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Adaptaciones latinas de términos hispánicos

Sebastián Mariner Bigorra





Fue don Antonio Tovar el primero -si mi información es exacta- en advertir alteraciones propias de la evolución del latín arcaico en adaptaciones de términos hispánicos en dicha lengua1. Algunos pasos vacilantes en el camino que él había genialmente abierto intenté dar en otra ocasión2. En ésta de su homenaje mi gusto sería poder llegar hasta una exposición global de la cuestión, pero ya me doy cuenta de que ello está muy por encima de mis posibilidades. Me limitaré, pues, a procurarla en el grado más sistemático que pueda dentro de ellas.

Con este fin he examinado, fundamentalmente, las correspondencias latinas que el propio Dr. Tovar presenta como seguras o muy probables en su Léxico de las inscripciones ibéricas3, ayudándome también de las transcripciones griegas que señala4, así como de los respectivos resultados románicos. Sólo muy minoritariamente me he decidido a añadir, del material aparecido con posterioridad a la publicación de dicho Léxico o cuya lectura haya variado, algunos complementos, si se trataba también de correspondencias que cupiera considerar seguras o muy probables. Las fuentes, en estos casos, han sido los dos trabajos del propio homenajeado en el volumen I de la Enciclopedia lingüística hispánica5 y el de mi maestro Dr. Maluquer6, especialmente por lo que hace a los términos hispánicos aparecidos en la porción meridional del país y muy particularmente en el Suroeste, aprovechados ya en la última obra citada de acuerdo con el postrer desciframiento de que fueron objeto por don Manuel Gómez Moreno7.

También muy minoritariamente nada más me he permitido alterar las variantes de transcripción que aparecen en las indicadas fuentes. Cuando lo he hecho, ha sido en general buscando, dentro del margen que ofrecen los silabarios hispánicos, aquellas posibilidades a partir de las cuales haya mayor probabilidad de llegar a los resultados latinos y románicos atestiguados en correspondencia, según ya preconicé en Datos...8. Varios hechos concretos, tanto más preciosos cuanto que heterogéneos, vienen a corroborar, para un pormenor a que allí la apliqué9, esta postura programática: el poderse aducir otros paralelos en voces que parecen contener los mismos elementos o análogos a los allí tomados en consideración (ilduniraenai y biośildun en los dos plomos de Alcoy10, ambos en alfabeto jónico y, por tanto, garantizadores de la sonoridad de d después de l en el elemento Ildu(n) de que entonces me ocupé principalmente) y la sagaz observación de Maluquer11 a propósito de los de Ullastret y Castellón, que, escritos en silabario, revelan, no obstante, un intento de distinción entre sonoras y sordas mediante un mismo o similar rasgo diacrítico12: con tal hipótesis, aumenta de modo relativamente considerable el número de testimonios de presencia de la sonora en términos que allí cité como afectados por la asimilación indicada (ildir-, ildu-, saldu-): bigildirste, saldugilercu y saldugo en Ullastret, en tanto que Castellón podría atestiguar que no se trata de una mera tendencia gráfica a emplear combinatoriamente el signo de la variante sonora después de l, pues escribe con el de la sorda su ultitegeŕaicase13. Cf. A. Tovar, Fonología..., 172 y 179.

A fin de procurar la máxima seguridad alcanzable para los resultados, me he limitado al material efectivamente transmitido en su forma hispánica, prescindiendo de las reconstrucciones de los etimólogos modernos y de los datos de los escritores antiguos. Es indudable que unas y otros habían podido engrosar las correspondencias y suministrar nuevos elementos de comparación; pero a trueque de haber perdido en certeza lo que en extensión se ganara, cosa perjudicial para un trabajo de la índole del presente. En efecto, las reconstrucciones etimológicas se elaboran, por definición, teniendo en cuenta la forma de los resultados etimologizados, y mal pueden servir, por tanto, para estudiar los cambios de forma desde la lengua prestamista a la prestataria, o desde la originaria a la derivada; en nuestro caso concreto, lo natural es que quien reconstruye hipotéticos étimos ibéricos o celtibéricos de términos latinos o románicos lo haga del modo más ajustado posible, de manera que se tengan que dar los menos cambios en el paso de una lengua a otra14. Por lo que hace a términos dados como hispánicos por autores antiguos, por ser éstos latinos en su mayoría (o griegos que los conocen a través del latín), lo más probable es que en más de una ocasión (y se haría dificilísimo determinar en cuál sí y en cuáles no) los puedan haber reproducido de acuerdo con una captación propia o de otros latinohablantes que ya no reproduzca exactamente la forma en que eran emitidos por los hispanos15.

