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231

No sería difícil que Maury lo leyera en La Gaceta de Madrid, que reproducía los artículos de Lista de El Tiempo gaditano. (N. del A.)

 

232

Recuérdense las páginas de la Emancipación dedicadas a la epopeya (52-58 y 244-247) que ilustra con dos «cuentos» que habían sido publicados en El Artista, «El cristiano en Oriente» de Salas y Quiroga, y «El bulto vestido de negro capuz» de Escosura, cuya elección justifica con el comentario: «Poco me importa que sean cortas, si la acción es interesante y es grande el efecto que producen». (N. del A.)

 

233

«Novela y epopeya en Los bandos de Castilla», en: Salina 10 (noviembre 1996), pp. 105-115. (N. del A.)

 

234

Como es bien sabido, el acercamiento entre épica y novela ya era cuestión discutida desde el Quinientos, adquiriendo renovada actualidad conforme avanzaba el Setecientos. Mayans se apoyaba precisamente en el Quijote para afirmar «que la épica (como dijo el mismo Cervantes) tan bien puede escrivirse (sic) en prosa como en verso» (Vida de Miguel de Cervantes, A. Mestre (ed.), Madrid, Espasa-Calpe, 1972, p. 151). Montengón había publicado El Rodrigo (1793), «romance épico» en prosa que «puede [...] servir de argumento para un poema, cuyo embrión presento a este fin al público», según escribía su autor en nota preliminar. El debate duraba en el siglo siguiente: en los años treinta se pueden encontrar prólogos y primeros capítulos de novelas históricas en que los autores justifican su nuevo estilo «romántico» (López Soler, Los bandos de Castilla [Valencia, Cabrerizo, 1830], Prólogo, t. 1, p. v.), o escriben auténticos exordios, con sus correspondientes invocaciones a las musas, como si compusieran poemas épicos (López Soler, ob. cit., cap. 1, Intr., t. 1, p. 1; Ribot y Fontseré, Los descendientes de Laomedonte [Barcelona, Impr. de Ignacio Estivill, 1834], libr. 1, p. 7). Todavía el mismo año en que Fernán Caballero daba a conocer La Gaviota, A. Ribot y Fontseré escribía a propósito de las novelas de Walter Scott: «[...] si como están escritas en prosa estuviesen escritas en verso, serían ingeniosas leyendas, que se parecerían mucho más a las baladas alemanas y a los cantos de Byron que a los poemas épicos de los griegos y de los latinos» (Solimán y Zaida o El precio de una venganza. Leyenda árabe, Madrid, Libr. de Gaspar y Roig, 1849, Prólogo, p. ix. (N. del A.)

 

235

Entre otros muchos, resume la admiración de Hugo por el mantuano el verso: «Ô Virgile! Ô poète! ô mon maître divin!» de «À Virgile», Les voix intérieures, en: Oeuvres poétiques, I, Avant l'exil 1802-1851, G. Picon/ P. Albouy (eds.), París, Bibliothèque de la Pléiade, 1968, p. 959. (N. del A.)

 

236

La lectura de Voltaire sobrepasa los límites del tema épico. Es frecuente hallar en las «Ilustraciones» de Maury resonancias de otras obras, como Pucelle d'Orleans, (pp. 482-483) e incluso fragmentos traducidos con indicación de donde proceden (Siècle de Louis XIV, pp. 483-484). (N. del A.)

 

237

Maury cita las Lecciones en Espagne Poétique al menos en dos ocasiones: una, a propósito del Quijote (t. 1, p. 231); otra, en las páginas dedicadas a Meléndez Valdés (t. 2, pp. 284-291), para mostrar en ambas su desacuerdo con los puntos de vista del abate. (N. del A.)

 

238

Luzán merece todo un apartado de la Espagne Poétique, lo que no obsta para que Maury muestre sus reservas sobre La Poética: «Versé à fond dans toutes les littératures étrangères, ainsi que dans les classiques, Luzán y puisa les élémens de sa poétique, dont le mérite demeure toujours éminent, abstraction faite de son oportunité» (t. 2, p. 239). (N. del A.)

 

239

Recuérdense las dos citas que encabezan el poema, que son toda una declaración de intenciones: «Marier tous les tons», y el repetidísimo verso de Aquilano «Per troppo variar Natura é bella». (N. del A.)

 

240

He aquí la n. correspondiente a la octava anterior: «Es innegable el derecho que á todos nos asistia para no leer á Aristóteles. Cualquiera que compone debe considerarse en la misma posición y gozando de la misma anchura que el primero que compuso; ningún antecedente debe militar en contra suya.

No quita que puedan ceder en su provecho; ni se entienda que al poeta se le prohibe ni la poética de Aristóteles ni otra ninguna de las ciento y tantas que andan por ahí en verso ó en prosa; concediéndosele, por añadidura, los modelos á que se refieren.

Cabe que sirvan. El gusto, no hai duda, como el paladar mismo, se compone de naturaleza y de educacion: el punto es, que la educacion se haya vuelto segunda naturaleza; que los frutos del estudio se hallen trasustanciados, por decirlo así, en nosotros, como los alimentos materiales; de suerte que, identificándose voluntad y memoria, siempre nos parezca idear. No seguir, pues, ejemplos ni preceptos de propósito y en razon de tenerlos por tales, sino, en fuerza de habérselos cada uno apropiado; nada de ceder á la autoridad; nada de postizo que desvirtúe la espontánea inspiracion: que todo salga de adentro.

Ah! Si hubiera llegado para el artista la época fatal en que se trastorna su existencia por el ansia de producir; que ya no se cura de diversiones ni de sociedad, de ejercicio ni de descanso, de vestir ni de comer, esclavo y mártir del instinto: absorcion, abnegacion, sandez inesplicable: caso sin igual entre los vivientes, á no ser que aquella otra criatura productora, que por nombre, si me es lícito declararlo, tuvo el de llueca ó clueca; cuando tal esperimente y sufra, vea el paciente si no le cuesta su individiualidad demasiado para prescindir de ella en lo más mínimo» (pp. 477- 479). (N. del A.)