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ArribaAbajoI. El códice arábigo intitulado Tarij Mansurí

Eduardo Saavedra


El Museo Asiático de San Petersburgo posee un códice arábigo del siglo XIII titulado Tarij Mansurí, ó sea Anales de Almanzor, llamados así por haberlos dedicado á un príncipe ayubita de este nombre su autor Abul fadáil, natural de Hama, domiciliado en Hemesa. El libro es una crónica muy abreviada al principio, pero muy llena de pormenores en su parte postrera, cuando su redactor narra los sucesos contemporáneos, en los cuales tuvo no poca parte, como secretario que fué de varios magnates de aquel tiempo.

El senador D. Miguel Amari, nuestro nuevo Correspondiente en Pisa, obtuvo el códice en calidad de préstamo, mediante cesión generosa que de anterior derecho hizo el eminente orientalista Sr. Schefer, y publicó en el Archivio Storico Siciliano una traducción de los pasajes, que interesan á la historia de Occidente, trabajo que nos ha enviado en cuaderno aparte y cuyo contenido ha manifestado la Academia deseos de conocer por medio de un informe.

Con el modesto título de Advertencia preliminar, el Sr. Amari presenta un precioso cuadro del estado político del imperio de Saladino en el siglo XIII y luego enriquece con numerosas notas é ilustraciones la mayor parte de los pasajes, entre los cuales tropezamos   —160→   con uno que interesa muy principalmente á nuestra propia historia y que conviene por tal motivo transcribir aquí íntegramente.

Año 620. -Este año hubo en el Occidente una carestía como no se tenía memoria. Comiéronse toda clase de carnes muertas. Las lluvias habían faltado desde el año 6156 al 19 del 600, por lo cual durante dos años consecutivos, que fueron el 620 y el 621 (Febrero de 1223 á Diciembre de 1224), escasearon tanto los caballos en las tribus, que quedaron á pié la mayor parte de los Almohades así como los árabes beduinos. Produce la tierra en aquellos países una raíz muy blanca, que se llama arrana, la cual cocían los habitantes durante una noche entera sin que bastara esto para ablandarla, y viéndose reducidos á comerla, no la digerían y moría mucha gente por esta causa. Durante la carestía se hizo un trato con los reyes francos, es decir, Alfonso, el Barcelonés, el Navarro, el descendiente de Enrique ó el Baboso, para recibir un socorro de 1200 monedas de oro diarias, de las cuales 1000 tomaban los príncipes y 200 el caballero que iba á recoger el dinero de los francos, el cual era precio de castillos y armamentos que se cedían. La moneda mencionada equivalía á medio adinar de Egipto. El jefe de la comarca era entonces Cidi Abu-Ishac, hermano de Almanzor, y el de la partida que diariamente recogía la cantidad se llamaba Cidi Abu Abdalá.

El erudito traductor duda con razón si la calamidad pública referida en la crónica oriental tuvo lugar en África ó en España, pues ambas regiones se comprendían en Siria bajo la denominación de Occidente, inclinándose á creer que se trata de la primera por cuanto se habla de algunas tribus de árabes beduinos. Pero no ha imaginado el docto italiano que hubiera otra cuestión previa que discutir, cual es la de la fecha que pone Abulfadáil para este suceso, que es á todas luces equivocada. En efecto, entre los reyes de España contemporáneos menciona por su nombre tan solo á dos, el Baboso, sobrenombre del rey Alfonso de León, y otro Alfonso, que no puede ser más que el de Castilla,   —161→   el glorioso vencedor de las Navas de Tolosa. Como este ínclito monarca murió en 1214, resulta que ó está equivocada la fecha ó está mal puesto el nombre, y que es aquello y no esto lo que sucede lo comprueba el mismo texto cuando dice que gobernaba el país un hermano de Almanzor llamado Abu-Ishac, cuyas memorias conservan Ebno Jaldún y el Cartás. Según estos libros, este príncipe fué nombrado gobernador de Córdoba por sil padre Yusuf en 561 de la hégira y en 577 le tenía confiado el mando de Sevilla, donde continuaba en 580. Al subir al trono, Almostancer le confirió nuevamente este mismo cargo, pero algún tiempo después debió perderlo, cuando, ya más entrado en años, destituyó á todos sus parientes y los reemplazó por favoritos de más baja extracción. Como el sultán murió precisamente en el mismo año de 620, resulta que ya entonces no podía tener el mando de ninguna provincia el referido príncipe, circunstancia que conviene, sin embargo, con la noticia de que existiera entonces con vida el rey Alfonso de Castilla, de donde se deduce claramente que lo equivocado en nuestro autor es la fecha, la cual debe rebajarse en una docena de años. En efecto, la Crónica general de España, tomando la noticia del célebre arzobispo D. Rodrigo, describe casi con las mismas palabras que el autor musulmán el hambre que afligió á España por los años 1213 y 1214, hecho sobre el cual no puede caber duda porque el prelado toledano fué testigo y actor muy principal del suceso. Casi por el mismo tiempo, es decir, al final del reinado de D. Sancho I de Portugal, muerto en 1212, refiere Duarte Núñez de León una epidemia seguida de hambre en este reino, y finalmente el Cartás menciona también una peste que reinó, así en África como España, el año 610 de la hégira correspondiente al 1213 de la era cristiana en casi su totalidad. Cierto es que Zurita coloca un hambre general en 1218, pero ni la crónica de D. Jaime ni la de Muntaner hacen mérito de ella, y debe ser error de la misma índole que el cometido por el anónimo que la pone en Cataluña por el año 1196.

De todo esto se deduce que el acontecimiento desastroso referido por el autor del Tarij Mansurí; fué hambre acompañada de enfermedades contagiosas, que se extendió, como es costumbre por ambos lados del estrecho, y que tuvo lugar en los años 610 y   —162→   611 de la hégira correspondientes á los 1213 y 1214 de J. C.

La distancia á que el autor se hallaba explica, no solo el error de una decena en los guarismos, sino el asentimiento que da á la especie de haber tenido que vender los Almohades para remediar el hambre las armas y fortalezas que perdieron por consecuencia de la famosísima batalla de las Navas. También puede ser hija de una confusión de esta clase la idea de que la gente, atacada de peste, moría por comer cierta raíz, á falta de otros mantenimientos. Qué raíz fuera esta es difícil acertarlo, pues si está su nombre (imagen) bien escrito y bien leído, lo cual no asegura el señor Amari, podría ser la cebolla albarrana, que si aquí no pasa por comestible, es lo cierto que en otros países tiene especies que se pueden comer y tal vez dieran entonces á la nuestra alguna preparación especial que la hiciera del todo inocente ó que no habiéndolo conseguido, se aumentara con ese alimento la mortandad ya considerable. Pero, si como es fácil, hubiera de entenderse imagen, arrapa, la raíz sería un rapónchigo ó cualquiera de las rabanizas que abundan en nuestros climas.

Del resto del cuaderno es lo más interesante la copia de dos cartas del emperador Federico II al Sultán Málec Cámil, en las cuales resulta evidente que la corte imperial tenía secretarios de lengua árabe que escribían en ella los diplomas y documentos con toda la elegancia y exornación de estilo propias del Oriente, así como que el emperador no reparaba en confiar al Turco sus motivos de queja y disidencias con la corte romana.

La Academia deberá dar gracias al Sr. Amari por haber enviado este folleto y demostrarle el agrado con que ha visto su contenido, aunque, como siempre, resolverá lo más acertado.

EDUARDO SAAVEDRA.

Madrid 30 de Enero de 1885.