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ArribaAbajo Unas palabras más sobre Belerma (Quijote II, 23)

Helena Percas de Ponseti


En 1996 publiqué «¿Quién era Belerma?»140, trabajo que recogía y puntualizaba lo que he venido analizando en varios trabajos desde 1968. Creí ser mi última palabra sobre el episodio de la cueva de Montesinos. Vuelvo sobre este episodio una vez más a raíz de comentarios de colegas. Unos me dicen que he desentrañado convincentemente el secreto de lo que encerró Cervantes en la cueva de Montesinos: su vida de esclavo en Argel. Otros me dicen que no encuentran fallos en mis razonamientos ni en mis deducciones pero que no pueden creer ser ciertas algunas de las conclusiones autobiográficas que saco de mis análisis, por ser tan extraordinarias, principalmente que Belerma, figura femenina del romancero carolingio que lleva un turbante al modo turquesco en el sueño/pesadilla de Don Quijote en la cueva de Montesinos oculta a la protectora de Cervantes desdoblada en la figura del rey de Argel, el sodomita Hasán Bajá Veneciano.

Los comentarios arriba mencionados me han inducido a releer trabajos recientes y otros citados antaño en mi libro Cervantes y su concepto del arte 141 , tres en particular: el de T. Earl Hamilton titulado,   —181→   «What Happened in the Cave of Montesinos?»142, la Topografía e historia general de Argel de Fray Diego de Haedo143, y «La hija de Agi Morato en la obra de Cervantes»144 de Jaime Oliver Asín. Recordemos que en su artículo de 1996, «Hacia la verdadera historia del cautivo Miguel de Cervantes»145, Michael McGaha dedujo que la hija de Agi Morato, Zahara en dos obras de teatro del escritor y Zoraida en la historia del cautivo, debió ser la amante de Cervantes y quien intervino a favor de él frente al rey Hasán Veneciano. Zahara, quien casó en segundas nupcias con este rey en 1580, era una mujer hermosa de gran ascendiente sobre él (p. 545).

Hace más de medio siglo, el intuitivo Azorín da por hecho que el cautivo del baño que Zoraida ve por la celosía de su ventana es «Saavedra» mismo146. Por su parte, Jean Canavaggio nos sugiere en su minuciosa reconstrucción de la vida del escritor que Agi Morato, padre de Zahara, renegado esloveno y diplomático de gran prestigio fue quien intervino a favor de Cervantes frente al rey. Cervantes presenta a Agí Morato con nobleza y bondad. Deja en sus escritos una semblanza conmovedora del padre de Zahara147.

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Me dan pie estas hipótesis para concluir que tanto padre como hija fueron los «buenos terceros» que declara Alonso Aragonés salvaron de la muerte a Cervantes entre los «muchos que rogaron por él», como declara Diego Castellano?148 En ese entonces, 1580, Zahara, viuda del sultán Abd-el-Maleck, se casaba con Hasán Veneciano, quien la pretendía después de la muerte de su marido, según supone Jaime Oliver Asín, estando todavía allá Cervantes, prisionero del rey149.

Ciertas contradicciones cervantinas sobre la figura del rey Hasán Veneciano parecen significativas. Nos recuerda Oliver Asín, que lo pinta, por una parte cruel y sádico con los esclavos cristianos, por otra inteligente y admirador de «la gente de España» por ser «porfiada, feroz, fiera, arrogante, pertinaz, indomable y atrevida» (p. 284), precisamente las características sobresalientes del mismo Cervantes. Jean Canavaggio se pregunta si la campaña difamatoria de Blanco de Paz acusando a Cervantes de «cosas viciosas y feas» no apuntaría a relaciones homosexuales con el sodomita Hasán Veneciano, hombre no muy atractivo pero sí carismático hasta para sus detractores (pp. 94-95).

Reitero que la contestación a todas estas preguntas nos las proporciona Cervantes mismo en el sueño de Don Quijote tal como lo desentrañé en «¿Quién era Belerma?».

Releo la conclusión del artículo de T. Earle Hamilton. Este crítico vio en 1968, como origen principal de la inspiración de la cueva de Montesinos, un sueño del propio Cervantes. Su trabajo documenta muy bien el mecanismo de los sueños. Se pregunta si Cervantes no se identifica con Don Quijote en este episodio. Cito sus palabras:

If Cervantes here penned a fictitious dream, he succeeded miraculously in imitating the principles of dream-making which have only recently been discovered. Many of us have long believed that Don Quixote possesses more than a few autobiographical elements; and a study of this episode makes me wonder to what extent Cervantes identified himself with Don Quixote, and whether this adventure was not actually Cervantes' own dream with imaginative interpolations150.



