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ArribaAbajoActo segundo

 

Calle Real de Ocaña. En el foro la posada donde paran las diligencias. Por las ventanas abiertas se ve el comedor y una mesa, donde se figura que han comido, que los criados están levantando. A un lado la puerta. Al otro un portón que da a un patio, y un banco de piedra a su lado.

 

Escena I

 

REBENQUE, CRIADOS, y después BRÍGIDA.

 

TÍO REBENQUE. -   (Mirando hacia un lado.) Todavía no se la divisa, pero ya no debe tardar.  (A los CRIADOS.)  Vamos quitando pronto esa mesa, y volviéndola a poner para los que van a llegar. ¿Qué buscas tú aquí?  (Oyéndose los chasquidos y el ruido de una diligencia que se va alejando.) 

BRÍGIDA. -  Por mirar la diligencia de Sevilla, que ha echado a andar.

TÍO REBENQUE. -  La diligencia de Sevilla ya se ha ido, pero la de Valencia va a llegar, y la mesa, no va a estar puesta.

BRÍGIDA. -  ¿Pues no ve usted a Blasa y al Maricón que la están poniendo? Tanta prisa, y luego... ¡Ah! Diga usted, tío Rebenque, ¿en qué consiste que las diligencias llegan hoy más tarde que otros días?

TÍO REBENQUE. -  ¿Qué, no lo sabes? Con las avenidas del Tajo se ha estropeado el camino, y mientras lo componen no se puede pasar por él más que a pie o a caballo, y los coches tienen que tomar un rodeo de cerca de media hora.

BRÍGIDA. -  Pues no sabía nada.

TÍO REBENQUE. -  ¿Pues has sabido tú algo alguna vez?

BRÍGIDA. -  ¡Vaya! ¡Mira el sabio!

TÍO REBENQUE. -  Vamos ayudando a poner la mesa; ¡hola!

BRÍGIDA. -  Ya van... ¡Mira el sabio!  (Éntrase por la posada, y REBENQUE por el portón.) 



Escena II

 

ALMAZÁN y un POSTILLÓN, y después BRÍGIDA.

 

D. VENTURA ALMAZÁN. -   (Pagando al POSTILLÓN.)  Toma, por el condenado rocín que me has dado en la última posta.  (Vase el POSTILLÓN.)  ¡Canario!, penseme que no llegaba a este maldecido Ocaña en lo que queda de mes. Aquí encontraré a la diligencia comiendo: de juro. Pero, señor, ¿es creíble que corriendo la posta no la haya encontrado antes? ¡Verdad es que me han dado unos caballos! ¡Canario! En Valdemoro me dan uno loco, que lo mismo es salir, arranca por donde se le antoja, desbócase, y me lleva más de una hora por los sembrados. ¡Canario!, me puso a parir. ¡Reventado estoy!... ¡Y un hombre que va a casarse! ¡Que me parta un rayo si vuelvo a correr la posta! ¡Calle, están quitando la mesa! ¡Santo Dios!... Si se habrá marchado ya! ¡No me faltaba otra cosa!... Pero no puede ser.  (Llama.)  ¡Eh!, ¡eh! ¡Deo gracias! Dígame, mocita, ¿marchose ya la diligencia que come aquí?

BRÍGIDA. -  Sí señor, ahora mismo.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Cómo es eso? ¿Pues que no ha comido aquí?

  BRÍGIDA. -La diligencia no señor, los viajeros sí.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Pues eso quise decir. ¿Han comido ya?

BRÍGIDA. -  ¿No ve usted cómo están quitando la mesa?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Canario! ¡Canario!... Y dígame, ¿piensa que la podré alcanzar?

BRÍGIDA. -  Si usted corre mucho puede alcanzarla en la cuesta, que es muy larga, y tienen que subirla muy despacio.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Sí?, pues voy, voy: mejor quiero correr a pie que en los caballos de posta.     Vamos... ¡Ah!, oiga: ¿iba llena como me han dicho?

BRÍGIDA. -  Creo que lleva un puesto vacío.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Pues; el mío: vamos allá. ¡El maldito sastre tiene la culpa de todo!... ¡Ay Dios mío! ¡Qué es lo que yo he hecho! ¡Y el lío con el vestido! ¡Canario! Pues hasta ahora no me he acordado... Ya no podré ponérmelo el día de la boda.

BRÍGIDA. -  ¿Qué dice este hombre?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Mire: yo voy a casarme al Quintanar de la Orden, y puse mi vestido de boda en la diligencia... de Vitoria, y luego..., ¡Canario!, que no voy a alcanzar la diligencia. Abur, abur.  (Echa a correr.) 



