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En prensa este artículo, he podido localizar el manuscrito de una novela inédita de Olavide, La maldición paterna, no incluida en las Lecturas útiles y entretenidas, de la que sólo se conocía el título, y un fragmento del comienzo (las dos primeras hojas). En ella aparecen abundantes notas que la acercan a lo gótico; lo que no es de extrañar, pues asimismo, he podido identificar el original: Anne Bell, de la serie Épreuves du sentiment de Baculard d’Arnaud, en la que Olavide introduce amplias e interesantes variaciones. Recientemente, el profesor Guillermo Carnero ha desvelado un importante caso de adaptación de la misma novela: la obra dramática de Zavala y Zamora, Las víctimas del amor, Ana y Sindham (Carnero 1994). La versión de Olavide, independiente, presenta diferencias notables. Espero publicar en breve el estudio y el texto del manuscrito de Olavide.

 

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Una síntesis sobre la presencia de lo exótico en la literatura española del siglo XVIII se encuentra en Lafarga, 1994.

 

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Para las relaciones y diferencias entre ambos géneros, véanse Batjín, 1985 y García Berrio-Huerta Calvo, 1992.

 

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Las citas se hacen por la edición de 1805 (I, pp. 3-4). Entre las otras motivaciones que le llevan a escribir está el que quiere dar a los literatos un ejemplo de este tipo de novelas, «este ramos de literatura, conociendo que ella es el estímulo y primer escalón para entrar en las ciencias» (I, pág. 5).

 

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En las Efemérides de España del 20 de Octubre de 1804 se comenta: «Puede decirse sin temor de equivocación que si no fuimos los inventores de los que los extranjeros llaman romances, que realmente es lo que conocimos bajo la denominación de novelas en los buenos tiempos de nuestra literatura, a lo menos se haría la mayor injusticia si se nos negase la gloria de haber sido los primeros que perfeccionamos este género» (pág. 1208).

 

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Es verdad que éste comenta alguna vez, cuando se sabe que es español, que la suya, la católica, es la verdadera religión, pero no se pasa de ahí. Es decir, esta afirmación no lleva a negar las otras creencias ni a limitar la libertad de los otros personajes de pertenecer a la religión que deseen.

 

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Esta reflexión de Martín de Bernardo-Mahamut tiene interés porque manifiesta una visión optimista ante el progreso de la civilización y el logro de derechos individuales, civiles, de los «honrados ciudadanos», al tiempo que manifiesta una confianza sin límites en el papel previsor del Estado como benefactor del individuo. Esta idea manifestaría cierto alejamiento del tipo de relación monarquía-súbdito, para acercarse a la noción de estado civil, defensor de los derechos que el ciudadano va adquiriendo, que para la época ya era discutida por aquellos que cuestionaban los logros de la Revolución Francesa.

 

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Esta reflexión se dramatiza en el relato en la persona del protagonista, quien comenta: «Diéronme maestros hábiles en todas materias, tanto de educación como de ciencias: en lo primero salí aventajado a mis condiscípulos, ya puesto a caballo, ya esgrimiendo el acero, o ya en la danza y cortesanía: pero en las ciencias fui mediano, y aun no sé si hubiera llegado a sobresalir en alguna, mas el demasiado amor perjudicial de mis padres me distraía, teniendo a gracia mis travesuras en lugar de reprenderlas» (II, pp. 45-46). La crítica se dedica al estamento noble, al que pertenece Mahamut-Ramírez.

 

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La obra de Adam Smith fue traducida al español en 1794 por José Alonso Ortiz (Valladolid, Viuda e Hijo de Santander, 4 vols.). Una segunda edición, también en Valladolid y en 4 vols., se publicó entre 1805 y 1806. A la «invisible hand» se hace referencia en el cap. 2 del lib. IV. La obra tuvo cierta difusión en España, siendo conocida por Campomanes, Jovellanos y otros. Se discutió sobre ella en la Academia de la Historia y en la Sociedad Económica Matritense. Para su recepción española, Schwart, 1990 y Perdices Blas, 1991.

 

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Los portugueses solían desarrollar su comercio por la costa Oeste de África, no por el Mediterráneo, sobre todo en Guinea, reino de Benín y otros de la zona.