Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice






Romance de Vergilios


ArribaAbajo Mandó el rey prender Vergilios
y a buen recaudo poner,
por una traición que hizo
en los palacios del rey:
porque forzó una doncella  5
llamada doña Isabel.
Siete años lo tuvo preso,
sin que se acordase de él,
y un domingo estando en misa
mientes se le vino de él.  10
-Mis caballeros, Vergilios,
¿qué se había hecho de él?
Allí habló un caballero
que a Vergilios quiere bien:
-Preso lo tiene tu alteza  15
y en tus cárceles lo tien.
-Vía, a comer, mis caballeros,
caballeros, vía, a comer,
después que hayamos comido
a Vergilios vamos ver.  20
Allí hablara la reina:
-Yo no comeré sin él.
A las cárceles se van
adonde Vergilios es.
-¿Qué hacéis aquí, Vergilios?  25
Vergilios ¿aquí qué hacéis?
-Señor, peino mis cabellos
y las mis barbas también:
aquí me fueron nacidas,
aquí me han encanecer,  30
que hoy se cumplen siete años
que me mandaste prender.
-Calles, calles tú, Vergilios,
que tres faltan para diez.
-Señor, si manda tu alteza,  35
toda mi vida estaré.
-Vergilios, por tu paciencia
conmigo irás a comer.
-Rotos tengo mis vestidos,
no estoy para parecer.  40
-Yo te los daré, Vergilios,
yo dártelos mandaré.
Plúgole a los caballeros
y a las doncellas también;
mucho más plugo a una dueña  45
llamada doña Isabel.
Llaman un arzobispo,
ya la desposan con él.
Tomárala por la mano
y llévasela a un vergel.  50






Romance del prisionero


ArribaAbajo Por el mes era de mayo
cuando hace la calor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados  5
van a servir al amor,
sino yo, triste cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son,  10
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero
¡Dele Dios mal galardón!
Cabellos de mi cabeza  15
lléganme al corvejón,
los cabellos de mi barba
por manteles tengo yo;
las uñas de las mis manos
por cuchillo tajador.  20
Si lo hacía el buen rey,
hácelo como señor,
si lo hace el carcelero,
hácelo como traidor.
Mas quien ahora me diese  25
un pájaro hablador,
siquiera fuese calandria,
o tordico, o ruiseñor,
criado fuese entre damas
y avezado a la razón,  30
que me lleve una embajada
a mi esposa Leonor:
que me envíe una empanada,
no de trucha, ni salmón,
sino de una lima sorda  35
y de un pico tajador:
la lima para los hierros
y el pico para el torreón.
Oídolo había el rey,
mandóle quitar la prisión.  40






La ermita de San Simón


ArribaAbajo En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,  5
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,  10
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,  15
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monacillos que le ayudan
no aciertan responder, no,  20
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.






Romance de Fontefrida


ArribaAbajo Fontefrida, Fontefrida,
Fontefrida y con amor,
do todas las avecicas
van tomar consolación,
sino es la tortolica  5
que está viuda y con dolor.
Por allí fuera a pasar
el traidor del ruiseñor,
las palabras que le dice
llenas son de traición:  10
-Si tú quisieses, señora,
yo sería tu servidor.
-Vete de ahí, enemigo,
malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo verde,  15
ni en prado que tenga flor,
que si el agua hallo clara,
turbia la bebía yo;
que no quiero haber marido,
porque hijos no haya, no;  20
no quiero placer con ellos,
ni menos consolación.
¡Déjame, triste enemigo,
malo, falso, mal traidor,
que no quiero ser tu amiga  25
ni casar contigo, no!






Yo me levantara, madre...


ArribaAbajo Yo me levantara, madre,
mañanica de San Juan,
vide estar una doncella
ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce,  5
sola tiende en un rosal;
mientras los paños se enjugan
dice la niña un cantar:
-¿Dó los mis amores, dó los,
¿dó los andaré a buscar?  10
Mar abajo, mar arriba,
diciendo iba el cantar,
peine de oro en las sus manos
por sus cabellos peinar:
-Dígasme tú, el marinero,  15
sí, Dios te guarde de mal,
si los viste mis amores,
si los viste allá pasar.






Romance de Rosa fresca


ArribaAbajo -Rosa fresca, rosa fresca,
tan garrida y con amor,
cuando yo os tuve en mis brazos
no vos supe servir, no,
y ahora que os serviría  5
no vos puedo haber, no.
-Vuestra fue la culpa, amigo,
vuestra fue, que mía no:
enviástesme una carta
con un vuestro servidor  10
y en lugar de recaudar
él dijera otra razón:
que érades casado, amigo,
allá en tierras de León,
que tenéis mujer hermosa  15
y hijos como una flor.
-Quien os lo dijo, señora,
no vos dijo verdad, no,
que yo nunca entré en Castilla
ni allá en tierras de León,  20
sino cuando era pequeño
que no sabía de amor.