Escena III

 

BRÍGIDA y REBENQUE.

 

BRÍGIDA. -  Vaya un mentecato, con su boda y su vestido nuevo, y su...

TÍO REBENQUE. -  Brígida, ¿qué quería ese hombre?

BRÍGIDA. -  Me preguntó si se había marchado la diligencia; yo le dije que sí, y ha echado a correr detrás de ella como un desesperado.

TÍO REBENQUE. -  Pero, ¿te preguntó por la de Sevilla?

BRÍGIDA. -  Yo no sé; él no se explicó...

TÍO REBENQUE. -  ¿Y si era por la de Valencia, que aún no ha llegado?

BRÍGIDA. -  ¿Cómo ha de ser por esa? ¿Pues habría llegado hasta aquí sin haberla encontrado en el camino?

TÍO REBENQUE. -  Podía muy bien suceder que la hubiese pasado en el sitio donde te he dicho que las diligencias tienen que tomar un rodeo por causa del camino.

BRÍGIDA. -  ¡Pues qué importa! Que haga ejercicio: si la alcanza y ve que no es la suya, ya conocerá que la deja atrás, y volverá aquí a esperarla.  (Óyense chasquidos, y el ruido de una diligencia que para.) 

TÍO REBENQUE. -  Ea, ya está aquí la de Valencia. Blasa, Maricón, vamos. Preguntaremos si hay algún asiento vacío, y lo tomaremos para don Judas, que lo tiene muy encargado.

BRÍGIDA. -  Sí, sí, veamos. Ya bajan; uno, dos, tres..., ¡ay cuántos!, siete, ocho, nueve.

TÍO REBENQUE. -  ¡Malo lo veo!

BRÍGIDA. -  Llena está.  (Éntrase en la posada. Los viajeros salen por el portón: unos se quedan un poco en la calle; otros entran desde luego en la posada: por último aparecen todos en el comedor.) 



Escena IV

 

REBENQUE, VIAJEROS; luego el MARQUÉS y DOÑA VENTURA.

 

TÍO REBENQUE. -  Entren ustedes señores.  (A los viajeros.)  Pronto se va a poner la sopa. Por aquí, por aquí  (A otros viajeros.) , señores. ¡Calle! viene el marqués del Roble.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí señora: aquí me separo de usted.

TÍO REBENQUE. -  Señor marqués para servir a V. S.  (Con grandes cortesías.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Buenos días, tío Rebenque. ¿Ha llegado mi coche?

TÍO REBENQUE. -  No, señor marqués, todavía no.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Y eso que les escribí..., yo quería llegar a comer a la quinta..., ¡qué diantre!... Y tengo un apetito más que regular.  (Saca el reloj.) 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  (No hay duda; al subir a la diligencia, perdí mi bolsillo.)

MARQUÉS DEL ROBLE. -  A la hora que es, ya debía haber llegado. No sé...

TÍO REBENQUE. -  Puede V. S. comer aquí.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Casi casi estoy tentado...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  (La fortuna es que el conductor trae dinero mío para pagar las comidas, que si no, ¡pobre de mí!)

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Pues señor, mi estómago es de su opinión de usted: tío Rebenque, que me pongan un cubierto.

TÍO REBENQUE. -  Voy a disponer lo más escogido para V. S.  (Éntrase.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Así tendré el gusto de pasar un rato más con mi amable compañera de viaje.  (Los viajeros se sientan a la mesa.) 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Si viera usted cuánto siento separarme de usted: es usted la única persona de la diligencia que...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Mil gracias, hija mía: lo mismo pienso yo de usted. Y eso que apenas nos hemos hablado media docena de palabras; pero me ha bastado para conocer la escogida educación que ha recibido usted, su modestia, su...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Es usted demasiado amable!...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  No, no; digo lo que siento, como lo he hecho toda mi vida. Pero con aquellos dos elefantes que estaban entre nosotros, y aquella especie de mosquito, voz de tiple, que venía enfrente, no nos ha sido posible hablar una palabra. ¡Qué gritos!, ¡qué algarabía! Dale con los toros andaluces, y los manchegos, y el salto de Montes, y la..., y dale con la ópera, y vuelta con los toros..., y así las nueve leguas, manoteando y dándome unos frotes en este lado..., y el otro gaznápiro de los anteojos verdes, ¡cantando todo el camino con una voz de grajo la canción del Jocó!... «Es Jocó, es Jocó...» Maldita sea su...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Y aquel viejo de los pelos espantados que tenía yo enfrente empeñado en contarme la batalla de las Pirámides, y..., y todo porque vio en mi abanico la toma de Argel..., ¡como si tuviera algo que ver uno con otro!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Pues, y el otro aragonés gordo sin cesar de gruñir, porque aquella urca que venía a su lado le torcía la peluca cada vez que se volvía con el ala del gorro, ¡y no le dejaba fumar porque le daba jaqueca!... Válgame Dios...

