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Acertar errando, o El cambio de diligencia

Comedia en tres actos

Ventura de la Vega



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PERSONAS
 
ACTORES
 
EL MARQUÉS DEL ROBLE,    coronel retiradoSR. E. NOREN.
DON CARLOS,   su hijo.SR. J. TAMAYO.
DOÑA ROSA,    su hija. SRA. M. FABIANI.
DOÑA VENTURA BAZÁN,   joven huérfana. SRA. J. BAUS.
DON VENTURA BAZÁN,   señorito gallego. SR. A. DE GUZMÁN.
DON CENÓN CARCOMA,    rico fabricante del Quintanar de la Orden. SR. L. FABIANI.
DOÑA INÉS.SRA. C. DELGADO.
EL TÍO REBENQUE,   posadero de Ocaña.SR. B. RODRÍGUEZ.
ZAMORA,   criado antiguo del marqués. SR. J. DE GUZMÁN.
BRÍGIDA,   moza de la posada. SRA. M. CABO.
El mayoral. SR. A. RUBIO.
El administrador de la diligencia. SR. A. VALERO.
Viajeros de ambos sexos, un postillón, mozos.
 

La escena en Madrid el primer acto, en Ocaña el segundo, y en la quinta del marqués, en Yepes, el tercero.

 




ArribaAbajoActo primero

 

Sala de administración de la diligencia. Una puerta y dos ventanas en el fondo dejan ver el patio. A la izquierda el mostrador: en el rincón un gran reloj. Un farol colgado en medio y un quinqué en el mostrador alumbran la escena. Maletas, paquetes, baúles por el suelo y sobre las sillas. Empieza a amanecer.

 

Escena I

 

El ADMINISTRADOR en su silla, el MARQUÉS, MOZOS que durante las primeras escenas llevan y traen maletas, baúles, &c.

 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Hay un asiento en la diligencia de Valencia?

ADMINISTRADOR. -  Sí señor: aún quedan dos.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Con uno me basta: tenga usted la bondad de...

ADMINISTRADOR. -  ¡Ah! Es usted, señor marqués del Roble. ¿Se vuelve usted ya a su quinta?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí señor; me quedo en Ocaña, y allí va mi coche a buscarme y me lleva a la quinta de Yepes.

ADMINISTRADOR. -  Es particular: este señor marqués  (Escribiendo.) , teniendo coche propio y hermosos caballos, prefiere viajar en diligencia.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Pues no lo hago por economía, sino por gusto. Al cabo llevo compañía, y siempre encuentro originales que me divierten, o personas que me interesan. Uno cuenta aventuras que nunca le sucedieron, otro dice un chiste, este una majadería, aquel una agudeza, y así no se siente el fastidio del camino.

ADMINISTRADOR. -  En cuanto a anécdotas de viajes y relaciones de batallas creo que nadie mejor que usted podrá... Un señor coronel que ha hecho toda la guerra de la independencia...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí; pero yo hablo poco de mis aventuras.  (Saca dinero y paga.)  Tome usted: hasta Ocaña.

ADMINISTRADOR. -  Aquí tiene usted.  (Dándole el billete.)  Eso es.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Muy bien. ¡Ah! Dígame usted, ¿no ha venido nadie a buscarme?

ADMINISTRADOR. -  No señor.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Mi hijo se fue anteayer a la Granja a ver si conseguía una licencia, y quedó en venir aquí a decirme el resultado, y no sé cómo...

ADMINISTRADOR. -  Todavía hay tiempo: aún no son las cuatro y media.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Quiere decir que lo veré en la quinta, o me escribirá si ha conseguido la licencia para...



Escena II

 

DICHOS y DON VENTURA ALMAZÁN, jadeando.

 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Ah, canario, traía un miedo de llegar tarde!... ¡Ah, señores, buenos días! Digo, ¡buenas noches!..., no, no, buenos días. ¡Ah!, señor administrador, dígame pronto; un asiento..., ¿alguno quedó?