He prescindido, también intencionadamente, de examinar el aspecto morfológico de estas adaptaciones, figurándome que así lo aconsejaban dos razones poderosas, en aras de la relativa seguridad y utilidad de un primer intento de exposición sistemática. Para los términos llegados desde el ibérico, el motivo es el desconocimiento prácticamente total de la morfología de esta lengua, lo que impide la comparación casi del todo también16: apenas cabría más afirmación que la simplicísima de que la adaptación a los diferentes paradigmas latinos es extensa, sin que se conozcan ejemplos seguros de penetración o mantenimiento, dentro de textos en latín, de iberismos morfológicos. Para los entrados desde las distintas hablas indoeuropeas de Hispania, el motivo es muy distinto, pero conduce a un resultado parecido: se trata de que la gran similitud con la latina de la parte conocida, con la debida seguridad, de su morfología17 hace que apenas tengan que sufrir sus formas al pasar al latín, en la mayoría de los casos, otras adaptaciones que las meramente fonológicas, p. ej., -os, -om > -os, -um, etc., de modo que tampoco cabe señalar apenas celtismos u otros indoeuropeísmos hispánicos en textos latinos, como no sea un relativo auge de gens. pls. en -um de temas en -o, facilitado porque el latín los conocía también para estos temas -si bien minoritariamente-, lo que posibilitó el mantenimiento del hispánico en -om sin más que la adaptación fonológica también. A las adaptaciones fonológicas en general -y a sus consecuencias fonéticas y gráficas respectivas- se limitará, pues, el siguiente intento.

Los casos en que la adaptación comporte alteraciones procuraré reseñarlos con detalle. En cambio, no creo de interés enumerar las conservaciones, excepto en aquellas ocasiones en que ocurran frente a otros ejemplos con alteración; aun en estos tratamientos vacilantes tampoco apuntaré la lista completa de conservadurismos, falto de poder precisar, en general, si suponen épocas de adaptación o condicionamientos fónicos intrínsecos que pudieran haber imposibilitado que actuaran las causas de la modificación18.


I. Prosodemas


1. Acento

En principio, no sé que se haya encontrado en (ni atribuido a) ninguno de los sistemas gráficos que nos han conservado las lenguas hispánicas procedimiento alguno para señalar si alguna sílaba destacaba por tono o intensidad por encima de las restantes de la palabra, y, en tal caso, cuál era la así distinguida. Pero ello se puede postular para el celta -y el indoeuropeo- hispánico en general, con la máxima probabilidad que ofrece el método comparativo, aunque probablemente sin llegar a precisar en el detalle de la colocación, si no es con el auxilio de resultados latinos o aun románicos que suponen también un paso por una fase latina.

A la falta de seguridad que un tal condicionamiento representa para conocer si la adaptación fue conservadora o innovadora se añade el desconocimiento de buena parte de las «cantidades» vocálicas de las lenguas prestatarias, según se verá en el próximo apartado. En tal situación, afirmar que, como parece a primera vista, los hispanismos se latinizaron de acuerdo con la «ley de la penúltima» vigente en el latín de toda la época de la romanización, sólo puede hacerse con las máximas precauciones y por una especie de argumento ex xilentio, esto es, en cuanto no deponen contra tal aserción los distintos procedimientos que permiten señalar dónde recaía el acento en el préstamo: transcripciones griegas, incorporación a tipos flexivos latinos, métrica, evoluciones fonéticas condicionadas por la situación del acento en una sílaba dada. La convergencia de varios de estos procedimientos permite una cierta seguridad, tanto mayor cuanto más heterogéneos sean.