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Hamilton no asocia el sueño de Cervantes con su cautiverio en Argel. En mis varios estudios desde 1975 sobre la cueva de Montesinos, yo he asociado el sueño/pesadilla de Don Quijote con el cautiverio del autor. Creo haber demostrado que, en efecto, Cervantes ha tomado posesión del Don Quijote que desciende a la cueva de Montesinos. Al despertar éste frente al palacio de cristal que guarda Montesinos se palpa todo para cerciorarse que es él mismo y no vano fantasma. También he percibido que Don Quijote contempla a Cervantes sin saberlo en la figura de Durandarte, llamado «autor fidedigno»; que este autor fidedigno es esclavo del rey Hasán Veneciano y se encuentra encerrado en la cueva/mazmorra bajo el palacio del rey; que Belerma, figura del romancero carolingio que lleva en la cabeza un turbante al modo turquesco y en las manos el corazón del «autor fidedigno» oculta a la protectora, tal vez amante del escritor, en proceso de transformación en la figura del rey de Argel, como dije en 1996.

Tal debió ser el sueño/pesadilla de Cervantes. Los esclavos, los prisioneros, los perseguidos de todos los tiempos, víctimas de crueldades gratuitas, sobreviven asaltados de pesadillas hasta en la vigilia, como se sabe por los innumerables testimonios de nuestro siglo principalmente. El año anterior a su rescate, en octubre de 1579, le confiesa Cervantes a Antonio Veneziani al enviarle desde su prisión en Argel las doce octavas reales que le había ofrecido a su buen amigo de escribir para su querida Celia: «Prometo a v. m. como christiano que son tantas las imaginaciones que me fatigan, que no me an dexado cumplir como quería estos versos que a v. m. embío»151. Cervantes vivía sobresaltado, como él mismo confiesa.

Un comentario de Diana Wilson tras leer mi artículo sobre Belerma me hizo ver, de pronto, que es Cervantes mismo quien nos describe al rey de Argel en la descripción del rostro de la dama con turbante «al modo turquesco» en la cabeza. Me escribe Diana Wilson en septiembre de 1997: «I find especially intriguing the notion of Belerma's identification with the renegade Venetian sodomite Hasán Bajá, King of Algiers, a man given to 'impalement' by way of capital punishment. It's all there in Belerma's teeth». ¡Cuán cierto! Así describe Cervantes a Belerma:

era cejijunta y la nariz algo chata; la boca grande, pero colorados los labios; los dientes, que tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como unas peladas almendras... «Y no toma ocasión su amarillez y sus ojeras de estar   —184→   con el mal mensil, ordinario en las mujeres, porque ha muchos meses, y aun años, que no le tiene ni asoma por sus puertas...»152.

Le dice Montesinos a Don Quijote que «si [le] había parecido Belerma algo fea, o no tan hermosa como tenía la fama, era la causa las malas noches y peores días que en aquel encantamento pasaba, como lo podía ver en sus grandes ojeras y su color quebradiza».

Releyendo la Topografía e historia general de Argel de Fray Diego de Haedo encuentro la descripción de Hasán Veneciano que se me escapó en 1975 por no pensar en aquel entonces en identificar a un personaje carolingio femenino con el rey de Argel. Esta semblanza es de 1580 cuando sale de Argel y es rescatado Cervantes de sus garras:

era hombre de 35 años, alto de cuerpo, flaco de carnes, los ojos grandes, encendidos y encarnizados, la nariz larga y afilada, la boca delgada, no demasiadamente barbado, de pelo como castaño y de color cetrino, que declina para amarillo, señales todas de su mala condición153.



No coincide del todo este retrato con el de Belerma porque la descripción que hace Cervantes de la dama es resultado de las distorsiones propias de una pesadilla hábilmente manejada para acentuar el rostro masculinizado de Belerma en proceso de transformación.

Volvamos al texto: cejijunta sugiere lo masculino mientras que ojos grandes sugiere belleza femenina; boca grande no es un atractivo femenino mientras que colorados los labios lo es; los dientes ralos es negativo mientras que blancos es positivo aunque contrarrestado por el como peladas almendras que no como perlas, símil poético que utiliza Cervantes en otras partes.

Ambos retratos difieren en la descripción de la nariz, larga y afilada por sobre unos labios delgados en el retrato de Hasán; y algo chata por encima de una boca grande en el de Belerma. Pero donde coinciden es en la amarillez del rostro como nota final caracterizadora de la «mala condición» del rey. Y es sobre este color del rostro que se extiende Montesinos, el portavoz de Cervantes, trayendo a colación la falta del mal mensil con que subrayar el final del proceso de transfiguración, de uno de esos «metamorfóseos» que nos sugiere el Primo tienen lugar en la cueva. Ofrezco esta nota como epílogo a mi artículo de 1996.