Escena I
|
|
REBENQUE, CRIADOS, y después
BRÍGIDA.
|
TÍO REBENQUE.
-
(Mirando hacia un lado.) Todavía no se la divisa, pero ya no debe tardar.
(A los CRIADOS.) Vamos quitando pronto esa mesa, y volviéndola
a poner para los que van a llegar. ¿Qué buscas tú
aquí? (Oyéndose los chasquidos y el ruido de
una diligencia que se va alejando.) |
BRÍGIDA. -
Por
mirar la diligencia de Sevilla, que ha echado a andar. |
TÍO
REBENQUE. -
La diligencia de Sevilla ya se ha ido, pero la
de Valencia va a llegar, y la mesa, no va a estar puesta. |
BRÍGIDA. -
¿Pues no ve usted a Blasa y al Maricón
que la están poniendo? Tanta prisa, y luego... ¡Ah!
Diga usted, tío Rebenque, ¿en qué consiste
que las diligencias llegan hoy más tarde que otros
días? |
TÍO REBENQUE. -
¿Qué, no lo sabes?
Con las avenidas del Tajo se ha estropeado el camino, y mientras
lo componen no se puede pasar por él más que
a pie o a caballo, y los coches tienen que tomar un rodeo
de cerca de media hora. |
BRÍGIDA. -
Pues no sabía
nada. |
TÍO REBENQUE. -
¿Pues has sabido tú algo
alguna vez? |
BRÍGIDA. -
¡Vaya! ¡Mira el sabio! |
TÍO
REBENQUE. -
Vamos ayudando a poner la mesa; ¡hola! |
BRÍGIDA.
-
Ya van... ¡Mira el sabio! (Éntrase por la posada,
y REBENQUE por el portón.) |
Escena II
|
|
ALMAZÁN
y un POSTILLÓN, y después BRÍGIDA.
|
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
(Pagando al POSTILLÓN.) Toma, por el condenado rocín que me has dado en la
última posta. (Vase el POSTILLÓN.) ¡Canario!,
penseme que no llegaba a este maldecido Ocaña en lo
que queda de mes. Aquí encontraré a la diligencia
comiendo: de juro. Pero, señor, ¿es creíble
que corriendo la posta no la haya encontrado antes? ¡Verdad
es que me han dado unos caballos! ¡Canario! En Valdemoro
me dan uno loco, que lo mismo es salir, arranca por donde
se le antoja, desbócase, y me lleva más de
una hora por los sembrados. ¡Canario!, me puso a parir. ¡Reventado
estoy!... ¡Y un hombre que va a casarse! ¡Que me parta un
rayo si vuelvo a correr la posta! ¡Calle, están quitando
la mesa! ¡Santo Dios!... Si se habrá marchado ya!
¡No me faltaba otra cosa!... Pero no puede ser. (Llama.)
¡Eh!, ¡eh! ¡Deo gracias! Dígame, mocita, ¿marchose
ya la diligencia que come aquí? |
BRÍGIDA. -
Sí
señor, ahora mismo. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¿Cómo
es eso? ¿Pues que no ha comido aquí? |
BRÍGIDA.
-La diligencia no señor, los viajeros sí. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Pues eso quise decir. ¿Han comido
ya? |
BRÍGIDA. -
¿No ve usted cómo están
quitando la mesa? |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Canario!
¡Canario!... Y dígame, ¿piensa que la podré
alcanzar? |
BRÍGIDA. -
Si usted corre mucho puede alcanzarla
en la cuesta, que es muy larga, y tienen que subirla muy
despacio. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¿Sí?, pues
voy, voy: mejor quiero correr a pie que en los caballos de
posta. Vamos... ¡Ah!, oiga:
¿iba llena como me han dicho? |
BRÍGIDA. -
Creo que
lleva un puesto vacío. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Pues; el mío: vamos allá. ¡El maldito sastre
tiene la culpa de todo!... ¡Ay Dios mío! ¡Qué
es lo que yo he hecho! ¡Y el lío con el vestido! ¡Canario!
Pues hasta ahora no me he acordado... Ya no podré
ponérmelo el día de la boda. |
BRÍGIDA.