TÍO REBENQUE. -  Señor marqués, cuando V. S. guste...  (Saliendo.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Vamos allá. Entremos, señorita.  (Le da la mano, y entran en la posada.) 



Escena V

 

REBENQUE y el MAYORAL: los VIAJEROS, que durante esta escena y la siguiente se les ve comiendo.

 

MAYORAL. -  Alejo, despáchate a ir enganchando.  (Sale por el portón.)  Es preciso ganar la media hora que hemos perdido en el maldito rodeo.

TÍO REBENQUE. -  Oye, Julián: el asiento que deja el marqués es preciso reservarlo para don Judas..., el de la bodega.

MAYORAL. -  ¡Ah!, mucho que sí; antes que a mi padre..., ¡vaya!

TÍO REBENQUE. -  Me lo tiene muy encargado desde ayer, y...

MAYORAL. -  Sí, sí; ¡pues no faltaba más! Y envíale a decir que no tiene que incomodarse en venir aquí, que yo pasaré la diligencia por su casa y lo recogeré  (Éntrase en la posada.) 

TÍO REBENQUE. -  Voy a enviarle recado...  (Al entrarse mira hacia el patio.)  ¡Calle! ¿No es don Cenón Carcoma, el fabricante del Quintanar, ese que se apea de una silla de posta? ¡Él es!



Escena VI

 

REBENQUE, DON CENÓN, y luego BRÍGIDA.

 

TÍO REBENQUE. -  ¡Señor don Cenón Carcoma!... ¡Usted en Ocaña! ¿Qué acontecimiento?...

D. CENÓN CARCOMA. -  Bien, puede usted decir que es un acontecimiento. ¡Ay tío Rebenque! Estoy... Dígame usted, ¿no habrá un asiento para mí en la diligencia que pasa por el Quintanar?

TÍO REBENQUE. -  ¡Hombre!, lo siento está llena.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Voto va sanes!

TÍO REBENQUE. -  ¿Pues no viene usted del Quintanar de la Orden?

D. CENÓN CARCOMA. -  Sí señor que vengo, y lo que me desespera es tenerme que volver sin haber adelantado ni esto.

TÍO REBENQUE. -  Pues ¿cómo?...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ay tío Rebenque de mis entrañas!, ¡me han asesinado!

TÍO REBENQUE. -  ¡Virgen Purísima! ¿Dónde?

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Me han arruinado!

TÍO REBENQUE. -  ¡Qué dice usted! Pues el camino es seguro, y no he oído decir que anden ladrones.

D. CENÓN CARCOMA. -  No: los ladrones no están sólo en los caminos, ya lo sabe usted.

TÍO REBENQUE. -  Ya...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Otra cosa peor! Me han... ¿No ha pasado por aquí hace poco una silla de posta verde?

TÍO REBENQUE. -  No señor.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Pues, sabe Dios!... ¿Quiere usted tomar esto?  (Le da una maleta que traía.) 

TÍO REBENQUE. -  Perdone usted..., no había reparado.  (Tomándola, se la da a un mozo que pasa.) 

D. CENÓN CARCOMA. -  Pues señor...,  (Mira con inquietud al mozo que se lleva la maleta.)  como iba diciendo...  (Vuelve a mirar.) 

TÍO REBENQUE. -  No tenga usted cuidado, está segura; yo respondo de ella.

D. CENÓN CARCOMA. -  No, yo no... Pues señor, un amigo que salía del Quintanar para Madrid en una silla de posta me cedió el otro asiento. Corre que te corre..., ¡viaje inútil! No he podido atraparlos.

TÍO REBENQUE. -  Atrapar, ¿a quién?

D. CENÓN CARCOMA. -  A mi sobrina y al oficial, hombre.

TÍO REBENQUE. -  ¡La sobrina!

D. CENÓN CARCOMA. -  Pues. ¡La perra se ha dejado robar!

TÍO REBENQUE. -  ¡Bah!