Así, alaun   )Alauw=na y bursau BVRSAVO(NENSES autorizan a pensar en unas palabras de flexión llana por larga la penúltima, dada la coincidencia, en un mismo tipo hispánico adaptado, de la transcripción griega con larga y acento y de un étnico coincidente con los latinos que tienen larga también la correspondiente vocal. En cambio, el mantenimiento de un tipo flexivo con respeto de la breve19 queda documentado por la métrica y por la alteración del timbre vocálico en barścunes y baścunes Figura_10. Particularmente instructiva a propósito de colocación del acento conocida por evoluciones fonéticas condicionadas es la numerosa serie de derivados de ild- que ofrecen asimilación y consiguiente simplificación de la geminada resultante si era pretónica: a la verificación que practiqué ya en Datos..., págs. 264-265 y 268 a propósito de uno de ellos que me ocupaba allí especialmente20 añado ahora el mantenimiento de la geminada por no ir ante tónica en ILLVERSENSIS, de la Turma Salluitana, a añadir a la pareja constituida por este adjetivo e ILLITVRGI; su simplificación en ILVRCO, paralelo al mencionado ILERDA, por quedar pretónica en ambas; y especialmente el curioso doblete de un derivado de ilduro: el actual ILLORA (visto ya antes) se diferencia en cuanto a su geminada porque deriva directamente del nom. con tónica inicial, mantenida todavía hoy.




2. Cantidad

Le son aplicables muchos de los conceptos vertidos en el apartado anterior, mutatis mutandis. Entre los mutanda, una sospecha de don Antonio Tovar21 de que tal vez se haya intentado en el uso del silabario ibérico por los centíberos la representación de una larga mediante la adición del vocálico correspondiente a un signo silábico. No obstante, parece que sería caso raro, y lo cierto es que también en la notación de las diferencias cuantitativas en el ibérico -si es que las hubo- y las que debió de haber ciertamente en las lenguas indoeuropeas de Hispania se está prácticamente a oscuras.

No obstante, que los latinos debieron de (re)cuantitativizar sus empréstitos a las lenguas hispánicas, dado que en la época de la romanización eran fonológicamente pertinentes en su lengua, se comprueba suficientemente por los procedimientos indirectos ya aludidos y aún algunos más. Así, las transcripciones griegas permiten añadir a los ejemplos ya citados con interés desde el punto de vista cuantitativo la probable cantidad larga de la inicial y de la final, respectivamente, de otobe(scen   )Wtobh/sa y de turiasu, corroborada esta última, además, por el tipo flexivo a que se incorporó, cf. hoy Tarazona22; la métrica, por su parte, garantiza otras breves en las mediales de barceno BARCINO y tarancon(śaliŕ TARRACO, apoyada la primera, además, por su alteración de timbre; tales alteraciones permitirán agregar aquí casos copiosos de breves documentadas por los cambios que se enumerarán a lo largo de los distintos apartados de II 1 A a; los resultados románicos, a su vez, pueden ilustrar acerca de la probable breve de la inicial en terga(com, hoy diptongada en TIERGA o de las íd. íd., de ildubeiŕ y uśam(us VXAM(A, hoy alteradas, respectivamente, en ELVIRA y OSMA.






II. Fonemas


1. Vocálicos


A) Aislados

La documentación gráfica parece ser aquí23 bastante abundante y lo suficientemente precisa para permitir un intento de exposición sistemática de las modificaciones de timbre en el paso de hispanismos al latín. Dejando para sus lugares respectivos las dificultades de detalle, tal vez no se tenga que anticipar otra salvedad general que la referente a la inadaptación de un silabario a la grafía de una lengua que, como el celtibérico, presentaba grupos de muta cum liquida, por lo cual adaptaciones de sus términos, como, p. ej., colouwi(ocu CLVNI(ENSIVM y śegobirige(a o śegoibirige(s SEGOBRIGE(NSIS O -(NSES en modo alguno podrían tomarse como indicios de síncopa de las átonas o e i, respectivamente24.

a) Neutralizaciones

No sólo por haber sido el primer fenómeno atendido en la observación de estos cambios por adaptaciones, sino porque, en conjunto, los debidos a él constituyen el grueso de las alteraciones del vocalismo simple en ellas, los agrupo en primer lugar.

a) En sílaba interior

§ 1. Libre.- No conozco ejemplos de alteración ante u; sí, de conservación: ercauica ERCAVICA; uirou(ia, uirou(ius VIROV(ESCA.

