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ArribaAbajoLa difusión de Voltaire en España en el siglo XVIII: algunos intermediarios

Francisco Lafarga


Es de todos conocida la importancia de la figura del intermediario en las relaciones literarias entre los países y muy especialmente en la difusión de un autor en un país extranjero. Y el papel del mismo parece cobrar nueva dimensión cuando el escritor que difunde es un autor mal visto por las mentes bien pensantes de la época y aun prohibido por la censura. Tal es el caso de Voltaire.

A pesar de la condena inquisitorial -Voltaire fue prohibido in totum en 1762, aunque algunas obras habían sido condenadas con anterioridad-, la personalidad y la obra del «patriarca de Ferney» tuvieron amplio eco en España. Buena prueba de ello son las numerosas traducciones, especialmente de obras dramáticas275.

En el terreno de la difusión de Voltaire en España son varios los elementos que entran en juego. Por un lado, son evidente muestra del conocimiento que de su obra se tenía en la época las numerosas alusiones que se encuentran en autores españoles del siglo XVIII; por otro lado, puede dar fe de su difusión la existencia de obras en idioma original en bibliotecas particulares. Pero aquí vamos a referirnos concretamente a los intermediarios, y muy en particular a tres de ellos.

Se trata de Ignacio de Luzán, el duque de Almodóvar y el jesuita Juan Andrés. Quien en 1737 se había dado a conocer en el mundo literario con la publicación de una erudita Poética, da a la luz en 1751 unas Memorias literarias de París276, fruto de su estancia en la capital francesa como secretario de embajada y de su enorme interés por todo lo relacionado con las letras.

Luzán, como tantos otros en su época, entiende la literatura en su sentido más amplio, por lo que da cabida en sus Memorias no sólo a la literatura de creación,   —133→   sino a la erudición, la ciencia, la enseñanza y las bibliotecas. Todo para dar una visión lo más completa posible «del actual estado y methodo de sus estudios», como se indica en la portada del libro.

En un panorama tan amplio y completo de la vida cultural francesa, no podía faltar uno de los primeros escritores de su siglo. En 1750, para Luzán y para los franceses, Voltaire era un gran poeta, el mejor de los poetas de Francia. Todavía no había publicado sus grandes obras filosóficas y los libelos antirreligiosos que hicieron apartarse de él a muchos de sus antiguos admiradores. Por ello, las alusiones de Luzán se refieren en su mayor parte a sus obras de creación.

La descripción que hace de Voltaire el escritor aragonés destaca por su comedimiento:

Mr. de Voltaire tendrá aora poco mas de cinquenta años; es cortés, discreto, y delicado en la conversacion: de un ingenio muy agudo, de una fantasía muy viva, y muy fecunda; y juntando á estas prendas naturales mucho estudio, y assidua leccion, una erudicion universal, y el conocimiento de muchas Lenguas, forma el todo de un gran Poeta277.



Comenta Luzán favorablemente algunas obras de Voltaire. Así, opina que la Henriade «ha dexado muy atrás á los anteriores epicos de su Nacion»278 y es la más excelente de sus composiciones. Favorable opinión le merecen también las novelas Zadig y Babouc, «que han salido á luz poco ha»279, y que no duda en atribuirle, a pesar del anonimato, por «el estilo, y la ingeniosa discreción con que están escritas»280. Menciona también otras obras de Voltaire, como las «Cartas Philosophicas», la «Epistola a Urania» y el «Templo del Gusto».

Se refiere a su teatro con cierta amplitud, haciendo alusión a la rivalidad entre Voltaire y Crébillon. Al mismo tiempo, se hace eco de la intención moralizadora de las comedias, especialmente de Nanine, cuyo fin es «probar la igualdad de todos los hombres, y que sólo se deben distinguir por sus virtudes, y por su mérito»281, así como de la fastuosidad escenográfica de que gustaba dotar a algunas de sus tragedias.

También acusa Luzán las controversias suscitadas por la personalidad y la obra de Voltaire:

Al presente Mr. de Voltaire parece que ocupa la primera fila entre los Poetas actuales. Su poema la Henriade, sus Tragedias, y Comedias, sus Epistolas, y otras muchas Obras en verso, y prosa, le han adquirido una fama, igual á la embidia, y emulacion de los que le han satyrizado cruelmente282.


El segundo de los autores interesantes por su labor de difusión es Pedro Francisco Luján y Suárez de Góngora, duque de Almodóvar, uno de los más distinguidos personajes de la nobleza ilustrada.

Amparado en un seudónimo, tradujo del francés la historia del abate Guillaume   —134→   Raynal sobre las conquistas de los europeos en Asia y América283, la cual, por contener ciertas críticas contra la Iglesia y los Estados, le ocasionó algún roce con la Inquisición284.

