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ArribaAbajoII. Primeras noticias de Yucatán

Cesáreo Fernández-Duro


Donde menos pudiera pensarse; en un volumen de copias recogidas por algún curioso del siglo XVI y conservadas en la Academia de la Historia como parte de la Colección de Salazar, con la signatura M. 145, fol. 15; entre recetas contra la peste, institución de mayorazgos, testamentos, comentarios de privilegios y refranes, se halla englobado como por azar el siguiente documento que no conocieron Pinelo, Barcia, Muñoz, Navarrete ni otro alguno de los que reunían los papeles referentes á las Indias Occidentales, y que ha permanecido inédito por tanto.

Las nuevas que vinieron de Sevilla de todo lo que traia u carabela que viene de Tierra-firme, las cuales enviaron al señor Arzobispo de Granada Presidente del Consejo.

«Dos días ha que llegó aquí una carabela de lxxx toneles que viene desta tierra nueva que se dice Hiucata; trae en ella seis indios desta misma tierra: dice que estan allá quince ó veinte, años ha, ocho hombres castellanos de Sevilla e de la tierra, y son estos hombres de una carabela que se perdió, que iba á aquella tierra, de que escaparon ellos, y están allá casados y ricos.

Es tierra donde hay villas cercadas á la manera de acá, y tambien cibdades, e la primera cibdad dolido habitan los españoles, que dicen que hay quinientos hombres allá, de cuatrocientos vecinos, y es á la boca de un rio que es cabe la mar, y que los españoles que allá estan ficieron otra poblacion fuera desta cibdad, un tiro de ballesta cerca, e que estan con ellos muy amigos e contratan unos con otros.

Catorce leguas mas arriba, que subieron con el batel desta carabela, fallaron una cibdad de xiiij U vecinos: pusiéronle nombre Sevilla la Nueva, o dicen que hay en ella torres y cercada, e son muy hermosas casas e justicia e todo lo que hay en   —307→   Sevilla y plazas e mercados e mucho trato, e dicen que más arriba XL leguas hay otra cibdad más grande que la que vieron, que será de lx U vecinos, esto por oidas, que no fueron alla. Agora quiero decir lo que traia esta carabela, lo cual yo vi por mis ojos.

Primeramente una pasta de oro tan ancha como una rueda de carreta; digo que es labrada como cuando labran sobre pez un plato grande de plata; hay en ella algunos bestiones; tiene esta pasta en medio una figura de muger sentada, ques que quiere decir diablo, y es muy bien obrada, e otras muchas pinturas al derredor, y pesa esta rueda de oro largamente ciento e cincuenta marcos de oro de más de xx quilates.

Hay mas otra rueda del mismo grandor, ques de plata fina y tiene unas figuras semejantes á la otra en el medio y esta figura es varon y la de oro hembra; y una rodela redonda con cinco chapas de oro y labrada de fuerte á las mil maravillas, y un plumaje obrado por excelencia, y unas ocho arcas llenas de diversas cosas que serian largas de contar, en que hay capacetes de oro y almireces de oro, e arcos e flechas de oro, e tanta cantidad de oro, que decian que son mas de veinte e cinco mill pesos de oro de solo estas cosas, e todo esto decian que es que se lo presenta con los indios principales y dellos es rescatado. Por una cristalina que vale dos mrs. les dieron quinientos pesos de oro, y ansí al respeto. Dicen tantas maravillas, que no se pueden escribir.

Dicen que el Señor de toda esta tierra se sirve mejor que un emperador, con mas trufo; que tiene diez porteros antes que lleguen donde él está y en la cocina donde le guisan de comer, dicen que están doscientas mujeres muy holgadamente; tanto es holgada la casa.»

Aunque la noticia peca de concisa, es por demás interesante como primicia de una tierra inexplorada y que por el estado de civilización de los naturales, poseedores de poblaciones muradas con casas de cal y canto, torres, plazas, mercados, gobierno, justicia y otras cosas, había de sorprender á los descubridores, que no habían visto hasta entonces en las islas indianas, ni en   —308→   la tierra firme registrada desde Honduras al Darien, más que chozas de palma é indios desnudos y salvajes.

¿Qué tierra era esa? ¿Cuándo la visitaron los de la carabela?

El nombre de Huicata, no con tal claridad escrito que no admita duda con Hincata, ofrece sin embargo indicio de referirse el papel á la península del Yucatán; pero dejando para después las reflexiones que lo acrediten de probable, en el encabezamiento se halla, dentro de breves límites, el de la fecha que ha de servir á la investigación.

