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«La etiqueta nunca es explícita ni literal: es un lenguaje emblemático y sólo aquel que posee la clave puede descifrarlo. Por eso hablo de ''disfraces transparentes''». (Paz 1983, p. 251).

 

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«El Sol, llamado así porque él solo es fuente de luz, de quien la reciben todos los otros planetas y estrellas, siendo como Rey y señor entre ellos..., espíritu del cielo y gobernador del mundo» (Enrico Martínez: «Reportorio», Méj. 1606, trat. I, c. 32; citado por Méndez Plancarte t. III, p. 711).

 

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Véanse, por ejemplo, las loas: [376] Loa a los años del rey (III) (1681 ó 1682?); [378] Loa a los años del rey (V) (1684); [383] Loa al año que cumplió el señor don José de la Cerda, primogénito del señor virrey marqués de la Laguna (1684). En la concepción del cosmos, sor Juana sigue la que considera a la tierra centro del cosmos, y donde el sol es un planeta.

 

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Véase Roy Strong «II. Imágenes del imperio. Carlos V y el viaje imperial», (1988, pp. 85-104). A propósito de la imagen del rey en el escenario, Méndez Plancarte sugiere que quizá el retrato del rey estuviera en la escena de representación de la primera loa al rey (p. 374; t. III, pp. 658-659). De ser así, el recurso recuerda el empleado en la representación de los autos sacramentales donde era común que el Santísimo presidiera la escena.

 

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Pudiera ser atractivo el estudio de las figuras masculinas y femeninas en las loas de sor Juana. En las que considero cuento aproximadamente treinta figuras femeninas y veinte masculinas. Hay que tener en cuenta que el género de la figura no coincide necesariamente con el género de su discurso. Es el caso de El Cielo que representa a la virreina (véase Marta Gallo, «Masculino/femenino: interrelaciones genéricas en El divino Narciso de sor Juana» en Poot Herrera, ed., 1993, pp. 227-236).

 

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González Obregón, Luis, 1979, p. 326. Esta cita viene de Isidro de Sariñana, «La catedral de México» en Noticia breve de la solemne, deseada, última dedicación del Templo metropolitano de México, México, Francisco Rodríguez Lupercio, 1668.

 

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Shergold proporciona información sobre estas máquinas. El bofetón lo describe como «una tramoya que se forma siempre de un lado de la fachada para ir al medio [...], se funda sobre un gorrón o quicio como de puerta, y tiene el mismo movimiento que una [...]; si hai dos bofetones, se mueven como dos medias puertas: en ellos van las figuras unas veces sentadas, otras en pie conforme lo pide la representación. Su movimiento siempre es rápido, por lo qual parece se llamó Bofetón» (cfr. Shergold 1967, p. 223, n.º I). Méndez Plancarte, más escueto, explica que es una «tramoya [...] que se funda en un quicio como de puerta y que, al girar, hace aparecer o desaparecer ante los espectadores personas u objetos» (t. III, p. 713). En cuanto al pescante, Shergold indica que «es una tramoya que se forma anexando en un madero grueso que sirve de pie derecho, otro madero proporcionado el qual tiene su juego hacia lo alto, con una cuerda que pasa por una garrucha que está en el pie derecho. En la cabeza del segundo se anexa otro madero, en cuyo pie se pone y afirma un asiento en que va la figura la cual sale baxando, o se retira subiendo a la proporción que se suelta o se recoge la cuerda que mueve el segundo madero. Y porque su movimiento es parecido al que se hace con la caña de pescar, para arrojar el anzuelo, le dieron a esta tramoya nombre de pescante» (Shergold 1967, p. 367, n.º I). El trono en las loas aparece en escena con sus características conocidas: un asiento, algunas veces con dosel, para la realeza.