ADMINISTRADOR. -  ¿Para qué parte, caballero?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Para..., aguarde..., déjeme respirar... ¡Ah! El maldito sastre que me había ofrecido... ¡Canario! ¡Canario con Madrid! Por más...

ADMINISTRADOR. -  Caballero, estoy esperando que usted...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Yo también estoy esperando que acábenme el vestido de boda, y por eso... ¡Canario con el sastre!, ¡más pesado!... Y tengo que volver allá.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  He aquí un original  (Aparte riendo.) : me alegraré que sea de los nuestros.

ADMINISTRADOR. -  Acabemos. ¿Dónde quiere usted ir?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Al Quintanar de la Orden, hombre; ¿no se lo he dicho?

ADMINISTRADOR. -  No señor, no me lo ha dicho usted. No nos ha hablado usted más que de sastre y de su vestido de boda que aún no le han acabado. Un asiento queda en la de Valencia. ¿Cuál es su gracia de usted?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Ventura Juan María Almazán.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  (¡Almazán! Yo conozco este apellido.)

ADMINISTRADOR. -  Ventura Almazán...  (Escribiendo.) 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Y Juan María?

ADMINISTRADOR. -  Basta con el primero. Esto no es fe de bautismo.

MARQUÉS DEL ROBLE. -   (A D. VENTURA ALMAZÁN.)  ¿Me permitirá este caballero que le haga una pregunta? ¿Es usted pariente de don Pablo Almazán, un caballero de Tuy, antiguo amigo y paisano mío?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Don Pablo Almazán de Tuy? Pues si ese es mi padre.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Calle!

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Sí señor; y yo soy hijo suyo. ¡Conque antiguos amigos! ¡Vaya! ¿Quiere decirme su nombre?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Yo soy el marqués del Roble; pero su padre de usted no debe conocerme sino por don Lorenzo Calvo, que así me llamaba en Tuy.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Ah! ¡Don Lorenzo Calvo! Sí señor, mi padre me tiene hablado mucho de usted; ¡voto va, canario! Alegrarase mucho cuando yo le diga... ¿Y cómo le va, don Lorenzo?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Perfectamente. ¿Y el amigo don Pablo? Siempre alegre, robusto.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Así, así: atorméntale mucho la gota; hay veces que lo pone a parir. ¡Ah, canario!, me va a moler a preguntas; ¿qué tengo de responderle? Dígame, dígame, ¿es usted casado, viudo o soltero? ¿Tiene chicos? ¿Qué hace? ¿Dónde vive? Perdone si le molesto; pero...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  No, no: es muy justo. Pues señor, puede usted decirle a su padre que ya se acordará del tiempo en que salí de Tuy de alférez de caballería; que en la guerra de la independencia cumplí con mi obligación, y como esa es la época de las vacantes, fui ascendiendo: me casé con una hermosa joven que heredó a poco el marquesado del Roble, y concluida la guerra me retiré de coronel.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Canario!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  He viajado por Francia, Italia, Alemania, y últimamente me he retirado con mi mujer y mi hija a una hermosa quinta que tengo ahí en Yepes, donde vivo feliz. Tengo también un hijo, guapo mozo, teniente de un regimiento de caballería, que ahora justamente va de cantón, al Quintanar de la Orden, y esto me proporcionará el gusto de verlo a menudo sin que falte al servicio.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Bueno, bueno. Cáteme usted lleno de noticias para responder a padre... ¡Ah!, dígame: ¿no tenía una hermana?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí señor.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Doña Rosa Calvo, ¿también de Tuy?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Justamente. ¡Qué! ¿Puede usted darme noticias de ella?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Ni pizca. Y antes es usted quien debía dármelas.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Nada sé de ella. La guerra nos separó, y no la he vuelto a ver. De vuelta de mis viajes he dado mil pasos, he hecho mil diligencias: ¡todo en vano!

