugo a Dios y a su bondade,

y si no los ha en la reina

es así su voluntade
70

¿Por qué me habéis de dar muerte,

pues que no merezco male?

Una merced os pido, señores,

no me la queráis negare:

desterréisme de estos reinos,
75

que en ellos no estaré mase;

irme ha yo para Castilla,

o a Aragón más adelante

y si aquesto no bastare,

a Francia me iré a morare.
80

-Perdonédesnos, señora,

que no se puede hacer mase;

aquí está el duque de Bavia

y el marqués de Villareale

y aquí está el obispo de Oporto,
85

que os viene a confesare.

Cabe vos está el verdugo

que os había de degollare,

y aun aqueste pajecico

la cabeza ha de llevare.
90

Respondió doña Isabel,

con muy gran honestidade:

-Bien parece que soy sola,

no tengo quién me guardare,

ni madre ni padre tengo,
95

pues no me dejan hablare;

y el rey no está en esta tierra,

que era ido allende el mare,

mas desque él sea venido,

la mi muerte vengaráe.
100

-Acabedes ya, señora,

acabedes ya de hablare.

Tomadla, señor obispo,

y metedla a confesare.

Mientras en la confesión,
105

todos tres hablando estane

si era bien hecho o mal hecho

esta dama degollare:

los dos dicen que no muera,

que en ella culpa no hae.
110

don Rodrigo que es muy cruel,

dice que la ha de matare.

Sale de la confesión

con sus tres hijos delante:

el uno dos años tiene,
115

el otro para ellos vae,

y el otro que era de teta,

dándole sale a mamare;

toda cubierta de negro,

lástima es de la mirare.
120

-Adiós, adiós, hijos míos,

hoy os quedaréis sin madre;

de alta sangre caballeros,

por mis hijos queráis mirare,

que al fin son hijos de rey,
125

aunque son de baja madre.

Tiéndenla en un repostero

para haberla degollare;

así murió esta señora,

sin merecer ningún male.
130


Romance de la duquesa de Guimaranes

-Quéjome de vos, el rey,

por haber crédito dado

del buen duque, mi marido,

lo que le fue levantado.

Mandástemelo prender
5

no siendo en nada culpado;

mal lo hicisteis, señor,

mal fuisteis aconsejado,

que nunca os hizo aleve

para ser tan maltratado,
10

antes os sirvió, ¡mezquina!,

poniendo por vos su estado;

siempre vino a vuestras cortes

por cumplir vuestro mandado;

no lo hiciera, señor,
15

si en algo os hubiera errado,

que gente y armas tenía

para darse a buen recaudo;

mas vino como inocente

que estaba de aquel pecado.
20

Vos, no mirando justicia,

habéismelo degollado.

No lloro tanto su muerte,

como verlo deshonrado

con un pregón que decía
25

lo por él nunca pensado.

Murió por culpas ajenas,

injustamente juzgado;

él ganó por ello gloria,

yo para siempre cuidado.
30

Agora vivo en prisiones

en que vos me habéis echado,

con una hija que tengo,

que otro bien no me ha quedado;

que tres hijos que tenía
35

habéismelos apartado:

el uno es muerto en Castilla,

el otro, desheredado,

el otro tiene su ama,

no espero verle criado,
40

por el cual pueden decir

inocente desdichado.

Y pido de vos enmienda,

rey, señor, primo y hermano,

a la justicia de Dios
45

de hecho tan mal mirado,

por verme a mí con venganza

y a él sin culpa, culpado.


Romance de los cinco maravedís

En esa ciudad de Burgos

en Cortes se habían juntado

el rey que venció las Navas

con todos los hijosdalgo.

Habló con don Diego el rey,
5

con él se había aconsejado,

que era señor de Vizcaya,

de todos el más privado:

-Consejédesme, don Diego,

que estoy muy necesitado,
10

que con las guerras que he hecho

gran dinero me ha faltado;

quería llegarme a Cuenca,

no tengo lo necesario;

si os pareciese, don Diego,
15

por mí será demandado

que cinco maravedís

me peche cada hijodalgo.

-Grave cosa me parece,

le respondiera el de Haro,
20

que querades vos, señor,

al libre hacer tributario;

mas por lo mucho que os quiero

de mí seréis ayudado,

porque yo soy principal,
25

de mí os será pagado.

Siendo juntos en las Cortes,

el rey se lo había hablado;

Levantado está don Diego,

como ya estaba acordado:
30

-Justo es lo que pide el rey,

por nadie le sea negado,

mis cinco maravedís

helos aquí de buen grado.

Don Nuño, conde de Lara,
35

mucho mal se había enojado;

pospuesto todo temor,

de esta manera ha hablado:

-Aquellos donde venimos

nunca tal pecho han pagado,
40

nos, menos lo pagaremos,

ni al rey tal será dado;

el que quisiere pagarle

quede aquí como villano,

váyase luego tras mí
45

el que fuere hijodalgo.

Todos se salen tras él,

de tres mil, tres han quedado.

En el campo de la Glera

todos allí se han juntado,
50

el pecho que el rey demanda

en las lanzas lo han atado

y envíanle a decir

que el tributo está llegado,

que envíe sus cogedores,
55

que luego será pagado;

mas que si él va en persona

no será desacatado,

pero que enviase aquellos

de quien fuera aconsejado.
60

Cuando esto oyera el rey,

y que solo se ha quedado,

volvióse para don Diego,

consejo le ha demandado.

Don Diego, como sagaz,
65

este consejo le ha dado:

-Desterrédesme, señor,

como que yo lo he causado,

y así cobraréis la gracia

de los vuestros hijosdalgo.
70

Otorgó el rey el consejo:

a decir les ha enviado

que quien le dio tal consejo

será muy bien castigado,

que hidalgos de Castilla
75

no son para haber pechado.

Muy alegres fueron todos,

todo se hubo apaciaguado.

Desterraron a don Diego

por lo que no había pecado;
80

mas dende a pocos días

a Castilla fue tornado.

El bien de la lealtad

por ningún precio es comprado.


Romance de los Carvajales

Válasme nuestra señora

cual dizen de la Ribera

donde el buen rey don Fernando

tuvo la su cuarentena.

Desde el miércoles corvillo
5

hasta el jueves de la cena

que el rey no hizo la barba

ni peino la su cabeza.

Una silla era su cama,

un canto por cabecera,
10

los quarenta pobres comen

cada día a la su mesa;

de lo que a los pobres sobra

el rey haze la su cena,

con vara de oro en su mano
15

bien hace servir la mesa.

Dícenle sus caballeros:

-¿dónde irás tener la fiesta?

-A Jaén, dice, señores,

con mi señora la reina.
20

Después que estuvo en Jaén

y la fiesta hubo pasado,

pártese para Alcaudete,

ese castillo nombrado;

el pie tiene en el estribo
25

que aún no se había apeado,

cuando le daban querella

de dos hombres hijosdalgo,

y la querella le daban

dos hombres como villanos,
30

abarcas traen calzadas

y aguijadas en las manos:

-Justicia, justicia, rey,

pues que somos tus vasallos,

de don Pedro Carvajal
35

y de don Alonso su hermano,

que nos corren nuestras tierras

y nos robaban el campo,

y nos fuerzan las mujeres

a tuerto y desaguisado.
40

Comíannos la cebada

sin después querer pagallo

hazen otras desverguenzas

que verguenza era contallo.

-Yo hare de ello justicia,
45

tornáos a vuestro ganado.

Manda pregonar el rey

y por todo su reinado,

de cualquier que los hallase

le daría buen hallazgo.
50

Hallólos el Almirante

allá en Medina del Campo,

comprando muy ricas armas,

jaezes para caballos.

-Presos, presos, caballeros,
55

presos, presos, hijosdalgo.

-No por vos, el Almirante

si de otro no traéis mandado.

-Estad presos, caballeros,

que del rey traigo recaudo.
60

-Plácenos, el Almirante,

por complir el su mandado.

Por las sus jornadas ciertas

en Jaén habían entrado.

-Manténgate Dios, el rey.
65

-Mal vengades hijosdalgo.

Mándales cortar los pies,

mándales cortar las manos,

y mándalos despeñar

de aquella peña de Martos.
70

Allí hablara el uno de ellos,

el menor y más osado:

-¿Por qué lo haces, el rey,

por qué haces tal mandado?

Querellámonos, el rey,
75

para ante el soberano,

que dentro de treinta días

vais con nosotros a plazo

y ponemos por testigos

a san Pedro y a san Pablo;
80

ponemos por escribano

al apostol Santiago.

El rey, no mirando en ello,

hizo complir su mandado,

por la falsa información
85

que los villanos le han dado;

y muertos los Carvajales,

que lo habían emplazado,

antes de los treinta días

él se fallará muy malo,
90

y desque fueron cumplidos,

en el postrer día del plazo,

fue muerto dentro en León

do la sentencia hubo dado.


Entre las gentes se suena...

Entre las gentes se suena,

y no por cosa sabida,

que de ese buen Maestre

don Fadrique de Castilla,

la reina estaba preñada;
5

otros dicen que parida.

No se sabe por de cierto,

mas el vulgo lo decía:

ellos piensan que es secreto

ya esto no se escondía.
10

La reina con su [...]

por Alonso Pérez envía,

mandóle que viniese

de noche y no de día,

secretario es del Maestre,
15

en quien fiarse podía.

Cuando lo tuvo delante,

de esta manera decía:

-¿Adónde está el Maestre?

¿Qué es de él, que no parecía?
20

¡Para ser de sangre real

ha hecho grande villanía!

Ha deshonrado mi casa,

y dícese por Sevilla

que una de mis doncellas
25

del Maestre está parida.

-El Maestre, mi señora,

tiene cercada a Coimbra,

y si vuestra alteza manda,

yo luego lo llamaría;
30

y sepa vuestra alteza

que el Maestre no se escondía:

lo que vuestra alteza dice

debe ser muy gran mentira.

-No lo es, dijo la reina,
35

que yo te lo mostraría.

Mandara sacar un niño

que en su palacio tenía,

sacólo su camarera

envuelto en una faldilla.
40

-Mira, mira, Alonso Pérez,

el niño, ¿a quién parecía?

-Al Maestre, mi señora,

Alonso Pérez decía.

-Pues dadlo luego a criar,
45

y a nadie esto se diga.

Sálese Alonso Pérez,

ya se sale de Sevilla.

Muy triste queda la reina,

que consuelo no tenía,
50

llorando de los sus ojos,

de la su boca decía:

-Yo, desventurada reina,

más que cuantas son nacidas,

casáronme con el rey
55

por la desventura mía.

De la noche de la boda

nunca más visto lo había,

y su hermano el Maestre

me ha tenido compañía.
60

Si esto ha pasado,

toda la culpa era mía.

Si el rey don Pedro lo sabe,

de ambos se vengaría,

mucho más de mí, la reina,
65

por la mala suerte mía.

Ya llegaba Alonso Pérez

a Llerena, aquesa villa;

puso el infante a criar

en poder de una judía,
70

criada fue del Maestre,

Paloma por nombre había;

y como el rey don Enrique

reinase luego en Castilla,

tomara aquel infante
75

y almirante lo hacía:

hijo era de su hermano,

como el romance decía.


Romance de don Fadrique

Yo me estaba allá en Coimbra,

que yo me la hube ganado,

cuando me vinieron cartas

del rey don Pedro, mi hermano,

que fuese a ver los torneos
5

que en Sevilla se han armado.

Yo, Maestre sin ventura,

yo, Maestre desdichado,

tomara trece de mula,

venticinco de caballo,
10

todos con cadenas de oro,

de jubones de brocado.

Jornada de quince días

en ocho la había andado.

A la pasada de un río,
15

pasándole por el vado,

cayó mi mula conmigo,

perdí mi puñal dorado,

ahogáraseme un paje,

de los míos más privado,
20

criado era en mi sala

y de mí muy regalado.

Con todas estas desdichas

a Sevilla hube llegado;

A la puerta Macarena
25

encontré con un ordenado,

ordenado de evangelio,

que misa no había cantado.

-Manténgate Dios, Maestre,

Maestre, bien seáis llegado.
30

Hoy te ha nacido hijo,

hoy cumples ventiún años.

Si te plugiese, Maestre,

volvamos a bautizarlo,

que yo sería el padrino,
35

tú, Maestre, el ahijado.

Allí hablara el Maestre,

bien oiréis lo que ha hablado:

-No me lo mandéis, señor,

padre, no queráis mandarlo,
40

que voy a ver qué me quiere

el rey don Pedro, mi hermano.

Di de espuelas a mi mula,

en Sevilla me hube entrado.

De que no vi tela puesta,
45

ni vi caballero armado,

fuime para los palacios

del rey don Pedro, mi hermano.

En entrando por las puertas,

las puertas me habían cerrado;
50

quitáronme la mi espada,

la que traía a mi lado,

quitáronme mi compañía,

la que me había acompañado.

Los míos, desque esto vieron,
55

de traición me han avisado,

que me saliese yo fuera

que ellos me pondrían en salvo.

Yo, como estaba sin culpa,

de nada hube curado.
60

Fuime para el aposento

del rey don Pedro, mi hermano.

-Mantengaos Dios, el rey,

y a todos de cabo a cabo.

-Mal hora vengáis, Maestre,
65

Maestre, mal seáis llegado.

Nunca nos venís a ver

sino una vez en el año,

y ésta que venís, Maestre,

es por fuerza o por mandado.
70

Vuestra cabeza, Maestre,

mandada está en aguinaldo.

-¿Por qué es aqueso, buen rey?

nunca os hice desaguisado,

ni os dejé yo en la lid,
75

ni con moros peleando.

-Venid acá, mis porteros,

hágase lo que he mandado.

Aún no lo hubo bien dicho,

la cabeza le han cortado;
80

a doña María de Padilla

en un plato la ha enviado.

Así hablaba con ella,

como si estuviera sano,

las palabras que le dice
85

de esta suerte está hablando:

-Aquí pagaréis, traidor,

lo de antaño y lo de hogaño,

el mal consejo que diste

al rey don Pedro, tu hermano.
90

Asióla por los cabellos,

echádosela a un alano;

el alano es del Maestre,

púsola sobre un estrado,

a los aullidos que daba
95

atronó todo el palacio.

Allí demandara el rey:

-¿Quién hace mal a ese alano?

Allí respondieron todos

a los cuales ha pesado:
100

-Con la cabeza lo ha, señor,

del Maestre, vuestro hermano.

Allí hablara una su tía

que tía era de entrambos:

-Cuán mal lo mirastes, rey,
105

rey, qué mal lo habéis mirado.

Por una mala mujer

habéis muerto un tal hermano.

Aún no lo había bien dicho

cuando ya le había pesado.
110

Fuese para doña María,

de esta suerte le ha hablado:

-Prendedla, mis caballeros,

ponédmela a buen recaudo,

que yo le daré tal castigo
115

que a todos sea sonado.

En cárceles muy oscuras

allí la había aprisionado,

él mismo le da a comer,

él mismo con la su mano,
120

no se fía de ninguno,

sino de un paje que ha criado.


Romance del rey don Pedro el Cruel

Por los campos de Jerez

a caza va el rey don Pedro;

en llegando a una laguna,

allí quiso ver un vuelo.

Vido volar una garza,
5

disparóle un sacre nuevo,

remontárale un neblí,

a sus pies cayera muerto.

A sus pies cayó el neblí,

túvolo por mal agüero.
10

Tanto volaba la garza,

parece llegar al cielo.

Por donde la garza sube

vio bajar un bulto negro;

mientras más se acerca el bulto,
15

más temor le va poniendo,

con el abajarse tanto,

parece llegar al suelo,

delante de su caballo,

a cinco pasos de trecho;
20

De él salió un pastorcico,

sale llorando y gimiendo,

la cabeza desgreñada,

revuelto trae el cabello,

con los pies llenos de abrojos
25

y el cuerpo lleno de vello;

en su mano una culebra,

y en la otra un puñal sangriento;

en el hombro una mortaja,

una calavera al cuello;
30

a su lado, de traílla,

traía un perro negro,

los aullidos que daba

a todos ponían gran miedo;

y a grandes voces decía:
35

-Morirás, el rey don Pedro,

que mataste sin justicia

los mejores de tu reino:

mataste tu propio hermano,

el Maestre, sin consejo,
40

y desterraste a tu madre,

a Dios darás cuenta de ello.

Tienes presa a doña Blanca,

enojaste a Dios por ello,

que si tornas a quererla
45

darte ha Dios un heredero,

y si no, por cierto sepas

te vendrá desmán por ello;

serán malas las tus hijas

por tu culpa y mal gobierno,
50

y tu hermano don Enrique

te habrá de heredar el reino;

morirás a puñaladas,

tu casa será el infierno.

Todo esto recontado,
55

despareció el bulto negro.


Romance del rey don Pedro el Cruel

Doña María de Padilla,

no os me mostredes triste, no

que si me casé dos veces

hícelo por vuestro amor,

y por hacer menosprecio
5

a doña Blanca de Borbón.

Envió luego a Sidonia

que me labren un pendón,

será de color de sangre,

de lágrimas su labor;
10

tal pendón, doña María,

se hace por vuestro amor.

Fue a llamar a Alonso Ortiz,

que es un honrado varón,

para que fuese a Medina
15

a dar fin a la labor.

Respondiera Alonso Ortiz:

-Eso, señor, no haré yo,

que quien mata a su señora

es aleve a su señor.
20

El rey no le dijo nada,

en su cámara se entró

enviara dos maceros,

los cuales él escogió.

Estos fueron a la reina,
25

halláronla en oración.

La reina como los vido

casi muerta se calló,

mas después en sí tornada,

con esfuerzo les habló:
30

-Ya sé a qué venis, amigos,

que mi alma lo sintió;

y pues lo que está ordenado

no se puede excusar, no.

Di, Castilla, ¿qué te hice?
35

No por cierto, no traición.

¡Oh Francia mi dulce tierra!

¡Oh mi casa de Borbón!

Hoy cumplo dieciéis años

en los cuales muero yo;
40

el rey no me ha conocido,

con las vírgenes me voy.

Doña María de Padilla,

esto te perdono yo;

por quitarte de cuidado
45

lo hace el rey mi señor.

Los maceros le dan priesa,

ella pide confesión:

perdónalos a ellos,

y puesta en contemplación
50

danle golpes con las mazas:

así la triste murió.


Romance del prior de San Juan

Don Rodrigo de Padilla,

aquel que Dios perdonase,

tomara e rey por la mano

y apartólo en puridade

-Un castillo está en Consuegra
5

que en el mundo no le hay tale,

más para vos vale, el rey,

que para el prior de Sant Juane.

Convidédesle vos, el rey,

convidédesle a cenare,
10

la cena que vos le diésedes

sea como en Toro a don Juane,

que le cortéis la cabeza

sin ninguna piedade:

desque se la hayáis cortado,
15

en tenencia me lo dade.

Ellos en aquesto estando,

el prior llegado hae.

-Mantenga Dios a tu Alteza,

y a tu corona reale.
20

-Bien vengades vos, Prior,

digades me la verdade:

¿el castillo de Consuegra,

decidme, por quién estáe?

-El castillo con la villa
25

está todo a tu mandar.

-Pues convídoos, el Prior,

para conmigo a cenar.

-Pláceme, dijo el Prior,

de muy buena voluntad.
30

Deme licencia tu Alteza,

licencia me quiera dar,

mensajeros nuevos tengo,

irlos quiero aposentar.

-Vais con Dios, el buen Prior,
35

luego vos queráis tornar.

Vase para la cocina,

donde el cocinero está;

así hablaba con él

como si fuera su igual:
40

-Toma estos mis vestidos,

los tuyos me quieras dar;

ya después de medio día

salido se ha a pasear.

Vase a la caballeriza
45

donde el macho fue a estare.

-De tres ya me has escapado,

con esta cuatro serane,

y si de ésta me escapas,

de oro te haré herrare.
50

De presto le echó la silla,

y comienza de caminar.

Media noche era por filo,

los gallos querían cantar

cuando se entró por Toledo,
55

por Toledo, esa ciudad.

Antes que el gallo cantase

a Consuegra fue a llegar.

Halló las guardas velando,

y empiézales de le hablar:
60

-Digádesme, veladores,

digádesme la verdad,

¿el castillo de Consuegra,

cúyo es y a qué mandar?

-El castillo con la villa
65

es el prior de San Juan.

-Pues abridesme las puertas,

catalde aquí donde estáe.

La guarda desque lo vido

abriólas de par en par.
70

-Tomádesme ese macho,

de él me querades curare:

dejádesme a mí la vela,

porque yo quiero velare.

¡Velá, velá, veladores,
75

que rabia os quiera matare!

que quien a buen señor sirve,

ese galardón le dane.

Y estando él en aquesto

el buen rey llegado hae:
80

halló las guardas velando,

comiénzales de hablare:

-Digádesme, veladores,

que Dios os quiera guardare:

¿el castillo de Consuegra,
85

dígades, por quién está?

-El castillo con la villa,

por el Prior de San Juan.

-Pues abrádesme las puertas;

catalde aquí donde está.
90

-Afuera, afuera, el buen rey,

que el Prior llegado ha.

-¡Macho rucio, macho rucio,

muermo te quiera matar!

¡siete caballos me cuestas,
95

y con este ocho serán!

Abridme, buen Prior,

allá me dejéis entrar;

que por mi corona os juro

de nunca he haceros mal.
100

-Hacerlo he esto, buen rey,

que agora en mi mano está.


Romance del rey don Rodrigo

Amores trata Rodrigo,

descubierto ha su cuidado;

a la Cava se lo dice

de quien anda enamorado;

-Mira, Cava; mira, Cava;
5

mira, Cava, que te hablo;

darte he yo mi corazón

y estaría a tu mandado.

La Cava, como es discreta,

a burlas lo habla echado;
10

respondió muy mesurada

y el gesto muy abajado:

-Como lo dice tu alteza,

debe estar de mí burlando;

no me lo mande tu alteza,
15

que perdería gran ditado.

Don Rodrigo le responde

que conceda en lo rogado.

Ella hincada de rodillas,

él estala enamorando;
20

sacándole está aradores

de las sus jarifas manos.

Fuese el rey dormir la siesta,

por la Cava había enviado;

cumplió el rey su voluntad
25

más por fuerza que por grado,

por lo cual se perdió España

por aquel tan gran pecado.

La malvada de la Cava

a su padre lo ha contado.
30

Don Julián, que es traidor,

con los moros se ha concertado

que destruyen España

por le haber así injuriado.


Romance del rey don Rodrigo

En Ceuta está don Julián,

en Ceuta la bien nombrada;

para las partes de aliende

quiere enviar su embajada.

Moro viejo la escribía
5

y el conde se la notaba;

después de haberla escrito

al moro luego matara.

Embajada es de dolor,

dolor para toda España;
10

las cartas van al rey moro

en las cuales le juraba

que si le daba aparejo

le dará por suya España.

España, España, ¡ay de ti!
15

en el mundo tan nombrada,

la mejor de las partidas,

la mejor y más ufana,

donde nace el fino oro

y la plata no faltaba,
20

dotada de hermosura

y en proezas extremada;

por un perverso traidor

toda eres abrasada,

todas tus ricas ciudades
25

con su gente tan galana

las domeñan hoy los moros

por nuestra culpa malvada,

si no fueran las Asturias,

por ser la tierra tan brava.
30

El triste rey don Rodrigo,

el que entonces te mandaba,

viendo sus reinos perdidos,

sale a la campal batalla,

el cual en grave dolor
35

enseña su fuerza brava;

mas tantos eran los moros

que han vencido la batalla.

No parece el rey Rodrigo,

ni nadie sabe do estaba.
40

¡Maldito de ti, don Oppas,

traidor y de mala andanza!

En esta negra conseja

uno a otro se ayudaba.

¡Oh dolor sobremanera!
45

¡Oh, cosa nunca pensada!,

que por sola una doncella,

la cual Cava se llamaba,

causen estos dos traidores

que España sea domeñada,
50

y perdido el rey señor,

sin nunca de él saber nada.


Romance del rey don Rodrigo

Los vientos eran contrarios,

la luna estaba crecida,

los peces daban gemidos

por el mal tiempo que hacía,

cuando el buen rey don Rodrigo
5

junto a la Cava dormía,

dentro de una rica tienda

de oro bien guarnecida.

Trescientas cuerdas de plata

que la tienda sostenían;
10

dentro había cien doncellas

vestidas a maravilla:

las cincuenta están tañendo

con muy extraña armonía.

las cincuenta están cantando
15

con muy dulce melodía.

Allí habló una doncella

que Fortuna se decía:

-Si duermes, rey don Rodrigo,

despierta por cortesía.
20

y verás tus malos hados,

tu peor postrimería,

y verás tus gentes muertas,

y tu batalla rompida,

y tus villas y ciudades
25

destruidas en un día,

tus castillos fortalezas

otro señor los regía.

Si me pides quién lo ha hecho,

yo muy bien te lo diría:
30

ese conde don Julián

por amores de su hija,

porque se la deshonraste

y más de ella no tenía

juramento viene echando
35

que te ha de costar la vida.

Despertó muy congojado

con aquella voz que oía;

con cara triste y penosa

de esta suerte respondía:
40

-Mercedes a ti, Fortuna,

de esta tu mensajería.

Estando en esto ha llegado

uno que nueva traía

cómo el conde don Julián
45

las tierras le destruía.


Romance del rey don Rodrigo

Las huestes de don Rodrigo

desmayaban y huían,

cuando en la octava batalla

sus enemigos vencían.

Rodrigo deja sus tiendas
5

y del real se salía;

solo va el desventurado,

que no lleva compañía,

el caballo de cansado

ya mudar no se podía,
10

camina por donde quiere,

que no le estorba la vía.

El rey va tan desmayado

que sentido no tenía;

muerto va de sed y hambre
15

que de verle era mancilla,

iba tan tinto de sangre

que una brasa parecía.

Las armas lleva abolladas,

que eran de gran pedrería,
20

la espada lleva hecha sierra

de los golpes que tenía,

el almete, de abollado,

en la cabeza se le hundía,

la cara lleva hinchada
25

del trabajo que sufría.

Subióse encima de un cerro,

el más alto que veía;

desde allí mira su gente

cómo iba de vencida;
30

de allí mira sus banderas

y estandartes que tenía,

cómo están todos pisados

que la tierra los cubría;

mira por los capitanes,
35

que ninguno parecía;

mira el campo tinto en sangre,

la cual arroyos corría.

El triste, de ver aquesto,

gran mancilla en sí tenía;
40

llorando de los sus ojos

de esta manera decía:

-Ayer era rey de España,

hoy no lo soy de una villa;

ayer villas y castillos,
45

hoy ninguno poseía;

ayer tenía criados

y gente que me servía,

hoy no tengo una almena

que pueda decir que es mía.
50

¡Desdichada fue la hora,

desdichado fue aquel día

en que nací y heredé

la tan grande señoría,

pues lo había de perder
55

todo junto y en un día!

¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes

y llevas esta alma mía

de aqueste cuerpo mezquino,

pues se te agradecería?
60


Romance del rey don Rodrigo

Después que el rey don Rodrigo

a España perdido había,

íbase desesperado

por donde más le placía.

Métese por las montañas,
5

las más espesas que vía,

porque no le hallen los moros

que en su seguimiento iban.

Topado ha con un pastor

que su ganado traía,
10

díjole: -Dime, buen hombre,

lo que preguntarte quería:

si hay por aquí poblado

o alguna casería

donde pueda descansar,
15

que gran fatiga traía.

El pastor respondió luego

que en balde la buscaría,

porque en todo aquel desierto

sola una ermita había,
20

donde estaba un ermitaño

que hacía muy santa vida.

El rey fue alegre de esto

por allí acabar su vida;

pidió al hombre que le diese
25

de comer, si algo tenía.

El pastor sacó un zurrón,

que siempre en él pan traía;

diole de él y de un tasajo

que acaso allí echado había;
30

el pan era muy moreno,

al rey muy mal le sabía,

las lágrimas se le salen,

detener no las podía,

acordándose en su tiempo
35

los manjares que comía.

Después que hubo descansado

por la ermita le pedía;

el pastor le enseñó luego

por donde no erraría;
40

el rey le dio una cadena

y un anillo que traía,

joyas son de gran valor,

que el rey en mucho tenía.

Comenzando a caminar,
45

ya cerca el sol se ponía,

llegado es a la ermita

que el pastor dicho le había.

Él, dando gracias a Dios,

luego a rezar se metía;
50

después que hubo rezado

para el ermitaño se iba,

hombre es de autoridad

que bien se le parecía.

Preguntóle el ermitaño
55

cómo allí fue su venida;

el rey, los ojos llorosos,

aquesto le respondía:

-El desdichado Rodrigo

yo soy, que rey ser solía;
60

véngome a hacer penitencia

contigo en tu compañía;

no recibas pesadumbre,

por Dios y Santa María.

El ermitaño se espanta,
65

por consolarlo decía:

-Vos cierto habéis elegido

camino cual convenía

para vuestra salvación,

que Dios os perdonaría.
70

El ermitaño ruega a Dios

por si le revelaría

la penitencia que diese

al rey, que le convenía.

Fuele luego revelado
75

de parte de Dios un día

que le meta en una tumba

con una culebra viva;

y esto tome en penitencia

por el mal que hecho había.
80

El ermitaño al rey

muy alegre se volvía,

contóselo todo al rey

como pasado le había.

El rey, de esto muy gozoso,
85

luego en obra lo ponía:

métese como Dios manda

para allí acabar su vida.

El ermitaño muy santo

mírale al tercero día,
90

dice: -¿Cómo os va, buen rey?

¿Vaos bien con la compañía?

-Hasta ahora no me ha tocado,

porque Dios no lo quería;

ruega por mí, el ermitaño,
95

porque acabe bien mi vida.