Romance (Juan de Ribera)


ArribaAbajo Paseábase el buen conde
todo lleno de pesar,
cuentas negras en sus manos
do suele siempre rezar,
palabras tristes diciendo,  5
palabras para llorar:
-Véoos, hija, crecida,
y en edad para casar;
el mayor dolor que siento
es no tener que os dar.  10
-Calledes, padre, calledes,
no debéis tener pesar,
que quien buena hija tiene
rico se debe llamar,
y el que mala la tenía  15
viva la puede enterrar,
pues amengua su linaje
que no debiera amenguar,
y yo, si no me casare,
en religión puedo entrar.  20






Romance de Rico Franco


ArribaAbajo A caza iban, a caza,
los cazadores del rey,
ni fallaban ellos caza,
ni fallaban qué traer.
Perdido habían los halcones,  5
¡mal los amenaza el rey!
Arrimáranse a un castillo
que se llamaba Mainés.
Dentro estaba una doncella
muy fermosa y muy cortés;  10
siete condes la demandan,
y así facen tres reyes.
Robárala Rico Franco,
Rico Franco aragonés;
llorando iba la doncella  15
de sus ojos tan cortés.
Falábala Rico Franco,
Rico Franco aragonés:
-Si lloras tu padre o madre,
nunca más vos los veréis,  20
si lloras los tus hermanos,
yo los maté todos tres.
-Ni lloro padre ni madre,
ni hermanos todos tres,
mas lloro la mí ventura  25
que no sé cuál ha de ser.
Prestédesme, Rico Franco,
vuestro cuchillo lugués,
cortaré fitas al manto,
que no son para traer.  30
Rico Franco de cortese
por las cachas lo fue tender,
la doncella, que era artera,
por los pechos se lo fue a meter;
así vengó padre y madre,  35
y aun hermanos todos tres.






Romance de Marquillos


ArribaAbajo ¡Cuán traidor eres, Marquillos!
¡Cuán traidor de corazón!
Por dormir con tu señora
habías muerto a tu señor.
Desque lo tuviste muerto  5
quitástele el chapirón;
fuéraste al castillo fuerte
donde está la Blanca Flor.
-Ábreme, linda señora,
que aquí viene mi señor;  10
si no lo quieres creer,
veis aquí su chapirón.
Blanca Flor, desque lo viera,
las puertas luego le abrió;
echóle brazos al cuello,  15
allí luego la besó;
abrazándola y besando
a un palacio la metió.
-Marquillos, por Dios te ruego
que me otorgases un don:  20
que no durmieses conmigo
hasta que rayase el sol.
Marquillos, como es hidalgo,
el don luego le otorgó;
como viene tan cansado  25
en llegado se adurmió.
Levantóse muy ligera
la hermosa Blanca Flor,
tomara cuchillo en mano
y a Marquillos degolló.  30






Romance del conde Alemán


ArribaAbajo A tan alta va la luna
como el sol a mediodía,
cuando el buen conde Alemán
con esa dama dormía.
No lo sabe hombre nacido  5
de cuantos en la corte había,
si no sólo era la infanta,
aquesa infanta su hija.
Así su madre le hablaba,
desta manera decía:  10
-Cuanto viéredes tú, infanta,
cuanto vierdes, encobridlo;
daros ha el conde Alemán
un manto de oro fino.
-¡Mal fuego queme, madre,  15
ese manto de oro fino,
cuando en vida de mi padre
tuviese padrastro vivo!
De allí se fuera llorando;
el rey su padre la ha visto:  20
-¿Por qué lloráis, la infanta?
decid ¿quién llorar os hizo?
-Yo me estaba aquí comiendo,
comiendo sopas en vino,
entró el conde Alemán,  25
y echólas por el vestido.
-Calléis, mi hija, calléis,
no toméis de eso pesar,
que el conde es niño y muchacho,
hacerlo ha por burlar.  30
-¡Mal fuego quemase, padre,
tal reír y tal burlar!
Cuando me tomó en sus brazos,
conmigo quiso holgar.
-Si él os tomó en sus brazos  35
y con vos quiso holgar,
en antes que el sol salga
yo lo mandaré matar.






