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241

Ed. cit., pp. 281 y 283. (N. del A.)

 

242

«Análisis del poema Esvero y Almedora de don Juan María Maury, leído a la R. A. E. por su secretario perpetuo don [...]», en: L. A. de Cueto (ed.), Poetas líricos del siglo XVIII, Madrid, Atlas, 1953 (BAE, 65-67), t. 3, p. 155. (N. del A.)

 

243

El Orlando innamorato de Boiardo tiene 69 cantos distribuidos en tres libros, 46 el de Ariosto, 20 la Gerusaleme liberata; 20 también La hermosura de Angélica de Lope de Vega y 12 la primera parte -única publicada- de Las lágrimas de Angélica de Barahona de Soto. (N. del A.)

 

244

«En cuanto á quedar vencida ella [Almedora] y triunfante su rival [Rosalinda], ella tan apasionada y dulce, la otra tan sosa y espetada, quejárase á los padres Barnabitas de Lescar, en cuyo colegio estudié los principios de moral artística, y también á dos grandes ingenios entre los modernos románticos, que parecen haber estudiado lo mismo.

Crearon á Corina y á Rebeca, oponiéndoles Lucila y Lady Rowena, y estas segundas se vieron galardonadas por los autores, miéntras pocos lectores habrá que no simpaticen más con las otras dos». («Visión apologética. Carta de D. Juan María Maury ál Excmo. Sr. D. Juan Nicasio Gallego», en: Poetas líricos del siglo XVIII, ed. cit., t. 3, p. 168. (N. del A.)

 

245

Quintana reconocía ese prestigio, pero también que en su época «eran obras generalmente poco leídas y estimadas» (Poesías selectas castellanas. Segunda Parte. Musa Épica o Colección de los mejores trozos de nuestros poetas heroicos. Recogidos y ordenados por [...], Madrid, Imprenta de D. M. de Burgos, I, p. viii. También Larra registraba la existencia de un nuevo lector, más aficionado a comprar la Galería de espectros y sombras ensangrentadas de Pérez Zaragoza que la traducción de la Iliada de Gómez Hermosilla («¿Quién es el público y dónde se encuentra», El Pobrecito Hablador, 17 de agosto de 1832). (N. del A.)

 

246

Ob. cit., t. 2, pp. 293-294. (N. del A.)

 

247

Duque de Rivas, El moro expósito, Madrid, Espasa-Calpe, 1982, Introducción, t. 1, p. 8 n. (N. del A.)

 

248

La brecha la ha abierto E. Miralles con el artículo «Pereda y los nacionalismos (regionalismos) peninsulares», en: «Peñas arriba». Cien años después, José María de Pereda, crítica e interpretación, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1997, pp. 197-229. Me consta que el profesor Miralles tiene entre manos un monumental estudio de autores y obras regionalistas del siglo XIX. Yo mismo estoy trabajando en una monografía que en principio va a incluir a Fernán Caballero, Pereda y Oller. (N. del A.)

 

249

En dicha adscripción concuerda la mayoría de estudiosos de su obra (Montesinos, Herrero, Kirkpatrick, Flitter, González Troyano y otros). Me he ocupado del casticismo de la hispano-germana con mayor detenimiento en «Fernán Caballero en la encrucijada: hacia una poética del realismo castizo», en: Siglo diecinueve (Literatura hispánica) 4 (1998), pp. 131-148. (N. del A.)

 

250

Agudamente advierte A. González Troyano que tal visión estaba a su vez mediatizada por una serie de tópicos a los que ni la misma autora, con todas sus ínfulas de objetividad, pudo sustraerse: «¿No será que una serie de 'condicionantes' obligan, de forma consciente o inconsciente, a ver, a 'pintar', a narrar, de una determinada manera el mundo andaluz? ¿No será que deben respetarse unos 'topoi' que se imponen como invariantes ineludibles?» («Andalucía en la obra narrativa de Fernán Caballero», en R. Reyes Cano y J. Ramos Ortega (coords.), Autores andaluces. La imagen de Andalucía en la literatura de la España contemporánea (1840-1916), Cádiz, 1992, p. 23). (N. del A.)