El escrito no iba dirigido al Presidente del Consejo de Indias, pues D. Juan Rodríguez de Fonseca, que fué el primero, era en 1499 Obispo de Córdoba; en 1505 de Palencia y en 1514 de Burgos, hasta su muerte ocurrida en 1523, cuando la costa de Nueva España había sido reconocida y sojuzgado el imperio mejicano.

Arzobispo de Granada, segundo después de la conquista de este reino, fué D. Antonio de Rojas, nombrado por la Reina, Doña Juana Presidente del Consejo de Castilla en 1519, y trasladado a la sede de Palencia con la nueva dignidad de Patriarca de las Indias en 1524. Es por consiguiente de admitir que las Nuevas se enviaron al Presidente del Consejo de Castilla D. Antonio de Rojas, que no se hallaba en Sevilla, en el período de los cinco años trascurrido entre ambos nombramientos, y sabiéndose que en 1519 emprendió Hernan Cortés la heróica jornada de que por mano propia, como por las de Bernal Díaz y López Gómara se hizo relación extensa, se estrechan los límites tanto, que viene á presentarse el mismo año de 1519 como data de la misiva, y el anterior, con cierta seguridad, para la exploración del río y ciudad de Sevilla la Nueva.

Precisamente en 1518 emprendió Juan de Grijalva el reconocimiento de la tierra firme desde la isla de Cozumel hasta Occidente; fondeó á la boca del río á que puso su nombre; vió á corta distancia del mar una ciudad grande; hizo cambios con los indígenas; adquirió por donación de un cacique principal piezas de oro labrado, plumajes vistosos y otras curiosidades, con circunstancias en todo semejantes á las del papel de las Nuevas; y como despachara á Pedro de Alvarado con una carabela para comunicar   —309→   á Diego Velázquez la buena fortuna de la expedición, el gobernador de Cuba, á su vez, envió á España nave en que venía el capellán Benito Martín encargado de presentar relaciones muy cumplidas del descubrimiento, piezas ricas de oro e otras cosas á más de la súplica de asiento y capitulación para poblar en aquellas regiones.

El documento copiado ha de ser por consecuencia un resumen de las primeras noticias sabidas en Sevilla, corroborándolo el hecho de no mencionarse el nombre del capitán ó maestre de la carabela de 80 toneles recién llegada, ni atribuirle el mérito del descubrimiento.

Se extrañará que aun resumidas no contengan indicación amplia de nombres de la tierra y río, mas la abstención se explica por la dificultad que ofrecía el absoluto desconocimiento del idioma de los indios y la falta de fijeza en la designación de los españoles mismos. Vicente Yáñez Pinzón había reconocido la costa oriental de Yucatán desde 1506; Francisco Hernández de Córdoba la corrió desde Cabo Catoche en 1517 tocando en Campeche y en Potonchán ó Champotón, y de esta expedición, como de la sucesiva de Grijalva, dió testimonio presencial Bernal Díaz, expresando que al preguntar á los naturales si por alli había yuca, respondieron Ilatli, que es donde la plantaban, y que uniendo los españoles las palabras entendieron Yucatla. Otros cronistas, de ellos Herrera325, apuntan que los indios pronunciaban Toloquitán, interpretando los castellanos Lucatán, de donde derivaron Yucatán.

Sea como quiera, en mucho tiempo no se fijó el vocablo, y lo prueba la capitulación solicilada y consentida de Diego de Velázquez, en que se lee... «Habeis descubierto á vuestra costa cierta tierra que por relacion que teneis de los indios que della tomastes se llama Youcatan, á la cual los cristianos españoles que en nuestro nombre la descubrieron pusieron por nombre Santa Maria de los Remedios326...»

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En las instrucciones que llevó Hernán Cortés en 1519, se le mandaba «ver e bojar la isla de Yucatán ó Santa María de los Reinedios e descubrir lo demas que Nuestro Señor fuese servido,» con advertencia de haber visitado Grijalva «una isla que se dice Cozumel e la puso por nombre Santa Cruz, y una tierra grande, que parte de ella se llama Uloa, que pusó por nombre Santa María de las Nieves327,» y dos años después, con motivo de haberse nombrado á Gonzalo de Guzmán y á Julian Alderete para un mismo destino, se decía en Real cédula... «Se lo hizo, merced del oficio de Tesorero de las tierras de Youcatan, e Conzumel aquien los cristianos que las descubrieron pusieron nombre Santa Maria de los Remedios, que á la sazon no se sabía que hubiese otro nombre, e que despues, como la tierra se ha ensanchado y han parecido otros nombres y tierras mas fértiles y abundosas que las primeras, que llaman de Sant Juan de Uloa, donde los cristianos españoles han poblado... e de presente, por no estar certificados bien de la manera y nombre de la dicha tierra, ni de los asientos que en ella se han de hacer, y por otros impedimentos no se puede aclarar ni determinar esto328...»