Ante las demás labiales, las adaptaciones hispánicas con alteración parecen documentar una época en que ya I predominaba sobre V como representante del archifonema, a juzgar por su consolidación en ildubeir ILIBERR(IS frente al todavía pliniano ILVBERITANI (y al anterior ILLVERSENSIS de la Turma Salluitana, cf. luego II 2 B), y en el problemático25 adabels INDIBILIS, si valiera su testimonio. Poco pueden pesar al respecto las conservaciones de i: dasbari)gibaś, gibaś(dartice ADIN)GIBAS, LVSPAN)GIBAS, VMAR)GIBAS; en efecto, las de las otras vocales son también numerosas: śaitabi(etaŕ26 SAETABI(S; śegisan(oś SEGISAM(A27; uśam(us VXAM(A; nertob(iś NERTOB(RIGA; otobeś(cen Wto/bho(a OTOBES(ANVS y la serie śegobirige(a recién mencionada.

Ante l palatal, la documentación parece reducirse al cambio de e en I en adabels, ya citado como problemático a otro respecto.

Ante Imagen abundan más los testimonios de cambio que de conservación (¿sólo ocala(com ONCALA?): baitolo BAETVLO; caral(us CARVL(ENSIS. Particularmente interesante es CASTVLO, dada la inseguridad de transcripción de las monedas de su ceca: caśtilo, indudable para P. Beltrán28, documentaría la neutralización incluso para i, frente al testimonio de vocablos latinos que la mantienen29, lo que autoriza a seguir dudando si no deberá leerse caśtelo con Maluquer30. De aceptarse caśtele, de Casares, como hizo A. Tovar31, depondría, a su vez, en favor del carácter velar de la l precedente a e, cuestión discutida, según es sabido32.

Ante las demás consonantes, junto a casos de conservación como calagori(coś CALAGVRRI(S, damani(u Damani/(a DAMANI(TANI o taracon(śalir TARRACO, los hay de alteración: barceno BARCINO; usecerde   )Osike/rda OSICERDE(NSES, OSSIGERDE(NSES. De poder fiar de una grafía griega, resultaría muy valiosa la alteración ante s observable en orosi   )Wrisi/a, dado que no se la puede encontrar en palabras latinas donde, por definición, -s- en tales condiciones se ha convertido en -r- ni sé que se haya hallado en préstamos del griego o en los escasos vocablos autóctonos que la mantienen.

Estos resultados con -i-, regulares desde el punto de vista latino, se dan junto a otros mal justificables a base de dicho fonetismo. Una especie de ultracorrección se documentaría en beligi(o VELEGI(A, a menos que se prefiriera su poner una i de timbre muy abierto, de modo que la grafía fuese comparable a las latinas arcaicas MERETOD, TEMPESTATEBVS, etc. El resto está constituido por otras aperturas, a saber, de u en o, tal vez atribuibles a dobletes en las propias formas hispánicas33. Oscuros, por oscilantes, aduniu ATONIS, ATTVNVS y retugewo Rhtoge/nhz, RHOETOGENES, RECTVGENVS, parece claro barścunes, baścunes VASCONES (recuérdese I 2).

Habrá podido observarse un especial predominio de conservatismos frente a alteración cuando de la vocal a se trataba; aparte un par de casos problemáticos, el único seguro parece hallarse ante Imagen_1. Como en estos conservadurismos no puede acudirse a la explicación analógica habitual para los latinos del tipo ANATIS y CAESARIS, posiblemente influidos por ANAS y CAESAR, cabrá sospechar que esa mayor estabilidad en la época en que ya estaba agonizando el fenómeno pueda deberse a la diferencia que separa dicha a de los resultados habituales i y u, mayor que la que media entre éstos y las vocales más alterables e y o.

A falta de material que documente la situación ante r de las vocales en esta posición libre, véase el § siguiente.

§ 2. Trabada.- Ya en Datos..., págs. 269-270, ponderé la importancia de la adaptación de la i ante r en ildirda ILERDA y su nutrida familia de derivados, importancia que no hace sino aumentar con la ausencia de material en sílaba libre antedicha.

Por lo que hace a o, están atestiguados pasos regulares a u, relativamente importantes también, dada su no mucha abundancia en vocablos latinos: bilos(balcacais, boste)bilos BILVS(TIBAS; calagoŕi(cos CALAGVRRI(S; ibolc(a OBVLCO34. En los dos conservatismos registrables, hay coincidencia en hallarse la o ante n + dental: letondu LETONDV(S y śegontia(s SEGONTIA; pero lo escaso del número impide elevar tal coincidencia a condicionamiento.

b) En sílaba final

§ 1. Libre.- No he hallado cambios seguros que no puedan deberse a adaptación morfológica, p. ej.: celse Ke/lsa CELSE(NSES; usecerde   )Osike/rda OSICERDE(NSES, OSSIGERDE(NSES y los mencionados en nota 16 y texto correspondiente.