El ermitaño lloraba,

gran compasión le tenía,

comenzóle a consolar

y esforzar cuanto podía.
100

Después vuelve el ermitaño

a ver si ya muerto había;

halló que estaba rezando

y que gemía y plañía;

preguntóle cómo estaba.
105

-Dios es en la ayuda mía,

respondió el buen rey Rodrigo,

la culebra me comía;

cómeme ya por la parte

que todo lo merecía,
110

por donde fue el principio

de la mi muy gran desdicha.

El ermitaño lo esfuerza,

el buen rey allí moría.

Aquí acabó el rey Rodrigo,
115

al cielo derecho se iba.


Romance del duque de Arjona

En Arjona estaba el duque

y el buen rey en Gibraltar,

envióle un mensajero

que le viniese a hablar.

Malaventurado el duque
5

vino luego sin tardar;

jornada de quince días

en ocho la fuera a andar.

Hallaba las mesas puestas

y aparejado el yantar,
10

y desque hubieron comido,

vanse a un jardín a holgar.

Andándose paseando,

el rey comenzó a hablar:

-De vos, el duque de Arjona,
15

grandes querellas me dan:

que forzades las mujeres

casadas y por casar,

que les bebíaides el vino

y les comíades el pan,
20

que les tomáis la cebada,

sin se la querer pagar.

-Quien os lo dijo, buen rey,

no os dijera la verdad.

-Llamaisme a mi camarero
25

de mi cámara real,

que me trajese unas cartas

que en mi barjuleta están.

Védeslas aquí, el duque,

no me lo podéis negar.
30

Preso, preso, caballeros,

preso de aquí lo llevad:

entregadlo al de Mendoza,

ese mi alcalde el leal.


Romance de don García

A tal anda don García

por un adarve adelante,

saetas de oro en la mano,

en la otra un arco trae,

maldiciendo a la fortuna,
5

grandes querellas le dae:

-Crióme el rey de pequeño,

hízome Dios barragane,

diome armas y caballo,

por do todo hombre más vale,
10

diérame a doña María

por mujer y por iguale,

diérame a cien doncellas

para ella acompañare,

diome el castillo de Ureña
15

para con ella casare,

diérame cien caballeros

para el castillo guardare,

basteciómelo de vino,

basteciómelo de pane,
20

basteciólo de agua dulce,

que en el castillo no la haye.

Cercáronme los moros

la mañana de San Juane;

siete años son pasados,
25

el cerco no quieren quitare;

veo morir a los míos,

no teniendo qué les dare,

póngolos por las almenas,

armados como se estane,
30

porque pensasen los moros

que podrían peleare.

En el castillo de Ureña

no hay sino un sólo pane,

y si le doy a mis hijos,
35

la mi mujer ¿qué harae?,

si lo como yo, mezquino,

los míos se quejarane.

Hizo el pan cuatro pedazos

y arrojólos al reale:
40

el un pedazo de aquellos

a los pies del rey fue a dare.

-Alá pese a mis moros,

a Alá le quiera pesare,

de las sobras del castillo
45

nos bastecen el reale.

Manda tocar los clarines

y su cerco luego alzare.


Romance de la linda infanta

Estaba la linda infanta

a la sombra de una oliva,

peine de oro en las sus manos,

los sus cabellos bien cría.

Alzó los ojos al cielo
5

en contra do el sol salía,

vio venir un fuste armado

por Guadalquivir arriba;

dentro venía Alfonso Ramos,

almirante de Castilla.
10

-Bien vengáis, Alfonso Ramos,

buena sea tu venida.

¿Y qué nueva me traedes

de mi flota bien guarnida?

-Nuevas te traigo, señora,
15

si me aseguras la vida.

-Diéselas, Alfonso Ramos,

que segura te sería.

-Allá llevan a Castilla

los moros de la Berbería.
20

-Si no me fuese por qué,

la cabeza te cortaría.

-Si la mía me cortases,

la tuya te costaría.


Romance de Bernardo del Carpio

En los reinos de León

el casto Alfonso reinaba;

hermosa hermana tenía,

doña Jimena se llama;

enamorárase de ella
5

ese conde de Saldaña,

mas no vivía engañado,

porque la infanta lo amaba.

Muchas veces fueron juntos,

que nadie lo sospechaba;
10

de las veces que se vieron

la infanta quedó preñada.

La infanta parió a Bernardo,

y luego monja se entraba.

Mandó el rey prender al conde
15

y ponerle muy gran guarda.


Romance de Bernardo del Carpio

Por las riberas de Arlanza

Bernardo el Carpio cabalga,

en un caballo morcillo

enjaezado de grana;

gruesa lanza en la mano
5

armado de todas armas.

Toda la gente de Burgos

le mira como espantada,

porque no se suele armar

sino a cosa señalada.
10

También lo miraba el rey,

que fuera vuela una garza;

diciendo estaba a los suyos:

-Esta es una buena lanza;

si no es Bernardo del Carpio,
15

este es Muza el de Granada.

Ellos estando en aquesto,

Bernardo que allí llegaba;

ya sosegando el caballo,

no quiso dejar la lanza.
20

Mas puesta encima del hombro

al rey de esta suerte hablaba:

-Bastardo me llaman, rey,

siendo hijo de tu hermana;

y del noble Sancho Díaz,
25

ese conde de Saldaña;

que ninguno otro no osaba;

dicen que ha sido traidor,

y mala mujer tu hermana;

tú y los tuyos lo habéis dicho,
30

miente por medio la barba;

mi padre no fue traidor,

ni mi madre mujer mala,

porque cuando fui engendrado

ya mi madre era casada.
35

Pusiste a mi padre en hierros,

y a mi madre en orden santa,

y porque no herede yo

quieres dar tu reino a Francia.

Morirán los castellanos
40

antes de ver tal jornada;

montañeses y leoneses,

y esa gente asturiana

y ese rey de Zaragoza

me prestará su compaña
45

para salir contra Francia

y darle cruda batalla;

y si buena me saliere

será el bien de toda España;

si mala, por la república
50

moriré yo en la demanda.

Mi padre mando que sueltes,

pues me diste la palabra:

si no, en campo, como quiera

te será bien damandada.
55


Romance de Bernardo del Carpio

Con cartas y mensajeros

el rey al Carpio envió;

Bernardo, como es discreto,

de traición se receló;

las cartas echó en el suelo
5

y al mensajero habló:

-Mensajero eres, amigo,

no mereces culpa, no,

mas al rey que acá te envía

dígasle tú esta razón:
10

que no lo estimo yo a él

ni aun a cuantos con él son;

mas por ver lo que me quiere

todavía allá iré yo.

Y mandó juntar los suyos,
15

de esta suerte les habló:

-Cuatrocientos sois, los míos,

los que comedes mi pan:

los ciento irán al Carpio,

para el Carpio guardar;
20

los ciento por los caminos,

que a nadie dejan pasar;

doscientos iréis conmigo

para con el rey hablar;

si mala me la dijere,
25

peor se la he de tornar.

Por sus jornadas contadas

a la corte fue a llegar:

-Dios os mantenga, buen rey,

y a cuantos con vos están.
30

-Mal vengades vos, Bernardo,

traidor, hijo de mal padre,

dite yo el Carpio en tenencia,

tú tómaslo en heredad.

-Mentides, el rey, mentides,
35

que no dices la verdad,

que si yo fuese traidor,

a vos os cabría en parte.

Acordárseos debía

de aquella del Encinal,
40

cuando gentes extranjeras

allí os trataron tan mal,

que os mataron el caballo

y aun a vos querían matar;

Bernardo, como traidor,
45

de entre ellos os fue a sacar.

Allí me disteis el Carpio

de juro y de heredad,

prometístesme a mi padre,

no me guardaste verdad.
50

-Prendedlo, mis caballeros,

que igualado se me ha.

-Aquí, aquí los mis doscientos,

los que comedes mi pan,

que hoy era venido el día
55

que honra habemos de ganar.

El rey, de que aquesto viera,

de esta suerte fue a hablar:

-¿Qué ha sido aquesto, Bernardo,

que así enojado te has?
60

¿lo que hombre dice de burla

de veras vas a tomar?

Yo te do el Carpio, Bernardo,

de juro y de heredad.

-Aquesas burlas, el rey,
65

no son burlas de burlar;

llamásteme de traidor,

traidor, hijo de mal padre;

el Carpio yo no lo quiero,

bien lo podéis vos guardar,
70

que cuando yo lo quisiere,

muy bien lo sabré ganar.


Romance del conde Fernán González

Castellanos y leoneses

tienen grandes divisiones,

el conde Fernán González

y el buen rey don Sancho Ordóñez;

sobre el partir de las tierras,
5

ahí pasan malas razones:

llamábanse de hi-de-putas,

hijos de padres traidores;

echan mano a las espadas,

derriban ricos mantones.
10

No les pueden poner tregua

cuantos en la corte sone;

pónenselas dos frailes,

aquesos benditos monjes,

que el uno es tío del rey,
15

el otro hermano del conde.

Pónenlas por quince días,

que no pueden por más, no,

que se vayan a los prados

que dicen de Carrión.
20

Si mucho madruga el rey,

el conde no dormía, no.

El conde partió de Burgos,

y el rey partió de León;

venido se han a juntar
25

al vado de Carrión,

y a la pasada del río

movieron una cuestión:

los del rey, que pasarían,

y los del conde, que no.
30

El rey, como era risueño,

la su mula revolvió,

el conde, con lozanía,

su caballo arremetió;

con el agua y el arena
35

al buen rey le salpicó.

Allí hablara el buen rey,

su gesto muy demudado:

-Buen conde Fernán González,

mucho sois desmesurado,
40

si no fuera por las treguas

que los monjes nos han dado,

la cabeza de los hombros

ya yo os la hubiera quitado,

y con la sangre vertida
45

yo tiñiera aqueste vado.

El conde le respondiera,

como aquel que era osado:

-Eso que decís, buen rey,

véolo mal aliñado:
50

vos venís en gruesa mula,

yo en un ligero caballo;

vos traéis sayo de seda,

yo traigo un arnés trenzado;

vos traéis alfanje de oro,
55

yo traigo lanza en mi mano

vos traéis cetro de rey,

yo un venablo acerado;

vos con guantes olorosos,

yo con los de acero claro;
60

vos con la gorra de fiesta,

yo con un casco afinado;

vos traéis ciento de mula,

yo trescientos de a caballo.

Ellos en aquesto estando,
65

los frailes que han allegado:

-¡Tate, tate, caballeros!

¡Tate, tate, hijosdalgo!

¡Cuán mal cumplisteis las treguas

que nos habíades mandado!
70

Allí hablara el buen rey:

-Yo las cumpliré de grado.

Pero respondiera el conde:

-Yo de pies puesto en el campo.

Cuando vido aquesto el rey,
75

no quiso pasar el vado;

vuélvese para sus tierras,

malamente va enojado,

grandes bascas va haciendo,

reciamente va jurando,
80

que había de matar al conde

y destruir su condado.

Y mandó llamar a cortes,

por los grandes ha enviado;

todos ellos son venidos,
85

sólo el conde ha faltado.

Mensajero se le hace

a que cumpla su mandado;

el mensajero que fue

de esta suerte le ha hablado.
90


Romance del conde Fernán González...

-Buen conde Fernán González,

el rey envía por vos,

que vayades a las cortes

que se hacían en León;

que si vos allá vais, conde,
5

daros han buen galardón:

daros ha a Palenzuela

y a Palencia la mayor,

daros ha a las nueve villas,

con ellas a Carrión,
10

daros ha a Torquemada,

la torre de Mormojón.

Buen conde, si allá no ides

daros hían por traidor.

Allí respondiera el conde
15

y dijera esta razón:

-Mensajero eres, amigo,

no mereces culpa, no;

yo no he miedo al rey,

ni a cuantos con él son.
20

Villas y castillos tengo,

todos a mi mandar son;

de ellos me dejó mi padre,

de ellos me ganara yo;

los que me dejó el mi padre
25

poblélos de ricos hombres,

las que me ganara yo

poblélas de labradores;

quien no tenía más que un buey

dábale otro, que eran dos,
30

al que casaba su hija

dole yo muy rico don;

cada día que amanece

por mí hacen oración,

no la hacían por el rey,
35

que no lo merece, non,

él les puso muchos pechos

y quitáraselos yo.


Romance de los Infantes de Lara

¡Ay Dios, qué buen caballero

fue don Rodrigo de Lara,

que mató cinco mil moros

con trescientos que llevaba!

Si aqueste muriera entonces,
5

¡qué grande fama dejara!,

no matara a sus sobrinos,

los siete infantes de Lara,

ni vendiera sus cabezas

al moro que las llevaba.
10

Ya se trataban sus bodas

con la linda doña Lambra.

Las bodas se hacen en Burgos,

las tornabodas en Salas;

las bodas y tornabodas
15

duraron siete semanas:

las bodas fueron muy buenas,

mas las tornabodas malas.

Ya convidan por Castilla,

por Castilla y por Navarra:
20

tanta viene de la gente

que no hallaban posadas,

y aún faltaban por venir

los siete infantes de Lara.

Helos, helos por do vienen
25

por aquella vega llana;

sálelos a recibir

la su madre doña Sancha.

-Bien vengades, los mis hijos,

buena sea vuestra llegada.
30

-Norabuena estéis, señora,

nuestra madre doña Sancha.

Ellos le besan las manos,

ella a ellos en la cara.

-Huelgo de veros a todos,
35

que ninguno no faltara,

porque a vos, mi Gonzalvico,

y a todos mucho os amaba.

Tornad a cabalgar, hijos,

y tomad las vuestras armas,
40

y allá os iréis a posar

al barrio de Cantarranas.

Por Dios os ruego, mis hijos,

no salgáis de las posadas,

porque en semejantes fiestas
45

se urden buenas lanzadas.

Ya cabalgan los infantes

y se van a sus posadas;

hallaron las mesas puestas,

viandas aparejadas.
50

Después que hubieron comido,

pidieron juegos de tablas,

si no fuera Gonzalvivo

que su caballo demanda,

y muy bien puesto en la silla
55

se sale por la plaza,

en donde halló a don Rodrigo

que a una torre tira varas,

y con fuerza muy crecida

a la otra parte pasaban.
60

Gonzalvico que esto viera,

las suyas también tiraba:

las suyas que pesan mucho

a lo alto no llegaban.

Doña Lambra que esto vido,
65

de esta manera le hablaba:

-Amad, oh dueñas, amad

cada cual en su lugar;

más vale mi caballero

que cuatro de los de Salas.
70

Cuando Sancha aquesto oyó,

respondió muy enojada:

-Calledes, Lambra, calledes,

no digáis la tal palabra,

que si mis hijos lo saben
75

ante ti te lo mataran.

-Calledes vos, doña Sancha,

que tenéis por qué callar,

pues paristes siete hijos,

como puerca en muladar.
80

Gonzalvico que esto oyera,

esta respuesta le da:

Yo te cortaré las faldas

por vergonzoso lugar,

por cima de las rodillas
85

un palmo y mucho más.

Al llanto de doña Lambra

don Rodrigo fue a llegar:

-¿Qué es aquesto, doña Lambra?

¿quién os pretendió enojar?
90

Si me lo dices, yo entiendo

que te lo he de vengar,

porque a dueña tal que vos

todos la deben honrar.


Romance de los Infantes de Lara

A cazar va don Rodrigo,

y aun don Rodrigo de Lara,

con la grande siesta que hace

arrimádose ha a una haya,

maldiciendo a Mudarrillo,
5

hijo de la renegada,

que si a las manos le hubiese

que le sacaría el alma.

El señor estando en esto,

Mudarrillo que asomaba:
10

-Dios te salve, caballero,

debajo la verde haya.

-Así haga a ti, escudero,

buena sea tu llegada.

-Dígasme tú, el caballero,
15

¿cómo era la tu gracia?

-A mí me dicen don Rodrigo,

y aun don Rodrigo de Lara,

cuñado de Gonzalo Gustos,

hermano de doña Sancha;
20

por sobrinos me los hube

los siete infantes de Salas;

espero aquí a Mudarrillo,

hijo de la renegada;

si delante lo tuviese,
25

yo le sacaría el alma.

-Si a ti te dicen don Rodrigo,

y aun don Rodrigo de Lara,

a mí Mudarra González,

hijo de la renegada;
30

de Gonzalo Gustos hijo

y alnado de doña Sancha;

por hermanos me los hube

los siete infantes de Salas.

Tú los vendiste, traidor,
35

en el val de Arabiana,

mas si Dios a mí me ayuda,

aquí dejarás el alma.

-Espéresme, don Gonzalo,

iré a tomar las mis armas.
40

-El espera que tú diste

a los infantes de Lara.

Aquí morirás, traidor,

enemigo de doña Sancha.


Romance del Cid

Cabalga Diego Laínez

al buen rey besar la mano;

consigo se los llevaba

los trescientos hijosdalgo,

entre ellos iba Rodrigo,
5

el soberbio castellano.

Todos cabalgan a mula,

sólo Rodrigo a caballo;

todos visten oro y seda,

Rodrigo va bien armado;
10

todos espadas ceñidas,

Rodrigo estoque dorado;

todos con sendas varicas,

Rodrigo lanza en la mano;

todos guantes olorosos,
15

Rodrigo guante mallado;

todos sombreros muy ricos,

Rodrigo casco afilado,

y encima del casco lleva

un bonete colorado.
20

Andando por su camino,

unos con otros hablando,

allegados son a Burgos,

con el rey se han encontrado.

Los que vienen con el rey
25

entre sí van razonando;

unos lo dicen de quedo,

otros lo van preguntando:

-aquí viene, entre esta gente,

quien mató al conde Lozano.
30

Como lo oyera Rodrigo

en hito los ha mirado,

con alta y soberbia voz

de esta manera ha hablado:

-Si hay alguno entre vosotros
35

su pariente o adeudado

que se pese de su muerte,

salga luego a demandallo,

yo se lo defenderé,

quiera pie, quiera caballo.
40

Todos responden a una:

-Demándelo su pecado.

Todos se apearon juntos

para al rey besar la mano,

Rodrigo se quedó solo,
45

encima de su caballo;

entonces habló su padre,

bien oiréis lo que ha hablado:

-Apeaos vos, mi hijo,

besaréis al rey la mano
50

porque él es vuestro señor,

vos, hijo, sois su vasallo.

Desque Rodrigo esto oyó,

sintiose más agraviado;

las palabras que responde
55

son de hombre muy enojado:

-Si otro me lo dijera

ya me lo hubiera pagado,

mas por mandarlo vos, padre,

yo lo haré de buen grado.
60

Ya se apeaba Rodrigo

para al rey besar la mano;

al hincar de la rodilla

el estoque se ha arrancado;

espantose de esto el rey
65

y dijo como turbado:

-Quítate Rodrigo, allá,

quítateme allá, diablo,

que tienes el gesto de hombre

y los hechos de león bravo.
70

Como Rodrigo esto oyó

aprisa pide el caballo;

con una voz alterada

contra el rey así ha hablado:

-Por besar mano de rey
75

no me tengo por honrado,

porque la besó mi padre

me tengo por afrentado.

En diciendo estas palabras

salido se ha del palacio,
80

consigo se los tornaba

los trescientos hijosdalgo.

Si bien vinieron vestidos,

volvieron mejor armados,

y si vinieron en mulas,
85

todos vuelven en caballos.


Romance del Cid

Día era de los Reyes,

día era señalado,

cuando dueñas y doncellas

al rey piden aguinaldo,

sino es Jimena Gómez,
5

hija del conde Lozano,

que puesta delante el rey

de esta manera ha hablado:

-Con mancilla vivo, rey,

con ella vive mi madre;
10

cada día que amanece

veo quien mató a mi padre,

caballero en un caballo

y en su mano un gavilane:

otras veces con un halcón
15

que trae para cazare:

por hacerme más enojo,

cébalo en mi palomare,

con sangre de mis palomas

ensangrentó mi briale.
20

Enviéselo a decir,

envióme a amenazare

que me cortará mis haldas

por vergonzoso lugare,

me forzará mis doncellas,
25

casadas y por casare,

matarame un pajecico

so haldas de mi briale.

Rey que no hace justicia

no debía de reinare,
30

ni cabalgar en caballo,

ni espuela de oro calzare,

ni comer pan en manteles,

ni con la reina holgare,

ni oír misa en sagrado,
35

porque no merece mase.

El rey, de que esto oyera,

comenzara de hablare:

-¡Oh, válame Dios del cielo!

¡Quiérame Dios consejare!
40

Si yo prendo o mato al Cid

mis cortes se volverane,

y si no hago justicia

mi alma lo pagaráe.

-Ten tú las tus cortes, rey,
45

no te las revuelva nadie;

al Cid que mató a mi padre

dámelo tú por iguale,

que quien tanto mal me hizo

sé que algún bien me haráe.
50

Entonces dijera el rey,

bien oiréis lo que diráe:

-Siempre lo oí decir,

y agora veo que es verdade,

que el seso de las mujeres
55

que no era naturale:

hasta aquí pidió justicia,

ya quiere con él casare.

Yo lo haré de buen grado,

de muy buena voluntade;
60

mandarle quiero una carta,

mandarle quiero llamare.

Las palabras no son dichas,

la carta camino vae,

mensajero que la lleva
65

dado la había a su padre.

-Malas mañas habéis, conde,

no vos las puedo quitare,

que cartas que el rey vos manda

no me las queréis mostrare.
70

-No era nada, mi hijo,

sino que vades allae.

Quedaos vos aquí, mio hijo,

yo iré en vuestro lugare.

-Nunca Dios a tal quiera
75

ni Santa María lo mande,

sino que adonde vos fuéredes

que allá vaya yo delante.


Romance del Cid

Por el val de las Estacas

pasó el Cid a mediodía,

en su caballo Babieca:

¡oh, qué bien que parecía!

El rey moro que lo supo
5

a recibirle salía,

dijo: -Bien vengas, el Cid,

buena sea tu venida,

que si quieres ganar sueldo,

muy bueno te lo daría,
10

o si vienes por mujer,

darte he una hermana mía.

-Que no quiero vuestro sueldo

ni de nadie lo querría,

que ni vengo por mujer,
15

que viva tengo la mía,

vengo a que pagues las parias

que tú debes a Castilla.

-No te las daré yo, el buen Cid,

Cid, yo no te las daría;
20

si mi padre las pagó,

hizo lo que no debía.

-Si por bien no me las das,

yo por mal las tomaría.

-No lo harás así, buen Cid,
25

que yo buena lanza había.

-En cuanto a eso, rey moro,

creo que nada te debía,

que si buena lanza tienes,

por buena tengo la mía;
30

mas da sus parias al rey,

a ese buen rey de Castilla.

-Por ser vos su mensajero,

de buen grado las daría.


Romance del Cid

Afuera, afuera, Rodrigo,

el soberbio castellano

acordásete debría

de aquel buen tiempo pasado

cuando fuiste caballero
5

en el altar de Santiago,

cuando el rey fue tu padrino,

tú, Rodrigo el ahijado;

mi padre te dio las armas,

mi madre te dio el caballo,
10

yo te calce las espuelas

porque fueses más honrado;

pense casar contigo,

mas no lo quiso mi pecado,

casástete con Jimena,
15

hija del conde Lozano

con ella hubiste dinero,

comigo hubieras Estado,

porque si la renta es buena,

muy mejor es el estado.
20

Bien casástete, Rodrigo,

muy mejor fueras casado;

dejaste fija de rey

por tomar la de un vasallo.

En oír esto Rodrigo
25

quedó de ello algo turbado;

con la turbación que tiene

esta respuesta le ha dado:

-Si os parece, mi señora,

bien podemos desviallo.
30

Respondióle doña Urraca

con rostro muy sosegado:

-No lo mande dios del cielo,

que por mí se haga tal caso:

mi ánima penaría
35

si yo fuese en disprepallo.

Volviose presto Rodrigo

y dijo muy angustiado:

-Afuera, afuera, los míos,

los de a pie y los de a caballo,
40

pues de aquella torre mocha

una vira me han tirado;

no traía es asta de fierro,

el corazón me ha pasado,

ya ningún remedio siento
45

sino vivir más penado.


Romance del Cid

Riberas del Duero arriba

cabalgan dos zamoranos:

las divisas llevan verdes,

los caballos alazanos,

ricas espadas ceñidas,
5

sus cuerpos muy bien armados,

adargas ante sus pechos,

gruesas lanzas en sus manos,

espuelas llevan ginetas

y los frenos plateados.
10

Como son tan bien dispuestos

parecen muy bien armados,

y por un repecho arriba

salen más recios que galgos,

y súbenlos a mirar
15

del real del rey Don Sancho.

Desque a otra parte fueron

Dieron vuelta a los caballos,

y al cabo de una gran pieza

soberbios así han hablado:
20

-¿Tendredes dos para dos,

caballeros castellanos,

que puedan armas hacer

con otros dos zamoranos

para daros a entender,
25

no hace el rey como hidalgo,

en quitar a doña Urraca

lo que su padre le ha dado?

No queremos ser tenidos,

ni queremos ser honrados,
30

ni rey de nos haga cuenta,

ni conde nos ponga al lado,

si a los primeros encuentros

no los hemos derribado,

y siquiera salgan tres,
35

y siquiera salgan cuatro,

y siquiera salgan cinco,

salga siquiera el diablo,

con tal que no salga el Cid,

ni ese noble rey Don Sancho,
40

que lo habemos por señor,

y el Cid nos ha por hermanos;

de los otros caballeros,

salgan los más esforzados.

Oídolo habían dos condes,
45

los cuales eran cuñados:

-Atended, los caballeros,

mientras estamos armados.

Piden apriesa las armas,

suben en buenos caballos,
50

caminan para las tiendas

donde yace el rey Don Sancho,

piden que los de licencia

que ellos puedan hacer campo

contra aquellos caballeros,
55

que con soberbia han hablado.

Allí hablara el buen Cid,

que es de los buenos dechado:

-Los dos contrarios guerreros

no los tengo yo por malos,
60

porque en muchas lides de armas

su valor habían mostrado,

que en el cerco de Zamora

tuvieron con siete campo:

el mozo mató a los dos,
65

el viejo mató a los cuatro;

Por uno que se les fuera

las barbas se van pelando.

Enojados van los condes

de lo que el Cid ha hablado,
70

el rey cuando ir los viera,

que vuelvan está mandando;

otorgó cuanto pedían,

más por fuerza que de grado.

Mientras los condes se arman,
75

el padre al hijo está hablando:

-Volved, hijo, hacia Zamora,

a Zamora y sus andamios,

mirad dueñas y doncellas,

cómo nos están mirando;
80

hijo, no miran a mí,

porque ya soy viejo y cano;

mas miran a vos, mi hijo,

que sois mozo y esforzado.

Si vos hacéis como bueno
85

seréis de ellas muy honrado;

si lo hacéis de cobarde,

abatido y ultrajado.

Afirmáos en los estribos,

terciad la lanza en las manos,
90

esa adarga ante los pechos,

y apercibid el caballo,

que al que primero acomete,

tienen por más esforzado.

Apénas esto hubo dicho,
95

ya los condes han llegado;

el uno viene de negro,

y el otro de colorado:

Vanse unos para otros,

fuertes encuentros se han dado,
100

mas el que al mozo le cupo

derribólo del caballo,

y el viejo al otro de encuentro

pasóle de claro en claro:

el Conde, de que esto viera,
105

huyendo sale del campo,

y los dos van a Zamora

con victoria muy honrados.


Romance del Cid y cerco de Zamora

Por aquel postigo viejo

que nunca fuera cerrado,

vi venir pendón bermejo

con trescientos de a caballo;

en medio de los trescientos
5

viene un monumento armado,

y dentro del monumento

viene un ataúd de palo,

y dentro del ataúd

venía un cuerpo finado.
10

que era el de Fernán d'Arias,

hijo de Arias Gonzalo.

Llorábanle cien doncellas,

todas ciento hijosdalgo;

todas eran sus parientas
15

en tercero y cuarto grado;

las unas le dicen primo,

otras le llaman hermano,

las otras decían tío,

otras lo llaman cuñado.
20

Sobre todas lo lloraba

aquesa Urraca Hernando.

¡Y cuán bien que la consuela

ese viejo Arias Gonzalo!

-¿Por qué lloráis, mis doncellas?
25

¿por qué hacéis tan grande llanto?

No lloréis así, señoras,

que no es para llorarlo,

que si un hijo me han muerto,

ahí me quedaban cuatro.
30

No murió por las tabernas,

ni a las tablas jugando,

mas murió sobre Zamora

vuestra honra resguardando;

murió como caballero
35

con sus armas peleando.


Romance del Cid y cerco de Zamora

Ya cabalga Diego Ordóñez,

del real se había salido

de dobles piezas armado

y un caballo morcillo;

va a reptar los zamoranos
5

por la muerte de su primo,

que mató Bellido Dolfos,

hijo de Dolfos Bellido.

-Yo os repto, los zamoranos,

por traidores fementidos,
10

repto a todos los muertos,

y con ellos a los vivos;

repto hombres y mujeres,

los por nacer y nacidos;

repto a todos los grandes,
15

a los grandes y a los chicos,

a las carnes y pescados,

y a las aguas de los ríos.

Allí habló Arias Gonzalo,

bien oiréis lo que hubo dicho:
20

-¿Qué culpa tienen los viejos?

¿qué culpa tienen los niños?

¿qué merecen las mujeres

y los que no son nacidos?

¿por qué reptas a los muertos,
25

los ganados y los ríos?

Bien sabéis vos, Diego Ordóñez,

muy bien lo tenéis sabido,

que aquel que repta concejo

debe de lidiar con cinco.
30

Ordóñez le respondió:

-Traidores heis todos sido.


Romance del Cid y del juramento que tomó al rey don Alonso

En Santa Águeda de Burgos,

do juran los hijosdalgo,

le tomaban jura a Alfonso

por la muerte de su hermano.