Romance del conde Alarcos


ArribaAbajo Retraída está la infanta,
bien así como solía,
viviendo muy descontenta
de la vida que tenía,
viendo que ya se pasaba  5
toda la flor de su vida,
y que el rey no la casaba,
ni tal cuidado tenía.
Entre sí estaba pensando
a quien se descubriría,  10
acordó llamar al rey
como otras veces solía,
por decirle su secreto
y la intención que tenía.
Vino el rey siendo llamado,  15
que no tardó su venida:
vídola estar apartada,
sola está sin compañía;
su lindo gesto mostraba
ser más triste que solía.  20
Conociera luego el rey
el enojo que tenía:
-¿Qué es aquesto, la infanta?
¿qué es aquesto, hija mía?
Contadme vuestros enojos,  25
no toméis malenconía,
que sabiendo la verdad
todo se remediaría.
-Menester será, buen rey,
remediar la vida mía,  30
que a vos quedé encomendada
de la madre que tenía.
Dédesme, buen rey, marido,
que mi edad ya lo pedía:
con vergüenza os lo demando,  35
no con gana que tenía,
que aquestos cuidados tales
a vos, rey, pertenecían.
Escuchada su demanda,
el buen rey le respondía:  40
-Esa culpa, la infanta,
vuestra era, que no mía,
que ya fuérades casada
con el príncipe de Hungría.
No quisistes escuchar  45
la embajada que venía,
pues acá en las nuestras cortes,
hija, mal recaudo había,
porque en todos los mis reinos
vuestro par igual no había,  50
sino era el conde Alarcos,
hijos y mujer tenía.
-Convidadlo vos, el rey,
al conde Alarcos un día,
y después que hayáis comido  55
decilde de parte mía,
decilde que se acuerde
de la fe que dél tenía,
la cual él me prometiera,
que yo no se la pedía,  60
de ser siempre mi marido,
y yo que su mujer sería.
Yo fui de ello muy contenta
y que no me arrepentía.
Si la condesa es burlada,  65
que mirara lo que hacía,
que por él no me casé
con el príncipe de Hungría:
si casó con la condesa,
dél es culpa, que no mía,  70
Perdiera el rey en la oír
el sentido que tenía,
mas después en sí tornado
con enojo respondía:
-¡No son estos los consejos,  75
que vuestra madre os decía!
¡Muy mal mirastes, infanta,
do estaba la honra mía!
Si verdad es todo eso
vuestra honra ya es perdida:  80
no podéis vos ser casada
siendo la condesa viva.
Si se hace el casamiento
por razón o por justicia,
en el decir de las gentes  85
por mala seréis tenida.
Dadme vos, hija, consejo,
que el mío no bastaría,
que ya es muerta vuestra madre
a quien consejo pedía.  90
-Yo os lo daré, buen rey,
de este poco que tenía:
mate el conde a la condesa,
que nadie no lo sabría,
y eche fama que ella es muerta  95
de un cierto mal que tenía,
y tratarse ha el casamiento
como cosa no sabida.
De esta manera, buen rey,
mi honra se guardaría.  100
De allí se salía el rey,
no con placer que tenía;
lleno va de pensamientos
con la nueva que sabía;
vido estar al conde Alarcos  105
entre muchos, que decía:
-¿Qué aprovecha, caballeros,
amar y servir amiga,
que son servicios perdidos
donde firmeza no había?  110
No pueden por mí decir
aquesto que yo decía,
que en el tiempo que yo serví
una que tanto quería,
si muy bien la quise entonces,  115
agora más la quería;
mas por mí pueden decir
quien bien ama tarde olvida.
Estas palabras diciendo
vido al buen rey que venía,  120
y hablando con el rey
de entre todos se salía.
Dijo el buen rey al conde
hablando con cortesía:
-Convidaros quiero, conde,  125
por mañana en aquel día,
que queráis comer conmigo
por tenerme compañía.
-Que se haga de buen grado
lo que su Alteza decía;  130
beso sus reales manos
por la buena cortesía:
detenerme he aquí mañana,
aunque estaba de partida,
que la condesa me espera  135
según carta me envía.
Otro día de mañana
el rey de misa salía;
luego se asentó a comer,
no por gana que tenía,  140
sino por hablar al conde
lo que hablarle quería.
Allí fueron bien servidos
como a rey pertenecía.
Después que hubieron comido,  145
toda la gente salida,
quedóse el rey con el conde
en la tabla do comía.
Empezó el rey de hablar
la embajada que traía:  150
-Unas nuevas traigo, conde,
que de ellas no me placía,
por las cuales yo me quejo
de vuestra descortesía.
Prometistes a la infanta  155
lo que ella no os pedía,
de siempre ser su marido,
y a ella que le placía.
Si a otras cosas pasastes
no entro en esa porfía  160
Otra cosa os digo, conde,
de que más os pesaría:
que matéis a la condesa
que así cumple a la honra mía:
echéis fama que es muerta  165
de cierto mal que tenía,
y tratarse ha el casamiento
como cosa no sabida,
porque no sea deshonrada
hija que tanto quería.  170
Oídas estas razones
el buen conde respondía:
-No puedo negar, el rey,
lo que la infanta decía,
sino que otorgo, es verdad,  175
todo cuanto me pedía.
Por miedo de vos, el rey,
no casé con quien debía,
no pensé que vuestra Alteza
en ello consentiría:  180
de casar con la infanta
yo, señor, bien casaría;
mas matar a la condesa,
señor rey, no lo haría,
porque no debe morir  185
la que mal no merecía.
-De morir tiene, buen conde,
por salvar la honra mía,
pues no mirastes primero
lo que mirar se debía.  190
Si no muere la condesa
a vos costará la vida.
Por la honra de los reyes
muchos sin culpa morían,
que muera pues la condesa  195
no es mucha maravilla.
-Yo la mataré, buen rey,
mas no será la culpa mía:
vos os avendréis con Dios
en el fin de vuestra vida,  200
y prometo a vuestra Alteza,
a fe de caballería,
que me escriba por traidor
si lo dicho no cumplía
de matar a la condesa,  205
aunque mal no merecía.
Buen rey, si me dais licencia
yo luego me partiría.
-Vades con Dios, el buen conde,
ordenad vuestra partida.  210
Llorando se parte el conde,
llorando sin alegría;
llorando por la condesa,
que más que a sí la quería.