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Padre me tiene hablado mucho de ella; dice que era tan guapa, tan virtuosa...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Pobre Rosa! ¿Qué será de ella? He de ir a ver a su padre de usted, renovaremos amistades, y...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Pues ya; y usted le... ¡Canario!, lo va usted a ver; ¿usted viene al Quintanar de la Orden?, pues allí llegará padre mañana para asistir a mi boda, y..., yo le convido a usted.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Amigo, mil gracias: yo me separo de ustedes en Ocaña.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Entonces no puede usted llegar al Quintanar... ¡Canario!, y vería usted a mi novia, sobrina, pupila, y probablemente heredera de uno de los fabricantes más ricos del Quintanar, don Cenón Carcoma, el fabricante...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Hola! Don Cenón: lo conozco; le compré muchas cosas para alhajar la quinta. Amigo que sea enhorabuena; gran boda.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Sí señor, sí; no es maleja. Pero yo no sé que novedad habrá ocurrido. Cuatro días no más hace que estoy en Madrid para comprar los regalos de bodas y cate usted que recibo anteayer una carta de don Cenón diciéndome que me vaya allá inmediatamente si quiero que la boda se verifique.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Y qué misterio es ese?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Qué diablos sé yo! Mire, mire, aquí está la carta  (Saca una carta.) ; no es larga.  (Lee.)  «Amigo don Ventura Almazán: despáchese a venir, porque si tarda no le respondo del negocio. Haga por estar en esta el miércoles, y que se haga la boda el jueves, para que esté usted casado el viernes, que es el día en que debe de llegar aquí el regimiento de caballería que viene de guarnición. Salud, y despáchese. Cenón Carcoma.» ¿Ha entendido algo?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Hombre, en efecto, viene tan conciso que es difícil...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Ya sé yo que si estoy casado  (Mirando la carta.)  el jueves también lo estaré el viernes: esto ya lo entiendo. Pero a qué viene hablarme de que llega un regimiento, ni... Señor, ¿qué tiene que ver mi novia con un regimiento? Por más que cavilo...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Ea, hasta luego. Voy mientras enganchan... Costumbres de campaña que nunca se pierden.  (Sacando su pipa.) 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Agur, señor marqués de...  (Saca una bolsa, y paga al administrador.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Del Roble.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Es verdad; señor marqués del Roble, luego nos veremos en la diligencia y charlaremos.



Escena III

 

El ADMINISTRADOR y ALMAZÁN.

 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Dígame, ¿cuánto tiempo falta para marchar?

ADMINISTRADOR. -  Media hora escasa, porque a las cinco en punto...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Canario! Tengo que correr. ¡Media hora!  (Mirando el reloj de la sala.)  Sí sí, las cuatro y media dadas. Bueno, bueno: voy en dos brincos a casa del sastre; es cerca carrera de San Jerónimo. ¡Canario!, si no lo acabó... ¡Ya, ya!

ADMINISTRADOR. -  Mire usted que aquí no se espera a nadie.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  No, no: antes de veinte minutos estoy aquí. Hasta luego.  (Echa a correr, y a la puerta encuentra a DOÑA INÉS y DOÑA VENTURA, se separa, las saluda, y echa a correr.)  Pasen, pasen, señoras.



Escena IV

 

El ADMINISTRADOR, DOÑA VENTURA y DOÑA INÉS, que trae un pequeño lío.

 

D.ª INÉS. -  Buenos días. Me parece que llegamos demasiado temprano para la diligencia de Burgos.

ADMINISTRADOR. -  No señora; siempre es mejor esperar que exponerse... ¿Tienen ustedes ya billetes?

D.ª INÉS. -  Esta señorita no más; yo soy la que vino ayer.

ADMINISTRADOR. -  ¡Ah! Sí, sí; ya me acuerdo.  (Mirando el registro.) 

D.ª INÉS. -  Doña Ventura Bazán.

ADMINISTRADOR. -  «Ventura Bazán»: esto es. «Un asiento de rotonda hasta Burgos, y cien reales entregados al conductor para comidas y demás gastos del camino.»

D.ª INÉS. -  Eso es.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Cómo! ¡Amiga mía, tanta generosidad!