Tomábasela el buen Cid,
5

ese buen Cid castellano,

sobre un cerrojo de fierro

y una ballesta de palo,

y con unos evangelios

y un crucifijo en la mano.
10

Las palabras son tan fuertes,

que al buen rey ponen espanto:

-Villanos te maten, Alfonso,

villanos, que no hidalgos,

de las Asturias de Oviedo,
15

que no sean castellanos;

mátente con aguijadas,

no con lanzas ni con dardos;

con cuchillos cachicuernos,

no con puñales dorados;
20

abarcas traigan calzadas,

que no zapatos con lazo;

capas traigan aguaderas,

no de contray ni frisado;

con camisones de estopa,
25

no de holanda, ni labrados;

cabalguen en sendas burras,

que no en mulas ni en caballos;

frenos traigan de cordel,

que no cueros fogueados.
30

Mátente por las aradas,

que no en villas ni en poblado;

sáquente el corazón

por el siniestro costado,

si no dices la verdad
35

de lo que eres preguntado,

sobre si fuiste o no

en la muerte de tu hermano.

Las juras eran tan fuertes

que el rey no las ha otorgado.
40

Allí habló un caballero

que del rey es más privado:

-Haced la jura, buen rey,

no tengáis de eso cuidado,

que nunca fue rey traidor,
45

ni papa descomulgado.

Jurado había el buen rey

que en tal nunca fue hallado;

pero también dijo presto,

malamente y enojado:
50

-¡Muy mal me conjuras, Cid!

¡Cid, muy mal me has conjurado!

Porque hoy le tomas la jura,

a quien has de besar la mano.

Vete de mis tierras, Cid,
55

mal caballero probado,

y no vengas más a ellas

dende este día en un año.

-Pláceme, dijo el buen Cid,

pláceme, dijo, de grado,
60

por ser la primera cosa

que mandas en tu reinado.

Por un año me destierras,

yo me destierro por cuatro.

Ya se partía el buen Cid,
65

a su destierro de grado

con trescientos caballeros,

todos eran hijosdalgo;

todos son hombres mancebos,

ninguno no había cano;
70

todos llevan lanza en puño

con el fierro acicalado,

y llevan sendas adargas

con borlas de colorado.

Mas no le faltó al buen Cid
75

adonde asentar su campo.


Romance del Cid

En las almenas de Toro,

allí estaba una doncella,

vestida de negros paños,

reluciente como estrella;

pasara el rey don Alonso,
5

namorado se había de ella,

dice: -Si es hija de rey

que se casaría con ella,

y si es hija de duque

serviría por manceba.
10

Allí hablara el buen Cid,

estas palabras dijera:

-Vuestra hermana es, señor,

vuestra hermana es aquella.

-Si mi hermana es, dijo el rey,
15

fuego malo encienda en ella.

Llámenme mis ballesteros,

tírenle sendas saetas,

y aquel que la errare

que le corten la cabeza.
20

Allí hablara el buen Cid,

de esta suerte respondiera:

-Mas aquel que la tirare,

pase por la misma pena.

-Ios de mis tiendas, Cid,
25

no quiero que estéis en ellas.

-Pláceme, respondió el Cid,

que son viejas, y no nuevas;

irme he yo para las mías

que son de brocado y seda,
30

que no las gané holgando,

ni bebiendo en la taberna,

ganélas en las batallas

con mi lanza y mi bandera.


Romance del Cid y los condes de Carrión

Tres cortes armara el rey,

todas tres a una sazón:

las unas armara en Burgos,

las otras armó en León,

las otras armó en Toledo,
5

donde los hidalgos son,

para cumplir de justicia

al chico con el mayor.

Treinta días da de plazo,

treinta días, que más non,
10

y el que a la postre viniese

que lo diesen por traidor.

Veintinueve son pasados,

los condes llegados son;

treinta días son pasados,
15

y el buen Cid no viene, non.

Allí hablaran los condes:

-Señor, dadlo por traidor.

Respondiérales el rey:

-Eso non faría, non,
20

que el buen Cid es caballero

de batallas vencedor,

pues que en todas las mis cortes

no lo habría otro mejor.

Ellos en aquesto estando,
25

el buen Cid allí asomó

con trescientos caballeros,

todos hijosdalgo son,

todos vestidos de un paño,

de un paño y de una color,
30

si no fuera el buen Cid,

que traía un albornoz.

-Manténgaos Dios, el rey,

y a vosotros, sálveos Dios,

que no hablo yo a los condes,
35

que mis enemigos son.


Pártese el moro Alicante...

Pártese el moro Alicante

víspera de Sant Cebrián;

ocho cabezas llevaba,

todas de hombres de alta sangre.

Sábelo el rey Almanzor,
5

a recibírselo sale;

aunque perdió muchos moros,

piensa en esto bien ganar.

Manda hacer un tablado

para mejor las mirar,
10

mandó traer un cristiano

que estaba en captividad.

Como ante sí lo trujeron

empezóle de hablar,

díjole: -Gonzalo Gustos,
15

mira quién conocerás;

que lidiaron mis poderes

en el campo de Almenar:

sacaron ocho cabezas,

todas son de gran linaje.
20

Respondió Gonzalo Gustos:

-Presto os diré la verdad.

Y limpiándoles la sangre,

asaz se fuera a turbar;

dijo llorando agramente:
25

-¡Conózcolas por mi mal!

la una es de mi carillo,

las otras me duelen más:

de los infantes de Lara

son, mis hijos naturales.
30

Así razona con ellos,

como si vivos hablasen:

-¡Dios os salve, el mi compadre,

el mi amigo leal!

¿Adónde son los mis hijos
35

que yo os quise encomendar?

Muerto sois como buen hombre,

como hombre de fiar.

Tomara otra cabeza

del hijo mayor de edad:
40

-Sálveos Dios, Diego González,

hombre de muy gran bondad,

del conde Fernán González

alférez el principal:

a vos amaba yo mucho,
45

que me habíades de heredar.

Alimpiándola con lágrimas

volviérala a su lugar,

y toma la del segundo,

Martín Gómez que llamaban:
50

-Dios os perdone, el mi hijo,

hijo que mucho preciaba;

jugador era de tablas

el mejor de toda España,

mesurado caballero,
55

muy buen hablador en plaza.

Y dejándola llorando,

la del tercero tomaba:

-Hijo Suero Gustos,

todo el mundo os estimaba;
60

el rey os tuviera en mucho,

sólo para la su caza:

gran caballero esforzado,

muy buen bracero a ventaja,

¡Ruy Gómez vuestro tío
65

estas bodas ordenara!

Y tomando la del cuarto,

lasamente la miraba:

-¡Oh hijo Fernán González,

(nombre del mejor de España,
70

del buen conde de Castilla,

aquel que vos baptizara)

matador de puerco espín,

amigo de gran compaña!

nunca con gente de poco
75

os vieran en alianza.

Tomó la de Ruy Gómez,

de corazón la abrazaba:

-¡Hijo mío, hijo mío!

¿quién como vos se hallara?
80

nunca le oyeron mentira,

nunca por oro ni plata;

animoso, buen guerrero,

muy gran feridor de espada,

que a quien dábades de lleno
85

tullido o muerto quedaba.

Tomando la del menor,

el dolor se le doblara:

-¡Hijo Gonzalo González!

¡Los ojos de doña Sancha!
90

¡Qué nuevas irán a ella

que a vos más que a todos ama!

Tan apuesto de persona,

decidor bueno entre damas,

repartidor en su haber,
95

aventajado en la lanza.

¡Mejor fuera la mi muerte

que ver tan triste jornada!

Al duelo que el viejo hace,

toda Córdoba lloraba.
100

El rey Almanzor cuidoso

consigo se lo llevaba,

y mandó a una morica

lo sirviese muy de gana.

Ésta le torna en prisiones,
105

y con hambre le curaba.

Hermana era del rey,

doncella moza y lozana;

con ésta Gonzalo Gustos

vino a perder su saña,
110

que de ella le nació un hijo

que a los hermanos vengara.


Romance del rey don Fernando I

Doliente se siente el rey,

este buen rey don Fernando;

los pies tiene hacia el oriente

y la candela en la mano.

A su cabecera tiene
5

arzobispos y perlados,

a su man derecha tiene

a sus hijos todos cuatro.

Los tres eran de la reina

y el uno era bastardo:
10

ese que bastardo era

quedaba mejor librado.

arzobispo es de Toledo,

Maestre de Santiago,

Abad era en Zaragoza,
15

de las Españas primado.

-Hijo si yo no muriera

vos fuérades Padre Santo,

mas con la renta que os queda

vos bien podéis alcanzarlo.
20

Ellos estando en aquesto

entrara Urraca Fernando

y vuelta hacia su padre

desta manera ha hablado.


Romance de doña Urraca

Morir vos queredes, padre,

San Miguel vos haya el alma;

mandastes las vuestras tierras

a quien se vos antojara:

a don Sancho a Castilla,
5

Castilla la bien nombrada;

a don Alonso a León,

y a don García a Vizcaya.

A mí, porque soy mujer,

dejáisme desheredada.
10

Irme yo por esas tierras

como una mujer errada,

y este mi cuerpo daría

a quien se me antojara:

a los moros por dineros
15

y a los cristianos de gracia,

de lo que ganar pudiere

haré bien por la vuestra alma.

Alli preguntara el rey:

-¿Quién es esa que así habla?
20

Respondiera el Arzobispo:

-Vuestra hija doña Vrraca.

-Calledes, hija, calledes,

no digades tal palabra,

que mujer que tal decía
25

merece de ser quemada.

Allá en Castilla la Vieja

un rincón se me olvidaba,

Zamora había por nombre,

Zamora la bien cercada;
30

de una parte la cerca el Duero,

de otra, peña tajada;

del otro la morería.

Una cosa muy preciada,

quien os la tomare, hija,
35

la mi maldicion le caiga.

Todos dicen amen, amen,

sino don Sancho, que calla.


Romance del rey don Sancho

Rey don Sancho, rey don Sancho,

cuando en Castilla reinó

¡las basbas que le salían,

y cuán poco las logró!

A pesar de los franceses
5

los puertos de Aspa pasó;

Siete días con sus noches

en campo los aguardó,

y viendo que no venían

a Castilla se volvió.
10

Matara al conde de Niebla,

y el condado le quitó,

y a su hermano don Alonso

en las cárceles lo echó.

Después que le tuvo preso
15

un pregón hacer mandó:

que el que rogase por él,

que le diesen por traidor.

No hay dama ni caballero

que por él rogase, no,
20

sino fuera una su hermana

que al rey se lo pidió:

-Rey don Sancho, rey don Sancho,

hermano mío y señor,

cuando yo era pequeña
25

sé que un don me prometió;

agora que soy crecida,

señor, otórgamelo.

-Pedidlo vos, mi hermana,

mas con una condición:
30

que no me pidáis a Burgos,

a Burgos, ni a León,

ni a Valladolid la rica,

ni a Valencia de Aragón,

cualquier otra cosa, hermana,
35

no se os ha de negar, no.

-Señor, yo no os pido a Burgos,

a Burgos, ni a León,

ni a Valladolid la rica,

ni a Valencia de Aragón;
40

lo que pido es a mi hermano,

que lo tenéis en prisión.

-Pláceme, le dijo, hermana,

mañana os le daré yo.

-Vivo lo habéis de dar, vivo,
45

vivo, que no muerto, no.

-Mal háyades vos, hermana,

y quien tal os aconsejó,

que mañana, de mañana,

muerto se le diera yo.
50


Romance del rey don Sancho

-Guarte, guarte, rey don Sancho

no digas que no te aviso

que de dentro de Zamora

un alevoso ha salido:

llámase Bellido Dolfos,
5

hijo de Dolfos Bellido,

cuatro traiciones ha hecho,

y con ésta serán cinco;

si gran traidor fue el padre,

mayor traidor es el hijo.
10

Gritos dan en el real:

que a don Sancho han mal herido:

muerto le ha Bellido Dolfos,

gran traición ha cometido.

Desque le tuviera muerto,
15

metióse por un postigo;

por las calles de Zamora

va dando voces y gritos:

-Tiempo era, doña Urraca,

de cumplir lo prometido.
20


Romance del rey moro que perdió Valencia

Helo, helo, por dó viene

el moro por la calzada,

caballero a la jineta

encima una yegua baya;

borceguíes marroquíes
5

y espuela de oro calzada;

una adarga ante los pechos

y en su mano una azagaya.

Mirando estaba a Valencia,

cómo está tan bien cercada:
10

-¡Oh, Valencia, oh Valencia,

de mal fuego seas quemada!

Primero fuiste de moros

que de cristianos ganada.

Si la lanza no me miente,
15

a moros serás tornada;

aquel perro de aquel Cid

prenderélo por la barba,

su mujer, doña Jimena,

será de mí cautivada,
20

su hija, Urraca Hernando,

será mi enamorada,

después de yo harto de ella

la entregaré a mi compaña.

El buen Cid no está tan lejos,
25

que todo bien lo escuchaba.

-Venid vos acá, mi hija,

mi hija doña Urraca;

dejad las ropas continas

y vestid ropas de pascua.
30

Aquel moro hi-de-perro

detenédmelo en palabras,

mientras yo ensillo a Babieca

y me ciño la mi espada.

La doncella, muy hermosa,
35

se paró a una ventana;

el moro, desque la vido,

de esta suerte le hablara:

-Alá te guarde, señora,

mi señora doña Urraca.
40

-Así haga a vos, señor,

buena sea vuestra llegada.

Siete años ha, rey, siete,

que soy vuestra enamorada.

-Otros tanto ha, señora,
45

que os tengo dentro en mi alma.

Ellos estando en aquesto

el buen Cid que asomaba.

-Adiós, adiós, mi señora,

la mi linda enamorada,
50

que del caballo Babieca

yo bien oigo la patada.

Do la yegua pone el pie,

Babieca pone la pata.

Allí hablara el caballo,
55

bien oiréis lo que hablaba:

-¡Reventar debía la madre

que a su hijo no esperaba!

Siete vueltas la rodea

alrededor de una jara;
60

la yegua, que era ligera,

muy adelante pasaba

hasta llegar cabe un río

adonde una barca estaba.

El moro, desque la vido,
65

con ella bien se holgaba,

grandes gritos da al barquero

que le allegase la barca;

el barquero es diligente,

túvosela aparejada,
70

embarcó muy presto en ella,

que no se detuvo nada.

Estando el moro embarcado,

el buen Cid que llegó al agua,

y por ver al moro en salvo,
75

de tristeza reventaba;

mas con la furia que tiene,

una lanza le arrojaba,

y dijo: -Recoged, mi yerno,

arrecogedme esa lanza,
80

que quizás tiempo vendrá

que os será bien demandada.


Romance del sitio y rescate de Granada

Por Guadalquivir arriba

cabalgan caminadores,

que, según dicen las gentes,

ellos eran buenos hombres:

ricas aljubas vestidas,
5

y encima sus albornoces,

capas traen aguaderas,

a guisa de labradores.

Daban cebada de día

y caminaban de noche,
10

no por miedo de los moros,

mas por las grandes calores.

Por sus jornadas contadas

llegados son a las Cortes;

sálelos a recibir
15

el rey con sus altos hombres.

-Viejo que venís, el Cid,

viejo venís y florido.

-No de holgar con las mujeres,

mas de andar en tu servicio,
20

de pelear con el rey Búcar,

rey que es de gran señorío,

de ganarle las sus tierras,

sus villas y sus castillos;

también le gané yo al rey,
25

el su escaño tornido.


Romance de don Tristán

Herido está don Tristán

de una muy mala lanzada;

diérasela el rey, su tío,

con una lanza herbolada.

El hierro tiene en el cuerpo,
5

de fuera le tiembla el asta.

Tan malo está don Tristán

que a Dios quiere dar el alma

Valo a ver la reina Iseo

la su linda enamorada,
10

cubierta de paño negro

que de luto se llamaba.

Viéndole tan mal parado,

dice así la triste dama:

-Quin os hirió, don Tristán,
15

heridas tenga de rabias,

y que no halle maestro

que sopiese de sanarlas.

Tanto están de boca en boca

como una misa rezada:
20

llora el uno, llora el otro,

toda la cama se baña;

el agua que de ellos sale

una azucena regaba:

toda mujer que la bebe,
25

luego se siente preñada.

Así hice yo, mezquina,

por la mi ventura mala.


Romance de Lanzarote

Tres hijuelos había el rey,

tres hijuelos, que no más;

por enojo que hubo de ellos

todos maldito los ha:

el uno se tornó ciervo,
5

el otro se tornó can,

el otro se tornó moro,

pasó las aguas del mar.

Andábase Lanzarote

entre las damas holgando,
10

grandes voces dio la una:

-Caballero, estad parado,

si fuese la mi ventura,

cumplido fuese mi hado

que yo casase con vos
15

y vos conmigo de grado,

y me diésedes en arras

aquel ciervo del pie blanco.

-Dároslo he yo, mi señora,

de corazón y de grado,
20

y supiese yo las tierras

donde el ciervo era criado.

Ya cabalga Lanzarote,

ya cabalga y va su vía,

delante de sí llevaba
25

los sabuesos por la traílla.

Llegado había a una ermita

donde un ermitaño había:

-Dios te salve, el hombre bueno,

-Buena sea tu venida.
30

Cazador me parecéis

en los sabuesos que traía.

-Dígasme tú, el ermitaño,

tú que haces santa vida,

ese ciervo del pie blanco
35

¿dónde hace su manida?

-Quedaos aquí, mi hijo,

hasta que sea de día;

contaros he lo que vi

y todo lo que sabía:
40

por aquí pasó esta noche,

dos horas antes del día,

siete leones con él

y una leona parida.

Siete condes deja muertos
45

y mucha caballería.

Siempre Dios te guarde, hijo,

por do quier que fuer tu ida,

que quien acá te envió

no te quería dar la vida.
50

-¡Ay, dueña de Quintañones,

de mal fuego seas ardida,

que tanto buen caballero

por ti ha perdido la vida!


Romance de Lanzarote

Nunca fuera caballero

de damas tan bien servido

como fuera Lanzarote

cuando de Bretaña vino,

que dueñas curaban de él,
5

doncellas del su rocino.

Esa dueña Quintañona,

ésa le escanciaba el vino,

la linda reina Ginebra

se lo acostaba consigo;
10

y estando al mejor sabor,

que sueño no había dormido,

la reina toda turbada

un pleito ha conmovido:

-Lanzarote, Lanzarote,
15

si antes hubieras venido,

no hablara el orgulloso

las palabras que había dicho,

que a pesar de vos, señor,

se acostaría conmigo.
20

Ya se arma Lanzarote

de gran pesar conmovido,

despídese de su amiga,

pregunta por el camino.

Topó con el orgulloso
25

debajo de un verde pino,

combátense de las lanzas,

a las hachas han venido.

Ya desmaya el orgulloso,

ya cae en tierra tendido.
30

Cortárale la cabeza,

sin hacer ningún partido;

vuélvese para su amiga

donde fue bien recibido.


Romance del conde Dirlos

Estábase el conde Dirlos,

sobrino de don Beltrane,

asentado en las sus tierras,

deleitándose en cazare,

cuando le vinieron cartas
5

de Carlos el imperante.

De las cartas placer hubo,

de las palabras pesare,

que lo que las cartas dicen

a el parece male.
10

-Rogar os quiero, sobrino,

el buen francés naturale,

lleguéis vuestros caballeros,

los que comen vuestro pane;

darles heis doblado sueldo
15

del que les soledes dare,

dobles armas y caballos,

que bien menester lo hane;

darles heis el campo franco

de todo lo que ganaren;
20

partiros heis a los reinos

del rey moro Aliarde.

Deseximiento me ha dado

a mí y a los doce Pares;

grande mengua me sería
25

si todos se hobiesen de andare.

No veo caballero en Francia

que mejor pueda emviare,

sino a vos, el conde Dirlos,

esforzado en peleare.
30

El conde que esto oyo,

tomó tristeza y pesare,

no por temor de los moros

ni miedo de peleare,

mas tiene mujer hermosa,
35

mochacha de poca edade;

tres años anduvo en armas

para con ella casare,

y el año no era complido,

della lo mandan apartare.
40

De que esto él pensaba,

tomó dello gran pesare;

triste estaba y pensativo,

no cesa de sospirare.

Despide los falconeros,
45

monteros manda pagare,

despide todos aquellos

con quien solía deleitarse;

no burla con la condesa

como solía burlare;
50

mas muy triste y pensativo

siempre le veían andare.

La condesa, que esto vido,

llorando empezó de hablare:

-¡Triste estades vos, el conde!,
55

¡triste, lleno de pesare

de esta tan triste partida

para mí de tanto male!

Partir vos queréis, el conde,

a los reynos de Aliarde;
60

dejáisme en tierras ajenas

sola y sin quien me acompañe.

¿Cuántos años, el buen conde,

hazéis cuenta de tardare?

Y volverme he a las tierras,
65

a las tierras de mi padre,

vestirme he de un paño negro,

ese será mi llevare;

maldiré mi hermosura,

maldire mi mocedade,
70

maldire aquel triste día

que con vos quise casare.

Mas si vos queredes, conde,

yo con vos querría andare;

mas quiero perder la vida,
75

que sin vos della gozare.

El conde desque esto oyera,

empezola de mirare;

con una voz amorosa

presto tal respuesta hace:
80

-No lloredes vos, condesa,

de mi partida no hayáis pesare;

no quedáis en tierra ajena,

sino en vuestra a vuestro mandare,

que antes que yo me parta
85

todo vos lo quiero dare.

Podéis vender qualquier villa

y empeñar cualquier ciudade,

como principal heredera,

que nada os pueden quitare.
90

Quedaréis encomendada

a mi tío don Beltrane

y a mi primo Gayferos,

señor de París la grande;

quedaréis encomendada
95

a Oliveros y a Roldane,

al Emperador, y a los doce

que a una mesa comen pane.

Porque los reinos son lejos

del rey moro Aliarde;
100

que son cerca de la Casa Santa,

allende del nuestro mare.

Siete años, la condesa,

todos siete me esperade,

si a los ocho no viniere,
105

a los nueue vos casade;

seréis de veinte siete años,

que es la mejor edade.

El que con vos casare, señora,

mis tierras tome en ajuare;
110

gozará mujer hermosa,

rica y de gran linaje.

Bien es verdad, la condesa,

que comigo os querría llevare;

mas yo voy para batallas
115

y no cierto para holgare.

Caballero que va en armas,

de mujer no debe curare,

porque con el bien que os quiere

la honrra habría de olvidare.
120

Mas aparejad, condesa,

mandad vos aparejare,

iréis comigo a las cortes,

a París esa ciudade.

Toquen, toquen mis trompetas,
125

manden luego cabalgare.

Ya se partía el buen conde,

la condesa otro que tale;

la vuelta van de París

apriesa no de vagare.
130

Cuando son a una jornada

de París esa ciudade,

el emperador que lo supo

a recebir se los sale.

Con él sale Oliveros,
135

con él sale don Roldane,

con él Darderín de Ardeña

y Urgel de la fuerza grande;

con él salía Guarinos,

almirante de la mare;
140

con él sale el esforzado

Renaldos de Montalvane;

con él van todos los doce

que a una mesa comen pane,

sino el infante Gaiferos
145

y el buen conde don Beltrane,

que salieron tres jornadas

más que todos adelante.

No quiso el emperador

que hubiesen de aposentare,
150

sino en sus reales palacios

posada les mando dare.

Luego empiezan su partida

apriesa y no de vagare.

Dale diez mil caballeros
155

de Francia más principales,

y con otra mucha gente,

gran ejército reale.

El sueldo les paga junto

por siete años y mase.
160

Ya tomadas buenas armas,

caballos otro que tale,

enderezan su partida,

empiezan de cabalgare;

cuando el buen conde Dirlos
165

ruega mucho al emperante

que él y todos los doce

se quisiesen ayuntare.

Cuando todos fueron juntos

en la gran sala reale,
170

entra el conde y la condesa,

mano por mano se vane.

Cuando son en medio dellos,

el conde empezó de hablare:

-A vos lo digo, mi tío,
175

el buen viejo don Beltrane,

y a vos, infante Gayferos,

y a mi buen primo carnale,

y esto delante de todos

lo quiero mucho rogare,
180

y al muy alto Emperador,

que sepa es mi voluntade,

como villas y castillos

y ciudades y lugares

los dejo a la condesa,
185

que nadie las puede quitare;

mas como principal heredera

en ellas pueda mandare,

en vender cualquiera villa

y empeñar cualquier ciudade;
190

de aquello que ella hiciere

todos se hayan de agradare.

Si por tiempo yo no viniere,

vosotros la queráis casare;

el marido que ella tome
195

mis tierras hay en ajuare.

Y a vos la encomiendo, tío,

en lugar de marido y padre;

y a vos, mi primo Gayferos,

por mi la querays honrare;
200

y encomiéndola a Oliveros,

y encomiéndola a Roldane,

y encomiéndola a los doce,

y a don Carlos el imperante.

Y a todos les place mucho
205

de aquello que el conde hace.

Ya se parte el buen conde

de París, esa ciudade;

la condessa que ir lo vido

jamás lo quiso dejare
210

hasta orillas de la mar

do se había de embarcare.

Con ella va don Gayferos,

con ella va don Beltrane,

con ella va el esforzado
215

Renaldos de Montalvane,

sin otros muchos caballeros

de Francia más principales.

A tan triste despedida

el uno del otro hacen,
220

que si el conde iba triste,

la condesa mucho mase.

Palabras se estan diciendo

que era dolor de escuchare;

el conorte que se daban
225

era continuo llorare.

Con gran dolor manda el conde

hacer vela y navegare.

Como sin la condesa se vido

navegando por la mare,
230

movido de muy gran saña,

movido de gran pesare,

diciendo que por ningún tiempo

de ella lo harán apartare,

sacramento tiene hecho
235

sobre un libro misale

de jamás volver en Francia,

ni en ella comer pane,

ni que nunca emviará carta,

porque dél no sepan parte.
240

Siempre triste y pensativo,

puesto en pensamiento grande,

navegando en sus jornadas

por la tempestuosa mare,

llegado es a los reinos
245

del rey moro Aliarde.

Ese gran Soldán de Persia,

con poderío muy grande

ya les estaba aguardando

a las orillas del mare.
250

Cuando vino cerca tierra

las naves mandó llegare;

con vn esfuerzo esforzado

los empieza de esforzare:

-¡Oh esforzados caballeros!
255

¡oh mi compaña leale!

¡acuérdeseos que dejamos

nuestra tierra naturale!

De ellos dejamos mujeres,

de ellos hijos, de ellos padres,
260

solo para ganar honra,

y no para ser cobardes.

Pues, esforzaos, caballeros,

esforzad en peleare;

yo llevaré la delantera,
265

y no me queráis dejare.

La morisma era tanta,

tierra no dejan tomare.

El conde que era esforzado

y discreto en peleare,
270

manda toda artellería

en las sus barcas posare.

Con el ingenio que traía

empiézales de tirare;

los tiros eran tan fuertes,
275

por fuerza hacen lugare.

Veréys sacar los caballos,

muy apriesa cabalgare;

tan fuerte dan en los moros,

que tierra les hacen dejare.
280

En tres años que el buen conde

entendió en peleare,

ganados tiene los reinos

del rey moro Aliarde.

Con todos sus caballeros
285

parte por iguales partes;

tan grande parte da al chico,

tanto le da como al grande;

sólo él se retraía

sin querer algo tomare.
290

Armado de armas blancas

y cuentas para rezare,

¡tan triste vida hacía,

que no se puede contare!

El Soldán le hace tributo,
295

y los reyes de allende el mare:

de los tributos que le daban

a todos hacía parte.

Hace a todos mandamiento,

y a los mejores jurare,
300

ninguno sea osado

hombre a Francia embiare,

y al que cartas embiase

luego le hará matare.

Quince años el conde estuvo
305

siempre de allende del mare,

y no escribió a la condesa,

ni a su tío don Beltrane,

ni escribió a los doce,

ni menos al emperante.
310

Unos creían que era muerto,

otros anegado en mare.

Las barbas y los cabellos

nunca los quiso afeitare,

tiénelos hasta la cinta,
315

hasta la cinta y aun mase;

la cara mucho quemada

del mucho sol y del aire,

con el gesto demudado

muy feroz y espantable.
320

Los quince años cumplidos,

deciséis querían entrare,

acostárase en su cama

con deseo de holgare.

Pensando estaba, pensando
325

la triste vida que hace,

pensando en aquel tiempo

que solía festejare,

cuando justas y torneos

por la condesa solía armare.
330

Durmióse con pensamiento,

y empezara de holgare,

cuando hace un triste sueño

para él de gran pesare.

Vía estar la condesa
335

en brazos de un infante.

Salto diera de la cama

con un pensamiento grande,

gritando con altas voces,

no cesando de hablare:
340

-¡Toquen, toquen mis trompetas,

mi gente manden llegare!

Pensando que había moros

todos llegados se hane.

Desque todos son llegados,
345

llorando empezó a hablare:

-¡Oh esforzados caballeros!

¡oh mi compaña leale!

yo conozco aquel ejemplo

que dicen, y es gran verdade,
350

que todo hombre nacido

que es de hueso y de carne,

el mayor deseo que tenía

es en sus tierras holgare.

Ya cumplidos son quince años,
355

y en deciséis quiere entrare,

que somos en estos reynos

y estamos en soledade.

Quien tenía mujer hermosa,

vieja la debe de hallare;
360

el que dejó hijos pequeños,

hallarlos ha hombres grandes;

ni el padre conocerá al hijo,

ni el hijo menos al padre.

Hora es ya, mis caballeros,
365

de ir a Francia a holgare,

pues llevamos harta honra

y dineros mucho mase.

Lleguen, lleguen naves luego,

mándolas aparejare,
370

capitanes ordenemos

para las tierras guardare.

Ya todo es aparejado,

ya empiezan a navegare.

Cuando todos son llegados
375

a las orillas del mare,

llorando el conde de sus ojos

les empieza de hablare:

-¡Oh esforzados caballeros!