Llorando también el conde  215
por tres hijos que tenía,
el uno era de teta,
que la condesa lo cría,
que no quería mamar
de tres amas que tenía  220
sino era de su madre
porque bien la conocía;
los otros eran pequeños,
poco sentido tenían.
Antes que el conde llegase  225
estas razones decía:
-¿Quién podrá mirar, condesa,
vuestra cara de alegría,
que saldréis a recibirme
a la fin de vuestra vida?  230
Yo soy el triste culpado,
esta culpa toda es mía.
En diciendo estas palabras
ya la condesa salía,
que un paje le había dicho  235
como el conde ya venía.
Vido la condesa al conde
la tristeza que tenía,
viole los ojos llorosos
que hinchados los tenía  240
de llorar por el camino
mirando el bien que perdía.
Dijo la condesa al conde:
¡Bien vengáis, bien de mi vida!
¿Qué habéis, el conde Alarcos?  245
¿por qué lloráis, vida mía,
que venís tan demudado
que cierto no os conocía?
No parece vuestra cara
ni el gesto que ser solía;  250
dadme parte del enojo
como dais de la alegría.
¡Decídmelo luego, conde,
no matéis la vida mía!
-Yo vos lo diré, condesa,  255
cuando la hora sería.
-Si no me lo decís, conde,
cierto yo reventaría.
-No me fatiguéis, señora,
que no es la hora venida.  260
Cenemos luego, condesa,
de aqueso que en casa había.
-Aparejado está, conde,
como otras veces solía.
Sentóse el conde a la mesa,  265
no cenaba ni podía,
con sus hijos al costado,
que muy mucho los quería.
Echóse sobre los hombros;
hizo como que dormía;  270
de lágrimas de sus ojos
toda la mesa corría.
Mirábalo la condesa;
que la causa no sabía;
no le preguntaba nada,  275
que no osaba ni podía.
Levantóse luego el conde,
dijo que dormir quería;
dijo también la condesa
que ella también dormiría;  280
mas entre ellos no había sueño,
si la verdad se decía.
Vanse el conde y la condesa
a dormir donde solían:
dejan los niños de fuera  285
que el conde no los quería:
lleváronse el más chiquito,
el que la condesa cría:
el conde cierra la puerta,
lo que hacer no solía.  290
Empezó de hablar el conde
con dolor y con mancilla:
-¡Oh desdichada condesa,
grande fue la tu desdicha!
-No soy desdichada, conde,  295
por dichosa me tenía
sólo en ser vuestra mujer:
esta fue gran dicha mía.
-¡Si bien lo miráis, condesa,
esa fue vuestra desdicha!  300
Sabed que en tiempo pasado
yo amé a quien bien servía,
la cual era la infanta.
Por desdicha vuestra y mía
prometí casar con ella;  305
y a ella que le placía,
demándame por marido
por la fe que me tenía.
Puédelo muy bien hacer
de razón y por justicia:  310
díjomelo el rey su padre
porque de ella lo sabía.
Otra cosa manda el rey
que toca en el alma mía:
manda que muráis, condesa,  315
a la fin de vuestra vida,
que no puede tener honra
siendo vos, condesa, viva.
Desque esto oyó la condesa
cayó en tierra amortecida:  320
mas después en sí tornada
estas palabras decía:
-¡Pagos son de mis servicios,
conde, con que yo os servía!
si no me matáis, el conde,  325
yo bien os consejaría:
enviédesme a mis tierras
que a mi padre me ternía;
yo criaré vuestros hijos
mejor que la que vernía,  330
yo os mantendré castidad
como siempre os mantenía.
-De morir habéis, condesa,
en antes que venga el día.
-¡Bien parece, conde Alarcos,  335
yo ser sola en esta vida;
porque tengo el padre viejo,
mi madre ya es fallecida,
y mataron a mi hermano
el buen conde don García,  340
que el rey lo mandó matar
por miedo que dél tenía!
No me pesa de mi muerte,
porque yo morir tenía,
mas pésame de mis hijos,  345
que pierden mi compañía:
hacémelos venir, conde,
y verán mi despedida.
-No los veréis más, condesa,
en días de vuestra vida:  350
abrazad este chiquito,
que aqueste es el que os perdía.
Pésame de vos, condesa,
cuanto pesar me podía.
No os puedo valer, señora,  355
que más me va que la vida;
encomendáos a Dios
que esto hacerse tenía.
-Dejéisme decir, buen conde,
una oración que sabía.  360
-Decila presto, condesa,
antes que amanezca el día.
-Presto la habré dicho, conde,
no estaré un Ave María.
Hincó rodillas en la tierra  365
y esta oración decía:
«En las tus manos, Señor,
encomiendo el alma mía:
no me juzgues mis pecados
según que yo merecía,  370
mas según tu gran piedad
y la tu gracia infinita».
-Acabada es ya, buen conde,
la oración que yo sabía;
encomiéndoos esos hijos  375
que entre vos y mí había,
y rogad a Dios por mí
mientras tuviéredes vida,
que a ello sois obligado
pues que sin culpa moría,  380
Dédesme acá ese chiquito,
mamará por despedida.
-No le despertéis, condesa,
dejadlo estar, que dormía,
sino que os pido perdón  385
porque ya viene el día.
-A vos yo perdono, conde,
por el amor que vos tenía;
mas yo no perdono al rey,
ni a la infanta su hija,  390
sino que queden citados
delante la alta justicia,
que allá vayan a juicio
dentro de los treinta días.
Estas palabras diciendo  395
el conde se apercebía:
echóle por la garganta
una toca que tenía,
apretó con las dos manos
con la fuerza que podía:  400
no le afloja la garganta
mientras que vida tenía.
Cuando ya la vido el conde
traspasada y fallecida,
desnudóle los vestidos  405
y las ropas que tenía:
echóla encima la cama,
cubrióla como solía;
desnudóse a su costado,
obra de un Ave María:  410
levantóse dando voces
a la gente que tenía:
-¡Socorred, mis caballeros,
que la condesa se fina!
Hallan la condesa muerta  415
los que a socorrer venían.
Así murió la condesa,
sin razón y sin justicia;
mas también todos murieron
dentro de los treinta días.  420
Los doce días pasados
la infanta ya se moría;
el rey a los veinte y cinco,
el conde al treinteno día,
allá fueron a dar cuenta  425
a la justicia divina.
Acá nos dé Dios su gracia,
y allá la gloria cumplida.






