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421

Vid. edición antes citada, cap. 11, pág. 124.

 

422

Esta impresión inicial queda desmentida en uno de los capítulos inmediatamente posteriores, en que aparece la criada Andria en la cocina, preparando para sus amos los más sabrosos manjares (vid. Lib. II, cap. 11, 12 b). Se trata de uno más, entre los innumerables descuidos y contradicciones de que está plagado el Asno de oro de Apuleyo. Vid. Apulee, Les Métamorphoses. Texte établi par D. S. Robertson et traduit par Paul Vallette. Societé d'Edition «Les Belles Lettres», París, 1940-1945, 3 vols.

 

423

En la adaptación castellana del Baldus (Sevilla, 1542), estudiada con gran penetración por mi querido amigo Alberto Blecua, y concretamente en la autobiografía de Cingar, el pícaro amigo de Baldo, aparece también un mendigo ciego, que también cuenta los pedaços de pan que lleva en su avara talega, la cual no está cerrada con llave, como el fardel de lienço, que por la boca se cerrava con una argolla de hierro y su candado y su llave (I, 95), del ciego del Lazarillo, sino que la cerrava con el cordel (IV, 183), rasgo en el que se diferencia también del almacén del avaro Milón, bien cerrado con fuertes candados (Lib. III, V, 26 a.). A pesar de esta significativa coincidencia, la intención con que el ciego del Baldus cuenta los pedazos de pan es completamente distinta de la de los dueños de Lucio el asno y del clérigo de Maqueda, pues mientras aquél atesora los pedazos de pan como si se tratase de una gran suma de dineros, éstos cuentan las provisiones y los pedazos de pan para comprobar que están siendo robados. Vid. Alberto Blecua, «Libros de caballerías, latín macarrónico y novela picaresca: la adaptación castellana del Baldus (Sevilla, 1542)», Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXXIV, 1971-1972, págs. 147-239.