-
¿Qué dice este hombre? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Mire: yo voy a casarme al Quintanar de la Orden, y puse
mi vestido de boda en la diligencia... de Vitoria, y luego...,
¡Canario!, que no voy a alcanzar la diligencia. Abur, abur.
(Echa a correr.) |
Escena III
|
|
BRÍGIDA y REBENQUE.
|
BRÍGIDA. -
Vaya un mentecato, con su boda y su vestido
nuevo, y su... |
TÍO REBENQUE. -
Brígida, ¿qué
quería ese hombre? |
BRÍGIDA. -
Me preguntó
si se había marchado la diligencia; yo le dije que
sí, y ha echado a correr detrás de ella como
un desesperado. |
TÍO REBENQUE. -
Pero, ¿te preguntó
por la de Sevilla? |
BRÍGIDA. -
Yo no sé; él
no se explicó... |
TÍO REBENQUE. -
¿Y si era
por la de Valencia, que aún no ha llegado? |
BRÍGIDA.
-
¿Cómo ha de ser por esa? ¿Pues habría llegado
hasta aquí sin haberla encontrado en el camino? |
TÍO
REBENQUE. -
Podía muy bien suceder que la hubiese pasado
en el sitio donde te he dicho que las diligencias tienen
que tomar un rodeo por causa del camino. |
BRÍGIDA.
-
¡Pues qué importa! Que haga ejercicio: si la alcanza
y ve que no es la suya, ya conocerá que la deja atrás,
y volverá aquí a esperarla. (Óyense
chasquidos, y el ruido de una diligencia que para.) |
TÍO
REBENQUE. -
Ea, ya está aquí la de Valencia.
Blasa, Maricón, vamos. Preguntaremos si hay algún
asiento vacío, y lo tomaremos para don Judas, que
lo tiene muy encargado. |
BRÍGIDA. -
Sí, sí,
veamos. Ya bajan; uno, dos, tres..., ¡ay cuántos!,
siete, ocho, nueve. |
TÍO REBENQUE. -
¡Malo lo veo! |
BRÍGIDA. -
Llena está. (Éntrase en la
posada. Los viajeros salen por el portón: unos se
quedan un poco en la calle; otros entran desde luego en la
posada: por último aparecen todos en el comedor.) |
Escena IV
|
|
REBENQUE, VIAJEROS; luego el MARQUÉS
y DOÑA VENTURA.
|
TÍO REBENQUE. -
Entren ustedes
señores. (A los viajeros.) Pronto se va a poner la
sopa. Por aquí, por aquí (A otros viajeros.) ,
señores. ¡Calle! viene el marqués del Roble. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Sí señora: aquí
me separo de usted. |
TÍO REBENQUE. -
Señor marqués
para servir a V. S. (Con grandes cortesías.) |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Buenos días, tío Rebenque. ¿Ha
llegado mi coche? |
TÍO REBENQUE. -
No, señor
marqués, todavía no. |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
Y eso que les escribí..., yo quería llegar
a comer a la quinta..., ¡qué diantre!... Y tengo un
apetito más que regular. (Saca el reloj.) |
D.ª VENTURA
BAZÁN. -
(No hay duda; al subir a la diligencia, perdí
mi bolsillo.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
A la hora que es,
ya debía haber llegado. No sé... |
TÍO
REBENQUE. -
Puede V. S. comer aquí. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Casi casi estoy tentado... |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
(La fortuna es que el conductor trae dinero mío para
pagar las comidas, que si no, ¡pobre de mí!) |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Pues señor, mi estómago es de su
opinión de usted: tío Rebenque, que me pongan
un cubierto. |
TÍO REBENQUE. -
Voy a disponer lo más
escogido para V. S. (Éntrase.) |
MARQUÉS DEL
ROBLE. -
Así tendré el gusto de pasar un rato
más con mi amable compañera de viaje. (Los
viajeros se sientan a la mesa.) |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
Si viera usted cuánto siento separarme de usted:
es usted la única persona de la diligencia que... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Mil gracias, hija mía:
lo mismo pienso yo de usted. Y eso que apenas nos hemos hablado
media docena de palabras; pero me ha bastado para conocer
la escogida educación que ha recibido usted, su modestia,
su... |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
¡Es usted demasiado amable!... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
No, no; digo lo que siento, como
lo he hecho toda mi vida. Pero con aquellos dos elefantes
que estaban entre nosotros, y aquella especie de mosquito,
voz de tiple, que venía enfrente, no nos ha sido posible
hablar una palabra. ¡Qué gritos!, ¡qué algarabía!