ADMINISTRADOR. -  Pueden ustedes sentarse, o pasar a la otra pieza, como ustedes gusten.

D.ª INÉS. -  Muchas gracias.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Ah señora doña Inés, cuántos favores le debo a usted! Hallándose tan apurada de recursos hacer este sacrificio por mí. ¡Ah!, crea usted que nunca, nunca olvidaré...  (Llorando.) 

D.ª INÉS. -  Vamos, vamos, Venturita, lo que yo he hecho no tiene nada de particular. Vamos, hija, no llores, que tampoco a mí me falta nada para... Harta desgracia es para mí verme reducida a separarme de ti, y por eso únicamente siento haber perdido ese desgraciado pleito, que lo que es por mí... Yo debo cumplir la deuda sagrada de la amistad que contraje con tu buena madre. Al expirar te confió a mi cariño; y cuando la fortuna me quita la posibilidad de hacer por mí misma tu suerte, me veo obligada a buscarte una colocación donde estés al abrigo de la indigencia. Conozco hace muchos años a esa respetable señora de Burgos, a cuya casa vas de aya de sus niñas.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡De aya!  (Suspirando.) 

D.ª INÉS. -  Ya sé que no habías nacido para ese empleo. La hija del valiente capitán don Enrique Bazán, muerto en el campo del honor, debía aspirar... ¡Como ha de ser! Dejemos tan tristes reflexiones. Ya sabes que lo hemos meditado bien, y que no queda otro partido que tomar. En fin, hija mía, la necesidad lo ordena.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Ah, señora doña Inés! ¡Nunca podré encontrar en ella lo que pierdo en usted!

D.ª INÉS. -  No, Venturita: tú la agradarás, ella te amará, no como yo te amo, porque eso es imposible, pero, quién sabe... Estoy casi segura, y mi corazón rara vez me engaña, de que tu primera carta me ha de dar excelentes noticias.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Sí; pero yo hubiera preferido quedarme con usted.

D.ª INÉS. -  ¡Y yo, hija mía! ¿Crees que no lo hubiera preferido también? Pero tenerte a mi lado a tu edad, y cuando nos amenaza la indigencia... ¡Tiemblo al pensarlo! ¡En una corte, hija mía! ¿A qué peligros tan continuos no se verían expuestos tus pocos años? Ya lo experimentaste no hace muchos días en el Prado, cuando a la subida aquellos dos calaveras se atrevieron a hablarte, y a faltarte al respeto, teniéndote por una...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Afortunadamente la casualidad nos presentó aquel joven militar que los hizo callar y los echó a empujones. ¡Ah! ¿Le he dicho a usted que anteayer pasó por nuestra reja?

D.ª INÉS. -  No.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¿No? Pues yo creía...

D.ª INÉS. -  No, no me lo has dicho. ¿Y te habló?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Sí señora. Pero me dio tanta vergüenza por la gente que pasaba, que no hice más que darle las gracias por su bondad, y..., me metí dentro toda conmovida. ¿Quién será ese joven, o que interés tendrá?

D.ª INÉS. -  Nada. ¿Qué importa la opinión de un joven que probablemente no volverás a ver jamás?

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Suspirando.) ¡Jamás!... Ya lo sé. ¡Ay Dios mío! Aquí viene.

D.ª INÉS. -  ¿Quién, quién?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  El joven de quien hablábamos.

D.ª INÉS. -  Vamos, vamos Venturita; entremos en la otra pieza.

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Se detiene mirando a DON CARLOS.) Sí, entremos.



Escena V

 

DICHOS y DON CARLOS.

 

D. CARLOS. -   (Al ADMINISTRADOR.)  ¿Me hace usted el gusto de decirme si ha venido por aquí el marqués del Roble?

ADMINISTRADOR. -  ¿El marqués del Roble?  (Escribiendo.)  Sí señor; por el patio ha de andar.

D.ª INÉS. -  Venturita, ¿no vienes?

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Yéndose poco a poco.) Sí señora.

