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(Calderón de la Barca, Prólogo al frente del tomo I de sus Autos, Madrid, 1677, citado por Méndez Plancarte: 1955, t. I, p. lxxxix).

 

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Hay una discrepancia en cuanto a los años en que el padre Núñez ocupó tal cargo en la Congregación. Según Robles «más de treinta y cinco años gastó en servicio de la Congregación de la Purísima» (1947, t. 3, p. 12), según Oviedo (1702, p. 203), fueron treinta y dos. Núñez sustituyó al fundador y prefecto superior Juan Castini que murió en septiembre de 1663 y se ocupó de llevar las riendas de la Congregación hasta su muerte en 1695, por lo que, efectivamente, fue prefecto durante treinta y dos años (Archivo General de la Nación de México [en adelante AGN], Temporalidades, vol. 229 fols. 18v-19r).

 

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Sobre algunos de los muchos escritos del padre Núñez, véanse -además del artículo incluido en esta revista- la importante recopilación de estudios de María Dolores Bravo Arriaga (1997), en especial: «Erotismo y represión en un texto del padre Antonio Núñez de Miranda», pp. 49-54, «La retórica de la conciencia: Cartilla de la doctrina religiosa del padre Antonio Núñez de Miranda», pp. 55-62, «Dos dedicatorias de Núñez de Miranda a sor Filotea de la Cruz, indicios inéditos de una relación peligrosa», pp. 63-71 y «La excepción y la regla: una monja según el discurso oficial y según sor Juana», pp. 73-82.

 

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Si bien en un principio perteneció a la jurisdicción de San Juan Teotihuacán, hacia fines del XVII quedó sujeta a la de Tezcoco (Gerhard 1986, p. 282). Es una región dividida hoy entre los estados de México y Tlaxcala. En el siglo XVI Acolman fue encomendada a Pedro Núñez y en 1528 reasignada a Pedro de Solís Barrasa, conquistador, a quien sucedió un hijo, Francisco de Solís Orduña (ca. 1565) y un nieto, Francisco de Solís y Barrasa, hacia 1610 (ibid., p. 321).

 

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Sirva de ejemplo sor Juana, que por ser contadora del convento de San Jerónimo y en colaboración con Mateo Ortiz de Torres, mayordomo del mismo, además de llevar minuciosamente las cuentas, se dedicaba a tales transacciones (cfr. Trabulse 1996, pp. 18-19).

 

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En realidad, la obra pía de Carvajal y Tapia fue legada a la Congregación de la Purísima. Ésta «admitió [...] ser la administradora» desde 1678. Evidentemente, siendo el padre Núñez el prefecto superior, mucho debe de haber tenido que ver con la distribución de la misma: «el hospital más favorecido fue ''los pobres inocentes'' es decir, de los dementes del hospital de S. Hipólito; viendo el P. Núñez lo que padecían, les procuró una renta de 15.000 pesos para la cena diaria [...]». También el capitán Chavarría asistió al hospital, pues por conducto del padre Núñez se les procuraron tres mil pesos para el desayuno «que ofreció liberalmente el capitán [...]». (Decorme 1941, t. 1, p. 537).

 

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El apellido del capitán sufre modificaciones según el texto de que se trate. Hay veces que se le denomina Juan de Chávarri, otras Juan de Echeverría (Echavarría, Echabarría, Echeverría o Echeberría). La mayor parte de las veces, así como en el sermón del padre Núñez, se le consigna como Juan de Chavarría que es el que hemos preferido aquí. No está de más anotar la posible confusión con un homónimo, sargento mayor, que murió ocho años antes que nuestro personaje (Robles 1972, t. 1, p. 153).

 

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Buena fortuna debería de ser, pues dio para muchas edificaciones. Aunada a los dineros de Carvajal y Tapia, «caudales que sin reserva pusieron» en manos de Núñez, éste pudo mandar levantar «la hermosa capilla de la Purísima Concepción en el Colegio de S. Pedro y S. Pablo de México, la iglesia del colegio de S. Gregorio, el colegio de S. Andrés, el templo de S. Lorenzo y gran parte del monasterio de Balvanera [...]». (Beristáin de Souza 1883, t. 4, p. 31).

 

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En su sermón (Núñez 1684, fols. 10v-11r) el jesuita incluye muy de pasada: «[...] los puestos públicos que ocupó nuestro difunto cavallero, assí políticos, desde el Consular de alcalde ordinario, como militares de capitán, etcétera, en esta Imperial Corte y República Mexicana, madre dichosa suya», parca descripción que nada añade. Por otra parte, con excepción de Guijo (1986) y Robles (1947), los textos de Oviedo (1702) y Zambrano (1970), ambos jesuitas, mencionan al acaudalado capitán sólo en relación con el padre Núñez. La intención del primero es glorificar y encumbrar a su correligionario; la del segundo, dejar asentados los hechos y escritos del destacado miembro de la Compañía.

 

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Robles, por su parte, informa que el 1 de enero de 1675 salieron por alcaldes ordinarios el conde de Santiago «que no tomó luego la vara por estar legítimamente [sic] impedido» y don Juan de Chavarría (1972, t. 1, p. 157).