Romance de Gerineldo


ArribaAbajo Levantóse Gerineldo
que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta
donde estaba en el castillo.
-Abráisme, dijo, señora,  5
abráisme, cuerpo garrido.
-¿Quién sois vos, el caballero,
que llamáis a mi postigo?
-Gerineldo soy, señora,
vuestro tan querido amigo.  10
Tomárala por la mano,
en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando
Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey  15
de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado,
ninguna le ha respondido.
-Gerineldo, Gerineldo,
mi camarero pulido,  20
si me andas en traición,
trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta
o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano,  25
en gran saña va encendido,
fuérase para la cama
donde a Gerineldo vido.
Él quisiéralo matar,
mas criole de chiquito.  30
Sacara luego la espada,
entre entrambos la ha metido,
porque desque recordase
viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta  35
y la espada ha conocido.
-Recordaos, Gerineldo,
que ya érades sentido,
que la espada de mi padre
yo me la he bien conocido.  40






Romance de amor


ArribaAbajo En el tiempo que me vi
más alegre y placentero,
encontré con un palmero
que me habló y dijo así:
-¿Dónde vas, el caballero?  5
¿Dónde vas, triste de ti?
Muerta es tu linda amiga,
muerta es, que yo la vi;
las andas en que ella iba
de luto las vi cubrir,  10
duques, condes la lloraban
todos por amor de ti;
dueñas, damas y doncellas
llorando dicen así:
-¡Oh triste del caballero  15
que tal dama pierde aquí!






Compañero, compañero...


ArribaAbajo -Compañero, compañero,
casóse mi linda amiga,
casóse con un villano,
que es lo que más me dolía.
Irme quiero a tornar moro  5
allende la morería,
cristiano que allá pasare
yo le quitaré la vida.
-No lo hagas, compañero,
no lo hagas, por tu vida.  10
De tres hermanas que tengo
darte he yo la más garrida,
si la quieres por mujer,
si la quieres por amiga.
-Ni la quiero por mujer,  15
ni la quiero por amiga,
pues que no pude gozar
de aquella que más quería.






Romance de Espinelo


ArribaAbajo Muy malo estaba Espinelo,
en una cama yacía,
los bancos eran de oro,
las tablas de plata fina,
los colchones en que duerme  5
son de una holanda muy fina,
las sábanas que le cubren
en el agua no se vían,
la colcha que en ella ponen
sembrada es de perlería;  10
a su cabecera tiene
Mataleona, su amiga,
con las plumas de un pavón
la su cara le resfría.
Estando en este solaz  15
tal demanda le hacía:
-Espinelo, mi Espinelo,
¡cómo naciste en buen día!
El día que tú naciste
la luna estaba crecida,  20
ni punto le sobraba,
ni punto le fallecía.
Contádesme, Espinelo,
contádesme vuestra vida.
-Yo te lo diré, señora,  25
con amor y cortesía:
mi padre era de Francia,
mi madre de Lombardía;
mi padre con su poder
a Francia toda regía.  30
Mi madre como señora
una ley hecha tenía:
la mujer que dos pariese
de un parto y en sólo un día,
que la den por alevosa  35
y la quemen por justicia,
o la echen en la mar,
porque adulterado había.
Quiso Dios, y su ventura,
que ella dos hijos paría  40
de un parto y en una hora
que por deshonra tenía.
Fuérase a tomar consejo
con tan loca fantasía
a una cautiva mora,  45
sabia en nigromancía.
-¿Qué me aconsejas, la mora,
por salvar la honra mía?
Respondiérale: -Señora,
yo de parecer sería,  50
que tomases a tu hijo,
el que te se antojaría,
y lo eches en la mar
en un arca de valía
bien embetunada toda,  55
mucho oro y joyería,
porque quien al niño hallase
de criarle se holgaría.
Cayera la suerte en mí,
y en la gran mar me ponía,  60
la cual estando muy buena
arrebatado me había
y púsome en tierra firme,
con la furor que traía,
a la sombra de una mata  65
que por nombre espina había,
que por eso me pusieron
de Espinelo nombradía.
Marineros navegando
halláronme en aquel día,  70
lleváronme a presentar
al gran Soldán de Suría.
El Soldán no tiene hijo,
por su hijo me tenía;
el soldán agora es muerto.  75
Yo por el soldán regía.






Yo me era mora Moraima...