Aquí nos interesa, sin embargo, por otra obra, que publicó bajo el seudónimo de Francisco María de Silva: se trata de la Década epistolar sobre el estado de las letras en Francia, impresa por Sancha en 1781, conjunto de diez supuestas cartas en las que el duque esboza una historia de la literatura francesa de la época285. Con todo, hay que dejar constancia de que la mayor parte de la obra está tomada de los Trois siècles del abate Antoine Sabatier de Castres286, y la segunda carta, dedicada a Voltaire, está totalmente traducida287.

En la primera de las cartas, muy breve y a guisa de prólogo, expone el duque de Almodóvar sus propias ideas. Ese corto prólogo es interesante porque, salvo sucintas y poco relevantes notas a pie de página, es el único lugar de la obra en el que el duque manifiesta su opinión. Preciso es reconocer que su actitud ante Voltaire no es muy favorable:

Es digno de mucha reflexion el ver los elogios, las estatuas y la locura con que aqui se inciensa á un Voltaire. Yo nunca he podido resolverme á estimarle: le he leido, me han divertido varias cosas suyas, me han gustado otras, me han dado algunas motivo para formar concepto de su gran ingenio; pero muchas me han irritado288.



La carta sobre Voltaire tiene dos partes claramente diferenciadas: la destinada a analizar la personalidad, filosofía e influencia de Voltaire, y la encauzada al comentario de sus obras. El duque de Almodóvar, haciéndose eco de Sabatier, presenta a Voltaire como un personaje totalmente contradictorio, y ésta parece ser la característica esencial de su vida y de su obra:

Grandes talentos, y abuso de ellos hasta los últimos excesos; rasgos dignos de admiracion, y una monstruosa libertad; luces capaces de honrar su siglo, y errores que son la vergüenza de él; sentimientos que ennoblecen la humanidad, y flaquezas que la degradan; la mas brillante imaginacion, el lenguaje mas cynico y repugnante; la Filosofia, y el absurdo; la erudicion y las equivocaciones de la ignorancia; todos los encantos del entendimiento, y todas las pequeñeces de las pasiones289.



En este tono continúa la descripción de Voltaire, de quien afirma que la verdadera manera de juzgarlo es desde la posteridad, cuando ya se hayan acallado la voz de quienes lo aclaman y la sensación que produce la publicación de sus obras.

Analiza a continuación minuciosamente las principales producciones de Voltaire. La primera de las obras que comenta es la que dio mayor fama literaria a su   —135→   autor, la «Henriada o Enriqueida», cuyos aspectos positivos son «la riqueza del colorido, la armonía de la versificación, la nobleza de los pensamientos, la viveza de las imágenes, o ideas, la rapidez del estilo»290. Le recrimina pobreza de invención, falta de interés dramático, escasa movilidad de la acción, escaso colorido en la pintura de los personajes, ausencia del elemento maravilloso. Todo lo cual comunica monotonía al poema, la lectura del cual se hace fastidiosa, hasta el punto de no poder leer seguido más de un canto; y añade el duque en una nota: «en efecto, me ha sucedido no poder leer seguidamente sino uno o dos Cantos»291. Para terminar, lo compara desfavorablemente con Homero, Virgilio, el Tasso, Milton, Boileau y Fénelon.

Dedica también un amplio comentario a las obras dramáticas, que labraron la primera fortuna de Voltaire. No sin ciertas reservas le reconoce un tercer lugar entre los trágicos franceses, después de Corneille y Racine, aunque nunca junto a ellos. Insiste en el carácter ecléctico de su teatro, resultado de la fusión de distintas tendencias dramáticas:

Cornelio eleva el alma; Racine la enternece; Crebillon la aterra. Voltaire ha procurado fundir à su modo el caracter dominante de estos tres poetas, lo que ha hecho creer con bastante razon à muchos criticos, que no es sino alternativamente su copista, sin tener genero que le sea verdaderamente particular292.



Peor consideración le merecen las comedias, género en verdad en el que Voltaire descolló poco, produciendo, según Sabatier, «un estraño monstruo mezclado de risa y llanto, de hiel y de jovialidad»293.

A pesar de los reproches anteriores, le concede mérito en el género de la poesía ligera y de circunstancias, que Voltaire denominó pièces fugitives, en las que brillan su ingenio y delicadeza:

Nadie ha sabido nunca dar mejor un tono ingenioso a las mas sutiles vagatelas: prodigar con tanta gracia como facilidad la finura de los pensamientos, lo agradable de las figuras, la delicadeza de las frases, la elegancia, y la ligereza294.