Ante esta imposibilidad de contrastación fonética, conservaciones como baśti BASTI y gili GILI no permiten afirmar con seguridad que la -i del hispanismo se mantuviera por considerársela larga (nom. pl. como en GABI, VEI), sino sólo darlo como probable.

§ 2. Trabada.- También aquí predominan con mucho las adaptaciones morfológicas35, especialmente de los tipos retugewo RECTVGENVS; conbouto COMPLVTVM; carico(cue CARICVM, g. pl.). Tal vez lo sea también el ya repetidamente citado como problemático adabels INDIBILIS.

De índole más específicamente fonética, al lado del conservatismo de la a en la serie -gibas ya citada a propósito de su -i-, se presenta la vacilación i/e en la serie adin(belaur, balce)adin, curucuru)adin, ildur)adin, nerse)adin, nersn)adin? BALCI)ADIN, TVRCIR)ADIN, VISER)ADIN / NALBE)ADEN, SOSIN)ADEM. El paso a -EN ¿se debería a una adaptación fonológica distribucional, por cuanto se trata de un final bien conocido en latín, frente a la rareza de -IN? El hecho de estribar en antropónimos probablemente poco adaptados todavía (de la Turma Salluitana) no permite afirmado con seguridad.

b) En sílaba inicial

No parece que haya cambios atribuibles con seguridad a condicionamientos propios de la fonética latina36.

Una asimilación a la tónica cabria ver en ibolc(a OBVLC(O < *OBOLC(A.

Reflejo de oscilaciones de timbre en los resultados de sonantes nasales, en adabels INDIBILIS; undice(scen   )Indkh; con ellos podría relacionarse -fuera de sílaba inicial- la diferencia que en la medial distingue caiścat(a CASCANT(VM, CASCANT(ENSES.

Otras diferencias en un grado de abertura o cerrazón se registran en el timbre de las vocales de sílaba inicial de ces(e, cess(e Ki/ss(a CISS(A, CESS(ETANI; neron, neron(cen NARBO, usecerd(e Osike/rd(a OSICERD(ENSES, OSSIGERD(ENSES.




B) En hiato

Tendencias a la resolución de hiato en las propias lenguas hispánicas han sido apuntadas por Albertos, Onomástica..., p. 301, situación paralela a la del latín, que explicaría el predominio de los conservatismos, por ejemplo, lutia(cos LVTIA; segia SEGIA; saldui(e SALLVI(TANA, importante este último en cuanto la geminada mantenida garantiza la condición vocálica de la V mientras tanto (de haberse consonantizado resolviendo el hiato, la geminada anteconsonántica heterosilábica se habría simplificado)37.

Con respecto a la primera vocal del grupo hiático, la tendencia latina a la reducción por cerramiento parece revelarse en el cambio balceadin BALCIADIN.

La alteración de la segunda en barasioca BRASACA, cf. BRASSAC < BRASSIAC(VS podría tal vez entenderse como asimilación a la de la sílaba precedente, que, en el caso de BRASACA -repetido en BRASSAC-, habría alcanzado a todo el grupo hiático38.




C) Diptongos

La suerte de los en -u ha sido completamente «latina»: mantenimiento de au (alaun Alauw=na; auntigi ¿AVANTIGI?; auśe(scen AVSE(TANI, AVSO; lauro LAVRO); reducción de ou a ū: colouwia(con CLVNI(ENSIVM; conbouto COMPLVTVM.

Ai39 ofrece soluciones más variadas. Predomina con mucho su adaptación al correspondiente AE, y ello no sólo en sílaba inicial (baitolo BAETVLO; śaitabi(etaŕ SAETABI(S) o que resulte serlo (euśti)baicula BAECVL(ONENSES, cf. Bai/koula), sino también en interna: aŕgail(icoś ARGAEL(A. Así se le halla incluso ante vocal, cf. la interpretación de Hübner40 LAEE(TANAE con laie(ścen y el conservatismo LAI(TANAE41. De acuerdo con lo indicado en la nota 39, no faltan casos de monoptongación en E: bais(etaś BAES(ADO y BES(ADINE; y especialmente el sorprendente eśo AESO(NENSES, cf. Ai/ssw, ¿a interpretar como una ultracorrección? Tampoco pasan de probables las monoptongaciones en ledaiśama, cuyo resultado actual LEDESMA, sin diptongación de la tónica, la llevaría a una época muy temprana, según se admite para heno, seto, etc.; y en śegai(sa y segai(sacom, cuya reducción a SEGE(DA es dudosa. De excepcional interés, por último, resulta el tratamiento con reducción del segundo término ante consonante homosilábica atestiguado en caiścat(a CASCANT(VM, CASCANT(ENSES.