D. CENÓN CARCOMA. -  Como usted lo oye. Se enamoró hace un año de un tal Mendoza o demonio, oficial de un regimiento de caballos que estaba allí de guarnición: yo no la dejaba respirar. Al fin se va el regimiento; anda con mil diablos. Entonces tomo mis medidas: ella estaba triste, siempre llorando y suspirando, y haciendo pantomimas. ¡Malo!, dije yo para mi capote, a casarla. Escribo a un antiguo amigo de Tuy, ofreciéndosela para su hijo, muchacho rico, robusto, un poco falto de alcances..., un marido de oro. Se arregla la cosa, viene el chico a Madrid a comprar los regalos de boda: me dicen al otro día que el maldito regimiento vuelve de guarnición... Escríbole al muchacho cuatro renglones..., nada más..., sin decirle..., pues. Yo no sé si él entendería la carta: lo cierto es que no ha parecido. Llega el regimiento antes que yo pensaba; mi sobrina ve al oficial, ¡y hoy mismo los dos pichoncitos han volado!

TÍO REBENQUE. -  ¡Qué me cuenta usted!

D. CENÓN CARCOMA. -  Averiguo que han tomado el camino de Madrid, y salgo como un rayo. A media legua de aquí columbro la silla...

TÍO REBENQUE. -  ¿La silla verde?

D. CENÓN CARCOMA. -  La misma. Aprieto: ya iba a alcanzarla..., cuando en una revuelta que hace el camino..., la pierdo de vista. Sin duda han echado por esos sembrados..., ¡y ese maldito bosque nos quitaba la vista!

TÍO REBENQUE. -  ¡Vaya un lance! En fin, ¿qué adelantará usted con morirse? Al cabo no es hija, y..., ¿quién sabe si el oficial se casará con ella, y...?

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ya lo creo!..., ¡pues no es nada!..., ¡una muchacha rica!... Un alférez que no tiene más que la paga! Pero yo soy tutor, ¡tío Rebenque de mi alma!, ¡y me pedirá cuentas!..., y..., pues..., me embrollarán, y tendré que dar lo mío, y..., ¡me arruino! Con el mocito de Tuy era diferente: el amigo Almazán es muy rico, y..., vamos, me hubiera dado tiempo para arreglar la..., hubiera pasado por todo, y...

TÍO REBENQUE. -  Ya entiendo: era otra cosa.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿Y ahora cómo hago yo para volverme al Quintanar?

TÍO REBENQUE. -  Mire usted, lo primero que debe usted hacer es comer aquí.

D. CENÓN CARCOMA. -  Sí, eso no está mal pensado; pero ¿y después?

TÍO REBENQUE. -  Después no faltará ocasión..., habrá mil carruajes, y por poco dinero...

D. CENÓN CARCOMA. -  Cree usted que...

TÍO REBENQUE. -  Continuamente están pasando.

D. CENÓN CARCOMA. -  Pues señor, corriente.

TÍO REBENQUE. -  ¿Brígida? Un cubierto para el señor don Cenón, y que pongan a calentar aquel pollo..., pronto. Verá usted qué bocado, señor don Cenón.

D. CENÓN CARCOMA. -  Déjeme usted de bocados..., ¡la pena me mata!

TÍO REBENQUE. -  Qué, ¿no tiene usted apetito ya?

D. CENÓN CARCOMA. -  Sí señor..., ¡pero crea usted que este golpe!... ¡Ah cruel!..., ¿un pollo ha dicho usted?

TÍO REBENQUE. -  ¡Sí señor, con una salsita que ya, ya!...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ingrata! Qué corazón de...  (Con tono lastimoso.) 

TÍO REBENQUE. -  Yo le aseguro a usted que está muy tierno.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿El corazón de mi sobrina?

TÍO REBENQUE. -  No señor, el pollo.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ay, tío Rebenque! ¡Yo voy a enfermar de pesadumbre!

TÍO REBENQUE. -  Ya está la comida.  (Desde la puerta.) 

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿La mía?

TÍO REBENQUE. -  Sí señor, vaya usted.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Tío Rebenque! No se admire usted si oye decir que me ha quitado la vida este..., ¡voy a comer!  (Éntrase en la posada.) 

BRÍGIDA. -  ¿Qué tiene don Cenón?

TÍO REBENQUE. -  Ah, ah..., pobre hombre..., de veras  (Riendo.) , lo arruinan..., ah, ah.  (Éntrase.) 



Escena VII

 

BRÍGIDA, el MAYORAL, y luego ZAMORA.

 

BRÍGIDA. -  ¡Vaya un modo de compadecerse del prójimo!

MAYORAL. -  Ea, vamos disponiendo...  (Saliendo de la posada.)  Señores, que voy a enganchar.  (Vase por el portón.) 

BRÍGIDA. -  Pues; como él ha comido ya... ¡Hola, señor Zamora!, bienvenido.

ZAMORA. -  Buenos días, señora Brígida. ¿Ha llegado mi amo?  (Sale por el portón.) 