En cuanto a las obras en prosa, se refiere en primer lugar a las de historia, tachándolas de tergiversadoras de los hechos reales, de infieles y falsarias. El Ensayo sobre la Historia general -primitivo título del Essai sur les moeurs- es «un lienzo nada fidedigno, donde con el pretesto de pintar los progresos de la civilización de las naciones cultas, se esfuerza el autor en arrastrar todos los sucesos al objeto que se ha propuesto de establecer el fatalismo»295. Parecidas observaciones hace sobre El siglo de Luis XIV296.

Termina Almodóvar/Sabatier su comentario de las obras de Voltaire haciendo mención de las novelas, cuyo asunto ha tomado en ocasiones de otros autores, aunque «las reflexiones ingeniosas y llenas de sentido con que los ha enriquecido, y los rasgos finos y agradables con que los ha sazonado, le hacen como creador de aquellos mismos asuntos»297.

Esta crítica, no muy favorable, se difundió por partida doble, ya que, además   —136→   de hallarse en la Década epistolar del duque de Almodóvar, el artículo apareció en su lugar correspondiente en la traducción española de la historia literaria de Sabatier, publicada en 1775-1779298. Con todo, es indudable que la Década epistolar gozó de mayor aceptación, especialmente gracias a la personalidad del autor, conocido a pesar del seudónimo. No en vano le dedica Sempere y Guarinos elogiosas palabras299.

No se nos oculta la aparente incongruencia de considerar a una especie de detractor de Voltaire como uno de sus intermediarios. Ahora bien, si se examina más de cerca, ¿no pudo contribuir el duque a aumentar el interés por Voltaire? ¿No hizo aparecer más sabrosa la fruta prohibida? ¿Acaso pudo pensar que iba a influir negativamente sobre las clases ilustradas? No lo creemos, y quienes poseían cierta cultura literaria y habían leído las obras criticadas por Sabatier no se dejaban impresionar fácilmente por sus juicios. Tal es el caso de fray Diego Tadeo González, quien en una carta dirigida a Jovellanos en 1778 se expresa del siguiente modo -obsérvese, con todo, que no nombra a Voltaire-:

Hé leido con sumo gusto el juicio de Vmd. sobre las luces y las tinieblas del autor de la Henriada, harto más justo que el que he leido en el Diccionario de los tres siglos, cuyo autor, con mucha pena suya, reconoce un cortísimo mérito en aquel gran genio, y destroza lastimosamente su Henriada; lo que no pudo hacerse, en mi juicio, sin grandísima injusticia300.



El jesuita español Juan Andrés publicó en italiano, en Parma y entre 1782 y 1799, una historia literaria301, que pronto comenzó a imprimirse en traducción española, debida a su hermano Carlos, con el título Origen, progresos y estado actual de toda la literatura; apareció en diez volúmenes, entre 1784 y 1806302.

Andrés, uno de los más eruditos y concienzudos historiadores literarios de su época, mantenerse en un punto ecuánime al juzgar las obras literarias, señalando las virtudes y defectos de los autores y las excelencias e incongruencias de sus producciones.

La figura de Voltaire y su primerísimo lugar en la literatura de su época no podían pasar por alto a tan prestigioso erudito. Expone abiertamente sus opiniones, favorables en ocasiones y desfavorables en otras. Coloca a Voltaire entre «los genios superiores, los maestros del buen gusto, los modelos de la literatura»303 y por este motivo lo examina con mayor cuidado que a los demás y se muestra más riguroso con él.

La amenidad y viveza del estilo de Voltaire es uno de los aspectos que más llama la atención de Andrés y le hace escribir elogiosas palabras al respecto:

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Una diccion sencilla, clara, armoniosa y correcta, un orden de pensamientos artificiosamente natural y espontaneo, pero siempre nuevo y gracioso, una manera de expresarse facil, vária, ingeniosa y agradable, rasgos vivos y animados, sales y finas y picantes, y mil dotes de imaginacion y de ingenio, forman de las obras de Voltaire el dulce entretenimiento de toda clase de lectores304.



Con todo, reconoce que los lectores severos que desean la instrucción no pueden aceptar un estilo tan superficial, desprovisto de fondo y, en general, poco serio. Deja bien claro, como otros autores hicieron, el deslinde entre Voltaire filósofo y Voltaire literato, distinción sumamente útil para que las palabras elogiosas para con Voltaire no fueran tomadas por la Inquisición por una apología de la impiedad:

Pero considerando la religión y las letras como dos cosas distintas en un todo, veo que puede un filósofo estar abandonado de Dios según los deseos de su corazón, y tener sin embargo sutil ingenio y fino discernimiento, y pensar justa y verdaderamente en las materias literarias. Si no pueden adquirirse tales prendas sin menoscabo de la religión, preferiré ciertamente una pía ignorancia al más exquisito saber; pero si la erudición y el ingenio pueden separarse del libertinage e irreligión, y unirse con la piedad, como efectivamente vemos que sucede con frecuencia, no comprendo por qué no se pueda, y por mejor decir, no se deba desear el fino gusto de Voltaire, la elocuencia de Rousseau, y la erudición de Freret, antes que los talentos medianos de gran parte de sus contrarios305.