2. Consonánticos


A) Sencillos

a) Pérdidas

a) Iniciales

La fonología latina parece poder explicar cumplidamente la diferencia gueli(ocos VELI(A, a condición de admitir efectivamente en el vocablo hispánico una inicial sonora, que no sorda. En efecto, ésta no tenía por qué cambiar en latín, en tal posición. En cambio, la tal admisión de la sonora comportaba una anormalidad estridente en la distribución fonemática de las labiovelares latinas: gu no aparece en inicial42. La adaptación es, a la vez, interesante por el lado fonético: el fonema latino sustitutivo de gu- en este préstamo continúa siendo el que aparece como resultado de la tal labiovelar sonora indoeuropea en dicha posición, V43.

En cambio, la celebérrima inseguridad de b- inicial ante vocal homoorgánica (y, tal vez, también medial, a juzgar por la oscilación neron, neron(cen NARBO), atestiguada en bolścan OSCA y que quizás permitiría reducir a una unidad etimológica bursau BURSAV(ONENSES, BVRSA(ONENSES, VRSA(O, VRS(O -aun admitiendo que esa base etimológicamente única pudo corresponder a toponímos distintos-44, no parecer poder explicarse por tendencias latinas, sino deber anotarse en la cuenta de la evolución del propio sonido hispánico, según ya hace sospechar la dualidad bolścan, olścan, tan célebre también.

b) Mediales

A diferencia del recién aludido NARBO, sí cabría encontrar motivo en el latín para la reducción ildubeiŕ ILLVER(SENSIS, contando con el betacismo que se verá luego y la inseguridad de Figura_12 intervocálica45. Otros casos de pérdida de esa última, regulares en latín46 ante o precisamente en sílaba no inicial, están bien atestiguados en los dobletes que contienen -auo- vistos en la nota 34 y en el anterior47.

g ) Finales

La de -n en el repetido NARBO y en tarancon(śalir TARRACO haría pensar más en acomodación morfológica que fonética de no ocurrir al lado del ya citado bolścan, olścan OSCA.

b) Alteraciones

a) Betacismo48

Frente a numerosos casos de conservación de b inicial (a los ya vistos BAETVLO y BARCINO cabe añadir con seguridad bilbilis BILBILIS y con más o menos probabilidad basti BASTI; baśtul(aiacun BASTVLI, etc.) y también medial (el propio bilbilis) incluso la intervocálica (libiaca LIBIA), la confusión con Figura_14 se registra no sólo en esta posición (caso del recién aludido ILLVERSENSIS), donde radicaba efectivamente la confusión fonética, sino en inicial, donde parece que era mera repercusión gráfica de las vacilaciones entre los correspondientes signos en aquélla: barścunes, baścunes, VASCONES; beligi(o VELEGI(A? y viceversa: uarcas (Ou)/ cama) Ba/rka, frente a conservación inalterada de Figura_15 en ambas posiciones: uiriui(a, uiriui(us VIROV(ESCA.

b) Nasales

A diferencia de las anteriores, la vacilación que en la flexión latina de un mismo antropónimo hispano poroten PROTEMVS, PROTENI ofrecen las nasales parece deberse a oscilación en la lengua prestamista, donde se ha llegado a suponer si cabría reducirlas a meras variantes de un fonema nasal único49.