¡oh mi compaña leale!
380

una cosa rogar vos quiero,

no me la queráis negare;

quien secreto me tuviere,

yo le he de galardonare:

que todos hagáis juramento
385

sobre un libro misale,

que en parte ninguna que sea

no me hayáis de nombrare,

porque con el gesto que traigo

ningunos me conocerane;
390

mas viéndome con tanta gente

y ejército reale,

si vos demandan quién soy

no les digáis la verdade;

decid que soy mensajero,
395

que vengo de allende el mare,

que voy con una embajada

a don Carlos el emperante,

porque es hecho un mal suyo,

y quiero ver si es verdade.
400

Con l'alegría que llevan

de a Francia se tornare,

todos hazen sacramento

de tenerle puridade.

Embárcanse muy alegres,
405

empiezan de navegare;

el tiempo tienen muy fresco

que placer es de mirare.

Allegados son en Francia,

en sus tierras naturales.
410

Cuando el conde se vio en tierra,

empieza de caminare;

no va vuelta de las cortes

de Carlos el emperante,

mas va vuelta de sus tierras,
415

las que solía mandare.

Ya llegado que es a ellas,

por ellas empieza de andare.

Andando por su camino

una villa fue a hallare;
420

llegado se había cerca

por con alguno hablare.

Alzó los ojos en alto

a la puerta del lugare,

llorando de los sus ojos
425

comenzara de hablare:

-¡Oh esforzados caballeros,

de mi duelo habed pesare,

armas que mi padre puso

mudadas las veo estare!
430

O es casada la condesa,

o mis tierras van a male.

Allegóse a las puertas

con gran enojo y pesare;

miró por entre las puertas,
435

gente de armas vido estare.

Llamando está uno dellos,

el más viejo en antiguedade;

de la mano él lo toma

y empiézale de hablare:
440

-Por Dios te ruego, el portero,

me digas una verdade:

¿de quién son aquestas tierras?,

¿quién las solía mandare?

-Pláceme, dijo el portero,
445

de deciros la verdade;

ellas eran del conde Dirlos,

señor de aqueste lugare,

agora son de Celinos,

de Celinos el infante.
450

El conde desque esto oyera

vuelto se le ha la sangre;

con una voz demudada

otra vez le fue a hablare:

-Por Dios te ruego, hermano,
455

no te quieras enojare,

que esto que agora me dices

tiempo habrá que te lo pagare.

¿Dime si las heredo Celinos,

o si las fue a mercare?
460

¿o si en el juego de dados

él las fuera a ganare,

¿o si las tiene por fuerza,

que no las quiere tornare?

El portero que esto oyera,
465

presto le fue a hablare:

-No las heredó, señor,

que no le vienen de linaje,

que hermanos tiene el conde,

aunque se querían male,
470

y sobrinos tiene muchos

que las podían heredare;

ni menos las ha mercado,

que no las basta a pagare,

que Irlos es grande ciudade,
475

y ha muchas villas y lugares.

Cartas hizo contrahechas,

de que al conde muerto le hane,

por casar con la condesa,

que era rica y de linaje,
480

y aun ella no se casara

cierto a su voluntade,

sino por fuerza de Oliveros,

y a porfía de Roldane,

y a ruego de Carlo Magno,
485

de Francia rey emperante,

por casar bien a Celinos

y ponerle en buen lugare.

Mas el casamiento han hecho

con una condición tale,
490

que no allegase a la condesa,

ni a ella haya de llegare,

mas por él se desposara

ese paladín Roldane.

Ricas fiestas se hicieron
495

en Irlos esa ciudade;

gastos, galas y torneos

muchos, de los doce Pares.

El conde desque esto oyera,

vuelto se le ha la sangre;
500

por mucho que disimula

no cesa de sospirare,

diciéndole esto: -Hermano,

no te enojes de contare:

¿quién fue en aquestas bodas,
505

y quién no quiso estare?

-Señor, en ellos fue Oliveros

y el emperador y Roldane;

fue Belardos y Montesinos

y el gran conde don Grimalde
510

y otros muchos caballeros

de los de los doce Pares.

Pesole mucho a Gayferos,

pesó mucho a don Beltrane,

y más pesó a don Galbán
515

y al fuerte Meriane.

Ya que eran desposados,

misa les querían dare,

allego un falconero

a Carlos el emperante,
520

que venía de aquellas tierras

de allá de allende el mare;

y dijo que el conde era vivo,

y que traía señale.

Plugo mucho a la condesa,
525

pesole mucho al infante,

porque en las grandes fiestas

hubo grande desbarate.

Alla traen grandes pleitos

en cortes del emperante,
530

por lo cual es vuelta Francia

y todos los doce Pares.

Ella dice que un año de tiempo

pidió antes de desposare,

por emviar mensajeros
535

muchos allende la mare;

y que si el conde era ya muerto,

el casamiento fuese adelante;

si era vivo, bien se sabía

que ella no podía casare.
540

Por ella responde Gayferos,

Gayferos y don Beltrane;

por Celinos era Oliveros,

Oliveros y Roldane.

Creemos que es dada sentencia,
545

o que se quería ahora dare,

por que ayer hubimos cartas

de Carlos el emperante,

que quitemos estas armas,

pongamos las naturales,
550

y que guardemos las tierras

por el conde don Beltrane;

que ninguno de Celinos

en ellas no pueda entrare.

El conde desque esto oyera,
555

movido de gran pesare,

vuelve riendas al caballo,

en el lugar no quiso entrare.

Mas allá en un verde prado

su gente mandó llegare;
560

con una voz muy humilde

les empieza de hablare:

-¡Oh esforzados caballeros!,

¡oh mi compaña leale!

el consejo que os pidiere
565

bueno me lo queráis dare:

¿Si me consejáis que vaya

a las cortes del emperante?

¿o que mate a Celinos,

a Celinos el infante?
570

¿Volveremos en allende

do podremos bien estare?

Caballeros que esto oyeron

presto tal respuesta hazen:

-¡Calledes, conde, calledes!,
575

¡conde, no digáis vos tale!

No miréis a vuestra gana,

mas mirad a don Beltrane

y esos buenos caballeros

que tanta honra vos hacen.
580

Si vos matáis a Celinos,

dirán que fuísteis cobarde;

idos, idos a las cortes

de Carlos el emperante.

Conoceréis quien bien os quiere
585

y quien os quería male.

Por bueno que es Celinos,

vos sois de tam buen linaje,

y tenéis dos tantas tierras

y dineros que gastare.
590

Nosotros vos prometemos

con sacramento leale,

somos diez mil caballeros

y franceses naturales,

que por vos perder la vida
595

y cuanto tenemos gastare,

quitando al Emperador,

contra cualquier otro grande.

El conde desque esto oyera,

respuesta ninguna hace;
600

da de espuelas al caballo,

va por el camino adelante;

la vuelta va de París

como aquel que bien la sabe.

Cuando fue a una jornada
605

de las cortes del emperante,

otra vez llega a los suyos

y les empieza de hablare:

-¡Esforzados caballeros!,

una cosa os quiero rogare;
610

siempre tomé vuestro consejo,

el mío queráis tomare;

porque si entro en París

con ejército reale,

saldra por mí el Emperador
615

con todos los principales.

Si no me conoce de vista,

conocerme ha en el hablare,

y así no sabré de cierto

todo mi bien y mi male.
620

El que no tiene dineros,

yo le daré que gastare;

los unos vuelvan a caza,

los otros pasen delante,

los otros en derredor
625

pasad en villas y lugares;

yo solo con cient caballeros

entráreme en la ciudade

de noche y escurecido,

que nadie sepa mi parte.
630

Vosotros en ocho días

podéis poco a poco entrare;

hallaréime en los palacios

de mi tío don Beltrane;

aparejandoos posada
635

y dineros que gastare.

Todos fueron muy contentos,

pues al conde así le place.

La noche era escurecida

cerca diez horas o mase,
640

cuando entró el conde Dirlos

en París esa ciudade.

Derecho va a los palacios

de su tío don Beltrane;

pero cuando atravesaban
645

por medio de la ciudade,

vido asomar tantas hachas,

gente de armas mucho mase;

por do él pasar había,

por allí van a pasare.
650

El conde, cuando los vido,

los suyos manda apartare;

desque todos son pasados,

el postrero fue a llamare:

-Por Dios te ruego, escuder,
655

me digas una verdade:

¿Quién son esa gente de armas

que agora van por ciudade?

El escudero que esto oyera

tal respuesta le fue a dare:
660

-Señor, la condesa Dirlos

viene del palacio reale

sobre un pleito que traía

con Oliveros y Roldane.

Los que la llevan en medio
665

son Roldán y don Beltrane;

aquellos que van postreros,

donde tantas lumbres vane,

son el infante Gayferos

y el fuerte Meriane.
670

El conde de que esto oyera

de la ciudad él se sale.

Debajo de una espesura

para cabe los adarves,

diciendo está a los suyos:
675

-No es hora de entrare,

que de que sean apeados

tornarán a cabalgare.

Yo quiero entrar en hora

que de mí no sepan parte.
680

Allí están razonando

de armas y de hechos grandes

hasta que era media noche,

los gallos querían cantare,

velven rienda a los caballos,
685

y entran en la ciudade.

Vuelta van de los palacios

del buen conde don Beltrane;

antes de llegar a ellos

de dos calles y aún mase,
690

tantas cadenas hay puestas

que ellos no pueden pasare.

Lanzas les ponen a los pechos,

no cesando de hablare:

-¡Vuelta, vuelta, caballeros,
695

que por aquí no hay pasaje!,

que aquí están los palacios

del buen conde don Beltrane,

enemigo de Oliveros,

enemigo de Roldane,
700

enemigo de Belardos

y de Celinos el infante.

El conde, desque esto oyera,

presto tal respuesta hace:

-Ruégote, el caballero,
705

que me quieras escuchare.

Anda, ve, y dile luego

a tu señor don Beltrane,

que aquí esta un mensajero

que viene de allende el mare.
710

Cartas traigo del conde Dirlos,

su buen sobrino carnale.

El caballero con placer

empieza de aguijare;

presto las nuevas le daba
715

al buen conde don Beltrane,

el cual ya se acostaba

en su cámara reale.

Desque tal nueva oyera,

tornose a vestir y calzare.
720

Caballeros al derredor

trescientos trae por guardarle;

hachas muchas encendidas

al patín hizo bajare;

mandó que al mensajero
725

solo le dejen entrare.

Cando fue en el patín

con la mucha claridade

mirándole está, mirando,

viéndole como salvaje.
730

Como el que está espantado

a él no se osa llegare;

bajito el conde le habla,

dándole muchas señales.

Conociole don Beltrán
735

entonces en el hablare,

y con los brazos abiertos

corre para abrazarle;

diciéndole está: -¡Sobrino!

Sin cesar de sospirare;
740

el Conde le está rogando

que nadie de él sepa parte.

Envían presto a las plazas,

carnecerías otro que tale,

para mercarles de cena,
745

la cual mándales aparejare.

Manda que a sus caballeros

todos los dejen entrare;

que les tomen los caballos

y los hagan bien pensare.
750

Abren muy grandes estudios,

mándanlos aposentare.

Allí entra el conde y los suyos,

ningún otro dejan entrare,

porque no conozcan al conde
755

ni del supiesen parte.

Ver heis todos del palacio

unos con otros hablare,

si es este el conde Dirlos,

o quien otro puede estare,
760

según el recibimiento

le ha hecho don Beltrane.

Oídolo ha la condesa

a las vozes que dan grandes;

mandó llamar sus doncellas
765

y encomienza de hablare:

-¿Qué es aquesto, mis doncellas,

no me lo querráis negare,

que esta noche tanta gente

por el palacio siento andare?
770

Decidme, ¿dó es el señor,

el mi tío don Beltrane?,

¿si quizá dentro en mis tierras

Roldan ha hecho algún male?

Las doncellas que lo oyeran
775

atal respuesta le hacen:

-Lo que vos sentís, señora,

no son nuevas de pesare,

es venido un caballero

así propio como salvaje;
780

muchos caballeros con él,

¡gran acatamiento le hacen!

¡muy rica cena le guisa

el buen conde don Beltrane!

Unos dicen que es mensajero
785

que viene de allende el mare,

otros que es el conde Dirlos,

nuestro señor naturale.

Alla se ha encerrado,

que nadie no puede entrare;
790

según ven el aparejo

creen todos que es verdade.

La condesa, que esto oyera,

de la cama fue a saltare;

apriesa demanda el vestido,
795

apriesa demanda el calzare,

muchas damas y donzellas

empiezan de aguijare.

A las puertas de los estudios

grandes golpes manda dare,
800

llamando a don Beltrane,

que dentro la manda entrare;

no quería el conde Dirlos

que la dejasen entrare.

Don Beltran salió a la puerta
805

no cesando de hablare:

-¿Qué es esto, señora prima?

no tengáis priesa tan grande,

que aún no sé bien las nuevas

que el mensajero me trae,
810

porque es de tierras ajenas

y no le entiendo el lenguaje.

Mas la condesa por esto

no quiere sino entrare;

que mensajero de su marido
815

ella lo quiere honrrare.

De la mano la entraba

ese conde don Beltrane;

desque ella es de dentro,

al mensajero empieza a mirare;
820

mas él mirarla no osaba,

y no cesa de sospirare;

y meneando la cabeza

los cabellos ponía a la face.

Desque la condesa viera
825

todos callar y no hablare,

con una voz muy humilde

empieza de razonare:

-¡Por Dios vos ruego, mi tío,

por Dios vos quiero rogare,
830

pues que este mensajero

viene de tan luengas partes,

que si no terná dineros,

ni tuviere que gastare,

decid si nada le falta,
835

no cese de demandare!

Pagarle hemos su gente,

darle hemos que gastare;

pues viene por mi señor,

yo no le puedo faltare
840

a él y a todos los suyos,

aunque fuesen muchos mase.

Estas palabras hablando

no cesaba de llorare.

Mancilla hubo su marido
845

con amor que tiene grande;

pensando de consolarla

acordó de la abrazare,

y con los brazos abiertos

iba para la tomare.
850

La condesa espantada

púsose tras don Beltrane;

el conde con grandes sospiros

comenzole de hablare:

-¡No huyades, la condesa,
855

ni os queráis espantare,

que yo soy el conde Dirlos,

vuestro marido carnale!

Estos son aquellos brazos

en que solíades holgare.
860

Con las manos se aparta

los cabellos de la haze;

conociolo la condesa

entonces en el hablare;

en sus brazos ella se echa,
865

no cesando de llorare:

-¿Qué es aquesto, mi señor?

¿quién os hizo ser salvaje?

¡No, no es este aquel gesto

que vos teníades antes!
870

Quiten os aquestas armas,

otras luego os quieran dare;

traigan de aquellos vestidos

que solíades llevare.

Ya les paraban las mesas,
875

ya les daban a cenare,

cuando empezó la condesa

a decir esto y a hablare:

-¡Cierto parece, señor,

que lo hacemos muy male,
880

que el conde está ya en sus tierras

y en la su heredade,

que no avisemos a aquellos

que su honra quieren mirare!

No lo digo aún por Gayferos,
885

ni por su hermano Meriane,

sino por el esforzado

Renaldo de Montalvane.

¡Bien sabedes, señor tío,

cuánto se quiso mostrare.
890

siendo siempre con nosotros

contra el paladín Roldane!

Llaman luego dos caballeros

de aquellos más principales,

el uno emvían a Gayferos,
895

otro a Renaldos de Montalvane.

Apriesa viene Gayferos,

apriesa y no de vagare;

desque vido la condesa

en brazos de aquel salvaje,
900

a ellos él se allega,

y empezoles de hablare.

Desque el conde lo vido,

levantose abrazarle:

desque se han conocido,
905

grande acatamiento se hacen.

Ya puestas eran las mesas,

ya le daban a cenare;

la condesa lo servía

y estaba siempre delante,
910

en esto llegó Renaldos,

Renaldos de Montalvane,

y desque el conde lo vido,

hubo un placer muy grande.

Con una boz amorosa
915

le empezara de hablare:

-¡Oh esforzado conde Dirlos,

de vuestra venida me place!

Aunque agora vuestros pleitos

mejor se podrán librare;
920

más si yo fuera creído,

fueran fechos antes de vos llegare;

o me halláredes a vivo,

o al paladín don Roldane.

El conde desque esto oyera
925

grandes mercedes le hace,

diciendo: -Juramento ha hecho

sobre un libro misale

de jamás quitar las armas,

ni con la condesa holgare,
930

hasta que haya cumplido

toda la su voluntade.

El concierto que ellos tienen

por mejor y naturale,

era que en el otro día,
935

se presente al emperante,

el conde vaya a palacio

por la mano le besare.

Toda la noche pasaron

descansando, en hablare;
940

y cuando vino el otro día,

a la hora de yantare,

cabalgara el conde Dirlos,

muy leales armas trae,

y encima un collar de oro
945

y una ropa rozagante,

solo con cient caballeros,

que no quiere llevar mase,

a la izquierda va Gayferos,

a la derecha don Beltrane.
950

Y viénense a los palacios

de Carlos el emperante;

cuantos grandes allí hallan,

acatamiento le hacen

por honra de don Gayferos,
955

que era suya la ciudade.

Cuando son en la gran sala,

hallan allí al emperante

asentado a la su mesa,

que le daban a yantare.
960

Con él está Oliveros,

con él está don Roldane,

con el está Valdovinos

y Celinos el infante,

con él están muchos grandes
965

de Francia la naturale.

En entrando por la sala

grande reverencia hacen,

Y al Emperador saludan

los tres juntos a la pare.
970

Desque don Roldane los vido,

presto se fue a levantare;

apriesa demanda Celinos

no cesando de hablare:

-Cabalgad presto, Celinos,
975

no estéis más en la ciudade,

que quiero perder la vida,

si bien miráis las señales,

si aquel no es el conde Dirlos,

que viene como salvaje;
980

yo quedare por vos, primo,

a lo que querrán demandare.

Ya cabalgaba Celinos,

y sale de la ciudade;

con el va gran gente de armas
985

por haberlo de guardare.

El conde y don Gayferos

lléganse al emperante,

la mano besar le quiere

y él no se la quiere dare;
990

mas está maravillado,

diciendo: -¿Quién podrá estare?

El conde, que así lo vido,

empezole de hablare:

-No se maraville vuestra alteza,
995

que no es de maravillare,

que quien dijo que era muerto,

mentira dijo y no verdade.

Señor, yo soy el conde Dirlos,

vuestro servidor leale;
1000

mas los malos caballeros

siempre presumen el male.

Conocídole han todos

entonces en el hablare.

Levantose el Emperador
1005

y empezó de abrazarle,

y mandó salir a todos

y las puertas bien cerrare.

Solo queda Oliveros

y el paladín Roldane,
1010

el conde Dirlos y Gayferos,

y el buen viejo don Beltrane.

Asentose el Emperador

y a todos manda posare;

entonces con voz humilde
1015

les empezó de hablare:

-Esforzado conde Dirlos,

de vuestra venida me place,

aunque de vuestro enojo

no es de tener pesare,
1020

porque no hay cargo ninguno,

ni verguenza otro que tale,

que si casó la condesa,

no cierto a su voluntade,

sino a porfía mía
1025

y a ruegos de don Roldane,

y con tantas condiciones

que sería largo de contare;

por do siempre ha mostrado

teneros amor muy grande.
1030

Si ha errado Celinos,

hízolo con mocedade,

en escrebir que érades muerto,

pues que no era verdade.

Mas por eso nunca quise
1035

a ella dejar tocare,

ni menos a los desposorios

a el no dejé estare;

mas por él fue presentado

ese paladín Roldane.
1040

Mas la culpa, conde, es vuestra,

y a vos os la devéis dare:

para ser vos tan discreto,

esforzado y de linaje,

dejastes mujer hermosa,
1045

moza de poca edade;

y de vista no la visitaste,

de cartas la debíades visitare.

Si supiera que a la partida

llebábades tal pesare,
1050

no os enviara yo, el conde,

que otros pudiera emviare;

mas por ser buen caballero

sólo a vos quise emviare.

El conde de que esto oyera,
1055

atal respuesta le hace:

-¡Calle, calle vuestra alteza!,

¡buen señor, no diga tale!,

que no cabe quejar de Celinos

por ser de tan poca edade;
1060

que con tales caballeros

yo no me costumbro honrare.

Por él está aquí Oliveros,

por él está don Roldane,

que son buenos caballeros
1065

y los tengo yo por tales.

¡Consentir ellos tal carta!

¡consentir tan gran maldade!

¡o me tenían en poco,

o me tienen por cobarde,
1070

que sabiendo que era vivo

no se lo osaría demandare!

Por eso suplico a vuestra alteza

campo me quiera otorgare;

pues por él, pleito tomaban,
1075

pueden el campo aceptare,

si quieren uno por uno,

o amos juntos a la pare;

no perjudicando a los míos,

aunque hay hartos de linaje,
1080

que a esto y mucho más que esto

recaudo bastan a dare.

Por que conozcan que sin parientes,

amigos no me han de faltare,

tomaré al esforzado
1085

Renaldos de Montalvane.

Don Roldán que esto oyera

con gran enojo y pesare,

no por lo que el conde dijo,

que con razón lo veía estare,
1090

mas en nombrarle Reynaldos,

vuelto se le ha la sangre,

porque los que mal le quieren,

cuando le quieren facer pesare,

luego le dan por los ojos
1095

Renaldos de Montalvane.

Movido de muy gran saña,

luego habló así don Roldane:

-Soy contento, el conde Dirlos,

y tomad este mi guante,
1100

y agradeced que sois venido

tan presto sin más tardare,

que a pesar de quien pesara

yo los hiciera casare,

sacando a don Gayferos,
1105

sobrino del emperante.

-Calledes, dijo Gayferos,

Roldán, no digáis tale;

por ser soberbio y descortés

mal vos quieren los doce Pares,
1110

que otros tan buenos como vos

defienden la otra parte,

y yo faltar no les puedo,

ni dejar pasar lo tale.

Aunque mi primo es Celinos,
1115

hijo de hermana de madre,

bien sabéis que el conde Dirlos

es hijo de hermano de padre;

y por ser de padre hermano,

no le tengo de faltare,
1120

ni porque no pase la vuestra,

que a todos vantaja queréis llevare.

Toma el guante el conde Dirlos

y de la sala se sale,

tras él guía Gayferos,
1125

y tras él va don Beltrane.

Triste está el Emperador,

haciendo llantos muy grandes,

viendo a Francia revuelta

y a todos los doce Pares.
1130

Desque Renaldos lo supo,

hubo dello placer grande;

decía al conde palabras,

mostrándole voluntade:

-Esforçado conde Dirlos,
1135

lo que habéis hecho me place,

y muy mucho más del campo

contra Oliveros y Roldane.

Una cosa rogar quiero,

no me la queráis negare;
1140

pues no es principal Oliveros,

ni menos es don Roldane,

sin perjudicar vuestra honra

con cualquier podéis peleare;

tomad vos a Oliveros
1145

y dejadme a don Roldane.

-Pláceme, dijo el conde,

Renaldos, pues a vos place.

Desque supieron las nuevas

los grandes y principales
1150

que es venido el conde Dirlos

y que está ya en la ciudade,

veréis parientes y amigos

que grandes fiestas le hacen.

Los que a Roldán mal quieren,
1155

al conde Dirlos hacen parte,

por lo cual toda la Francia

en armas veréis estare.

Mas si los doce quisieran,

bien los podían paciguare;
1160

mas ninguno por paz se pone,

todos hacen parcialidade,

sino el arzobispo Turpín,

que es de Francia cardenale;

sobrino del Emperador,
1165

en esfuezço principale,

que sólo aquel se ponía

si los podía apaciguare;

mas ellos escuchar no quieren,

tanto se han mala voluntade.
1170

Veréis ir dueñas, donzellas

a unos y a otros rogare;

ni por ruegos ni por cosas

no los pueden apaciguare.

muestra má saña que todos
1175

el esforzado Meriane,

hermano del conde Dirlos

y hermano de Durandarte,

aunque por diferencias

no se solían hablare,
1180

de que sabe lo que ha dicho

en el palacio reale

que si el conde más tardara

el casamiento hiciera pasare

a pesar de todos ellos
1185

y a pesar de don Beltrane.

Por esto cartas envía

con palabras de pesare,

que aquello que él ha dicho

no le basta hacer verdade,
1190

que aunque el conde no viniera

había quien lo demandare.

El Emperador que lo supo,

muy grandes llantos hace;

por perdida dan a Francia
1195

y a toda la cristiandade;

dicen que alguna de las partes

con moros se irá ayuntare.

Triste iba y pensativo,

no cesando el sospirare,
1200

mas los buenos consejeros

aprovechan a la necesidade.

Consejan al Emperador

para remedio tomare,

mande tocar las trompetas
1205

y a todos mande juntare,

y al que luego no viniere,

por traidor lo mande dare;

que le quitará las tierras

y mandará desterrare.
1210

Mas todos son muy leales,

todos juntados se hane.

El Emperador en medio dellos,

llorando, empezó de hablare:

-¡Esforzados caballeros!
1215

¡oh primos míos carnales!

Entre vosotros no hay diferencia,

vosotros las queréis buscare

todos sois muy esforzados,

todos primos, de linaje;
1220

acuérdeseos de morire

y que a Dios hacéis pesare,

no sólo en perder a vosotros,

mas a toda la cristiandade.

rogar os quiero una cosa,
1225

y no os queráis enojare;

que sin mis leyes de Francia,

campo no se puede dare.

De tal campo no soy contento,

ni a mi cierto me place,
1230

porque yo no veo causa

porque lo haya de dare,

ni hay verguenza ni injuria

que a ninguno se pueda dare,

ni al conde han enojado
1235

Oliveros ni Roldane,

ni el conde a ellos menos

porque se hayan de matare,

de ayudar a sus amigos

ya es la usanza tale.
1240

Si Celinos ha errado

con amor y mocedade,

no ha tocado a la condesa,

no ha hecho tanto male

que dello merezca muerte,
1245

ni se la deben de dare.

Ya sabemos que el conde Dirlos

es esforzado y de linaje,

y de los grandes señores

que en Francia comen pane,
1250

que quien enojara a él

él le basta a enojare,

aunque fuese el mejor caballero

que en el mundo se hallare.

Mas porque sea escarmiento
1255

a otros hombres de linaje,

que ninguno sea osado,

ni pueda hacer otro tale,

si estimara su honrr

en esto no osara entrare,
1260

que mengüemos a Celinos

por villano y no de linaje,

que en el número de los doce

no se haya de contare,

ni cuando el conde fuere en cortes
1265

Celinos no pueda estare,

ni do fuere la condesa

el no pueda habitare.

Y esta honra, el conde Dirlos,

para siempre os la darane.
1270

Don Roldán cuando esto oyera,

presto tal respuesta hace:

-Mas quiero perder la vida,

que tal haya de pasare.

El conde Dirlos que lo oyera,
1275

presto se fue a levantare,

y con una voz muy alta

empezara de fablare:

-Pues requiéroos, don Roldán,

por mí y el de Montalvane,
1280

que de hoy en los tres días

en campo hayáis de estare;

si no, a vos y a Oliveros,

dar os hemos por cobardes.

-Pláceme, dijo Roldán,
1285

y aun si quisiéredes antes.

Veréis llantos en palacio

que al cielo quieren llegare,

dueñas y grandes señoras,

casadas y por casare,
1290

a pies de maridos e hijos

las veréis arrodillare.

Gayferos fue el primero

que a mancilla de su madre,

asimesmo don Beltrán
1295

de su hermana carnale,

don Roldán de la su esposa,

que tan tristes llantos hace.

Tíranse entonces todos,

y vanse a aposentare,
1300

los valedores hablando

a voz alta y sin parare:

-Mejor es, buenos caballeros,

a todos apaciguare;

pues no hay cargo ninguno,
1305

que todo se haya de dejare.

Entonces dijo Roldán

que es contento y que le place,

con aquesta condición,

y esto se quiere otorgare:
1310

que Celinos es mochacho

de quince años y no mase,

y no es para las armas

ni aun para peleare,

que hasta veinte y cinco años,
1315

y hasta en aquella edade,

que en número de los doce

no se haya de contare,

ni en la mesa redonda

menos pueda comer pane,
1320

do fuere el conde y la condesa

Celinos no pueda estare;

cuando fuere de veinte años

o puesto en mejor edade,

si estimare la su honra,
1325

que lo pueda demandare,

y que entonces por las armas

todos defiendan su parte,

porque no diga Celinos

que era de menor edade.
1330

Todos fueron muy contentos,

y a ambas partes les place.

Entonces el Emperador

a todos los hace abrazare;

todos quedan muy contentos,
1335

todos quedan muy iguales.

Otro día el Emperador

muy real sala les hace;

a damas y caballeros

convídalos a yantare.
1340

El conde se afeita las barbas,

los cabellos otro que tale,

la condesa en las fiestas

sale muy rica y triunfante.

Los mestresalas que servían
1345

de parte del emperante,

el uno es don Roldán,

y el otro el de Montalvane,

por dar más avinenteza

que hubiesen de hablare.
1350

Cuando hubieron yantado,

antes de bailar ni danzare,

se levantó el conde Dirlos

delante todos los grandes,

y al Emperador entregó
1355

de las villas y lugares

las llaves y lo ganado

del rey moro Aliarde;

por lo cual el Emperador

dello le da muy gran parte,
1360

y él a sus caballeros

grandes mercedes les hace.

Los doce tenían en mucho

la gran victoria que trae.

De allí quedo con gran honrra
1365

y mayor prosperidade.


Romance del conde Grimaltos

Muchas veces oí decir

y a los antiguos contar,

que ninguno por riqueza

no se debe de ensalzar,

ni por pobreza que tenga
5

se debe menospreciar.