D. CARLOS. -  Pues voy a ver...  (Viendo a DOÑA VENTURA.)  ¿Qué veo? ¡Usted aquí, señorita!  (Saludando a DOÑA INÉS.)  Señora, a los pies de usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -    (Turbada.) Caballero...

D. CARLOS. -  Perdonen ustedes mi indiscreción. Al verlas aquí creo... ¿Se va de Madrid esta señorita?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Sí señor, me voy a..., ¡ha sido preciso!, me voy a Burgos.

D. CARLOS. -  ¡A Burgos! En ese caso ya no tendré el gusto de ver a usted... Cuánto siento...

D.ª INÉS. -  Crea usted, caballero, que nunca olvidaremos el favor...

D. CARLOS. -  Señora, eso no vale nada. Defender a esta señorita de dos insolentes es cosa que cualquiera hubiera hecho en su lugar, y...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Pero el interés que usted nos manifestó, y...

D. CARLOS. -  ¿Y quién no lo hubiera manifestado después de haber visto a usted? Ese aire de modestia y candor, ese semblante angelical...

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Turbada.) Caballero...

D.ª INÉS. -   (Interrumpiéndola.) Venturita, este caballero iba a buscar a alguien, y le estamos deteniendo: vamos.

D. CARLOS. -  ¡Ah! No me priven ustedes tan pronto...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Es preciso. Nos vemos ahora por la última vez.

D. CARLOS. -  ¡Por la última vez!

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Enternecida.) Caballero, beso a usted la mano.

D. CARLOS. -  Al menos dígame usted...

D.ª INÉS. -  Beso a usted la mano.  (Vase con DOÑA VENTURA a la otra sala.) 

D. CARLOS. -  ¡Joven encantadora! El que te ha visto una vez... ¡Ah!  (Viendo a su padre que entra.) 



Escena VI

 

El ADMINISTRADOR, DON CARLOS y el MARQUÉS: MOZOS que entran y salen.

 

D. CARLOS. -  Papá, iba a buscar a usted.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  A mí, ¿eh? Adiós Carlos. ¿Y qué tenemos? ¿Te obligan a ir al regimiento?

D. CARLOS. -  Todavía no, papá. Tengo una prórroga de quince días.

MARQUÉS DEL ROBLE. -   (Con malicia.) ¿Pasarás en Madrid la mayor parte?

D. CARLOS. -  No señor. Madrid ya no me ofrece... Dentro de una hora monto a caballo, y llegaré a la quinta antes que usted.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Bien! Tanto mejor. Vamos, que tú no pierdes el tiempo... ¿Quién es esa mocita con quien hablabas ahora?

D. CARLOS. -  Qué, ¿me ha visto usted? Una casualidad. ¿Le ha visto usted la cara?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  No; estaba de espaldas. Pero sin duda es bonita, porque a las feas no se les dice con tono lánguido y sentimental: «¡joven encantadora! El que te ha visto una vez...» No sé como hubieras acabado la frase si mi llegada no te hubiera interrumpido.

D. CARLOS. -  Es verdad que esa joven me ha hecho una impresión... Es aquella misma de quien le conté a usted que paseándose la otra tarde con una señora respetable se vio insultada por dos insolentes, y yo los ahuyenté. Después la vi una vez a la reja, y hoy por fin me la encuentro aquí por tercera y última vez, porque se va en la diligencia de Burgos.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Y concluye la novela.

D. CARLOS. -  Sí señor, y concluye demasiado pronto.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Pero con su catástrofe hay separación, y... Y me alegro de que llegue el desenlace, porque quién sabe si después me hubieras obligado a hacer papel en tu novela, y yo soy tan torpe...

D. CARLOS. -   (Suspirando.) ¡Como ha de ser!



Escena VII

 

DICHOS y el MAYORAL.

 

MAYORAL. -  ¡Cáspita! Van a dar las cinco. Don Ramón, ¿me da usted la hoja?  (Al ADMINISTRADOR.) 

ADMINISTRADOR. -  Tome usted.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Hola!, nuestro conductor.