ArribaAbajo Yo me era mora Moraima,
morilla de un bel catar,
cristiano vino a mi puerta,
cuitada, por me engañar;
hablóme en algarabía,  5
como aquel que la bien sabe:
-Ábreme las puertas, mora,
sí Alá te guarde de mal.
-¿Cómo te abriré, mezquina,
que no sé quién te serás?  10
-Yo soy el moro Mazote,
hermano de la tu madre,
que un cristiano dejó muerto,
tras mí venía el alcalde.
Si no me abres tú, mi vida,  15
aquí me verás matar.
Cuando esto oí, cuitada,
comencéme a levantar,
vistiérame una almejía
no hallando mi brial,  20
fuérame para la puerta
y abrila de par en par.






Tiempo es, el caballero...


ArribaAbajo -Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga  5
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas a otras,
no hacen sino reír;  10
vergüenza he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
-Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,  15
mi madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
-¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!  20
-No os maldigáis vos, señora,
no os queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,  25
señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora, para os servir.






Romance de don Galván


ArribaAbajo Bien se pensaba la reina
que buena hija tenía.
que del conde don Galván
tres veces parido había,
que no lo sabía ninguno  5
de los que en la corte había,
si no fuese una doncella
que en su cámara dormía,
por un enojo que hubiera
a la reina lo decía.  10
La reina se la llamaba
y en su cámara la metía,
y estando en este cuidado
de palabras la castiga:
-Ay, hija, si virgen estáis,  15
reina seréis de Castilla;
hija, si virgen no estáis,
de mal fuego seáis ardida.
-Madre, tan virgen estoy
como el día que fui nacida;  20
por Dios os ruego, mi madre,
que no me dedes marido,
doliente soy de mi cuerpo,
que no soy para servirlo.
Subiérase la infanta  25
a lo alto de una torre;
si bien labraba la seda,
mejor labraba el oro;
vido venir a Galván
telas de su corazón.  30
Ellas en aquesto estando
el parto que la tomó.
-¡ay por Dios! ¡ay mi señor!
Alleguéisos a esa torre.
Recogedme ese mochacho  35
en cabo de vuestro manto.
Dedésmelo a criar
a la madre que os parió.






Parida estaba la infanta...


ArribaAbajo Parida estaba la infanta,
la infanta parida estaba;
para cumplir con el rey
decía que estaba mala.
Envió a llamar al conde  5
que viniese a la su sala;
el conde siendo llamado
no tardó la su llegada.
-¿Qué me queredes, mi vida?
¿Qué me queredes, mi alma?  10
-Que toméis esta criatura
y la deis a criar a un ama.
Ya la tomaba el buen conde
en los cantos de su capa,
mas de la sala saliendo  15
con el buen rey encontrara.
-¿Qué lleváis, el buen conde,
en cantos de vuestra capa?
-Unas almendras, señor,
que son para una preñada.  20
-Dédesme de ellas, el conde,
para mi hija la infanta.
-Perdónedes vos, el rey,
porque las traigo contadas.
Ellos en aquesto estando,  25
la criatura lloraba.
-Traidor me sois vos, el conde,
traidor me sois en mi casa.
-Yo no soy traidor, el rey,
ni en mi linaje se halla:  30
hermanos y primos tengo
los mejores de Granada.
Revolvió el manto al brazo
y arrancó de la su espada,
el conde, por la criatura,  35
retiróse por la sala.
El rey decía: -¡Prendedlo!;
mas nadie prenderlo osaba.
La infanta, que luego oyera
rencilla tan grande e brava,  40
a una de las damas suyas
lo que era preguntaba.
-Es que el rey, señora, al conde
de traidor lo difamaba
porque en la su falda un niño  45
del palacio lo sacaba,
creyendo que a vos, señora,
el conde vos deshonrara.
Sale la infanta de prisa
adonde su padre estaba,  50
y la espada de la mano
de presto se la quitara,
diciendo: -Oídme, señor,
una cosa que os contara.
El rey, que la quería bien,  55
que dijese le mandaba.
-Mía es la criatura
que el conde, señor, llevaba,
y el conde es mi marido,
yo por tal lo publicaba.  60
El rey, que aquello oyera,
triste y espantado estaba:
por un cabo quería vengarse,
y por otro non osaba;
al fin al mejor consejo  65
como cuerdo se allegaba:
con voz alta y amorosa
dijo que les perdonaba.
Mándales tomar las manos
a un cardenal que allí estaba,  70
y hacer bodas suntuosas
de que todo el mundo holgaba,
y así el pesar pasado
con gran gozo se tornaba.






