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ArribaAbajoJesús Camarero y Ángela Serna (coords.): Escritura y multimedia. Actas del I Encuentro Internacional sobre Lenguajes Artísticos Inter-Medios

Jan Baetens


(Vitoria: UPV-DFA-Arteragin, 1994)

Es sabido que los recientes y, por suerte, cada vez más numerosos estudios sobre las relaciones interartísticas tropiezan casi sistemáticamente con alguno de los siguientes escollos: primero, el de una generalización exagerada que tiende a olvidar el funcionamiento específico de los objetos analizados en provecho de un enfoque de tipo filosófico; después, el de una miniaturización no menos excesiva que, a pesar de la ardua tecnicidad del intento, a menudo no logra plantear ni situar adecuadamente los problemas y el objetivo de las relaciones entre palabra e imagen. En el primer caso, el giro transemiótico parece olvidarse de la especificidad de cada práctica; en el segundo, todas las discusiones se ven reducidas por el contrario a una defensa un poco crispada de la noción de pureza.

¿Se concluye, entonces, que el futuro de este tipo de investigaciones hay que situarlo mayoritariamente en una aproximación ecuménica del problema, que trata de pensar de modo no contradictorio los dos conceptos   —258→   (algunos hablarían aquí de ideologías) que se alternan y se enfrentan casi continuamente: por una parte, el comparatismo generalista; por otra, el compartimentarismo encarnizado?

El gran mérito del Coloquio organizado a finales de 1993 por Jesús Camarero y Ángela Serna (que dirige Texturas), ambos profesores de la Universidad del País Vasco, es haber demostrado el interés de una toma de partido muy clara que conduce a una mejor comprensión del campo en su totalidad. Confrontación y fusión son los dos polos indispensables en todo debate serio de esta materia: la comparación permite ver mejor las especificidades, las diferencias permiten comparar con más capacidad de discernimiento. No es corriente constatar que de puntos de vista extremadamente variados (aunque nunca vagos o gratuitos) expuestos en este Encuentro se extraiga, no ya una síntesis (en el estado actual, particularmente efervescente, de las experiencias resulta sin duda prematuro y por tanto peligroso querer encontrar ya alguna conclusión), sino una formidable dinámica que con toda seguridad dejará un rastro en el trabajo subsiguiente de los participantes.

En efecto, el Coloquio ha hecho posible una cierta cantidad de acercamientos hasta entonces casi impensables.

Subrayemos, en primer lugar, el diálogo fructífero entre teoría y práctica (y entre teóricos y practicantes) de disciplinas variadas: ahí se reconoce el espíritu de la revista Texturas, cuyo papel irremplazable en el paisaje editorial es reconocido cada vez más.

Añadamos, en segundo lugar, los intercambios entre investigación española y vasca por una parte, e investigación francesa por otra. Este Coloquio ha permitido comprobar que la apertura al extranjero y la conquista de un nivel internacional se emparejan perfectamente con la acentuación de particularidades locales a primera vista. De modo que asistimos a encuentros fascinantes entre el espíritu de la caligrafía francesa del siglo XVIII y las instalaciones de jóvenes artistas de la región, por ejemplo, o también entre la historieta belga y la poesía visual argentina contemporánea.

En tercer lugar, ¿cómo dejar de evocar la importancia intrínseca de la mayoría de las contribuciones? Todo ocurrió como si efectivamente los autores hubieran esperado a este Coloquio para presentar una etapa particularmente importante de su reflexión. En este sentido basta remitir, aunque sólo sea en el campo de la escritura literaria, a las comunicaciones de Jean-Gérard Lapacherie, Michel Butor y Raphaël Monticelli: sus tres textos conforman una soberbia muestra de lo   —259→   mejor que hoy se hace en el dominio de las relaciones entre textos e imágenes, tanto en teoría como en análisis.

Por fin, en cuarto lugar, conviene saludar la idea de una soldadura máxima de las diferentes artes. Debatir con Ralmón Bilbao, exponer obra de Henri Macchroni y Josep Sou, escenificar una instalación de Koldo Aginagalde, entre otros, y sobre todo hacerlo simultáneamente, no dejaba de constituir un formidable trofeo. El reto fue llevado a cabo brillantemente gracias al esfuerzo continuado de los organizadores, que han conseguido que los materiales heterogéneos se pudieran leer como un conjunto orgánico.

Jan Baetens