Dale con los toros andaluces, y los manchegos, y el salto
de Montes, y la..., y dale con la ópera, y vuelta
con los toros..., y así las nueve leguas, manoteando
y dándome unos frotes en este lado..., y el otro gaznápiro
de los anteojos verdes, ¡cantando todo el camino con una
voz de grajo la canción del Jocó!... «Es Jocó,
es Jocó...» Maldita sea su... |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
Y aquel viejo de los pelos espantados que tenía yo
enfrente empeñado en contarme la batalla de las Pirámides,
y..., y todo porque vio en mi abanico la toma de Argel...,
¡como si tuviera algo que ver uno con otro! |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Pues, y el otro aragonés gordo sin cesar
de gruñir, porque aquella urca que venía a
su lado le torcía la peluca cada vez que se volvía
con el ala del gorro, ¡y no le dejaba fumar porque le daba
jaqueca!... Válgame Dios... |
TÍO REBENQUE.
-
Señor marqués, cuando V. S. guste... (Saliendo.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Vamos allá. Entremos,
señorita. (Le da la mano, y entran en la posada.) |
Escena VI
|
|
REBENQUE, DON CENÓN,
y luego BRÍGIDA.
|
|
TÍO REBENQUE. -
¡Señor
don Cenón Carcoma!... ¡Usted en Ocaña! ¿Qué
acontecimiento?... |
D. CENÓN CARCOMA. -
Bien, puede
usted decir que es un acontecimiento. ¡Ay tío Rebenque!
Estoy... Dígame usted, ¿no habrá un asiento
para mí en la diligencia que pasa por el Quintanar? |
TÍO REBENQUE. -
¡Hombre!, lo siento está llena. |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Voto va sanes! |
TÍO REBENQUE.
-
¿Pues no viene usted del Quintanar de la Orden? |
D. CENÓN
CARCOMA. -
Sí señor que vengo, y lo que me desespera
es tenerme que volver sin haber adelantado ni esto. |
TÍO
REBENQUE. -
Pues ¿cómo?... |
D. CENÓN CARCOMA.
-
¡Ay tío Rebenque de mis entrañas!, ¡me han
asesinado! |
TÍO REBENQUE. -
¡Virgen Purísima!
¿Dónde? |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Me han arruinado! |
TÍO REBENQUE. -
¡Qué dice usted! Pues el camino
es seguro, y no he oído decir que anden ladrones. |
D. CENÓN CARCOMA. -
No: los ladrones no están
sólo en los caminos, ya lo sabe usted. |
TÍO
REBENQUE. -
Ya... |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Otra cosa peor!
Me han... ¿No ha pasado por aquí hace poco una silla
de posta verde? |
TÍO REBENQUE. -
No señor. |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Pues, sabe Dios!... ¿Quiere usted
tomar esto? (Le da una maleta que traía.) |
TÍO
REBENQUE. -
Perdone usted..., no había reparado. (Tomándola,
se la da a un mozo que pasa.) |
D. CENÓN CARCOMA. -
Pues
señor..., (Mira con inquietud al mozo que se lleva
la maleta.) como iba diciendo... (Vuelve a mirar.) |
TÍO
REBENQUE. -
No tenga usted cuidado, está segura; yo
respondo de ella. |
D. CENÓN CARCOMA. -
No, yo no...
Pues señor, un amigo que salía del Quintanar
para Madrid en una silla de posta me cedió el otro
asiento. Corre que te corre..., ¡viaje inútil! No
he podido atraparlos. |
TÍO REBENQUE. -
Atrapar, ¿a
quién? |
D. CENÓN CARCOMA. -
A mi sobrina y
al oficial, hombre. |
TÍO REBENQUE. -
¡La sobrina! |
D. CENÓN CARCOMA. -
Pues. ¡La perra se ha dejado robar! |
TÍO REBENQUE. -
¡Bah! |
D. CENÓN CARCOMA. -
Como
usted lo oye. Se enamoró hace un año de un
tal Mendoza o demonio, oficial de un regimiento de caballos
que estaba allí de guarnición: yo no la dejaba
respirar. Al fin se va el regimiento; anda con mil diablos.