En cuanto a las obras literarias propiamente dichas, acepta Andrés el aplauso con que se acoge en Francia la Henriade, pero no puede dejar de mencionar ciertas irregularidades, como los viajes sin motivo, el descenso a los Infiernos, la presencia de personajes alegóricos; le reprocha el poco sentimiento y escaso patetismo en las reacciones de los personajes. A pesar de todos los defectos, opina que la Henriade es «el único poema épico de la Francia, y el mejor de este siglo»306.

Falta de gravedad en el estilo, escaso rigor crítico y poca veracidad son los principales defectos que encuentra Andrés en las obras históricas de Voltaire. «Si Voltaire se hubiese podido sujetar á la verdad, y guardar en el estilo la gravedad, que corresponde á un historiador y á un maestro de la vida humana, su ensayo de historia universal sería un nuevo modelo digno de que lo tuviesen presente los historiadores»307; sin embargo, el estilo burlesco y satírico, las máximas impías esparcidas en la obra y las falsedades llegan a cansar al lector docto y sabio, quien finalmente

arroja de las manos el libro detestando la temeraria insolencia del escritor, que tan descaradamente se atreve á abusar de las gracias de su pluma, y de la indulgente facilidad de los lectores, y que en vez de una historia general quiere darnos lecciones de incredulidad y de irreligion308.



En lo relativo a las novelas y cuentos, los considera «muy distantes del gusto de las novelas comunes», y critica en especial Candide: no encuentra gracia ni placer «en aquellas aventuras mal preparadas, en aquellos pasages satiricos fuera de proposito; en aquella tediosa repetición de expresiones filosóficas, en aquellas insípidas reflexiones y poco delicadas bufonadas»309.

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Más amplio comentario dedica al teatro, colocando a Voltaire en un rango inmediatamente inferior al ocupado por Corneille y Racine, con los que forma una especie de triunvirato trágico. A pesar de no encontrar sus asuntos muy originales y señalar lo que debe a otros autores anteriores, halla algunos méritos en Voltaire como dramaturgo. A su parecer, el mayor de ellos es la sencillez de la acción, no estorbada por hechos secundarios:

Voltaire ha sido el primero que ha presentado en el teatro francés algunas tragedias sin enredos amorosos, y en otras ha tratado el amor con gravedad trágica, sin degradarlo con amores secundarios, ni con romancescos ó comicos enamoramientos310.



Como principales defectos señala la escasa originalidad de los asuntos, la escenografía y los golpes de teatro innecesarios, un estilo no muy feliz y, sobre todo, el exceso de «filosofía», la cual «disminuye no poco la belleza de sus tragedias, y quita el mérito de la ilusión»311. Con todo, no puede dejar de considerarlo el primer dramaturgo de su tiempo y el modelo en que se han inspirado todos los demás autores trágicos del siglo. Si bien sus comedias son inferiores a sus tragedias, opina que algunas se leen con gusto, en especial L'Écossaise, «por la facilidad del estilo, por la delicadez de algunos pasages, y por la elegancia y donayre que reyna en todas las obras de aquel célebre escritor»312.

A lo largo de los diez tomos de su obra, Andrés se refiere a otras producciones de Voltaire, o menciona algunas de sus opiniones sobre asuntos literarios; son poco importantes, aunque por su tono encomiástico citaremos la alusión a los comentarios al teatro de los Corneille:

Los principales poétas franceses han encontrado muchos exêgetas; pero el mas perfecto modelo de este género son los comentarios de Voltaire à las obras de Corneille, donde en breves y útiles notas se encuentran las más finas y justas observaciones de gramática y poética, de sano juicio y fino gusto313.



Los tres autores mencionados y las circunstancias en que fueron escritas sus obras son bien distintos y ofrecen, pues, visiones particulares y específicas de la personalidad y de la obra de Voltaire. ¿Cabría considerarlos intermediarios directos de Voltaire, con plena conciencia de ello? Tal vez estaríamos equivocados si así lo creyéramos. Se proponían ofrecer una visión del estado y método de los estudios de París (Luzán), presentar el estado de las letras en Francia (duque de Almodóvar) o trazar una magna historia literaria (Andrés). Además, lo tardío de las fechas, especialmente en los casos de Almodóvar (1781) y de Andrés (1784-1802), podría hacer pensar en una posible escasa efectividad, que no es tal, habida cuenta del notorio desfase cronológico entre las obras originales de Voltaire y su traducción española: salvo algunas excepciones, las versiones se inician en 1765-1770.

Con todo, creemos que, de una u otra forma, contribuyeron a la difusión de Voltaire en España.