MAYORAL. -   (Mirando la lista.)  Está llena: mejor, mejor.

MARQUÉS DEL ROBLE. -   (Al MAYORAL.)  ¿Nos vamos ya?

MAYORAL. -  Al instante, caballero. Voy a enganchar.

ADMINISTRADOR. -   (Al MAYORAL.)  Oiga usted, Julián, ¿el conductor de Vitoria anda por ahí?

MAYORAL. -  Por el patio andaba arreglando...

ADMINISTRADOR. -  Tengo que darle un dinero de una señora que va hasta Burgos.

MAYORAL. -  Voy a avisarle.



Escena VIII

 

DICHOS, menos el MAYORAL.

 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Mucho tarda.

D. CARLOS. -  ¿Quién, papá?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  No has de ser tú solo: también yo he tenido aquí un encuentro. El hijo de un antiguo amigo, don Pablo Almazán. Y tiene el hijo más original... A todo el mundo le va contando que va al Quintanar de la Orden a casarse, y que ha venido a Madrid a comprar los regalos de boda para la novia, que es la sobrina de don Cenón Carcoma, rico fabricante que nos vendió...

D. CARLOS. -  ¿La sobrina de don Cenón Carcoma dice usted? ¡Ay, pobre Mendoza!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Qué Mendoza?

D. CARLOS. -  Un oficial de mi regimiento, mi mayor amigo, que está loco, enamorado de esa muchacha. ¡Él se alegraba tanto de ir de guarnición al Quintanar!... ¡Buen recibimiento le espera! ¡Ver a su querida casada!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Calla! Conque es esa...,  (Riendo.)  ah, ah, ah. Ahora entiendo el contenido de la carta que recibió Almazán del tío de la chica. La llegada del regimiento..., la urgencia..., ah, ah, ah.

D. CARLOS. -  Explíqueme usted...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Luego, luego, en casa. Ya está diligencia.  (Por la puerta y las ventanas se ve arrimar la diligencia, y abrir la portezuela. El ADMINISTRADOR se levanta y va al patio.) 



Escena IX

 

El MARQUÉS, DON CARLOS, varios VIAJEROS, el MAYORAL, y después DOÑA INÉS y DOÑA VENTURA.

 

MAYORAL. -   (Desde el patio.) Vamos: los viajeros.  (Leyendo.)  «Don Francisco Arredondo.»

UN VIAJERO. -  Aquí está.  (Sube a la diligencia.) 

MAYORAL. -  «Miguel Ortiz.»

OTRO VIAJERO. -  Allá va.  (Sube.) 

MAYORAL. -  «Teresa Gómez.»  (Los demás se van llegando, y subiendo por su turno.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Adiós, Carlos; hasta la vista.

MAYORAL. -  «Pío Gil.»

D. CARLOS. -  Buen viaje, papá. Yo llegaré a la quinta con anticipación a anunciarlo a usted.

MAYORAL. -  «Manuel Delgado.»

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Este Almazán que no parece...

MAYORAL. -  «Félix Romero.»

D. CARLOS. -  Aún está ella aquí; ¿pero de qué me servirá volverla a ver? Marchémonos.

MAYORAL. -   (Desde el patio.) «Marqués del Roble.»

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Voy. -Pues señor, no viene; nos iremos sin él.  (Sube a la diligencia, su hijo le ayuda, y se va.) 

MAYORAL.    (Entrando con la lista.)  -Vamos señores, que es tarde. «Pedro Mora, Ventura Almazán.»

UNA MUJER. -   (Desde el coche.) Conductor, conductor, este no es mi asiento; me lo han cambiado. Conductor...

MAYORAL. -  Allá voy, allá voy. «Ventura Almazán.»

VARIOS VIAJEROS. -   (Gritando desde el coche.)  Mi sitio, mi sitio. -Yo no me muevo de aquí. -Es una picardía. -Mi sitio, mi sitio. -Conductor, conductor...

MAYORAL. -  ¡Qué es eso! No hay que arañarse; ya voy.  (Va al patio.) 