Entonces tomo mis medidas: ella estaba triste, siempre llorando
y suspirando, y haciendo pantomimas. ¡Malo!, dije yo para
mi capote, a casarla. Escribo a un antiguo amigo de Tuy,
ofreciéndosela para su hijo, muchacho rico, robusto,
un poco falto de alcances..., un marido de oro. Se arregla
la cosa, viene el chico a Madrid a comprar los regalos de
boda: me dicen al otro día que el maldito regimiento
vuelve de guarnición... Escríbole al muchacho
cuatro renglones..., nada más..., sin decirle...,
pues. Yo no sé si él entendería la carta:
lo cierto es que no ha parecido. Llega el regimiento antes
que yo pensaba; mi sobrina ve al oficial, ¡y hoy mismo los
dos pichoncitos han volado! |
TÍO REBENQUE. -
¡Qué
me cuenta usted! |
D. CENÓN CARCOMA. -
Averiguo que
han tomado el camino de Madrid, y salgo como un rayo. A media
legua de aquí columbro la silla... |
TÍO REBENQUE.
-
¿La silla verde? |
D. CENÓN CARCOMA. -
La misma. Aprieto:
ya iba a alcanzarla..., cuando en una revuelta que hace el
camino..., la pierdo de vista. Sin duda han echado por esos
sembrados..., ¡y ese maldito bosque nos quitaba la vista! |
TÍO REBENQUE. -
¡Vaya un lance! En fin, ¿qué
adelantará usted con morirse? Al cabo no es hija,
y..., ¿quién sabe si el oficial se casará con
ella, y...? |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Ya lo creo!..., ¡pues
no es nada!..., ¡una muchacha rica!... Un alférez
que no tiene más que la paga! Pero yo soy tutor, ¡tío
Rebenque de mi alma!, ¡y me pedirá cuentas!..., y...,
pues..., me embrollarán, y tendré que dar lo
mío, y..., ¡me arruino! Con el mocito de Tuy era diferente:
el amigo Almazán es muy rico, y..., vamos, me hubiera
dado tiempo para arreglar la..., hubiera pasado por todo,
y... |
TÍO REBENQUE. -
Ya entiendo: era otra cosa. |
D. CENÓN CARCOMA. -
¿Y ahora cómo hago yo para
volverme al Quintanar? |
TÍO REBENQUE. -
Mire usted,
lo primero que debe usted hacer es comer aquí. |
D.
CENÓN CARCOMA. -
Sí, eso no está mal
pensado; pero ¿y después? |
TÍO REBENQUE. -
Después
no faltará ocasión..., habrá mil carruajes,
y por poco dinero... |
D. CENÓN CARCOMA. -
Cree usted
que... |
TÍO REBENQUE. -
Continuamente están
pasando. |
D. CENÓN CARCOMA. -
Pues señor, corriente. |
TÍO REBENQUE. -
¿Brígida? Un cubierto para
el señor don Cenón, y que pongan a calentar
aquel pollo..., pronto. Verá usted qué bocado,
señor don Cenón. |
D. CENÓN CARCOMA.
-
Déjeme usted de bocados..., ¡la pena me mata! |
TÍO
REBENQUE. -
Qué, ¿no tiene usted apetito ya? |
D. CENÓN
CARCOMA. -
Sí señor..., ¡pero crea usted que
este golpe!... ¡Ah cruel!..., ¿un pollo ha dicho usted? |
TÍO REBENQUE. -
¡Sí señor, con una salsita
que ya, ya!... |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Ingrata! Qué
corazón de... (Con tono lastimoso.) |
TÍO REBENQUE.
-
Yo le aseguro a usted que está muy tierno. |
D. CENÓN
CARCOMA. -
¿El corazón de mi sobrina? |
TÍO REBENQUE.
-
No señor, el pollo. |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Ay,
tío Rebenque! ¡Yo voy a enfermar de pesadumbre! |
TÍO
REBENQUE. -
Ya está la comida. (Desde la puerta.) |
D. CENÓN CARCOMA. -
¿La mía? |
TÍO REBENQUE.