BRÍGIDA. -  ¡Cuánto hace! Entre usted: ahí está. ¡Ah! Señor  (Viendo al MARQUÉS DEL ROBLE, que sale de la posada.)  marqués, aquí tiene V.S. a su criado.  (El MARQUÉS le da una moneda.)  Muchas gracias, señor marqués  (Éntrase en la posada.) 



Escena VIII

 

El MARQUÉS, ZAMORA, y luego DOÑA VENTURA.

 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Eres diligente, Zamora! Si yo te hubiera esperado...

ZAMORA. -  Señor, es que...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  No importa: he comido..., y bien. ¿Cómo sigue mi mujer?

ZAMORA. -  Hoy ha amanecido algo mejor, continúa...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Bien. ¿Ha llegado mi hijo?

ZAMORA. -  Hace más de dos horas, señor.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Pues echemos a andar. Voy a despedirme de esa hermosa muchacha. Aquí viene. Señorita, iba a despedirme de usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Cuánto siento que nos separemos!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Si alguna vez puedo ser útil..., ¡cuidado que yo no digo las cosas por cumplimiento! Ea, adiós, hija mía: sea usted feliz.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Feliz!  (Suspirando.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Y por qué no? Usted lo merece, conque lo dicho. ¡Ay!, ahora me acuerdo que tengo que ver al escribano para que extienda..., voy volando: está a dos pasos. Zamora, ve a cuidar del coche, vuelvo al momento. ¡Adiós, mi querida amiga!  (Aparte al irse.)  Me ha interesado esta muchacha.  (ZAMORA se va por el portón. Los viajeros van saliendo y dispersándose por diversos lados.) 



Escena IX

 

DOÑA VENTURA y REBENQUE.

 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Ah!, ¡qué bueno es!, ¡cuánto siento que no venga hasta Burgos!

TÍO REBENQUE. -  Señorita, ¿qué tal se ha comido?  (Saliendo de la posada.) 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Bastante bien.

TÍO REBENQUE. -  ¡Oh!, ¡mis comidas! Pero creo que se le ha olvidado a usted una cosa.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Sí, ya sé que me he dejado en el comedor...

TÍO REBENQUE. -  No es eso, señorita. Es la comida, que..., creo que usted no me la ha pagado. Usted perdone si...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Es verdad que no. El conductor está encargado de pagarme.

TÍO REBENQUE. -  Se le habrá olvidado, porque no me... ¡Eh!, Julián, palabra.  (Llama.) 



Escena X

 

DICHOS y el MAYORAL.

 

MAYORAL. -  ¿Qué hay de nuevo?

TÍO REBENQUE. -  La comida de esta señorita, ¿quién me la paga?

MAYORAL. -  ¡Me gusta la pregunta! Ella.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  No, señor conductor: bien sabe usted que se le dio dinero en Madrid para que pagara mis comidas.

MAYORAL. -  ¿A mí? No señora, es falso. Algunas veces me han dado esa comisión, pero hoy no he recibido dinero alguno.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¿Cómo es eso? Pues si a mí me consta...

MAYORAL. -  Poco a poco, señorita: yo soy muy conocido, ¿entiende usted? El tío Rebenque sabe que yo soy incapaz..., ¿esta usted? Aunque viera oro molido..., ¿entiende usted?, que aunque soy..., ¿está usted?, nunca: en la vida... Usted está soñando.  (Vase.) 



Escena XI

 

DOÑA VENTURA y REBENQUE.

 
 

Los viajeros van saliendo poco a poco, y entrándose por el portón.

 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  A no ser que se olvidase de entregárselo al conductor..., pero no es posible.

TÍO REBENQUE. -  Vamos, señorita, el dinero, si usted gusta.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Pero señor posadero, si no tengo!

TÍO REBENQUE. -  ¡Cómo!, ¡no tiene usted!, ¿y se ha puesto usted en camino sin dinero?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  No señor; tuve la desgracia de perder el bolsillo esta mañana, al subir, y... En fin, señor posadero, no tengo ni un ochavo.

TÍO REBENQUE. -  No haber comido.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  No le he dicho a usted, que el...

TÍO REBENQUE. -  Cuando no se tiene dinero se ayuna, señorita; usted debía saber esto.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Sí lo sé; pero yo estaba segura de que el conductor...

TÍO REBENQUE. -  ¡Dale con el conductor! Es preciso que alguien me pague, y yo no la dejo a usted seguir su camino hasta haber cobrado.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Qué oigo, Dios mío! ¿Y qué, será usted tan bárbaro?...