A propósito de la aparición del Reflejo, sor Juana apunta: «[...] ya en la transparente / superficie de las aguas, / de los rayos refulgentes / del sol se forma [...] Y en trono / de cristales aparece [...]» (t. III, p. 351). La monja no menciona apariencias, pero podemos suponer por sus indicaciones: «córrese una cortina», «córrense dos cortinas», que ésta es la invención a la que alude; consiste en descubrir en el escenario un espacio antes escondido a la vista de los espectadores por medio de cortinas. Conviene añadir, en relación con las cortinas, que de acuerdo con las señales que aparecen en la comedia Amor es más laberinto -la cual, asegura Salceda, se representó en el Palacio Virreinal-, el salón de comedias, o el teatro (escenario) montado para la representación tendría al menos dos puertas y balcón en la pared del vestuario, y una cortina justo frente a dicha pared, desde donde se harían las apariciones «al paño» de los personajes. Es decir, tendría algunos de los elementos básicos del espacio de representación hispano (véase Rivera 1992, pp. 83-99).

 

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A propósito de la frase «Los quilates del precepto» (el mérito de la obediencia) en la Loa en las huertas [382], Méndez Plancarte apunta: «Sin duda la virreina había pedido a Sor J. una Loa que sus damas representaran en aquella fiesta campestre» (t. III, p. 710).

 

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Las indicaciones de vestuario, accesorios y utilería que ofrece sor Juana son las siguientes: La concordia «con alas y una oliva en la mano» (t. III, p. 418). Entendimiento, como doctor; Voluntad, de Reina, Memoria, de Dama, Tiempo Pasado, viejo, con un libro en la mano; Presente, mozo, con un ramillete; Futuro, con un espejo (t. III, pp. 377-384-385). Eolo «con corona de plumas, cuatro alas y un ramillete de plumas» (t. III, p. 332); Pan «con corona de hojas, y un ramo de frutas» (ibid.); Siringa «con corona de cristal, y un ramillete de talcos, vestida de blanco» (ibid.); Flora «vestida de primavera, con corona de rosas y un ramillete de flores» (t. III, p. 333). El reflejo, que representa a Don José, primogénito de los virreyes, «galán, vestido de rayos» (t. III, p. 351); «Saturno, viejo; Júpiter, Rey, coronado; Marte, armado; el Sol, con sus rayos; Mercurio, con alas y el caduceo; Venus, Dama, y con su manzana; La luna, con tres caras...» (t. III, p. 360); «Ninfas, por la parte que está Venus: con instrumentos, y ramilletes de flores; y por la de Belona, Amazonas: armadas con arcos, flechas y espadas» (t. III, p. 409). Por otra parte, Méndez Plancarte cita, a propósito de la apariencia de los Elementos en la primera Loa a los años del rey, la indumentaria de que habla el colombiano Juan de Cueto y Medina, contemporáneo de sor Juana: «Pireo (el Fuego) ''de encarnado, con espadín dorado''; Eolo (el Aire) ''vestido de color violeta claro, sombrero de castor pardo, y espadín de plata''; Doris (el Agua) ''con vestido de tela de plata de aguas, y espadín de plata'': y Telus (la Tierra) ''de tela verde''» (t. III, p. 653).

 

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«(...) el compositor Juan Hidalgo (1614-1685) fue, con certeza, conocido del pintor Velázquez e indispensable para el dramaturgo Calderón. Alabado de sus paisanos por perfeccionar la música teatral española, Hidalgo ha sido conocido para los oyentes modernos sólo como compositor de tonos, aunque la mayoría de sus canciones son escenas musicales de comedias palaciegas. Hidalgo compuso piezas para espectaculares semi-óperas mitológicas y ligeras zarzuelas pastorales representadas después de 1650, de tal forma que cada una de sus canciones fue compuesta para un personaje y una situación dramática específicos». Su única ópera completa es Celos aun del aire matan (1660), escrita con Calderón para conmemorar el matrimonio de Luis XIV con la infanta María Teresa de España (Klein 1990, p. 10). Sobre la música y sor Juana véanse los ensayos de Lavista, 1995 sobre las ideas musicales en la loa [384]; Miranda, 1995 sobre el tema anterior y otros y el de Tello 1995, sobre la música y los músicos de los villancicos.