Miren bien, tomando ejemplo,

do buenos suelen mirar,

cómo el conde, a quien Grimaltos

en Francia suelen llamar,
10

llegó en las cortes del rey

pequeño y de poca edad.

Fue luego paje del rey

del más secreto lugar;

porque él era muy discreto,
15

y de él se podía fiar:

y después de algunos tiempos,

cuando más entró en edad,

le mandó ser camarero

y secretario real:
20

y después le dio un condado,

por mayor honra le dar;

y por darle mayor honra

y estado en Francia sin par

lo hizo gobernador,
25

que el reino pueda mandar.

Por su virtud y nobleza,

y grande esfuerzo sin par

le quiso tomar por hijo,

y con su hija le casar.
30

Celebráronse las fiestas

con placer y sin pesar.

Ya después de algunos días

de sus honras y holgar,

el rey le mandó al conde
35

que le fuese a gobernar

y poner cobro en las tierras

que le fuera a encomendar.

Pláceme, dijera el conde,

pues no se puede excusar.
40

Ya se ordena la partida,

y el rey manda aparejar,

sus caballeros y damas

para haber de acompañar.

Ya se partía el buen conde
45

con la condesa a la par,

y caballeros y damas

que no le quieren dejar.

Por la gran virtud del conde

no se pueden apartar:
50

de París hasta León

le fueron acompañar.

Vuélvense para París

después de placer tomar:

las nuevas que dan al rey
55

es descanso de escuchar,

de cómo rige a León

y le tiene a su mandar,

y el estado de su Alteza

cómo lo hacía acatar.
60

De tales nuevas el rey

gran placer fuera a tomar,

no prosigo más del rey,

sino que lo dejo estar.

Tornemos a don Grimaltos
65

cómo empieza a gobernar,

bien querido de los grandes,

sin la justicia negar,

trata a todos de tal suerte,

que a ninguno da pesar.
70

Cinco años él estuvo

sin al buen rey ir a hablar,

ni del conde a él ir quejas,

ni de sentencia apelar;

mas fortuna que es mudable,
75

y no puede sosegar,

quiso serle tan contraria

por su estado le quitar.

Fue el caso que don Tomillas

quiso en traición tocar:
80

revolvióle con el rey

por más le escandalizar,

diciéndole que su yerno

se le quiere rebelar,

y que en villas y ciudades
85

sus armas hace pintar,

y por señor absoluto

él se manda intitular,

y en las villas y lugares

guarnición quiere dejar.
90

Cuando el rey aquesto oyera

tuvo de ello gran pesar,

pensando en las mercedes

que al conde le fuera a dar.

¡Sólo por buenos servicios
95

le pusiera en tal lugar,

y después por galardón

tal traición le ordenar!

Él ha determinado

de hacerle justiciar.
100

Dejemos lo de la corte,

y al conde quiero tomar,

que estando con la condesa

una noche a bel folgar,

adurmióse el buen conde,
105

recordara con pesar;

las palabras que decía

son de dolor y pesar:

-¿Qué te hice, vil fortuna?

¿Por qué te quieres mudar
110

y quitarme de mi silla,

en que el rey me fue a sentar?

¡Por falsedad de traidores

causarme tanto de mal!

Que según yo creo y pienso
115

no lo puede otro causar.

A las voces que da el conde

su mujer fue a despertar;

recordó muy espantada

de verle así hablar,
120

y hacer lo que no solía,

y de condición mudar.

-¿Qué habéis, mi señor el conde?

¿En qué podéis vos pensar?

-No pienso en otro, señora,
125

sino en cosa de pesar,

porque un triste y mal sueño

alterado me hace estar.

Aunque en sueños no fiemos,

no sé a qué parte lo echar,
130

que parecía muy cierto

que vi una águila volar,

siete halcones tras ella

mal aquejándola van,

y ella por guardarse de ellos
135

retrújose a mi ciudad;

encima de una alta torre

allí se fuera a asentar;

por el pico echaba fuego,

por las alas alquitrán;
140

el fuego que de ella sale

la ciudad hace quemar;

a mí quemaba las barbas,

y a vos quemaba el brial.

¡Cierto tal sueño como este
145

no puede ser sino mal!

Esta es la causa, condesa,

que me sentiste quejar.

-Bien lo merecéis, buen conde,

si de ello os viene algún mal,
150

que bien ha los cinco años,

que en corte no os ven estar,

y sabéis vos bien, el conde,

quién allí os quiere mal,

que es el traidor de Tomillas
155

que no suele reposar:

yo no lo tengo a mucho

que ordene alguna maldad.

Mas, señor, si me creéis,

mañana antes de yantar
160

mandad hacer un pregón

por toda esa ciudad,

que vengan los caballeros

que están a vuestro mandar,

y por todas vuestras tierras
165

también los mandéis llamar,

que para cierta jornada

todos se hayan de juntar.

Desque todos estén juntos

decirles heis la verdad,
170

que queréis ir a París

para con el rey hablar,

y que se aperciban todos

para en tal caso os honrar.

Según de ellos sois querido,
175

creo no os podrán faltar:

iros heis con todos ellos

a París, esa ciudad,

besaréis la mano al rey

como la soléis besar,
180

y entonces sabréis, señor,

lo que él os quiere mandar;

que si enojo de vos tiene

luego os lo demostrará,

y viendo vuestra venida
185

bien se le podrá quitar.

-Pláceme, dijo, señora,

vuestro consejo tomar.

Pártese el conde Grimaltos

a París, esa ciudad,
190

con todos sus caballeros

y otros que él pudo juntar.

Desque fue cerca París

bien quince millas o más,

mandó parar a su gente,
195

sus tiendas mandó armar,

hizo aposentar los suyos

cada cual en su lugar.

Luego el rey de él hubo cartas,

respuesta no quiso dar.
200

Cuando el conde aquesto vido

en París se fue a entrar;

fuérase para el palacio

donde el rey solía estar;

saludó a todos los grandes,
205

la mano al rey fue a besar:

el rey de muy enojado

nunca se la quiso dar,

antes más le amenazaba

por su muy sobrado osar,
210

que habiendo hecho tal traición

en París osase entrar;

jurando que por su vida

se debía maravillar

cómo, visto lo presente,
215

no lo hacía degollar;

y si no hubiera mirado

su hija no deshonrar,

que antes que el día pasara

lo hiciera justiciar:
220

mas por dar a él castigo,

y a otros escarmentar

le mandó salir del reino

y que en él no pueda estar.

Plazo le dan de tres días
225

para el reino vaciar

y el destierro es de esta suerte:

que gente no ha de llevar,

caballeros, ni criados

no le hayan de acompañar,
230

ni lleve caballo o mula

en que pueda cabalgar:

moneda de plata y oro

deje, y aun la de metal.

Cuando el conde esto oyera
235

¡ved cuál podía estar!

Con voz alta y rigurosa,

cercado de gran pesar,

como hombre desesperado

tal respuesta le fue a dar:
240

-Por desterrarme tu Alteza

consiento en mi desterrar;

mas quien de mí tal ha dicho,

miente y no dice verdad,

que nunca hice traición,
245

ni pensé en maldad usar;

mas si Dios me da la vida

yo haré ver la verdad.

Ya se sale de palacio

con doloroso pesar;
250

fuese a casa de Oliveros,

y allí halló a don Roldán.

Contábales las palabras

que con el rey fue a pasar;

despidiéndose está de ellos,
255

pues les dijo la verdad,

jurando que nunca en Francia

lo verían asomar,

si no fuese castigado

quien tal cosa fue a ordenar.
260

Ya se despedía de ellos;

por París comienza a andar

despidiéndose de todos

con quien solía conversar:

despidióse de Valdovinos
265

y del romano Fincán,

y del gastón Angeleros,

y del viejo don Beltrán,

y del duque don Estolfo,

de Malgesí otro que tal,
270

y de aquel solo invencible

Reinaldos de Montalván.

Ya se despide de todos

para su viaje tomar.

La condesa fue avisada,
275

no tardó en París entrar:

derecha fue para el rey,

sin con el conde hablar,

diciendo que de su Alteza

se quería maravillar,
280

cómo al buen conde Grimaltos

lo quisiese así tratar;

que sus obras nunca han sido

de tan mal galardonar,

y que suplica a su Alteza
285

que en ello mande mirar,

y si el conde no es culpado

que al traidor haga pagar

lo que el conde merecía

si aquello fuese verdad,
290

y así será castigado

quien lo tal fue a ordenar.

Cuando el rey aquesto oyera

luego la mandó callar,

diciendo que si más habla
295

como a él la ha de tratar,

y que le es muy excusado

por el conde le rogar,

pues quien por traidores ruega

traidor se pueda llamar.
300

La condesa que esto oyera,

llorando con gran pesar,

descendióse del palacio

para al conde ir a buscar.

Viéndose ya con el conde
305

se llegó a lo abrazar;

lo que el uno y otro dicen

lástima era de escuchar:

-¿Este es el descanso, conde,

que me habíades de dar?
310

¡No pensé que mis placeres

tan poco habían de durar!

Mas en ver que sin razón

por placer nos dan pesar,

quiero que cuando vais, conde,
315

cuenta de ello sepáis dar.

Yo os demando una merced,

no me la queráis negar,

porque cuando nos casamos

hartas me habíades de dar.
320

Yo nunca las he habido,

aún las tengo de cobrar,

ahora es tiempo, buen conde,

de haberlas de demandar.

-Excusado es, la condesa,
325

eso ahora demandar,

porque jamás tuve cosa

fuera de vuestro mandar,

que cuando vos demandéis

por mi fe de lo otorgar.
330

-Es, señor, que donde fuéredes

con vos me hayáis de llevar.

-Por la fe que yo os he dado

no se os puede negar;

mas de las penas que siento
335

esta es la más principal,

porque perderme yo solo

este perder es ganar,

y en perderos vos, señora,

es perder sin más cobrar;
340

mas pues así lo queréis,

no queramos dilatar.

¡Mucho me pesa, condesa,

porque no podáis andar,

que siendo niña y preñada
345

podríades peligrar!

Mas pues fortuna lo quiere

recibidlo sin pesar,

que los corazones fuertes

se muestran en tal lugar.
350

Tómanse mano por mano,

sálense de la ciudad;

con ellos sale Oliveros,

y ese paladín Roldán,

también el Dardín Dardeña,
355

y ese romano Fincán,

y ese gastón Angeleros,

y el fuerte Meridán:

con ellos va don Reinaldos,

y Valdovinos el galán,
360

y ese duque don Estolfo,

y Malgesí otro que tal;

las dueñas y las doncellas

también con ellos se van:

cinco millas de París
365

los hubieron de dejar.

El conde y condesa solos

tristes se habían de quedar:

cuando partirse tenían

no se podían hablar.
370

Llora el conde y la condesa,

sin nadie les consolar,

porque no hay grande ni chico

que estuviese sin llorar.

¡Pues las damas y doncellas,
375

que allí hubieron de llegar,

hacen llantos tan extraños,

que no los oso contar,

porque mientras pienso en ellos

nunca me puedo alegrar!
380

Mas el conde y la condesa

vanse sin nada hablar;

los otros caen en tierra

con la sobra del pesar,

otros crecen más sus lloros
385

viendo cuán tristes se van.

Dejo de los caballeros

que a París quieren tornar;

vuelvo al conde y la condesa,

que van con gran soledad
390

por los yermos y asperezas

do gente no suele andar.

Llegado el tercero día,

en un áspero boscaje

la condesa de cansada
395

triste no podía andar.

Rasgáronse sus servillas,

no tiene ya que calzar:

de la aspereza del monte

los pies no podía alzar;
400

do quiera que el pie ponía

bien quedaba la señal.

Cuando el conde aquesto vido,

queriéndola consolar,

con gesto muy amoroso
405

la comenzó de hablar:

-No desmayedes, condesa,

mi bien, queráis esforzar,

que aquí está una fresca fuente

do el agua muy fría está
410

reposaremos, condesa,

y podremos refrescar.

La condesa que esto oyera

algo el paso fue a alargar,

y en llegando a la fuente
415

las rodillas fue a hincar.

Dio gracias a Dios del cielo,

que la trujo en tal lugar,

diciendo: -¡Buen agua es ésta

para quien tuviese pan!
420

Estando en estas razones

el parto le fue a tomar,

y allí pariera un hijo,

que es lástima de mirar

la pobreza en que se hallan
425

sin poderse remediar.

El conde cuando vio el hijo

comenzóse de esforzar:

con el sayo que traía

al niño fue a cobijar;
430

también se quitó la capa

por a la madre abrigar;

la condesa tomó el niño

para darle de mamar.

El conde estaba pensando
435

qué remedio le buscar,

que pan ni vino no tienen,

ni cosa con que pasar.

La condesa con el parto

no se puede levantar;
440

tomóla el conde en los brazos

sin ella el niño dejar

súbelos a una alta sierra

para más lejos mirar.

En unas breñas muy hondas
445

grande humo vio estar,

tomó su mujer y hijo,

para allá les fue a llevar.

Entrando en la espesura

luego al encuentro le sale
450

un virtuoso ermitaño

de reverencia muy grande;

el ermitaño que los vido

comenzóles de hablar:

-¡Oh válgame Dios del cielo!
455

¿Quién aquí os fue a aportar?

Porque en tierra tan extraña

gente no suele habitar,

sino yo que por penitencia

hago vida en este valle.
460

El conde le respondió

con angustia y con pesar.

-Por Dios te ruego, ermitaño,

que uses de caridad,

que después habremos tiempo
465

de cómo vengo, a contar:

mas para esta triste dueña

dame que le pueda dar,

que tres días con sus noches

ha que no ha comido pan,
470

que allá en esa fuente fría

el parto le fue a tomar.

El ermitaño que esto oyera,

movido de gran piedad,

llevóles para la ermita
475

do él solía habitar.

Dioles del pan que tenía,

y agua, que vino no hay:

recobró algo la condesa

de su flaqueza muy grande.
480

Allí le rogó el conde

quiera el niño bautizar.

-Pláceme, dijo, de grado;

¿mas cómo le llamarán?

-Como quisiéredes, Padre,
485

el nombre le podréis dar.

-Pues nació en ásperos montes

Montesinos le dirán.

Pasando y viniendo días,

todos vida santa hacen;
490

bien pasaron quince años,

que el conde de allí no parte.

Mucho trabajó el buen conde

en haberle de enseñar

a su hijo Montesinos
495

todo el arte militar,

la vida de caballero

cómo la había de usar,

cómo ha de jugar las armas,

y qué honra ha de ganar,
500

cómo vengará el enojo

que al padre fueron a dar.

Muéstrale en leer y escribir

lo que le puede enseñar,

muéstrale jugar a tablas,
505

y cebar un gavilán.

A veinte y cuatro de junio,

día era de San Juan,

padre y hijo paseando

de la ermita se van;
510

encima de una alta sierra

se suben a razonar.

Cuando el conde alto se vido

vido a París la ciudad.

Tomó al hijo por la mano,
515

comenzóle de hablar,

con lágrimas y sollozos

no deja de suspirar.


Romance de Montesinos

Cata Francia, Montesinos,

cata París, la ciudad,

cata las aguas de Duero

do van a dar en la mar;

cata palacios del rey,
5

cata los de don Beltrán,

y aquella que ves más alta

y que está en mejor lugar,

es la casa de Tomillas,

mi enemigo mortal;
10

por su lengua difamada

me mandó el rey desterrar

y he pasado a causa de esto

mucha sed, calor y hambre,

trayendo los pies descalzos,
15

las uñas corriendo sangre.

A la triste madre tuya

por testigo puedo dar,

que te parió en una fuente,

sin tener en qué te echar;
20

yo, triste, quité mi sayo

para haber de cobijarte;

ella me dijo llorando

por te ver tan mal pasar:

-Tomes este niño, conde,
25

y lléveslo a cristianar,

llamédesle Montesinos,

Montesinos le llamad.

Montesinos, que lo oyera,

los ojos volvió a su padre;
30

las rodillas por el suelo

empezóle de rogar:

le quisiese dar licencia

que en París quiere pasar

y tomar sueldo del rey,
35

si se lo quisiere dar,

por vengarse de Tomillas,

su enemigo mortal,

que si sueldo del rey toma,

todo se puede vengar.
40

Ya que despedirse quieren

a su padre fue a rogar

que a la triste de su madre

él la quiera consolar

y de su parte le diga
45

que a Tomillas va buscar.

-Pláceme, dijera el conde,

hijo por te contentare.

Ya se parte Montesinos

para en París entrare,
50

y en entrando por las puertas

luego quiso preguntar

por los palacios del rey

que se los quieran mostrar.

Los que se lo oían decir
55

de él se empiezan a burlar,

viéndolo tan mal vestido

piensan que es loco o truhán;

en fin, muéstranle el palacio,

entró en la sala real,
60

halló que comía el rey,

don Tomillas a la par.

Mucha gente está en la sala,

por él no quieren mirar.

Desque hubieron ya comido
65

al'jedrez van a jugar,

solos el rey y Tomillas

sin nadie a ellos hablar,

si no fuera Montesinos

que llegó a los mirar;
70

mas el falso don Tomillas,

en quien nunca hubo verdad,

jugará una treta falsa,

donde no pudo callar

el noble de Montesinos,
75

y publica su maldad.

Don Tomillas que esto oyera,

con muy gran riguridad,

levantando la su mano,

un bofetón le fue a dar.
80

Montesinos con el brazo

el golpe le fue a tomar,

y echando mano al tablero

a don tomillas fue a dar

un tal golpe en la cabeza,
85

que le hubo de matar.

Murió el perverso dañado,

sin valerle la maldad.

Alborótanse los grandes

cuantos en la sala están;
90

prendieron a Montesinos

y queríanlo matar,

sino que el rey mandó a todos

que no le hiciesen mal,

porque él quería saber
95

quién le dio tan grande osar;

que no sin algún misterio

él no osaría tal obrar.

Cuando el rey le interrogara

él dijera la verdad:
100

-Sepa tu real Alteza

soy tu nieto natural;

hijo soy de vuestra hija,

la que hicisteis desterrar

con el conde don Grimaltos,
105

vuestro servidor leal,

y por falsa acusación

le quisiste maltratar.

Mas agora vuestra Alteza

puédese de ello informar,
110

que el falso don Tomillas

sepan si dijo verdad,

y si pena yo merezco,

buen rey, mándemela dar,

y también si no la tengo
115

mándesme de soltar,

y la buen conde y la condesa

los mandéis ir a buscar,

y los tornéis a sus tierras

como solían estar.
120

Cuando el rey aquesto oyera

no quiso más escuchar.

Aunque veía ser su nieto

quiso saber la verdad,

y supo que don Tomillas
125

ordenó aquella maldad

por envidia que les tuvo

al ver su prosperidad.

Cuando el rey la verdad supo

al buen conde hizo llamar,
130

gente de a pie y de a caballo

iban por le acompañar,

y damas por la condesa

como solía llevar.

Llegado junto a París
135

dentro no quería entrar,

porque cuando de él salieron

los dos fueron a jurar

que las puertas de París

nunca las vieran pasar.
140

Cuando el rey aquello supo

luego mandó derribar

un pedazo de la cerca

por do pudiesen pasar

sin quebrar el juramento
145

que ellos fueron a jurar.

Llévanlos a los palacios

con mucha solemnidad,

y hácenlos muy ricas fiestas

cuantos en la corte están.
150

Caballeros, dueñas, damas

les vienen a visitar,

y el rey delante de todos

por mayor honra les dar,

les dijo que había sabido
155

como era todo maldad,

lo que dijo don Tomillas

cuando lo hizo desterrar.

Y porque sea más creído

allí les tornó a firmar
160

todo lo que antes tenían

y el gobierno general,

y que después de sus días

el reino haya de heredar

el noble de Montesinos
165

y así lo mandó firmar.


Romance del moro Calaínos

Ya cabalga Calaínos

a la sombra de una oliva,

el pie tiene en el estribo,

cabalga de gallardía.

Mirando estaba a Sansueña,
5

al arrabal con la villa,

por ver si vería algún moro

a quien preguntar podría.

Venía por los palacios

la linda infanta Sevilla;
10

vido estar un moro viejo

que a ella guardar solía.

Calaínos que lo vido

llegado allá se había;

las palabras que le dijo
15

con amor y cortesía:

-Por Alá te ruego, moro,

así te alargue la vida,

que me muestres los palacios

donde mi vida vivía,
20

de quien triste soy cautivo,

y por quien pena tenía,

que cierto por sus amores

creo yo perder la vida;

mas si por ella la pierdo
25

no se llamará perdida,

que quien muere por tal dama

desque muerto tiene vida.

Mas porque me entiendas, moro,

por quien preguntado había,
30

es la más hermosa dama

de toda la Morería,

sepas que a ella la llaman

la grande infanta Sevilla.

Las razones que pasaban
35

Sevilla bien las oía:

púsose a una ventana,

hermosa a maravilla,

con muy ricos atavíos,

los mejores que tenía.
40

Ella era tan hermosa,

otra su par no la había.

Calaínos que la vido

de esta suerte le decía:

-Cartas te traigo, señora,
45

de un señor a quien servía:

creo que es el rey tu padre

porque Almanzor se decía:

descende de la ventana

sabrás la mensajería.
50

Sevilla cuando lo oyera

presto de allí descendía:

apeóse Calaínos,

gran reverencia le hacía.

La dama cuando esto vido
55

tal pregunta le hacía:

-¿Quién sois vos el caballero,

que mi padre acá os envía?

-Calaínos soy, señora,

Calaínos el de Arabía,
60

señor de los Montes Claros.

De Constantina la llana,

y de las tierras del Turco

yo gran tributo llevaba,

y el Preste Juan de las Indias
65

siempre parias me enviaba,

y el Soldán de Babilonia

a mi mandar siempre estaba:

reyes y príncipes moros

siempre señor me llamaban,
70

sino es el rey vuestro padre,

que yo a su mandado estaba,

no porque le he menester,

mas por nuevas que me daban

que tenía una hija
75

a quien Sevilla llamaban,

que era más linda mujer

que cuantas moras se hallan.

Por vos le serví cinco años

sin sueldo ni sin soldada;
80

él a mí no me la dio,

ni yo se la demandaba.

Por tus amores, Sevilla,

pasé yo la mar salada,

porque he de perder la vida
85

o has de ser mi enamorada.

Cuando Sevilla esto oyera

esta respuesta le daba:

-Calaínos, Calaínos,

de aqueso yo no sé nada,
90

que siete amas me criaron,

seis moras y una cristiana.

Las moras me daban leche,

la otra me aconsejaba;

según que me aconsejaba
95

bien mostraba ser cristiana.

Diérame muy buen consejo,

y a mí bien se me acordaba

que jamás yo prometiese

de nadie ser enamorada,
100

hasta que primero hubiese

algún buen dote o arras.

Calaínos que esto oyera

esta respuesta le daba:

-Bien podéis pedir, señora,
105

que no se os negará nada:

si queréis castillos fuertes,

ciudades en tierra llana,

o si queréis plata u oro

o moneda amonedada.
110

Y Sevilla, aquestos dones,

como no los estimaba,

respondióle: -Si quería

tenella por namorada,

que vaya dentro a París,
115

que en medio de Francia estaba,

y le traiga tres cabezas

cuales ella demandaba,

y que si aquesto hiciese

sería su enamorada.
120

Calaínos cuando oyó

lo que ella le demandaba

respondióle muy alegre,

aunque él se maravillaba

dejar villas y castillos
125

y los dones que le daba

por pedirle tres cabezas

que no le costarán nada:

dijo que las señalase,

o diga cómo se llaman.
130

Luego la infanta Sevilla

se las empezó a nombrar:

la una es de Oliveros,

la otra de don Roldán,

la otra del esforzado
135

Reinaldos de Montalván.

Ya señalados los hombres

a quien había de buscar,

despídese Calaínos

con muy cortés hablar:
140

-Déme la mano tu Alteza,

que se la quiero besar,

y la fe y prometimiento

de comigo te casar,

cuando traiga las cabezas
145

que quesiste demandar.

-Pláceme, dijo, de grado

y de buena voluntad.

Allí se toman las manos,

la fe se hubieron de dar
150

que el uno ni el otro

no se pudiesen casar

hasta que el buen Calaínos

de allá hubiese de tornar,

y que si otra cosa fuese
155

la enviaría avisar.

Ya se parte Calaínos,

ya se parte, ya se va:

hace broslar sus pendones

y en todos una señal;
160

cubiertos de ricas lunas,

teñidas en sangre van.

En camino es Calaínos

a los franceses buscar:

andando jornadas ciertas
165

a París llegado ha.

En la guardia de París

cabe San Juan de Letrán,

allí levantó su seña

y empezara de hablar:
170

-Tañan luego esas trompetas

como quien va a cabalgar,

porque me sientan los doce

que dentro en París están.

El emperador aquel día
175

había salido a cazar:

con él iba Oliveros,

con él iba don Roldán,

con él iba el esforzado

Reinaldos de Montalván;
180

también el Dardín Dardeña;

y el buen viejo don Beltrán,

y ese Gastón y Claros

con el romano Final:

también iba Valdovinos,
185

y Urgel en fuerzas sin par,

y también iba Guarinos

almirante de la mar.

El emperador entre ellos

empezara de hablar:
190

-Escuchad, mis caballeros,

que tañen a cabalgar.

Ellos estando escuchando

vieron un moro pasar;

armado va a la morisca,
195

empiézanle de llamar,

y ya que es llegado el moro

do el emperador está,

el emperador que lo vido

empezóle a preguntar:
200

-Di, ¿adónde vas tú, el moro?

¿cómo en Francia osaste entrar?

¡Grande osadía tuviste

de hasta París llegar!

El moro cuando esto oyó
205

tal respuesta le fue a dar:

-Vo a buscar al emperante

de Francia la natural,

que le traigo una embajada

de un moro principal,
210

a quien sirvo de trompeta,

y tengo por capitán.

El emperador que esto oyó

luego lo fue a demandar

que dijese qué quería,
215

por qué a él iba a buscar;

que él es el emperador Carlos

de Francia la natural.

El moro cuando lo supo

empezóle de hablar:
220

-Señor, sepa tu Alteza

y tu corona imperial,

que ese moro Calaínos,

señor, me ha enviado acá,

desafiando a tu Alteza
225

y a todos los doce pares,

que salgan lanza por lanza

para con él pelear.

Señor, veis allí su seña,

donde los ha de aguardar;
230

perdóneme vuestra Alteza,

que respuesta le vo a dar.

Cuando fue partido el moro

el emperador fue a hablar:

-¡Cuando yo era mancebo,
235

que armas solía llevar,

nunca moro fue osado

de en toda Francia asomar;

mas agora que soy viejo

a París los veo llegar!
240

No es mengua de mí solo

pues no puedo pelear,

mas es mengua de Oliveros,

y asimesmo de Roldán;

mengua de todos los doce,
245

y de cuantos aquí están.

Por Dios a Roldán me llamen

porque se vaya a pelear

con el moro de la enguardia

y lo haga de allí quitar:
250

que lo traiga muerto o preso,

porque se haya de acordar

de cómo viene a París

para me desafiar.

Don Roldán cuando esto oyera
255

empiézale de hablar:

-Excusado es, señor,

de enviarme a pelear,

porque tenéis caballeros

a quien podéis enviar,
260

que cuando son entre damas

bien se saben alabar,

que aunque vengan dos mil moros

uno los esperará,

cuando son en la batalla
265

véolos tornar atrás.

Todos los doce callaron

si no el menor de edad,

al cual llaman Valdovinos,

en el esfuerzo muy grande;
270

las palabras que dijera

eran con riguridad:

-Mucho estoy maravillado

de vos, señor don Roldán,

que amengüéis todos los doce
275

vos que los habíades de honrar:

si no fuérades mi tío

con vos me fuera a matar,

porque entre todos los doce

ninguno podéis nombrar,
280

que lo que dice de boca

no lo sepa hacer verdad.

Levantóse con enojo

ese paladín Roldán;

Valdovinos que esto vido
285

también se fue a levantar,

el emperador entre ellos

por el enojo quitar.

Ellos en aquesto estando,

Valdovinos fue a llamar
290

a los mozos que traía;

por las armas fue a enviar.

El emperador que esto vido

empezóle de rogar

que le hiciese un placer,
295

que no fuese a pelear,

porque el moro era esforzado,

podríale maltratar,

-que aunque ánimo tengáis

la fuerza os podría faltar,
300

y el moro es diestro en armas,

vezado a pelear.

Valdovinos que esto oyó

empezóse a desviar

diciendo al emperador
305

licencia le fuese a dar,

y que si él no se la diese

que él se la quería tomar.

Cuando el emperador vido

que no lo podía excusar,
310

cuando llegaron sus armas

él mesmo le ayudó a armar:

diole licencia que fuese

con el moro a pelear.

Ya se parte Valdovinos,
315

ya se parte, ya se va,

ya es llegado a la guardia

do Calaínos está.

Calaínos que lo vido

empezóle así de hablar:
320

-Bien vengáis el francesico,

de Francia la natural,

si queréis vivir comigo

por paje os quiero llevar;

llevaros he a mis tierras
325

do placer podáis tomar.

Valdovinos que esto oyera

tal respuesta le fue a dar:

-Calaínos, Calaínos,

no debíades así de hablar,
330

que antes que de aquí me vaya

yo os lo tengo de mostrar

que aquí moriréis primero

que por paje me tomar.

Cuando el moro aquesto oyera
335

empezó así de hablar:

-Tórnate, el francesico,

a París, esa ciudad.

que si esa porfía tienes

caro te habrá de costar,
340

porque quien entra en mis manos

nunca puede bien librar.

Cuando el mancebo esto oyera

tornóle a porfiar

que se aparejase presto
345

que con él se ha de matar.

Cuando el moro vio al mancebo

de tal suerte porfiar,

díjole: -Vente, cristiano,

presto para me encontrar,
350

que antes que de aquí te vayas

conocerás la verdad,

que te fuera muy mejor

comigo no pelear.