-
Sí señor, vaya usted. |
D. CENÓN CARCOMA.
-
¡Tío Rebenque! No se admire usted si oye decir que
me ha quitado la vida este..., ¡voy a comer! (Éntrase
en la posada.) |
BRÍGIDA. -
¿Qué tiene don Cenón? |
TÍO REBENQUE. -
Ah, ah..., pobre hombre..., de veras
(Riendo.) , lo arruinan..., ah, ah. (Éntrase.) |
Escena VIII
|
|
El MARQUÉS, ZAMORA,
y luego DOÑA VENTURA.
|
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¡Eres
diligente, Zamora! Si yo te hubiera esperado... |
ZAMORA.
-
Señor, es que... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
No importa:
he comido..., y bien. ¿Cómo sigue mi mujer? |
ZAMORA.
-
Hoy ha amanecido algo mejor, continúa... |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Bien. ¿Ha llegado mi hijo? |
ZAMORA. -
Hace más
de dos horas, señor. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Pues
echemos a andar. Voy a despedirme de esa hermosa muchacha.
Aquí viene. Señorita, iba a despedirme de usted. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
¡Cuánto siento que nos
separemos! |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Si alguna vez puedo
ser útil..., ¡cuidado que yo no digo las cosas por
cumplimiento! Ea, adiós, hija mía: sea usted
feliz. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
¡Feliz! (Suspirando.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¿Y por qué no? Usted lo
merece, conque lo dicho. ¡Ay!, ahora me acuerdo que tengo
que ver al escribano para que extienda..., voy volando: está
a dos pasos. Zamora, ve a cuidar del coche, vuelvo al momento.
¡Adiós, mi querida amiga! (Aparte al irse.) Me ha
interesado esta muchacha. (ZAMORA se va por el portón.
Los viajeros van saliendo y dispersándose por diversos
lados.) |
Escena XI
|
|
DOÑA
VENTURA y REBENQUE.
|
|
Los viajeros van saliendo poco a poco,
y entrándose por el portón.
|
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
A no ser que se olvidase de entregárselo al conductor...,
pero no es posible. |
TÍO REBENQUE. -
Vamos, señorita,
el dinero, si usted gusta. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
¡Pero
señor posadero, si no tengo! |
TÍO REBENQUE.
-
¡Cómo!, ¡no tiene usted!, ¿y se ha puesto usted en
camino sin dinero? |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
No señor;
tuve la desgracia de perder el bolsillo esta mañana,
al subir, y... En fin, señor posadero, no tengo ni
un ochavo. |
TÍO REBENQUE. -
No haber comido. |
D.ª VENTURA
BAZÁN. -
No le he dicho a usted, que el... |
TÍO
REBENQUE. -
Cuando no se tiene dinero se ayuna, señorita;
usted debía saber esto. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
Sí lo sé; pero yo estaba segura de que el
conductor... |
TÍO REBENQUE. -
¡Dale con el conductor!
Es preciso que alguien me pague, y yo no la dejo a usted
seguir su camino hasta haber cobrado. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
¡Qué oigo, Dios mío! ¿Y qué, será
usted tan bárbaro?... |
TÍO REBENQUE. -
Yo no
soy bárbaro, señorita, soy posadero. Y en mi
posada así como no se paga hasta salir, tampoco se
sale hasta pagar. Téngalo usted entendido. |
D.ª VENTURA
BAZÁN. -
¡Dios mío, Dios mío, qué
será de mí! |
TÍO REBENQUE. -
No hay más;
¡vaya! Sobre qué carga de agua he de perder yo...
(¡El marqués! Si habrá oído...) |
Escena XIII
|
|
DICHOS y el MAYORAL.
|
MAYORAL. -
Vamos, señorita,
a usted sólo se espera. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
Diga usted..., ¿conque no es a Burgos donde usted me lleva? |
MAYORAL. -
¡A Burgos! |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Vea usted,
vea usted la hoja. Usted mismo me llamó esta mañana
por nombre... Si yo estoy inscrita, ¿cómo?... |
MAYORAL.
-
Aquí está la hoja. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
Vea usted si está ahí: «Ventura Bazán.» |
MAYORAL. -
Sí, aquí está: (Leyendo.)