B) Geminados

La geminación gráfica es excepcional en las escrituras hispánicas, y no sólo por las dificultades que para las posibles geminadas oclusivas supusiera el sistema silábico; en efecto, faltan también geminadas en la escritura en alfabeto griego y, por lo que hace a las consonantes no oclusivas, libres en principio de la traba del silabario, apenas si se conoce con seguridad más dato que cesse frente al más habitual cese, donde Ki/ssa, CISSA y CESSE(TANI abogan por la geminada. Paralelos en otras consonantes: aduniu ATTONI(S, ATTVNIV(S; íaca IACCA; tit(um TTT(I. La vacilación, a veces, se halla en los resultados latinos: recuérdese usecerd(u OSICERD(ENSES, OSSIGERD(ENSES. Como es sabido, algunos iberistas han tratado de relacionar la presencia de variantes gráficas con la geminación. Los resultados latinos parecen apoyarles en cuanto a la «segunda» r (recuérdese lo dicho a propósito de calagoŕricoś; alguna duda plantea la figura del signo en el también mencionado taracon(śaliŕ TARRACO). El problema de los dos signos de sibilante es mucho más complicado, y la misma existencia de la geminación cesse citada previene, en principio, contra la admisión, sin más, de que el de forma M se empleara para el sonido geminado del otro. Menos arriesgado sería suponerlo agricado, a partir de uśam(us VXAM(A y de la ecuación de śagunt(ico SAGVNT(VM con Za/kunqoj sentida en la antigüedad50 en tal caso, sería sugestivo tomar las adaptaciones latinas con geminada como paralelos de la -ss- de los helenismos de época plautina51: ieśo ESSO(NENSES; oloś(tecer, oloś(ortin OLOSS(ETANI. Pero a ello se oponen la propia geminada griega -y no z - en el primer topónimo   )Iesso/j- a menos que se la explicara como mera retransliteración de la grafía latina-; la vacilación en eśo Ai)/ssw, AESO(NENSES; y la geminada correspondiente al otro signo sibilante en turiasu Touriassw/. Ni Michelena, Cuestiones..., 280 ss., ni Tovar, Fonología..., 173 y 175 ss., aceptan que una y otra diferencias gráficas correspondan en ibérico a la oposición geminado/simple.

De la importante comprobación, por las adaptaciones de hispanismos, de la simplificación de geminadas después de breve ante tónica, tipos ildiŕda *ILLERDA > ILERDA y análogos, me ocupé en Datos... y aquí en nota 13. Puedo añadir ahora que, de admitirse una acentuación sobre u en ildugo(ite, cabría agregar a aquella lista su adaptación ILVGO(NENSES; y que las geminadas mantenidas en ILLVERSENSIS y en SALLVITANA confirman el condicionamiento de la simplificación por parte de la situación en protónica.




C) Combinados

a) Asimilación

El mismo material a que acabo de aludir sirve para documentar la vigencia de la propensión a asimilar ld. Éste parece ser el único grupo todavía sujeto a asimilación progresiva de entre los que la presentaron en latín prehistórico y arcaico, cf. el mantenimiento de ls y rs en celse CELSE(NSES y en ILLVERSENSIS, respectivamente52.

Dudo si, pese al testimonio gráfico y a lo natural que resulta en latín, es puramente latina la regresiva de conbouto COMPLVTVM, ya que se hace sospechosa la presencia de n en el hispanismo por la razón vista en II 2 A b b. Que el ibérico conocía una regresiva paralela a la que entonces quedaría sugerida para ese celtismo lo atestigua la evolución a suponer para que pudiera darse la progresiva subsiguiente en la dualidad adinbel(aur / alimel(s.

b) Reducción53

Cabría atribuir a adaptación fonológica latina la reducción de los grupos en bolścan, olścan OSCA y barścunes VASCONES, puesto que ninguno de los dos son conocidos en términos propiamente latinos en interior de palabra54; pero de éste se conoce ya en escritura hispánica la forma reducida baścunes.

e) Metátesis

Dos casos, problemáticos ambos, por lo inseguro de la ecuación en que se basa su planteamiento, tendrían fácil explicación por estribar en cambio de colocación precisamente de una líquida agrupada, tipo el más frecuente de la metátesis en el propio latín55; conterbia CONTBEBIA sería bastante seguro de no existir el étnico hispánico correspondiente en la forma contebacom, que no deja de hacer pensar si no se habría olvidado de escribir la r por dificultades del silabario para representar ágilmente contrebia, en cuyo caso la metátesis ya no debería anotarse en la cuenta del latín.

Más dudoso todavía que la l de COMPLVTVM se hallara originariamente cerrando la sílaba, *conbolto56; el atestiguado conbouto ¿tendría u por vocalización de la propia l, sin duda muy velarizada Como puede verse, la dificultad estriba en que esta l habría dado dos resultados en el préstamo: la consonante metalizada, y el segundo elemento del diptongo, del que la coincidencia entre la grafía atestiguada y el resultado latino aconsejan, en principio, no dudar.











 
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