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11

Cfr. Pierre Michel, Un mythe romantique: les Barbares (1789-1848), Lyon, Presses Universitaires de Lyon, 1981.

 

12

Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. Se recopilan aquí una serie de conferencias dadas en 1903 por David Peña -entonces un joven profesor de la Universidad de Buenos Aires.

 

13

«No he de entrar, aunque se me solicite, al repaso de la vida tenaz de este maestro Harmodio, que, aún hombre de gobierno, jefe de provincia, decretaba penas de azotes a los inutilizadores de armas, o, jefe de república, perseguía la hidra ofreciendo dineros al que le trajera la cabeza de la Revolución» (23). Recuerda, asimismo, que Sarmiento ha publicado y suscripto terribles aforismos de exterminio, donde se hace eco de los jacobinos en la época de Robespierre (24).

 

14

Los calificativos de esta índole se reiteran: «visión evocada fantásticamente, con el auxilio del pavor», «trasunto apoyado en la imaginación, forjado en la quimera» (14); «fantasías excitadas» (56); etc.

 

15

«¡Negra noche de dolor y de odio! Habéis abierto vuestras alas sobre el alma campesina de la patria. ¡Gauchos! ¡Ea! ¡He ahí cómo festejan sus glorias los guerreros de la civilización!» (112). Peña omite destacar aquí que la orden partió directamente de Deheza, jefe del estado mayor del ejército unitario, y que Paz intentó detener la ejecución, pero llegó tarde.

 

16

A pesar de confesarse él mismo unitario, Quiroga piensa que se debe sostener el sistema que elija la inquebrantable voluntad de los pueblos: opción eminentemente racional que va en contra de sus propias ideas e impulsos y dirige su práctica política. Ver Ramón Torres Molina, Unitarios y federales en la historia argentina, Buenos Aires, Contrapunto, 1988 (2.ª ed.), pp. 128-130.

 

17

En estas imágenes idílicas de la naturaleza y de su representante, resuenan probablemente los ecos del «mito positivo» de la barbarie, personificado en el «buen salvaje», un mito que prolonga el de la Edad de Oro, la perfección de los comienzos, perdida por causa de la civilización corruptora: «El estado de inocencia, de beatitud espiritual del hombre antes de la caída, del mito paradisíaco, tórnanse en el mito del buen salvaje, en el estado de pureza, de libertad y de beatitud del hombre ejemplar en medio de una Naturaleza maternal y generosa» (Mircea Eliade, El mito del buen salvaje, Buenos Aires, Almagesto, 1991, p. 6).

 

18

«El gaucho fue el héroe y el civilizador de la Pampa» (49), «[...] el gaucho influyó de manera decisiva en la formación de la nacionalidad» (69); dice Lugones en El Payador, Buenos Aires, Huemul, 1972 (4.ª ed.).

 

19

«[...] pues sí solevantáis las solapas del frac con que el arjentino se disfraza, hallaréis siempre el gaucho más o menos civilizado, pero siempre el gaucho», se dice en el Facundo, p. 66. Lugones, en El Payador, distingue entre el caudillo, de clase y raza superior, y la sub-raza de los gauchos, sus adeptos. Sarmiento insiste en la caracterización de Facundo Quiroga (más por sus costumbres que por su «raza») como «el más insigne de los gauchos malos», personificación evidente del «espíritu de la Pampa».

 

20

Así como en su tiempo la manipulación política de la «barbarie» sirve para negar o ignorar, bajo las «fuerzas ciegas» los intereses reales de artesanos y pastores de la campaña, servirá ahora para enmascarar la agitación social del proletariado urbano. «Le grand moment oû les significations éparses de la barbarie se composent, dans ce qui est à la fois une prise de conscience et une ruse de la bonne conscience, c'est le XIXe siècle, avec la peur des nantis devant la montée du proletariat. Prolétaire, mot affreux, et qui doit disparaître: le mot de Barbares est là pour faciliter l'escamotage» (Pierre Michel, Un mythe romantique: les Barbares (1789-1848), p. 8).