«Ventura Al...» ¡Calle! ¿Cómo ha dicho usted? |
D.ª
VENTURA BAZÁN. -
Ventura Bazán. |
MAYORAL. -
¡Ay,
ay, ay! Aquí dice «Ventura Almazán.» |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
¡Almazán! (Toma la lista.) A ver, a ver.
(Lee.) «Ventura Almazán...», y delante una D. que
puede ser cualquiera cosa. ¡Ya caigo! Se han equivocado de
nombre y de sexo. Este Almazán es un joven que esta
mañana, delante de mí, tomó un billete
para el Quintanar de la Orden! ¡Ya extrañaba yo no
verle en el coche! Pues amiga mía, ha equivocado usted
la diligencia. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
(Muy afligida.)
-¡Dios mío, esto sólo me faltaba después
de tanta desgracia!... ¡Pobre Ventura!..., ¡qué será
de ti! (Se deja caer en el banco.) |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
¡Pobrecilla! (Yo no puedo abandonarla). |
MAYORAL. -
¿Conque
sigue hasta el Quintanar o no? |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
¡Cómo ha de seguir! A no ser que conozca allí
a alguien, y quiera... |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
A nadie,
señor marqués. Sin embargo, en ese pueblo he
nacido; pero salí de él muy niña, y
después... (Llora.) ¡Pobre huérfana! |
MAYORAL.
-
Ya tengo un asiento vacío. Si hubiera quien... |
TÍO
REBENQUE. -
¡Calla! Ya sé quién. (Llama.) ¿Don
Cenón, don Cenón? Un asiento tiene usted en
la diligencia. |
MAYORAL. -
Que se despache. |
Escena XIV
|
|
DICHOS y DON CENÓN.
|
MAYORAL. -
Despáchese usted,
don Cenón. |
D. CENÓN CARCOMA. -
Allá
voy. (Aparece a una ventana con la servilleta al pecho y
la boca llena.) Pero, ¡por Dios! ¡Si no he comido! |
MAYORAL.
-
Poco me importa. No espero un minuto. (Yéndose.) |
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Hombre, aguarde usted un momento!
No hago más que tomar el bastón y el sombrero.
(Se retira.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¡Hola, el fabricante! |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
¡Ay mi querida doña Inés!
¡Qué lejos estaba usted esta mañana de prever
lo que me está pasando! |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
Vamos, tranquilícese usted: ya veremos de componerlo,
y... |
D. CENÓN CARCOMA. -
Aquí estoy ya. (Corriendo
con bastón, sombrero, la servilleta y la boca llena.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¡Hola, don Cenón! |
D.
CENÓN CARCOMA. -
Señor marqués, a la
orden de V. S. Tío Rebenque, agur: no me han dejado
comer... (Yéndose.) |
TÍO REBENQUE. -
Oiga usted,
don Cenón. Perdone usted... pero, si no le fuese a
usted útil esa servilleta... |
D. CENÓN CARCOMA.
-
¡Maldita cabeza! (Tirándola.) Aguarde usted..., aguarde
usted..., (Óyense chasquidos.) , ese maldito conductor
me hará..., señor marqués, a la orden
de V. S. (Entra corriendo por el portón, y REBENQUE
en la posada. Un instante después se oyen los chasquidos,
y el ruido de la diligencia, que marcha.) |
Escena XV
|
|
El
MARQUÉS, DOÑA VENTURA, y después ZAMORA.
|
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Tenía yo que hablar a
este don Cenón..., será otra vez. Vamos, Venturita,
no se aflija usted. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Después
de este contratiempo fatal no me queda más recurso
que volverme a Madrid en el momento, sola, a pie, pidiendo
una limosna... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Hija mía,
no: ¡qué está usted diciendo! |
ZAMORA. -
Señor,
cuando V. S. disponga... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Aguarda.
Vamos, enjúguese usted las lágrimas, y escuche.
Usted vendrá conmigo a pasar el día en mi quinta...