Vanse el uno para el otro,
355

tan recio que es de espantar.

A los primeros encuentros

el mancebo en tierra está.

El moro cuando esto vido

luego se fue apear;
360

sacó un alfanje muy rico

para habelle de matar;

mas antes que le hiriese

le empezó de preguntar

quién o cómo se llamaba,
365

y si es de los doce pares.

El mancebo estando en esto

luego dijo la verdad,

que le llaman Valdovinos,

sobrino de don Roldán.
370

Cuando el moro tal oyó

empezóle de hablar:

-Por ser de tan pocos días,

y de esfuerzo singular

yo te quiero dar la vida,
375

y no te quiero matar;

mas quiérote llevar preso

porque te venga a buscar

tu buen pariente Oliveros,

y ese tu tío don Roldán,
380

y ese otro muy esforzado

Reinaldos de Montalván,

que por esos tres ha sido

mi venida a pelear.

Don Roldán allá do estaba
385

no hace sino sospirar,

viendo que el moro ha vencido

a Valdovinos el infante.

Sin más hablar con ninguno

don Roldán luego se parte
390

íbase para la guardia

para aquel moro matar.

El moro cuando lo vido

empezóle a preguntar

quién es o cómo se llama,
395

o si era de los doce pares.

Don Roldán cuando esto oyó

respondiérale muy mal:

-Esa razón, perro moro,

tú no me las has de tomar,
400

porque a ese a quien tú tienes

yo te lo haré soltar:

presto aparéjate, moro,

y empieza de pelear.

Vanse el uno para el otro
405

con un esfuerzo muy grande:

danse tan recios encuentros

que el moro caído ha;

Roldán que al moro vio en tierra

luego se fue apear:
410

-Dime tú, traidor de moro,

no me lo quieras negar:

¿cómo tú fuiste osado

de en toda Francia parar,

ni al buen viejo emperador,
415

ni a los doce desafiar?

¿Cuál diablo te engañó

cerca de París llegar?

El moro cuando esto oyera

tal respuesta le fue a dar:
420

-Tengo una cativa mora,

mujer de muy gran linaje:

requeríla yo de amores,

y ella me fue a demandar

que le diese tres cabezas
425

de París, esa ciudad:

que si éstas yo le llevo

comigo había de casar;

la una es de Oliveros,

la otra de don Roldán,
430

la otra del esforzado

Reinaldos de Montalván.

Don Roldán cuando esto oyera

así le empezó de hablar:

¡Mujer que tal te pedía
435

cierto te quería mal,

porque esas no son cabezas

que tú las puedes cortar!

mas porque a ti sea castigo,

y otro se haya de guardar
440

de desafiar a los doce,

ni venirlos a buscar,

echó mano a un estoque

para el moro matar.

La cabeza de los hombros
445

luego se la fue a cortar:

llevóla al emperador

y fuésela a presentar.

Los doce cuando esto vieron

toman placer singular
450

en ver así muerto al moro,

y por tal mengua le dar.

También trajo a Valdovinos

que él mismo lo fue a soltar.

Así murió Calaínos
455

en Francia la natural,

por manos del esforzado

el buen paladín Roldán.


Romance del conde Claros

Media noche era por filo,

los gallos querían cantar,

conde Claros con amores

no podía reposar;

dando muy grandes sospiros
5

que el amor le hacía dar,

por amor de Claraniña

no le deja sosegar.

Cuando vino la mañana

que quería alborear,
10

salto diera de la cama

que parece un gavilán.

Voces da por el palacio,

y empezara de llamar:

-Levantá, mi camarero,
15

dame vestir y calzar.

Presto estaba el camarero

para habérselo de dar:

diérale calzas de grana,

borceguís de cordobán;
20

diérale jubón de seda

aforrado en zarzahán;

diérale un manto rico

que no se puede apreciar;

trescientas piedras preciosas
25

al derredor del collar;

tráele un rico caballo

que en la corte no hay su par,

que la silla con el freno

bien valía una ciudad,
30

con trescientos cascabeles

al rededor del petral;

los ciento eran de oro,

y los ciento de metal,

y los ciento son de plata
35

por los sones concordar;

y vase para el palacio

para el palacio real.

A la infanta Claraniña

allí la fuera hallar,
40

trescientas damas con ella

que la van acompañar.

Tan linda va Claraniña,

que a todos hace penar.

Conde Claros que la vido
45

luego va descabalgar;

las rodillas por el suelo

le comenzó de hablar:

-Mantenga Dios a tu Alteza.

Conde Claros, bien vengáis.
50

Las palabras que prosigue

eran para enamorar:

-Conde Claros, conde Claros,

el señor de Montalván,

¡cómo habéis hermoso cuerpo
55

para con moros lidiar!

Respondiera el conde Claros,

tal respuesta le fue a dar:

-Mi cuerpo tengo, señora,

para con damas holgar:
60

si yo os tuviese esta noche,

señora a mi mandar,

otro día en la mañana

con cient moros pelear,

si a todos no los venciese
65

que me mandase matar.

-Calledes, conde, calledes,

y no os queráis alabar:

el que quiere servir damas

así lo suele hablar,
70

y al entrar en las batallas

bien se saben excusar.

-Si no lo creéis, señora,

por las obras se verá:

siete años son pasados
75

que os empecé de amar,

que de noche yo no duermo,

ni de día puedo holgar.

-Siempre os preciastes, conde,

de las damas os burlar;
80

mas déjame ir a los baños,

a los baños a bañar;

cuando yo sea bañada

estoy a vuestro mandar.

Respondiérale el buen conde,
85

tal respuesta le fue a dar:

-Bien sabedes vos, señora,

que soy cazador real;

caza que tengo en la mano

nunca la puedo dejar.
90

Tomárala por la mano,

para un vergel se van;

a la sombra de un aciprés,

debajo de un rosal,

de la cintura arriba
95

tan dulces besos se dan,

de la cintura abajo

como hombre y mujer se han.

Mas la fortuna adversa

que a placeres da pesar,
100

por ahí pasó un cazador,

que no debía de pasar,

detrás de una podenca,

que rabia debía matar.

Vido estar al conde Claros
105

con la infanta a bel holgar.

El conde cuando le vido

empezóle de llamar:

-Ven acá tú, el cazador,

así Dios te guarde de mal:
110

de todo lo que has visto

tú nos tengas poridad.

Darte he yo mil marcos de oro,

y si más quisieres, más;

casarte he con una doncella
115

que era mi prima carnal;

darte he en arras y en dote

la villa de Montalván:

de otra parte la infanta

mucho más te puede dar.
120

El cazador sin ventura

no les quiso escuchar:

vase por los palacios

ado el buen rey está.

-Manténgate Dios, el rey,
125

y a tu corona real:

una nueva yo te traigo

dolorosa y de pesar,

que no os cumple traer corona

ni en caballo cabalgar.
130

La corona de la cabeza

bien la podéis vos quitar,

si tal deshonra como ésta

la hubieseis de comportar,

que he hallado la infanta
135

con Claros de Montalván,

besándola y abrazando

en vuestro huerto real:

de la cintura abajo

como hombre y mujer se han.
140

El rey con muy grande enojo

al cazador mandó matar,

porque había sido osado

de tales nuevas llevar.

Mandó llamar sus alguaciles
145

apriesa, no de vagar,

mandó armar quinientos hombres

que le hayan de acompañar,

para que prendan al conde

y le hayan de tomar
150

y mandó cerrar las puertas,

las puertas de la ciudad.

A las puertas del palacio

allá le fueron a hallar,

preso llevan al buen conde
155

con mucha seguridad,

unos grillos a los pies,

que bien pesan un quintal;

las esposas a las manos,

que era dolor de mirar;
160

una cadena a su cuello,

que de hierro era el collar.

Cabálganle en una mula

por más deshonra le dar;

metiéronle en una torre
165

de muy gran escuridad:

las llaves de la prisión

el rey las quiso llevar,

porque sin licencia suya

nadie le pueda hablar.
170

Por él rogaban los grandes

cuantos en la corte están,

por él rogaba Oliveros,

por él rogaba Roldán,

y ruegan los doce pares
175

de Francia la natural;

y las monjas de Sant Ana

con las de la Trinidad

llevaban un crucifijo

para al buen rey rogar.
180

Con ellas va un arzobispo

y un perlado y cardenal;

mas el rey con grande enojo

a nadie quiso escuchar,

antes de muy enojado
185

sus grandes mandó llamar.

Cuando ya los tuvo juntos

empezóles de hablar:

-Amigos y hijos míos,

a lo que vos hice llamar,
190

ya sabéis que el Conde Claros,

el señor de Montalván,

de cómo le he criado

fasta ponello en edad,

y le he guardado su tierra,
195

que su padre le fue a dar,

el que morir no debiera,

Reinaldos de Montalván,

y por facelle yo más grande,

de lo mío le quise dar;
200

hícele gobernador

de mi reino natural.

Él por darme galardón,

mirad, en qué fue a tocar,

que quiso forzar la infanta,
205

hija mía natural.

Hombre que lo tal comete

¿qué sentencia le han de dar?

Todos dicen a una voz

que lo hayan de degollar,
210

y así la sentencia dada

el buen rey la fue a firmar.

El arzobispo que esto viera

al buen rey fue a hablar,

pidiéndole por merced
215

licencia le quiera dar

para ir a ver al conde

y su muerte le denunciar.

-Pláceme, dijo el buen rey,

pláceme de voluntad;
220

mas con esta condición:

que solo habéis de andar

con aqueste pajecico

de quien puedo bien fiar.

Ya se parte el arzobispo
225

y a las cárceles se va.

Las guardas desque lo vieron

luego le dejan entrar;

con él iba el pajecico

que le va a acompañar.
230

Cuando vido estar al conde

en su prisión y pesar,

las palabras que le dice

dolor eran de escuchar.

-Pésame de vos, el conde,
235

cuanto me puede pesar,

que los yerros por amores

dignos son de perdonar.

Por vos he rogado al rey,

nunca me quiso escuchar,
240

antes ha dado sentencia

que os hayan de degollar.

Yo vos lo dije, sobrino,

que vos dejásedes de amar,

que el que las mujeres ama
245

atal galardón le dan,

que haya de morir por ellas

y en las cárceles penar.

Respondiera el buen conde

con esfuerzo singular:
250

-Calledes por Dios, mi tío,

no me queráis enojar;

quien no ama las mujeres

no se puede hombre llamar;

mas la vida que yo tengo
255

por ellas quiero gastar.

Respondió el pajecico,

tal respuesta le fue a dar:

-Conde, bienaventurado

siempre os deben de llamar,
260

porque muerte tan honrada

por vos había de pasar;

más envidia he de vos, conde

que mancilla ni pesar:

más querría ser vos, conde,
265

que el rey que os manda matar,

porque muerte tan honrada

por mí hubiese de pasar.

Llaman yerro la fortuna

quien no la sabe gozar,
270

la priesa del cadahalso

vos, conde, la debéis dar;

si no es dada la sentencia

vos la debéis de firmar.

El conde que esto oyera
275

tal respuesta le fue a dar;

-Por Dios te ruego, el paje,

en amor de caridad,

que vayas a la princesa

de mi parte a le rogar,
280

que suplico a su Alteza

que ella me salga a mirar,

que en la hora de mi muerte

yo la pueda contemplar,

que si mis ojos la veen
285

mi alma no penará.

Ya se parte el pajecico,

ya se parte, ya se va,

llorando de los sus ojos

que quería reventar.
290

Topara con la princesa,

bien oiréis lo que dirá:

-Agora es tiempo, señora,

que hayáis de remediar,

que a vuestro querido el conde
295

lo lleven a degollar.

La infanta que esto oyera

en tierra muerta se cae;

damas, dueñas y doncellas

no la pueden retornar,
300

hasta que llegó su aya

la que la fue a criar.

-¿Qué es aquesto, la infanta?

aquesto, ¿qué puede estar?

-¡Ay triste de mí, mezquina,
305

que no sé qué puede estar!

¡que si al conde me matan

yo me habré desesperar!

-Saliésedes vos, mi hija,

saliésedes a lo quitar.
310

Ya se parte la infanta,

ya se parte, ya se va:

fuese para el mercado

donde lo han de sacar.

Vido estar el cadahalso
315

en que lo han de degollar,

damas, dueñas y doncellas

que lo salen a mirar.

Vio venir la gente de armas

que lo traen a matar,
320

los pregoneros delante

por su yerro publicar.

Con el poder de la gente

ella no podía pasar.

-Apartádvos, gente de armas,
325

todos me haced lugar,

si no... ¡por vida del rey,

a todos mande matar!

La gente que la conoce

luego le hace lugar,
330

hasta que llegó el conde

y le empezara de hablar:

-Esforzá, esforzá, el buen conde,

y no queráis desmayar,

que aunque yo pierda la vida,
335

la vuestra se ha de salvar.

El aguacil que esto oyera

comenzó de caminar;

vase para los palacios

adonde el buen rey está.
340

-Cabalgue la vuestra Alteza,

apriesa, no de vagar,

que salida es la infanta

para el conde nos quitar.

Los unos manda que maten,
345

y los otros enforcar:

si vuestra Alteza no socorre,

yo no puedo remediar.

El buen rey de que esto oyera

comenzó de caminar,
350

y fuese para el mercado

ado el conde fue a hallar.

-¿Qué es esto, la infanta?

aquesto, ¿qué puede estar?

¿La sentencia que yo he dado
355

vos la queréis revocar?

Yo juro por mi corona,

por mi corona real,

que si heredero tuviese

que me hubiese de heredar,
360

que a vos y al conde Claros

vivos vos haría quemar.

-Que vos me matéis, mi padre,

muy bien me podéis matar,

mas suplico a vuestra Alteza,
365

que se quiera él acordar

de los servicios pasados

de Reinaldos de Montalván,

que murió en las batallas,

por tu corona ensalzar:
370

por los servicios del padre

al hijo debes galardonar;

por malquerer de traidores

vos no le debéis matar,

que su muerte será causa
375

que me hayáis de disfamar.

Mas suplico a vuestra Alteza

que se quiera consejar,

que los reyes con furor

no deben de sentenciar,
380

porque el conde es de linaje

del reino más principal,

porque él era de los doce

que a tu mesa comen pan.

Sus amigos y parientes
385

todos te querrían mal,

revolver te hían guerra,

tus reinos se perderán.

El buen rey que esto oyera

comenzara a demandar:
390

-Consejo os pido, los míos,

que me queráis consejar.

Luego todos se apartaron

por su consejo tomar.

El consejo que le dieron,
395

que le haya de perdonar

por quitar males y bregas,

y por la princesa afamar.

Todos firman el perdón,

el buen rey fue a firmar:
400

también le aconsejaron,

consejo le fueron dar,

pues la infanta quería al conde,

con él haya de casar,

Ya desfierran al buen conde,
405

ya lo mandan desferrar:

descabalga de una mula,

el arzobispo a desposar.

Él tomóles de las manos,

así los hubo de juntar.
410

Los enojos y pesares

en placer hubieron de tornar.


Primer romance de don Gaiferos

Estábase la condesa

en el su estrado asentada,

tisericas de oro en mano,

su hijo afeitando estaba.

Palabras le está diciendo,
5

palabras de gran pesar,

las palabras tales eran

que al niño hacen llorar:

-Dios te dé barbas en rostro

y te haga barragane;
10

dete Dios ventura en armas

como al paladín Roldane,

porque vengases, mi hijo,

la muerte de vuestro padre:

matáronlo a traición
15

por casar con vuestra madre.

ricas bodas me hicieron

las cuales Dios no ha parte;

ricos paños me cortaron,

la reina no los ha tales.
20

Maguera pequeño el niño

bien entendido lo hae.

Allí respondió Gaiferos,

bien oiréis lo que dirae:

-Ruégole así a Dios del cielo
25

y a Santa María su Madre.

Oído lo había el conde

en los palacios do estáe.

-Calles, calles, la condesa,

boca mala sin verdade!
30

que yo no matara al conde,

ni lo hiciere matare,

mas tus palabras, condesa,

el niño las pagarae.

Mandó llamar escuderos,
35

criados son de su padre,

para que lleven al niño,

que lo lleven a matare.

La muerte que él les dijera

mancilla es de la escuchare:
40

-Córtenle el pie del estribo,

la mano del gavilane,

sáquenle ambos los ojos,

por más seguro andare,

y el dedo y el corazón
45

traédmelo por señale.

Ya lo llevan a Gaiferos,

ya lo llevan a matare,

hablan los escuderos

con mancilla que de él hane:
50

-¡Oh, válasme Dios del cielo

y Santa María su Madre!

si a este niño matamos,

¿qué galardón nos darane?

Ellos en aquesto estando,
55

no sabiendo qué harane,

vieron venir una perrita,

de la condesa su madre;

allí habló el uno de ellos,

bien oiréis lo que dirae:
60

-Matemos esta perrita

por nuestra seguridade,

saquémosle el corazón

y llevémoslo a Galvane,

cortémosle el dedo al chico,
65

por llevar mejor señale.

Ya toman a Gaiferos

para el dedo le cortare;

-Venid acá, vos, Gaiferos,

y querednos escuchare;
70

vos idos de aquesta tierra,

que no parezcáis aquí mase.

Ya le daban entre señas

el camino que harae:

-Iros heis de tierra en tierra
75

a do vuestro tío estáe.

Gaiferos, desconsolado,

por ese mundo se vae;

los escuderos se volvieron

para do estaba Galvane.
80

danle el dedo y corazón

y dicen que muerto lo hane.

La condesa que esto oyera

empezara a gritos dare,

lloraba de los sus ojos
85

que querría reventare.

Dejemos a la condesa

que muy grande llanto hace,

y digamos de Gaiferos,

del camino por do vae,
90

que de día ni de noche

no hace sino caminare,

hasta que llegó a la tierra

adonde su tío estáe.

Dícele de esta manera
95

y empezóle de hablare:

-Manténgaos Dios, el mi tío,

-Mi sobrino, bien vengaises,

¿qué buena venida es esta?

vos me la queráis contare.
100

-La venida que yo vengo

triste es y con pesare

que Galván, con grande enojo,

mandado me había matare;

mas lo que os ruego, mi tío,
105

y lo que os vengo a rogar,e

vamos a vengar la muerte

de vuestro hermano, mi padre;

matáronlo a traición

por casar con la mi madre.
110

-Sosegáos, el mi sobrino,

vos os queráis sosegare,

que la muerte de mi hermano

bien la iremos a vengare.

Ellos así estuvieron
115

dos años, y aún mase,

hasta que dijo Gaiferos

y empezara de hablare.


Segundo romance de don Gaiferos

-Vámonos, dijo, mi tío,

en París, esa ciudade,

en figura de romeros,

no nos conozca Galvane,

que si Galván nos conoce
5

mandaría nos matar.

Encima ropas de seda

vistamos las de sayale,

llevemos nuestras espadas,

por más seguros andare,
10

llevemos sendos bordones,

por la gente asegurare.

Ya se parten los romeros,

ya se parten, ya se vane,

de noche por los caminos,
15

de día por los jarales.

Andando por sus jornadas

a París llegado hane;

las puertas hallan cerradas,

no hallan por dónde entrare.
20

Siete vueltas la rodean

por ver si podrán entrare,

y al cabo de las ocho,

un postigo van a hallare.

Ellos que se vieron dentro
25

empiezan a demandare:

no preguntan por mesón,

ni menos por hospitale,

preguntan por los palacios

donde la condesa estáe;
30

y a las puertas del palacio

allí van a demandare.

Vieron estar la condesa

y empezaron de hablare:

-Dios te salve, la condesa.
35

-Los romeros, bien vengades.

-Mandedes nos dar limosna

por honor de caridade.

-Con Dios vades, los romeros,

que no os puedo nada dare,
40

que el conde me había mandado

a romeros no albergare.

-Dadnos limosna, señora,

que el conde no lo sabrae,

así la den a Gaiferos
45

en la tierra donde estáe.

Así como oyó Gaiferos,

comenzó de sospirare;

mandábales dar del vino

mandábales dar del pane.
50

Ellos en aquesto estando,

el conde llegado hae:

-¿Qué es aquesto, la condesa?

aquesto, ¿qué puede estare?

¿no os tenía yo mandado
55

a romeros no albergare?

Dijo y alzara su mano

puñada le fuera a dare,

que sus dientes menudicos

en tierra los fuera a echare.
60

Allí hablaran los romeros

y empezáronle de hablare:

-¡Por hacer bien la condesa

cierto no merece male!

-Calledes vos, los romeros,
65

no hayades vuestra parte.

Alzó Gaiferos su espada

un golpe le fue a dare

que la cabeza de sus hombros

en tierra la fue a echare.
70

Allí habló la condesa

llorando con gran pesare:

-¿Quién érades, los romeros,

que al conde fuistes matare?

Allí respondió el romero,
75

tal respuesta le fuera dare:

-Yo soy Gaiferos, señora,

vuestro hijo naturale.

-Aquesto no puede ser,

ni era cosa verdade,
80

que el dedo y el corazón

yo lo tengo por señale.

-El corazón que vos tenéis

en persona no fue a estare,

el dedo bien es aqueste,
85

aquí lo veréis faltare.

La condesa que esto oyera

empezóle de abrazare,

la tristeza que ella tiene

en placer se fue a tornare.
90


De Mérida sale el palmero...

De Mérida sale el palmero,

de Mérida, esa ciudade;

los pies llevaba descalzos,

las uñas corriendo sangre;

una esclavina trae rota,
5

que no valía un reale,

y debajo traía otra,

¡bien valía una ciudade!

que ni rey ni emperador

no alcanzaba otra tale.
10

Camino lleva derecho

de París, esa ciudade;

ni pregunta por mesón,

ni menos por hospitale,

pregunta por los palacios
15

del rey Carlos do estaen.

Un portero está a la puerta,

empezóle de hablare:

-Dígadesme tú, el portero,

el rey Carlos ¿dónde estáe?
20

El portero, que lo vido,

mucho maravillado se hae,

cómo un romero tan pobre

por el rey va a preguntare.

-Dígademeslo, señor,
25

de eso no tengáis pesare.

-En misa está, buen palmero,

allá en San Juan de Letrane:

dice misa un arzobispo,

y la oficia un cardenale.
30

El palmero que lo oyera,

íbase para San Juane;

en entrando por la puerta,

bien veréis lo que haráe:

humillóse a Dios del cielo
35

y a Santa María, su madre,

humillóse al arzobispo,

humillóse al cardenale,

porque decía la misa,

no porque merecía mase,
40

humillóse al Emperador

y a su corona reale,

humillóse a los doce

que a una mesa comen pane.

No se humilla a Oliveros,
45

ni menos a don Roldane,

porque un sobrino que tienen

en poder de moros estáe,

y pudiéndolo hacer,

no lo van a rescatare.
50

De que aquesto vio Oliveros,

de que aquesto vio Roldane,

sacan ambos las espadas,

para el palmero se vane.

con su bordón el palmero
55

su cuerpo va a mamparare.

Allí hablara el buen rey,

bien oiréis lo que diráe:

-Tate, tate, Oliveros,

tate, tate, don Roldane,
60

o este palmero es loco,

o viene de sangre reale.

Tomárale por la mano,

y empiézale de hablare:

-Dígasme tú, el palmero,
65

no me niegues la verdade,

¿en qué año y en qué mes

pasaste aguas de la mare?

-En el mes de mayo, señor,

yo las fuera a pasare;
70

porque yo me estaba un día

a orillas de la mare,

en el huerto de mi padre

por haberme de holgare,

cautiváronme los moros,
75

pasáronme allende el mare,

a la Infanta de Sansueña

me fueron a presentare;

la infanta, cuando me vido,

de mí se fue a enamorare.
80

La vida que yo tenía,

rey, quieroósla yo contare:

en la su mesa comía,

y en su cama me iba a echare.

Allí hablara el buen rey,
85

bien oiréis lo que diráe:

-Tal cautividad como esa

quien quiera la tomaráe.

Dígasme tú, el palmerico,

si la iría yo a ganare.
90

-No vades allá, el buen rey,

buen rey, no vades alláe,

porque Mérida es muy fuerte,

bien se vos defenderáe.

Trescientos castillos tiene,
95

que es cosa de los mirare,

que el menor de todos ellos

bien se os defenderáe.

Allí hablara Oliveros,

allí habló don Roldane:
100

-Miente, señor, el palmero,

miente y no dice verdade,

que en Mérida no hay cien castillos,

ni noventa a mi pensare,

y estos que Mérida tiene
105

no tien quien los defensare,

que ni tenían señor,

ni menos quien los guardare.

Desque esto oyó el palmero,

movido con gran pesare,
110

alzó su mano derecha,

dio un bofetón a Roldane.

Allí hablara el rey,

con furia y con gran pesare:

-Tomadle, la mi justicia,
115

y llevédeslo a ahorcare.

Tomádolo ha la justicia

para haberlo de justiciare;

y aun allá al pie de la horca

el palmero fuera hablare:
120

-¡Oh mal hubieses, rey Carlos!

Dios te quiera hacer male,

que un hijo solo que tienes

tú le mandas ahorcare.

Oídolo había la reina,
125

que se le paró a mirare;

-Dejeslo, la justicia,

no le queráis hacer male,

que si él era mi hijo

encubrir no se podráe,
130

que en un lado ha de tener

un extremado lunare.

Ya le llevan a la reina,

ya se lo van a llevare;

desnúdanle una esclavina
135

que no valía un reale,

ya le desnudaban otra

que valía una ciudade;

halládole han al infante,

hallado le han la señale.
140

Alegrías se hicieron

no hay quien las pueda contare.


Romance del infante vengador

Helo, helo, por do viene

el infante vengador,

caballero a la gineta

en caballo corredor,

su manto revuelto al brazo,
5

demudada la color,

y en la su mano derecha

un venablo cortador;

con la punta del venablo

sacaría un arador,
10

siete veces fue templado

en la sangre de un dragón,

y otras tantas afilado

porque cortase mejor,

el hierro fue hecho en Francia
15

y el asta en Aragón.

Perfilándoselo iba

en las alas de su halcón.

Iba buscar a don Cuadros,

a don Cuadros el traidor.
20

Allá le fuera a hallar

junto del Emperador,

la vara tiene en la mano,

que era justicia mayor.

Siete veces lo pensaba
25

si lo tiraría o no,

y al cabo de las ocho

el venablo le arrojó.

Por dar al dicho don Cuadros,

dado ha al Emperador,
30

pasado le ha manto y sayo,

que era de un tornasol,

por el suelo ladrillado

más de un palmo lo metió.

Allí le habló el rey,
35

bien oiréis lo que habló:

-¿Por qué me tiraste, infante?

¿Por qué me tiras, traidor?

-Perdóneme tu alteza,

que no tiraba a ti, no,
40

tiraba al traidor de Cuadros,

ese falso engañador,

que siete hermanos que tenía

no ha dejado, si a mí no.

Por eso delante de ti,
45

buen rey, lo desafío yo.

Todos fían a don Cuadros

y al infante no fían, no,

sino fuera una doncella,

hija es del Emperador,
50

que los tomó por la mano

y en el campo los metió.

A los primeros encuentros

Cuadros en tierra cayó.

Apeárase el infante,
55

la cabeza le cortó

y tomárala en su lanza

y al buen rey la presentó.

De que aquesto vido el rey

con su hija le casó.
60


Romance del conde Lombardo

En aquellas peñas pardas,

en las sierras de Moncayo

fue do el rey mandó prender

al conde Grifos Lombardo,

porque forzó una doncella
5

camino de Santiago,

la cual era hija de un duque,

sobrina del Padre Santo.

Quejábase ella del fuerzo,

quéjase el conde del grado;
10

allá van a tener pleito

delante de Carlo Magno,

y mientras el pleito dura

al conde han encarcelado

con grillones a los pies,
15

sus esposas en las manos,

una gran cadena al cuello

con eslabones doblados;

la cadena era muy larga,

rodea todo el palacio,
20

allá se abre y se cierra

en la sala del rey Carlos.

Siete condes la guardaban,

todos se han juramentado

que si el conde se revuelve,
25

todos serán a matarlo.

Ellos estando en aquesto,

cartas habían llegado

para que casen la infanta

con el conde encarcelado.
30


Romance de Valdovinos

-¡Nuño Vero, Nuño Vero,

buen caballero probado!

hinquedes la lanza en tierra

y arrendedes el caballo,

preguntaros he por nuevas
5

de Valdovinos el franco.

-Aquesas nuevas, señora,

yo vos las diré de grado:

Esta noche, a media noche,

entramos en cabalgada
10

y los muchos a los pocos

lleváronnos de arrancada.

Hirieron a Valdovinos

de una mala lanzada,

la lanza tenía dentro,
15

de fuera le tiembla el asta;

su tío, el Emperador,

a penitencia le daba;

o esta noche morirá,

o de buena madrugada.
20

Si te plugiese, Sevilla,

fueses tú mi enamorada;

amédesme, señora,

que en ello perderéis nada.

-¡Nuño Vero, Nuño Vero,
25

mal caballero probado!

yo te pregunto por nuevas,

tú respóndesme al contrario,

que aquesta noche pasada

conmigo durmiera el franco;
30

él me diera una sortija,

y yo le di un pendón labrado.


Romance de Moriana y Galván

¡Arriba, canes, arriba!

¡que mala rabia os mate!

En jueves matáis el puerco

y en viernes coméis la carne.

Ya hace hoy los siete años
5

que ando por aqueste valle,

pues traigo los pies descalzos,

las uñas corriendo sangre;

pues como las carnes crudas

y bebo la roja sangre.
10

Busco, triste, a Moriana,

la hija del emperante,

pues me la han tomado moros,

mañanica de Sant Juane

cogiendo rosas y flores
15

en un vergel de su padre.

Oído lo ha Moriana,

que en brazos del moro estáe,

las lágrimas de sus ojos

al moro dan en la faze.
20


Romance del Soldán de Babilonia

Del Soldán de Babilonia,

de ese os quiero decir,

que le dé Dios mala vida

y a la postre peor fin.

