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27 silencios

Augusto Casola



Portada

Tapa e ilustraciones: Livio Abramo. Fondo Editor Paraguayo «Nueva Era».

A Epifanía Casola, mi madre muerta

Al amor vivo








I


Tras el suspiro
tu extraña presencia
toda sombras sin mariposas
y violetas
dormidas entre tus manos
hechas de surcos y gemidos
y ramillas de ilusión
que adornan tus lívidas mejillas
y el mármol de tu frente dolorida
Tu extraña presencia inmóvil
sin aleteo de aves migratorias
Tu extraña presencia inmóvil
sin lágrimas del próximo rocío




II


Sola:
cuando naciste estabas sola,
y ahora -muerta-
vuelves a estar sola.

El camino de enfrente es desolado,
con la sorda desolación
de la lluvia de verano,
con el monocorde chorrear
de canaletas,
y el melancólico sonido
de techos de zinc.

Estás sola.
Tras el próximo invierno.
Aun antes del otoño que no llegó,
dejaste atrás la primavera
prendida a las violetas
y el verano
pasó cerca
y tú, sola,
sola entre el silencio largo.
Sola.

En la avenida desnuda
de cipreses llorones,
estás sola.




III


Tus ojeras profundas
enmarcan los ojos ya sin lágrimas.
Has cerrado, al fin, las puertas del dolor.
La vieja primavera
agostada entre las violetas del jardín
y las ramillas de ilusión
dormidas entre tus ilusiones.
Sólo tus ojeras
-profundas cavernas del adiós-
duermen con tus ojos,
duermen con tus manos,
duermen...
¡Cómo son profundas tus ojeras,
cuando duermes...!




IV


Cómo amabas las violetas,
el trébol de cuatro hojas que nunca hallaste
y el jazmín
Cómo vivo tu presencia
ahora que no vives
y estás conmigo
ahora que no estás
Cómo me abrazo a los recuerdos
y tu sombra de recuerdos
ne abraza con sus besos
y ¡cómo siento los besos que me dabas!
y ¡cómo siento los besos que no di!




V


A veces llevo flores;
a veces, si me sobra tiempo
o cuando resuenan
entre las fibras de la memoria
tu voz, tus palabras, como ahora...

Dejo las flores y huyo
perseguido del silencio
entre cipreses
El silencio de tu mundo estrecho
el silencio de tus manos.
Huyo de tus manos
-caricias de silencio-




VI


Surcos en las manos
y entre los surcos, tus manos
Extiendes las manos entre los surcos
y en tu rostro de surcos,
una lágrima

Surcas con tus manos de surcos
el surco triste de tu rostro
y entre tus mejillas de surcos,
una lágrima

Con tus manos de surcos
surcas las sombras
y en los surcos de mi alma,
una lágrima




VII


Tú...,
¡que ni lo presientes
y yo que no puedo sentir!
-y miras sin ver-
ese lago de tus ojos,
ese azul que envuelve cuanto miras,
y tú,
que no presientes mi presencia
-savia entre tus venas-
-acíbar en mis labios-
y tu boca
y tú
que no presientes nada
y yo que siento todo
no debo sentir nada.




VIII


¡Cómo brilla en tus ojos
el brillo de tu casi niñez!
¡Cómo sumerjo en ellos
-azulceleste iridiscente-
mis años saturados de gris!
y salgo envuelto
en azulceleste...




IX


Tu voz es un eco -tan solo-
que a veces solloza
en mi memoria;
tu voz,
una caricia ausente,
un beso olvidado
-la hora ha huido-
..., tu voz,
que a veces llega
con el eco.




X


No aprehendí tu sexo
       -no supe hablarle-
veo tu rostro, tu sonrisa,
el lago fulgente de tus ojos
       -tu cuerpo, apenas niña-
       -tu voz, apenas niña-
No aprendí tu sexo
al hablar contigo;
solo el murmullo del viento
y tus manos blancas y finas
       -y mis manos-
caricias que solo yo presiento
No he hallado tu lenguaje
y en mí bullen las palabras
       -no supe armar la frase de tu sexo-
¡Tú! que aún no has despertado.




XI


...quiero estar en tus entrañas
así como estás tú en las mías
y en tu cuerpo
dejar mi ofrenda

¡Cómo deseo estar en tus entrañas
así como estás tú, en las mías!




XII


Frases hechas, dicen,
y vacías
-vacías de quien, de qué-
si dentro y fuera
sólo hay vacío.
Tú,
junto a mi vacío.
Tú,
y tu voz, tu risa.
Tú,
junto a mí;
yo, tú,
nuestro vacío




XIII


Llamé
y Tú no estabas

en la serena melancolía de la tarde
-detrás de mí el paisaje de Tu recuerdo-
-delante la puerta de Tu casa-
otra vez niño de ojos asombrados
otra vez triste en la calle vacía

Llamé
y Tú, no estabas.

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