(DOÑA VENTURA hace un movimiento de extrañeza.) ,
con mi mujer y mi hija; y mañana irá usted
en mi coche a Madrid, para que desde allí se dirija
usted a Burgos. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Pero señor... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Negocio concluido. Vaya usted
a buscar sus efectos, y marchemos. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
¡Ah! Señor..., ¡qué generosidad! ¡A no ser
por usted!... ¡Ah! Nunca olvidaré... |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Vamos..., vaya usted por eso. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
(Aparte al irse.) Cuando me vea doña Inés.
(Entra en la posada.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¡Amable
joven! |
ZAMORA. -
Señor, ¿no ha reparado V. S. que
esta señorita se da mucho aire a otra que conocimos,
hace tiempo, de esta misma edad en Tuy? |
MARQUÉS DEL
ROBLE. -
¿A quién? |
ZAMORA. -
¡Toma! A la señorita
doña... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¡A mi hermana
Rosa!... (Con viveza.) ¡Tienes razón!... ¡Pobre Rosa! |
ZAMORA. -
¡Y mucho que se parece! |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
Eso es sin duda lo que me ha hecho interesar tanto por ella,
y yo no caía... |
Escena XVII
|
|
DICHOS,
DON CENÓN, sofocado, y luego DOÑA VENTURA y
ZAMORA.
|
D. CENÓN CARCOMA. -
¡Llévese el diablo
las diligencias y los conductores! Por culpa suya me dejaba
olvidada la maleta. |
TÍO REBENQUE. -
Aquí la
tiene usted; no era cosa de apurarse, que segura estaba... |
D. CENÓN CARCOMA. -
¿Cómo que no era cosa de
apurarse, y tiene dentro una bolsa con?..., a ver, a ver.
(La busca.) ¡Aquí está! Ya sabía yo
que no era cosa de apurarse..., ¡estando en poder de usted!
-Señor marqués, perdone V. S. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
¿Le aguarda a usted la diligencia? |
D. CENÓN
CARCOMA. -
Qué, ¡no señor! Yo iba frito por
el olvido de la maleta, cuando afortunadamente veo que para
allá en la última casa del pueblo para recoger
a uno... Vi el cielo abierto; me bajé, y vine volando
a buscar la maleta: conque esperaré a que pase algún
carruaje, y... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Hombre, yo tenía
que hacerle a usted una compra. Quisiera que hablásemos,
y no me puedo detener... Vaya, vengase usted a pasar el día
a mi quinta. |
D. CENÓN CARCOMA. -
Con mucho gusto lo
haría, pero me es imposible: tengo que volver hoy
mismo al Quintanar. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¡Qué
prisa hay! |
D. CENÓN CARCOMA. -
¿Qué prisa?
¡Ay! Pregúntele V. S. al tío Rebenque, a quien
le he contado... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Pues bien; véngase
usted, y me lo contará también por el camino. |
D. CENÓN CARCOMA. -
Pero... V. S. que es coronel y
sabe de..., podía ayudarme mucho. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Ya se ve. ¡Y si viera usted qué morcillas!,
¡qué vino! |
D. CENÓN CARCOMA. -
No se hable
más: acompaño a V. S. |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
Bravo. Ya no espero más que... (Vuélvese,
y ve a DOÑA VENTURA con su lío, retirada con
timidez.) ¿Qué hace usted ahí detrás,
hija mía? Acérquese usted. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
Temía... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
En efecto. (Aparte
a ZAMORA.) , Zamora, cuanto más la miro más le
encuentro... Ea, vamos al coche. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
No perderá usted la comida: daré... (Aparte
a REBENQUE.) |
TÍO REBENQUE. -
No, señorita;
si ya está pa... |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
(Interrumpiéndole.) Agur, tío Rebenque. Vamos, señorita. (Da la
mano a DOÑA VENTURA, y se van por el portón.) |
TÍO REBENQUE. -
Vaya V. S. con Dios. Hasta la vista
señores. |
Escena XVIII
|
|
REBENQUE y ALMAZÁN
|
|
Llega por el lado opuesto.
|
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¡Maldita sea la criada que me engañó!, ¡uf!,
¡me maté! (Limpiándose.) |
TÍO REBENQUE.