D.ª INÉS. -   (Salen DOÑA INÉS y DOÑA VENTURA.)  Vamos Venturita: creo que te han llamado.

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Llorando, y al sacar el pañuelo se le cae un bolsillo sin que nadie lo note.) ¡Ah! amiga mía...

D.ª INÉS. -  Vamos, no llores; valor por Dios.

MAYORAL. -   (Sale con la lista.) ¿Dónde está Ventura Almazán? Que es tarde señores.

D.ª INÉS. -  Ventura Bazán dice.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Yo soy.

MAYORAL. -  Vamos señorita, suba usted pronto.

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Abrazando a DOÑA INÉS y llorando.) Adiós, amiga mía. Nunca olvidaré...

D.ª INÉS. -  Sé dichosa. Adiós.

MAYORAL. -  Vamos, vamos, que es tarde.  (La desprende de los brazos de DOÑA INÉS y la ayuda a subir. Cierra la portezuela. Dan las cinco. Estalla el látigo: la diligencia parte.) 

D.ª INÉS. -  ¡Adiós, hija mía! ¡El cielo te colme de bendiciones! ¡Pobrecilla, pobrecilla! ¡Ha sido preciso! ¡Yo la amaba tanto!... Apenas puedo tenerme en pie.  (Se sienta.) 



Escena X

 

DOÑA INÉS, el ADMINISTRADOR y MOZOS.

 

ADMINISTRADOR. -  Vayan ustedes llevando eso a la diligencia de Vitoria, que ya va a enganchar. Señora, parece que se ha puesto usted mala; ¿quiere usted algo?.

D.ª INÉS. -  Nada, gracias. Me he separado de una joven a quien amaba como si fuera hija mía. ¡Pobrecilla!

ADMINISTRADOR. -  ¡Cómo ha de ser! Este es el mundo. Descanse usted antes de irse, que está muy agitada.  (Entra en la otra sala.) 



Escena XI

 

DOÑA INÉS.

 

  Es preciso animarse. Al fin ha sido por su bien: yo no podía hacerla feliz.  (Al levantarse para salir tropieza con el bolsillo, y lo alza.)  ¡Qué veo! ¡Ay Dios mío! ¿No es este su bolsillo? Sí. ¡Dios mío! ¡El único dinero que llevaba! ¡Maldita precipitación! Voy corriendo. Tal vez se detendrá a la puerta de los Pozos. Voy corriendo. ¡Pobrecilla, pobrecilla!  (Al irse tropieza con ALMAZÁN, que llega corriendo y la saluda.) 



Escena XII

 

ALMAZÁN con un lío, luego el ADMINISTRADOR, VIAJEROS y MOZOS.

 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Vaya un modo de correr. ¡Canario! Pues señor, llegué a tiempo; están enganchando. ¡Canario! Yo soy muy listo: ahora llamen cuando quieran. ¡Canario!, estoy reventado... ¡Uf! Pero el vestido de boda téngolo en mi poder. ¡Cosa selecta! Frac verde, chaleco amarillo, pantalón blanco, corbata celeste. Voy a dar golpe entre aquellos salvajes; y luego dando el brazo a una chica, ¿eh?

ADMINISTRADOR. -    (Sale con algunos viajeros.)  Pronto se va a enganchar señores.  (A un MOZO.)  Benito, coloca este paquete con cuidado.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿No podría colocar también esto?

ADMINISTRADOR. -   (Al MOZO.)  Toma, lleva este lío del señor.

D. VENTURA ALMAZÁN. -   (Al MOZO dándoselo.)  Que no se arrugue, ¿entiendes?  (Al ADMINISTRADOR.)  Vaya, ¿ve usted como llegué a tiempo?

ADMINISTRADOR. -  Si tarda usted más... Ya van a enganchar.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Qué! Si yo tengo una puntualidad...

ADMINISTRADOR. -  ¡Calle! ¿No es usted el que estuvo antes aquí impacientándose contra el sastre?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Sí; me ha tenido a parir; pero yo lo perdono, porque hízome un vestido... Ahí va en ese lío que ha llevado...