Armó naves y galeras,
5

pasan de sesenta mil,

para ir a dar combate

a Narbona la gentil.

Allá va a echar áncoras,

allá al puerto de Sant Gil,
10

donde han cautivado al conde,

al conde Benalmeniquí;

deciéndenlo de una torre,

cabálganlo en un rocín,

la cola le dan por riendas,
15

por más deshonrado ir.

Cien azotes dan al conde,

y otros tantos al rocín:

al rocín, porque anduviese,

al conde, por lo rendir.
20

La condesa que lo supo,

sáleselo a recibir:

-Pésame de vos, señor,

conde, de veros así,

daré yo por vos, el conde,
25

las doblas sesenta mil,

y si no bastaren, conde,

a Narbona la gentil,

si esto no bastare, el conde,

a tres hijas que yo parí:
30

yo las pariera, buen conde,

y vos las hubistes en mí,

y si no bastare, conde,

señor, védesme aquí a mí.

-Muchas mercedes, condesa,
35

por vuestro tan buen decir;

no dedes por mí, señora,

tan sólo un maravedí,

que heridas tengo de muerte,

dellas no puedo guarir.
40

Adiós, adiós, la condesa,

que ya me mandan ir de aquí.

-Váyades con Dios, el conde,

y con la gracia de Sant Gil,

Dios os eche en vuestra suerte
45

a ese Soldán paladín.


Romance de Bobalías

Durmiendo está el rey Almanzor

a un sabor a tan grande,

los siete reyes de moros

no lo osaban acordare,

recordólo Bobalías,
5

Bobalías el infante:

-Si dormides, el mi tío,

si dormides, recordad,

mandadme dar las escalas

que fueron del rey, mi padre,
10

y dadme los siete mulos

que las habían de llevar,

y me deis los siete moros

que las habían de armar,

que amores de la condesa
15

yo no los puedo olvidar.

-Malas mañas has, sobrino,

no las puedes ya dejar:

al mejor sueño que duermo

luego me has de recordar.
20

Ya le dan las escalas

que fueron del rey, su padre,

ya le dan los siete mulos

que las habían de llevar,

ya le dan los siete moros
25

que las habían de armar.

A paredes de la condesa,

allá las fueron a echar,

allá, al pie de una torre,

y arriba subido han;
30

en brazos del conde Almenique

la condesa van a hallar,

el infante la tomó,

y con ella ido se han.


Romance de Bovalías

Por las sierras de Moncayo

vi venir un renegado:

Bobalías ha por nombre,

Bobalías el pagano;

siete veces fuera moro
5

y otras tantas mal cristiano

y al cabo de las ocho

engañólo su pecado,

que dejó la fe de Cristo,

la de Mahoma ha tomado.
10

Este fuera el mejor moro

que de allende había pasado.

Cartas le fueron venidas

que Sevilla está en un llano;

arma naos y galeras,
15

gente de a pie y de a caballo,

por Guadalquivir arriba

su pendón llevan alzado.

En el campo de Tablada

su real había asentado
20

con trescientas de las tiendas

de seda, oro y brocado;

en medio de todas ellas

está la del renegado:

encima, en el chapitel,
25

estaba un rubí preciado,

tanto relumbra de noche

como el sol en día claro.


Domingo era de Ramos...

Domingo era de Ramos,

la Pasión quieren decir,

cuando moros y cristianos

todos entran en la lid.

Ya desmayan los franceses,
5

ya comienzan de huir;

¡oh, cuán bien los esforzaba

ese Roldán paladín!

-¡Vuelta, vuelta, los franceses,

con corazón a la lid!,
10

¡más vale morir por buenos

que deshonrados vivir!

Ya volvían los franceses

con corazón a la lid,

a los encuentros primeros
15

mataron sesenta mil.

Por las sierras de Altamira

huyendo va el rey Marsín,

caballero en una cebra,

no por mengua de rocín.
20

La sangre que de él corría

las yerbas hace teñir,

las voces que iba dando

al cielo quieren subir:

-¡Reniego de ti, Mahoma,
25

y de cuanto hice por ti!

Hícete cuerpo de plata,

pies y manos de un marfil,

hícete casa de Meca

donde adorasen en ti,
30

y por más te honrar, Mahoma,

cabeza de oro te fiz.

Sesenta mil caballeros

a ti te los ofrecí,

mi mujer, la reina mora,
35

te ofreció otros treinta mil.


Romance del conde Guarinos

¡Mala la visteis, franceses,

la caza de Roncesvalles!

Don Carlos perdió la honra,

murieron los doce Pares,

cativaron a Guarinos
5

almirante de las mares:

los siete reyes de moros

fueron en su cativare.

Siete veces echan suertes

cuál de ellos lo ha de llevare;
10

todas siete le cupieron

a Marlotes el infante.

Más lo preciara Marlotes

que Arabia con su ciudade.

Dícele de esta manera,
15

y empezóle de hablare:

-Por Alá te ruego, Guarinos,

moro te quieras tornar;

de los bienes de este mundo

yo te quiero dar asaz.
20

De dos hijas que yo tengo

yo te las quería dare,

la una para el vestir,

para vestir y calzare,

la otra para tu mujer,
25

tu mujer la naturale.

Darte he en arras y dote

Arabia con su ciudad;

si más quisieses, Guarinos,

mucho más te quiero dare.
30

Allí hablara Guarinos,

bien oiréis lo que dirá:

-¡No lo mande Dios del cielo

ni Santa María su Madre,

que deje la fe de Cristo
35

por la de Mahoma tomar,

que esposica tengo en Francia,

con ella entiendo casar!

Marlotes con gran enojo

en cárceles lo manda echar
40

con esposas a las manos

porque pierda el pelear;

el agua fasta la cinta

porque pierda el cabalgar;

siete quintales de fierro
45

desde el hombro al calcañar.

En tres fiestas que hay en el año

le mandaba justiciar;

la una Pascua de Mayo,

la otra por Navidad,
50

la otra Pascua de Flores,

esta fiesta general.

Vanse días, vienen días,

venido era el de Sant Juan,

donde cristianos y moros
55

hacen gran solemnidad.

Los cristianos echan juncia,

y los moros arrayán;

los judíos echan eneas

por la fiesta más honrar.
60

Marlotes con alegría

un tablado mandó armar,

ni más chico ni más grande,

que al cielo quiere llegar.

Los moros con alegría
65

empiezan de le de tirar:

tira el uno, tira el otro,

no llegan a la mitad.

Marlotes con enconía

un plegón mandara dar,
70

que los chicos no mamasen,

ni los grandes coman pan,

fasta que aquel tablado

en tierra haya de estar.

Oyó el estruendo Guarinos
75

en las cárceles do está:

-¡Oh válasme Dios del cielo

y Santa María su Madre!

o casan hija de rey,

o la quieren desposar,
80

o era venido el día

que me quieren justiciar.

Oídolo ha el carcelero

que cerca se fue a hallar:

-No casan hija de rey,
85

ni la quieren desposar,

ni es venida la Pascua

que te suelen azotar;

mas era venido un día,

el cual llaman de Sant Juan,
90

cuando los que están contentos

con placer comen su pan.

Marlotes de gran placer

un tablado mandó armar;

el altura que tenía
95

al cielo quiere llegar.

Hanle tirado los moros,

no le pueden derribar;

Marlotes de enojado

un pregón mandara dar,
100

que ninguno no comiese

hasta habello derribar.

Allí respondió Guarinos,

bien oiréis qué fue a hablar:

-Si vos me dais mi caballo,
105

en que solía cabalgar,

y me diésedes mis armas,

las que yo solía armar,

y me diésedes mi lanza,

la que solía llevar,
110

aquellos tablados altos

yo los entiendo derribar,

y si no los derribase

que me mandasen matar.

El carcelero que esto oyera
115

comenzóle de hablar:

-¡Siete años había, siete

que estás en este lugar,

que no siento hombre del mundo

que un año pudiese estar,
120

y aún dices que tienes fuerzas

para el tablado derribar!

Mas espera tú, Guarinos,

que yo lo iré a contar

a Marlotes el infante
125

por ver lo que me dirá.

Ya se parte el carcelero,

ya se parte, ya se va;

siendo cerca del tablado

a Marlotes hablado ha:
130

-Una nueva vos traía

queráismela escuchar:

sabed que aquel prisionero

aquesto dicho me ha:

que si le diesen su caballo,
135

el que solía cabalgar,

y le diesen las sus armas,

que él se solía armar,

que aquestos tablados altos

él los entiende derribar.
140

Marlotes de que esto oyera

de allí lo mandó sacar;

por mirar si en caballo

él podría cabalgar,

mandó buscar su caballo,
145

y mandáraselo dar,

que siete años son pasados

que andaba llevando cal.

Armáronlo de sus armas,

que bien mohosas están.
150

Marlotes desque lo vido

con reír y con burlar

dice que vaya al tablado

y lo quiera derribar.

Guarinos con grande furia
155

un encuentro le fue a dar,

que más de la mitad dél

en el suelo lo fue a echar.

Los moros de que esto vieron

todos le quieren matar;
160

Guarinos como esforzado

comenzó de pelear

con los moros, que eran tantos,

que el sol querían quitar.

Peleara de tal suerte
165

que él se hubo de soltar,

y se fuera a su tierra

a Francia la natural:

grandes honras le hicieron

cuando le vieron llegar.
170


Romance de don Beltrán

En los campos de Alventosa

mataron a don Beltrán,

nunca lo echaron de menos

hasta los puertos pasar.

Siete veces echan suertes
5

quién lo volverá a buscar,

todas siete le cupieron

al buen viejo de su padre;

las tres fueron por malicia

y las cuatro con maldad.
10

Vuelve riendas al caballo

y vuélveselo a buscar,

de noche por el camino,

de día por el jaral.

Por la matanza va el viejo,
15

por la matanza adelante;

los brazos lleva cansados

de los muertos rodear,

no hallaba al que busca,

ni menos la su señal;
20

vido todos los franceses

y no vido a don Beltrán.

Maldiciendo iba el vino,

maldiciendo iba el pan,

el que comían los moros,
25

que no el de la cristiandad,

maldiciendo iba el árbol

que solo en el campo nace,

que todas las aves del cielo

allí se vienen a asentar,
30

que de rama ni de hoja

no le dejaban gozar;

maldiciendo iba el caballero

que cabalgaba sin paje:

si se le cae la lanza
35

no tiene quién se la alce,

y si se le cae la espuela

no tiene quién se la calce;

maldiciendo iba la mujer

que tan sólo un hijo pare:
40

si enemigos se lo matan

no tiene quién lo vengar.

A la entrada de un puerto,

saliendo de un arenal,

vido en esto estar un moro
45

que velaba en un adarve;

hablóle en algarabía,

como aquel que bien la sabe:

-Por Dios te ruego, el moro,

me digas una verdad:
50

caballero de armas blancas

si lo viste acá pasar,

y si tú lo tienes preso,

a oro te lo pesarán,

y si tú lo tienes muerto
55

désmelo para enterrar,

pues que el cuerpo sin el alma

sólo un dinero no vale.

-Ese caballero, amigo,

dime tú qué señas trae.
60

-Blancas armas son las suyas,

y el caballo es alazán,

en el carrillo derecho

él tenía una señal,

que siendo niño pequeño
65

se la hizo un gavilán.

-Este caballero, amigo,

muerto está en aquel pradal;

las piernas tiene en el agua,

y el cuerpo en el arenal;
70

siete lanzadas tenía

desde el hombro al carcañal,

y otras tantas su caballo

desde la cincha al pretal.

No le des culpa al caballo,
75

que no se la puedes dar,

que siete veces lo sacó

sin herida y sin señal,

y otras tantas lo volvió

con gana de pelear.
80


Romance de doña Alda

En París está doña Alda,

la esposa de don Roldán.

trescientas damas con ella

para la acompañar:

todas visten un vestido,
5

todas calzan un calzar,

todas comen a una mesa,

todas comían de un pan,

si no era sola doña Alda

que era la mayoral;
10

las ciento hilaban oro,

las ciento tejen cendal,

las ciento instrumentos tañen

para doña Alda holgar.

Al son de los instrumentos
15

doña Alda adormido se ha,

ensoñado había un sueño,

un sueño de gran pesar.

Recordó despavorida

y con un pavor muy grande,
20

los gritos daba tan grandes

que se oían en la ciudad.

Allí hablaron sus doncellas,

bien oiréis lo que dirán:

-¿Qué es aquesto, mi señora?
25

¿quién es el que os hizo mal?

-Un sueño soñé, doncellas,

que me ha dado gran pesar:

que me veía en un monte

en un desierto lugar;
30

bajo los montes muy altos

un azor vide volar;

tras dél viene una aguililla

que lo afincaba muy mal.

El azor, con grande cuita,
35

metióse so mi brial,

el aguililla, con grande ira,

de allí lo iba a sacar;

con las uñas lo despluma,

con el pico lo deshace.
40

Allí habló su camarera,

bien oiréis lo que dirá:

-Aquese sueño, señora,

bien os lo entiendo soltar:

el azor es vuestro esposo
45

que viene de allende el mar,

el águila sedes vos,

con la cual ha de casar,

y aquel monte es la iglesia

donde os han de velar.
50

-Si así es, mi camarera,

bien te lo entiendo pagar.

Otro día de mañana

cartas de fuera le traen;

tintas venían de dentro,
55

de fuera escritas con sangre,

que su Roldán era muerto

en la caza de Roncesvalles.


Romance de Tarquino y Lucrecia

Aquel rey de los romanos

que Tarquino se llamaba

namoróse de Lucrecia,

la noble y casta romana,

y para dormir con ella
5

una gran traición pensaba.

Vase muy secretamente

a donde Lucrecia estaba;

cuando en su casa lo vido

como a rey lo aposentaba.
10

A hora de medianoche

Tarquino se levantaba.

Vase para su aposento,

a donde Lucrecia estaba,

a la cual halló durmiendo
15

de tal traición descuidada.

En llegando cerca de ella

desenvainó su espada

y a los pechos se la puso;

de esta manera le habla:
20

-Yo soy aquel rey Tarquino,

rey de Roma la nombrada,

el amor que yo te tengo

las entrañas me traspasa;

si cumples mi voluntad
25

serás rica y estimada,

si no, yo te mataré

con el cruel espada.

-Eso no haré yo, el rey,

sí la vida me costara,
30

que más la quiero perder

que no vivir deshonrada.

Como vido el rey Tarquino

que la muerte no bastaba,

acordó de otra traición,
35

con ella la amenazaba:

-Si no cumples mi deseo,

como yo te lo rogaba,

yo te mataré, Lucrecia,

con un negro de tu casa,
40

y desque muerto lo tenga

echarlo he en la tu cama;

yo diré por toda Roma

que ambos juntos os tomara.

Después que esto oyó Lucrecia
45

que tan gran traición pensaba,

cumplióle su voluntad

por no ser tan deshonrada.

Cuando Tarquino hubo hecho

lo que tanto deseaba
50

muy alegre y muy contento

para Roma se tornaba.

Lucrecia quedó muy triste

en verse tan deshonrada;

enviara muy aprisa
55

con un siervo de su casa

a llamar a su marido

porque allá en Roma se estaba.

Cuando ante sí lo vido

de esta manera le habla:
60

-¡Oh!, mi amado Colatino,

ya es perdida la mi fama,

que pisadas de hombre ajeno

han hollado la tu cama:

el soberbio rey Tarquino
65

vino anoche a tu posada,

recibíle como a rey

y dejóme violada.

Yo me daré tal castigo

como adúltera malvada
70

porque ninguna matrona

por mi ejemplo sea mala.

Estas palabras diciendo

echa mano de una espada

que muy secreta traía
75

debajo de la su halda,

y a los pechos se la pone

que lástima era mirarla.

Luego allí, en aquel momento,

muerta cae la romana.
80

Su marido, que la viera,

amargamente lloraba;

sacóle de aquella herida

aquella sangrienta espada,

y en su mano la tenía
85

y a los sus dioses juraba

de matar al rey Tarquino

y quemarle la su casa.

En un monumento negro

el cuerpo a Roma llevaba
90

y púsola descubierto

en medio de una gran plaza,

de los sus ojos llorando,

de la su boca hablaba:

-¡Oh, romanos!, ¡Oh, romanos!
95

doleos de mi triste fama,

que el soberbio rey Tarquino

ha forzado esta romana

y por esta gran deshonra

ella misma se matara.
100

Ayudadme a la vengar

su muerte tan desastrada.

Desque aquesto vido el pueblo

todos en uno se armaban,

y vanse para el palacio
105

donde el rey Tarquino estaba

danle mortales heridas

y quemáronle su casa.


Romance de Vergilios

Mandó el rey prender Vergilios

y a buen recaudo poner,

por una traición que hizo

en los palacios del rey:

porque forzó una doncella
5

llamada doña Isabel.

Siete años lo tuvo preso,

sin que se acordase de él,

y un domingo estando en misa

mientes se le vino de él.
10

-Mis caballeros, Vergilios,

¿qué se había hecho de él?

Allí habló un caballero

que a Vergilios quiere bien:

-Preso lo tiene tu alteza
15

y en tus cárceles lo tien.

-Vía, a comer, mis caballeros,

caballeros, vía, a comer,

después que hayamos comido

a Vergilios vamos ver.
20

Allí hablara la reina:

-Yo no comeré sin él.

A las cárceles se van

adonde Vergilios es.

-¿Qué hacéis aquí, Vergilios?
25

Vergilios ¿aquí qué hacéis?

-Señor, peino mis cabellos

y las mis barbas también:

aquí me fueron nacidas,

aquí me han encanecer,
30

que hoy se cumplen siete años

que me mandaste prender.

-Calles, calles tú, Vergilios,

que tres faltan para diez.

-Señor, si manda tu alteza,
35

toda mi vida estaré.

-Vergilios, por tu paciencia

conmigo irás a comer.

-Rotos tengo mis vestidos,

no estoy para parecer.
40

-Yo te los daré, Vergilios,

yo dártelos mandaré.

Plúgole a los caballeros

y a las doncellas también;

mucho más plugo a una dueña
45

llamada doña Isabel.

Llaman un arzobispo,

ya la desposan con él.

Tomárala por la mano

y llévasela a un vergel.
50


Romance del prisionero

Por el mes era de mayo

cuando hace la calor,

cuando canta la calandria

y responde el ruiseñor,

cuando los enamorados
5

van a servir al amor,

sino yo, triste cuitado,

que vivo en esta prisión,

que ni sé cuándo es de día,

ni cuándo las noches son,
10

sino por una avecilla

que me cantaba al albor.

Matómela un ballestero

¡Dele Dios mal galardón!

Cabellos de mi cabeza
15

lléganme al corvejón,

los cabellos de mi barba

por manteles tengo yo;

las uñas de las mis manos

por cuchillo tajador.
20

Si lo hacía el buen rey,

hácelo como señor,

si lo hace el carcelero,

hácelo como traidor.

Mas quien ahora me diese
25

un pájaro hablador,

siquiera fuese calandria,

o tordico, o ruiseñor,

criado fuese entre damas

y avezado a la razón,
30

que me lleve una embajada

a mi esposa Leonor:

que me envíe una empanada,

no de trucha, ni salmón,

sino de una lima sorda
35

y de un pico tajador:

la lima para los hierros

y el pico para el torreón.

Oídolo había el rey,

mandóle quitar la prisión.
40


La ermita de San Simón

En Sevilla está una ermita

cual dicen de San Simón,

adonde todas las damas

iban a hacer oración.

Allá va la mi señora,
5

sobre todas la mejor,

saya lleva sobre saya,

mantillo de un tornasol,

en la su boca muy linda

lleva un poco de dulzor,
10

en la su cara muy blanca

lleva un poco de color,

y en los sus ojuelos garzos

lleva un poco de alcohol,

a la entrada de la ermita,
15

relumbrando como el sol.

El abad que dice misa

no la puede decir, no,

monacillos que le ayudan

no aciertan responder, no,
20

por decir: amén, amén,

decían: amor, amor.


Romance de Fontefrida

Fontefrida, Fontefrida,

Fontefrida y con amor,

do todas las avecicas

van tomar consolación,

sino es la tortolica
5

que está viuda y con dolor.

Por allí fuera a pasar

el traidor del ruiseñor,

las palabras que le dice

llenas son de traición:
10

-Si tú quisieses, señora,

yo sería tu servidor.

-Vete de ahí, enemigo,

malo, falso, engañador,

que ni poso en ramo verde,
15

ni en prado que tenga flor,

que si el agua hallo clara,

turbia la bebía yo;

que no quiero haber marido,

porque hijos no haya, no;
20

no quiero placer con ellos,

ni menos consolación.

¡Déjame, triste enemigo,

malo, falso, mal traidor,

que no quiero ser tu amiga
25

ni casar contigo, no!


Yo me levantara, madre...

Yo me levantara, madre,

mañanica de San Juan,

vide estar una doncella

ribericas de la mar.

Sola lava y sola tuerce,
5

sola tiende en un rosal;

mientras los paños se enjugan

dice la niña un cantar:

-¿Dó los mis amores, dó los,

¿dó los andaré a buscar?
10

Mar abajo, mar arriba,

diciendo iba el cantar,

peine de oro en las sus manos

por sus cabellos peinar:

-Dígasme tú, el marinero,
15

sí, Dios te guarde de mal,

si los viste mis amores,

si los viste allá pasar.


Romance de Rosa fresca

-Rosa fresca, rosa fresca,

tan garrida y con amor,

cuando yo os tuve en mis brazos

no vos supe servir, no,

y ahora que os serviría
5

no vos puedo haber, no.

-Vuestra fue la culpa, amigo,

vuestra fue, que mía no:

enviástesme una carta

con un vuestro servidor
10

y en lugar de recaudar

él dijera otra razón:

que érades casado, amigo,

allá en tierras de León,

que tenéis mujer hermosa
15

y hijos como una flor.

-Quien os lo dijo, señora,

no vos dijo verdad, no,

que yo nunca entré en Castilla

ni allá en tierras de León,
20

sino cuando era pequeño

que no sabía de amor.


Romance (Juan de Ribera)

Paseábase el buen conde

todo lleno de pesar,

cuentas negras en sus manos

do suele siempre rezar,

palabras tristes diciendo,
5

palabras para llorar:

-Véoos, hija, crecida,

y en edad para casar;

el mayor dolor que siento

es no tener que os dar.
10

-Calledes, padre, calledes,

no debéis tener pesar,

que quien buena hija tiene

rico se debe llamar,

y el que mala la tenía
15

viva la puede enterrar,

pues amengua su linaje

que no debiera amenguar,

y yo, si no me casare,

en religión puedo entrar.
20


Romance de Rico Franco

A caza iban, a caza,

los cazadores del rey,

ni fallaban ellos caza,

ni fallaban qué traer.

Perdido habían los halcones,
5

¡mal los amenaza el rey!

Arrimáranse a un castillo

que se llamaba Mainés.

Dentro estaba una doncella

muy fermosa y muy cortés;
10

siete condes la demandan,

y así facen tres reyes.

Robárala Rico Franco,

Rico Franco aragonés;

llorando iba la doncella
15

de sus ojos tan cortés.

Falábala Rico Franco,

Rico Franco aragonés:

-Si lloras tu padre o madre,

nunca más vos los veréis,
20

si lloras los tus hermanos,

yo los maté todos tres.

-Ni lloro padre ni madre,

ni hermanos todos tres,

mas lloro la mí ventura
25

que no sé cuál ha de ser.

Prestédesme, Rico Franco,

vuestro cuchillo lugués,

cortaré fitas al manto,

que no son para traer.
30

Rico Franco de cortese

por las cachas lo fue tender,

la doncella, que era artera,

por los pechos se lo fue a meter;

así vengó padre y madre,
35

y aun hermanos todos tres.


Romance de Marquillos

¡Cuán traidor eres, Marquillos!

¡Cuán traidor de corazón!

Por dormir con tu señora

habías muerto a tu señor.

Desque lo tuviste muerto
5

quitástele el chapirón;

fuéraste al castillo fuerte

donde está la Blanca Flor.

-Ábreme, linda señora,

que aquí viene mi señor;
10

si no lo quieres creer,

veis aquí su chapirón.

Blanca Flor, desque lo viera,

las puertas luego le abrió;

echóle brazos al cuello,
15

allí luego la besó;

abrazándola y besando

a un palacio la metió.

-Marquillos, por Dios te ruego

que me otorgases un don:
20

que no durmieses conmigo

hasta que rayase el sol.

Marquillos, como es hidalgo,

el don luego le otorgó;

como viene tan cansado
25

en llegado se adurmió.

Levantóse muy ligera

la hermosa Blanca Flor,

tomara cuchillo en mano

y a Marquillos degolló.
30


Romance del conde Alemán

A tan alta va la luna

como el sol a mediodía,

cuando el buen conde Alemán

con esa dama dormía.

No lo sabe hombre nacido
5

de cuantos en la corte había,

si no sólo era la infanta,

aquesa infanta su hija.

Así su madre le hablaba,

desta manera decía:
10

-Cuanto viéredes tú, infanta,

cuanto vierdes, encobridlo;

daros ha el conde Alemán

un manto de oro fino.

-¡Mal fuego queme, madre,
15

ese manto de oro fino,

cuando en vida de mi padre

tuviese padrastro vivo!

De allí se fuera llorando;

el rey su padre la ha visto:
20

-¿Por qué lloráis, la infanta?

decid ¿quién llorar os hizo?

-Yo me estaba aquí comiendo,

comiendo sopas en vino,

entró el conde Alemán,
25

y echólas por el vestido.

-Calléis, mi hija, calléis,

no toméis de eso pesar,

que el conde es niño y muchacho,

hacerlo ha por burlar.
30

-¡Mal fuego quemase, padre,

tal reír y tal burlar!

Cuando me tomó en sus brazos,

conmigo quiso holgar.

-Si él os tomó en sus brazos
35

y con vos quiso holgar,

en antes que el sol salga

yo lo mandaré matar.


Romance del conde Alarcos

Retraída está la infanta,

bien así como solía,

viviendo muy descontenta

de la vida que tenía,

viendo que ya se pasaba
5

toda la flor de su vida,

y que el rey no la casaba,

ni tal cuidado tenía.

Entre sí estaba pensando

a quien se descubriría,
10

acordó llamar al rey

como otras veces solía,

por decirle su secreto

y la intención que tenía.

Vino el rey siendo llamado,
15

que no tardó su venida:

vídola estar apartada,

sola está sin compañía;

su lindo gesto mostraba

ser más triste que solía.
20

Conociera luego el rey

el enojo que tenía:

-¿Qué es aquesto, la infanta?

¿qué es aquesto, hija mía?

Contadme vuestros enojos,
25

no toméis malenconía,

que sabiendo la verdad

todo se remediaría.

-Menester será, buen rey,

remediar la vida mía,
30

que a vos quedé encomendada

de la madre que tenía.

Dédesme, buen rey, marido,

que mi edad ya lo pedía:

con vergüenza os lo demando,
35

no con gana que tenía,

que aquestos cuidados tales

a vos, rey, pertenecían.

Escuchada su demanda,

el buen rey le respondía:
40

-Esa culpa, la infanta,

vuestra era, que no mía,

que ya fuérades casada

con el príncipe de Hungría.

No quisistes escuchar
45

la embajada que venía,

pues acá en las nuestras cortes,

hija, mal recaudo había,

porque en todos los mis reinos

vuestro par igual no había,
50

sino era el conde Alarcos,

hijos y mujer tenía.

-Convidadlo vos, el rey,

al conde Alarcos un día,

y después que hayáis comido
55

decilde de parte mía,

decilde que se acuerde

de la fe que dél tenía,

la cual él me prometiera,

que yo no se la pedía,
60

de ser siempre mi marido,

y yo que su mujer sería.

Yo fui de ello muy contenta

y que no me arrepentía.

Si la condesa es burlada,
65

que mirara lo que hacía,

que por él no me casé

con el príncipe de Hungría:

si casó con la condesa,

dél es culpa, que no mía,
70

Perdiera el rey en la oír

el sentido que tenía,

mas después en sí tornado

con enojo respondía:

-¡No son estos los consejos,
75

que vuestra madre os decía!

¡Muy mal mirastes, infanta,

do estaba la honra mía!

Si verdad es todo eso

vuestra honra ya es perdida:
80

no podéis vos ser casada

siendo la condesa viva.

Si se hace el casamiento

por razón o por justicia,

en el decir de las gentes
85

por mala seréis tenida.

Dadme vos, hija, consejo,

que el mío no bastaría,

que ya es muerta vuestra madre

a quien consejo pedía.
90

-Yo os lo daré, buen rey,

de este poco que tenía:

mate el conde a la condesa,

que nadie no lo sabría,

y eche fama que ella es muerta
95

de un cierto mal que tenía,

y tratarse ha el casamiento

como cosa no sabida.

De esta manera, buen rey,

mi honra se guardaría.
100

De allí se salía el rey,

no con placer que tenía;

lleno va de pensamientos

con la nueva que sabía;

vido estar al conde Alarcos
105

entre muchos, que decía:

-¿Qué aprovecha, caballeros,

amar y servir amiga,

que son servicios perdidos

donde firmeza no había?
110

No pueden por mí decir

aquesto que yo decía,

que en el tiempo que yo serví

una que tanto quería,

si muy bien la quise entonces,
115

agora más la quería;

mas por mí pueden decir

quien bien ama tarde olvida.

Estas palabras diciendo

vido al buen rey que venía,
120

y hablando con el rey

de entre todos se salía.

Dijo el buen rey al conde

hablando con cortesía:

-Convidaros quiero, conde,
125

por mañana en aquel día,

que queráis comer conmigo

por tenerme compañía.

-Que se haga de buen grado

lo que su Alteza decía;
130

beso sus reales manos

por la buena cortesía:

detenerme he aquí mañana,

aunque estaba de partida,

que la condesa me espera
135

según carta me envía.