TÍO REBENQUE. -  Yo no soy bárbaro, señorita, soy posadero. Y en mi posada así como no se paga hasta salir, tampoco se sale hasta pagar. Téngalo usted entendido.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Dios mío, Dios mío, qué será de mí!

TÍO REBENQUE. -  No hay más; ¡vaya! Sobre qué carga de agua he de perder yo... (¡El marqués! Si habrá oído...)



Escena XII

 

DICHOS y el MARQUÉS DEL ROBLE.

 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Qué sucede, tío Rebenque?

TÍO REBENQUE. -  Nada, señor marqués, nada. Esta señorita que dice que no tiene con qué pagar su comida..., y yo con este genio vivo..., lo siento. La pobre creía que le habían dado dinero al conductor en Madrid para que pagase por ella, y se ha encontrado con que no tiene nada.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Cómo es eso! ¿El conductor niega?...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Señor, yo estoy segura de que ayer entregamos en la administración cien reales con este objeto. En la hoja dirá...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Qué dice usted, cien reales?, ¿para ir hasta dónde?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Hasta Burgos, señor.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Hasta Burgos!

TÍO REBENQUE. -  ¡Hasta Burgos! ¡Esta es otra!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Y cómo viene usted en la diligencia de Valencia?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡De Valencia! ¡Dios mío de mi alma!... ¡Si yo no voy a Valencia! ¡Yo he tomado mi asiento para Burgos! Allí es donde voy...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡A Burgos!



Escena XIII

 

DICHOS y el MAYORAL.

 

MAYORAL. -  Vamos, señorita, a usted sólo se espera.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Diga usted..., ¿conque no es a Burgos donde usted me lleva?

MAYORAL. -  ¡A Burgos!

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Vea usted, vea usted la hoja. Usted mismo me llamó esta mañana por nombre... Si yo estoy inscrita, ¿cómo?...

MAYORAL. -  Aquí está la hoja.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Vea usted si está ahí: «Ventura Bazán.»

MAYORAL. -  Sí, aquí está:  (Leyendo.)  «Ventura Al...» ¡Calle! ¿Cómo ha dicho usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Ventura Bazán.

MAYORAL. -  ¡Ay, ay, ay! Aquí dice «Ventura Almazán.»

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Almazán!  (Toma la lista.)  A ver, a ver.  (Lee.)  «Ventura Almazán...», y delante una D. que puede ser cualquiera cosa. ¡Ya caigo! Se han equivocado de nombre y de sexo. Este Almazán es un joven que esta mañana, delante de mí, tomó un billete para el Quintanar de la Orden! ¡Ya extrañaba yo no verle en el coche! Pues amiga mía, ha equivocado usted la diligencia.

D.ª VENTURA BAZÁN.   (Muy afligida.)  -¡Dios mío, esto sólo me faltaba después de tanta desgracia!... ¡Pobre Ventura!..., ¡qué será de ti!  (Se deja caer en el banco.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Pobrecilla! (Yo no puedo abandonarla).

MAYORAL. -  ¿Conque sigue hasta el Quintanar o no?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Cómo ha de seguir! A no ser que conozca allí a alguien, y quiera...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  A nadie, señor marqués. Sin embargo, en ese pueblo he nacido; pero salí de él muy niña, y después...  (Llora.)  ¡Pobre huérfana!

MAYORAL. -  Ya tengo un asiento vacío. Si hubiera quien...

TÍO REBENQUE. -  ¡Calla! Ya sé quién.  (Llama.)  ¿Don Cenón, don Cenón? Un asiento tiene usted en la diligencia.

MAYORAL. -  Que se despache.



Escena XIV

 

DICHOS y DON CENÓN.

 

MAYORAL. -  Despáchese usted, don Cenón.

D. CENÓN CARCOMA. -  Allá voy.  (Aparece a una ventana con la servilleta al pecho y la boca llena.)  Pero, ¡por Dios! ¡Si no he comido!

MAYORAL. -  Poco me importa. No espero un minuto.  (Yéndose.) 

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Hombre, aguarde usted un momento! No hago más que tomar el bastón y el sombrero.  (Se retira.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Hola, el fabricante!

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Ay mi querida doña Inés! ¡Qué lejos estaba usted esta mañana de prever lo que me está pasando!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Vamos, tranquilícese usted: ya veremos de componerlo, y...

D. CENÓN CARCOMA. -  Aquí estoy ya.  (Corriendo con bastón, sombrero, la servilleta y la boca llena.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Hola, don Cenón!