ADMINISTRADOR. -  Diga usted... (Si estaré yo trascordado), ¿su billete de usted no es para Quintanar de la Orden?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Ya se ve que sí. Ventura Almazán. Vea la lista -

ADMINISTRADOR. -  Sí, sí; me acuerdo de ese nombre. ¿Pero cómo diablos es esto? El coche está lleno.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Pues ya: estará lleno cuando yo entre.

ADMINISTRADOR. -  No señor; sin que usted entre. Si hace ya un cuarto de hora que la diligencia de Valencia ha marchado.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Qué está diciendo? A ver, a ver, explíquese. Pues y esas mulas..., ¿y ese coche que va a enganchar ahí en el patio?

ADMINISTRADOR. -  Es la diligencia de Vitoria.

D. VENTURA ALMAZÁN. -   (Por los viajeros.)  ¿Pues dónde van estos señores?

ADMINISTRADOR. -  A Vitoria, a Burgos..., a la carrera de Francia.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Cómo es esto? Señor ministrador, la diligencia no debe marchar antes de la hora que tiene fijada. Se ha dicho a las cinco, y son las cinco menos cuarto; ¡oh!, yo voy bien.

ADMINISTRADOR. -  Caballero, usted se equivoca.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Que voy bien le digo. Ya puede componerse de modo que yo marche..., porque yo debo marchar..., y marcharé, sí señor..., y si dentro de cinco minutos no he marchado...

ADMINISTRADOR. -  ¡Eh! No grite usted: ¿a qué viene ahora juntar la gente?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Qué me importa! Yo quiero que todo el mundo me oiga cuando tengo razón.

ADMINISTRADOR. -  ¿Y cuando no la tiene usted?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Que me oiga también. Pero ahora la tengo; ¿está usted?  (A los viajeros.)  -Caballeros, ustedes juzguen. Le pregunto al señor si tendré tiempo de ir a..., a un negocio que a ustedes no les importa: me responde que sí; que todavía tengo media hora. -Me dijo usted media hora, ¿o no?

ADMINISTRADOR. -  Sí señor, lo dije.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Oyen?, que lo dijo. Bueno: yo no he tardado más que un cuarto de hora..., y la prueba al canto. Al salir miré el reloj, y tenía las cuatro y media. Vean, vean el mío, las cinco menos cuarto.  (Mientras lo enseña a los pasajeros el reloj de la sala da una media.) 

ADMINISTRADOR. -  Las cinco y media, caballero.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Canario! ¿Qué es esto?  (Llevándolo al oído.)  ¡Si está parado! Si no le di cuerda ayer tarde. ¡Canario!  (Todos se echan a reír.)  ¡Por vida de!... Pero no hay remedio; yo tengo que marchar, porque si llega el regimiento soy perdido. Señor ministrador, vuélvame el dinero, y veremos de...

ADMINISTRADOR. -  ¡El dinero! No puede ser, caballero: el dinero lo ha perdido usted ya.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Que no puede ser? Verá usted como puede ser, y es, y será. ¿No ha dicho él que la diligencia estaba llena? Pues si no me vuelve mi dinero, mi asiento estará pagado dos veces. Conque vuélvamelo, porque es justo, y porque es razonable, y porque yo no doy gajes.

ADMINISTRADOR.   -Poco a poco. Otro sin duda se ha sentado en su asiento de usted; yo no sé cómo habrá sido; pero de todos modos, usted no estaba aquí a la hora de marchar; conque la culpa es de usted y yo no le volveré su dinero, y usted tendrá la bondad de dejarme en paz.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Canario! Si no fuera porque estoy de prisa, yo le enseñaría... Voime a tomar un caballo de posta, alcanzo la diligencia, saco por los cabezones al ladrón que ha tomado mi asiento, me repanchigo bien, y..., que me entren moscas. -Servidor  (Vase furioso: los demás le despiden a carcajadas.) 




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