Otro día de mañana

el rey de misa salía;

luego se asentó a comer,

no por gana que tenía,
140

sino por hablar al conde

lo que hablarle quería.

Allí fueron bien servidos

como a rey pertenecía.

Después que hubieron comido,
145

toda la gente salida,

quedóse el rey con el conde

en la tabla do comía.

Empezó el rey de hablar

la embajada que traía:
150

-Unas nuevas traigo, conde,

que de ellas no me placía,

por las cuales yo me quejo

de vuestra descortesía.

Prometistes a la infanta
155

lo que ella no os pedía,

de siempre ser su marido,

y a ella que le placía.

Si a otras cosas pasastes

no entro en esa porfía
160

Otra cosa os digo, conde,

de que más os pesaría:

que matéis a la condesa

que así cumple a la honra mía:

echéis fama que es muerta
165

de cierto mal que tenía,

y tratarse ha el casamiento

como cosa no sabida,

porque no sea deshonrada

hija que tanto quería.
170

Oídas estas razones

el buen conde respondía:

-No puedo negar, el rey,

lo que la infanta decía,

sino que otorgo, es verdad,
175

todo cuanto me pedía.

Por miedo de vos, el rey,

no casé con quien debía,

no pensé que vuestra Alteza

en ello consentiría:
180

de casar con la infanta

yo, señor, bien casaría;

mas matar a la condesa,

señor rey, no lo haría,

porque no debe morir
185

la que mal no merecía.

-De morir tiene, buen conde,

por salvar la honra mía,

pues no mirastes primero

lo que mirar se debía.
190

Si no muere la condesa

a vos costará la vida.

Por la honra de los reyes

muchos sin culpa morían,

que muera pues la condesa
195

no es mucha maravilla.

-Yo la mataré, buen rey,

mas no será la culpa mía:

vos os avendréis con Dios

en el fin de vuestra vida,
200

y prometo a vuestra Alteza,

a fe de caballería,

que me escriba por traidor

si lo dicho no cumplía

de matar a la condesa,
205

aunque mal no merecía.

Buen rey, si me dais licencia

yo luego me partiría.

-Vades con Dios, el buen conde,

ordenad vuestra partida.
210

Llorando se parte el conde,

llorando sin alegría;

llorando por la condesa,

que más que a sí la quería.

Llorando también el conde
215

por tres hijos que tenía,

el uno era de teta,

que la condesa lo cría,

que no quería mamar

de tres amas que tenía
220

sino era de su madre

porque bien la conocía;

los otros eran pequeños,

poco sentido tenían.

Antes que el conde llegase
225

estas razones decía:

-¿Quién podrá mirar, condesa,

vuestra cara de alegría,

que saldréis a recibirme

a la fin de vuestra vida?
230

Yo soy el triste culpado,

esta culpa toda es mía.

En diciendo estas palabras

ya la condesa salía,

que un paje le había dicho
235

como el conde ya venía.

Vido la condesa al conde

la tristeza que tenía,

viole los ojos llorosos

que hinchados los tenía
240

de llorar por el camino

mirando el bien que perdía.

Dijo la condesa al conde:

¡Bien vengáis, bien de mi vida!

¿Qué habéis, el conde Alarcos?
245

¿por qué lloráis, vida mía,

que venís tan demudado

que cierto no os conocía?

No parece vuestra cara

ni el gesto que ser solía;
250

dadme parte del enojo

como dais de la alegría.

¡Decídmelo luego, conde,

no matéis la vida mía!

-Yo vos lo diré, condesa,
255

cuando la hora sería.

-Si no me lo decís, conde,

cierto yo reventaría.

-No me fatiguéis, señora,

que no es la hora venida.
260

Cenemos luego, condesa,

de aqueso que en casa había.

-Aparejado está, conde,

como otras veces solía.

Sentóse el conde a la mesa,
265

no cenaba ni podía,

con sus hijos al costado,

que muy mucho los quería.

Echóse sobre los hombros;

hizo como que dormía;
270

de lágrimas de sus ojos

toda la mesa corría.

Mirábalo la condesa;

que la causa no sabía;

no le preguntaba nada,
275

que no osaba ni podía.

Levantóse luego el conde,

dijo que dormir quería;

dijo también la condesa

que ella también dormiría;
280

mas entre ellos no había sueño,

si la verdad se decía.

Vanse el conde y la condesa

a dormir donde solían:

dejan los niños de fuera
285

que el conde no los quería:

lleváronse el más chiquito,

el que la condesa cría:

el conde cierra la puerta,

lo que hacer no solía.
290

Empezó de hablar el conde

con dolor y con mancilla:

-¡Oh desdichada condesa,

grande fue la tu desdicha!

-No soy desdichada, conde,
295

por dichosa me tenía

sólo en ser vuestra mujer:

esta fue gran dicha mía.

-¡Si bien lo miráis, condesa,

esa fue vuestra desdicha!
300

Sabed que en tiempo pasado

yo amé a quien bien servía,

la cual era la infanta.

Por desdicha vuestra y mía

prometí casar con ella;
305

y a ella que le placía,

demándame por marido

por la fe que me tenía.

Puédelo muy bien hacer

de razón y por justicia:
310

díjomelo el rey su padre

porque de ella lo sabía.

Otra cosa manda el rey

que toca en el alma mía:

manda que muráis, condesa,
315

a la fin de vuestra vida,

que no puede tener honra

siendo vos, condesa, viva.

Desque esto oyó la condesa

cayó en tierra amortecida:
320

mas después en sí tornada

estas palabras decía:

-¡Pagos son de mis servicios,

conde, con que yo os servía!

si no me matáis, el conde,
325

yo bien os consejaría:

enviédesme a mis tierras

que a mi padre me ternía;

yo criaré vuestros hijos

mejor que la que vernía,
330

yo os mantendré castidad

como siempre os mantenía.

-De morir habéis, condesa,

en antes que venga el día.

-¡Bien parece, conde Alarcos,
335

yo ser sola en esta vida;

porque tengo el padre viejo,

mi madre ya es fallecida,

y mataron a mi hermano

el buen conde don García,
340

que el rey lo mandó matar

por miedo que dél tenía!

No me pesa de mi muerte,

porque yo morir tenía,

mas pésame de mis hijos,
345

que pierden mi compañía:

hacémelos venir, conde,

y verán mi despedida.

-No los veréis más, condesa,

en días de vuestra vida:
350

abrazad este chiquito,

que aqueste es el que os perdía.

Pésame de vos, condesa,

cuanto pesar me podía.

No os puedo valer, señora,
355

que más me va que la vida;

encomendáos a Dios

que esto hacerse tenía.

-Dejéisme decir, buen conde,

una oración que sabía.
360

-Decila presto, condesa,

antes que amanezca el día.

-Presto la habré dicho, conde,

no estaré un Ave María.

Hincó rodillas en la tierra
365

y esta oración decía:

«En las tus manos, Señor,

»encomiendo el alma mía:

»no me juzgues mis pecados

»según que yo merecía,
370

»mas según tu gran piedad

»y la tu gracia infinita».

-Acabada es ya, buen conde,

la oración que yo sabía;

encomiéndoos esos hijos
375

que entre vos y mí había,

y rogad a Dios por mí

mientras tuviéredes vida,

que a ello sois obligado

pues que sin culpa moría,
380

Dédesme acá ese chiquito,

mamará por despedida.

-No le despertéis, condesa,

dejadlo estar, que dormía,

sino que os pido perdón
385

porque ya viene el día.

-A vos yo perdono, conde,

por el amor que vos tenía;

mas yo no perdono al rey,

ni a la infanta su hija,
390

sino que queden citados

delante la alta justicia,

que allá vayan a juicio

dentro de los treinta días.

Estas palabras diciendo
395

el conde se apercebía:

echóle por la garganta

una toca que tenía,

apretó con las dos manos

con la fuerza que podía:
400

no le afloja la garganta

mientras que vida tenía.

Cuando ya la vido el conde

traspasada y fallecida,

desnudóle los vestidos
405

y las ropas que tenía:

echóla encima la cama,

cubrióla como solía;

desnudóse a su costado,

obra de un Ave María:
410

levantóse dando voces

a la gente que tenía:

-¡Socorred, mis caballeros,

que la condesa se fina!

Hallan la condesa muerta
415

los que a socorrer venían.

Así murió la condesa,

sin razón y sin justicia;

mas también todos murieron

dentro de los treinta días.
420

Los doce días pasados

la infanta ya se moría;

el rey a los veinte y cinco,

el conde al treinteno día,

allá fueron a dar cuenta
425

a la justicia divina.

Acá nos dé Dios su gracia,

y allá la gloria cumplida.


Romance de Gerineldo

Levantóse Gerineldo

que al rey dejara dormido,

fuese para la infanta

donde estaba en el castillo.

-Abráisme, dijo, señora,
5

abráisme, cuerpo garrido.

-¿Quién sois vos, el caballero,

que llamáis a mi postigo?

-Gerineldo soy, señora,

vuestro tan querido amigo.
10

Tomárala por la mano,

en un lecho la ha metido,

y besando y abrazando

Gerineldo se ha dormido.

Recordado había el rey
15

de un sueño despavorido;

tres veces lo había llamado,

ninguna le ha respondido.

-Gerineldo, Gerineldo,

mi camarero pulido,
20

si me andas en traición,

trátasme como a enemigo.

O dormías con la infanta

o me has vendido el castillo.

Tomó la espada en la mano,
25

en gran saña va encendido,

fuérase para la cama

donde a Gerineldo vido.

Él quisiéralo matar,

mas criole de chiquito.
30

Sacara luego la espada,

entre entrambos la ha metido,

porque desque recordase

viese cómo era sentido.

Recordado había la infanta
35

y la espada ha conocido.

-Recordaos, Gerineldo,

que ya érades sentido,

que la espada de mi padre

yo me la he bien conocido.
40


Romance de amor

En el tiempo que me vi

más alegre y placentero,

encontré con un palmero

que me habló y dijo así:

-¿Dónde vas, el caballero?
5

¿Dónde vas, triste de ti?

Muerta es tu linda amiga,

muerta es, que yo la vi;

las andas en que ella iba

de luto las vi cubrir,
10

duques, condes la lloraban

todos por amor de ti;

dueñas, damas y doncellas

llorando dicen así:

-¡Oh triste del caballero
15

que tal dama pierde aquí!


Compañero, compañero...

-Compañero, compañero,

casóse mi linda amiga,

casóse con un villano,

que es lo que más me dolía.

Irme quiero a tornar moro
5

allende la morería,

cristiano que allá pasare

yo le quitaré la vida.

-No lo hagas, compañero,

no lo hagas, por tu vida.
10

De tres hermanas que tengo

darte he yo la más garrida,

si la quieres por mujer,

si la quieres por amiga.

-Ni la quiero por mujer,
15

ni la quiero por amiga,

pues que no pude gozar

de aquella que más quería.


Romance de Espinelo

Muy malo estaba Espinelo,

en una cama yacía,

los bancos eran de oro,

las tablas de plata fina,

los colchones en que duerme
5

son de una holanda muy fina,

las sábanas que le cubren

en el agua no se vían,

la colcha que en ella ponen

sembrada es de perlería;
10

a su cabecera tiene

Mataleona, su amiga,

con las plumas de un pavón

la su cara le resfría.

Estando en este solaz
15

tal demanda le hacía:

-Espinelo, mi Espinelo,

¡cómo naciste en buen día!

El día que tú naciste

la luna estaba crecida,
20

ni punto le sobraba,

ni punto le fallecía.

Contádesme, Espinelo,

contádesme vuestra vida.

-Yo te lo diré, señora,
25

con amor y cortesía:

mi padre era de Francia,

mi madre de Lombardía;

mi padre con su poder

a Francia toda regía.
30

Mi madre como señora

una ley hecha tenía:

la mujer que dos pariese

de un parto y en sólo un día,

que la den por alevosa
35

y la quemen por justicia,

o la echen en la mar,

porque adulterado había.

Quiso Dios, y su ventura,

que ella dos hijos paría
40

de un parto y en una hora

que por deshonra tenía.

Fuérase a tomar consejo

con tan loca fantasía

a una cautiva mora,
45

sabia en nigromancía.

-¿Qué me aconsejas, la mora,

por salvar la honra mía?

Respondiérale: -Señora,

yo de parecer sería,
50

que tomases a tu hijo,

el que te se antojaría,

y lo eches en la mar

en un arca de valía

bien embetunada toda,
55

mucho oro y joyería,

porque quien al niño hallase

de criarle se holgaría.

Cayera la suerte en mí,

y en la gran mar me ponía,
60

la cual estando muy buena

arrebatado me había

y púsome en tierra firme,

con la furor que traía,

a la sombra de una mata
65

que por nombre espina había,

que por eso me pusieron

de Espinelo nombradía.

Marineros navegando

halláronme en aquel día,
70

lleváronme a presentar

al gran Soldán de Suría.

El Soldán no tiene hijo,

por su hijo me tenía;

el soldán agora es muerto.
75

Yo por el soldán regía.


Yo me era mora Moraima...

Yo me era mora Moraima,

morilla de un bel catar,

cristiano vino a mi puerta,

cuitada, por me engañar;

hablóme en algarabía,
5

como aquel que la bien sabe:

-Ábreme las puertas, mora,

sí Alá te guarde de mal.

-¿Cómo te abriré, mezquina,

que no sé quién te serás?
10

-Yo soy el moro Mazote,

hermano de la tu madre,

que un cristiano dejó muerto,

tras mí venía el alcalde.

Si no me abres tú, mi vida,
15

aquí me verás matar.

Cuando esto oí, cuitada,

comencéme a levantar,

vistiérame una almejía

no hallando mi brial,
20

fuérame para la puerta

y abrila de par en par.


Tiempo es, el caballero...

-Tiempo es, el caballero,

tiempo es de andar de aquí,

que ni puedo andar en pie,

ni al emperador servir,

que me crece la barriga
5

y se me acorta el vestir;

vergüenza he de mis doncellas,

las que me dan el vestir,

míranse unas a otras,

no hacen sino reír;
10

vergüenza he de mis caballeros,

los que sirven ante mí.

-Lloradlo, dijo, señora,

que así hizo mi madre a mí,

hijo soy de un labrador,
15

mi madre y yo pan vendí.

La infanta desque esto oyera,

comenzóse a maldecir:

-¡Maldita sea la doncella

que se deja seducir!
20

-No os maldigáis vos, señora,

no os queráis maldecir,

que hijo soy del rey de Francia,

mi madre es doña Beatriz;

cien castillos tengo en Francia,
25

señora, para os guarir,

cien doncellas me los guardan,

señora, para os servir.


Romance de don Galván

Bien se pensaba la reina

que buena hija tenía.

que del conde don Galván

tres veces parido había,

que no lo sabía ninguno
5

de los que en la corte había,

si no fuese una doncella

que en su cámara dormía,

por un enojo que hubiera

a la reina lo decía.
10

La reina se la llamaba

y en su cámara la metía,

y estando en este cuidado

de palabras la castiga:

-Ay, hija, si virgen estáis,
15

reina seréis de Castilla;

hija, si virgen no estáis,

de mal fuego seáis ardida.

-Madre, tan virgen estoy

como el día que fui nacida;
20

por Dios os ruego, mi madre,

que no me dedes marido,

doliente soy de mi cuerpo,

que no soy para servirlo.

Subiérase la infanta
25

a lo alto de una torre;

si bien labraba la seda,

mejor labraba el oro;

vido venir a Galván

telas de su corazón.
30

Ellas en aquesto estando

el parto que la tomó.

-¡ay por Dios! ¡ay mi señor!

Alleguéisos a esa torre.

Recogedme ese mochacho
35

en cabo de vuestro manto.

Dedésmelo a criar

a la madre que os parió.


Parida estaba la infanta...

Parida estaba la infanta,

la infanta parida estaba;

para cumplir con el rey

decía que estaba mala.

Envió a llamar al conde
5

que viniese a la su sala;

el conde siendo llamado

no tardó la su llegada.

-¿Qué me queredes, mi vida?

¿Qué me queredes, mi alma?
10

-Que toméis esta criatura

y la deis a criar a un ama.

Ya la tomaba el buen conde

en los cantos de su capa,

mas de la sala saliendo
15

con el buen rey encontrara.

-¿Qué lleváis, el buen conde,

en cantos de vuestra capa?

-Unas almendras, señor,

que son para una preñada.
20

-Dédesme de ellas, el conde,

para mi hija la infanta.

-Perdónedes vos, el rey,

porque las traigo contadas.

Ellos en aquesto estando,
25

la criatura lloraba.

-Traidor me sois vos, el conde,

traidor me sois en mi casa.

-Yo no soy traidor, el rey,

ni en mi linaje se halla:
30

hermanos y primos tengo

los mejores de Granada.

Revolvió el manto al brazo

y arrancó de la su espada,

el conde, por la criatura,
35

retiróse por la sala.

El rey decía: -¡Prendedlo!;

mas nadie prenderlo osaba.

La infanta, que luego oyera

rencilla tan grande e brava,
40

a una de las damas suyas

lo que era preguntaba.

-Es que el rey, señora, al conde

de traidor lo difamaba

porque en la su falda un niño
45

del palacio lo sacaba,

creyendo que a vos, señora,

el conde vos deshonrara.

Sale la infanta de prisa

adonde su padre estaba,
50

y la espada de la mano

de presto se la quitara,

diciendo: -Oídme, señor,

una cosa que os contara.

El rey, que la quería bien,
55

que dijese le mandaba.

-Mía es la criatura

que el conde, señor, llevaba,

y el conde es mi marido,

yo por tal lo publicaba.
60

El rey, que aquello oyera,

triste y espantado estaba:

por un cabo quería vengarse,

y por otro non osaba;

al fin al mejor consejo
65

como cuerdo se allegaba:

con voz alta y amorosa

dijo que les perdonaba.

Mándales tomar las manos

a un cardenal que allí estaba,
70

y hacer bodas suntuosas

de que todo el mundo holgaba,

y así el pesar pasado

con gran gozo se tornaba.


Romance de la infanta de Francia

De Francia partió la niña,

de Francia la bien guarnida,

íbase para París,

do padre y madre tenía.

Errado lleva el camino,
5

errada lleva la guía,

arrimárase a un roble

por esperar compañía.

Vio venir un caballero

que a París lleva la guía.
10

La niña, desque lo vido,

de esta suerte le decía:

-Si te place, caballero,

llévesme en tu compañía.

-Pláceme, dijo, señora,
15

pláceme, dijo, mi vida.

Apeóse del caballo

por hacerle cortesía;

puso la niña en las ancas

y subiérase en la silla.
20

En el medio del camino

de amores la requería.

La niña, desque lo oyera,

díjole con osadía:

-Tate, tate, caballero,
25

no hagáis tal villanía,

hija soy de un malato

y de una malatía,

el hombre que a mí llegase

malato se tornaría.
30

El caballero, con temor,

palabra no respondía.

A la entrada de París

la niña se sonreía.

-¿De qué vos reís, señora?
35

¿De qué vos reís, mi vida?

-Ríome del caballero

y de su gran cobardía:

¡Tener la niña en el campo

y catarle cortesía!
40

Caballero, con vergüenza,

estas palabras decía:

-Vuelta, vuelta, mi señora,

que una cosa se me olvida.

La niña, como discreta,
45

dijo: -Yo no volvería,

ni persona, aunque volviese,

en mi cuerpo tocaría:

hija soy del rey de Francia

y de la reina Constantina,
50

el hombre que a mí llegase

muy caro le costaría.


Romance de la infantina

A cazar va el caballero,

a cazar como solía,

los perros lleva cansados,

el halcón perdido había;

arrimárase a un roble,
5

alto es a maravilla,

en una rama más alta,

vido estar una infantina,

cabellos de su cabeza

todo el roble cubrían.
10

-Note espantes, caballero,

ni tengas tamaña grima.

Fija soy yo del buen rey

y de la reina de Castilla,

siete fadas me fadaron
15

en brazos de una ama mía,

que andase los siete años

sola en esta montiña.

Hoy se cumplían los siete años,

o mañana en aquel día;
20

por Dios te ruego, caballero,

llévesme en tu compañía,

si quisieres, por mujer,

si no, sea por amiga.

-Esperáisme vos, señora,
25

hasta mañana, aquel día,

iré yo tomar consejo

de una madre que tenía.

La niña le respondiera

y estas palabras decía:
30

-¡Oh, mal haya el caballero

que sola deja la niña!

Él se va a tomar consejo,

y ella queda en la montiña.

Aconsejóle su madre
35

que la tomase por amiga.

Cuando volvió el caballero

no la hallara en la montiña:

vídola que la llevaban

con muy gran caballería.
40

El caballero, desque la vido,

en el suelo se caía;

desque en sí hubo tornado,

estas palabras decía:

-Caballero que tal pierde,
45

muy grande pena merecía:

yo mismo seré el alcalde,

yo me seré la justicia:

que me corten pies y manos

y me arrastren por la villa.
50


Romance del conde Arnaldos

¡Quién hubiese tal ventura

sobre las aguas del mar,

como hubo el conde Arnaldos

la mañana de San Juan!

Con un falcón en la mano
5

la caza iba a cazar,

vio venir una galera

que a tierra quiere llegar.

Las velas traía de seda,

la jarcia de un cendal,
10

marinero que la manda

diciendo viene un cantar

que la mar ponía en calma,

los vientos hace amainar,

los peces que andan al hondo
15

arriba los hace andar,

las aves que andan volando

las hace a el mástil posar.

-Galera, la mi galera,

Dios te me gaurde de mal,
20

de los peligros del mundo

sobre aguas de la mar,

de los llanos de Almería

del estrecho de Gibraltar,

y del golfo de Venecia,
25

y de ñps bancos de Flandes,

y del golfo de León,

donde suelen peligrar.

Allí habló el conde Arnaldos,

bien oiréis lo que dirá:
30

-Por Dios te ruego, marinero,

dígaisme ora ese cantar.

Respondióle el marinero,

tal respuesta le fue a dar:

-Yo no digo esta canción
35

sino a quien conmigo va.


Bodas se hacían en Francia...

Bodas se hacían en Francia,

allá dentro de París

¡Cuán bien que guía la danza

esta doña Beatriz!

¡Cuán bien que se la miraba
5

el buen conde don Martín!

-¿Qué miráis aquí, buen conde?

conde, ¿qué miráis aquí?

Decid si miráis la danza

o si me miráis a mí.
10

-Que no miro yo a la danza,

porque muchas danzas vi,

miro yo vuestra lindeza

que me hace penar a mí.

-Si bien os parezco, conde,
15

conde, saquéisme de aquí,

que un marido me dan viejo

y no puede ir tras de mí.


Romance de blanca niña

-Blanca sois, señora mía,

más que el rayo del sol,

¿si la dormiré esta noche

desarmado y sin pavor?

Que siete años había, siete,
5

que no me desarmo, no;

más negras tengo mis carnes

que un tiznado carbón.

-Dormidla, señor, dormidla,

desarmado sin temor,
10

que el conde es ido a la caza

a los montes de León.

-Rabia le mate los perros

y águilas el su halcón,

y del monte hasta casa
15

a él arrastre el morón.

Ellos en aquesto estando

su marido que llegó:

-¿Qué hacéis, la blanca niña,

hija de padre traidor?
20

-Señor, peino mis cabellos,

péinolos con gran dolor,

que me dejáis a mí sola

y a los montes os vais vos.

-Esas palabras, la niña,
25

no era sino traición:

¿Cúyo es aquel caballo

que allá bajo relinchó?

-Señor, era de mi padre,

y enviolo para vos.
30

-¿Cúyas son aquellas armas

que están en el corredor?

-Señor, eran de mi hermano,

y hoy vos las envió.

-¿Cúya es aquella lanza,
35

desde aquí la veo yo?

-Tomadla, conde, tomadla,

matadme con ella vos,

que aquesta muerte, buen conde,

bien os la merezco yo.
40


Romance de Landarico

Para ir el rey a caza

de mañana ha madrugado;

entró donde está la reina

sin la haber avisado,

por holgarse iba con ella,
5

que no iba sobre pensado.

Hallóla lavando el rostro,

que ya se había levantado,

mirándose está a un espejo,

el cabello destrenzado.
10

El rey con una varilla

por detrás la había picado;

la reina que lo sintiera

pensó que era su querido:

-Está quedo, Landarico
15

le dijo muy requebrado.

El buen rey cuando lo oyera

malamente se ha turbado;

la reina volvió el rostro,

la sangre se ha cuajado.
20

Salido se ha el rey,

que palabra no ha fablado,

a su caza se ha ido,

aunque en ál tiene cuidado.

La reina a Landarico
25

dijo lo que ha pasado:

-Mira lo que hacer conviene,

que hoy es nuestro fin llegado.

Landarido que esto oyera

mucho se [ha] acuitado.
30

-¡En mal punto y en mal hora

mis ojos te han mirado!

¡Nunca yo te conociera

pues tan cara me has costado!

que ni a ti hallo remedio,
35

ni para mí le he hallado.

Allí hablara la reina

desque lo vio tan penado:

-Calla, calla, Landarico,

calla, hombre apocado;
40

déjame tú hacer a mí

que yo lo habré remediado.

Llama a un criado suyo,

hombre de muy bajo estado,

que mate al rey, le dice,
45

en habiéndose apeado,

que sería a boca de noche

cuando hubiese tornado.

Hácele grandes promesas

y ellos lo han aceptado.
50

En volviendo el rey decía

de aquello muy descuidado;

al punto que se apeaba

de estocadas le han dado.

-¡Traición! -dice el buen rey,
55

y luego ha expirado.

Luego los traidores mismos

muy grandes voces han dado:

criados de su sobrino

que habían al rey matado.
60

La reina hizo gran duelo

y muy gran llanto ha tomado,

aunque en su corazón dentro

otra cosa le ha quedado.


Yo me adamé una amiga...

Yo me adamé una amiga

dentro de mi corazón,

Catalina había por nombre,

no la puedo olvidar, no.

Rogóme que la llevase
5

a las tierras de Aragón.

-Catalina, sois muchacha,

no podréis caminar, no.

-Tanto andaré, el caballero,

tanto andaré como vos;
10

si lo dejáis por dineros,

llevaré para los dos:

ducados para Castilla,

florines para Aragón.

Ellos en aquesto estando,
15

la justicia que llegó.


Romance de la gentil dama y el rústico pastor

Estase la gentil dama

paseando en su vergel,

los pies tenía descalzos,

que era maravilla ver;

desde lejos me llamara,
5

no le quise responder.

Respondile con gran saña:

-¿Qué mandáis, gentil mujer?

Con una voz amorosa

comenzó de responder:
10

-Ven acá, el pastorcico,

si quieres tomar placer;

siesta es del mediodía,

que ya es hora de comer,

si querrás tomar posada
15

todo es a tu placer.

-Que no era tiempo, señora,

que me haya de detener,

que tengo mujer y hijos,

y casa de mantener,
20

y mi ganado en la sierra,

que se me iba a perder,

y aquellos que me lo guardan

no tenían qué comer.

-Vete con Dios, pastorcillo,
25

no te sabes entender,

hermosuras de mi cuerpo

yo te las hiciera ver:

delgadica en la cintura,

blanca soy como el papel,
30

la color tengo mezclada

como rosa en el rosel,

el cuello tengo de garza,

los ojos de un esparver,

las teticas agudicas,
35

que el brial quieren romper,

pues lo que tengo encubierto

maravilla es de lo ver.

-Ni aunque más tengáis, señora,

no me puedo detener.
40


Las señas del esposo

-Caballero de lejas tierras,

llegáos acá y paréis,

hinquedes la lanza en tierra,

vuestro caballo arrendéis.

Preguntaros he por nuevas
5

si mi esposo conocéis.

-Vuestro marido, señora,

decid ¿de qué señas es?

-Mi marido es mozo y blanco,

gentil hombre y bien cortés,
10

muy gran jugador de tablas

y también del ajedrez,

En el pomo de su espada

armas trae de un marqués,

y un ropón de brocado
15

y de carmesí al envés;

cabe el fierro de la lanza

trae un pendón portugués,

que ganó en unas justas

a un valiente francés.
20

-Por esas señas, señora,

tu marido muerto es;

En Valencia le mataron,

en casa de un ginovés,

sobre el juego de las tablas
25

lo matara un milanés.

Muchas damas lo lloraban,

caballeros con arnés,

sobre todo lo lloraba

la hija del ginovés;
30

todos dicen a una voz

que su enamorada es;

si habéis de tomar amores,

por otro a mí no dejéis.

-No me lo mandéis, señor,
35

señor, no me lo mandéis,

que antes que eso hiciese,

señor, monja me veréis.

-No os metáis monja, señora,

pues que hacerlo no podéis,
40

que vuestro marido amado

delante de vos lo tenéis.


Romance del cautivo

Mi padre era de Ronda

y mi madre de Antequera;

cautiváronme los moros

entre la paz y la guerra,

y lleváronme a vender
5

a Vélez de la Gomera.

Siete días con sus noches

anduve en el almoneda,

no hubo moro ni mora

que por mí una blanca diera,
10

sino fuera un perro moro

que cien doblas ofreciera,

y llevárame a su casa,

echárame una cadena.

Dábame la vida mala,
15

dábame la vida negra:

de día majaba esparto,

de noche molía cibera,

echóme un freno a la boca

porque no comiese della,
20

Pero plugo a Dios del cielo

que tenía el ama buena;

cuando el moro se iba a caza

quitábame la cadena;

echábame en su regazo,
25

mis regalos me hiciera,

espulgábame y limpiaba

mejor que yo mereciera;

por un placer que le hice

otro muy mayor me hiciera:
30

diérame casi cien doblones

en libertad me pusiera,

por temor que el moro perro

quizá la muerte nos diera.

Así plugo a Dios del cielo
35

de quien mercedes se espera

que me ha vuelto a vuestros brazos

como de primero era.