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Europeístas españoles

Fragmentos de textos sobre el pensamiento europeo de María Zambrano
(Vélez-Málaga, 1904 - Madrid, 1991)

Por María Paz Pando Ballesteros (Universidad de Salamanca)

I. Sobre la crisis de la conciencia europea

Europa como toda realidad histórica victoriosa y resplandeciente ha tenido la virtud de producir solapados enemigos, de engendrar el rencor de las obscuras cavernas en que se cría (…). Lo terrible del rencor es su esencial apostasía; el que se revuelva siempre, ciego, contra aquello que podría salvarle. La criatura resentida destruye lo único que podría salvarle.

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 9-10.

Europa tuvo rostro, forma, figura, ¿por qué entonces esta desbandada de leales, por qué este triunfo del sordo rencor, del descarnado arribismo que pretende dejarla atrás como una etapa superada ya? (…) Sin duda Europa ha dejado de tener rostro; sin duda se ha falseado y su anterior firmeza ha cedido el paso a un reblandecimiento. Sin duda, gérmenes ocultos en la raíz misma de los principios que le daban vida han ido lentamente corroyéndolos. Y así se explica otra de las actitudes frente a la presente decadencia de Europa. Es la de servidumbre a los hechos. El hombre europeo nunca se distinguió en sus días mejores por permanecer aferrado a los hechos, pura y simplemente; a lo dado e inmediato. Al revés, desde Grecia se embarcó hacia un idealismo que alcanzó su extremo, precisamente, en la filosofía romántica alemana del siglo diecinueve. Y ahora, casi sin transición alguna, el hombre medio, el que se cree portavoz de una época, su médula y protagonista, se rinde ante la evidencia de los hechos. Vive esclavo, en terrible servidumbre, ante lo que pasa, sin ánimo para desarrollar un mínimum de violencia a fin de desasirse. La genialidad de Europa parecía consistir, en gran parte, en la capacidad de desasimiento de la realidad. Ahora, tan poca tiene, que toma por real la primera apariencia que le sale al paso, y anda sin entereza, sin verdad. Porque el encuentro de la verdad requiere su busca, que sólo puede darse en un ánimo que ha sabido sustraerse a la aplastante influencia de los hechos, a la pavorosidad de lo inmediato.

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 10-11.

La conciencia europea pasó sin tránsito de la ingenuidad más optimista al terror. Terror que, después de la guerra del catorce, se ha ido apoderando de todos los resortes vitales. Marea que ha llegado a inundar el alma entera de Europa, dejándola enajenada, sin deseo alguno, incapaz de combate, en moral quietud.

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, p. 15.

¿qué invisible enemigo había entrelazado su cuerpo con el de Europa?

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, p. 16.

II. La idea de Europa en Zambrano

¿Qué ha sido Europa? (…). Pero ¿qué es eso, que nos emparenta con todo lo europeo y que en este instante tiene más vigor que ningún rasgo nacional, particular o individual? ¿Eso que nos hace sentir a Europa como una gran unidad en la que estamos incluidos íntegramente? Es solamente el testimonio de nuestra filialidad, de nuestra dependencia y de nuestra lealtad, puesto que, lejos de querer romperla, queremos reconocerla para no traicionarla jamás. Mantenidos por este sentir, por el dolor que testimonia la unidad de Europa y nuestra filiación en ella, comenzaremos a ver algo. Automáticamente casi, la evocación funciona. Y lo que vemos ante nosotros inmediatamente es la riqueza de la forma o si se quiere el estilo de vida europeo. La densidad, multiplicidad y riqueza con que la han poblado.

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 21-22.

Europa no puede reducirse a un fantasma dócil al conjunto de la imaginación. Es un fantasma que clama ser entendido, descubierto (…). Se trata de recoger lo que de Europa actúa y tiene vigencia (…) tratando de encontrar la esencia de eso que llamamos Europa, de eso que por nada aceptamos, seguir viviendo nuestra vida si su vida, buscaremos también el principio de su posible resurrección. (….) Europa no ha muerto, Europa no puede morir del todo: agoniza. Porque Europa es tal vez lo único, en la Historia, que no puede morir del todo, lo único que puede resucitar.

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 25-26.

Rememorando a Hegel: «Algunas veces es preciso que estalle el corazón del mundo para alcanzar una vida más alta», afirma Zambrano: «Europa es el lugar donde hoy estalla ese corazón del mundo».

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, p. 27.

III. La esperanza en la recuperación europea

El esfuerzo del hombre europeo ha sido la infatigable tensión de tender a un mundo, a una ciudad siempre en el horizonte, inalcanzable. El paisaje europeo es puro horizonte (…) Es el fondo utópico, esencialmente utópico de la historia europea, la substancia de su sueño que ha sido primero como el horizonte que enmarca su realidad y que, a medida que ha transcurrido el tiempo, ha ganado la voluntad europea para ser llevado a la realidad. (…) Desde las cruzadas hasta los últimos conatos de revoluciones, la historia de Europa ha estado movida por utopías. Por grandes imposibles. Y, sin embargo, de esos delirios ha salido la historia efectiva.

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 61-62.

IV. Europa desde el exilio

Se ve y se mira el mundo todo desde un lugar determinado: un lugar donde nos sentimos estar cobijados, un lugar donde las cosas y los seres nos hablan directamente en un lenguaje que con palabras o sin ellas, no nos vemos obligados a traducir. Y este lugar lo llevamos con nosotros a lo largo de nuestra vida, aunque hayamos entrado en familiaridad con otros lugares y con formas de cultura e idiomas diferentes.

Fuente: Zambrano, María, «La ciudad», Semana, Puerto Rico, 22 de abril de 1964. Reproducido en Aurora. Papeles del «Seminario María Zambrano», Barcelona, 3 (2001), pp. 140-141.

V. La vuelta a las raíces culturales

y esto consustancial, esencia de nuestra propia vida, que no nos pertenece, es irrenunciable; hemos de transmitirlo como nos lo transmitieron. De no hacerlo así sentiríamos el horror de que la continuidad de algo que viene desde muy atrás se ha quebrado precisamente en nosotros.

Fuente: Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Mondadori, 1988, p. 67.

VI. La alternativa política

La democracia es el régimen de la unidad de la multiplicidad, del reconocimiento, por tanto, de todas las diversidades, de todas las diferencias de situación. El absolutismo y aun sus residuos operantes en el seno de un régimen democrático, tienen en cuenta solamente una situación determinada. (…) Una sociedad es un conjunto de situaciones diversas: perder de vista siquiera una de las más decisivas significa la catástrofe o el estancamiento.

Fuente: Zambrano, María, Persona y Democracia, Barcelona, Anthropos, 1988, p. 162.

La gran novedad del orden democrático es que ha de ser creado entre todos (…). La igualdad de todos los hombres, "dogma" fundamental de la fe democrática, es igualdad en tanto que personas humanas, no en cuanto a cualidades o caracteres; igualdad no es uniformidad. Es, por el contrario, el supuesto que permite aceptar las diferencias, la rica complejidad humana y no solo la del presente, sino la del porvenir.

Fuente: Zambrano, María, Persona y Democracia, Barcelona, Anthropos, 1988, p. 164.

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