León Pinelo329, en comprobación anota: «La primera vez que se nombra Nueva España es en una cédula de 10 de Octubre de 1522 en que se da licencia para pasar á ella á los que quisieren, porque antes se llamaba Youcatan, Coloacan y Uloa.»

La trascripción Hiucata ó Hincata en los primeros momentos de escuchar la palabra en España no es por tanto sorprendente, ni que se ignorase que el río en que radicaba Sevilla la Nueva, evidentemente el Usumacinta, recibió el nombre de Grijalva, de los compañeros de su descubridor, y después por Hernán Cortés el de Tabasco, por el cacique principal á quien venció en la batalla dada en las inmediaciones de la ciudad.

Sirve también de comprobación á la fecha y jornada supuestas   —311→   la especie de hallarse establecidos en aquella tierra algunos españoles desde que por naufragio aportaron á la costa. Ya desde el reconocimiento de Hernández de Córdoba se supo esto por los indios Melchor y Julianillo que llevó á Cuba, si bien por entonces no conformaba la noticia ni con el número ni con la prosperidad de que hablaban los recién llegados á Sevilla. Creyóse al principio pudieran ser los que con Diego Nicuesa habían desaparecido en un bergantín, aquellos desgraciados, cuya suerte interesó naturalmente á los castellanos, y en las instrucciones de Hernán Cortés, antes mencionadas, escribía Velázquez:

«Se ha sabido como en poder de ciertos caciques principales de Santa Maria, de los Reinedios, están seis cristianos cautivos y los tienen por esclavos y se sirven de ellos en sus haciendas, que los tomaron muchos dias ha de una carabela que con tiempo por allí diz que aportó, perdida, que se cree que alguno dellos debe ser Nicuesa, e redimirlos seria grandísimo servicio de Dios...»

Redimió en efecto el famoso caudillo á Jerónimo de Aguilar, natural de Écija, y por él se supo la historia lamentable del naufragio ocurrido el año de 1511, en el bajo de los Alacranes ó de las Vívoras, cuando Valdivia navegaba desde el Darién á Santo Domingo. Diez y ocho hombres y dos mujeres ganaron en el batel la ribera de la provincia de Maya, siendo algunos (Valdivia entre ellos) sacrificados y comidos de momento. Huyeron otros á provincia contigua donde la fatiga los fué acabando, hasta quedar tan sólo el dicho Jerónimo de Aguilar, que lo contaba, y Gonzalo Guerrero, casado y tenido en concepto de valiente capitán por su comportamiento en las guerras de los indios. Uno y otro habían adoptado las costumbres del país, teniendo el último taladradas orejas, narices y labios, pintado el rostro y labradas las manos, así que aun en esto se acredita la relación recibida un año antes de boca de los indios con quien trató Grijalva, siendo muy natural que reservaran la parte que les convenía tener oculta.

Esas rodelas enormes con bestiones y figuras repujadas, que así lo indica la expresión de estar obradas á las mil maravillas como cuando labran sobre pez un plato grande de plata, esas joyas del arte Maya en otras manifestaciones conocido por los monumentos de Palenque, Copán y las demás ciudades arruinadas de Yucatán   —312→   y Guatemala, viniendo destinadas al Emperador, se enviaron sin duda á su residencia de Alemania, donde acaso llegando á manos de Mr. de Xevres harían compañía á los doblones de á dos que con tan buena maña acaparaba. De este modo se comprende que ninguno de los cronistas españoles del tiempo hable de piezas de orfebrería tan notables. Preguntar lo que fué de ellas sería como decir con Jorge Manrique:


¿Qué se hizo el rey don Juan?
¿Los infantes de Aragón
qué se hicieron?
   ¿Qué fué de tanto galán?
¿Qué fué de tanta invención
como trujeron?



CESÁREO FERNÁNDEZ-DURO.