D. CENÓN CARCOMA. -  Señor marqués, a la orden de V. S. Tío Rebenque, agur: no me han dejado comer...  (Yéndose.) 

TÍO REBENQUE. -  Oiga usted, don Cenón. Perdone usted... pero, si no le fuese a usted útil esa servilleta...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Maldita cabeza!  (Tirándola.)  Aguarde usted..., aguarde usted...,  (Óyense chasquidos.) , ese maldito conductor me hará..., señor marqués, a la orden de V. S.  (Entra corriendo por el portón, y REBENQUE en la posada. Un instante después se oyen los chasquidos, y el ruido de la diligencia, que marcha.) 



Escena XV

 

El MARQUÉS, DOÑA VENTURA, y después ZAMORA.

 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Tenía yo que hablar a este don Cenón..., será otra vez. Vamos, Venturita, no se aflija usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Después de este contratiempo fatal no me queda más recurso que volverme a Madrid en el momento, sola, a pie, pidiendo una limosna...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Hija mía, no: ¡qué está usted diciendo!

ZAMORA. -  Señor, cuando V. S. disponga...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Aguarda. Vamos, enjúguese usted las lágrimas, y escuche. Usted vendrá conmigo a pasar el día en mi quinta...  (DOÑA VENTURA hace un movimiento de extrañeza.) , con mi mujer y mi hija; y mañana irá usted en mi coche a Madrid, para que desde allí se dirija usted a Burgos.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Pero señor...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Negocio concluido. Vaya usted a buscar sus efectos, y marchemos.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Ah! Señor..., ¡qué generosidad! ¡A no ser por usted!... ¡Ah! Nunca olvidaré...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Vamos..., vaya usted por eso.

D.ª VENTURA BAZÁN. -   (Aparte al irse.) Cuando me vea doña Inés.  (Entra en la posada.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Amable joven!

ZAMORA. -  Señor, ¿no ha reparado V. S. que esta señorita se da mucho aire a otra que conocimos, hace tiempo, de esta misma edad en Tuy?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿A quién?

ZAMORA. -  ¡Toma! A la señorita doña...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡A mi hermana Rosa!...  (Con viveza.)  ¡Tienes razón!... ¡Pobre Rosa!

ZAMORA. -  ¡Y mucho que se parece!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Eso es sin duda lo que me ha hecho interesar tanto por ella, y yo no caía...



Escena XVI

 

El MARQUÉS y REBENQUE.

 

TÍO REBENQUE. -  ¡Pues no ha ido a dejarse don Cenón la maleta!... ¡Qué cabeza!  (Con una maleta.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Tome usted por la comida de esa señorita.  (Pagándole.) 

TÍO REBENQUE. -  No importaba nada..., pero una vez... ¡Calle! ¡Aquí viene don Cenón corriendo!



Escena XVII

 

DICHOS, DON CENÓN, sofocado, y luego DOÑA VENTURA y ZAMORA.

 

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Llévese el diablo las diligencias y los conductores! Por culpa suya me dejaba olvidada la maleta.

TÍO REBENQUE. -  Aquí la tiene usted; no era cosa de apurarse, que segura estaba...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿Cómo que no era cosa de apurarse, y tiene dentro una bolsa con?..., a ver, a ver.  (La busca.)  ¡Aquí está! Ya sabía yo que no era cosa de apurarse..., ¡estando en poder de usted! -Señor marqués, perdone V. S.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Le aguarda a usted la diligencia?

D. CENÓN CARCOMA. -  Qué, ¡no señor! Yo iba frito por el olvido de la maleta, cuando afortunadamente veo que para allá en la última casa del pueblo para recoger a uno... Vi el cielo abierto; me bajé, y vine volando a buscar la maleta: conque esperaré a que pase algún carruaje, y...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Hombre, yo tenía que hacerle a usted una compra. Quisiera que hablásemos, y no me puedo detener... Vaya, vengase usted a pasar el día a mi quinta.

D. CENÓN CARCOMA. -  Con mucho gusto lo haría, pero me es imposible: tengo que volver hoy mismo al Quintanar.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Qué prisa hay!

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿Qué prisa? ¡Ay! Pregúntele V. S. al tío Rebenque, a quien le he contado...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Pues bien; véngase usted, y me lo contará también por el camino.

D. CENÓN CARCOMA. -  Pero... V. S. que es coronel y sabe de..., podía ayudarme mucho.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Ya se ve. ¡Y si viera usted qué morcillas!, ¡qué vino!

D. CENÓN CARCOMA. -  No se hable más: acompaño a V. S.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Bravo. Ya no espero más que...  (Vuélvese, y ve a DOÑA VENTURA con su lío, retirada con timidez.)  ¿Qué hace usted ahí detrás, hija mía? Acérquese usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Temía...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  En efecto.  (Aparte a ZAMORA.) , Zamora, cuanto más la miro más le encuentro... Ea, vamos al coche.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  No perderá usted la comida: daré...  (Aparte a REBENQUE.) 