-
¡Calle! No es este el que echó a correr tras de... |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Hola! Usted es el tío
Rebenque, ¿no es verdad? |
TÍO REBENQUE. -
Sí
señor. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Pues, se conoce
en el empaque, y..., en fin, usted es el tío Rebenque;
pues sepa que tiene una criada que podía estar tirando
de una carreta. Pregúntole por la diligencia de Valencia,
y me hace correr detrás de la de Sevilla: reviéntome
por alcanzarla, y no es. Vuélvome, pues, atrás
maldiciendo y renegando de los sastres, de las diligencias,
de las criadas, y de todos los que me rodean. |
TÍO
REBENQUE. -
¿Y ahora, qué quiere usted? |
D. VENTURA
ALMAZÁN. -
A eso iba, tío Rebenque. Hágame
favor de avisar al conductor de Valencia que estoy aquí. |
TÍO REBENQUE. -
¡Hombre, si hace más de media
hora que salió! |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Se marchó!...
¡Misericordia! ¡Misericordia! Pero hombre, dígame,
yo debía haberla encontrado. |
TÍO REBENQUE.
-
¿Usted ha venido por la calle ancha? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Sí, señor. |
TÍO REBENQUE. -
Ahí
está la cosa. El conductor tomó por otra calle
para recoger un viajero, y durante ese tiempo... |
D. VENTURA
ALMAZÁN. -
Pues señor, si no me vuelvo loco,
dígole que... ¡Esta diligencia está embrujada!
Ya la paso yo, ya me pasa ella..., ¡jugamos al escondite,
o qué es esto! ¡Ese condenado de don Cenón
con su maldita carta tiene la culpa de todo! |
TÍO
REBENQUE. -
¿Habla usted de don Cenón Carcoma, el del
Quintanar? |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Ese mismo. |
TÍO
REBENQUE. -
Pues aquí ha estado hasta ahora. |
D. VENTURA
ALMAZÁN. -
¡Qué me dice! |
TÍO REBENQUE.
-
Ha encontrado al marqués del Roble, que venía
de Madrid, y... |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
El marqués
del Roble..., el que vi esta mañana..., amigo de mi
padre, y..., dígame, ¿no tiene una quinta por aquí
cerca? |
TÍO REBENQUE. -
Sí señor, ahí
en Yepes: allí se ha llevado a don Cenón, y
a otra joven que venía con él de viaje, y... |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¿Una joven dice?, ¿bonita? |
TÍO REBENQUE. -
Y mucho. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¡Ella es! ¡Ella es! ¿Está lejos la quinta? (Saltando
de gozo.) |
TÍO REBENQUE. -
Una legua escasa. |
D. VENTURA
ALMAZÁN. -
Si no es más que una legua..., voy
a correr la posta. Así llegaré dándome
tono. ¿No es verdad? |
TÍO REBENQUE. -
Seguramente. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Reviento de gozo!... Tío
Rebenque, esa joven que dice usted que es tan bonita...,
¡es mi novia! |
TÍO REBENQUE. -
¡Hola! |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¿Morenita, no es verdad? |
TÍO REBENQUE. -
Sí
señor. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Un aire de modestia... |
TÍO REBENQUE. -
Justamente. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¡Ella es! |
TÍO REBENQUE. -
¿Su novia de usted? |
D.
VENTURA ALMAZÁN. -
La misma que no esperaba ver hasta
mañana, ¡y la daré un abrazo dentro de una
hora! ¡Canario! Pronto, vamos, dos caballos de silla: un
guía para Yepes. |
TÍO REBENQUE. -
Pero mire
usted que..., esa señorita..., no... |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¡Caballos, caballos!... ¡Despáchese, hombre! |
TÍO
REBENQUE. -
Voy allá. (Aparte yéndose.) |
D.
VENTURA ALMAZÁN. -
Despache. |
TÍO REBENQUE.
-
(No quiere oír, y si luego se engaña, como
creo...) ¡Maricón! (Llama, y sale un mozo.) |
D. VENTURA
ALMAZÁN. -
Los mejores que haya, ¿entiende? ¡Quisiera
ir en las alas del amor! |
TÍO REBENQUE. -
Será
usted servido. (Al mozo.) Ensilla la jaca tuerta, y el normando:
despacha. Dos bestias, como usted..., va a llevar, no se
encuentran en todas las postas. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Me alegro. Vamos. (Éntranse por el portón.) |