Romance de la infanta de Francia


ArribaAbajo De Francia partió la niña,
de Francia la bien guarnida,
íbase para París,
do padre y madre tenía.
Errado lleva el camino,  5
errada lleva la guía,
arrimárase a un roble
por esperar compañía.
Vio venir un caballero
que a París lleva la guía.  10
La niña, desque lo vido,
de esta suerte le decía:
-Si te place, caballero,
llévesme en tu compañía.
-Pláceme, dijo, señora,  15
pláceme, dijo, mi vida.
Apeóse del caballo
por hacerle cortesía;
puso la niña en las ancas
y subiérase en la silla.  20
En el medio del camino
de amores la requería.
La niña, desque lo oyera,
díjole con osadía:
-Tate, tate, caballero,  25
no hagáis tal villanía,
hija soy de un malato
y de una malatía,
el hombre que a mí llegase
malato se tornaría.  30
El caballero, con temor,
palabra no respondía.
A la entrada de París
la niña se sonreía.
-¿De qué vos reís, señora?  35
¿De qué vos reís, mi vida?
-Ríome del caballero
y de su gran cobardía:
¡Tener la niña en el campo
y catarle cortesía!  40
Caballero, con vergüenza,
estas palabras decía:
-Vuelta, vuelta, mi señora,
que una cosa se me olvida.
La niña, como discreta,  45
dijo: -Yo no volvería,
ni persona, aunque volviese,
en mi cuerpo tocaría:
hija soy del rey de Francia
y de la reina Constantina,  50
el hombre que a mí llegase
muy caro le costaría.






Romance de la infantina


ArribaAbajo A cazar va el caballero,
a cazar como solía,
los perros lleva cansados,
el halcón perdido había;
arrimárase a un roble,  5
alto es a maravilla,
en una rama más alta,
vido estar una infantina,
cabellos de su cabeza
todo el roble cubrían.  10
-Note espantes, caballero,
ni tengas tamaña grima.
Fija soy yo del buen rey
y de la reina de Castilla,
siete fadas me fadaron  15
en brazos de una ama mía,
que andase los siete años
sola en esta montiña.
Hoy se cumplían los siete años,
o mañana en aquel día;  20
por Dios te ruego, caballero,
llévesme en tu compañía,
si quisieres, por mujer,
si no, sea por amiga.
-Esperáisme vos, señora,  25
hasta mañana, aquel día,
iré yo tomar consejo
de una madre que tenía.
La niña le respondiera
y estas palabras decía:  30
-¡Oh, mal haya el caballero
que sola deja la niña!
Él se va a tomar consejo,
y ella queda en la montiña.
Aconsejóle su madre  35
que la tomase por amiga.
Cuando volvió el caballero
no la hallara en la montiña:
vídola que la llevaban
con muy gran caballería.  40
El caballero, desque la vido,
en el suelo se caía;
desque en sí hubo tornado,
estas palabras decía:
-Caballero que tal pierde,  45
muy grande pena merecía:
yo mismo seré el alcalde,
yo me seré la justicia:
que me corten pies y manos
y me arrastren por la villa.  50






Romance del conde Arnaldos


ArribaAbajo ¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano  5
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de un cendal,  10
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo  15
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
las hace a el mástil posar.
-Galera, la mi galera,
Dios te me gaurde de mal,  20
de los peligros del mundo
sobre aguas de la mar,
de los llanos de Almería
del estrecho de Gibraltar,
y del golfo de Venecia,  25
y de ñps bancos de Flandes,
y del golfo de León,
donde suelen peligrar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:  30
-Por Dios te ruego, marinero,
dígaisme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo esta canción  35
sino a quien conmigo va.






Bodas se hacían en Francia...


ArribaAbajo Bodas se hacían en Francia,
allá dentro de París
¡Cuán bien que guía la danza
esta doña Beatriz!
¡Cuán bien que se la miraba  5
el buen conde don Martín!
-¿Qué miráis aquí, buen conde?
conde, ¿qué miráis aquí?
Decid si miráis la danza
o si me miráis a mí.  10
-Que no miro yo a la danza,
porque muchas danzas vi,
miro yo vuestra lindeza
que me hace penar a mí.
-Si bien os parezco, conde,  15
conde, saquéisme de aquí,
que un marido me dan viejo
y no puede ir tras de mí.






Romance de blanca niña


ArribaAbajo -Blanca sois, señora mía,
más que el rayo del sol,
¿si la dormiré esta noche
desarmado y sin pavor?
Que siete años había, siete,  5
que no me desarmo, no;
más negras tengo mis carnes
que un tiznado carbón.
-Dormidla, señor, dormidla,
desarmado sin temor,  10
que el conde es ido a la caza
a los montes de León.
-Rabia le mate los perros
y águilas el su halcón,
y del monte hasta casa  15
a él arrastre el morón.
Ellos en aquesto estando
su marido que llegó:
-¿Qué hacéis, la blanca niña,
hija de padre traidor?  20
-Señor, peino mis cabellos,
péinolos con gran dolor,
que me dejáis a mí sola
y a los montes os vais vos.
-Esas palabras, la niña,  25
no era sino traición:
¿Cúyo es aquel caballo
que allá bajo relinchó?
-Señor, era de mi padre,
y enviolo para vos.  30
-¿Cúyas son aquellas armas
que están en el corredor?
-Señor, eran de mi hermano,
y hoy vos las envió.
-¿Cúya es aquella lanza,  35
desde aquí la veo yo?
-Tomadla, conde, tomadla,
matadme con ella vos,
que aquesta muerte, buen conde,
bien os la merezco yo.  40