TÍO REBENQUE. -  No, señorita; si ya está pa...

MARQUÉS DEL ROBLE. -   (Interrumpiéndole.) Agur, tío Rebenque. Vamos, señorita.  (Da la mano a DOÑA VENTURA, y se van por el portón.) 

TÍO REBENQUE. -  Vaya V. S. con Dios. Hasta la vista señores.



Escena XVIII

 

REBENQUE y ALMAZÁN

 
 

Llega por el lado opuesto.

 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Maldita sea la criada que me engañó!, ¡uf!, ¡me maté!  (Limpiándose.) 

TÍO REBENQUE. -  ¡Calle! No es este el que echó a correr tras de...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Hola! Usted es el tío Rebenque, ¿no es verdad?

TÍO REBENQUE. -  Sí señor.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Pues, se conoce en el empaque, y..., en fin, usted es el tío Rebenque; pues sepa que tiene una criada que podía estar tirando de una carreta. Pregúntole por la diligencia de Valencia, y me hace correr detrás de la de Sevilla: reviéntome por alcanzarla, y no es. Vuélvome, pues, atrás maldiciendo y renegando de los sastres, de las diligencias, de las criadas, y de todos los que me rodean.

TÍO REBENQUE. -  ¿Y ahora, qué quiere usted?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  A eso iba, tío Rebenque. Hágame favor de avisar al conductor de Valencia que estoy aquí.

TÍO REBENQUE. -  ¡Hombre, si hace más de media hora que salió!

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Se marchó!... ¡Misericordia! ¡Misericordia! Pero hombre, dígame, yo debía haberla encontrado.

TÍO REBENQUE. -  ¿Usted ha venido por la calle ancha?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Sí, señor.

TÍO REBENQUE. -  Ahí está la cosa. El conductor tomó por otra calle para recoger un viajero, y durante ese tiempo...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Pues señor, si no me vuelvo loco, dígole que... ¡Esta diligencia está embrujada! Ya la paso yo, ya me pasa ella..., ¡jugamos al escondite, o qué es esto! ¡Ese condenado de don Cenón con su maldita carta tiene la culpa de todo!

TÍO REBENQUE. -  ¿Habla usted de don Cenón Carcoma, el del Quintanar?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Ese mismo.

TÍO REBENQUE. -  Pues aquí ha estado hasta ahora.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Qué me dice!

TÍO REBENQUE. -  Ha encontrado al marqués del Roble, que venía de Madrid, y...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  El marqués del Roble..., el que vi esta mañana..., amigo de mi padre, y..., dígame, ¿no tiene una quinta por aquí cerca?

TÍO REBENQUE. -  Sí señor, ahí en Yepes: allí se ha llevado a don Cenón, y a otra joven que venía con él de viaje, y...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Una joven dice?, ¿bonita?

TÍO REBENQUE. -  Y mucho.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Ella es! ¡Ella es! ¿Está lejos la quinta?  (Saltando de gozo.) 

TÍO REBENQUE. -  Una legua escasa.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Si no es más que una legua..., voy a correr la posta. Así llegaré dándome tono. ¿No es verdad?

TÍO REBENQUE. -  Seguramente.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Reviento de gozo!... Tío Rebenque, esa joven que dice usted que es tan bonita..., ¡es mi novia!

TÍO REBENQUE. -  ¡Hola!

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Morenita, no es verdad?

TÍO REBENQUE. -  Sí señor.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Un aire de modestia...

TÍO REBENQUE. -  Justamente.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Ella es!

TÍO REBENQUE. -  ¿Su novia de usted?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  La misma que no esperaba ver hasta mañana, ¡y la daré un abrazo dentro de una hora! ¡Canario! Pronto, vamos, dos caballos de silla: un guía para Yepes.

TÍO REBENQUE. -  Pero mire usted que..., esa señorita..., no...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Caballos, caballos!... ¡Despáchese, hombre!

TÍO REBENQUE. -  Voy allá.  (Aparte yéndose.) 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Despache.

TÍO REBENQUE. -  (No quiere oír, y si luego se engaña, como creo...) ¡Maricón!  (Llama, y sale un mozo.) 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Los mejores que haya, ¿entiende? ¡Quisiera ir en las alas del amor!

TÍO REBENQUE. -  Será usted servido.  (Al mozo.)  Ensilla la jaca tuerta, y el normando: despacha. Dos bestias, como usted..., va a llevar, no se encuentran en todas las postas.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Me alegro. Vamos.  (Éntranse por el portón.)