La ratita presumida - videoteca
Érase una vez una ratita chiquitita muy presumida. Un día, barriendo la calle, encontró una moneda de oro.
Al cogerla pensaba:
«¿Qué me compraré con esta moneda? ¿Un caramelo? No, no, no, que es muy dulce. Mejor otra cosa... ¡Un broche! No, no, no, que si me pincho me va a doler un montón... ¡Ya lo tengo! Me compraré un lazo para estar guapísima».
Se fue a la tienda y se compró un lazo. Al volver a casa pensó dónde ponerse su lacito y, al final, decidió ponérselo en la cola. Le quedaba precioso. Se asomó a la ventana con su lacito en la cola a ver a la gente que por allí pasaba.
Al poco tiempo se acercó un perro, que al verla dijo:
-Ratita, qué guapa estás ¿Quieres casarte conmigo?
A lo que la ratita contestó: -¿Y por las noches qué harás?
-Guau, guau, contestó el perro.
-Uy, no, no, que me asustarás.
-Vete, vete. Y el perro se marchó.
Más tarde se acercó un gato, que al verla dijo: -Ratita, qué guapa estás, ¿Quieres casarte conmigo?
A lo que la ratita contestó: -¿Y por las noches qué harás?
-¿Yo? Miau, miau, contestó el gato.
-No, no, no, que me asustarás. Vete, vete. Y el gato también se marchó.
Más tarde, apareció un ratón, que al verla dijo: -Ratita, qué guapa estás, ¿Quieres casarte conmigo?
A lo que la ratita replicó: -Pero tú por las noches ¿qué harás?
-¿Yo? Dormir y callar, contestó el ratón.
-¿Sí? Volvió a decir la ratita.
-Pues contigo me voy a casar.
Se casaron y vivieron muy felices.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.