Romance de Landarico


ArribaAbajo Para ir el rey a caza
de mañana ha madrugado;
entró donde está la reina
sin la haber avisado,
por holgarse iba con ella,  5
que no iba sobre pensado.
Hallóla lavando el rostro,
que ya se había levantado,
mirándose está a un espejo,
el cabello destrenzado.  10
El rey con una varilla
por detrás la había picado;
la reina que lo sintiera
pensó que era su querido:
-Está quedo, Landarico  15
le dijo muy requebrado.
El buen rey cuando lo oyera
malamente se ha turbado;
la reina volvió el rostro,
la sangre se ha cuajado.  20
Salido se ha el rey,
que palabra no ha fablado,
a su caza se ha ido,
aunque en ál tiene cuidado.
La reina a Landarico  25
dijo lo que ha pasado:
-Mira lo que hacer conviene,
que hoy es nuestro fin llegado.
Landarido que esto oyera
mucho se [ha] acuitado.  30
-¡En mal punto y en mal hora
mis ojos te han mirado!
¡Nunca yo te conociera
pues tan cara me has costado!
que ni a ti hallo remedio,  35
ni para mí le he hallado.
Allí hablara la reina
desque lo vio tan penado:
-Calla, calla, Landarico,
calla, hombre apocado;  40
déjame tú hacer a mí
que yo lo habré remediado.
Llama a un criado suyo,
hombre de muy bajo estado,
que mate al rey, le dice,  45
en habiéndose apeado,
que sería a boca de noche
cuando hubiese tornado.
Hácele grandes promesas
y ellos lo han aceptado.  50
En volviendo el rey decía
de aquello muy descuidado;
al punto que se apeaba
de estocadas le han dado.
-¡Traición! -dice el buen rey,  55
y luego ha expirado.
Luego los traidores mismos
muy grandes voces han dado:
criados de su sobrino
que habían al rey matado.  60
La reina hizo gran duelo
y muy gran llanto ha tomado,
aunque en su corazón dentro
otra cosa le ha quedado.






Yo me adamé una amiga...


ArribaAbajo Yo me adamé una amiga
dentro de mi corazón,
Catalina había por nombre,
no la puedo olvidar, no.
Rogóme que la llevase  5
a las tierras de Aragón.
-Catalina, sois muchacha,
no podréis caminar, no.
-Tanto andaré, el caballero,
tanto andaré como vos;  10
si lo dejáis por dineros,
llevaré para los dos:
ducados para Castilla,
florines para Aragón.
Ellos en aquesto estando,  15
la justicia que llegó.






Romance de la gentil dama y el rústico pastor


ArribaAbajo Estase la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,  5
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:  10
-Ven acá, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es del mediodía,
que ya es hora de comer,
si querrás tomar posada  15
todo es a tu placer.
-Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer y hijos,
y casa de mantener,  20
y mi ganado en la sierra,
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
-Vete con Dios, pastorcillo,  25
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadica en la cintura,
blanca soy como el papel,  30
la color tengo mezclada
como rosa en el rosel,
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver,
las teticas agudicas,  35
que el brial quieren romper,
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
-Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.  40






Las señas del esposo


ArribaAbajo -Caballero de lejas tierras,
llegáos acá y paréis,
hinquedes la lanza en tierra,
vuestro caballo arrendéis.
Preguntaros he por nuevas  5
si mi esposo conocéis.
-Vuestro marido, señora,
decid ¿de qué señas es?
-Mi marido es mozo y blanco,
gentil hombre y bien cortés,  10
muy gran jugador de tablas
y también del ajedrez,
En el pomo de su espada
armas trae de un marqués,
y un ropón de brocado  15
y de carmesí al envés;
cabe el fierro de la lanza
trae un pendón portugués,
que ganó en unas justas
a un valiente francés.  20
-Por esas señas, señora,
tu marido muerto es;
En Valencia le mataron,
en casa de un ginovés,
sobre el juego de las tablas  25
lo matara un milanés.
Muchas damas lo lloraban,
caballeros con arnés,
sobre todo lo lloraba
la hija del ginovés;  30
todos dicen a una voz
que su enamorada es;
si habéis de tomar amores,
por otro a mí no dejéis.
-No me lo mandéis, señor,  35
señor, no me lo mandéis,
que antes que eso hiciese,
señor, monja me veréis.
-No os metáis monja, señora,
pues que hacerlo no podéis,  40
que vuestro marido amado
delante de vos lo tenéis.






Romance del cautivo


Arriba Mi padre era de Ronda
y mi madre de Antequera;
cautiváronme los moros
entre la paz y la guerra,
y lleváronme a vender  5
a Vélez de la Gomera.
Siete días con sus noches
anduve en el almoneda,
no hubo moro ni mora
que por mí una blanca diera,  10
sino fuera un perro moro
que cien doblas ofreciera,
y llevárame a su casa,
echárame una cadena.
Dábame la vida mala,  15
dábame la vida negra:
de día majaba esparto,
de noche molía cibera,
echóme un freno a la boca
porque no comiese della,  20
Pero plugo a Dios del cielo
que tenía el ama buena;
cuando el moro se iba a caza
quitábame la cadena;
echábame en su regazo,  25
mis regalos me hiciera,
espulgábame y limpiaba
mejor que yo mereciera;
por un placer que le hice
otro muy mayor me hiciera:  30
diérame casi cien doblones
en libertad me pusiera,
por temor que el moro perro
quizá la muerte nos diera.
Así plugo a Dios del cielo  35
de quien mercedes se espera
que me ha vuelto a vuestros brazos
como de primero era.





Anterior Indice